La niña del colegio de monjas
En una ocasión en el recreo, se nos ocurrió ir a un lugar de la escuela por la que casi nadie pasa, ni siquiera las monjas. Tome a Vanessa de la cintura, y la bese como nunca había besado a nadie. Ella respondió metiendo la lengua en mi boca, y no me.
Anónimo
Mi nombre es Ricardo y actualmente tengo 17 años. La historia que les voy a contar ocurrió cuando yo tenía 11 años. Soy de una familia bastante religiosa, así que he asistido a una escuela católica desde el preescolar. Vivo en Celaya, Guanajuato.
Cuando estaba en sexto año de primaria, había una niña de nombre Vanessa que me gustaba mucho y además era vecina del barrio donde vivía, pero las normas de la escuela no permitían tener novia o novio dentro. Tampoco nos daban clases de educación sexual. Sin embargo, recordando que lo prohibido siempre es más atractivo, veía videos porno con mi hermano mayor en su computadora, a escondidas de mis papas, claro está. Un día me arme de valor y le dije a la niña que me gustaba que si quería andar conmigo. Sin dudarlo, ella me dijo que sí, porque ya estaba harta de las reglas tan rígidas de la escuela, y tenía necesidad de relajarse un poco, además de que me dijo que yo era uno de los chavos que a ella le interesaban.
En una ocasión en el recreo, se nos ocurrió ir a un lugar de la escuela por la que casi nadie pasa, ni siquiera las monjas. Tome a Vanessa de la cintura, y la bese como nunca había besado a nadie. Ella respondió metiendo la lengua en mi boca, y no me dio asco. La lleve contra la pared, y lleve una de mis manos a su pierna, y comencé a levantarle la falda mientras la besaba en los labios. La seguí besando en el cuello, y ella me pregunto qué pasaría si nos descubrían. Le dije que no sabía, pero que eso lo hacía más interesante porque podía acabar en cualquier momento. Un rato después sonó la campana, y nosotros nos quedamos picados, porque queríamos llegar tan lejos como pudiéramos.
Pero en eso recordé que el sábado no habría nadie en mi casa, por lo que la invite. Ella acepto sin dudarlo siquiera. Como intuía que algo gordo iba a pasar, el sábado en cuanto estuve solo saque una botella de vino y unas copas para beber, la película “La Primera Noche” de la colección privada de mi hermano y me puse la mejor ropa interior que tenía. En eso sonó el timbre. Sonó el timbre, era Vanessa, se veía muy bonita con el vestido que llevaba.
Puse la película y serví vino en copas para los dos. Ella me dijo que nunca había bebido en su vida, pero tomo la copa sin chistar. Las escenas de los chavos teniendo y algunas copas de vino encima nos calentaron mucho, y al rato estábamos besándonos, mucho más que en la escuela. Subimos la escalera hasta el cuarto de mis papas, le puse seguro a la puerta. Nos besamos apasionadamente, la pegue contra la pared, le levante la falda del vestido otra vez, pero esta vez no me detuvo. Se quitó el vestido y los zapatos, tenía una ropa interior de color rosa, aunque poco sexi, me prendí aun más. Me quite la camisa, el pantalón y los zapatos, quedando únicamente en bóxers. Nos recostamos en el suelo, nos besamos. Se me ocurrió quitarle los calzones, saque mi pene y se lo metí lo más duro que pude. Ella gimió de placer, mientras que yo sentía un placer inconcebible, estaba llegando a mi primer orgasmo, sentí la salida de un líquido, acompañado de una sensación de ricura que nunca pensé que existiera. Volví a la carga, se lo metí de nuevo, esta vez el placer fue más intenso. La tercera y la última, ella se puso sobre mí, metió mi pene dentro de su concha. Se empezó a balancear, el placer esta vez fue más intenso, el orgasmo llegaba. Me sentía en el cielo, había tenido relaciones sexuales por primera vez en mi vida, ahora entendía porque nos tenían prohibida la educación sexual, había cometido un pecado, pero aun así me sentía feliz. Nos vestimos y la acompañe a la puerta. Ella se fue, y no podía olvidar lo que había sucedido. No fue la única vez que lo hicimos, pero si fue la más intensa y memorable.
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