La primera polla que me comí. (REAL)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
Lo que les voy a relatar ocurrió cuando yo tenía poco menos de quince años.
Era en esas épocas calurosas en mi localidad donde salir a las dos o tres de la tarde era casi implorar por una insolación o un cáncer de piel.
Como consecuencia, en mi casa (y mayormente en mi calle) la gente suele usar ropa corta.
Mis vecinas, por ejemplo, dos niñas en flor todavía, se paseaban por la calle vistiendo delicados shortcitos de tela; otros se mojaban con la manguera y jugaban en la calle.
Gracias al Cielo vivo lejos de la ciudad, a una media hora más o menos y las calles suelen estar vacías la mayor parte del tiempo.
Y claro, lo de la ropa corta también me incluye a mí y a mi hermana.
Claro que ella, en ese tiempo, era ligeramente inocente y no se daba cuenta de lo que podría provocar moviendo el trasero, andando por allí con sus shorts cortos deportivos.
Ella y mi madre solían ir a correr al parque cercano, y una vez las acompañé también y la manera en la que algunos muchachos nos miraban brillaban por su discreción.
No me extrañaba, por cierto, porque tanto mi hermanita Ximena como yo éramos en esa edad casi una copia genética de nuestra madre.
El mismo cabello, la misma sonrisa, ojos idénticos, en fin.
(Aunque actualmente Ximena está en esa edad donde empieza a preocuparse por si sus pechos seguirán aumentando de tamaño o se quedarán así)
Y en cuanto a mí… volviendo a ese tiempo de mis estudios de secundaria, me sentía ligeramente en disgusto conmigo misma, pues los muchachos iban y venían… y no es que fueran malos.
Al contrario.
Como la mayoría de los muchachos de esa edad, la perspectiva de salir con una niña era un 10 en la escala de la felicidad… y yo… bueno, qué decir… era una pequeña bitch, he de admitirlo.
Era enamoradiza, ilusionada de que un chico se interesara en mí, y en consecuencia, cuando me di cuenta de las miradas que me echaban en la clase de educación física, cuando mis tetas en desarrollo brincaban felices dentro de mi sujetador, y mis shorts delataban mis piernas bronceadas y mi trasero pequeño y respingón, no pude sentirme sino halagada.
Incluso mi profesor era un brillante instructor de gimnasio, y adoraba cruzar los muslos para él, porque al igual que mis amigas loquillas, era divertido mantener a los hombres en vilo.
Fue en esas épocas, casi antes de salir de vacaciones invernales, cuando probé por primera vez el sabor de una polla.
Recuerdo bien todavía a David.
Era un chico de otro grupo, con el cabello negro y desarreglado.
Vestía normalmente con un suéter negro y llevaba muchas pulseras en las manos.
Me encantaba esa fijación de chico malo, como si pudiera romper las reglas, como si fuera capaz de hacer cualquier cosa por permanecer cómodo.
Llevaba la vida de una forma relajada, el clásico estudiante que no era brillante ni vago.
Simplemente gozaba con sus amigos, jugaba básquetbol ya que era el más alto de su salón y era muy bueno en redacción.
Lo sé porque una vez me ganó en un concurso de cuentos que organizó la escuela, y fue allí donde me fijé en él; y bueno, ya saben como es la secundaria:
—Ve a hablarle.
No tengas pena —me decía una amiga.
—Sí, sino te lo van a bajar (ganar) por Sheila.
—Ay… no sé.
Ni ganas de estar con él —me defendía, aunque lo cierto es que no dejaba de mirarle cada vez que tenía la oportunidad en los recesos.
En fin.
Comencé con mis coqueteos discretos, las miradas, las salidas después de clases, mis primeros cigarrillos y poco a poco mi amistad con él fue haciéndose mas interesante.
Platicábamos mucho por el chat e intercambiábamos cuentos cortos.
Como toda niña a esa edad, estaba totalmente clavadita por él y me molestaba cuando la torpe de Sheila, que era la reina de la putería de la escuela, se le acercaba para tirarle del brazo, para sonreírle o para invitarle a comer.
Quien haya vivido esas cosas en la secundaria se dará cuenta de que eso sin duda era una declaración de guerra, y el idiota de mi amigovio comenzaba a fijarse en ella, sobre todo en sus prominentes pechos y en los hoyuelos que se le mercaban cuando sonreía y mostraba sus dientes con bráquets.
Le hablé a una amiga mía que ya estaba en la preparatoria, y su sabio consejo fue…
—Chúpale la verga y ya verás.
—Mmm… —me sonrojé bastante —, pero ni somos novios ni nada.
—Cuando le mamas a un hombre, ya la hiciste.
Se queda contigo.
Además son pendejadas con ustedes.
Ya llevan tiempo como amigovios.
Den el siguiente paso y ya.
—No lo sé…
—¿No se te antoja? —su sonrisa era tal que indicaba su experiencia chupando pitos —.
Ay, a mí me encanta.
El sabor es un tanto raro pero cuando la tengas con la lengua… ufff….
En serio.
No lo pienses.
Además eres mujer, naciste para eso.
Obviamente Carla estaba muy metida en su papel como hembra (y hasta ahora de milagro no ha quedado preñada).
En fin que decidí hacerle caso.
Me la pasé toda la noche imaginando cómo sería chupar un pene.
Nunca lo había hecho, pero sabía que tarde o temprano pasaría.
A esa edad el sexo no es tabú.
Yo y todas mis compañeritas sabíamos que tarde o temprano nuestros orificios serían taladrados por algún hombre, nos harían suyas a su manera y nos harían gozar de mil maneras bañándonos con sus fluidos.
Dios… incluso mi madre era de esa perspectiva y cuando me dio la plática sexual, fue un poco explícita.
Según ella para que yo aprendiera que el sexo no es un juego y que puede tener responsabilidades atroces, así que cuando esa noche sacó un condón y me enseñó a ponérselo a un plátano, no hizo más que aumentar mi deseo.
Supongo que mamá ya sabía que estaba clavadita por ese chico.
Ella insistía en que si era mi novio, ya era hora de presentarlo como tal, y si ya era mi pareja, sabía (y conociéndome) que lo único que podría hacer como madre era enseñarme a protegerme.
Incluso hasta ahora menciona la palabra condón en varias ocasiones:
—Usa condón.
—No hagas nada sin condón.
—El condón es importante.
—¿No tuviste clases de sexualidad? Estudia los métodos anticonceptivos, niña.
Y mi hermanita, hasta la fecha, en sus dulces 16 años, sigue riéndose de que me traten como a una pequeña virgen.
Claro, creo que el hecho de que mi padre ya no esté con nosotras hace que mamá tenga que ver por las dos, y tiene que aconsejarnos en cosas que normalmente no haría.
De todos modos, esa noche me la pasé en mi alcoba mirando cantidad de vídeos porno en Xhamster y en Xvídeos… y sí, lo confieso.
Me masturbé tantas veces esa noche que fue difícil no soltar un gemidito.
Eso sin contar que en ese entonces mi hermana y yo dormíamos en el mismo lugar, y le agradezco a Dios de que ella tenga un sueño muy profundo.
Me encantaba el porno a esa edad.
He de admitirlo.
Ahora ya me da igual ver un vídeo o no.
Supongo que son signos de madurez.
Especialmente miraba esa sección de female choice, donde el porno solía ser mas soft y romanticón.
Detesto el xxx donde lo único que hacen es follar como caballos.
Total que me estaba preparando para mi gran debut.
Hice lo que la mayoría de las chicas hacen a esa edad, y a escondidas: practicar.
Me metí tanto plátano me encontré en la cocina.
Traté de disfrutar la sensación… y ¡vaya que gozaba! Sólo me quedaba esperar que un pene se sintiera así de bien.
Las gargantas profundas eran un reto para mí.
No podía aguantar las arcadas, y hasta cierto punto, pasado un rato, me daba un poco de repelús imaginarme cómo sería el sabor de una polla.
Comprendan.
Tenía muchísimas dudas y mi pecho se aceleraba con la mera idea de que pronto daría mi primera mamada.
Mi estreno, como se diría.
Lo más difícil fue decirle a David que quería probar mis habilidades bucales con él.
Tuvimos una cita después de clase, y mientras coqueteábamos en una tienda de autorservicio, saqué el tema a conversación.
—Estaba hablando con mi amiga, se peleó con su novio —le inventé.
—¿Por qué?
—Nah, por cosas de sexo.
En ese punto el pobre de David se sonrojó y yo también.
Éramos apenas unos adolescentes.
—¿Sí? ¿Cómo que se pelearon?
—Ah, que porque el chavo ese anda tras ella pidiendo que se la chupe y ella no tenía ganas y se pelearon.
—¡Bah! Hay tipos que sólo están urgidos.
Sí, y también chicas, como yo.
Suspiré y extendí una mano para rozar la suya.
Hice que me mirara a los ojos y al ver esa tierna expresión para mí, me di cuenta de que no quería que Sheila me lo quitara.
Tragué saliva y me puse muy colorada hasta que él indagó que pasaba algo.
—¿Qué tienes?
—Pues… nada, sólo me preguntaba qué se sentiría chupar una pija.
Él se atragantó con su refresco.
Le pasó por la nariz.
Incluso ahora me sigue dando risa.
Él se quedó callado un momento haciéndose el tonto, mientras que yo trataba de ponerle mi mejor sonrisa.
Estaba muerta, muerta de la vergüenza, y a la vez, excitada por todos esos vídeos sobre felaciones que había visto y con los que me había masturbado.
—¿Quieres probar la mía? —respondió después de un rato.
Yo me carcajeé.
Suelo hacerlo al estar nerviosa, y después de eso asentí.
—¿Hoy?
Volví a asentir.
—Vamos a mi casa entonces.
No hay nadie.
Y sin decir nada, me levanté.
Me sentía apresurada, ansiosa y preocupada.
A esa edad, les repito, mi intelecto me decía que si no lograba mamar bien, no causaría una buena impresión y eso me frustraría.
Vamos, que las mujeres también nos sentimos mal si nuestro desempeño en la cama no es el adecuado.
A medida que íbamos a su casa, la sonrisa se me estaba borrando porque… ¡joder! Era real.
Iba a comerme mi primera polla.
Sentía un nudo en el pecho y lubricación en mi tierna vagina, que luego de pasarle un rastrillo, los jugos hacían un poco incómodo mi caminar.
Llegamos a la casa de David poco después de las tres de la tarde, y estaba vacía por supuesto.
—¿Segura que quieres?
—Sí, segura.
—Bien.
Me iré a dar un baño entonces.
—Por favor.
Me fui a su cuarto y me senté en la cama.
Podía escuchar el sonido de mi propio pulso en la cabeza.
Me dije a mí misma que sólo mamaría.
No me dejaría coger.
Me lo juré y pensaba cumplirlo.
David entró al poco rato, y ya estaba mas que dispuesto.
Venía vestido con una toalla alrededor de la cintura.
Yo me reí.
—Ay… me muero de pena —le confesé.
Él también se estaba avergonzando.
Pero ya no podíamos hacer nada, ninguno de los dos.
Se acercó.
Yo permanecí sentada.
—¿Lista?
—Sí, lista.
Se quitó la toalla.
El miembro ya estaba erecto, y lo más lindo de todo… ¡se lo había rasurado! Torpemente, claro, pero notaba todo donde debía estar.
Las venas recorriendo el tronco, los testículos en sus sacos, el glande morado, lleno de sangre.
No era un pene grande.
Le faltaba desarrollar, pero era grueso, como una banana y miraba hacia arriba.
Lo observé con detenimiento y entonces lo tomé con la mano sólo para sentir la calidez de la piel y el leve pulso sanguíneo que fluía.
Nada mas tenerlo entre mis dedos, mi vagina se mojó más de lo que ya estaba.
Comencé a masturbarlo como había visto en las porno.
Él tenía los ojos cerrados, pero yo muy abiertos.
Me asombraba la dureza, como un falo de madera.
Él lo movía y yo, llevada por una locura, lo moví mas rápido, más rápido hasta que él me detuvo.
—Espera, ¿no lo ibas a chupar?
Suspiré, y entonces simplemente me lo metí a la boca.
En ese momento no me gustó.
Tenía un sabor salado, un aroma peculiar, una textura diferente a la de una banana o un pepino.
Cerré los ojos.
Él empujó el pene hasta el fondo de mi boca y tuve una ligera arcada.
Estaba en problemas.
No me gustaba la polla.
Había fracasado como mujer.
Me la saqué un rato después.
—¿No te gustó?
—No… se siente raro.
David puso cara de bahh…
—Pe-pero lo quiero seguir haciendo.
Acuéstate.
Se recostó.
Yo estaba asustada.
No quería perder al chico.
Cuando se puso en la cama, tomé una decisión.
Era hora de meterme en mi papel.
Me desabotoné la camisa y me quité la falda.
Traía un sujetador pequeño y unos shorts de licra negros.
Le pedí que abriera las piernas, y cuando él lo hizo, empecé a besarle los huevos… ¡Dios! Eso sí me gustaba.
Sentir cómo se movían dentro del escroto, como mi lengua se deslizaba con la saliva por la piel de esa parte.
Era adictivo.
Me acostumbre de inmediato.
De repente me dieron ganas auténticas de comerme el miembro, y lo metí entre mis labios.
Mamé y mamé ignorando el sabor, ignorando todo lo demás.
Diez minutos después, estaba hechizada con la sensación.
El suave movimiento al entrar, como me inflaba la mejilla, mi lengua deslizándose por esa polla hermosa, llena de venas.
Me golpeé la lengua con la cabeza, hice de todo hundiendo mi rostro, besándola, chupando como había visto en mis vídeos porno.
Era como haber nacido para esto, un instinto de mujer.
Lo disfrutaba.
No quería que se viniera.
—Quiero hacer una cosa —le pedí.
—¿Qué es?
—Cógeme por la boca.
Me recosté.
Me quité el sujetador.
Ya estaba muerta de la excitación.
Él se subió a horcajadas, puso las rodillas a los lados de mi cabeza.
Yo sólo abrí la boca y dejé que el pene me taladrara.
Esa posición la había visto en Xvídeos y ¡Dios! Era tan excitante.
Él marcaba el ritmo, yo sólo tenía que recibirla con gusto.
—Métela mas adentro.
—¿Segura?
—Sí, ándale.
Qué decir.
Estaba poseída.
Él siguió con la cogida bucal.
Yo tenía puestas mis manos en sus caderas.
Él se apoyaba de la cama y me entregaba el pene con violencia.
Yo apenas podía respirar y la saliva me goteaba de la comisura de la boca.
Se sentía entre asfixiante y exquisito a la vez.
Me llenaba la garganta.
Me producía arcadas y a la vez no quería que se detuviera.
Me apreté los pezones.
Estaban duros.
Estrujé mis tetas tanto como pude.
Él jadeaba y sudaba.
Yo igual.
La sensación de estar cogiendo por la boca era preciosa, morbosa y caliente.
Sentía la humedad en mi coño.
Quería que me la clavara.
No me importaba el condón.
Mientras chupaba se apoderaron de mí ideas que hubiesen vuelto loca a una feminazi:
"Esto es genial.
Es el paraíso.
Nací para esto.
Me encanta la polla.
Adoro chupar.
Las chicas deben aprender a mamar a sus hombres.
Mamá también chupa así de seguro.
Ay, quiero semen, quiero semen ¡quiero semen! "
Y de repente mi deseo se cumplió.
La descarga de semen explotó en mi garganta sin previo aviso.
Fue inesperado.
Era muy líquido, caliente y un tanto ácido y muy abundante.
Tuvo que sacarme el pene y yo… sin saber qué otra cosa hacer, tuve que comérmelo.
Me esforcé por tragar.
Sentí la lechita deslizándose por mi garganta.
Me dio un poquito de asco nada mas, pero sólo al final cuando noté la garganta algo manchada todavía.
Él sufrió del periodo en que los hombres se les baja la erección y se acostó en la cama.
Yo, sin embargo, estaba satisfecha.
Me reí como una niña mientras me limpiaba la saliva de la boca.
Estaba tan… tan emocionada por haber comido mi primera eyaculación.
Fue hermoso, divertido, caliente.
Quería volver a intentarlo.
Necesitaba leche, mas leche.
Quería, en ese instante orgásmico, un balde de semen para mí, mil pollas que comer.
Mi corazón lo pedía.
Mi coño chorreaba.
Sí, sí.
Yo era una puta traga pitos ¿y qué? No me importó en ese instante.
Claro… que cuando mi excitación pasó luego de unos minutos, esos deseos se fueron y me sentí feliz, tranquila y satisfecha conmigo misma.
Me sentía mujer.
Adulta de verdad pues había perdido la virginidad por mi primer orificio.
Sólo me quedaban dos por rellenar.
—¿Te gustó? —le pregunté a David.
Él se rió.
—Sí.
—Bien…
—Ah… ya no puedo mas.
Me cansé.
Compréndalo.
Era un chico virgen todavía y era la primera vez que alguien le comía la polla.
Hasta yo estaría agotada si fuera él.
Después de ese día, nuestras salidas se hicieron un poco más frecuentes, y hasta ahora llevo la cuenta de cuantas eyaculaciones suyas me bebí: 18 en total… antes de que termináramos.
Pero bueno, eso no importa ¿verdad?
******
_) un besote a todos y todas los que leyeron
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