la noche del general
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por oli.77.
Se incorpora sigilosa y baja del lecho, amparada por la tenue luz de una lámpara de aceite: con paso vacilante se dirige hacia una mesa donde encuentra una palangana con agua.
Toma un trapo, lo humedece y se lo aplica en la entrepierna; el ardor que siente en su vientre se calma un poco; al retirarlo ve unas ligeras manchas de sangre.
No, efectivamente, Ella no era virgen; sin embargo la gran virilidad que estuvo penetrándola incansablemente lastimó su delicada vagina, la columna larga y gruesa de carne que le brindó horas de placer.
Su memoria evoca paso a paso como entró disimuladamente en el campamento, disfrazada como una cortesana más; tuvo que soportar el manoseo de los guardias.
sus bromas vulgares al pellizcarle los pezones y apretarle con fuerza las nalgas.
El general la mira entrar y le ordena a sus hombres retirarse, está con dos mujeres (desnudos los tres) en la tienda hay varios odres de vino vacios esparcidos en el suelo.
Murmura algo a las mujeres, quienes le miran y niegan con la cabeza, les da nuevas instrucciones y se levantan ambas, se aproximan a ella y comienzan a desnudarla sin oposición de su parte.
La atan al poste central.
El Hombre selevanta, su miembro largo, grueso y erecto es digno de admirarse, grita algo en unn idioma incomprensible y las mujeres se arrodillan.
Una (de cabello claro) comienza a acariciar los pechos de la cautiva, mientras la otra (de piel morena) le acaricia las redonds nalgas y su lengua comienza a jugar con el ano de la prisionera.
Con otro grito de él, ellas se alejan y sin ningun preparativo penetra a la mujer atada, un grito de dolor sale de su boca, el grueso miembro se introduce poco a poco, mientras la rubia lame los peludos testículos del hombre y la morena estimula el clítoris de la mujer sodomizada.
El dolor lentamente cede su lugar auna oleada de placer, no sabe si atribuirlo al grueso miembro que la penetra o a las sabias caricias que recibe en su vulva, hinchada, caliente y mojada.
Con un grito de fiereza siente como su ano es inundado con el caliente semen del guerrero, un líquido escurre de su vientre anegado y esbebido por la esclava morena.
El hombre se recuesta, mientras las mujeres sueltan a la cautiva, y comienzan a darsemuuamente placer oral.
Mientras no la ven la cautiva sirve una copa de vino y vierte un liquido oculto en un medallón que lleva al cuello.
Se lo da de beber al hombre, quien lo apura de un trago y tomándola el cabello la obliga a recibir en su boca el miembro pleno de venas y sin importar el sabor acre comienza a saborearlo como el bocado más delicios.
las esclavs jadean anunciando sus orgasmos y explotan en un grito unísono.
Otro chorro de semen llena ahora su garganta, y lo bebe con prisa.
Las esclavas dormitan, y el general luce cansado.
La droga está haciendo efecto, deja pasar un largo tiempo para levantarse sigiloza.
Observa al hombre roncando profundamente, acaricia con la mirada esas manos grandes y toscas, que se divirtieron estrujándole los senos, el pecho lleno de vello obscuro que le causaba escalofríos al sentirlo en su espalda cuando era penetrada, los fuertes muslos que de los que Ella se detuvo al atender oralmente la gruesa lanza de carne, vigorosa, caliente, plena de venas y sangre, infatigable e imbatible que varias veces descargó sus líquidos en su boca, espalda, vientre y trasero.
El deseo la llena nuevamente, una idea atraviesa por su mente: olvidarse del plan original y quedarse como esclava de ese prodigioso guerrero de los campos y las camas; dejar su patria y familia y centrar su vida en dar y recibir placer de ese portentoso macho, violento y fogoso.
Descubrir nuevos caminos hacia las tierras del éxtasis guiada por ese gran miembro, acompañada por el batir de las palmas callosas en sus nalgas, disfrutar de los pellizcos de sus dedos en los pezones y recibir cariñosos mordiscos en el cuello y la nuca.
Sacude la cabeza, toma su vestido desgarradlo y se viste con el, busca la espada de ese guerrero; con mucho trabajo la levanta y con los ojos llenos de lágrimas la deja caer sobre el cuello del hombre que en una sola noche le brindó más placer que toda su vida anterior y seguramente también de lo que le resta de vida.
Toma la cabeza y la coloca en un saco; con paso ágil escapa del campamento hacia su pueblo: Betulia.
El tesoro oculto en el saco logrará derrotar a las fuerzas asirias, a Ella la convertirán en el centro de honras sin fin; pero eso no alcanzará para borrar de sus recuerdos cada una de las nalgadas que recibió, de los pellizcos que endurecieron más aún el remate de sus senos, el acre sabor de la savia de vida que brotó del grueso tronco del General; el dulce dolor al ser invadida por sus tres vías, de manera incansable y firme.
Si, Judith obtendrá un lugar importante en la historia de Israel, pero nunca encontrará a algun varón que alcancé siquiera los tobillos de su amante de esa noche; el semental insaciable llamado: Holofernes.
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