La vía láctea y su sabor a luna
Unos días antes de que tomé la decisión de regresar con mi amante, del cual me había separado porque renuncié a mi trabajo y ya no podía salir como antes, recibí esta misiva de Bernabé por el correo electrónico. ¡Cómo no volver con él…!.
No sé qué me diste que sigo deseándote aunque hayan pasado varios años de nuestro último encuentro. También fueron varios años de cogidas, pero sobre todo de mamadas. Todo era coincidente y Venus se encargó de alinear nuestros labios. Primero puso los míos en tus pezones como respuesta a tu reto “ni las haz visto” disfrazado de contraargumento a mi afirmación “tus tetas ricas”. Después, como aceptación recíproca, nuestras bocas se juntaron y tus manos prepararon la siguiente conjunción: tu boca en mi pene y mi escroto. Por último vino la consumación de nuestra dicha principal donde mis labios disfrutaron de besar los dos pares de los tuyos con vello y sabor fuerte, como corresponde a la mujer que goza frecuentemente del amor, sea completo o por autosatisfacción, si falta el marido.
Feliz coincidencia: a ti te gusta mamar verga hasta que salga leche en abundancia, para degustar la semilla caliente haciendo feliz a tu esposo; a él no le gusta el sabor de tu panocha y se niega a besarla y chuparla; a mí, también por negativas de mi esposa, me faltaba ese trato en mi tálamo, además de que me encanta dar caricias con mi boca y navegar con mi lengua los pliegues húmedos de la mujer que, en celo, vierte su aromática lubricación que se continúa con un orgasmo tras otro para extenderla con los vellos en todo mi rostro. ¡Resultó bien el cálculo por el que te arriesgaste! Habías apostado que yo como amante sería el complemento perfecto a las frecuentes ausencias de tu marido y sus deficiencias amatorias y así fue.
Dicen que una manera de atar a un hombre es darle a beber los flujos vaginales mezclados con la menstruación; lo cierto es que me gustaba chuparte la panocha, hubiera luna llena o no, ¡sabía y olía tan rica…! ¡Más cuando habías ordeñado con la pucha a tu marido! Me enloquecía tu fuerte sabor a puta cogida y tú te deshacías de goce en mis labios provocando que tu flujo saliera en corriente continua, la cual abrevaba yo con fruición avivando en tu ser un orgasmo tras otro hasta que quedabas rendida. ¡Qué escena más fehaciente de la culminación del goce que buscabas!: tus ojos entornados miraban mi cara cubierta del flujo viscoso y fragante que habías vaciado mientras que tu agitada respiración acompañaba a tus manos que trataban de componer mi revuelto pelo por la fruición con la que pegabas mi cabeza hacia tu trepidante pubis; mi mirada extasiada no se despegaba de la maraña mojada que cubría tu monte, y mis sentidos me decían que había logrado con creces tu satisfacción. Después, ya reestablecida, me besabas probando tu sabor en mi boca, lamías mis mejillas y nariz para limpiarme un poco el rostro, y recostándote me pedías que terminara dentro de ti, lo cual hacía gustoso. Cuando exangüe me salía de tu vagina, te apurabas a exprimir con tu boca las pocas gotas que faltaban; tu maestría era tal que mi pene crecía pronto volviendo a buscar cobijo en tu cálida oquedad inundada.
Aprendimos a aprovechar con eficiencia el poco tiempo del que disponíamos en nuestros encuentros para proporcionarnos las caricias que en nuestros hogares nos faltaban. Los encuentros fueron frecuentes e intensos, además de prolongarse tanto que ahora me haces falta. Y tú, ¿me extrañas?
¡Sí que fue una fortuna encontrarse con una boca así!, tan dispuesta…
Han pasado varios años desde entonces. Ahora tu marido ya aprendió a chupar. Yo, por más que caliento al mío, no baja a beber del río.
¡Qué hermoso relata el encuentro y la complementariedad entre ustedes! Son bocas deseosas que se juntan para formar el 69 como culminación de sus anhelos.
¡Ah, tan rico que el mamar y ser mamada!, diría yo con música como la de Angélica María…
Pues sí, ahorra me gusta mamar y ser mamada; antes cantaba no es lo mismo mamar que ser mamada, ¡Ja, ja, ja…!
¡Que bonito relata Bernabé ese feliz encuentro! Fue tan delicioso para ambos que aún siguen amándose después de tantos años.
La verdad, no sé por qué a unos (y a unas) no les gusta chupar panocha (o verga). Bernabé hasta en los días de luna llena te da gusto. ¿Será vampiro?
No es vampiro. Es más, a veces no lo dejaba que me chupara en mis días, pero otras, no podía oponerme, ni él me decía que no. ¡Eran los momentos de incendio!
He sabido que en Internet, hay putas que se ofrecen cuando la luna las visita porque hay clientes que buscan eso. Quizá ellos sí sean vampiros, pues hasta bajan a chupar sangre.
Cada persona tiene sus propias prohibiciones y sólo ella (frecuentemente con ayuda) puede vencerlas. En el caso de las trabas sexuales, ayuda mucho a vencerlas si estás caliente. Así me pasó con chupar el pene y tragar semen, pero ahora soy semenólica. No me gustaba hacer el amor si estaba menstruando, pero en algunas calenturas no me importó. Tu mismo marido, al estar caliente venció su resistencia para mamarte la panocha, y ahora hasta le gusta limpiarles la verga llena de semen. Tal vez, algún día Ishtar caliente a su marido lo suficiente para que se inicie en el riquísimo 69.
Bernabé declara abiertamente por qué siguen de amantes: por el sexo oral que ambos disfrutan.
La neta, Bernabé es quien me mama, me chupa y me lame más rico que los demás. Por eso sigo con mis labios en los suyos.
Don Bernabé sabe cantarte al oído, y lo escribe, para que sigas manteniendo su relación y sigas emocionada. Está bien, pero yo esperaba que contaras lo del trío MHM con Dalita y Bernabé.
Tú sí sabes qué bonito mama mi Bernabé…
Espero terminar lo del trío al rato, en cuanto se quede dormido y exprimido mi marido. Acuérdate que hoy y mañana son días completos de ordeña.
No es vampiro. Es más, a veces no lo dejaba que me chupara en mis días, pero otras, no podía oponerme, ni él me decía que no. ¡Eran los momentos de incendio!
He sabido que en Internet, hay putas que se ofrecen cuando la luna las visita porque hay clientes que buscan eso. Quizá ellos sí sean vampiros, pues hasta bajan a chupar sangre.
Mar, ¿cuándo me darás oportunidad de mostrarte que chupo mejor que Bernabé?
Ahora cuéntanos qué tal Bernabé le chupó las tetotas a Dalita. ¡Se entretendrá tanto como lo hace con las de Teya?
Ya sabes, en cuanto haya salida de comisión para mi marido, te recibiré con las piernas abiertas. Tu cara entre las mías y tu palo en mi boca. ¡Me fascina el 69!