La próxima vez, se más discreta y súbelos al apartamento, así nadie se enterará.
Una mujer que sufre de repentinos deseos de tener seo, estando en la piscina del edificio donde vive, le atacan esos fuertes deseos al ver a dos vecinos que la observan, y decide dar rienda suelta a sus deseos..
Por lo general soy una mujer muy juiciosa, pero hay ocasiones en que no sé qué me sucede, que me entran unos calores, y la única manera de calmarlos, es dándome un buen gusto, como me sucedió en el mismo edificio en que vivo, era verano, y hacía un calor de los mil demonios.
Por lo que como mi marido se encontraba de viaje, por su trabajo, pensé en bajar a refrescarme en la piscina del edificio, estando en la piscina, me encontraba sola, y no sé porque se me ocurrió pensar en lo sabroso que sería poder bañarme completamente desnuda.
Pero las normas del edificio lo prohíben, al rato mientras me encontraba tendida en una de las sillas, llegaron un par de chicos, mejor dicho, llegaron un par de hombres, que apenas me vieron, prácticamente me desnudaron con la mirada, y aunque yo estaba muy consciente de su presencia, procuré no hacerles caso, pero que de momento me volvió a entrar por mi coño ese calor de la insatisfacción.
La verdad es que estuve a punto de subir a mi apartamento, pero ese deseo repentino de dejar que me penetrasen, se apoderó de mí, realmente no tuve que esforzarme mucho, ya que apenas intercambié algunas palabras con ellos, diciéndoles cómo me sentía, eso bastó para que ambos procurasen hacerme la mujer más feliz, por lo menos de todo el edificio, en esos momentos.
De que pensé en mi marido, les mentiría si les digo que no, que, si me sentí mal por lo que estaba comenzando a suceder entre ellos dos y yo, la verdad es que no, el deseo que sentía de tener sexo como una loca, no me dejaba ni pensar.
Por lo que a medida que entre los dos fueron acariciando mi cuerpo, y despojándome de alguna que otra prenda, yo sin oponerme a sus avances, les sonreía, dándoles a entender a los dos que yo estaba dispuesta a todo.
Así que, sin remordimiento alguno, cuando ellos dos comenzaron a tocarme por todas partes, lo más lógico era que me dejase hacer todo lo que a ellos se les ocurriera, así que además de mamar mi coño, divinamente, por cierto.
Cuando me tocó a mi ponerme a mamar sus vergas, lo disfruté de manera increíble, por lo que a medida que ellos iban avanzando, yo me iba calentando más y más, al grado que prácticamente les pedí que me hicieran de todo.
Como en efecto lo hicieron, pienso que mis gemidos se debieron escuchar por todo el edificio, a medida que fui recibiendo una y otra vez las vergas de mis dos acompañantes.
Yo movía mis caderas, como una verdadera loca, el morboso placer que sentía, al estando siéndole infiel a mi marido, era algo único, no hubo espacio de mi cuerpo que ellos dos no explorasen, incluso hasta cuando uno de ellos me dio por el culo, lo disfruté de manera única.
Así que mientras una verga entraba, y salía, una y otra vez de mi culo o de mi coño, mi boca continuaba mamando la verga de su compañero, yo no sé qué sucedió, pero al parecer rápidamente se corrió la voz por todo el edificio, de que yo era una loca, que me encantaba que me dieran verga de la buena.
Desde luego que cuando mi marido regresó se enteró de todo, alguna envidiosa, seguramente le fue con el cuento, así que cuando me preguntó si me había divertido, no pude mentirle, y le respondí que sí.
Fue cuando mi esposo, algo molesto, me dijo. “Para la próxima vez, mejor sube a tus amantes al apartamento, así nadie se enterara de lo que haces.”
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