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Heterosexual, Sexo con Madur@s

La tesis del sexo

Una asesoría de tesis de grado termina en una sabrosa culeada con mi estudiante.
Ángela era una chica diferente al tipo de voluptuosas que suelen gustarme. Era delgada, su cabello negro y liso era hermosísimo, sus ojos muy expresivos y sus piernas tonificadas e infinitas. Era morena y a pesar de su delgadez, inspiraba mucha sensualidad. Aunque nunca le di clase, el jefe de programa la había asignado para que fuera su director de tesis.

Al principio su lenguaje era formal, lo que se esperaba de una estudiante y su maestro, hasta que, después de un tiempo, empezamos a escribir bastante por WhatsApp y a entrar más en confianza. Nuestras conversaciones se tornaron más informales y ella ya me llamaba por mi nombre y no por el acostumbrado professor.

En una de estas charlas me preguntó qué hacía cuando me sentía aburrido y, para yo tentarla, sin pensarlo le respondí:

— Me gusta tener sexo con algunas de mis estudiantes y luego escribo sobre estas experiencias en mi blog relatos de un profesor erotizado.

Me dejó en visto por unos minutos, imagino que estupefacta, como pensando en lo que debería decirme. Sorpresivamente me respondió:

— Me gustaría leerlas.

Le indiqué cómo hacerlo, las leyó y me replicó que le habían gustado mucho y que nunca había pensado que su director de proyecto de investigación fuera tan caliente. Las charlas por WhatsApp se intensificaron, hablábamos constantemente de nuestras fantasías sexuales, de cómo masturbarnos de maneras diferentes a las convencionales y de las poses que nos hacían acabar con prontitud.

Sucedió que días después teníamos asesoría en la universidad con el fin de revisar el progreso de su monografía de grado. Una vez acabada dicha actividad, me le acerqué, como para tantearla y le dije:

— ¿Te gustaría que fueras la protagonista de uno de mis relatos?

La pregunta pareció ponerla nerviosa, pues sus ojos negros miraban hacia los costados y sus manos sudaban un poco. No sabía qué responderme y yo aproveché su confusión para abalanzarme a besarla. Notó mis ganas de tocar mis labios con los suyos y se retiró bruscamente, empujándome hacia mi escritorio.

— ¡Si usted piensa que porque le escribo sobre mis intimidades va a llevarme así no más a su cama está muy equivocado profesor!

Y salió algo molesta de la sala de maestros, que de paso sea dicho, se encontraba desocupada. Me consolé reflexionando que no siempre debía salir victorioso y que perder también hace parte de la vida, del paisaje, pues no existe varón que haya podido llevar a la cama a todas las mujeres que desea.

No obstante, la erección que ese momento había causado Ángela no iba a quedar sin un happy ending. Me dirigí a casa, me masturbé y mi semen salió copiosamente. En un relato posterior les contaré cómo lo hice, ya que por lo general busco la manera de jalarme el pene de maneras poco célebres.

Al mes siguiente, teníamos una nueva sesión. Quedamos de vernos en la universidad en horas de la mañana, con tan mala suerte que, al llegar a dicho lugar, las entradas se encontraban bloqueadas debido a una de las muy comunes manifestaciones de estudiantes.

Ella me escribió comentándome de la situación y me propuso que buscáramos un lugar diferente para la reunión, como una biblioteca. Hábilmente, teniendo en cuenta lo ganoso que me había dejado y buscando otro tipo de retroalimentación culminado el académico, le comenté que nos viéramos en mi apartamento. Lo pensó prolongadamente…esos dos chulos azules de visto en WhatsApp me tenían impaciente, pero vino la respuesta deseada:

— Regáleme su dirección, professor — respondió en un tono extrañamente formal.

Se la di y me devolví. Llegué en quince minutos. Ángela llegó media hora más tarde. Vestía una blusa negra, la cual hacía juego con su hermoso pelo, un jean que le violaba los poros, el cual moldeaba sus larguísimas piernas. Me fascinaba que fuera alta. Su blusa le llegaba hasta la mitad del abdomen, dejando ver el patrón de un tatuaje que iniciaba unos cinco centímetros encima de su cintura hasta quién sabe dónde. Tenía mucha curiosidad de saber cómo continuaba ese patrón y dónde terminaba.

La reunión transcurrió con normalidad, le hice algunas correcciones a su tesis y estaba a punto de salir de mi apartamento. El deseo fue superior y adelantándome me apresuré a ponerme entre la puerta y ella. Me miró estupefacta al decirle que me hubiera gustado besarla aquella vez. Se quedó observándome fijamente y me dijo:

— Yo le he dado mi confianza, hemos hablado de cosas que normalmente no hablo con un docente, pero no sé si quiera que algo más pase con usted.

Aquella afirmación me dio pie para arrojarme a besuquearla, a lo cual ella se resistió, pero fue relajándose poco a poco. Deslicé mis palmas por ese cabello hermoso, mi pene ya comenzaba a despertar producto del roce de nuestros labios. Al levantarle la blusa pareció dudar, pues tomó fuertemente mi mano, mas luego la liberó, permitiendo que yo hiciese lo mío: sacarle la prenda que cubría sus pechos. Al ser una chica delgada, su busto no era muy generoso, pero sí bastante firme. Podía notar la calentura de sus pezones debido a la rigidez que los caracterizaba.

Yo, bajándome el pantalón, mientras ella aún quedaba con su jean, le declaré:

— ¿Sabe? Nosotros hemos aprendido a usar las manos para muchas cosas. La verdad es que ya me aburre que me masturben con ellas. Retírese las sandalias y hágalo con sus pies.

Obedeció, y despojándose de su calzado, comenzó a subir y a bajar con ellos sobre mi pene, era una sensación muy deliciosa, no solamente por la estimulación recibida sino por el morbo visual que producía en mí verlos en mi miembro, como una bailarina en un dancing pole. Puso mi pene en medio de ellos y lo estimuló un buen rato, seguidamente me acarició los testículos con las uñas mientras con el otro pie continuaba masturbándome, colocándolo entre su dedo gordo y el que sigue para poder estimularme.

La tomé del cinto y le solicité que, sin tocarme con las palmas, me chupara el prepucio y que posteriormente con las uñas de sus pies, las cuales lucían bien pintadas, me volviera a rozar el escroto. Esto hizo que me estremeciera, ya que mi piel se erizó desenfrenadamente.

Llegó el momento de descubrir su enigmático dibujo y quitándole su jean noté que se adentraba hasta su zona genital, la cual estaba aún cubierta por sus cacheteros negros.

Ansioso de seguir explorando tal dibujo corporal, la despojé de su ropa interior y observé que le llegaba hasta la parte superior de su vagina. Consistía en una especie de flecha que, como expuse anteriormente, iniciaba un poco más arriba de su talle y terminaba en sus partes íntimas, como indicando el camino hacia el placer perenne.

Le pedí que arqueara su espalda y eso me excitó sobremanera, pues su delgadez permitía que su delicioso cuerpo fuera generosamente flexible. Recorrí con mi lengua toda su columna vertebral y mis yemas manosearon sus pequeñas tetas. Seguidamente, se me ocurrió la loca idea que me estimulara el ano, sin penetrarlo.

— Quiero que roce mi ano con sus largas uñas de los pies, pero sin meterme dedo alguno.

Eso me puso extremadamente caliente. Jugué un rato con su clítoris, haciendo pequeños círculos con mi lengua en él, lo cual la puso muy ardiente, ya que emitía unos gemidos, aunque tenues, bastante prolongados. Mi músculo exploró su vagina, quedando aprisionado de gozo allí.

La flaca se retorcía de regocijo cuando la penetraba. Quise hacerlo por detrás a lo cual se opuso, pues no lo deseaba. Me invadió la frustración porque realmente quería hacerlo. No obstante, al pasarle mi lengua por el asterisco de su culo y humedecer la zona, mi pene hizo su entrada triunfal.

Me daba mucho morbo acariciarle los senos mientras la penetraba por el recto, ya que mis manos cubrían la totalidad de ellas. Podía bordearlas con total libertad. Su cabellera también me excitaba excesivamente. Se lo tomaba, le hacía una cola de caballo o en su defecto dos trenzas (como riendas) y poniéndola en cuatro la galopaba.

Me dieron ganas de acabar y desde que le vi ese grabado sabía que ahí debería caer mi esperma. La acosté boca arriba y le expresé que tenía que hacerme venir con los pies, procurando que cayera sobre la flecha. Valiéndose de su flexibilidad, me masturbó muy rápidamente y, logrando su cometido, y yo mi orgasmo, hizo que derramara mi avalancha blanca sobre el lugar deseado de su cuerpo. Cubrí el contorno de su tatuaje con mi flujo y eso me excitó, pues parecía que no fuese hecho con tinta, sino con mi secreción.

— La pasé rico, nunca pensé que esto terminara así.

— Ha sido una de las mejores asesorías que he dado.

— ¿Cómo es posible que nunca me dio clase? Es una lástima que al graduarme deba irme de la ciudad porque trabajaré en la capital.

— Sí, una lástima Ángela.

Se colocó sus cacheteros, su jean y por último su blusa negra, me lanzó un beso al aire, la profundidad de sus ojos oscuros, brillaban del deleite dado y obtenido; y abandonó mi apartamento y a su asesor totalmente desahuciado. No suelen gustarme las mujeres tan delgadas, me excitan más aquellas voluptuosas. Pero si saben cómo hacerlo y obedecen la a la mayoría de mis locuras, el físico pasa a un segundo plano. Además, ¡su tesis fue laureada!

23 Lecturas/12 julio, 2025/0 Comentarios/por el profesorcito aquel
Etiquetas: chica, culo, mayor, orgasmo, semen, sexo, universidad, vagina
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