La inocencia de Lolita.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Con el tiempo me di cuenta que yo no quería perder mi virginidad con él, que siempre me sentí insegura por que su cuerpo no me hacía sentir protegida, ni me sentía cómoda. El paso de los meses se hizo más que presente y fui conociendo a hombres, de aproximadamente veintitantos. Y llegó él a mi vida, el tan nombrado Gabriel: de esos hombres que te atrapan y enredan con la lengua, y con esto me refiero literalmente… Con sus besos se humedecían mis paredes. Pero él jamás pudo llegar a descubrir mi lado de puta, él se llevó mi corazón, más no mis ganas de comerle el miembro a sorbos, a mordiscos. De lo que se perdió el imbécil, total, meses después, cuando creía que la vida no me iba a traer orgasmos, ni siquiera una que otra mamada… Llegó él, el prototipo perfecto, el que sin tocarme haría que me estremeciera.
«Me llamo Humbert» dijo, «No creo que sea apropiado que te pregunte estas cosas» dijo el muy mojigato cuando hablamos sobre sexo la primera vez. Creí que era un hombre decente, de esos aburridos que respetan, el ñoño que nadie quiere, el que se limita a decir “soy un caballero”, por suerte, ME EQUIVOQUÉ. Me llevó a la cama más rápido que cualquier puta en una esquina.
Un día de tantos, tuve mi primer orgasmo. La inocente Lola con a penas 16 años, sucumbió en los brazos de Humbert ante dos dedos dentro de mi clítoris, moviéndose circularmente. Es una sensación tan maravillosa que no sé si me alcancen las palabras para describirla. «pujame, como una putita» me decía, mientras mordía mis labios y me apretaba contra su pecho. Debo confesar, que nos poníamos un tanto locos con la marihuana, y yo no controlaba a mi cuerpo, los impulsos me llevaban a gritarle, a pujarle y a ceder ante sus deseos. Podía sentir su endurecido miembro en mi abdomen, «¡metemela!, ¡te lo suplico!» pensaba, pero tampoco quería que me quitara sus dedos de mi humedecida e hinchada intimidad.
Me ponía de a cuatro, colocaba mis piernas en su cuello y pasaba sus carnosos labios por mis pechos, ¡es el rey! Fornicaba cada espacio de mi cuerpo, no puede ser más perfecto. Bendita la mujer que se quede ante tal hombre. Si lo ves pasar por la calle, se ve tan decente y serio, ¿quién lo diría?
Si yo lo veo pasar, lo rapto, me bajo las bragas y le arranco el miembro.
¡Delicia de maduro! A sus 28 años, sabía como controlarme, le fascinaba verme en el acto, soy la mezcla perfecta entre inocencia y perversión. Lola, Lola, Lola , pero para él era LO, la desnuda Lo… La que pasaba su lengua por todo el tronco de su virilidad, la que absorbía sus jugos y lo hacía gemir de placer, mmmm, su amiguito, siempre firme conmigo, tal vez él me manejaba a mí, me controlaba, él tenía todo planeado y sabía cómo hacerme gozar, pero jamás me hizo padecer.
«déjame venirme en tu boquita, haces cosas muy ricas, Lo» me decía, jadeante, agitado y con esa vocesita de niño inocente. «No, te haré sufrir» le contesté, mientras movía mis caderas, encima de él.
Le gusta verme despeinada, mi cabello rizado moverse al compás de mis movimientos y mis intenciones «no te muevas tan rápido, no me quiero venir todavía. Quiero sentirte y disfrutarte» y yo, la tan rebelde Lola, la mentirosa y ganosa niña que le mentía a su madre para poder cumplir sus más mórbidas fantasías junto a su amante Humbert, no hacía caso y me movía a mi ritmo, me gustaba verle su cara de placer, sus gemidos, sentir sus manos apretando mis caderas, mis senos y leerle los labios pidiéndome que parara, suplicando piedad. ¡Me encantas, Humbert! Quiero comertelo, hacerlo contigo en todos lados… Que me pidas más y que me detengas, tomes las riendas de mi alocada vida… Que me enseñes, que me montes.
Quiero que seas ese amante por el que muerda la almohada en las noches, que me haga gemir aunque no estés a un lado mío, y yo quiero ser esa, la que provoque que tu miembro sea una erupción constante en tus manos, esas manos que recorren mi piel, juguetonas y provocadoras de deseo entre mis piernas… Tus caricias en mi intimidad, sinónimo de humedad.
Abreme los muslos y perviérteme, tócate pensando en mí, soy tu Lolita, tu niña… La colegiala, la que te desea mordisquear los labios y la que busca tu miembro con la lengua. La ganosa, la putita, pero tuya, de nadie más. Hmmmm, desearía que hubiese más Humberts y Lolas en el mundo, que cada quien tenga una experiencia así… Todos merecemos la experiencia entre las piernas, saliendo y entrando.
«Siempre y cuando me lo guardes, para qué cuando yo te masturbe saques todo lo que por derecho es mío, y cuando te haga mía penetrándote sea por entrega. Así tan juguetona y dispuesta me gustas» me escribe, mientras deslizo mis dedos, por la puntita de mis pezones, mis rosados tesoros…
Me gusta, me gusta, ¡me haces gritar de placer! …
Este escrito es para ti , Hum, te guardo en mis más profundos sueños… Para que estés enterado de cuanto humedezco por ti.
Te desea, tu Lolita.
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