La mejor noche de mi vida (parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era una noche de viernes como cualquier otra, ninguno de los dos tenía más planes que pasar la noche en casa, con el otro, haciendo lo que fuera, en realidad no importaba, solo queríamos relajarnos después de una pesada semana.
Estábamos en la sala, sólo los dos, oyendo música distraidamente y hablando tonterías igual que siempre lo hacemos.
Entre risas y anécdotas sin mayor trascendencia comenzamos a beber vino, sólo un poco, pero no lo suficiente como para estar ebrios, como suele ser perfecto para tener sexo increíble.
Después de uno de los torpes chistes, nos reímos un rato y nos quedamos callados un momento, sólo oyendo la música de fondo, volteé a verla y me pareció sumamente atractiva en ese momento, así que no me resistí a girar su mejilla con mi mano y comencé a besarla, su lengua me exitó lo suficiente como para aventurarme a agarrar sus pechos.
Ella empezó a tocarme también, aún con ropa, primero solo nos besábamos los labios y nuestras lenguas se entrelazaban en la boca del otro, pero en ese punto ambos queríamos más que eso, así que muy despacio fui de su boca a su mejilla y de ahí a sus oídos, a sus lóbulos, lamiéndolos muy levemente.
– Te deseo demasiado.
Le susurré al oído.
Comencé a besar su cuello sabiendo que ese era su punto más débil, que besarla allí significaba un punto de no retorno, y sobrepasarlo solo significaba devorarnos mutuamente llenos de pasión.
A la vez que la besaba, iba deslizando mi mano lentamente bajo su blusa y comenzaba a acariciarle esos preciosos senos.
Mientras iba jugueteando con sus pechos, con sus pezones (ahora muy firmes por la excitación) pensaba lo agradecido que estaba de que ella se quitará su sostén al primer segundo tras llegar a casa por lo molesto que le resultaba.
De pronto un gemido muy leve en mi oído me distrajo de ese pensamiento y me hizo notar la respiración tan agitada que me decía lo exitada que estaba ella, así que me apresuré a desabrochar su blusa, pero con un ritmo lento y con los besos constantes en su cuello para mantener ese ambiente de sensualidad que solo aumentaba la exitación entre nosotros.
Terminé de desapuntar el último botón de su blusa y fui bajando mis besos de su cuello a sus senos, empecé a lamerlos, a besarlos y les di unas muy suaves mordidas ocasionales, una de las cuales le sacó otro gemido, esta vez más fuerte que el anterior.
Mientras mis manos seguían jugando con sus tetas mi boca seguía su recorrido hacia el sur de ese maravilloso cuerpo, bajando por su vientre, lamiéndolo, besándolo.
Le quité el pantalón, pero no las bragas, aún no era hora del plato principal.
Besé esos muslos que tanto me gustan, y le agarré ese trasero que tanto me enloquece , ese que se mueve tan sensual cuando ella camina, cuando ella baila, ese que tanto me excita y la nalgueé esperando ver una expresión de sorpresa lasciva.
Funcionó.
Y esa mueca pronto se torno en una sexy mordida a su labio inferior que sólo me hizo desearla mucho más.
Continué besando, lamiendo y acariciando sus muslos hasta ver en su rostro (que aún conservaba ese gesto tan exitante del labio cautivo entre los dientes) que quería que me la comiera, que la devorara.
Me hice de rogar un poco para exitarla todavía más, pero también yo lo estaba y no pude contenerme otro segundo, así que fui directo a su coño y aún a través de sus bragas comencé a comérmelo a punta de besos y lengua, sintiendo como poco a poco se ponía húmeda, empapada.
Tuve una erección gigante porque sabía que su humedad era causa mía.
Le quité la ropa interior y empecé a comerla desnuda, sólo sus labios y los míos, en ese momento no había nada más en el mundo, nada más que saborear su sexo y agarrarla de ese espléndido culo.
Le metí un dedo mientras me comía su vagina y luego agregué uno más.
Otro gemido en voz alta brotó de su garganta.
Sin dejar de tocarla me puse de pie y me hice a su espalda para poder masturbarla mejor y hacerle saber lo exitado que estaba por culpa suya, para lo cual la abracé ciñendo su cadera contra mi erección.
– Me encantas, ¿sabías eso? Le dije al oído.
Ella me respondió con una mirada de reojo y una sonrisa tan exitada como orgullosa y feliz.
Comencé a besar ese perfecto cuello de cisne una vez más y seguí acariciando su húmeda concha cada vez más veloz y frenéticamente.
Con la mano que aún tenía libre le terminé de quitar la blusa y comencé a masajear apasionada pero gentilmente sus tetas.
Con su ayuda me desnudé yo también y empecé a follarla desde atrás, la oí gemir cada vez más lo que solo me provocó mucha más excitación, atracción y deseo por ella.
La puse en cuatro sobre el sillón, ese mismo que hasta hace un rato no era más que para conversar, pero que ahora era el paraíso mismo y el lugar que era testigo de nuestro mutuo deseo.
Empecé a cogermela más duro justo como sus palabras entrecortadas por la respiración agitada y su lascivo rostro me lo pedían.
Ver su culo desde atrás, era un panorama celestial, y el solo hecho de follar con ella y sentir lo mojada que estaba era como estar en el paraíso.
Me incliné un poco hacia el frente y mientras seguía penetrándola le agarré los senos, le besé los hombros y lamí sus lóbulos, ella giró su cabeza y con una sonrisa llena de lujuria me dijo:
– Ya te divertiste mucho amor, ahora me toca a mi llevar el mando.
Me tiró de espaldas hacia el sillón y se sentó en mi verga tan rápido que me hizo acabar.
Sonrió orgullosa de si misma, pero sabía que no habíamos terminado, después de todo ella aún no había tenido el control el control sobre mi placer el tiempo suficiente y ambos sabíamos lo mucho que ella disfrutaba eso, así que tomó mi miembro con su mano derecha y empezó a masturbarme hasta que estuve lo suficientemente exitado como para que pusiera mi pene en su boca, y pudiera comenzar a lamerlo, a mamarlo, como sólo ella sabe hacerlo.
Cuando ya estuvo tan erecto como antes, quiso continuar donde lo dejamos antes, lo metió hasta lo más profundo de si misma y no pudo evitar exhalar un gemido lleno de alegría y lujuria que sonó como la más dulce melodía para mi.
En ese momento solo pude pensar en sujetarla de las nalgas, de las tetas o de al menos poner mi pulgar en su boca para sentir lo rico que lo chupaba mientras ella me montaba sin tregua acercándome una ves más al éxtasis, pero no me dejó hacer nada de esto, pues ella ahora estaba al mando y quería dejarlo muy en claro, así que al ver mis intensiones me sujetó de las muñecas y comenzó a agitar sus caderas más rápido sobre mi verga hasta hacerme decir su nombre entre gemidos y jadeos.
Ella contoneaba con un aire de presunción sus senos frente a mi rostro sabiendo que no podía sujetarlos, casi se mofaba de mi, pero se descuidó (posiblemente a propósito) lo suficiente para dejar uno de sus pezones al alcance de mi boca, así que incliné mi cabeza hacia adelante y comencé al lamerlo y succionarlo muy suavemente, eso la hizo flaquear.
Me soltó.
Aproveché mi oportunidad y pude por fin sujetar ese magnífico trasero que tanto me tentaba.
Con un poco de control de nuevo en mi poder comencé moverme cada vez más rápido, ella acariciaba mi torso con una mano mientras que con la otra frotaba su clítoris hasta que logró acabar.
Fue increíble sentir su orgasmo justo sobre mi.
Pero yo aún no estaba del todo satisfecho y sabía que ella tampoco así que seguí besándola, tocándola y follándola, al principio muy lento, pero pronto el ritmo fue acelerando hasta que estuvimos haciéndolo casi con frenetismo.
Esta vez terminamos juntos.
Ya estábamos a mano, dos a dos.
Agotados pero en total éxtasis, nos recostamos uno al lado del otro en el estrecho sofá y nos cubrimos con la frazada que solemos dejar en la sala para cuando vemos películas allí.
Abrazados y acariciándonos levemente nos quedamos allí, en silencio, yo viendo al techo, y ella recostada en mi pecho.
Sabíamos que podíamos aguantar otro par de polvos, porque sabemos como nos ponemos uno al otro, pero necesitábamos descansar.
Antes de quedarnos dormidos ella me deseó las buenas noches.
Yo le respondí:
– Si tienes ganas me despiertas cuando quieras corazón, buenas noches guapa.
Se rió con esa sonrisa traviesa que tanto me gusta y nos quedamos dormidos en los brazos del otro.
Escrito por :_CMRR_
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