La pequeña de vestido azul 1
Hay una idea generalizada de que las mujeres selváticas son muy calientes desde pequeñas, sin pensarlo pude comprobar que era verdad..
La selva es húmeda, calurosa; muchos insectos y animales de todo tipo, de día y de noche, no hacen posible el silencio, todo el tiempo estás transpirando y es necesario meterse al agua de cuando en cuando. Estamos en las estribaciones de la selva alta peruana, lluviosa, calurosa, de exuberante verdor. La trama de este relato se ubica en el tiempo antes del temporal de los años de violencia, cuando la vida discurría tranquila, sin preocupaciones, solo la dedicación a los cultivos, el mantenimiento de los campos, las cosechas, nada del otro mundo.
Aunque por el lugar viven varias familias de nativos, la mayoría de los colonos son procedentes de la sierra, hijos de campesinos que luego de una experiencia frustrante en Lima y otras ciudades, han decidido colonizar la selva y hacer plata con la siembra de cacao y otros productos.
Mi familia tenía una finca con plantaciones de cacao, yo iba en las vacaciones tanto para descansar como para ayudar a mis padres y hermanos en el trabajo. La casa es rústica y está junto a un riachuelo, del cual dista apenas unos 20 metros, el agua es corriente y tiene una poza para bañarnos, sobre el río un pequeño puente de troncos, los niños y ancianos tienen dificultades para cruzarlo. Este riachuelo era el límite con el terreno de los vecinos, una pareja de jóvenes campesinos, extrañamente blancos, sobre todo el papá de rubias barbas, tenían tres hijos pequeños, dos niñas, de nueve y cuatro y un niño de dos años.
La hija mayor tenía una belleza extraña, pelo castaño y lacio, labios amplios y voluptuosos, ojos entre gris y verde. Mi familia tenía una cercana amistad con los vecinos, en las tardes y en las noches visitábamos o nos visitaban, algunas veces la familia entera, pero lo normal era que las niñas estaban casi siempre en nuestra casa cuando estábamos en la casa, porque durante el día estábamos trabajando en el campo.
Es creencia general que las mujeres de la selva son muy calientes y despiertan sexualmente a temprana edad, nunca me había imaginado de comprobar en los hechos tal cosa, porque pensar en algo morboso con respecto a la niña mayor para mí era inconcebible, pero lo cierto es que la pequeña andaba siempre con vestiditos cortos que dejaban ver sus preciosas piernas y cuando hacía movimientos bruscos dejaba mostrar su calzoncito, y sus padres ni se daban cuenta de lo que provocaba, yo me fijaba cada día más en ella y su sonrisa, su cuerpito, sus gestos, se fueron adentrando dolorosamente en mi mente y en mi corazón, cada día deseaba verla, si no venía a mi casa yo iba a la suya con cualquier pretexto y cada vez me adentraba entre los matorrales para masturbarme pensando en la pequeña de vestido azul.
Se notaba que sus padres eran muy ardientes, porque en las conversaciones siempre salían a relucir frases de doble sentido, la madre era joven también y con esos labios carnosos y sensuales de la cual heredó la pequeña, en sus gestos se notaba un erotismo morboso que no se preocupaban de disimular. Ellos también normalmente salían a trabajar de día, pues los sembríos no siempre estaban cerca de la casa, casi siempre estaban de regreso al mediodía para almorzar y a eso de las cuatro de la tarde ya descansaban del todo, durante el día las niñas se quedaban en casa cuidando al hermanito y haciendo los quehaceres en la casa.
Una tarde, como de costumbre, las niñas vinieron a mi casa, luego de la cena, la hermana menor regresó a su casa y la mayor se quedó, no recuerdo porqué, cuando quiso irse nos dimos cuenta que estaba oscureciendo y por insinuaciones de mis hermanos me encargué de acompañarla, siempre había riego de caerse al río o pasarle algo en el camino. El camino en sí no era largo, pues nuestras casas estaban a escasos 70 metros, pero pasando el riachuelo había árboles y arbustos que oscurecía más el camino y las niñas tenían temor de cruzar cuando anochecía. Entonces yo llevé a la niña de la mano para cruzar el río, como siempre ella llevaba un vestido azul muy corto sin mangas que le cubría desde el cuello hasta la mitad del muslo, había unos troncos a modo de puente para cruzar el río, la cargué en la espalda, luego de cruzar el río y al notar el monte oscuro no quiso bajarse y se aferró a mi espalda exclamando:
– Huy, que miedo, está oscuro
– ¿De qué tienes miedo?, no pasa nada – Yo la tranquilizo
– Puede haber culebras en el camino
– No seas miedosa
Traté de bajarla pero se deslizó hacia adelante y para no caerse se agarró de mi cuello atenazando con sus piernitas a ambos lados de mi cintura, mis manos quedaron agarrando sus nalgas y mi pene empezó a ponerse duro a la altura de su almeja, nos quedamos quietos por un momento en esa posición, su cuerpo era tan liviano, mis manos cubrían completamente sus nalgas y presioné mi pene contra su vagina que estaba situado justo al frente, pues como supondrán, al estar abierta de piernas sólo evitaba el contacto mi pantalón y su pequeño calzoncito de color rojo.
Noté que la niña también se había excitado porque su respiración se aceleró y respondía presionando también su pelvis, murmuré en sus oídos.
– ¿Entramos al monte?
Sólo movió la cabeza en forma afirmativa. Me adentré entre los arbustos tal como estaba, cargando a la niña en mis brazos con sus piernitas rodeando mi cintura, en un lugar adecuado presioné su pequeño cuerpo contra mi cuerpo, frotando su vagina contra mi verga, su respiración acelerada indicaba que la pequeña sabía lo que estaba pasando, sosteniendo sus nalgas con mi mano izquierda pasé mi mano derecha a su entrepierna, deslizando a un lado su calzoncito toqué su rajita que estaba húmedo, pasaba suavemente mi dedo por su pequeño agujero y a lo largo de su rajita, no tenía signos de vello en su pubis, le pregunté si le podía sacar su calzón, ella asintió y a continuación deslicé suavemente para abajo, siempre manteniéndola en mis brazos con la otra mano, al sacarlo completamente me lo guardé en el bolsillo porque no había donde ponerlo.
Ella volvió a su posición original, manteniendo sus piernitas abiertas alrededor de mi cintura, una vez más acaricié su preciosa vulva con mis dedos, estaba totalmente mojada, luego abrí suavemente el cierre de mi pantalón y saqué mi pene que estaba por reventar y destilando abundantes flujos, dirigí la cabeza de mi verga a la pequeña raja, el contacto fue delicioso, suavemente inicio una masturbación tratando de penetrar la cabeza dentro de la vulva, la cabeza parecía entrar pero cuando intentaba penetrar más la niña se quejó de dolor, me contuve y me puse a frotar su vulva con mi pene, empezó a gemir mostrando su placer, luego fue ella la que trataba de conseguir la penetración presionando más su vulva hacia mi verga, pero era imposible, el agujerito era muy pequeño todavía y con los flujos mi pene se deslizaba a los lados.
El suave rose con la piel tierna de la niña me daba un placer inimaginable, aceleré la frotación y no aguanté más, mi verga empezó a disparar mi semen presionando más contra su pequeña rajita que acogía al menos la cabeza de mi pene, nos quedamos así por largo rato hasta recuperar la conciencia, entonces recién la besé suavemente en sus pequeños labios, carnosos y enloquecedores, al retirar la cabezota de mi pene comienza a regresar de su pequeño agujero el semen con la que la llené, poco a poco nos tranquilizamos, limpié su almejita con mis manos para retirar la mayor parte de la leche y luego con las faldas de mi camisa, pues no había otra cosa para limpiar, limpié su pubis, su rajita, parte de sus piernas y nalgas que han habían quedado embarrados con los líquidos y el semen, la puse nuevamente su calzoncito y mientras la llevaba en mis brazos hacia el camino le pregunté si le había gustado, ella respondió que sí, le pregunté si quisiera repetir en otro momento y dándome un beso en la mejilla me dijo que sí.
Cuando avistamos la luz en su casa la deposité en el camino y se fue corriendo, saltando y alternando los saltitos en ambos pies, acababa de probar el placer del sexo por primera vez y está contenta, muy contenta. Veo que sale el papá a su encuentro, de lejos le grito — ¡buenas noches Don Felipe! —, me responde —¡buenas noches veci! — y entra en su casa con la niña de la mano. Al regresar a la casa, al pasar por el lugar del placer, me masturbé nuevamente recordando los momentos que había pasado.
CONTINUARÁ…
Felicitaciones, eres un excelente autor y escritor. Voy a entrar a tu perfil seguro que descubro otras joyas.
Sin dudarlo tienes mis 5 estrellas *****
Que bueno leer a la gente que escribe bien.
Que bueno leer algo que no sea violento.
Que pena que SexoSinTaues3.0 censure más este tipo de relatos y priorice el contenido violento. Ya perdí la cuenta la cantidad de relatos similares que me censuraron, solo por las ilustraciones.
Sería comprensible si las imágenes impliquen personas reales, pero es simplemente un dibujo hecho por IA sin retocar.
La niña del vestido Azul:
Tenía una extraña belleza
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Las mujeres de la selva despiertan a temprana a edad con juegos entre las casas abandonadas
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En la selva las niñas aprende tempano algunas posiciones de juegos.
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En los juegos descubren que despejar su pecho les da sensaciones ricas
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Pronto aprenden que es conveniente ir a jugar con vestido es mejor
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Pero jugar con falda es mejor porque permite dejar expuesto su pecho
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Pero la niña del vestido azul también aprende a jugar.
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La niña del vestido azul le gusta ir a jugar junto al río
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Excelente, las últimas me gustan más. Vienen los siguientes capítulos