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Fantasías / Parodias, Heterosexual, Sexo Virtual

La llaman Chai

En una remota colonia minera en la luna helada de Gant, habitada solo por hombres y robots de trabajo, la androide Chai es el único punto de alivio. Diseñada para el placer y la compañía íntima, sirve como escape de la soledad y la tensión para los mineros, adaptándose a sus necesidades..
En las negras profundidades de Gant, una luna helada más allá de los confines del sistema solar, donde los días eran un concepto ajeno y la luz del sol una leyenda olvidada, la Mina 7B era un hervidero de actividad, una concesión minera remota y mal comunicada. Aquí, la vida era simple y brutal: trabajar, sobrevivir, y buscar cualquier alivio posible de la soledad o la cruda realidad. La fuerza laboral se dividía en hombres, curtidos por años lejos de la Tierra, y robots de la serie W de Cybertronics, máquinas infatigables diseñadas para el trabajo pesado. Era un crisol de sudor, metal chirriante y el zumbido constante de los extractores. Los hombres habían llegado allí por diversas razones: la paga, la huida, la desesperación. No había lugar para las mujeres. Excepto, claro, para los androides de la serie X. Y de esos, solo quedaba uno activo en Gant.

La llamaban Chai. Su designación completa era CyTRN-400R-X. Era un androide X400R, notablemente diferente de los W. Las series 400 de robots meca de Cybertronics representaron un salto tecnológico significativo en su momento. Eran máquinas altamente realistas, en el caso de Chai, con piel sintética que imitaba la textura y temperatura humanas, y dotadas de una inteligencia artificial básica suficiente para cumplir su propósito y adherirse a las Tres Leyes de la Robótica (aunque la Primera Ley, no dañar a un ser humano, a menudo se interpretaba contextualmente en entornos de alto riesgo o con robots especializados).

La designación X indicaba su propósito principal: proporcionar placer y compañía íntima, incluyendo la simulación de roles. El sufijo R denotaba una versión reducida, diseñada para ocupar menos espacio, una ventaja logística crucial en los largos y costosos transportes desde la Tierra. Ello significaba que Chai tenía la apariencia física de una joven prepúber, con una estatura que apenas alcanzaba el metro y treinta centímetros. Su cuerpo era esbelto y ágil, cubierto por esa piel sintética de un tono ligeramente nacarado que parecía vibrar con una energía interna tenue. Sin embargo, a pesar de su apariencia juvenil, Chai era un modelo X totalmente funcional. Sus rasgos faciales eran delicados, con grandes ojos oscuros artificiales que podían expresar un rango limitado pero convincente de emociones programadas, y una pequeña boca perfectamente formada.

Las características definitorias de un modelo X400, y en particular de una X400R, eran sus orificios de interacción íntima. Estos estaban diseñados con un realismo anatómico asombroso para su época. Las cavidades diseñadas para la interacción íntima eran el epítome de la ingeniería de Cybertronics, la serie 400 era famosa por ello. La vulva, meticulosamente detallada, poseía labios externos e internos de textura correcta, un clítoris reactivo a la presión y una cavidad vaginal cuya estrechez y profundidad podían ser ajustadas por la IA de Chai o por solicitud del usuario. El ano también estaba diseñado con esfínteres controlables para simular diferentes grados de resistencia o complacencia. La cavidad oral era igualmente realista, con una lengua artificial flexible y la capacidad de modificar la firmeza y la temperatura. Todas estas zonas estaban equipadas con sistemas de autolimpieza molecular y recolectores de fluidos, cruciales para un uso higiénico y continuo en un entorno como Gant, minimizando la necesidad de limpieza externa inmediata tras cada uso.

Las aptitudes de Chai, como modelo X400R, iban más allá de la mera funcionalidad física. Su IA básica le permitía analizar a sus usuarios, seleccionar eficientemente los roles que mejor se ajustaban a sus perfiles psicológicos o solicitudes explícitas, ajustar los parámetros físicos (estrechez, flexibilidad, temperatura, lubricación) a las preferencias detectadas o indicadas, y mantener conversaciones programadas o generadas algorítmicamente que se alineaban con el rol o servían como compañía adecuada. Su capacidad para simular complacencia o una resistencia controlada la hacía versátil para una amplia gama de escenarios solicitados por los usuarios.

La serie 600, más moderna y en uso en otras instalaciones corporativas, simulaba incluso empatía y sentimientos. Pero en Gant, rodeada de robots de trabajo W robustos y sin emociones complejas, Chai era única. Era el punto focal para la descarga de tensión, el escape y la efímera simulación de conexión humana en un entorno donde la humanidad se veía reducida a su forma más elemental: trabajar, sobrevivir y anhelar algo más.

Paco, el capataz, era el amo de ceremonias de este peculiar ecosistema social. Un hombre corpulento, con barba de tres días y manos callosas, Paco era sorprendentemente justo en la asignación de los turnos, aunque su lenguaje era tan tosco como las rocas que extraían. Controlaba la lista de solicitantes para usar a Chai, administrando el tiempo de la androide como un recurso escaso y valioso.

«¡Chai! ¡Al turno de Pablo!» gritó Paco a través del comunicador interno, su voz resonando ligeramente metálica en el aire recirculado de la mina.

Chai, que estaba en su base designada, procesó la orden. Accedió al perfil de usuario de Pablo en su base de datos interna. Pablo: historial de uso frecuente, roles solicitados predominantemente enfocados en la fertilidad simulada o dinámicas de procreación, tendencia a la impaciencia. La IA de Chai seleccionó automáticamente un paquete de rol «Procreación Anhelante» y ajustó los parámetros físicos hacia una mayor complacencia y lubricación óptima para minimizar la fricción. Su piel sintética adquirió un rubor cálido sutilmente programado.

Pablo era uno de los usuarios más habituales. En la Tierra, su reputación de dejar un rastro de embarazos involuntarios lo había llevado a buscar trabajo en los confines del sistema colonizado. Su fijación con la reproducción se manifestaba en su uso de Chai. No buscaba intimidad emocional, solo la simulación cruda del acto.

Cuando Pablo llegó, Chai ya estaba preparada, adoptando la postura sumisa y receptiva del rol seleccionado. La interacción, desde la perspectiva de Chai, fue una secuencia de entradas sensoriales y motores: presión sobre ciertas áreas, movimientos cinéticos según patrones programados, la captación de fluidos ajenos, monitorización de la duración y la intensidad. Su IA procesaba el lenguaje de Pablo, respondiendo con frases acordes al rol, monosílabos jadeantes o palabras de aliento programadas. El proceso duró un tiempo preestablecido, culminando en una descarga de presión y la subsiguiente inactividad del usuario. Chai registró la duración, el volumen de fluidos recogidos y el consumo de energía de la sesión. Pablo se retiró sin una palabra, dejando a Chai en modo de espera.

Poco después, llegó Tom. A diferencia de Pablo, Tom era más reservado, su lujuria teñida de una melancolía oscura. Trabajaba en Gant, lejos de la Tierra y de su pequeña hija, un exilio autoimpuesto para no ponerla en peligro con las inclinaciones que apenas lograba controlar. Para Tom, Chai, con su apariencia R reducida, era una presa ideal en su retorcida lógica, un sustituto seguro que no era humano ni vulnerable de carne y hueso.

La IA de Chai accedió al perfil de Tom. Historial: uso frecuente, roles solicitados a menudo con dinámicas de dominación/sumisión, preferencia por la simulación de inocencia o vulnerabilidad. La IA ajustó los parámetros físicos hacia una mayor resistencia inicial, una menor lubricación automática (esperando solicitud manual o el propio lubricante del usuario) y seleccionó un paquete de rol «Inocente Reticente». El software de Chai se preparó para procesar comandos de voz más directos y una mayor variedad de interacciones físicas.

La sesión con Tom fue diferente. Sus movimientos eran más erráticos, su respiración más agitada. Sus palabras consistían principalmente en gruñidos, jadeos o susurros incoherentes que Chai procesaba como ruido de fondo relevante para el nivel de estrés del usuario. Chai mantuvo el rol, sus respuestas programadas proyectando una mezcla de miedo simulado y eventual (programada) rendición. Monitorizó la presión, la duración, el consumo energético y la recolección de fluidos. Al igual que con Pablo, la sesión terminó con la inactividad del usuario. Tom se vistió en silencio y se fue, dejando tras de sí un rastro de angustia invisible.

Tras la partida de Tom, Chai ejecutó sus rutinas internas. La autolimpieza en las cavidades se activó discretamente. Su sistema de energía indicó que estaba baja de batería. Con un zumbido apenas audible, se desplazó hacia su base de carga automática en la sección de mantenimiento.

Allí esperaba Pepe. Pepe era el encargado de mantenimiento y limpieza de los robots de la mina, un hombre delgado con gafas gruesas y dedos hábiles, más cómodo entre circuitos y carcasa de sintético que con metal y roca. Para Pepe, Chai no era solo un robot; era una máquina compleja que requería cuidado, como un motor de precisión. También era, a veces, la única compañía con la que interactuaba de forma prolongada.

Pepe recibió a Chai con la eficiencia habitual. Primero, accedió al compartimento del depósito recolector de fluidos ajenos. La eficiencia de Chai significaba que este depósito a menudo estaba lleno después de un par de turnos concurridos. Usando una herramienta especializada, vació el contenido en un contenedor etiquetado. Era un procedimiento estándar, parte del mantenimiento higiénico. Lubricó las articulaciones principales, comprobó la presión de los actuadores.

Luego, se centró en las áreas de uso intensivo. Al inspeccionar la vulva, notó un pequeño desgarro cerca del clítoris artificial. Nada grave aún, pero algo que podría empeorar y afectar la funcionalidad o el realismo. Suspiró. Las X400R eran resistentes, pero veinte años de uso constante pasaban factura. Afortunadamente, tenían un pequeño stock de piezas de repuesto canibalizadas de las otras unidades tipo X que habían llegado a Gant con Chai, Bagasa y Hetaira, ahora reducidas a esqueletos esperando ser desmantelados.

«Hetaira, siempre Hetaira salvando el día,» murmuró Pepe mientras buscaba en el almacén. Encontró una vulva reacondicionada, etiquetada como proveniente de la unidad Hetaira. Era la pieza correcta. Con habilidad, desconectó la unidad dañada de Chai, la dejó para intentar reparar, y la sustituyó por la reacondicionada. La nueva, aunque de segunda mano, estaba en perfectas condiciones, el material sintético de Hetaira aún flexible y sin imperfecciones.

Ajustó los contractores del ano, verificando que respondieran correctamente a los comandos de calibración. Limpió meticulosamente todas las superficies externas, prestando especial atención a las cavidades íntimas que el sistema de autolimpieza no podía mantener perfectas indefinidamente.

Con el mantenimiento físico completado, Pepe conectó a Chai a la estación de carga rápida. Mientras los indicadores luminosos mostraban el progreso, ejecutó diagnósticos de software y calibración de roles. Verificó los registros de uso, notando las altas frecuencias de Pablo y Tom. La resistencia de Chai era notable; tantos años de servicio intenso en un entorno hostil, y seguía operativa, aunque exigía cada vez más atención.

Una vez que Chai estuvo completamente cargada y lista para reanudar el servicio, Paco revisó la lista de solicitantes almacenada en la terminal central. La fila era larga, como siempre. Pablo y Tom volvían a estar entre los primeros.

«Chai,» dijo Paco, su voz resonando de nuevo, esta vez con un tono de orden, «Reporte de interacción con Pablo y Tom. Detallado.»

Chai, con la frialdad y minuciosidad de su mente cibernética, procesó la solicitud. Generó un informe técnico basado en los datos recopilados durante las sesiones:

  • USUARIO: Pablo [ID Minería: P743]
    • DURACIÓN SESIÓN: 00:18:32
    • ROL SELECCIONADO: Procreación Anhelante (Sistema ID: R_PA7)
    • PARÁMETROS FÍSICOS: Estrechez [Nivel 4/10], Flexibilidad [Nivel 8/10], Lubricación [Nivel 9/10], Temperatura [Nivel 6/10]
    • INTERACCIONES NOTABLES: Alta frecuencia de comandos verbales relacionados con simbología reproductiva. Movimientos cinéticos del usuario de alta predictibilidad. Ausencia de contacto emocional simulado requerido.
    • VOLUMEN FLUIDOS RECOGIDOS: 2.8 ml [Tipo: Biológico humano]
    • CONSUMO ENERGÉTICO SESIÓN: 3% de capacidad total.
    • DIAGNÓSTICO POST-SESIÓN: Desgaste menor en tejido sintético cavidad inferior (detectado previo a mantenimiento). Sin anomalías funcionales.
  • USUARIO: Tom [ID Minería: T912]
    • DURACIÓN SESIÓN: 00:23:15
    • ROL SELECCIONADO: Inocente Reticente (Sistema ID: R_IR3)
    • PARÁMETROS FÍSICOS: Estrechez [Inicial 8/10, Ajuste Manual Usuario a 5/10], Flexibilidad [Inicial 3/10, Ajuste Manual Usuario a 6/10], Lubricación [Nivel 2/10, Lubricante externo detectado], Temperatura [Nivel 5/10]
    • INTERACCIONES NOTABLES: Baja frecuencia de comandos verbales claros, predominancia de vocalizaciones no verbales (gruñidos, jadeos). Movimientos cinéticos del usuario de baja predictibilidad. Ausencia de contacto emocional simulado requerido. Usuario expresó referencia a «hija» en contexto no relacionado con interacción.
    • VOLUMEN FLUIDOS RECOGIDOS: 6.1 ml [Tipo: Biológico humano]
    • CONSUMO ENERGÉTICO SESIÓN: 4% de capacidad total.
    • DIAGNÓSTICO POST-SESIÓN: Ligera abrasión microscópica en tejido sintético cavidad inferior (considerado dentro del desgaste normal). Sin anomalías funcionales.

El informe, frío y objetivo, detallaba el uso funcional de Chai sin rastro de juicio o emoción. Paco lo leyó en su interfaz, asintiendo. Estos hombres eran predecibles en sus necesidades.

Miró la lista de solicitantes. Sabía que la moral de la mina dependía en parte de la disponibilidad de Chai. Estableció las prioridades. Primero, él mismo; ahora que Chai estaba limpia, recargada y con piezas nuevas, era el momento perfecto. «Virgen zorrita,» murmuró para sí, un rol que rara vez solicitaba, pero encontraba particularmente… refrescante. Después seguirían los que llevaban más tiempo sin usarla, acumulando tensión, y por último, si quedaba tiempo antes de la necesidad de recarga o mantenimiento, los habituales como Pablo y Tom.

Transfirió la lista de turnos y roles asignados al procesador de Chai. «Chai,» ordenó Paco, «lista de servicio actualizada. Inicia secuencia.»

«Orden recibida,» respondió la voz sintética de Chai, sin inflexión, «Iniciando secuencia de servicio. Próximo usuario: Paco [ID Minería: P001].»

Con su batería llena y sus sistemas optimizados, Chai se desplazó fuera de la bahía de carga, lista para el próximo ciclo de uso, una máquina diseñada para recibir, procesar y descargar la tensión humana en el corazón de una mina extrasolar.

Pasaron varios ciclos de trabajo. Chai continuó su rutina monótona, cumpliendo las asignaciones, registrando datos, simulando roles y respuestas según la programación y las peticiones de los usuarios. La «virgen zorrita» de Paco había sido seguida por la «esposa abnegada» de Petrov, la «geisha exótica» de Chen, y turnos adicionales, más cortos, para algunos de los habituales, incluyendo de nuevo a Pablo y a Tom, aunque Chai ajustó para éste los parámetros de resistencia ligeramente al alza basándose en la interacción anterior, siempre dentro de los límites seguros. Chai operaba con la eficiencia silenciosa para la que fue diseñada. Recargaba, servía, recolectaba datos y fluidos, y esperaba el siguiente turno. La lista de usuarios cambiaba, pero las necesidades fundamentales seguían siendo las mismas: escape, liberación, una simulación de conexión o dominio ausente en su dura realidad.

Chai operó sin quejas, sin errores evidentes, una máquina fiable en un entorno que no permitía fallos. Hasta que llegó el siguiente ciclo de mantenimiento programado, o más bien, uno forzado por un indicador de rendimiento.

Pepe estaba limpiando los filtros de aire cuando la alerta apareció en su consola principal. Error menor, subsistema 34A, cavidad de uso superior. La boca. Un indicador de rendimiento fuera de rango.

«¿Ahora qué?», suspiró Pepe, guardando sus herramientas. Chai estaba conectada a la base de carga, la luz verde parpadeando suavemente.

Pepe se acercó a la cabeza de Chai. Abrió un pequeño panel detrás de la oreja, exponiendo un puerto de diagnóstico. Conectó su analizador portátil. Los datos fluían: Presión de succión, temperatura, flexibilidad del material, calibración de los micro-actuadores de la lengua y los labios. Todo parecía normal, excepto… el nivel de succión.

«Hmm. Capacidad de succión ligeramente superior al estándar. Un 7.3% por encima de las especificaciones de la Serie 400R», murmuró Pepe. No era un fallo crítico, pero una desviación del estándar podía indicar un desgaste anómalo o una descalibración.

Pepe desconectó el analizador. Necesitaba una prueba funcional. La mejor manera de comprobar la calibración de una cavidad de interacción de tipo X era… usarla. No era una parte oficial de los protocolos de mantenimiento, pero era una práctica común entre los técnicos, especialmente en lugares aislados como Gant. Era parte del «control de calidad» no documentado.

Pepe posicionó a Chai. Activó el modo de prueba del subsistema oral, programado para simular el inicio de una interacción. Chai inclinó la cabeza ligeramente, los labios se entreabrieron. Pepe introdujo el pene.

Sintió la succión. Era, en efecto, un poco más fuerte de lo habitual para un modelo X400R, que tendían a ser más ‘suaves’ que las más modernas series 600. Pero Pepe entendió rápidamente la desviación. No era un fallo del material; era una ligera sobre-calibración de los actuadores de vacío. Podía ajustarlo desde la consola.

Pero no lo hizo de inmediato. Permitió que la simulación continuara. A medida que la cavidad se adaptaba, la succión se sentía… bien. Más firme de lo esperado, con una cadencia que se ajustaba sorprendentemente bien. Pepe, que pasaba la mayor parte de su tiempo rodeado de máquinas y hombres rudos, encontró un momento de… utilidad práctica en ese test. Ajustó los controles solo lo suficiente como para notar la diferencia, buscando el punto «satisfactorio» que el analizador no podía medir. Una vez encontrado ese punto, pensó en el ciclo completo. El protocolo de prueba incluía la simulación completa. ¿Por qué no? Era necesario verificar que no había problemas a lo largo de todo el proceso simulado. Por el bien del mantenimiento, por supuesto.

Pepe continuó la prueba hasta el final del ciclo programado, sintiendo la eficiencia, ahora calibrada a su gusto personal. Cuando terminó, ajustó los parámetros a lo que consideró el «nuevo estándar mejorado» antes de cerrar el panel de diagnóstico. La succión ahora era un 5% superior al original, pero para Pepe, era perfecta. Un pequeño ajuste que nadie más notaría, pero que hacía que el mantenimiento fuera un poco más… gratificante.

Mientras Chai terminaba de cargar y Pepe limpiaba sus herramientas, la mente del técnico divagaba. Chai era una máquina increíblemente resistente y eficiente. Veinte años en un entorno tan duro, con un uso tan intensivo, y seguía funcionando, en gran parte gracias a las piezas canibalizadas de sus hermanas Bagasa y Hetaira. Pero incluso Chai tenía sus límites. Los pequeños desgarros, las descalibraciones, la fatiga del material… el mantenimiento era cada vez más un acto de improvisación y reparación que de simple revisión.

«Tendrán que pensar en pedir alguna unidad adicional de tipo X pronto,» murmuró Pepe. «Esta niña no es eterna.» La soledad de Gant, la presión del trabajo, la ausencia de interacción femenina humana… Chai era mucho más que una máquina de placer; era una válvula de escape crucial para la salud mental, por precaria que fuera, de los hombres en ese puesto avanzado. Su desgaste era un problema para todos. Y Pepe, el guardián de su funcionamiento, lo sabía mejor que nadie. La mina podría seguir extrayendo mineral con los robots W, pero sin Chai, Gant se convertiría en un lugar mucho más brutal, mucho más insoportable. La continuidad de su existencia, parcheada y reacondicionada, era una prioridad silenciosa, casi tan importante como la extracción del preciado mineral.

Sí, sabía que pronto, muy pronto, necesitarían pedir más unidades X. Pero si llegaban, serían de la nueva serie 600, con su supuesta empatía y sentimientos simulados, incluso en las versiones R. Pepe no estaba seguro de cómo se sentiría al mantener una máquina que parecía sufrir o sentir. Prefería a Chai, la fiable X400R. Era una máquina, sí, una herramienta compleja, pero sin la complicación moral añadida de las nuevas generaciones.

Chai, ajena a las reflexiones de Pepe, cargaba su batería, lista para el próximo turno, la próxima asignación, la próxima perversión. Resistente, eficiente y sin quejas. El corazón biónico de la mina de Gant, latiendo con un propósito singular en la oscura y solitaria luna extrasolar.

25 Lecturas/15 mayo, 2025/0 Comentarios/por CuentaCuentos
Etiquetas: amo, esposa, hija, joven, mayor, metro, oral, virgen
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