LA MUJER DEL RIO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Habia estado caminando durante algun tiempo a lo largo del rio y le detuvo la vision de un hombre que trataba de izar un cuerpo desnudo del agua, para depositarlo en la cubierta de una de las barcazas, aunque a veces parecia querer hundirlo. El cuerpo habia quedado prendido a la cadena del ancla. Pope se lanzo a la carrera en ayuda de aquel hombre que lo miro sorprendido. Juntos consiguieron colocar el cuerpo sobre la cubierta.
El desconocido se volvio entonces hacia Pope y le dijo:
— Aguarde mientras voy en busca de la policia.
Y echo a correr saltando con agilidad desde la barcaza hasta las escalerillas de piedra del malecon.
En aquel momento, el sol comenzaba a salir y proyecto un arrebol sobre el cuerpo desnudo. Pope vio que no solo pertenecia a una mujer, sino a una mujer muy hermosa. Su larga caballera se adheria a sus hombros y a sus senos, llenos y redondos. Su tersa y dorada piel relucia.
Era la primera vez que veia el cuerpo desnudo de una mujer; de una mujer con un cuerpo tan bello bañado por el agua y exhibiendo sus formas adorablemente suaves. Trago saliva, pasandose despacio la lengua por los labios mirandola sin parpadear. Bellisima, penso.
La contemplo fascinado. El sol la estaba secando. La toco. Aun conservaba la tibieza de un cuerpo vivo, por lo que imagino que debia llevar poco tiempo muerta. Le busco el corazon, que no latia. El seno parecio adherirse a su mano.
Se estremecio e, inclinandose, le beso el pecho y le succiono el pezon rosado. Como el de una mujer viva era elastico y suave bajo los labios. Experimento un impulso sexual subito y violento, y continuo besandola. Separo sus labios con los suyos; al hacerlo, broto de ellos un poco de agua que a el le parecio saliva. Creyo que si la besaba lo suficiente volveria a la vida. Trasmitio el calor de sus labios al de la mujer y la beso en la boca, el cuello y el vientre; luego descendio hasta el humedo y rizado vello del pubis abriendo la vulva para succionar el clitoris. Era como besarla bajo el agua.
Yacia extendida, con las piernas ligeramente separadas y los brazos paralelos a los costados. El sol doraba su piel y el pelo mojado recordaba las algas.
¡Como le cautivaba la forma en que aquel cuerpo estaba extendido e indefenso! ¡Como le gustaban los ojos cerrados y la boca entreabierta! El cuerpo tenia sabor a rocio, a flores y a hojas mojadas, a hierba al amanecer. La piel era como seda bajo sus dedos. Amo su pasividad y su silencio.
Se sintio ardiente y tenso. Finalmente cayo sobre ella, y, cuando se disponia a penetrarla, mano agua de su boca y la penetro sintiendo aun el tibio calor humedo de la vagina femenina. Era como si estuviera haciendole el amor a una nayade. Sus movimientos hicieron ondear el cuerpo. Continuo empujando en su interior, esperando sentir su respuesta de un momento a otro, pero solo salio agua de su boca y un estertor agonico que la hizo toser.
Se detuvo cuando ella, tosiendo violentamente, abrio los ojos, unos ojos rasgados de color negro que lo miraron como si lo estuviera contemplando desde una remota lejania. Un muevo borboton de agua broto de su boca entreabierta, y siguio escupiendo agua sin dejar de toser y con voz tensa murmuro:
— Gracias… por sal… varme… gracias… – y de nuevo se desvanecio.
Trato de apresurarse y satisfacerse, pero no lo consiguio. Nunca le habia llevado tanto tiempo, pero empujaba cada vez mas violentamente mientras la mujer, con los ojos cerrados, vomitaba agua y tosia. Presiono sus pechos con las manos, hacia arriba y hacia abajo varias veces. La mujer volvio a toser expulsando agua a cada apreton y el siguio apretando aquellos pechos turgentes y satinados que mamo con ansiedad.
Siguio penetrandola cada vez mas deprisa. Noto la vagina contrayendose sobre su miembro, quiza a causa de la persistencia de la tos que le producia el agua que expulsaban sus pulmones. Y de pronto sintio las manos femeninas frias, casi heladas, sobre sus nalgas oprimiendolo contra su sexo en un deseo de ser penetrada cada vez mas profundamente, mientras jadeaba acompasandose a su ritmo frenetico, pero con los ojos cerrados. Ya no tosia.
Al cabo de un tiempo, el muchacho noto de nuevo las contracciones de la vagina, esta vez con una fuerza inusitada, con la misma fuerza de una mujer que obtiene un orgasmo profundo y prolongado. El sexo de la mujer se calento de pronto de forma extraña, casi repentina, mientras la miel tibia bañaba la dura ereccion que la penetraba.
Gimio varias veces de gozo respirando el aire a bocanadas y el muchacho agarro el cuerpo por las caderas levantandolo ligeramente en el mismo momento que explotaba dentro de ella con violentos borbotones. Cuando las respiraciones fueron sosegandose, ella murmuraba una y otra vez entrecortadamente:
–Gracias… muchacho… gracias… muchacho…
— Tengo que irme – se apresuro el joven – dentro de un momento vendra la policia y el hombre.
— No vendra nadie – respondio ella — No me dejes, por favor, me ha violado y ha intentado ahogarme. De no ser por ti, casi lo consigue. Ayudame, mi ropa esta en la cabina.
— ¿Conoce al hombre? – pregunto el joven.
— Claro, se trata de mi marido. Quiere heredar mi fortuna.
La levanto de la cubierta tomandola en brazos, y pese a la rotundidez de sus formas, le parecio un peso muy liviano, era pequeña pero muy bien formada.
Camino con ella en brazos hasta la cabina sin dejar de mirar hacia el malecon temiendo que alguien apareciera de repente, pero la calle y el malecon seguian desiertos.
La dejo de pie en medio del cuarto, Las ropas de la mujer estaban esparcidas por el suelo. La vio recoger unas bragas destrozadas, al parecer a zarpazos, pues colgaban por delante y por detras sin tapar el sexo femenino. Se puso el sosten llevandose las manos a la espalda para abrocharlo.
Asi vestida el muchacho tuvo una nueva ereccion y ella lo noto. Era hermosisima, aquellos ojos de color negro tan bellos lo miraban cariñosamente cuando se sento para ponerse las medias.
En aquella posicion pudo verle el sexo, humedo todavia y con manchas blanquecinas de su semen saliendo lentamente de su interior y de la brillante miel de su orgasmo; su deseo de ella aumento de forma extraordinaria y la ereccion palpito bajo la tela. Se dio cuenta ella de su deseo contenido:
— ¿Puedes esperar? – pregunto al levantarse para colocarse el vestido, rasgado en el pecho.
— Esperar… ¿A que? – pregunto extrañado.
— A que estemos en mi casa. Entonces me tendras todo el tiempo que desees.
— Si, puedo esperar. ¿Como te llamas? – pregunto sin dejar de mirarle el sexo humedo y brillante.
— Dominique ¿Y tu?
— Pope.
— ¿Pope? ¡Que nombre tan raro!
— Bueno, en realidad, me llamo Popeye.
La mujer rio suavemente besandolo con dulzura en los labios, mientras su mano acariciaba el rigido pene sobre la tela del pantalon. Luego lo tomo del brazo y salieron sonriendo de la cabina.
Parecian una pareja de enamorados cuando desaparecieron al final de la silenciosa calle.
Autor: Anonimo
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