La santa mano del padre Pepe.
Una feligresa cuenta como descubrió, y se benefició de la Santa Mano del padre Pepe.
Cuando vimos por primera vez al padre Pepe entrando en la sacristía, más de una de nosotras pensó que de que se trataba de un nuevo monaguillo.
Ya que el padre Pepe, además de ser delgadito, y no muy alto, tiene una carita de nene bueno, que no puede con ella. Aclarada la confusión, poco a poco fuimos conociendo al padre Pepe. Yo en varias ocasiones había escuchado uno que otro chisme, de cómo se nos quedaba viendo, a nosotras las servidoras del altar, así como a otras de las mujeres que participaban de los diferentes ministerios.
Pero en una ocasión no fue algo que me contaron, sino que lo vi en persona, o bueno por lo menos gran parte de lo sucedido. Cuando a Miguelina, la viuda del farmaceuta, al terminar la misa, se dirigió a la sacristía, cuando le dio un ataque.
Nosotras procuramos calmarla, hasta que el padre Pepe entró en la sacristía, y tras observarla detenidamente, nos dijo al resto de nosotras que era necesario que saliéramos, y nos arrodillásemos frente al altar, y que hiciéramos un novenario. Mientras que él exorcizaba a la pobre Miguelina.
Así que apenas salimos de la sacristía, las que nos encontrábamos presentes nos dirigimos al altar a rezar. Mientras que el padre Pepe atendía a Miguelina, la que después de un buen y largo rato ella salió, de lo más tranquila, y se puede decir que bien risueña.
Yo al principio no pensé nada raro, pero a la semana cuando vi a Miguelina, entrando solita en la sacristía, me llamó la atención. Y al acercarme pude escuchar claramente como ella gemía, al principio pensé que, de dolor, pero después no me quedó la menor duda de que era de placer.
Así que como, aunque mi marido está vivo, y jodiendo. Para los efectos era como si estuviera muerto, ya que sencillamente no se le para. Así que agarré a Miguelina, y le dije de manera bien convincente, de que me contase todo, o yo le diría a todo el pueblo lo que ella y el padre Pepe hacían en la sacristía.
Al parecer la primera vez realmente a mi amiga le dio un ataque de histeria, de lo cual el padre Pepe la atendió de la manera más efectiva que pudo. Y desde esa tarde ocasionalmente él la seguía ayudando con eso de los ataques de histeria. Yo no sé qué sentí en esos momentos, pero entiendo que también me dio un ataque de esos, pero estando a solas con el padre Pepe.
Quien al asegurarse que nos encontrábamos solos, procedió a exorcizarme. Lo primero que hizo fue tras recostarme en el sofá, y asegurarse que las puertas estaban cerradas, procedió a levantar mi falda, bajarme los pantis y tras separar mis piernas, se dedicó a darme una increíble mamada de coño.
A lo que yo gritando como una loca, pero en voz baja, le pedía que continuase. El padre Pepe con la fuerza de su lengua, me hizo disfrutar de un milagroso orgasmo, como nunca lo había disfrutado.
Pero no conforme con ello, se subió la sotana, se bajó el pantalón, y usando su miembro le cayó a palo al demonio que se había incrustado dentro de mi lujurioso coño. Yo movía las caderas y seguía pidiéndole que me diera más y más duro, mientras que él no paraba de meter y sacar su milagroso miembro dentro de mi pecador coño.
Bueno la verdad es que el placer que me hace sentir el padre Pepe es inconmensurable, además de que en ocasiones Miguelina se integra a nuestros juegos. Claro que nadie más está al tanto de lo sucedido, ya que ni ella ni yo queremos competencia.
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