La pequeña diosa del sexo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por leo.leoncio.
Esto ocurrió hace pocos años atrás. En mi país, el uniforme obligatorio de las escolares es el jumper azul oscuro y los hombres nos deleitamos con las muchachas coquetas que los usaban cortos y bien ajustados a sus bonitas figuras. Yo tenía por ese entonces 21 años y estudiaba para ser maestro de secundaria. (+)Mi mejor amigo por esa época era un compañero de Universidad llamado Juan. Estudiaba para ser Profesor de Educ. Fisica, era alegre, bohemio, hombre de putas, atractivo y seductor para las mujeres y por ello, algo altanero.
Yo hacía mi práctica profesional en un liceo, al igual que Juan. Mi amigo, mucho mas espabilado que yo, ya había tenido relaciones sexuales con varias alumnas que se le ofrecieron gustosas. Yo prefería evitar las tentaciones. Para llegar al liceo, se pasaba antes por una escuela primaria y después por un pequeño parque, en su mayoría árboles de almendro.
Ya era final de año, yo terminaba el tedioso trabajo administrativo de esas fechas, estaba agotado, estresado y de mal humor. Un día cuando salía, Juan llegó a buscarme, muy emocionado. Dijo que tenía una GRAN sorpresa para mí, algo ideal para sacarme el estrés y pasarlo bien durante un rato. Imaginé que había encontrado algún club de strippers nuevo en la ciudad. No me pareció mala idea en ese momento, asi que lo seguí.
En vez de ir hacia el barrio rojo, me llevó al centro del parque. Allí, debajo de un frondoso árbol, nos esperaba una niña vestida con un jumper colegial muy cortito, y con la insignia de la escuela primaria cercana. Por la estatura y contextura física, no debía tener mas allá de 11 años. No era nada fea. Era alta y delgada, con una postura espigada y orgullosa con los hombros atrás, la columna recta y sacando colita, su piel tenía un bonito tono avellana, poseía un cabello negro muy largo y lacio, un rostro anguloso, con enormes ojos de color azul cobalto y con una expresiva mirada coqueta, nariz fina y labios gruesos. No tenía tetillas, aunque si algo de cintura. De ella destacaban sus piernas morenas con muslos gruesos y bien torneados, que se veían preciosas bajo su cortísimo y ajustado uniforme. Para su edad, se veía extrañamente, sensual.
_”Bien, aquí está mi amigo… ¿Dónde está tu amiga?”, le preguntó Juan, ansioso. Yo los miraba atento, todavía sin entender nada.
_”Se arrepintió y se fue, dijo que no se atrevía hacerlo con dos desconocidos”, dijo la niña dándome una evidente mirada coqueta.
_”Entonces nos vamos, el trato era dos para dos”, replicó Juan, con tono molesto.
_”Hey, espera … no se poh… ahora si Uds. quieren … yo con los dos … “ dijo la niña, jugando con su pelo.
_”¿Cómo? .. ¿tu sola con los dos?”, preguntó algo incrédulo.
_”Claro mi amor … puedo dejarlos secos en una hora … pero cobraría lo mío y lo de mi amiga … y un bono extra…”, sugirió la niña.(5)
_”Mmmmmm … ¿Cuánto?”
_”XXX dólares cariño”
_”No, muy caro”, cortó Juan,
_” Yo, lo valgo mi amor… y… por ese precio… pueden hacer lo que quieran conmigo”
_”¿Lo que sea, … en serio?”, preguntó con mayor interés mi amigo, y la niña asintió con la cabeza lanzándole una traviesa mirada.
Hasta ese momento, yo no había dicho nada. Agarré a Juan por un brazo y nos alejamos de la niña unos pasos. (6) Le dije que ni loco me iba a meter con una prostituta escolar de primaria, arriesgando décadas de cárcel. El me dijo que era una oportunidad única y que no me iba a arrepentir.
_¿Pasa algo?, preguntó la niña, acercándose a nosotros.
_”Si, mira, disculpa niñita… pero … no es buena idea … eres una niña, mejor vé a tu casa con tus padres y a jugar con tus muñecas, eres muy linda pero no nos sirves para prostituta”, le dije con un tono algo molesto. El semblante de la niña cambió notoriamente. Se puso muy seria, se acercó a mí en silencio y dijo muy enojada, sus palabras salían desde sus dientes:
_”NO-SOY-UNA-NIÑA … soy una puta … me encanta el pico … y en una cama te haría pedazos”- afirmó con un tono frío. Claramente, había herido su ego- “Juan te cobro XX dólares si convences a éste de acompañarnos”, prosiguió.
_”No voy a ir, Juan, estás enfermo y …”, pero tuve que detener mis palabras. La niña se había levantado su jumper, se había bajado los calzoncitos hasta los tobillos y se había abierto la vaginita con los dedos. No era el sexo de niñita de 10 años, era la vagina de una verdadera puta. Con labios vaginales gordos, rojos, mojados, con un clítoris erecto que sobresalía de su capuchón y un agujerito bien abierto, oscuro, estrecho y que se contraía rítmicamente.
Aquello bastó para convencer a Juan… y a mí. Llevaba varios días sin tener sexo, gracias a mi fría novia y andaba muy caliente. Hubiese preferido saciarme con una mujer pero mi amigo me estaba invitando y, a caballo regalado…. Fuimos al auto de Juan, que estaba estacionado en los bordes del parque, y de ahí hasta la casa que arrendábamos juntos. Yo me senté atrás y la niña iba adelante. En el trayecto, ella comenzó a manosear el bulto de Juan, cosa que me aterró pues pasábamos por calles muy transitadas. Peor aún, le desabrochó el pantalón y empezó a darle un tranquilo sexo oral. Le puse una gran chaqueta encima.
Al fin llegamos a casa y pasamos al comedor. Juan iba súper excitado y yo un poco menos. Cerré ventanas y cortinas a pesar del intenso calor, no quería que los vecinos nos vieran con ésta niñita. Ella preguntó dónde estaba el baño, yo se lo indiqué y allí mismo comenzó a quitarse la ropita. Nos miró con una sonrisa ufana, se desanudó la corbata, (9) se desabrochó el jumper y lo dejó caer, quedando con su blusa y calzoncitos. Sin dejar de sonreír, se desabrochó la blusa y la dejó caer lentamente, exhibiendo con orgullo su cuerpo, sus tetillas rosadas y sus pezones oscuros y erectos. Con una actitud demasiada coqueta se dió la vuelta, se bajó los calzoncitos hasta los tobillos y los pateó lanzándolos lejos, nos miró por el hombro con una sonrisa malvada y caminó hasta el baño. En puntas de pié, una pierna delante de la otra, sus dedos rozando sus nalgas, las cuales se movían de forma en extremo provocativa. Y así entró al baño.
Lo oculté, pero ese simple acto me dejó caliente a rabiar. Juan no lo ocultó y empezó a desnudarse. Yo me cohibí, Juan tenía un cuerpo envidiable pero al mostrarme su pene, descubrí que yo estaba bastante mejor dotado; (7) mientras la esperábamos, le pregunté de donde había conocido a ésta niña. Fue en uno de sus trotes matinales, escuchó que un grupo de niñas que se habían escapado de la escuela le gritaban unos piropos y se acercó. La niña estaba entre ellas, y se llamaba Hilda. En el transcurso de varios días, ella le confesó su otra faceta y le dijo que podrían hacer un cuarteto por un precio especial.
En eso Hilda volvió al comedor, se había duchado y llevaba puesta una pequeña toalla de mano que le servía como una sexy minifalda. Se paró frente a nosotros y con una actitud desafiante se quitó la toalla, abrió los brazos y giró sobre sí misma. Tenía un culo soberbio. Muy grande para su cuerpo, con una perfecta forma redonda, con nalgas morenas gordas, mullidas y suaves. Un culo de verdad impresionante.
_” Y entonces… ¿ninguno de los dos me quiere sacar una foto?, sugirió la niña con una presencia erótica que llenó toda la casa. Juan hizo los honores y le sacó al menos 20 fotografías. Nos contó que su juego preferido era sacarle fotos a su precioso culito de niña de 10 años, y que las compartía con otros hombres, le sobre-excitaba la idea de que un chico lindo se corriera una buena paja, mirando sus nalgas gorditas. También le gustaba intercambiar fotos con otras niñas, para competir a ver quien tiene mejor cuerpo que la otra. Y, encima, nos dio su whatsapp.
La niña dejó de modelar y después preguntó con una voz gimiente, que me dejó temblando:
_”¿Dónde está el dormitorio?.
_”En el segundo piso”, le dijo Juan.
Verla subir por las escaleras fue otro morboso espectáculo. Apoyaba ambos brazos en los muros destacando su figura, mientras sus caderas se movían de un lado para otro, produciendo que sus nalgas se (8) abrieran mostrando su conchita, y se cerraran apretando sus muslos. La niña llegó al dormitorio, se sentó en la cama con las piernas cruzadas apoyándose en la punta de los dedos de su pié izquierdo. Dios,… se veía muy femenina. Nos hizo una seña con sus dedos invitándonos a ir donde estaba ella. Juan fue el primero en llegar, blandiendo su pene de tamaño regular. Hilda lo tomó y empezó a chuparlo, sin apuros. Yo me desnudé y esgrimí mi pene de 19 cms. Hilda lo miró con sorpresa, después me echó una sonrisa traviesa y lo agarró con una mano, apretándolo.
La niña agarró nuestros penes y juntó los glandes, nos miró a los ojos, dejó caer un grueso hilo de saliva mojándolos y se metió ambas puntas a la boca. Comenzó apretando con todas sus fuerzas la base de nuestros penes, hinchándolos y dejándolos hipersensibles. Nos dio ardientes y juguetones besos, metía su lengua babosita entre ambas cabezas y los rodeaba, jugaba y lamía. Succionaba tan fuerte que hundía sus mejillas, produciendo unos ricos “pops” cuando se lo sacaba de la boca. Mordisqueaba las cabezas (0) raspándonos con sus dientecitos, cosa que nos provocó un desesperante e intenso placer. Nos estaba devorando, golosamente, gimiendo mimosa. Finalmente, volvió a mirarnos, ésta vez de forma dominante y calentona, frunció el ceño, pasó toda su lengüita por nuestras carnes y con un tono juguetón, infantil y calentón, nos preguntó:
_” ¿Les gusta como chupo,… pa-pi-tos?”, y lanzando un fuerte y largo gemido, se lanzó a tragarse por completo ambos glandes, los sacó de su boquita bañaba en saliva, su carita estaba muy roja, su frente perlada de sudor y su pelo alrededor de la cara estaba algo mojado. Fue la cara más erótica que he visto en mi vida. Casi eyaculo en ese momento.
Juan y yo quedamos impactados por la actitud de ésta niña de apenas 10 años. Hilda volvió a chupar, ésta vez decidida a terminar la labor. Comenzó a chuparnos por turnos, nos daba fuertes chupones, soltaba uno y tomaba el otro. Lo metía dentro de su boca, lo mordisqueaba despacito, lo forzaba contra sus mejillas, lo tragaba todo lo que podía, abría el glande y metía la lengüita dentro de la uretra, se lo pasaba por toda su carita, el cuello y sus tetillas, sonreía, reía, gemía, se quejaba, se mordía los labios, nos miraba enojada y excitada a la vez, y volvía a atacarnos. Sus manitos pajeaban con energía ambos pedazos, su lengua se paseaba entre nuestros testículos, algunas veces una de sus manitos bajaba hasta su vaginita y la estrujaba con rabia, levantando exageradamente el labio superior, mientras que (5) se mordía furiosamente, el labio inferior. Si tuve alguna sospecha de que la niña fingía su placer, ese acto la disipó por completo. A Hilda le gustaba el sexo, lo practicaba con regularidad y lo expresaba con toda libertad. Era una puta, hecha y derecha, que había nacido el cuerpo de una niñita de apenas 10 años.
Lógicamente, no duramos mucho tiempo aguantando la sorprendente doble chupada de Hilda. Juan se corrió, sin avisar y con un grito, sobre la cara de la niña, tomándola por sorpresa. Un grueso chorro entró en su ojito izquierdo, incomodándola. No se enojó, sólo se rió y dijo que siempre le pasaba, que no entendía porque los hombres se corrían en su ojo, en vez de hacerlo en su boquita. Hilda se levantó y fue al baño a lavar su carita. Yo, riendo, le saqué en cara a Juan, que siendo tan apuesto, bien dotado y bueno para la cama (como el mismo se pregonaba) se hubiese corrido tan pronto. El gruñó algo en tono ofendido.
La niña volvió, con un admirable buen humor. Al ver el fláccido pene de Juan, se rió diciéndole “precoz”. Eso de verdad lo puso de mal humor y se fue a la cocina a beber algo. Quedamos solitos la niña y yo. Ella al ver mi pene brillante por su babita, palpitante y aún tieso, se me acercó a saltitos, lo agarró con una manito y lo estrujó con fuerza. Después se arrodilló ante mí.
_”Tu aún estás bien durito… eres el primero que ha aguantado tanto conmigo… -dijo viéndome a los ojos mientras lamía desde la base hasta la punta, mordiendo el glande con medida fuerza- lo tienes rico… (Lamida)… grueso… (chupón en la punta)… pero (mordida en el tronco) no me sirve para metérmelo todo, sólo la punta… (usó el tronco para abofetearse la cara).
En eso volvió Juan, aún de mal humor. Al ver que la niña me estaba regaloneando, la tomó de la cintura y la tiró en la cama de forma violenta. Ella se le quedó viendo por un minuto, asustada pero, al darse cuenta de lo que pasaba, tomó un aire burlón.
_” ¿Qué pasa Juan?,… ¿no estarás celoso?, ja,ja,ja … tu sabes que me gustan los penes grandes, y tu amigo está mejor dotado … pero … no me la podría meter toda, como tú sí podrías…”, dijo para consolarlo y, comenzó a estirarse sobre la cama como una gatita caprichosa, gimiendo bajito.
Pasó sus brazos por encima de su cabeza, esbozó una traviesa sonrisa en su carita y, exhibiéndose con orgullo, se revolcó sobre las sábanas, contorneando su cuerpo sobre como una cobra al acecho para, finalmente, abrir sus piernas de par en par, hasta dejarlas horizontales a sus caderitas, separó sus labios vaginales y nos (8) mostró su agujerito bien abierto, oscuro, mojadito y hediondo a mujer caliente. Juan y yo quedamos atónitos, sólo nos faltó babear como idiotas.
Juan sería el primero en follarla, me quedaba claro. Yo fui a abrir las ventanas puesto que el calor se tornó insoportable dentro de la habitación. La niñita aprovechó para pedirme una bebida helada y que colocara la música que había en su celular, que resultó ser sólo de reggaetón. Cuando estuvo mas fresca se puso a bailar por toda la habitación. Era divertido y excitante verla mover su cuerpo y su lindo culito al ritmo de la frenética canción, mientras gesticulaba la letra poniendo caritas coquetas y alegres. Sentía que me enamoraba poco a poco de ésta putita.
Hilda fue donde Juan, lo tomó de las manos y lo llevo hasta una esquina de la habitación, arrinconándolo. La niña le pidió a mi amigo que se agachara un poco, después se puso de espaldas a él, pegó su culo a su pene y le hizo el mas caliente perreo que he visto en mi vida. Movía la colita como una bailarina profesional, de forma coordinada y con un ritmo fuerte y perfecto, refregando el durísimo miembro de mi amigo, quien la tomaba por sus caderas e intentaba, cómicamente, seguirle el ritmo.
Siguiendo el ritmo de la fuerte música, la niña estiró sus brazos llamándome. Fui hasta ella, me tomó de las manos y me hizo seña para que me agachara un poco. Con una de sus manitos agarró mi pene y lo guió hasta su vulvita, y con la otra hizo lo propio con el pene de Juan, llevándolo hasta su sabroso culo. Bailamos así, simulando una doble penetración a la niña, refregándole ambos pedazos entre sus piernas, excitándonos mas y mas.
La niña movía su cuerpo con gracia y erotismo, levantaba los brazos, movía la cabeza de un lado a otro, una coqueta sonrisa se dibujaba en su preciosa carita. Yo sentía sus labios vaginales como mullidos y mojados cojines que rozaban mi sensible y duro glande, cosa que me hacía resoplar de excitación. Juan tenía la cara roja, los ojos muy abiertos y fijos en las gordas nalgas de la niña.
Pasados unos minutos, Hilda se salió de entre nosotros, bailando provocativamente, nos tomó de las manos y nos llevó hasta la cama. Empujó a Juan con violencia y lo hizo caer sobre la colcha. Casi de inmediato, saltó y quedó de pie encima de él, a piernas abiertas, dándome la espalda. Puso sus manos en su cintura y bajó meneando su colita. Lo repitió unas veces y después, agarró el sexo de Juan, lo apuntó a su (2) vaginita y se lo enterró de un viaje, montándolo y danzando a la vez. Por último, me echó una mirada pícara y una sonrisa maliciosa por el hombro. Aquello me dejó loco.
Increíblemente, se folló a Juan de ésta manera durante un buen rato. Su culo iba de izquierda a derecha con violencia, subía hasta casi sacarse el miembro y bajaba dibujando unos círculos hasta pegarse abajo, después (y en sincronía con el ritmo de la canción) le daba unos pocos y fuertes sentones que sonaban como sonoras bofetadas. Juan no cabía en su felicidad.
Era una pequeña diosa del sexo, jamás había visto algo así. La niña lo montó por unos minutos torturándolo, cuando de golpe se paró y lo dejó tirado, con otro saltito se bajó de la cama, se puso frente a mí, lanzándome una mirada intimidante y soberbia. Sabía que me tenía excitado, y que ella nos manejaba a su antojo. Lentamente se tiró en el piso y empezó a revolcarse al ritmo de la canción. Abría y cerraba sus piernas, arqueaba su espalda, se tocaba todo el cuerpo con sus manitos, ponía caras muy calientes, le daba unos fuertes palmetazos a su vaginita, se movía como una stripper profesional.
Yo la miraba, babeando. La niña se incorporó, me tomó de los brazos y me tiró hacia abajo, tendiéndome en el piso. Se paró sobre mi cara a patitas abiertas y, bailando, bajó hasta refregarme su conchita sobre mi boca. Después me dio una larga y lenta lamida en los labios y se volvió a levantar, bajando hasta mi cintura. Agarró mi pene, bajó moviendo su colita en círculos y se enterró mi glande. Sentí su conchita como una estrecha, mojada y caliente tenaza, haciendo presión en la punta, dándome oleadas de un intenso placer, mientras ella bailaba tomando su cabeza y desordenando su cabello con sus manos, moviendo sus caderas de un lado para otro, con una mirada orgullosa, una sonrisa malvada, y cantando la canción a viva voz.
Ahora entendía la expresión que tenía Juan, quién por cierto se había levantado de la cama y observaba todo, apretándose la verga. (8) Hilda se dio cuenta de ello, lo miró por el hombro y le lanzó una mirada penetrante y una sonrisa muy seductora. Se llevó la manito a la boca, se echó una buena carga de saliva en la punta de los dedos, se agachó abriendo sus nalgas y se ensalivó la rosa de su ano, ofreciéndoselo.
Juan no lo dudó un segundo, se arrodilló tras de ella, apuntó y se lo metió en seco. Sentí, con toda claridad como el pene de Juan se metía en su culito, estrechaba la conchita de la niña, la cual terminó por apretar mi pedazo. La niña abrió la boca en una gran sonrisa y se dejó encular feliz, mientras tomaba mi cara con sus manitos y me besaba con rabia, gimiendo como una gatita en celo.
_”ah, ah, ah AHM, AHM ,AHM ,AHM… ÑHAM … ÑHAM … ay, ay, ay, AY, AY,AY, AYAYAYYYYYYYYYYHHHHH”, se quejaba sin parar mientras nuestros penes le bombeaban el interior de su cuerpecito con medidos golpes, una y otra vez. Estuvimos follando así por unos minutos, cuando en eso Hilda nos ordena parar:
_”AH, AH, AHHHHH NO, ESPEREN,… MH, MH ,MH … PAREN.. NO SE MUEVAN… NGH .NGH ,NGH …PAREN”, pidió la niña,
“¿Qué pasa, te duele mucho?”, le pregunté preocupado. Juan no dejaba de bombearla, concentrado en su placer.
_”¡¡MIERDA, TE DIJE QUE PARES JUAN!! – le gritó la niña- QUÉDENSE QUIETOS, … QUIERO FOLLARME A MI MISMA”, ordenó de forma perentoria.
Juan se detuvo en el acto. Una vez ya (2) inmóviles, Hilda tomó aire y empezó a mover su culo, adaptándose a nuestros cuerpos. Pasados unos minutos, la chiquilla había encontrado su ritmo. Arqueaba la espalda levantando el culito y lo bajaba con fuerza, movía las caderas en círculos y el cuerpo hacia adelante y hacia atrás, simultáneamente. Ella jadeaba, gemía, se quejaba, gruñía, me mordía el pecho, me comía la boca, me hacía chupones en el cuello, decía palabrotas, sudaba entera, y sonreía constantemente. Y nosotros ahí, sin poder movernos, gozando como jamás lo habíamos hecho.
_”OUHM, OUHM ,OUHM … Vamos a ver … GHA, GHA, GHA … cual de los dos … AY, AY, AY … aguanta más AH, AH,AH … hey, chicos … GHA, GHA, GHA … el que se corre primero, pierde”, nos desafió la princesita.
Era un reto difícil. La pendeja nos estaba moliendo los penes. El intenso placer salía desde mi pico y me recorría todo el cuerpo, me erizaba el vello de la piel, me daba golpes eléctricos en la nuca, y volvía a mi pene endureciéndolo aún más. Llegó el momento en que la presión del placer se me hizo difícil de controlar, mi semen pujaba por salir, yo resoplaba intentando controlar mi placer, mientras la niña iba aumentando el ritmo y la fuerza de su montada.
_”AHHHH….AHHH….AHHHH. ME VOY A CORRER, ME VOY A CORRER AHHHHGHHAAAAA”, gimió Juan mientras su cuerpo sufría los espasmos propios del orgasmo. Hilda comenzó a reírse, mientras sentía los chorros calientes dentro de su esfínter. Se burló de Juan y siguió moviéndose. Juan se salió y cayó a un costado, exhausto y se quedó dormido en el acto. Su orgasmo fue demoledor.
Hilda me lanzó una mirada divertida, y ya libre del cuerpo de Juan encima de ella, empezó a cabalgarme con mas energía. Fingía ser una texana que domaba un potro, gritando “YIIIJAAA”, riendo a carcajadas, mientras movía sus caderas de forma desordenada, feliz de verme afligido.
_”Nadie me ha ganado, voy a acabar contigo”, me dijo con un caliente susurro al oído, mientras colocaba ambas manitos sobre mi pecho, subía su culito y lo dejó caer lenta e incesantemente, comiéndose cerca de la mitad de mi pene. Sentí como si unas tenazas ardientes atraparon mi pedazo y lo estrujaron. Hilda fruncía el ceño, cerraba los ojos, se mordía los labios, sudaba, gemía bajito, me cabalgaba concentrada en su labor, el sonido del roce de nuestros sexos que chapoteaban entre sí, el olor a sudor y a vagina dominaban la habitación, sentía que se me derretían los huesos y que mis piernas perdían fuerzas … no lo podía creer … me estaba haciendo sufrir una niña de 10 años Yo aguantaba mi eyaculación hasta que llegué a ese punto en que mi pene perdió toda sensibilidad y escapó a mi control. Y ocurrió un milagro.
_”ahm, ahm, mh, mh…MH,MH,MH… que rico…que rico …QUE RICOOOOOOHHHHHH”, gritó la niña mientras comenzaba a perder el ritmo y la coordinación de sus caderas. Sus espasmos la dominaban, de su boquita se le salía un hilillo de saliva, su pelito estaba mojado, su piel hervía. Finalmente, lanzó un largo y ronco gemido, se sentó con la espalda bien derecha sobre mi pene, y después se dejó caer hacia atrás. Mi pene se salió de su sexo con un sonoro “pops”, mientras Hilda se revolcaba sobre el suelo, apretándose la conchita con sus gruesos muslos, su cuerpo contraído en espasmos y en posición fetal. Yo estaba feliz. Había ganado.
Pasaron unos minutos hasta que Hilda se recuperó, se me quedó mirando entre molesta y divertida y gateó hasta ponerse sobre mí, cara a cara. Su mirada lo decía todo
_”No se vale así … lo tienes grande, duro y bien rico… asi no es justo… pero ganaste…”, me dijo jadeante, me dio un baboso beso francés, bajó hasta mi pene duro y se vengó. Fue una venganza terrible. Agarró mi pene con una mano, tomó su largo cabello lacio, lo amarró a la base y lo ahorcó con un fuerte nudo. Escupió sobre el tronco una y otra vez, hasta bañarlo por completo, se engarfió de él con ambas manitos, masajeándolo, arañándolo, apretándolo… y… finalmente, se le echó a la boca.
Me la chupó como NADIE ANTES LO HABÍA HECHO. De su boquita emanaba saliva sin cesar, sorbía ruidosamente, me raspaba la punta con sus dientecitos o metía la punta de su lengua en la uretra. Cuando estaba dentro de su boca su lengua rodeaba mi carne, su paladar me aprisionaba, sus mejillas se hundían con la fuerza de su succión; pero, lo que mas mataba, eran cuando se los sacaba de la boca, se golpeaba la lengua, me preguntaba si me gustaba, se lo volvía a meter haciendo que el glande empujara su mejilla desde adentro, para después darme una seguidilla de fuertes chupones y raspones con sus dientes en la punta.
Lógicamente, no resistí por mucho tiempo. Retrasé la eyaculación todo lo que pude y estallé. La niña frunció el ceño y se aferró a mi glande, mientras yo, inútilmente, luchaba por zafarme de ella. Lancé chorro tras chorro de leche espesa y caliente, y la niña luchó por tragárselo todo pero, no pudo. Ví como el cuerpo de la niña se contraía evitando toser pero, fué más fuerte que ella. Se tuvo que retirar de mi boca tosiendo violentamente y, al hacerlo, un colgajo de semen le salió desde la nariz, incomodándola.
_” DIOS … ERES TREMENDA … LA MEJOR” atiné a decir, resoplando a duras penas, mientras ella sonreía orgullosa e iba al baño a lavarse la carita. Yo me quedé en el piso, recuperándome. Pasados unos minutos, Juan despertó y ya mas descansados, volvimos a la cama.
Hilda parloteó y bailó alegremente durante un rato, conversando acerca de lo que habíamos hecho. Pasó así una hora. Nos duchamos y vestimos, la niña recogió su paga, nos dio las gracias y nos preguntó si queríamos otra atención de su parte. Ambos contestamos que sí, asi que acordamos dia y hora. Al salir, encontré muy raro eso de verla en uniforme escolar, bien peinadita y ordenada. Nadie sospecharía que debajo de ese coqueto uniforme, se escondía una bestia sexual insaciable. Llegamos cerca de su escuela, Hilda se despidió de Juan con un bonito beso francés y después se despidió de mí. Me susurró al oído que esperara su llamada, porque quería darme una atención gratuita en mi casa, a solas, y me plantó un baboso beso erótico. Se bajó del auto, caminó dos pasos, se volteó hacia y me dijo en voz alta :
_”¿Aún crees que soy una niña? … je,je,je .. te dije que era una puta, que me gustaba el pico y que te iba a hacer pedazos”
FIN
Si quieren ver las fotos de Hilda, envíen un telegram al num que aparece en el relato
Sigue siendo el mismo?