La secretaria y el de sistemas
Sexo en el cuarto de sistemas con la oficina vacía .
Sabrina es la secretaria del jefe, eficiente como pocas, atractiva, todo en su lugar sin abusar.
La mujer de 23 años está, por fin, superando a su ex, un tipo al que le dedicó 7 años de su vida. Su primer beso, su primer amor, su primera vez.
Cuando tenía 22 años se veía casada, muy pronto, con su novio de 24. Todas las citas esperaba su anillo de compromiso, soñaba con el momento en que le pedía matrimonio, pero en lugar de eso, unos días antes de su 8vo aniversario, su novio decidió terminarla, «ya no te amo» y se largó, dejando a la chica destruida.
A los 14 se hicieron novios, a los días fue su primer beso, a los 16 su primera vez, con muchas sesiones de sexo oral y manoseo en medio.
Un año entero le tomó a la chica recuperarse, 10 meses de llorar todas las noches, 10 meses de borracheras, siempre con sus amigas, siempre con sus padres.
Los últimos dos meses le sirvieron a Sabrina para reflexionar, es jóven, no está mal, le gusta el sexo, «sexo, es hora de buscar un nuevo amor».
En el área de sistemas trabajará Zacarías, un tipo alto, de complexión robusta y voz gruesa. Varias chicas de la oficina se han metido con él, es un buen amante, pero es muy brusco. Abusando de su tamaño y fuerza Zacarías se deja llevar cogiendo con bastante energía a sus parejas.
Todas las mujeres, un total de 5, agradecen al cielo que tiene un pene normal, si fuera más grande las lastimaría.
Sabrina ha escuchado esas pláticas, su anterior pareja prefería hacerlo suave, alguna vez se lo hizo con energía, fueron las pocas veces que alcanzó un orgasmo. Constantemente le insinuaba eso a su novio, pero él decía que ellos hacen el amor, no cogen.
Por eso le pica la curiosidad, si bien no quiere tener aventuras, le interesa conocer diferentes hombres antes de enfrascarse con uno solo.
Sábado a mediodía, el trabajo se acaba y todo mundo se retira, salvó Sabrina que debe terminar un pendiente para su jefe a cambio de descansar el lunes y de Zacarías, que disfruta encerrarse en la oficina helada y jugar videojuegos con la red del trabajo.
Para las 5 de la tarde Sabrina casi termina, se levanta un momento para prepararse un café. La cafetería de la oficina está en frente de sistemas, mientras espera su café se prepara, la curiosa mujer se fija en la oficina de sistemas, a través del cristal de la puerta puede ver movimiento, ahí está Zacarías, jugando, enfrascado en su mundo, ignorante de los ojos que lo observan.
La mujer observa al hombre, no es feo, tampoco es una belleza, pero es bien parecido, grande, su cuerpo robusto no es grasa, tampoco músculos, son una mezcla de ambos, le gustan sus ojos, redondos, pestañas largas, nariz chata, mentón cuadrado, detesta su barba, pero tampoco es problema.
Zacarías gana la partida y festeja, su grito de júbilo sorprende a la mujer que lo observa. Ambos hacen contacto visual, él está apenado, si bien ella no sabe qué hacía, lo sorprendieron.
Sabrina se está riendo, le causa gracia que un hombre de esa edad grite de esa forma, su anterior pareja también juega, así que se imaginó estaría haciendo lo mismo.
Con dos tazas en mano la mujer entró a la oficina de sistemas, le ofreció una al avergonzado hombre que la aceptó.
La mujer se burla acusando que solo los tetos vírgenes juegan LOL, él está sorprendido que conozca el juego, que conozca la jerga, personajes, mecánicas, pero esto mismo le ayuda a relajarse y entrar en confianza.
A Zacarías le resultó un poco decepcionante que ella sepa del juego por su ex pareja. Al mismo tiempo, Sabrina se siente cómoda con él, era como hablar con alguien que ya conoce.
El café se acabó, los temas se acabaron, pero el silencio no es incómodo. Zacarías le tiene ganas a Sabrina, le gusta mucho, pero no quiere que le pase lo mismo de siempre, una noche y se acabó, le interesa como para ser su amante de planta, al menos por un rato.
Sabrina se imagina sus manos en su cintura doblada contra el escritorio mientras la cogen duro desde atrás, se está excitando, ve los labios moverse pero solo escucha una cosa «te quiero coger» repetidamente.
Zacarías está asustado, no había visto una mirada así, pensó que estaba enferma o algo le pasaba, le preguntaba si se encuentra bien, pero no hay respuesta. Preocupado se levantó cuando ella comenzó a morder su labio inferior.
Cómo leona Sabrina se abalanza sobre el hombre que tiene enfrente para besarlo. Asustado y sorprendido la sujetó por sus hombros con la idea de apartarla pero los labios lo hicieron entrar en razón, ahora la sujeta con fuerza jalandola hacía él.
Un año sin sexo, un año entero sin el afecto y contacto de un hombre que la desea, pezones erectos, vagina mojada, ojos cerrados, pupilas dilatadas, temperatura corporal en aumento.
Las manos de Zacarías son grandes, cómo lo pensó, es fuerte, la levanta del suelo para besarla, no es que sea pesada, 48 kilos, es que su novio nunca pudo hacer eso, no era necesario, medían casi lo mismo, ella 1.52 él 1.65, Zacarías mide 1.98 y la levanta con facilidad.
El beso fue largo, casi 5 minutos, tiempo en que el pene de él se puso duro debajo de su pantalón, picando el vientre de ella. Deseaba empujarla contra el escritorio, subir su falda de oficina, bajar su panti a medio muslo y penetrarla con energía como siempre lo hace, pero el hombre tiene inseguridades, ser un mal amante es una de ellas, por eso prolonga el beso, está intentando ser considerado con su pareja.
Lo que él no sabe es que Sabrina escurre, la presión de sus manos, la fuerza de sus brazos, el pene contra su vientre, saber que se la van a coger con energía, la duración del beso, saberse indefensa contra este hombre que la levantó como si fuera una muñeca, todo eso resulta ser erotismo puro para una mujer que su experiencia sexual incluye misionero y a cuatro algunas veces, muchas menos de las que quisiera esa última.
Zacarías ya no aguanta, desea cogerla, pero no sabe cómo romper el beso. Al verse corto de imaginación hace lo mismo de siempre, pone a la mujer boca abajo, sube su falda, baja las mojadas braguitas, sacó su rifle, aplicó la saliva de siempre y se perfiló, todo esto ante la mirada atenta de Sabrina que desea tener ese dardo de carne un poco más largo y grueso que el de su ex pareja.
Con la forma ruda de ser que lo caracteriza forza a su amante a bajar la vista con una mano en la espalda. Este movimiento de dominio le saca un grito de sorpresa a la mujer, pero lejos de molestarse se emocionó, es lo que ella desea, que la tomen con energía, sin preguntarle, el consentimiento ya lo tiene.
La punta del pene hace contacto con la mojada vagina, Sabrina suspira y se le escapa un «ah!» de sorpresa cuando siente una mano en su hombro y otra en su cintura al mismo tiempo que entra el glande separando sus labios.
Zacarías está luchando por contenerse, vacila un poco, disfruta de la humedad y el calor, nota la diferencia de Sabrina y las otras mujeres, ninguna estuvo nunca tan mojada como ella. Haciendo presión en sus manos el hombre empujó su cadera, cuál cuchillo caliente en mantequilla, toda su hombría se hundió hasta la base.
Sabrina gimió de sorpresa en todo el asalto, no hay mucha diferencia en tamaño respecto al miembro de su ex y el que la posee en este momento. La caliente oficinista suspira aliviada y satisfecha por eso, piensa en la cogida que le espera, dejándose llevar incita al hombre que la sujeta con fuerza «cogeme fuerte».
Zacarías, confundido, tarda en reaccionar ante la petición, mueve sus caderas cadencia suave, ella cree que está midiendo el terreno, pero no, el hombre pretendía llevar ese ritmo.
«¿Estás segura?» Preguntó, «con fuerza» le respondieron.
Emocionado dejó de lado sus dudas dándole a la mujer lo que deseaba, sexo rudo, cómo él sabe hacerlo.
Los gritos de Sabrina se escuchaban en todo el piso, cualquiera a 15 metros de distancia y con la puerta cerrada podría adivinar lo que estaba pasando.
En el escritorio de Zacarías los gritos acompañan el sonido de los cuerpos al impactarse. El interior de Sabrina duele, el miembro que la coge empuja con fuerza sus paredes vaginales, pero lejos de molestarle le causa placer, disfruta de la violencia que el hombre imprime, le gusta saber que la están usando, que su cuerpo es tomado para darse placer, esto le hace bien, se le están olvidando todos esos años perdidos con ese hombre que la llevaron a nada, su vagina escurre como nunca, el pene que la perfora tiene rastros de eso a su alrededor, puede sentir cosquillas de un orgasmo comenzando a formarse, ella lo disfruta y cambia los gritos por gemidos de placer, concentrada en el placer que se aproxima.
Zacarías por su parte está disfrutando de esto, su pene, pelvis y piernas escurren los jugos de la mujer, nunca le había pasado eso, ninguna mujer nunca se había mojado tanto con él como Sabrina, su vagina no es particularmente estrecha, lo normal, sumado a eso los jugos lubrican su pene facilitando el empuje, se desliza dentro y fuera con el mínimo esfuerzo, llega hasta lo más profundo de ella con suma facilidad, sus gritos lo están volviendo loco, las nalgas a su alcance lo llaman, desea azotarlas, un cambio en el tono de la vagina le juegan una mala jugada, la tensión interna lo acerca a su orgasmo, sin evitarlo libera a la mujer de su hombro estrellando la mano libre sobre el trasero que lo hipnotiza.
«Haaaay»
El quejido más sensual, sexy y erótico salió de la garganta de Sabrina, rompió su concentración un segundo pero el ardor en su nalga la ayudó a disfrutar más el placer en su interior. A la primera nalgada la acompañó una segunda en su otra nalga.
El ardor combinado le roba el aliento, apenas si puede gemir, cierra sus ojos retomando el placer acumulado, su clímax está cerca, tendrá un orgasmo en cualquier momento.
- ¿Te gusta?
La ronca voz la hizo sentir puta, un tipo de la oficina con quién nunca ha cruzado palabra se la está cogiendo con fuerza sobre su escritorio en la oficina vacía. Le encantó esa sensación de ser usada, tomada para satisfacer los deseos de ese hombre que la coge con violencia y tiene el descaro de preguntarle si le gusta.
- S-s-si siiii
Sabrina respondió cómo pudo, le falta el aire, se lo roban a cada arremetida, su cuerpo está por llegar al umbral, los gritos de placer de Zacarías le gustan, sabe que está cerca de acabar «una pena, ya será en otro momento» piensa temiendo que se quedará sin su orgasmo, una nueva nalgada y el ardor le hierve la sangre, el pene revienta su vagina, tal vez lo logré, si su amante aguanta solo un poco más.
Ella no respira, se concentra en el placer que le causa el pene en su interior, quiere gemir pero no puede, le falta aire, se niega a respirar, rompería su concentración, la mujer pone su alma, mente y corazón en ese momento, desea un orgasmo, pero Zacarías ya no puede más, presa de su propio placer ruge liberando su carga en el interior.
El calor del semen quema el interior de Sabrina, su propio orgasmo está al filo, la frustración comienza a invadir, recuerda que su ex pareja se desinfla apenas termina «solo unos embistes más» piensa ella frustrada, todo eso pasó demasiado rápido y pronto descubrirá que no todos los hombres son iguales.
Todo el pensamiento de Sabrina sucede entre el primer y segundo impacto de semen con el miembro muy dentro de ella, Zacarías se retira unos centímetros, no ha pasado ni un segundo cuando arremete con fuerza liberando otras dos descargas. Este impacto sorprende a Sabrina y su agradecida vagina que siente como el hombre repite el movimiento.
En ese tercer impacto que deposita en su interior la 5ta y 6ta descarga de semen, Sabrina logra alcanzar su orgasmo, uno fuerte pero silencioso que amortigua apretando fuerte sus labios y que fue prolongado por el movimiento en círculo de su amante con el pene bien adentro.
El pene en el interior de Sabrina comienza a desinflarse, su interior lo despide con un espasmo final que lo expulsa de su interior.
Gruesas gotas de semen salen de su interior, satisfecho con su obra Zacarías se ríe con la abierta vagina escurriendo semen. La risa es placer puro para Sabrina que siente como las manos de su amante separan sus nalgas dejando expuesta su satisfecha vagina que escurre semen.
- Lo siento, me vine mucho dentro, te puedo comprar una píldora del día siguiente.
- Ja ja ja, tranquilo, tengo el implante.
Sabrina es conciente que ha sido el mejor sexo de su vida, tanto, que desea repetir, pero el éxtasis ya pasó, le gustó sentirse como puta, pero no desea que la vean como una.
Zacarías disfrutó como nunca en su vida, se vino como nunca en su vida y desea repetir el encuentro como nunca en su vida, pero es demasiado retraído para hacerlo.
Sabrina prepara más café, Zacarías termina el reporte de ella al triple de velocidad, ella puede sentir el esperma resbalar por sus labios mojando sus braguitas, la pegajosa sensación le encanta.
Ambos beben su segunda taza de café y conversan, Sabrina asegura que puede vencerlo en Mario Kart, en realidad es malísima, no sabe jugar, espera que la invite a su casa a «jugar» y su táctica funciona.
- El lunes por la tarde puedes ir a mi casa o yo a la tuya y jugamos.
Sabrina ríe por dentro, su nuevo amante es un dócil e ingenuo gatito que se la cogerá duro en la cama.
- Sabrina… ¿Podremos repetir esto alguna vez?
Ella se carcajea, sabe que no entendió la indirecta, es demasiado retraído para eso.
- ¿De verdad piensas que vamos a jugar Mario Kart? El lunes y cuando quieras repetimos.
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