La Niñita Buena
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Eran las 10:18 a.m. de una mañana nublada y fresca en Pasadena, California. Lloviznaba sin parar. Gaby, de 8 añitos, ojos verdes (característica fenotípica que heredó de su padre, descendiente de europeos), largo cabello negro cayendo sobre su espalda como cascada, piel morena (características fenotípicas que heredó de su madre, descendiente de mesti-indígenas hispano-hablantes) y cuerpo flaquito, se fue a poner su pijama justo cuando su mami regresaba, temporalmente, de la misa matutina de la iglesia adventista; sitio ya muy desolado y diezmado (al igual que otros sitios cristianos de tendencia anglosajona, sectarios u oficiales) por la falta de creyentes, de presupuesto que evitan otorgar los mismos dirigentes feligreses y porque ya no era un territorio dominado de forma exclusiva por gente del tronco racial blanco del tipo nórdico (descendientes de pobladores de los países anglo-hablantes europeos) sino por gente mestiza del tronco racial blanco del tipo mediterráneo (descendientes de españoles e indígenas de Cem Anahuac pre-hispánico) y tribus anahuacas que se encargan de cuidar y administrar la Zona Mancomunada (California, Nevada, Utah, Arizona, Colorado, Nuevo México, Texas, Oklahoma, Kansas, Arkansas, Misisipi, Louisiana, Tennessee, Alabama, Georgia, Carolina del Norte y Sur y Florida) que la restaurada Nación Nativa (que colinda con Canadá, al norte, y los Estados Unidos de Anahuac Mexitli Hispania -nombre oficial de México- al sur), tambien conocida con el nombre de Kasskara, comparte con los tercer-posicionalistas o Renovadores; como le dicen los indohispanos, dependiendo de la región. Al abrir la puerta de la casa y entrar; la mojada mujer (que se iba en camión al templo, al no querer usar el Cadillac volador de su pareja) de piel cetrina y pelo oscuro, oyó que su esposo hablaba con su pequeña hija. Al encontrárselos, doblando el pasillo y llegar a una de las habitaciones, éste la miró y le dijo que había conversado seriamente con su cría. Por consiguiente, Gaby salió de su cuarto y su progenitora la vio sin el rostro pintado (maquillado como lo haría una típica chiquilla tercer-posicionalista de su edad lista para acompañar a sus primas o hermanas mayores; novio, mamá o papá, a un encuentro familiar, un centro comercial o a un antro a bailar, filtrear, conseguir galán o simplemente, con desconocidos, a tener una jornada coital).
-Papi ya me explicó mejor las cosas sobre tu Diosito, mamita. Mañana iré nuevamente contigo a la iglesia. Perdóname por haberte dicho que ese lugar era vetusto y una fábrica de ignorantes. Voy a tratar de ser una niña cristiana modelo para tí.
Comentó Gaby con la carita agachada, como si estuviera arrepentida de algo. En el acto, su dadora de vida se arrodilló y la abrazó.
-¡Dios ha escuchado mis plegarias! ¡Alabado sea el Señor que tú y tu padre estén empezando a reconocer lo importante que es para mí ir a la iglesia en esta época de apostasía! ¡El Anticristo que, como lo profetizaba la biblia, al fin nos gobierna, no doblegará su voluntad de convertirse en seguidores del Señor! Estoy segura que, con el pasar del tiempo, abandonarán esas prácticas inmorales y perniciosas que reprueba el Altísimo y adoptarán el camino correcto.
John, su marido, un ex-comandante gringo (del tronco racial blanco del tipo nórdico) de treinta y tantos años que sirvió en las filas de la desaparecida Marina estadounidense, discrepó con una dosis de sarcasmo.
-Que yo sepa, Leighton, el Anticristo debería surgir en Europa para unificarla y sojuzgarla; no en algún suburbio de lo que ahora llaman el “Anahuac latino ex-tercermundista”. Esto más bien parece el “Tiempo de los Gentiles”.
-Como sea, Dios me ha devuelto a mi niñita buena. ¡Alabado sea el Señor!
-¿Ves cómo todo se ha arreglado?
Dijo el hombre acercándose a ellas. La hermosa muchacha de pelo lacio color oscuro que le llegaba hasta los hombros, de cuerpo esbelto y recatada vestimenta, soltó a su hijita y se levantó a abrazar a su cónyugue. La pequeña, ahí parada, se giró e hizo lo mismo ciñéndose a la cadera de él.
-Te quiero, papi.
Leighton, la madre de la niña, era una mujer comprometida con su fe. Nacida en lo que fue la Utah anglosajona, en los Estados Unidos, quedó huérfana desde los cinco años de edad. Sus padres fueron asesinados por un tanque robótico de la empresa CIBERTEk en su paso por el estado con otros vehículos autónomos, durante el golpe de estado estadounidense suscitado en el año 2014 o 0 de la Nueva Edad que terminó siendo aprovechado por una fuerza siniestra (los Renovadores) que salió de la nada y se apoderó del país (así lo ven los norteamericanos anglosajones que permanecieron en los ex-EE.UU. y mantuvieron la creencia de que son ciudadanos norteamericanos de una patria invadida y esclavizada) dividiéndolo en una nación dominada por amerindios y una zona dominada por amerindios y latinoamericanos. La mesti-indígena de 22 años que fue recogida de niña por una familia anglosajona cristiana, creció siendo adoctrinada en su dogma. Al escasear el alimento y el agua (por el colapso de las instituciones encargadas de mantener la funcionabilidad de tales servicios), varios meses después de que cayera el Imperio, a esa familia no le quedó de otra que, como las demás familias de Utah, ir a la California hispana (después de haberse declarado libre del ataque viral de la Damita Blanca, que mató a cientos de miles de personas, en mayor número latinos y negros) o a los estados del sur-este (Colorado, Arizona, Nuevo México, Kansas, Texas, Louisiana, etc.). Eligieron la primera opción y comenzaron una nueva vida. Los años pasaron. Ocurrieron muchas cosas en ese tiempo y siempre sus protagonistas eran los mexicanos, ingleses, irlandeses, escoceses y rusos. Cuando Leighton cumplió catorce años se enamoró de un “decente” varón treintañero, un anglo-hablante de raza blanca que operaba en una fábrica de recolección de escombros metálicos (una de las 7 fábricas esparcidas por el enclave indohispano que manda los materiales que desensamblan de las ciudades del centro y noreste de los ex-EE.UU. a México, para reensamblarlos con el propósito de crear una astro-nave de exploración, la primera de la carrera colonial-espacial), situada al norte de su ciudad. Abandonó a su familia adoptiva por irse con él. Al año siguiente quedó embarazada de ese hombre, se casó por el civil con su enamorado y nueve meses después concibió a una niña, a la que llamó Gabriela. Su vida era pacífica y feliz, indiferente con la civilización que se pervirtió al subir los TERcer-posicionalistas REnovadores Organizadores al poder. Todo cambiaría tres años más adelante, cuando fue a comprar víveres para llenar el refrigerador de su casa (y de paso hacerle una deliciosa comida a su hombre e hija) y de regreso encontrar en la cama donde dormía con su marido a éste desnudo encima de su tierna hijita, su pequeñita hijita, igualmente desnuda, echándole semen en su barriguita, pechito y carita. Una escena realmente asquerosa para Leighton, de 19 años, que, sin pensarlo, tiró sus suministros de alimento en el piso y se lanzó a atacar a su pareja con furia. Trató de huir con su retoño de esa casa, que era el hogar de su esposo, pero él no se lo permitió. La muchacha tuvo que huir sola, sin Gaby. Nada podía hacer para recuperarla en un mundo “sometido” por personas que dan la libertad a los paidófilos de “amar a las niñas y los niños y convivir sexual-afectivamente con ellos” (abusadores sexuales desde su muy particular punto de vista). Trató de regresar con su familia adoptiva, mas no le fue posible. Fue rechazada todas las veces que imploró porque la volvieran a aceptar. Sintiendo que había deshonrado a Dios mismo, se refugió en una iglesia adventista. En ese lugar escuchó el relato de Pedro (un apóstol bíblico), que se acercó a Jesús y le preguntó: “Señor, si un hermano de la iglesia me hace algo malo, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Sólo siete veces?” A lo que Jesús le contestó: “No basta con perdonar al hermano sólo siete veces. Hay que perdonarlo una y otra vez, es decir, siempre”. Los miembros del templo terminaron convenciendo a Leighton de perdonar al hombre que la traicionó, con este comentario: “¿A quién has elegido no perdonar? ¿Alguien que te ha rechazado, que ha abusado sexualmente de ti, que se ha burlado de ti, que te ha abandonado, que te ha engañado o que ha lastimado a un ser querido tuyo? Perdonar a alguien que te ha lastimado no es fácil, pero vale la pena, especialmente cuando sabes que el perdón de Dios está esperando por ti”. Tal comentario hizo que Leighton, con el pasar de las semanas, decidiera volver a su casa con su marido y pequeña hija. Éstos la recibieron como si la esperaran. Gaby salió corriendo a darle un abrazo. La joven de 21 años lloró al saber que su hijita de 6 años aún la quería, que no había aprendido de su padre a tenerle odio por mentiras que le hubiese contado. John, su cónyuge, se acercó a abrazarla también. Y desde entonces, Leighton tuvo qué reconocer que ya era otra época, otra realidad. Por supuesto, continuó yendo a la iglesia adventista y trató de que Gaby, educada a la manera tercer-posicionalista, la acompañara para que conociera al verdadero Dios. La cría no quería hacerlo, pues profesaba la religión oficial del Estado mexicano, el abraxismo católico, pero su papá la alentó a que compartiera un poco de su tiempo con su madre (de ella) en sus anticuados dogmas cristianos. Gaby, complaciente como siempre con su progenitor, aceptó de mala gana. Y es hasta el día de hoy, dos años después, que la niñita sigue así.
-Gracias, amor.
Leighton, abrazada a John, no vio cómo su pareja le metía una mano a Gaby por detrás de su pijama, agarrándole el culito, y le insertaba un dedo adentro del ano. No había acontecimiento más hermoso que el de una familia de Tercera Posición unida: Leighton, con los párpados cerrados y abrazada a su marido, inspirando profundamente; John, introduciéndole un dedo en el esfínter a su niñita de 8 años, disfrutando el momento; y la niñita, arrejuntada a su pierna y abrazada a su cadera, dejándose hacer. El resto de la mañana, antes de regresar al templo (porque la madre permanecía su mayor parte del tiempo allí), no pudiendo llevar a su hijita con ella ese día porque era el día especial de Gaby con su papá, Leighton se la pasó con su retoño practicando usanzas religiosas (rezar, leer la biblia, comparar supuestos hechos de hace 2000 o 3000 años atrás con la actualidad y aplicarlos como moralejas, etc.). John atendía el cuidado de su jardín, en la parte de en frente de esa humilde residencia de dos pisos. Al irse la fémina de 22 años, el tipo dejó lo que estaba haciendo y no perdió tiempo en meterle mano a su chiquilla.
Por tal motivo, en ausencia de su madre, la niña se la pasó horas con su rajita lampiña mojada, esperando que llegara la tan esperada “noche especial” para salir con su papito de paseo. Después de cenar, como a las 8:45 p.m., la mamá, de vuelta en casa, se fue a dormir. Padre e hija se quedaron sentados en el comedor viendo cada quién en su Tabla electrónica la página de Paidotopia (una página de Internet que contiene notas informativas y de cultura hecha por y para los paidófilos heterosexuales y niñitas tercer-posicionalistas del Gran México, que se actualiza a cada momento). Gaby habló.
-Mami dice que lo que le hacen “los Invasores” a las niñas americanas, las pone tristes. Que es inmoral, contra la naturaleza y que Diosito lo reprueba.
-¿Y tú le crees?
Preguntó su papá. La pequeña se mostró divertida.
-Claro que no. Aquí en las fotos de la página de Paidotopia las veo bien felices. Además, los videos que he visto en la sección de Sociales contradicen eso. Las niñas blancas no parecen tristes. Al contrario, se ven muy alegres dando besitos y jugando a los “novios amorosos” con sus hombres grandototes.
La parvulita aprendía más con su progenitor, que la mantenía, con la tecnología inalámbrica disponible, al corriente de lo que acontecía “allá afuera”. En cambio, con su madre era aburrido estar sentada en el sillón de la sala de estar escuchando las experiencias religiosas de los incautos que ella (su mamá) traía a veces, así como leer la Biblia con ellos y ver en su Tabla, en su celular o en la computadora de la familia los hechos históricos ficticios que más bien parecían cuentos infantiles. Siempre les preguntaba: ¿Si Diosito creó a Adán del polvo y a Eva de una costilla de Adán, y en las caricaturas ilustrativas que hace la Iglesia Adventista tienen ombligo, producto de la cicatriz que deja el cordón umbilical, por qué los programadores gráficos cristianos se lo ponen si no nacieron por parto? Y ninguno de los creyentes que había venido a tomar clases teológicas con su mamá, ni su misma mamá, le quería responder.
-Algunas niñas blancas y también morenitas como yo, no rebasan mis años y ya se la están pasando mejor que yo, papi.
Murmuró la niña levantando su Tabla para ocultar su cabecita a la vista de su padre como muestra de indignación y, a la vez, de vergüenza por seguir sintiéndose “virgen”.
-Je, je, je. Me impresionas. Eres bien inteligente; a pesar de tu corta edad, hijita. Justo como debes ser en esta época. Es verdad que como niña estás aprendiendo demasiado rápido. Imagínate, en otros tiempos las nenitas como tú ignoraban muchas cosas y eran menos propensas a expresarse abiertamente. Ahora que conectan los dos hemisferios de su cerebro y retienen muy bien la información que reciben, parecen mujercitas en miniatura.
Gaby bajó su Tabla para ver a su papá.
-¿Será por el Choco Crispis que como en las mañanas? Al reverso de la caja dice: “Contienen hutchina. Vitamina que te facilita la conexión entre tus neuro quien sabé que”.
-Quizá. Anda, ve a ponerte bien sexy que vamos a salir.
Finalizó diciendo el curtido ex-militar.
-¡Sí, papi!
Respondió la pequeña dejando su Tabla sobre la mesa para aplaudir entusiasmada. A continuación, se levantaron ambos de su silla. John le dio su aparato electrónico de pantalla táctil a Gaby y cada quién tomó un rumbo diferente. La parvulita se fue a guardar las Tablas en el cajón del buró del cuarto de estar, y de allí partió a su habitación a cambiarse. Su progenitor, por el contrario, se fue directamente a esperarla en la entrada principal de la casa, se recargó en la pared y cruzó de brazos. Al volver la chiquilla, el pene de John se puso duro en milisegundos dentro de su pantalón. La muy salvadorcita de su hija se había hecho dos chonguitos y puesto un vestidito corto color morado (hecho para chavalas de su edad) que le hacía mostrar parte de sus muslitos y el resto de sus flacas y larguitas piernas con sensualidad. Traía un minúsculo escote. No llevaba aún sujetador debajo, por lo que sus pezones se marcaban en su pechito plano e impúber. Estaba maquillada como cualquier otra niña tercer-posicionalista de su edad: sus ojos delineados de negro, sus labios de rojo intenso, sus mejillas con polvo de cosméticos y llevaba puestos unos preciosos zapatitos azules de tacón de aguja. Y como algo típico en las féminas, cargaba al hombro un bolso (conforme a su tamaño) donde guardaba sus cosas más básicas.
-¡Wow! Gaby. Estás para hacértelo aquí mismo.
La cría contestó con una voz aguda, dulce e infantil. Hizo un gesto picaresco.
-Por mí encantada, papi.
-Bueno, bueno. Hay que irnos o se nos hará tarde.
Se acercó a ella, se arrodilló, metió la mano por debajo del corto vestidito y se la pasó por la vaginita lampiña, aún sin bellos púbicos, sobre la minúscula tanga que la niña se había puesto.
-A que hijita. ¡Si ya estás empapada!
Gaby aprendía siempre nuevas palabras de su padre.
-¿Empapada?
-Sí, que te sale líquido de ahí abajo.
-¡Ah! Es que me la he pasado todo el día caliente debido a tus manoseos, papi. ¿No me quieres meter tu pipí? Nunca lo has hecho, sólo me la frotas en mi cosita hasta echarme tu agua esa.
-No. Ya llegará la hora en que lo haga. Vámonos.
El hombre se levantó, la giró y le dio una cariñosa palmadita en el culito. Salieron de la casa a hurtadillas para dejar descansar a Leighton tranquilamente, se subieron al viejo Cádillac convertido en un auto volador (un auto híbrido automatizado tierra-aire adaptado con tanque de agua, fuente que lo moviliza) y se pusieron los cinturones de seguridad. En el tablero de conducción se activó la holografía que presenta la visualización de las carreteras virtuales (con la ayuda de los satélites mexicanos de posicionamiento global), en el espacio aéreo permitido de ese enclave. John oprimió un botón para checar los trayectos unidireccionales de alguna autopista disponible que lo llevara a su destino, mientras que su pequeña hija prendía el mini-televisor de pantalla plana, que salía del tablero frente a su asiento de copiloto, para sintonizar el canal donde se transmite su caricatura favorita: Las Aventuras de Tzenzontle (una niña de la época de la España Colonial). Los pequeños alerones del viejo Cadillac surgieron a los lados laterales del cofre y la cajuela. Una leve sacudida indicó que el vehículo se elevaba en las alturas. Las llantas se voltearon hacia abajo, transformándose en electro-propulsores. El curtido ex-militar se acomodó en su asiento y agarró la manejera. El coche, ya en las alturas, marchó en me dio de la llovizna.
-¿A dónde me vas a llevar a ser una ‘iniciada social’, papi?
Dijo Gaby sin quitar la vista de la pantalla táctil de su miTeléfono P7P (lo que sería en otro tiempo un iPhone, en la actualidad un miTeléfono, debido a la españolización, que atribuye nombres hispanos a las nuevas tecnologías al ser el español el idioma dominante, tras la conquista de los EE.UU. por parte de los Renovadores) que sacó de su bolsa, y que su progenitor le había comprado.
-Me han dicho de una cantina retro en un pueblucho “alejado de la civilización”, en el estado de Chihuahua. Es una distancia muy larga yendo por tierra, por eso lo estamos haciendo por aire. Ahí suelen ir inconformes, desdichados y uno que otro paidófilo no exclusivo. Aún es temprano pero seguro que alguno ya habrá. Hoy vas a poner tiesos varios genitales carentes de afecto, los primeros de tu vida fuera del hogar. Cuando sus dueños te vean, serás como la primavera que llega, cada año, a reflorecer el fúnebre ambiente que dejó el invierno.
-¡Uhmmmm! Soy como la “primavera”. ¡Sí, sí! ¡Quiero conocer nuevas pipís y darles el cariño que les hace falta!
-Haremos como que no nos conocemos. Yo entraré primero y pediré una copa. Y unos 10 o 15 minutos después, entras tú y te pones a bailar como la pequeña y linda ‘Redentorcita’ que eres. A ver cuántos se acercan. Déjate meter mano.
-Redentorcita. Ja, ja, ja. Ok.
La pequeña de largos chonguitos rió. Y en lo que lo escuchaba, descargando canciones románticas de Rock Progresivo Fusión Instrumental, y veía la página de Youtube (algunas palabras inglesas no fueron suprimidas del todo del colectivo mexicano) en su celular, se topó con un curioso video (y que en varias ocasiones no alcanzó a ver porque tenía otras prioridades de videos para su gusto).
-¡Papi! ¡Mira cuánta gente reunida! ¡Son muchísimas personas que estiran el brazo hacia lo alto de un edificio cubierto de relámpagos blancos, de esos, de los que no electrocutan; está el Sociólogo General, sus dos hijitas famosas y sus cuatro amigos de los que siempre me hablas! ¡Y cuantas luces, estandartes y banderas con la roja Cruz Terreo y de México hay! ¡Están por todas partes!
El viejo Cadillac, ya metido y viajando por una de las autopistas virtuales (que sólo logra verse en el computarizado ventanal frontal del Cadillac) del espacio aéreo permitido, donde otros autos también “vuelan” atrás, a los flancos y delante de él, quedó en automático siendo guiado por el sistema mexicano de posicionamiento global. Por lo que John, al no tener necesidad de mantener sus manos en la palanca de conducción y su vista al frente (hasta que llegara al punto donde se saldría de la autopista), y desprovisto de su cinturón de seguridad para acercarse a su niñita, miraba lo que ella en su miTelefono P7P. Le dio uno que otro besito esporádico en su terso y pubescente hombro como forma de demostrarle su cariño y amor paternal.
-Es un video de hace años. Muestra la reunión de los Cinco Líderes Renovadores con su pueblo “adoptivo”. El Gran Guía, hoy nuevamente a la cabeza del Estado, a petición de sus conciudadanos, después de haber estado por algún tiempo retirado de la política; y los cuatro Sociólogos Generales; desde la “Gran Renovación”, bajan anualmente de las aerolimosinas protocolarias o del icónico helicóptero Mh-53 de Miguel el Magnate l, el rey de Inglaterra, a la cúspide de la Torre Madre, la cual abastece de electricidad, auto generada por fuerzas geo-gravitatorias, en la Ciudad Capital en turno que le toca ser anfitriona de la Comunidad de Aliados Tercer-posicionalistas. Le dicen “Madre” porque son las más grandes en erigirse. No es la única, existen muchas otras en distintos lugares de Cem Anahuac y Europa.
La parvulita comentó.
-Como la que existe en nuestra ciudad.
-Así es.
-Pues…, esa sí que es muy, muy grande.
Dijo Gaby.
-Miguel el Magnate I, que ordenó construir la primera Torre Madre en la capital de México, es el Padre de la Energía Libre de la era moderna. Nikola Tesla puede ser otro, pero, según dicen los que saben, a él le dijeron los Gallos Cósmicos dueños del planeta Tierra que la humanidad no estaba preparada para tenerla, debido a su concepción cristiana de la vida o, en el caso de otras culturas, la intolerancia hacia nosotros, los Reconciliadores de los Opuestos, vulgarmente conocidos como paidófilos, que somos el camino definitivo, entre los seres que son como los humanos, para llegar a un plano existencial superior, quedando los homosexuales en el paso intermedio. Porque se habla mucho de la Verdadera Mujer, que es el hombre, y para llegar a ese plano superior debemos fusionarnos con nuestra ánima, que son ustedes, las niñas. La esencia pura del Hombre. Las mujeres también tienen su ánima, que son lo niños. Pero, tanto ellas como los paidófilos homosexuales, hombres y mujeres, lo es en menor grado.
Aclaró su progenitor recordando lo que había escuchado de la propaganda tercer-posicionalista. Le continuó explicando.
-Bueno, como te decía; en esa torre, llena de micrófonos, altavoces y periodistas, los líderes Renovadores dan, uno por uno, un discurso que se transmite por las pantallas gigantes colocadas en los costados de la misma.
Y, a continuación, dan comienzo a las festividades. Como ya te dije, las festividades pueden hacerse en México o en una de las otras cuatro naciones aliadas que conmemoran el nacimiento del Estado TERREO. La muchedumbre que los aclama alrededor de la torre, son mexicanos que se alegran de ver en público a los principales caudillos de los llamados Libertadores de Norteanahuac que, al haberles otorgado la energía libre, les prepararon el camino hacia un mundo mejor. Lo que significa: electricidad gratis, agua de mar potabilizada gratis, al haber encontrado Miguel el Magnate l, con su equipo de científicos, la forma sencilla de convertirla en agua dulce; trabajo con salario digno, sano esparcimiento, compromiso con la comunidad, tolerancia con los que tienen una orientación sexual diferente, asociación con los indígenas en el cuidado del medio ambiente, etc. Los estandartes y banderas con la roja Cruz Paté encerrada en un círculo, que tú conoces como la Cruz Terreo, y las banderas tricolor con el símbolo del águila posada sobre un nopal que devora a una serpiente, en los postes de luz sin cables, de las calles y las edificaciones, representan el nacionalismo pluralista.
-¿Naciona… qué?
-Nacionalismo pluralista. Es lo que identifica a los habitantes de un determinado país que, sin importar su raza o religión, protegen la independencia de su patria, como ciudadanos responsables. Veo que aún no te han enseñado eso en la escuela o no has puesto atención…
John le dio un beso en la mejilla a Gaby. La cría lo escuchaba atenta. Su padre prosiguió.
-Para los tercer-posicionalistas es muy importante estar consciente de su raza y su lugar en el mundo, así como ser tolerantes con los que pertenecen a otra raza o subrazas derivadas de esa raza que son comunes en otras regiones del planeta y que conviven en su territorio nacional. Por ejemplo, yo soy un hombre de raza blanca del tipo nórdico y tu una niña de raza anahuaca del tipo nahuatl. Recuerda que nahuatl es el calificativo que le han dado los antropólogos a tus antepasados náhuatl-hablantes que vivieron en el centro de México y que tenían características físicas que los diferenciaban de sus vecinos anahuacas del norte y del sur.
-¿Raza anahuaca?
-Sí. Así acordaron los antropólogos bautizar a los que antes llamaban “amerindios”. Y es porque los de tu subraza son el resultado del mestizaje entre las dos razas principales: los indo-mesopotámico-europoides-mongoloides, conocidos como los Blancos, Arios o Apgalls, y los negroides-congoloides, conocidos como los Negros, de Color o Apcuervs, quienes vinieron a Cem Anahuac hace miles de años atrás y se mezclaron unos con otros dando vida a tus ancestros. En definitiva, sólo existe una especie. La especie humana. Pero ésta está dividida en dos razas que, a su vez, se ramifican en subrazas, tipos, subtipos, series y subseries.
John puso una mano en la rodilla de Gaby y fue bajando poco a poco. Ella abrió las piernas, muy lentamente, y se dejó hacer en lo que seguía mirando, en el dispositivo multimedia, la exaltación popular y las festividades. Su padre palpó, por encima de la telita del calzoncito, esa deliciosa parte humedecida apreciada por los hombres paidófilos de todos los tiempos habidos y por haber. La niña, curiosa como siempre, preguntó.
-¿Es cierto que pollos gigantes venidos de otro planeta nos crearon, papi?
Su dador de vida, dejando de toquetearle su vaginita y concentrarse en acariciarle sus piernitas y brazos, le respondió.
-Aunque resulta ridículo para mí, porque yo crecí en un mundo diferente al tuyo, donde mis maestros me enseñaron cosas que yo creía eran verdades inalterables, puedo decirte que sí. Bueno, en realidad, no como lo preguntas, sino que somos descendientes de esos pollos gigantes, o sea, de lo que los antropólogos han llamado Gallinicuz Sapiens.
-¿Gallinicuz Sapiens?
-Sí. Antes se creía que veníamos de los changos porque los antropólogos encontraron huesos de homínidos de miles de años de antigüedad en África, Europa y Asia. Sin embargo, al revelar los Renovadores la verdadera historia de la humanidad que mantenían oculta Los Iluminados, que eran los cabecillas de una élite de personas egoístas que concentraban toda la riqueza del planeta en sus manos, los antropólogos no tuvieron de otra que rexaminar sus investigaciones. Y como la evidencia comenzó a salir, o sea, los huesos de humanos gigantes, de las aves homínidas y el “eslabón perdido” que las conecta con el hombre empezaron a aparecer, porque permanecían ocultos en diversas bóvedas de instituciones militares y científicas secretas, y otros tantos se encontraban en lo profundo de la corteza terrestre, junto con otros huesos de humanos gigantes y de otras criaturas que alguna vez habitaron la Tierra, tras las varias destrucciones mundiales cíclicas que han acontecido; esos restos de esqueletos, que solo pudieron rescatarse con la ayuda de nuevas tecnologías, hicieron que los antropólogos e historiadores aceptaran que estaban errados en sus resultados. Y, comprometidos con la verdad y la ciencia, rescribieron la historia del Hombre. En resumen, venimos de las estrellas como Gallos Cósmicos y, al instalarnos en varios planetas del sistema solar, llegando finalmente aquí, a la Tierra, los que se volvieron sedentarios terminaron transformándose en seres frágiles y, con el tiempo, evolucionando constantemente, en sensitivos o altamente sensuales, al haberse separado de su Principio Unificador, es decir, andrógino, que los caracterizaba en el viaje por el cosmos.
Tal información aún era muy abstracta para Gaby (difícil de comprender debido a que, en la niña, todavía esos conceptos no se relacionaban del todo con las imágenes correctas), que pareció no importarle aquello que escuchaba. Disfrutando las caricias que recibía de su padre, veía entretenida, en la pantalla de su celular, el popular baile de las Aguilitas Augustas. Un grupo de chiquillas bailarinas que exaltan, con movimientos eróticos, la unificación del Viejo Continente (Europa) con el Milenario Continente (Cem Anahuac). Espectáculo indispensable en la Reunión Anual de Renovadores. Un sonido en el tablero de control del Cadillac indicó que faltaba un kilómetro y medio, aproximadamente 20 segundos a la velocidad que iba el vehículo volador, para salir de la autopista virtual. El curtido ex-militar se reacomodó en su asiento, se puso su cinturón de seguridad, junto con la niña; agarró la manejera y desactivó el modo en automático. A continuación, manipuló el volante y se salió de la autopista descendiendo en picada, con el cofre inclinado, por la vereda virtual. Aún lloviznaba, a pesar de que habían recorrido, John y su prietita niña, varios cientos de kilómetros desde el estado de California hasta Chihuahua. El automóvil clásico fue bajando por ese paisaje nocturno, lloviznoso y desértico, repleto de escollos y desfiladeros. Finalmente, abandonó el espacio aéreo permitido y voló por fuera de las carreteras virtuales, al observar que era un lugar poco transitado. La cría, sin percatarse de lo que ocurría, dejando su vida en manos del ex-comandante, sintiéndose segura a su lado (ya que él era el “puente de comunicación” que le explicaba mejor las cosas que acontecían fuera de casa, que los maestros de su tradicional primaria tercer-posicionalista); quietecita en su asiento, miraba Las Aventuras de Tzenzontle, su caricatura favorita que al fin comenzaba en el canal de Hispanilodeon.
-¡Maldición!
Gaby volteó a verlo al oírlo maldecir.
-¿Qué pasa, papi?
-El radar me indica que me vienen siguiendo. Ha de ser un policía aéreo. Espero que…
Los pequeños alerones del Cadillac se introdujeron en sus ranuras y las llantas del coche, transformadas en electro-propulsores, se acomodaron a su posición original (a la manera tradicional de un carro corriente) en lo que el auto bajaba verticalmente a estacionarse en la desértica zona. Nada de ráfagas de aire, ni sonidos estremecedores. Simplemente, en silencio.
-Maldición. Nos descubrieron.
John recibiría una multa por volar fuera de las carreteras virtuales. La patrulla llegó descendiendo en vertical atrás del coche clásico del ex-militar que opera una máquina de recolección de escombros de cemento y metales. Varios segundos después, el agente abrió la portezuela y descendió. Era un tipo peculiar, regordete y con bigote. Chulescamente, se acercó a la ventanilla de John.
-Buenas noches.
-Buenas noches, oficial.
-Se ha salido Ud. de la red de tránsito aéreo, señor
Desde su posición, iluminada por la luz de los focos frontales de su vehículo, el agente de aerosupervisión tenía a la vista a John y las piernitas, largas y flaquitas, de Gaby. Le encantaron estas últimas. Se agachó un poco más para mirar a lo que suponía era una niña hermosa. Confirmó que, en efecto, era una niña (por la estatura y los zapatos de tacón de aguja que la delataban) pero no pudo admirar su belleza desbordante ante el detalle de que, de la cintura para arriba, ésta quedaba oculta por la sombra (en la oscuridad) que se hacía dentro del Cadillac.
-Sí, oficial. No volverá a pasar.
-Tarjeta electrónica de identificación, por favor.
-Me abstuve de sacarla. Soy un poco paranoico. La Ley me permite hacerlo y usar el sistema tradicional.
El agente de aerosupervisión soltó una carcajada.
-Ah, ja, ja ja.
Comentó.
-Si no estamos en la época anglo-sionista, con sus satélites Echelón y la Acta Patriota. Seguro usted es un viejo ciudadano del Imperio Tenebroso. Debería tramitarla. Es indispensable en esta era digital. Ándele, présteme su licencia de conducir tradicional.
-Aquí está.
John le dio lo que le pidió. El poli comprobó, con su Palma electrónica o Verificador, que todo estuviera en orden.
-Sí. Tenía que ser. Je, je, je. Fue un comandante de la Marina del extinto ejército de los Estados Unidos. Ahora dice aquí que es… un operario de máquina de recolección de escombros. Bueno, voy a revisar que no tenga multas pendientes.
El agente de tránsito manipuló su aparato de pantalla táctil, conectado a Internet, y verificó que no tuviera multas pendientes. Agregó una a su expediente, en la página del gobierno encargada de la administración vial. Le regresó su licencia a John y le hizo un ademán con su gorro de tránsito indicándole que podía marcharse. Gaby asomó su cabecita, sacándola de la oscuridad, para ver al policía. Le sonrió cuando sus miradas se cruzaron. El poli le devolvió la sonrisa, una sonrisa de flirteo (insinuación sexual) que cualquier niña reconoce al instante. El tipo regordete y con bigote se retiró de regreso a su auto patrulla.
-El señor se ve tenso, papi. Me gustaría ayudarle a sentirse mejor.
John miró a su hija. Reflexionó. Quizá ella ya estaba lista para expresar su “bondad” y su “caridad” con alguien que no fuera él. Eso la haría sentirse más segura de sí misma y toda una Redentorcita. Pero, corría el riesgo de que el hombre la rechazara y le mermara su autoestima. Algo que no sucedería porque se había fijado en cómo el gordo policía la observaba.
-¿Crees poder “actuar” como pre-mujercita, sin mi presencia y sin ser todavía una “iniciada social”?
Gaby asintió con la cabeza.
-Bueno. Recuerda. Esto es sólo un “ensayo filantrópico”. Anda, ve con él. Si es un auténtico paidófilo, uno desdichado, y su código moral se lo permite, te aceptará. Si no, vendrá a aquí y te dejará. A veces resulta y a veces no.
¿Ok?
-Ok, papi.
Gaby dejó su miTeléfono P7P en el tablero del coche y salió de él llevando su bolso sobre el hombro. El progenitor vio, a través de la ventana trasera, cómo la pequeña morenita, de larga cabellera dividida en dos chongos negros, se acercaba al otro carro de atrás, aún estacionado porque el vigilante de carreteras aéreas divisó que ella iba hacia él. La chiquilla caminaba dificultosamente con esos zapatos de tacón de aguja. Llegó a la patrulla, abrió la portezuela del copiloto, entró y se sentó al lado del policía. En otra época sería un absurdo el que una niña de 7 años hablara con un agente de tránsito (hoy de aerosupervisión) para reconfortarle. Y aunque es ilegal durante el trabajo tener un encuentro con una puberta, adolescente o jovencita calenturienta, mientras no fuera cachado en el acto por algún ciudadano fustigador o periodista u otra autoridad del Estado, estaba permitido hacerlo con discreción. En lo que esperaba a su hijita, John no alcanzaba a oír lo que le decía ella al poli. De repente, divisó como su cría dirigía su cabecita hacia la entrepierna del sujeto. Estaba claro que le iba a chupar el pene, por la cara de sorprendido del tipo. El miembro de John se puso duro en el acto. La ‘salvadorcita’ de su hija mamaría el trozo de carne de aquél gordo policía para alivianarlo de su agotado y solitario día, y eso lo excitaba. En menos de dos minutos Gaby subió la cabeza, sacó de su pequeño bolso un lápiz labial y un espejito, y se retocó la pintura de sus labios. Era una imagen evocadora de lo que antes, en el sistema capitalista, haría una vanidosa y chocante mujer joven o adolescente. El vigilante de carreteras aéreas le acarició el cabello de su cabecita y le dio un beso de agradecimiento en la frente. En la cultura tercer-posicionalista las nínfulas (niñas que son diferentes de las normales por su precoz curiosidad sexual) bien portadas son muy apreciadas, si no por todos los hombres, sí por la mayoría de ellos, que las tratan de la manera más dulce y caballerosa, a tal grado que las pequeñas los inspiran, al 50 por ciento de los varones, para que sigan comprendiendo el caótico universo y lo ordenen en sus registros facilitándoselo a las generaciones venideras. El otro 50 por ciento de hombres, moralinos (adoctrinados al estilo judeo-cristiano) e influenciados por las mujeres hembristas (que odian a los paidófilos heterosexuales y a las nínfulas nobles que se juntan con ellos, por ser sus enemigos declarados), hacen lo posible por desequilibrar esa armonía, pero esa es otra historia. Gaby bajó del automóvil llevando su bolso y dejó ahí a ese “redimido” hombre. En lo que el auto-patrulla se alzaba en el aire, la cría caminó de regreso al coche de su papá, abrió la portezuela y entró al interior.
-Podemos irnos, papi.
Dijo con petulancia al agarrar, otra vez, su dispositivo electrónico. Se había mojado un poco por la llovizna y aun llevaba unas cuantas gotas de semen que escurrían por su mentón que su dador de vida le limpió con el dedo pulgar.
-Vaya. ¡En tu primer día, o más bien noche de paseo, has aprendido a desenvolverte sin que yo estuviera ahí! No le tuviste temor a ese policía, intuiste que no te dañaría porque iría en contra de sus principios, si es como supongo, un solitario paidófilo. Pero aún te falta mucho por aprender, ¿eh? Saber que…
John le levantó el borde del vestidito con su mano, removió a un lado la tanguita y, con el dedo índice, le hizo cosquillas al clítoris de su vaginita. La niña se rió.
-Ah, ja, ja, ja.
-…tu “tesorito”, en su conjunto, es una gran poder. Y nunca, ¡nunca de los nunca!, debes emplearlo para fines manipulativos, ociosos o de engrandecimiento personal contra los hombres sexualmente reprimidos y psicológicamente inferiores, porque te estorbarán sin cesar. Como te lo he dicho siempre:…
La chiquilla dejó de mirar la pantalla táctil de su miTeléfono P7P y volteó a verlo; habló, al tiempo que lo hacía su padre, parafraseando ese sabio comentario.
-“Tu gran poder femenino requiere de una gran responsabilidad. Es para ti y para aquél que necesite ayuda emocional. Si eres una fémina egoísta, acabarás mal”.
Gaby sonrió.
-Así es. Te enseño bien. El Sociólogo General, sin duda, te daría un premio por “ofrecer” tu bondad hacia otras personas. Y de seguro, te invitaría a formar parte del grupo de la guardia infantil de niñas que pululan y juegan a cuidar el palacio de Gobierno, en la capital del país. En esa región donde está ubicado el famoso cerro del Águila Bicéfala, la Torre Madre llamada Gallípoli y las gigantescas estatuas del Gallo Primigenio.
-¿Dónde queda eso, papi?
-Nosotros estamos aquí, en Chihuahua, en este punto que indica el mapa del tablero; la capital de México queda al sureste; en este estado que se llama Nuevo León. ¿Recuerdas el video que hace rato veías en tu celular?
-Sí.
-Es en ese lugar.
En lo que su hija volvía a entretenerse con su aparato, sin comprender lo que escuchaba, el ex-comandante, fiel a sus ideas particulares y a lo que representa el TERcer-posicionalismo REnovador Organizador, pensó.
-Pronto iremos para allá a que te conviertas en una niña virtuosa. Ahí recibirás educación de la mejor. Mereces una vida más activa e instructiva. Solo entonces verdaderamente serás libre.
-El policía llevaba semanas que no le salía leche. Vaya manera de soltarla. Casi no me la pude tragar toda, papi.
El hombre volvió en sí.
-¿Eh?
-El policía, papi. Le salió mucho líquido de ese que dices que se llama semen. Y casi no me lo pude tragar.
-No va a ser lo último que tragues hoy, hijita.
-¡Uhmmmmm! Se me hace agua la boca… y la pipí.
John encendió su carro y agarró la manejera. Pisó el acelerador y el auto arrancó. Avanzaron por la terracería, rodeada de riscos e iluminada por los primeros postes geo-eléctricos de luz que comenzaron a aparecer, y se adentraron en el pueblo que está en medio de la nada. Minutos después, al llegar al local donde se reúnen los inconformes con el sistema, los desdichados y uno que otro paidófilo no exclusivo, estacionó el “viejo” Cadillac en el estacionamiento. Ya eran pasadas las 9 de la noche. Lloviznaba por causa del Sistema de la Aurora Activa de Alta Frecuencia (antes HAARP), que estaba siendo utilizado por los hispanos del norte de México para abastecer sus presas y regar sus cultivos, ya que era periodo de siembra en los estados norteños. El curtido ex-militar entró primero y pidió un tarro de cerveza en la barra. El lugar estaba casi vacío. Nada más había dos octogenarios y un sesentón que hablaban de política y cosas de ese estilo, dos jovenzuelos de, aproximadamente, entre los 20 y los 28 años y un barman treintañero. Ninguna pre-adolescente, adolescente o mujer, coscolina y liberal (habitual en estos tiempos), que se mostrara a la vista. La televisión, colocada en la esquina de una pared, cerca de la barra donde se sirven las bebidas alcohólicas (que están en decadencia por una fuerte campaña de desprestigio en su contra y porque está prohibida su promoción en la tele, pero que -como el tabaco y las drogas de vicio, que son legales mientras tengan la etiqueta de advertencia con el símbolo de la Calavera y las palabras “Estúpido Ignorante” para aquellos que desean dañarse la mente- es muy común en sitios permitidos para alcohólicos, fumadores y drogadictos), tenía sintonizado el canal 11, donde salen hermosas niñas pre-adolescentes (de 10 a 12 años) en pasarela, haciendo aerobix, jugando voleibol en la playa, tomando té en Inglaterra, acampando con sus papis o novios mayores en la naturaleza, esquiando en la nieve, tocando la guitarra eléctrica, haciendo gimnasia, etc.
-¡Shit, Walter! ¡Shit! ¿Dudas de que fuera Alberto el Médico el que provocó el Virus de la Damita Blanca? ¡Obvio que fue él y no el gobierno de los Estados Unidos! El problema no es demostrar si lo provocó o no. El problema, el verdadero problema, Walter, es que no hay Estado aliado dónde acudir a denunciar al genocida por haber matado a dos millones, o quizá más, de ciudadanos norteamericanos. A nadie de los nuestros, de los que son anglosajones, le importa. Están todos apendejados con la ideología tercer-posicionalista, y prefieren olvidar el pasado. Van 17 años. Pero lo que pasó en ese momento fue decisivo para que los Conquistadores se hicieran con el control del país. ¡Qué más da! A final de cuentas, resultó beneficioso para nosotros, los amantes de las niñas y los niños. ¿De qué me quejo? ¡Al diablo los Rockefeller y Rothschild! ¡Al diablo los del Consejo de Relaciones Foráneas! ¡Al diablo los de la Comisión Trilateral y la OTAN! ¡Al diablo los sionistas! ¡Todos ellos porquería de humanos ocultos bajo tierra, en la actualidad! Me siento mejor así, lejos de la presión de servir a una banda de criminales racistas, de traje y corbata, que me ordenaba mandar aviones B-52, Lancer B1, F-15 y, muy especialmente, Drones y Reapers, manejados por control remoto, a bombardear ciudades en Pakistán, Afganistán, Iraq, Libia, Siria e Irán. Pobres chiquillas semitas, con lo ricas que están a esa edad. Además, al desertar de la Operación Balboa, que tenía por objetivo iniciar una guerra contra Chavez, el dictadorcete ése de Venezuela, me acusaron de pederasta y perdí mi jubilación. Ahora lo reconozco. ¡Lo soy y con mucho orgullo!
Terminó mascullando uno de los hombres maduros.
-¿Es usted un “ex-general”, cierto?
Dijo escéptico y burlón uno de los jóvenes, al otro lado de la barra. En esta época cualquiera podía alardear de haber sido “alguien” importante y de haber intentado combatir y / o resistir a los Invasores (y más los ex-estadounidenses chauvinistas, que dificultaban con esta práctica cierto trabajo de “búsqueda y captura” que el Estado TERREO impuso contra los prófugos criminales sobrevivientes de la Élite Mundializada). Y como el acceso a la información de los medios digitales e impresos (que utilizan papel reciclado) y televisivos (esos medios no dominados por corporaciones privadas sino por una administración popular), y la Internet (antaño “atacada” por un súper-programa de computadora creado por el Pentágono y CIBERTEk, la empresa californiana sedienta de poder totalitario y mundial, para retener la capacidad global de los satélites comerciales y militares en dar señal de conexión, con miles de millones de páginas y archivos censurados, y restaurada un año y medio después de la Gran Renovación -en 2015 o año 1 de la Nueva Edad- con una mejor ejecución; volviendo a subir escritos relevantes y triviales a la Red), estaban libre de censura, no era difícil inventar creíbles historias.
-Con honores.
Respondió el veterano.
-Dígame, general. ¿Los satélites láser, con sus rayos mortales arrasando la capital de Irán, Corea del Norte y China, y luego redirigiendo los cañones para atacar Los Ángeles, San Francisco, Houston, Las Vegas, Nueva York, etc., y finalmente, atacar el estado de Nebraska y destruir por completo la nación de Israel; así como lo de los tanques Abrams K-1, esos aparatos robotizados circulando y masacrando a la gente por las calles y avenidas de Washington, y de otras partes de EE.UU., bajo las órdenes del Secretario de la Defensa y los altos mandos, durante el pronunciamiento militar imperial, eran necesarios?
-Lo de los satélites no fue obra nuestra. No después de intentar darles su merecido a esos ayatolas iraníes y a los comunistas norcoreanos y chinos. Sin embargo, lo ocurrido en la vieja capital y en otras partes del país, con los tanques Abrams K-1, sí. Al principio. Para que los que estaban detrás del telón, infiltrados en la “Derecha republicana” y la “Izquierda demócrata”, falsos opuestos encontrados, radicalmente pro-sionistas, se mantuvieran en el poder. Pero les salió el tiro por la culata al descontrolárseles la epidemia de la Damita Blanca; dando como resultado la aparición del hispano barbado con sus colaboradores que, inmunes al virus, fueron quienes terminaron apoderándose de las instalaciones nucleares, químicas, bacteriológicas, virales y de las armas estratégicas orbitales. Ahora ahí los ves en televisión; a ese grupo de personajes y su líder, el mestizo que tiene por hijas a dos riquísimas niñas, la blanquita rubia y la morenita, ambas de 15 años con apariencia física de 9, que lo siguen a todas partes pavoneándose; las cuales, primero presume el mandatario de Rusia, Alberto el Médico, que son clonadas con una biotécnica especial, y luego ordena regular esa biotécnica cuando ve en los análisis sociológicos la advertencia de la inclinación gradual hacia una problemática social-racial de disminución en la diversidad humana, al pedir los tontos hombres y mujeres estériles o que desean ser progenitores, que sus hijas o hijos se parezcan al perfil que la mayoría desea.
John se entrometió para defender su punto de vista.
-Sí. Eran necesarios, y el virus de la Damita Blanca que mató a millones de personas, sólo en lo que antes era los Estados Unidos, también. O de lo contrario, la batalla contra el viejo sistema capitalista, dominado por banqueros internacionales judíos, nunca hubiera sido posible. Su ambición los habría llevado a terminar de apropiarse de todo, a lo largo y ancho del globo, desencadenando la Tercera Guerra Mundial, y ahora estaríamos en un mundo post-apocalíptico radiactivo. Es claro que el Sociólogo General, que es orgullosamente paidófilo, más no exclusivo, pero sí el único entre sus 4 principales líderes renovadores, esos dos que actualmente siguen gobernando sus naciones de origen y los otros dos retirados, vueltos a cooperar como Sociólogos Vitales en México, son lo mejor que le ha pasado a esta parte del planeta desde Adolfo Hitler, porque han erradicado la expansión de esa élite internacionalizada, casi hasta hacerla desaparecer, y han salvado a las futuras generaciones de una esclavitud asegurada.
Sin importarles los resultados, fueran estos “buenos” o “malos”. Los 5 varones, indiferentes, siguieron bebiendo sus tarros de cerveza en esa cantina solitaria. Entonces; uno de los jóvenes, de estirpe anglosajona (al igual que los demás), dijo.
-Es raro que nos gobierne un “hispano frijolero”. Y aunque nadie lo ha demostrado, se rumora que tiene poderes telequinéticos y telepáticos al haber hecho un pacto con los “Gallos Cósmicos” que tanto anuncia que pronto bajarán del cielo y saldrán del interior de la tierra. ¿Pueden creer que en tan poco tiempo, saltó de la nada, o sea, del anonimato, a los reflectores mundiales sin formación previa política? Es, como quién dice, un civil de coladera. Además, leyendas cuentan que era un fracasado y un rechazado social que no le hacían caso, ni siquiera, en los portales más desatinados de la Internet.
Uno de los vejetes de la barra agregó.
-Antes, en la Alemania nazi, se hablaba mucho de la venida de los Seres Superiores. Los Maestros Rubios y Arios. Hoy, aún más chusco, en el México terreo, de los pollos del cosmos. ¡Pollos! Je, je, je Entre ambas existe un abismo. Y con la ridiculez de que somos sus “descendientes”, enseñándole eso a los niños y adolescentes, en los kínderes y las escuelas, y a los jóvenes, en las universidades, pienso que los alienígenas enanillos cabezones son más reales. Además, la campaña de aparejamiento; la que induce a los padres, hombres y mujeres heterosexuales, homosexuales y pedófilos incestuosos “tercer-posicionalistas”, tanto aparejados como solos; lo de juntar a sus bebés, naturales o de inseminación artificial, con otros del sexo opuesto; ya sean de familiares, amistades o de vecinos, para que crezcan sin conocer el significado de soledad, son puras pendejadas. Pero es verdad que ese tipo combatió, como nadie lo ha hecho, a nuestra milicia altamente tecnologizada. Algo que sólo pasaría si estuviera apoyado por “inteligencias fuera de este mundo”.
Dio un trago profundo a su vaso de vidrio lleno de cebada con alcohol.
-Él mismo es un extraterrestre disfrazado de humano. Por eso nos ganó. Y ahora tenemos que soportar las películas hispanas donde se nos presenta como carniceros desalmados. Ya saben. La Historia la escriben los vencedores.
Comentó irónicamente uno de sus amigos.
-¿Y acaso están difamando a los ex-norteamericanos? Que yo sepa, no. Además, los revisionistas pro-norteamericanos tienen todo el derecho de indagar en el pasado, derecho que los estadounidenses, junto con los judíos y los europeos de antaño, les negaron por décadas a los revisionistas que sólo querían descubrir qué pasó realmente en la Segunda Guerra Mundial, revisionistas que no eran pro-nacional-socialistas, pero que los antes mencionados metían en la cárcel acusándolos de delito de conciencia para seguir ocultando su gran mentira seis millones de veces difamatoria y lucrativa del Holocausto.
Aclaró uno de los jóvenes. De improviso, entró la pequeña Gaby. No traía su bolso (que había dejado en el auto de su padre) y estaba un poco mojada por la llovizna. Los 5 clientes y el barman se quedaron como tontos al mirarla.
Aquella preciosa niña morena de largos chonguitos negros, frágil como una ramita de árbol, llevando un vestidito color morado, cortito, casi hasta llegarle a los muslitos; con un minúsculo escote y sin sujetador debajo, que le hacía marcar sus pezones en ese pechito plano e impúber; maquillada como cualquier otra niña ultra-liberal de su edad: con sus ojos delineados de negro, sus labios de rojo intenso, sus mejillas con polvo de cosméticos y trayendo unos finos zapatitos azules de tacón de aguja en sus pies; fue a la máquina de música o “rockola”, escogió una canción antigua del desaparecido grupo musical Aerosmith y puso a contonearse y a bailar con sensualidad, acariciando su cuerpo, indiferente de los lascivos mirones. En medio de la canción, uno de los maduritos que se había quedando contemplándola como bobo, comentó a los demás:
-¡Por las víctimas de guerra que llevo en mi conciencia! Vaya “semillita de arce” que trajo el viento. ¿Se han fijado en lo atractiva que está? ¿Lo eróticamente infantil que es?
-Esa putita ha de vivir por aquí cerca, en esta comarca alejada de la civilización, y ha venido en busca de acción.
-Sí. Es obvio o no hubiera venido aquí.
A John le encantó el efecto que su hija había causado en los hombres. Los dos chicos cuchicheaban entre ellos. Uno de los octogenarios, el que parecía más valiente y era “ex-general”, fue a bailar con la chiquilla. La agarró descaradamente por la cintura y le restregó su endurecido pene escondido dentro de su pantalón.
-Hola, guapita. ¿Cómo te llamas?
La niña respondió sin temor.
-Gaby.
-Encantado, Gaby. Yo soy Byrnes. ¿Cuántos años tienes?
-Ocho. Y, ¿usted, señor?
-Ochenta y siete.
-Aún es joven.
-Bueno, se me notan las arrugas, pero sí. Aún soy joven de alma. Y para ti deben ser los siete años más experimentados, ya que eres toda una erudita del habla. Pues te expresas bien. Además, no intuyo miedo en tus ojos. ¿Dónde está tu novio o tu papito?
-En casa, viendo tele.
-¿Eres una de esas pequeñas ninfulitas neo-liberales que andan solas en busca de acción, preciosa?
-Eso creo.
-¿A qué has venido, chiquita? Considerando que aquí hay adultos que aman a las niñitas como tú y se acuestan con ellas a jugar al papá y la mamá.
-A alegrarles la vida.
-¿A alegrarnos la vida? ¡Qué bien! Es lo que justamente andamos buscando yo y mis amigos, guapita.
-Bueno… quizá no me entendió. Vine a redimir a aquellos desdichados que carezcan de afecto, chupando sus “pajaritos”, señor.
Dijo con coquetería la pequeña de largos chonguitos negros. El tal Byrnes empezó a sobarle el culito por encima del corto vestidito, humedecido por la brizna. Otro de los tipos no pudo más y se acercó.
-Byrnes, déjame bailar también a mí con la guapa damita.
-No la vayas a lastimar.
-¿Cómo cree, general?
Byrnes lo dejó y volvió a la barra. Tenía un gran bulto en la entrepierna a pesar de su senilidad. Pidió otra ronda de
cerveza y se sentó al lado de John.
-Oye amigo, esta putita está caliente. Te lo aseguro. Es una de esas que tienen bien metida en su psique las pendejadas que los tercer-posicionalistas pregonan. Le he metido mano y ni se ha inmutado. Mira, Walter también se lo está pasando bomba y la niña se deja hacer. ¿Será una de esas pubertas nínfulas huérfanas que el Instituto del Corazón Roto recoge y da a tontos frustrados, que escapó de alguna casa de este diminuto poblado de mierda? o ¿se habrá emancipado de su familia y es independiente?
John miraba como el que se llamaba Walter intentaba besarle el cuello a Gaby, y ella, divertida, se apartaba. El tercer maduro se acercó y Walter le dejó sitio, yendo hacia la barra.
-¡Carajo! Cómo me ha puesto la niña. Un poco más y me corro restregándome contra ella.
Los dos hombres, John, Byrnes, Walter y el barman contemplaban como el otro se acuclillaba, pegado a la espalda de Gaby, y fingía bailar con ella, restregándose en su traserito. La muy salvadorcita empujaba sus nalguitas contra el erecto pene oculto tras el pantalón de él, sin dejar de sonreír. Los dos chicos más jóvenes no se atrevían a ir en busca de placeres carnales. Sólo observaban.
-Oye, amigo
Dijo Byrnes dirigiéndose a John.
-¿No quieres restregarte un poco con la chiquilla?
-Bueno, lo intentaré.
Cuando John llegó junto a la pareja, el tipo los dejó solos y se fue a sentar a su silla de cuatro patas zanconas. Gaby, sin dejar de contornear su cuerpito sensualmente, miró a su padre a los ojos y sonrió. Ambos se arrejuntaron y empezaron a bailar lento. La niña susurró.
-Uf, papi… Esos tres me han dejado súper caliente. Me han metido mano.
El ex-comandante le imitó en hablar quedo.
-Y tú a ellos. De seguro ya tienen las vergas bien paradas.
-Lo sé, no dejaron de restregarme sus pipís.
John la hizo girar, haciendo que Gaby les diese la espalda a los cinco tipos de la barra, y la comenzó a acariciar muy lentamente de la piel, impregnada con unas cuantas gotas de llovizna, en las partes descubiertas como el cuello y los brazos. Llegó a su culito. Pero al contrario que los otros, que sólo la sobaron sobre el vestidito; él, con todo su derecho como padre, le levantó la prenda y le acarició las nalgas desnudas. El barman, los tres amigos y el dúo de jóvenes de veintitantos años miraban la escena asombrados. Aquél sujeto al que no conocían le estaba tocando el diminuto trasero a aquella preciosidad delante de todos ellos y ella se lo permitía. Contemplaron atónitos como la empezaba a besar, con la boca abierta, comiéndole la lengua. Y no se podían creer cuando vieron como le metía mano, dentro de su escote, e iniciaba un masaje a su infantil pecho.
-No es justo.
Dijo Byrnes.
-Nosotros se la calentamos y el tipo ese se aprovecha.
-Mira, mira, le está sobando donde guarda el pene. Pero qué atrevida la niña.
John, de reojo, divisaba a los hombres que lo observaban con ojos de odio. Si no llevaba las cosas con cuidado, podía meterse en problemas. Se acuclilló detrás de la cría, la tomó de los hombros y la atrajo hacia él.
-¿Te acuerdas que te dije que esta noche, para ser una iniciada social, como pre-mujercita fuera de casa, ibas a tragar mucha leche?
Le murmuró John a su pequeña hija de 8 años en el oído.
-Sí, me acuerdo.
-Pues, ha llegado el momento. Esos tres no pueden más. Si los dejamos así seguro que me linchan y te violan.
-¿Quieres que juegue con los tres y que al fin tenga una pipí dentro de la mía?
-No, eso sólo te lo haré yo. Nada más dales una buena mamada, como bien te he enseñado, y así los calmamos.
-Como tú digas, papi.
-Te los voy a enviar de uno en uno. Chúpales la verga, vacíales los huevos y hazlos sentir bien.
Gaby se quedó bailando cerca de la rockola, moviéndose lentamente. John se acercó a los tres amigos, que lo miraban con mala cara, y dijo.
-La niña me ha dicho que está “mesiánica” y que quiere chupar miembros, pero de uno en uno.
-¿Quéeeeeeee? ¿Bromeas?
-Eso me ha dicho.
-¡Hey! Pues… yo primero, que para eso empecé yo. No viví horas intensas en el seno del Estado Mayor
estadounidense por nada.
Byrnes fue hacia ella de nuevo. Gaby le sonrió mientras se acercaba. Cuando estuvieron frente a frente, Byrnes no sabía qué hacer. Gaby, sin dejar de mirarlo a los ojos y de contonearse sugerentemente, se fue arrodillando delante de él. Acercó sus manitas a la bragueta del vejete, sobre el pantalón.
-Uhmmmmm, ¿Qué tiene aquí, señor? ¿Puedo ver?
-Claro, preciosa.
Gaby le bajó el cierre y le sacó el pene. Era pequeñito, pero gordo. Los dos amigos de Byrnes, el barman y los dos muchachos no podían creer lo que veían. Aquella hermosa chiquilla se tragaba toda la verga del sujeto, hasta los huevos, y ponía sus manos en las nalgas de éste para empujarse el miembro hacia ella. Byrnes se corrió en el acto, lanzando espesos chorros en la garganta de la niña. Cuando terminó la corrida del viejo, la puberta se sacó el pene de la boca y lo limpió a lengüetazos. El señor valentón que alguna vez fue “general” se acercó a la barra subiéndose la cremallera.
-Vaya boquita que tiene. Nunca me había corrido tan rápido.
-Me toca.
Dijo Walter yendo hacia la cría de siete primaveras. Gaby lo esperaba arrodillada, mordiéndose un dedo, en lo que, con su rostro, ponía una actitud sexy. En cuanto se puso a su alcance, le bajó la bragueta y le sacó el “paquete”; más que respetable. Mirándolo a los ojos, se lo comenzó a pasar por la cara.
-Cómetela, putita.
-¿Putita yo, señor?
-Sí.
-Imposible. Tendría que ser una envidiosa conservadora. Y no lo soy. ¡Soy una Redentorcita!
-¿Redentorcita?
Gaby abrió la boca y se clavó la verga hasta la garganta, una vez más. Tuvo una arcada pero se repuso y empezó a mamar. Los espectadores alucinaban con la manera de chupar de aquella pequeña, que se metía todo el trozo de carne en su boquita. Walter le agarró por la cabeza y comenzó a bombear hasta que estalló, manteniendo su genital en el fondo de la garganta de esa bella y adorable niña. Oyó el ruido gutural de la mocita, al tragar su abundante corrida, y eso lo hizo gozar más. Cuando le sacó el miembro, un hilillo de saliva colgaba entre la punta de su glande y la boca de ella. Tuvo que pasar un minuto y medio para que reconociera (debido a la propaganda tercer-posicionalista que miraba de vez en cuando por T.V., la Int
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