La pequeña Danna y el Sr. de la tienda
La familia de Danna son clientes del sr Celso un hombre mayor, la pequeña le pide empleo y éste la follada salvajemente .
La pequeña Danna y el sr. de la tienda.
Don Celso es un hombre de 60 años propietario de una de las tiendas más grandes y surtidas de un pequeño pueblo en Chiapas. Gran parte de los habitantes compran todo en ese lugar, al igual que Erika la madre de Danna, una pequeña de 6 años, de piel trigueña, un poco delgada y con un pequeño trasero algo voluminoso. Ericka es una mujer de cuerpo regordete, está casada con un hombre que se dedica a la albañilería.
Don Celso siempre ha apoyado a su comunidad y les presta ( fía ) a sus clientes y ellos cada semana le pagan lo prestado.
(Erika)… Danna ve a la tienda y le dices a don Celso que si te presta huevo y un aceite.
La pequeña se dirigió hacía el establecimiento de abarrotes.
(Danna)… Buenos días señor, dice mi mamá que si le presta ésto. (La pequeña le entregó una hoja con algunas cosas apuntadas)
(Don Celso)… ¡Claro pequeña!
El señor le dio las cosas a la niña en una bolsa junto con una hoja dónde el señor había apuntado la cantidad del préstamo.
Danna se fue a casa y le entregó las cosas a su madre.
Así pasaban los días y era lo mismo, hasta que un día el padre de Danna se quedó sin empleo y no tenía dinero para solventar la cuenta de la tienda.
(Erika)… Buenas tardes don Celso, me da mucha pena, pero usted sabe que mi marido se quedó sin trabajo y a mí todavía no me paga mi patrona, ¿nos podría esperar un rato más?
(Don Celso)… ¡Por supuesto! Por unos días más no pasa nada.
Dos días después fue la pequeña a la tienda.
(Don Celso)… ¡Hola Danna! ¿Te mandaron a pedir cosas?
(Danna)… No
(Don Celso)… ¿Entonces qué haces aquí?
(Danna)… Papá y mamá están peleando y me da mucho miedo. Por eso salí.
(Don Celso)… ¿Quieres un yogur y unas galletas?
(Danna)… ¡No traigo dinero!
(Don Celso)… ¡Yo te los regalo!
(Danna)… De verdad, gracias don Celso ya tenía mucha hambre.
La pequeña comió y regresó a su domicilio.
Al siguiente día doña Erika y su esposo fueron a liquidar la cuenta, además de agradecerle por la espera.
A la semana se presentó la pequeña
(Danna)… Hola ¿me regala una galleta?
(Don Celso)… ¿Ahora que pasó tus papás están discutiendo otra vez?
(Danna)… No, hoy se fueron a trabajar desde la mañana y no dejaron nada para comer.
(Don Celso)… Está bien Danna.
(Danna)… ¿Quiere que le ayude?
(Don Celso)… ¿Aquí en la tienda?
(Danna)… Sí, le ayudó a limpiar y a acomodar.
(Don Celso)… No creo que tus padres acepten o al menos que no les contemos nada,¿te parece bien esta idea?
(Danna)… Sí.
La pequeña Danna iba a ayudar al señor de la tienda, sólo por ratos y en algunas ocasiones la niña llegaba, barría la banqueta y limpiaba los anaqueles según sus posibilidades. El dueño del negocio le pagaba poco dinero, para que no sospecharan sus padres, además comía todo lo que se le antojaba del negocio.
En esas ocasiones Danna se encontraba limpiando un anaquel, pero como era demasiado grande y alto, no podía hacerlo, así que le pidió ayuda al dueño.
(Danna)… Señor Celso, no puedo limpiar hasta arriba, me da miedo caer.
(Don Celso)… ¡Deja te ayudo!
La niña al sentirse segura, subió unos escalones para poder limpiar bien, pero al subir, su pequeño trasero quedaba a la altura de la cara del propietario y en un acto de bajeza don Celso acercó su nariz y olfateó el trasero.
(Danna)… ¡Ya terminé! Me voy porque no tardan mis papás.
(Don Celso)… ¡Muy bien Danna! Quedó reluciente. Ah solo una cosa más Danna, a la próxima que vengas por favor no uses pantalón.
(Danna)… ¿Por qué señor?
(Don Celso)… Pues es más cómodo que uses falda, imagínate que ensucias tu pantalón. ¿Qué les dirías a tus padres? ¡Ellos te preguntarán que has estado haciendo!
(Danna)… Creo que sí.
Don Celso seguía recibiendo a sus clientes incluyendo a la señora Erika, platicaba con ella, pero insistiendo en sus horarios de trabajo y el tiempo que dejaban a la pequeña en su casa sola. Doña Erika sin sospechar algo le contó todo a don Celso.
A la siguiente semana la niña llegó al negocio, según ella a trabajar.
(Danna)… Ya llegue don Celso.
(Don Celso)… Qué bien, pero una cosa antes que todo, ya no me digas señor o don, mejor solo di mi nombre o algún otro sobre nombre.
(Danna)… ¿Sobrenombre? ¿Qué es eso? Se oye chistoso.
(Don Celso)… En un nombre que no es tu nombre, osea como te explico, por ejemplo yo te puedo decir princesa.
(Danna)… ¿Ah entonces yo le digo princeso?
(Don Celso)… Algo así, pero como soy hombre, me puedes decir cariño, amor o papito.
(Danna)… ¿Cariño o papito?
(Don Celso)… Papito se escucha mejor, está bien princesa.
(Danna)… Sí, papito.
(Don Celso)… Hoy te toca limpiar los anaqueles en la bodega de la parte de arriba. Recuerda que te voy a ayudar sosteniendo la escalera.
El señor esperó a que la niña ingresará a la bodega y como todas las tardes cerró el negocio, pues era hora de la comida. Entró rápidamente a la bodega y vio a la pequeña arriba de las escaleras limpiando, él se acercó y ahora como la niña llevaba puesta una falda, el hombre fijaba su mirada en las partes íntimas de Danna, cada que podía el hombre movía la escalera para que pudiera acercarse más a la niña y olfateaba el trasero descaradamente.
La niña lo voltean a ver extrañada, pero él decía, te agarro para que no te vayas a caer.
En esa posición la pequeña dejaba al descubierto sus piernas, sus glúteos y su parte virginal. Don Celso tomaba cualquier pretexto para acercar su cara en la cola de la niña. Esto sucedió en varias ocasiones, aunque desde la primera vez el propietario del negocio deseaba hacer algo más que olfatear ese culito, pero como la niña acudía al negocio por escasos minutos, él no podía hacer otra cosa más.
Al llegar las vacaciones escolares como era costumbre la mayor parte de los niños jugaba a las afueras de sus domicilios e iban a comprar dulces y chucherías, entre ellos por supuesto que estaba Danna, la niña que estaba volviendo loco a un hombre de 60 años.
(Danna )… Ya llegue don Celso. ¿Qué voy a limpiar hoy?
(Don Celso )… ¿Qué te había dicho acerca de lo de Don? Y no me vas a hablar con cariño mi princesa hermosa.
(Danna )… Es cierto,ja, ja, ja, hola PAPITO
(Don Celso )… Así está mejor. Hoy vas a acomodar unas cosas en la bodega.
(Danna)… Se me olvidó decirte papito, que ya estoy de vacaciones y hoy me voy a quedar más tiempo. ¿Si puedo verdad?
Eso le alegró el día al señor Celso, el escuchar que ahora sí tenía más tiempo para tratar de dar un paso más con la chiquilla y no sólo él día le alegró, sino también su miembro se endureció repentinamente. El hombre le ofreció a Danna un sándwich y se sentaron a almorzar, pero el don muy astuto derramó el refresco sobre la falda de la niña, lo que provocó que el líquido escurriera y mojara las braguitas de la pequeña.
Al ver eso Celso se emocionó y se calentó tanto que su verga se pusiera más rígida y comenzó a emanar fluidos corporales.
(Danna )… ¿Ahora que voy a hacer papito? Moje mi ropa.
(Don Celso )… Yo creo que mejor la lavamos y la ponemos a secar.
(Danna )… No, porque me quedaría sin nada, ¡mejor no!
(Don Celso )… Tengo una idea, para que te quedes con tu falda, solo lavamos tus bragas, pues sino lo haces tu mamá se dará cuenta. Me doy vuelta, te las quitas y las lavamos.
La pequeña obedeció y le entregó sus calzones al hombre para que los lavara. De esa forma la pequeña caminaba, subía y bajaba escalones y por supuesto que don Celso no se perdía ni un segundo ese espectáculo. El señor le decía a la pequeña que la quería como a una hija y que él deseaba cargarla como a un bebé.
Pero debido a la gran clientela que tenía en su tienda, no podía pasar mucho tiempo observando a la chiquilla y cada que terminaba una venta se dirigía hacía la bodega donde se encontraba Danna.
El reloj marcaba las 3 de la tarde, hora que el negocio se cerraba para que pudiera comer tranquilo.
(Don Celso )… A ver hermosa princesa, ven que quiero cargarte.
La pequeña se acercó a él y extendió sus brazos. Don Celso la cargó y ambos quedaron frente a frente. Pero astuto el señor de la tienda, soltaba a la niña para que ella se abrazara y se aferrara a él para no caer, ahí es donde este hombre empezaba a tocar los glúteos de la niña, abría con ambas manos las nalgas y frotaba su dedo sobre el hoyito de Danna.
La pequeña algo asustada e incómoda abría sus ojitos en señal de desaprobación, pero con el miedo de caer seguía abrazada del cuello de don Celso, parecía un koala aferrada a su rama de árbol.
(Don Celso )… No temas, mi princesa. Hoy te voy a enseñar muchos juegos que te harán sentir más alegre, los vas a disfrutar al máximo y hasta pedirás que volvamos a jugar.
(Danna )… Pero, ¿por qué me está tocando mi colita? Mi mamá dijo que eso es malo.
(Don Celso )… Claro que es malo princesa, pero nosotros nos conocemos y somos como familia y de esa forma no es malo. ¡Tú no te sueltes!
Don Celso a pesar de que era ya un hombre mayor su miembro estaba tan duro como cuando él tenía unos 20 años, mucho tiempo pasó para poder tener una erección de ese tamaño, el señor trataba de acomodar el culito de la niña sobre el gran bulto que se le marca en la entrepierna, ambicionaba el poder frotar su polla en el culito y entre las nalgas de la chiquilla.
(Don Celso )… Mira princesa, hoy vamos a jugar cosas nuevas, jugaremos a los perritos, al caballito y a otras cosas más.
(Danna )… Sí, papito hermoso, yo quiero jugar contigo, porque mis papás nunca quieren jugar conmigo.
El dueño del negocio bajó a la criatura y él se colocó en cuatro patas, simulando un caballo, el hombre caminaba y relinchaba, todo eso a Danna le daba risa.
(Danna )… ¿Me puedo subir?
(Don Celso )… Sube
Y seguía relinchando y reparando como caballo salvaje. La pequeña se aferró al supuesto caballo para no caer, su cara de la niña reflejaba una alegría inenarrable, pero más contento estaba don Celso.
(Don Celso )… Ahora me voy a poner boca arriba y tú seguirás cabalgando a este caballo, pero aquí en el piso no, porque me voy a lastimar la espalda, mejor lo hacemos encima de mi cama.
El hombre llevó a la pequeña a su habitación, Danna lo siguió sin temor, ni malicia, pues su inocencia no le permitía imaginar cosas peores.
Don Celso se acostó sobre la cama, cargó a la niña y la puso sobre su bulto.
(Don Celso )… Ahora vas a brincar como si fuera un trampolín, yo te voy a estar ayudando para que no te lastimes.
La niña ingenua de lo que quería hacer el señor, daba saltos sobre la polla dura del hombre. La pequeña sentía algo que chocaba entre sus partes.
(Danna )… ¿Qué es eso que se siente duro? Papito.
(Don Celso )… Eso que sientes es para que te ayude a no caer de algún caballo.
(Don Anna )… Eso se debe de meter entre tus partes, osea debe entrar en cualquier orificio que encuentre. ¿Si me entiendes?
(Danna)… No, papito, no entendí.
(Don Celso )… Cuándo estés brincando sentirás algo duro por dónde haces pipi, pero no te debes preocupar, ni asustar, porque eso quiere decir que ya estás bien agarrada del caballito.
(Danna)… ¿Y me va a doler?
(Don Celso )… Sólo un poco, después ni lo vas a sentir, pero tu sigue brincando para que el caballito te ayude y te ensarte.
La pequeña daba saltos sobre el vientre y el bulto del dueño de la tienda, cuando Danna brincaba se le alzaba su falda y el don podía ver perfectamente la diminuta vagina de la chiquilla.
(Danna )… ¡Todavía no se mete!
La pequeña dijo con tanta inocencia que don Celso se carcajeó fuertemente.
El hombre hizo malabares para despojarse de los pantalones, sin que la niña lo notara o se percatarse de ello. La pequeña seguía cabalgando llena de alegría.
(Don Celso )… Agárrate bien princesa, y sigue cabalgada tu caballito.
Don Celso bajo ahora su calzón, dejando fuera esa bestia que había despertado después de muchos años. Su polla lucía gorda, cabezona y muy dura, Celso no recordó el día que se le había parado de esa manera, mientras ella seguía divirtiéndose, el hombre estaba delirante del roce que hacía el culo de la niña en la verga de él.
(Don Celso )… Yo creo que ya te va a ensartar el caballo, para que sigas cabalgando más y más fuerte.
(Danna )… Sí, papito quiero que me ensarte el caballito.
Don Celso tomó su verga y la apuntó en dirección al techo, cuando la pequeña descendía solo le pasaba por un costado de la colita o de su panochita, pero esos roces y fricciones hicieron que tanto la polla dura del hombre y la vagina inerte de Danna se lubricar en gran medida.
(Danna )… Se siente chistoso, papito.
(Don Celso )… Tú no te detengas, ya casi te la voy a enterrar.
Danna dio un salto y al bajar se deslizó sutilmente en la verga del hombre, los labios vaginales de la chiquilla se habían abierto por completó para deglutir ese monstruo que la acechaba.
Danna al sentir un intruso en sus partes gritó del daño que sentía y quiso zafarse, pero don Celso no la dejó.
(Don Celso )… Agárrate princesa, porque creo que ya te ensarto el caballo y hasta que se cansé el caballito te va a soltar, tú sigue saltando.
La pequeña no podía hacer ningún movimiento, el dolor que sentía era muy fuerte, pero en su inocencia seguía creyendo en las palabras que le decía el dueño del negocio, hubo un momento que parecía desfallecer la niña y ya no podía saltar, pues sus piernas temblaban del dolor, así que don Celso sin sacar ni un milímetro su polla, cargó a Danna y se acostó sobre la cama en posición de misionero y ahí comenzó a violarla otra vez.
De la boca de Danna solo salían algunos lamentos, pues estaba agotada, cansada y casi al borde del desmayo, pero el hombre de la tienda siguió penetrando la vagina recién usada de su pequeña trabajadora.
Don Celso sacaba su verga morcillona y observaba cómo estaba abierta la vagina de Danna, metía todo su tronco venoso y lo sacaba, lo volvía a introducir y así en repetidas ocasiones.
A pesar de la edad de don Celso su miembro seguía rígido, nunca de los nunca el don había sentido tanto placer, deseo y lujuria a la vez, pero todo tiene un principio y un fin, y ahora don Celso descargaba chorros y chorros de semen dentro de las partes íntimas de la chiquilla. Las horas del reloj habían cambiado y ya habían transcurrido casi 4 horas desde que había cerrado para comer don Celso, eran las 7 pm.
Fue cuando el dueño del negocio salió de su transe y escuchó que tocaban insistiendo en la puerta de su casa, pero él no deseaba abrir quería seguir disfrutando de su pequeña trabajadora.
(Don Celso )… ¿Y ahora qué voy a hacer? Espero y no me delate mi pequeña putita, tendré que inventarme algo para que me crea.
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