La quinceañera y el profesor "Sargento"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era año del 2002, cursaba mi último año de secundaria, el año más desastroso de mi vida, ya que sufrí mucho de bullying por ser diferente a los demás.
Cosa que poco a poco he ido superando, pero algo que me pasó en ese tiempo con un profesor de 50 años es algo que nunca olvidaré, ya que eso fue el inicio de mi despertar sexual y; mis más grande regalo cuando cumplí los 15 años.
El profesor Valderrama, que todo el alumnado de la secundaria técnica le tenían miedo e incluso le apodaban “El sargento”, era muy conocido por ser un profesor muy estricto y vengativo con el que se metía con él.
Era muy rudo, ya que no toleraba un mal comportamiento por parte de ellos, más si se le faltaba al respeto, cosa que me daría cuenta desde el primer año.
Empezando a cursar la secundaria, no pude cumplir con dos tareas de la materia de artística, materia que el profesor daba y fue el motivo por el cual me reportó y con voz enojada, le dijo a la licenciada de orientación educativa que la muchachita, osea yo, era muy floja y no cumplía con sus obligaciones.
Desde ahí mis problemas con el profesor “sargento” empezaron, a tal grado que él me miraba y no me quitaba la vista de encima, su mirada era muy fuerte que no lo quería mirar por un segundo.
Los viernes, como su materia nos tocaba a la última hora, el profe me pedía que me quedara a lo último y hasta que todos los compañeros se fueran, me ordenaba barrer su aula.
Sabía que tenía que mejorar esa situación, cumpliendo con las tareas y trabajos que pedía, pero las cosas empeoraban aún más, decía que mis tareas estaban malhechas y los hacía al aventón, a tal grado que no deseaba entrar más a su clase.
Llama a mis padres para darles la queja de que no entraba a clases y quería; según él, “saber” porque la muchachita faltaba y no daba una en su materia.
Yo estaba muy nerviosa por lo que estaba a punto de ocurrir, mi padre se enteraría de que no he entrado a clases y me regañaría.
El profesor y mi papá hablan sobre mi comportamiento y le hace unas cuantas preguntas, yo sólo volteaba por otro lado o cerraba los ojos cuando tocaban algún punto incómodo, a lo que mi padre prometió vigilarme y cuidar que hiciera todas las tareas y no me salvé de una regañiza al llegar a casa.
Seguía entrando con más temor a las terribles clases de artística, en una de ellas pasó algo muy extraño que no me esperaba, el profesor Valderrama o “El sargento”, seguía mirándome muy seriamente como de costumbre, hacía los ejercicios y no me quitaba la vista de encima, lo volteaba a ver con mucho temor y el profesor seguía mirándome a tal grado que empecé a sentir más que incomodidad, una cierta atracción.
En ese entonces, yo no cumplía los 13, el profe tenía 48 años, gozaba de buena salud física pero era una persona muy nerviosa.
Un conserje que se llevaba muy bien con él, me pidió que le tuviera mucha paciencia porque estaba pasando por un problema y eso lo había hundido en una profunda amargura, pero no me dijo nada más.
Seguía siendo muy rudo y muy enojón, pero un día, a la hora de salida, decidí dejarle una pequeña bolsa de chocolates kisses y una nota con una frase: “Es usted muy serio porque nunca ha comido chocolates”.
Al otro día, me llama y me pide de una manera muy seria que le traiga una caja de chocolates porque se le había pasado el efecto de la sonrisa.
Se lo lleve al día siguiente y así sucesivamente hasta que poco a poco me fui ganando su confianza, y me había dado cuenta que dentro de ese hombre rudo y fuerte, se escondía un hombre tierno y lindo que no a todos solía mostrar.
Pasaron los años 2000 y 2001, y fue en 2002, quince días antes de mi cumpleaños número 15, que me invita a su casa a tomar café y me pide que le traiga los chocolates que tanto le habían gustado.
Llegué a su casa y me abrió la puerta su hijo, un muchacho serio pero no descortés, me invita a pasar y me pide que espere un rato porque su papá se estaba bañando.
Carlos, el hijo del profesor Valderrama, se va.
Espero y su papá sale en bata de baño y me pidió que lo disculpara por recibirme así, yo empecé a sonrojarme y me pregunta:
Prof.
Sargento: – ¿Se ha sonrojado usted muchachita?
Yo: – ¡No!.
Para nada.
Prof.
Sargento: – Ok.
Me responde con una sonrisa incrédula.
Pasan unos minutos y sale completamente vestido y peinado como acostumbraba.
Me invita a la cocina, saca dos rebanadas de pastel de chocolate y sirve dos tazas de café.
Comenzamos a comer pero yo me sentía muy apenada por la mirada fuerte del profesor, pero también se dibujaba en su rostro una sonrisa poco definida.
Al principio no sabemos que decirnos, hasta que le hago unas preguntas que no sé cómo me atreví a preguntarle.
Me dijo que vivía con su hijo, que a veces conviven pero que no se llevan del todo bien y le dije que yo a veces con mi padre no platico mucho.
También me contó que su esposa había fallecido en diciembre del 99 y que eso lo despedazó por dentro, y también me dijo que se sentía muy solo.
Seguimos tomando más café, comimos los chocolates provoca sonrisas, poco a poco nos fuimos tomando confianza a lo que yo le dije:
Yo: – Si usted lo desea, le puedo seguir trayendo más chocolates y así, sonríe mucho y no se sentirá solo.
El profe al oír esas palabras, se tranquilizó mucho y me pidió que siempre lo fuera a visitar y le hiciera compañía, yo acepté, pues el profe “sargento” ya me gustaba horrores y parece que a él le agradó que yo me atreviera a conocerlo muy a fondo.
Tanto que me da un abrazo y….
olía muy rico, un olor que no se me olvida hasta el día de hoy, sentí mucha tranquilidad en sus brazos, que bien podía quedarme dormida.
Luego me da un tierno beso en la frente y toca mi nariz con su dedo índice, sentí una sensación riquísima dentro de mí, nerviosismo mezclado con excitación.
Profe Sargento: – ¿Te pasa algo pequeña?
Me pregunta en voz baja.
Yo: – ¡No!.
Nada.
Le contesto muy nerviosa.
Llegó la hora de irme y al llegar a casa, a la hora de dormir, recordé el dulce abrazo del profe y empecé a sentir una sensación extraña en mi clítoris.
Estoy acostada boca abajo, me abro las piernas, la sensación sigue ahí, no se me ocurre tocarme pero si terminé bien húmeda hasta que logré quedarme profundamente dormida.
Casi todos los días iba a visitarlo y me invitaba postres y tazas de café, comíamos siempre los chocolates y al llegar a casa seguía soñando y teniendo fantasías eróticas con su fuerte personalidad, pero en la escuela, su humor era el mismo como lo conocí el primer año; rudo y hostil, pero en secreto, con sus allegados incluida yo, era otra persona.
Era mi gran secreto mi atracción por el profe, que cuando estaba cerca de él en la escuela, trataba de disimular siempre, al mismo tiempo que sentía grandes nervios y mucha ilusión al verlo.
Un sábado, discutí con mi padre y me cacheteó, que salí corriendo de la casa y se me ocurrió ir a la casa del profe, toqué desesperada y me recibe con una sonrisa, pero al ver mis lágrimas, me pregunta que tengo y me invita a pasar.
Trata de calmarme abrazándome como de costumbre y muy tiernamente me pide que no llore, seca mis lágrimas con un pañuelo que él tiene y que conserva su afrodisíaco aroma de su perfume.
Nos sentamos en su sofá y le conté lo que me había pasado, me escuchó y me abrazó más fuerte, a tal grado que cuando lo abracé, sentí como la excitación crecía dentro de mí, deseando con todas mis fuerzas que me besara y recorriera mi cuerpo con sus fuertes manos.
No sé por cuánto tiempo estuvimos abrazados, cuando de repente, mi profe querido me agarra de la mano y me la aprieta, y me da un beso cerca de mi boca.
Profe Sargento: -Con este beso te sentirás mucho mejor mi muchachita.
Yo lo miré fijamente a los ojos, de repente sentí muchos deseos de darle un beso, pero me detuve.
Dieron las 10 pm y se ofreció a llevarme a mi casa, argumentando que era una niña muy bonita y que alguien podría robarme.
Llegando a mi casa, me dirijo a mi cuarto, me baño y me acuesto en la cama, y esa sensación de excitación la vuelvo a sentir otra vez, y cada vez mucho más fuerte.
No hallo como calmarme, me vuelvo loca y no lo tenía a mi lado.
Hasta el día de mi cumpleaños.
El profe me pidió ese día que fuera a su casa, de hecho, planeaba también dejarle la invitación de la fiesta de mis XV.
Al llegar a su casa, me recibió con una fiesta sorpresa, invitó a unos compañeros con los que más confianza tenía, el profesor Luis de la materia de cívica y al conserje Don Julián con el que teníamos una gran amistad.
Comimos espagueti a la boloñesa que él me había preparado y partimos el pastel.
Después de celebrar y bailar por un buen rato, los muchachos junto con el profe Luis y don Julián se fueron y el profe sargento y yo nos quedamos completamente solos.
Seguimos con la fiesta nada más él y yo, estábamos en su sofá, se sienta junto a mí, me estaba poniendo más nerviosa; pues el profe se había acercado demasiado a mí y empezó a decirme esas dulces palabras que tanto me agradaba oír.
Profe Sargento: – Eres mi dulce princesa.
¿Lo sabías?
Yo: – Sí… Lo sé.
Empieza a acariciar mi rostro con sus fuertes manos, yo comienzo a temblar de los nervios, pues el profe me miraba muy fuertemente mientras me tocaba el rostro.
Yo quedé paralizada, y a la vez, me gustaba las caricias que me hacía y sentía que no podía mirarlo, pues la pena de que él viera mi reacción era muy grande.
Profe Sargento: – ¿Te gusta lo que te hago mi muñequita preciosa?
Yo: – si… Muchísimo.
Profe Sargento: – ¿De veras?
Yo: – Si! Bastante.
Profe Sargento: – Que bueno.
De pronto, el profe empieza a besarme muy suavemente.
Comienza por mi frente, luego en mis mejillas y a lo último en mis labios sedientos de los suyos.
Me besa, me sigue besando, el me abraza, yo lo abrazo y me aprieta tan fuerte que me empieza a gustar.
Sus caricias son tan embriagantes que caigo rendida a sus pasiones desenfrenadas y a su fuerte virilidad.
Empieza a besarme el cuello, me jala mi cabello y vuelve a besar mis labios, siento como me carga y me lleva en sus fuertes brazos fuertes a su cuarto.
Me acuesta en la cama y se pone encima de mí, me besa de nuevo, mis labios poco a poco aprenden a besar, mmmmm….
Me besa de modo tan rico y poco a poco me entrego a él, me empieza a quitar lentamente la ropa, él también se la quita hasta quedar completamente desnudos y….
sin nada que ocultar.
Me acaricia mis pechos y empieza a besarlos y chuparlos, siento como me estremezco del placer que hago un suave gemido.
Profe Sargento: – ¿Te gusta pequeña?
Yo: – Mmmm… ¡Sí!
Sigue chupando mis senos mientras me acaricia mi abdomen, hasta que llega a mi zona íntima, acaricia suavemente mi vagina y después hace lo mismo con mi clítoris; mis gemidos se hacen más fuertes, sigue besando mis senos, le demuestro poco a poco que me agrada lo que me hace y luego comienza a hacerme un rico sexo oral.
Me succiona a más no poder y grito con mucha más fuerza, es una sensación que antes era muy leve, pero el profe se encargó de que sintiera mucho placer y sobre todo, fue muy cuidadoso y muy cariñoso conmigo mientras me lo hacía.
Siguió con su placentera labor y lo comienzo a animar.
Yo: – Mmm… ¡Que rico lo hace! Huuyy.
De repente, comienzo a experimentar una sensación aún más fuerte, era mi primer orgasmo provocado por el sexo oral.
Profe Sargento: – Mmm… Que rico te corriste bebé.
Ahora te toca a ti darme placer.
Me besa y me levanta, me pide con mucho amor que le haga sexo oral, yo le obedezco.
Se lo comienzo a chupar, él me va guiando y poco a poco me empieza a gustar tener su miembro viril en mi boca, tanto que yo no me puedo detener, seguía succionando y lo hacía muy suavemente, cosa que a él le gustó, lo miro y el empuja mi cabeza hacia su pene, dando a entender que deseaba que se la siguiera chupando.
Profe Sargento: -Tienes una boquita deliciosa, me gusta lo que me haces bebé… Huyy, sigue, no te detengas.
Y así lo hice, no me detuve y seguí succionando, el profe gemía y más me animaba, me decía cosas muy sucias y eso empezó a prenderme aún más.
Profe Sargento: -Huuyy nena… Si sigues haciéndomelo así, se me saldrá la leche.
Tu boquita es tan poderosa.
Me levanta y me besa con mucha pasión, me acuesta en la cama, me abre las piernas despacio, me chupa un poco y empieza a meter un dedo en mi vagina, siento tan rico mientras el mete y saca su dedo del medio lentamente y sin lastimarme, luego se pone un condón, le pone un poco de lubricante y empieza a acariciar mi vagina con su pene.
Me pone a mil todo eso y se lo demuestro abriendo más mis piernas; él se da cuenta de eso y comienza a penetrarme muy lento, con suavidad para no lastimarme, pues él comprendía que era mi primera vez y quería que todo saliera bien.
Logra penetrarme, siento como me penetra y me gusta esa sensación, empieza a moverse y mientras lo hace, yo empiezo a gemir despacio, sigue moviéndose y yo no dejo de gemir, poco a poco se empieza a mover más rápido y yo empiezo a gritar más.
Se empieza a mover tan fuerte que el placer aumenta en mí.
Yo: -Mmm… ¡Sí!, me gusta como lo hace.
Siga así.
Él obedece la orden y se sigue moviendo.
Me dice las palabras más dulces y entrecortadas por la excitación que sentía y que le provocaba mis gemidos.
Profe Sargento: – Huyyy… Que rico es tenerte chiquita, deliciosa mmm.
Yo ya no aguanto y siento que voy a correrme, él se mueve más rápido, cuando de pronto; tengo un fuerte orgasmo y el profe, al oírme gritar, se corre también.
Cuando termina, me besa mis labios y se recuesta en mí.
Me sigue besando, yo lo beso con mucha pasión; pues era la primera vez con un hombre de verdad y que me enseñó todo lo que sabía sobre el sexo.
Me trató con mucho amor, y de hecho, sentí mucho amor mientras me lo hacía y me dijo:
Profe Sargento: – Soy tu primer regalo de cumpleaños, y soy tu primer hombre.
Vas a ser mi bebé, mi preciosa quinceañera.
¡Estás muy hermosa!
Yo: – Usted es un gran hombre, y valla hombre, ¡Que guapo es usted!, Gracias por hacer mi deseo realidad.
Profe Sargento: – Eres mía, y yo soy tuyo.
Porque lo vamos a repetir de nuevo y muchas veces, ¿Verdad? ¿Me lo prometes?
Yo: – ¡sí!, se lo prometo.
Seguimos así hasta las 11 de la noche.
Me llevó a mi casa.
Me acompañó en mi fiesta de XV años que me organizaron mis padres.
Bailó el vals conmigo y al oído me dijo:
Prof.
Sargento: – ¡Felicidades! Mañana te espera otra sorpresa… Mi hermosa Quinceañera.
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