La señorita Miller
Una mujer de 49 años reencuentra el sentido de la vida a través del sexo en un pueblo alejado con una mezcla genética interesante..
Son las 3 de la tarde en este pequeño pueblo costero dónde el sol calienta hasta los 33 grados.
En un pequeño salón de clases improvisado la señorita Miller de 49 años revisa los exámenes de las personas del pueblo a quién enseña a leer.
Ya han pasado 5 años desde que se instaló en este lugar apartado del mundo, dejó atrás su vida pasada, todos sus negocios los administra su hija, quién le envía el 30% de las ganancias, el resto es para ella, quien al final, heredará todo.
La señorita Miller quedó enamorada de este pueblito desde que llegó, destruida por la muerte de su esposo por un cáncer cerebral, vino buscando un lugar donde pasar los últimos días de su vida, alejada del estrés de su ciudad natal en los Estados Unidos.
El aire fresco, la brisa marina, la sana alimentación, nadar todos los días y cientos de horas de sexo han hecho milagros por la señorita Miller, quién ahora se ve radiante, jovial y alegre.
Sentada haciendo su labor altruista recuerda los últimos años que pasó con su esposo, cuidar a un enfermo de cáncer terminal no es tarea fácil ni barata, más cuando la persona da batalla al cáncer y se resiste a morir.
En su viaje para redefir el sentido de su existencia la señorita Miller encontró este lugar y quedó fascinada al ver gente de todos los grupos étnicos, indígenas, caucásicos, negros, asiáticos, el mundo entero parecía vivir aquí, todos mezclados genéticamente, viviendo en armonía.
La primera noche de la señorita Miller cambio su vida y percepción de ella misma. Sentada en el patio de la pequeña casa que alquiló observaba la casa de sus vecinos cuando un jovencito de algunos 15 años llegó al domicilio e ingresó como si fuera su casa, ella sabía que ahí vivía una mujer de 28 años y un hombre de 80 años, ella lo sabía porque ellos le rentaron el lugar.
Lo siguiente que la señorita Miller vio fue al hombre salir, sentarse en una silla mientras la saludaba a quien llegara a pasar por el lugar.
Dentro de la casa el joven besaba con pasión a la mujer que desabrochaba el pantalón del joven con urgencia, una vez liberada la bestia, bajó a darle amor al gran miembro del muchacho.
No había diálogo, solo un baile sincronizado dónde la mujer preparaba el miembro que la penetraria momentos después. Con movimientos llenos de energía la mujer se balanceaba sobre el mocoso que disfrutaba.
En su vida ella y su marido habían durado tanto tiempo, la pareja llevaba más de 30 minutos y seguían copulando, el sonido hacia evidente el acto, pero el hombre mayor no se inmutaba, simplemente sonreía y saludaba a la señorita Miller.
45 minutos habían pasado en el reloj y la pareja seguía en lo suyo, está vez la mujer recargada en la mesa recibiendo los embustes cargados de energía del jóven.
Cerca de la hora, el adolescente estaba sentado en una silla con la mujer trepada subiendo y bajando sobre su virilidad. Ambos gemían y pujaban anunciando la llegada del orgasmo.
La pareja abrazada recuperaba el aliento, la señorita Miller se sentía acalorada, todo ese espectáculo había surtido su efecto.
El jóven salió de la casa de la pareja, saludo al hombre con quién con quién conversó un poco y después se marchó.
La señorita Miller tocaba su cuerpo a mitad de la noche recordando a la pareja cuando alguien toco a su puerta, ella solo quería placer y se lo estaban frustrando.
Enfurecida salió en su camisón delgado, abrió la puerta y delante de ella apareció un hombre de la edad de su hija que la tomó de la mano y la llevó a su cuarto.
La señorita Miller ardía en deseo así que se dejó llevar, pensó en su difunto esposo, en todos sus años juntos, tomo todo eso y lo puso en una balanza comparado con su deseo.
La señora Miller era penetrada por una enorme verga que revolvía todo a su paso, gemía y gritaba de placer liberando todos sus prejuicios, se sentía bien, plena y revitalizada.
Su jóven amante besaba su viejo cuerpo desgastado por años de cuidado a su esposo, el negocio y su hija, arrancándole orgasmos y oleadas de placer. La técnica era simple, besar, sobar, pellizcar, lamer, morder, todos mezclado con una penetración rítmica, profunda y constante llevaron a la señorita Miller a una cantidad de orgasmos que no pudo ni contar.
El joven regaba el interior de su vulva con abundantes cantidades de semen caliente, más de 9 años de sequía fueron recompensados con múltiples orgasmos.
Apenas el jóven terminó se levantó para retirarse y la señorita Miller angustiada le rogó al jóven que no se fuera acostumbrada a abrazar a su esposo después de hacer el amor.
El jóven le sonrió a la señora y la invitó a esperarla un momento.
La señorita Miller lloraba en la cama víctima del remordimiento y cargo de conciencia, no podía creer lo que había hecho, una mujer de su edad se había acostado con un jóven que podía ser su hijo, el recuerdo de su esposo la atormentaba, sentía asco, un sentimiento de miedo la invadió, deseaba salir huyendo de ese maldito pueblo, pero ese sentimiento no le duró mucho.
La señorita Miller se encontraba en la cocina de su sala dándole sexo oral a un hombre de su edad mientras un jovencito de 14 años disfrutaba de su ano, orificio que tenía por lo menos 12 años sin usar.
El adolescente empujaba torpemente mientras el hombre le daba instrucciones de como darle placer a una mujer.
La señorita Miller seguía sorprendida de la situación, se levantó a atender a la puerta con el corazón hecho un tornado de emociones, esperaba al apuesto jóven que tanto placer le había proporcionado, en su lugar llegó este hombre y su hijo que la llevaron a la cocina y sin decir nada el hombre guío si cabeza a su pene tan grande como el del jóven de hace rato y ella solo se dejó hacer.
Ocupada estaba con su felación, ignorante de lo que hacía el adolescente, aunque realmente no importaba, el hombre le hacía piojito, sobaba su espalda y hombros con dulzura, le repetía constantemente cuan agradable y húmeda era su boca, lo bien que movia su lengua, cuando sin previo aviso y con mas de la mitad de gruesa verga en la boca, el adolescente empujaba contra su ano.
El hombre le llamó la atención al chiquillo al sentir la tensión de la mujer que le hacía la felación, la señorita Miller ponía atención a las palabras del hombre que le pedía paciencia al menor – se suave, tranquilo, no se va a ir a ningún lado, usa más saliva para que resbale, separa con tus manos sus nalgas para que sea más fácil, no forces, así, despacio, acariciarla, bésala, es una mujer – el jóven atendió a su padre y fue mejorando, para la señorita Miller paso de ser un asalto a algo placentero, en agradecimiento la mujer puso más énfasis en la felación, cosa que el hombre agradeció suspirando.
Semen caliente llenaba su ano, un poco después un torrencial de leche llenó su boca y la señorita Miller se bebió hasta la última gota.
A la mañana siguiente despertó con el adolescente empujando suavemente sus caderas tratando de penetrarla, la mujer sonrió y se giró para subirse en el muchacho que se dejó hacer mientras la hembra guiaba si pene directo a la vulva.
Entro sin problemas hasta el fondo y el joven inexperto empujaba torpemente sacudiendo a la mujer que se reía ante la torpeza del chico.
El hombre despertó y de nuevo le llamo la atención al adolescente que de inmediato se quedó quieto y dejo a la mujer hacer por instrucción de su padre.
La señora Miller disfrutaba de la carne del jóven mientras el experto hombre disfrutaba de sus enormes senos.
La escena cambió y ahora era la mujer la que sin moverse permitía al hombre penetrar su ano, el adolescente sentía el miembro de su padre entrar causando una presión deliciosa.
El sonido de la cama se mezclaba con el del trío que la sacudía, la señora Miller disfrutaba de dos penes simultáneamente igual que cuando tenía 16 años, 5 antes de conocer a su esposo.
Era una chiquilla disfrutando del sexo con padre e hijo que le llenaban su interior con semen acompasados con el orgasmo de la señora Miller.
Esa primera noche se ha repetido cada noche, día o mañana, desde que llegó a este lugar, no ha han pasado más de 8 horas sin que alguno de sus agujeros reciba una descarga de esperma caliente, justo en este momento en que revisa los exámenes un joven de 17 años cierra la puerta del salón de clases y se desnuda, listo para disfrutar con la señorita Miller o Miss Miller, como le pide a sus alumnos que la llamen.
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Felicidades, en verdad muy buen relato, un relato sin dialogos, sin duda una tecnica dificil donde sales airoso con un enorme catalogo de recursos literarios, me quito el sombrero, muy bueno en verdad.