LA PROPUESTA DEL TRIO
Miguel y Mary, una pareja de 41 y 40 años, deciden añadir emoción a su vida sexual proponiendo un trío. Mary acepta con la condición de elegir al tercer participante, encontrando a Alejandro, un joven de 25 años con un cuerpo atlético y un miembro de 23 centímetros. La noche se llena de pasión y ….
En una cálida tarde de verano, Miguel, un hombre de 41 años con una sonrisa pícara y una mirada penetrante, se acercó a su esposa, Mary, mientras ella estaba sentada en el sofá leyendo un libro. Mary, una mujer de 40 años con un cuerpo promedio pero con unas nalgas que llamaban la atención, levantó la vista con curiosidad al ver la expresión traviesa en el rostro de su marido.
«Cariño, tengo una propuesta que hacerte», dijo Miguel, sentándose a su lado y pasando un brazo por sus hombros. «He estado pensando en algo que podría añadir un poco de emoción a nuestra vida sexual».
Mary, intrigada, cerró el libro y lo miró con atención. «Oh, ¿sí? ¿Y de qué se trata, Miguel? Sabes que me gusta mantener las cosas interesantes».
Con un susurro seductor, Miguel le propuso: «Un trío. ¿Qué te parece la idea de tener a otro hombre con nosotros en la cama? Alguien que pueda complacernos a ambos y llevar nuestras fantasías a otro nivel».
Mary sintió un cosquilleo en el estómago al escuchar la sugerencia. La idea de compartir su intimidad con otra persona era excitante, pero también quería tener control sobre la situación. «Me gusta la idea, Miguel, pero con una condición: yo elijo al tercero. Quiero que sea alguien que me atraiga y que sepa cómo complacerme».
Miguel, entusiasmado por su respuesta positiva, asintió con entusiasmo. «Por supuesto, mi amor. Tú mandas. ¿Qué tipo de hombre te gustaría? ¿Alto, bajo, rubio, moreno?».
Mary sonrió, imaginando las posibilidades. «Alguien joven, con un cuerpo atlético y… bueno, digamos que con un atributo impresionante. He oído que 23 centímetros pueden ser bastante satisfactorios».
Miguel se rió, complacido por la especificidad de su petición. «Entendido. Dejaré que tú te encargues de encontrar al candidato perfecto. Pero, ¿estás segura de que quieres algo así? Podría ser una experiencia intensa».
«Estoy segura», afirmó Mary, su voz llena de determinación. «Quiero explorar mis límites y sentir lo que es ser deseada por dos hombres a la vez. Además, siempre he querido saber cómo se siente tener 23 centímetros dentro de mí».
Con la misión clara, Miguel se puso en marcha para ayudar a Mary en su búsqueda. Después de algunos días de investigación y coqueteo en línea, encontraron al hombre ideal: un joven de 25 años, alto y musculoso, con una sonrisa seductora y, según sus propias palabras, un miembro que cumplía con las expectativas de Mary.
La noche acordada, los tres se reunieron en el apartamento de Miguel y Mary. El ambiente estaba cargado de tensión sexual mientras se presentaban y compartían algunas bebidas para relajarse. El joven, cuyo nombre era Alejandro, no podía apartar los ojos de Mary, admirando sus curvas y la forma en que su vestido se ajustaba a su cuerpo.
«Bueno, ¿por qué no empezamos a conocernos mejor?», sugirió Miguel, rompiendo el hielo. Tomó la mano de Mary y la guió hacia el dormitorio, donde la luz tenue creaba una atmósfera íntima.
Alejandro los siguió, su corazón latiendo con fuerza al anticipar lo que estaba por venir. Mary se sintió empoderada al ver la deseo en los ojos de ambos hombres. Se deshizo de su vestido lentamente, revelando su lencería negra que contrastaba con su piel.
Miguel se acercó a ella y comenzó a besar su cuello, mientras Alejandro se arrodilló frente a ella, deslizando sus manos por sus muslos. Mary cerró los ojos, disfrutando de la atención doble. «Quiero que me hagan sentir como una reina», susurró, su voz llena de deseo.
Miguel y Alejandro intercambiaron una mirada de complicidad y se pusieron en acción. Miguel la besó apasionadamente mientras Alejandro se desabrochaba los pantalones, revelando su impresionante erección de 23 centímetros. Mary abrió los ojos y sonrió al verlo, sintiendo un escalofrío de anticipación.
Alejandro se posicionó detrás de Mary, mientras Miguel se arrodillaba frente a ella. «Primero, quiero sentirte en mi boca», dijo Miguel, y comenzó a lamer y chupar sus pezones, haciendo que Mary gimiera de placer.
Mientras tanto, Alejandro guió su miembro hacia la entrada de Mary, empujando lentamente. Ella sintió cómo la llenaba, estirándola de una manera que nunca había experimentado. «Oh, dios mío», jadeó, «es tan grande».
Miguel, al escuchar sus palabras, se movió hacia abajo, besando su estómago y deteniéndose justo antes de su sexo. «Ahora, Miguel», suplicó Mary, «quiero sentirte dentro de mí también».
Miguel obedeció, posicionándose detrás de Alejandro y empujando su erección hacia la vagina de Mary desde atrás. Ahora, ella estaba llena por ambos lados, sintiendo una sensación de plenitud que la hizo gemir de placer.
Los dos hombres comenzaron a moverse al unísono, entrando y saliendo de Mary en un ritmo perfecto. Ella se sentía como el centro de su universo, deseada y complacida por dos hombres apasionados. «Más rápido», alentó, «quiero sentirlo todo».
Aumentaron el ritmo, sus cuerpos sudorosos brillando a la luz tenue. Mary se agarró a las sábanas, sus uñas enterrándose en el tejido mientras el placer la abrumaba. «Me voy a venir», advirtió Alejandro, su voz ronca de deseo.
«Hazlo», alentó Mary, «lléname con tu semen».
Alejandro alcanzó su clímax, vaciando su carga dentro de ella. Mary sintió su semen caliente llenándola, y eso la llevó al borde del orgasmo. «Ahora, Miguel», susurró, «es tu turno».
Miguel, con los ojos llenos de deseo, empujó con más fuerza, sintiendo cómo su miembro rozaba el de Alejandro dentro de Mary. «Juntos», dijo, «vamos a hacerla sentir el cielo».
En un clímax compartido, Miguel se unió a Alejandro, llenando a Mary con su semen. Ella gritó de placer, su cuerpo temblando mientras experimentaba un orgasmo intenso y prolongado.
Después de un momento de recuperación, Mary se sentó, sintiendo la calidez de su interior. «Ahora», dijo con una sonrisa pícara, «quiero saber cómo se siente en mi otro agujero».
Alejandro y Miguel se miraron, sorprendidos por su petición, pero también excitados por la idea. «Estás llena de sorpresas, Mary», dijo Miguel, besando su hombro.
Mary se puso en cuatro patas, su trasero en alto, invitándolos a continuar. Alejandro, aún erecto, se posicionó detrás de ella y, con cuidado, empujó su miembro hacia su entrada trasera. Mary jadeó al sentir la nueva sensación, ajustándose a su tamaño.
«Despacio», susurró, «pero no te detengas».
Alejandro comenzó a moverse, entrando y saliendo de su nuevo agujero, mientras Miguel se arrodillaba frente a ella, besando y lamiendo su sexo aún húmedo. Mary se sintió abrumada por las sensaciones, su cuerpo respondiendo a cada estímulo.
El ritmo aumentó, y Mary se perdió en un mar de placer. «Otra vez», alentó, «quiero sentirlo todo de nuevo».
Y así continuaron, cada hombre turnándose para complacerla, llenándola una y otra vez. Mary perdió la cuenta de los orgasmos, su cuerpo respondiendo a cada caricia y penetración.
Después de lo que pareció una eternidad, Miguel se recostó, exhausto pero satisfecho. «Descansaré un momento», dijo, «pero no te preocupes, aún no hemos terminado».
Alejandro, aún lleno de energía, continuó complaciendo a Mary, su miembro entrando y saliendo de su vagina una vez más. Ella lo alentó, susurrando palabras sucias y animándolo a seguir.
«Me voy a venir de nuevo», advirtió Alejandro, su voz llena de deseo.
«Hazlo», suplicó Mary, «lléname otra vez».
Y así lo hizo, vaciando su semen dentro de ella una vez más. Mary gritó de placer, su cuerpo temblando con cada contracción.
Miguel, ahora recuperado, se unió a ellos, tomando su turno para complacer a Mary. La penetró con fuerza, su miembro entrando y saliendo de su vagina, ahora familiar con su calor. «Juntos», dijo, «una vez más».
En un último esfuerzo, los dos hombres se movieron al unísono, llevando a Mary a otro clímax explosivo. Ella se derrumbó en la cama, su cuerpo satisfecho y exhausto.
«Ahora», dijo Miguel, con una sonrisa, «es hora de refrescarnos».
Los tres se dirigieron al baño, donde la ducha los esperaba. El agua caliente cayó sobre sus cuerpos, lavando el sudor y el semen. Pero la pasión no había terminado.
Bajo el chorro de la ducha, Alejandro y Miguel se turnaron para complacer a Mary una vez más, sus manos y bocas explorando cada centímetro de su cuerpo. Ella se apoyó en la pared, sintiendo el agua y las caricias, mientras los hombres la llenaban una vez más.
«No puedo más», susurró Mary, su voz ronca de placer. «Pero no quiero que termine».
Miguel y Alejandro sonrieron, comprendiendo su deseo. «Entonces, no terminará», dijo Miguel, besando su hombro. «Esto es solo el comienzo».
Después de la ducha, se secaron y se recostaron en la cama, sus cuerpos entrelazados. Mary se sintió agradecida y satisfecha, pero también quería mostrar su aprecio de una manera especial.
«Ahora», dijo, mirando a Alejandro, «es tu turno de recibir».
Se arrodilló frente a él, tomando su miembro aún erecto en sus manos. Con habilidad y deseo, comenzó a lamer y chupar, su boca caliente y húmeda rodeándolo. Alejandro gemía de placer, su cuerpo respondiendo a sus caricias.
«Mary», susurró, «eres increíble».
Ella sonrió, su boca llena de su miembro, y continuó su tarea con dedicación. Miguel, viendo la escena, se sintió complacido y excitado. Sabía que su esposa era una mujer apasionada y generosa.
Mary aumentó el ritmo, su cabeza moviéndose hacia arriba y hacia abajo, su lengua jugando con su punta. «Me voy a venir», advirtió Alejandro, su voz llena de deseo.
«Hazlo», alentó Mary, «déjame probar tu semen».
Y así lo hizo, llenando su boca con su caliente carga. Mary tragó, saboreando su esencia, y sonrió al ver la expresión de satisfacción en su rostro.
«Gracias», dijo Alejandro, su voz ronca de placer. «Eres una mujer increíble».
Mary se levantó, besando a Miguel apasionadamente. «Ahora, es tu turno», susurró.
Se arrodilló frente a su marido, tomando su miembro en sus manos. Con la misma dedicación, comenzó a lamer y chupar, su boca caliente y húmeda rodeándolo. Miguel gemía de placer, su cuerpo respondiendo a sus caricias.
«Mary», susurró, «eres mi fantasía hecha realidad».
Ella sonrió, su boca llena de su miembro, y continuó su tarea con amor y deseo. «Quiero que sepas», dijo, «que esto es solo el comienzo. Quiero explorar más, sentir más, y vivir más aventuras contigo y con otros».
Miguel, al escuchar sus palabras, se sintió lleno de amor y deseo por su esposa. «Entonces», dijo, «lo haremos. Viviremos cada fantasía, juntos».
Con una sonrisa, Mary se levantó, besando a ambos hombres. «Ahora», dijo, «descansemos. Pero mañana, o quizás en el próximo capítulo, continuaremos nuestra aventura».
Y así, los tres se recostaron, sus cuerpos satisfechos y sus mentes llenas de posibilidades. La noche los envolvió, pero sabían que su historia no había terminado.
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