“La vida da muchas vueltas”
Mis manos acariciaban los músculos y vellos cortos de sus glúteos y piernas mientras el empujaba levemente su pene dentro de mi boca, sus gemidos me embelesaban los oídos y me orgullecían al saber el grado placer que era capaz de provocarle solo con la boca, sus manos guiaban suavemente mi cabeza .
“La vida da muchas vueltas”, a pesar de que había escuchado esa misma frase desde el instituto nunca la había tomado en serio, para mí la vida siempre se había tratado de decidir a dónde quieres ir, buscar el mejor camino e iniciar el viaje, solía causarme gracia y enojo el escuchar a mis amigas o familiares hablar acerca de las injusticias de la vida, de alegar que por más que lucharon las cosas no salieron como ellos planearon y verlos sumidos en la depresión, solía verlos como inútiles, flojos y tercos que a pesar de ver desde el principio el final de la pista siguieron corriendo con la tonta esperanza de que algún milagro sucediera, como se atrevían las personas a buscar un final diferente al que estaba frente a sus narices? porque el empeño en buscar ayuda sobrenatural para resolver todo el desastre que uno mismo ha creado? no fue hasta hace alrededor de un año con cuatro meses que la frase tomo sentido en mi vida y me vi atrapada y muy perdida, es como si en castigo a mi soberbia la vida me hubiera quitado las riendas de mi mundo y lanzado en lo más profundo de la desesperación.
Al terminar el instituto inicie mis estudios para el grado de maestra en educación primaria, estaba completamente segura de que era lo que quería para mi vida, conocí a muchas personas que me impresionaron con su calidad, otras que me sirvieron como ejemplo del desastre y también conocí a Fabián, era un chico muy atractivo, fuerte y varonil, estaba en mi salón de clases y era una persona muy amable y servicial, su manera de sonreír me dejaba helada, sus reacciones ante los problemas y su inteligencia me asombraban y en pocas semanas ya estaba perdidamente enamorada de él, hasta donde sabia en aquel entonces Fabián era el hijo único de una maestra de primaria, su madre al igual que él era muy amable y cuando nos reuníamos en su casa para realizar trabajos en grupo siempre estaba dispuesta a disiparnos las dudas y explicarnos un poco más acerca del tema incluso aunque nadie se lo hubiera pedido abiertamente, Fabián no tardó en darse cuenta de que lo que yo sentía por él iba más allá de una simple amistad y después de unos días de salir y conocernos mejor, me pidió que fuera su novia a los dos meses de iniciado el curso, nuestro noviazgo fue de lo mejor, nos acoplábamos perfecto en la intimidad, nos apoyábamos mutuamente y respetábamos el espacio del otro, fue por eso que en el tercer año de la carrera decidimos irnos a vivir juntos, mis padres no tuvieron problema en que Fabián se mudara a la casa en la que yo estaba viviendo la cual era de su propiedad y se mostraron muy felices de que las cosas estuvieran saliendo bien en mi vida, cada día me parecía un placentero descanso, despertaba acurrucada contra el pecho suave y tibio de mi chico, desayunábamos juntos, nos íbamos a la escuela, de ahí él se iba con sus amigos y yo visitaba a las chicas, nos encontrábamos en las tardes en casa y platicábamos mientras preparaba la cena, la manera en que Fabián iniciaba la intimidad era de lo que más me gustaba en él, llegaba sigilosamente y con delicadeza a mí y me tomaba en cualquier parte de la casa de una manera dulce y sedienta de caricias que me hacía sentir muy especial, durante el noviazgo tuvimos muchos encuentros en mi habitación pero desde que se mudo a mi casa definitivamente, los encuentros ya no tenían un lugar fijo, así como podía empezar a meter sus manos fuertes y ásperas debajo de mis sostén y a acariciarme los pechos, mientras yo estaba acostaba sobre él y a besarme el cuello en el sofá mientras veíamos televisión también simplemente podía abrazarme por detrás mientras limpiaba los muebles y restregar sutilmente en mis muslos su firme virilidad, el aroma de su aliento fresco llegando detrás de mi cabeza, su cuerpo duro y más cálido que la temperatura de mi piel, sus manos fuertes recorriendo mi torso y subiendo hasta entrar debajo de mi sujetador masajeando las puntas de mis mamas, sus dedos pellizcando levemente esas partes tan sensibles de mi cuerpo y los gemidos se me empezaban a escapar involuntariamente de la boca cuando el iniciaba sus traviesas caricias, a Fabián siempre le ha gustado escucharme, saber que me está provocando de tal manera que no puedo controlarme a mí misma.
-Shh te pueden escuchar?
Me dijo con su voz grave y varonil y ese tono dominante que usa siempre que coqueteamos
-Quienes? Vivimos solos, además eso te encantaría no?
Le dije burlonamente y la uña de su pulgar se clavo levemente en mi pezón derecho mientras su mano izquierda empezaba a meterse bajo la parte delantera de mi falda
-Ay
El dolor en tan pequeña medida lejos de molestarme me hacía desear más y no pude reprimir el empujar mis caderas hacia atrás para sentir su cuerpo con más detalle, su sexo completamente despierto se frotaba en un vaivén constante contra mis glúteos y comencé a sentir la humedad apoderarse poco a poco de mi entrepierna.
-Veo que lo necesitas tanto como yo, fue lo único que él me susurro burlonamente al oído mientras me levantaba la blusa, alce los brazos para ayudarlo a desvestirme y cuando el sujetador se desabrocho por sus manos expertas me lo saque a medias, los tirantes ya no estaban sobre mis hombros pero volviendo a poner las copas sobre mis pechos me di la vuelta para verlo a la cara, tuve que alzar la cabeza para alcanzar a ver a ese machote de 1.83 mirándome fijamente con ese brillo de lujuria en sus ojos que tan orgullosa estaba de provocar, su cabello oscuro, su nariz afilada y su boca entreabierta que parecía ansiosa por probar todo lo que le yo tenía por ofrecerle me provocaron la necesidad de guiar sus caricias, no fue necesario, Fabián me tomo en sus fuertes brazos y como si de una muñeca se tratara me coloco sobre el sofá de la sala, arrodillado frente a mí, intento quitarme las copas de lugar, pero con una sonrisa me negué a que lo hiciera, sentía mis mejillas calientes al igual que todo mi cuerpo.
-Será que me estas escondiendo algo? Dijo mientras una de sus cejas se levantaba divertida y me lo arrebato, mi torso quedo completamente al descubierto y dulcemente se abalanzo sobre mí, se acercó y olisqueo cada uno de mis pechos se prendió como si fuera un crio a probar el izquierdo mientras que amasaba dulcemente el derecho, la sensación de su boca caliente y húmeda contra mi piel desnuda me arranco gemidos y contribuyó a que mi intimidad se inflamara y humedeciera aún más, mis manos empujaban sus pectorales tiesos y poderosos inútilmente, recorrí el grosor de sus brazos y sin saber cómo, termine acariciando sus cabellos, ensortijando mis dedos en su pelo, Fabián repentinamente dejo de intercalarse entre mis senos y se separó de mí, con una mueca de deseo desesperado.
-Eres una delicia andante, dijo apartándose un rastro de saliva que le quedaba en los labios y se quito la camiseta, su piel ligeramente tostada por el sol de las mañanas mientras corría por el parque del vecindario, sus pectorales coronados por pezones color canela contrastando con su piel blanca, lo desarrollado de sus musculosos brazos, el ligero aroma a sudor mezclado con perfume de hombre y el tenue camino de vello que bajaba desde su pecho hasta el pubis provocaron en mí el reflejo de adentrar mis caderas contra el respaldo del sillón y abrir levemente mis piernas, rápidamente Fabián se desabotono los jeans y se quedó únicamente en un slip que ahora parecía no ser de su talla, la parte frontal parecía apretarle hasta el punto de causar dolor, el contorno de su sexo se marcaba escandalosamente sobre la delgada tela blanca que ahora hacia de transparencia, me levante de mi asiento y él se inclinó para besarme los labios, el sabor de sus besos desesperados y su respirar acelerado me embriagaron, me separe de sus brazos que me sujetaban fuertemente contra su cuerpo, me restregaba contra él y lentamente y sin dejar de mirarlo a esos dulces ojos que ahora se mostraban llenos de lujuria, me arrodille, pegue mi nariz contra la tela del slip y aspire su aroma a semental, a jabón mezclado con virilidad y lentamente baje sus calzoncillos hasta quítaselos y arrojarlos a una esquina de la habitación, quedo frente a mí una amplia extensión de carne, Fabián me observaba ansioso e implorante y yo decidí explorar un poco más esa parte tan bella de su anatomía, lo tome por la base con la mano derecha y clave mi nariz a los laterales, su aroma me encantaba y levantándolo ahora hacia arriba empecé a palpar sus testículos, la ligera aspereza del vello naciente pinchando mi mano me agrado y empecé a acariciar también la parte baja de su estómago y pubis, el vello era más largo y grueso en mata pero casi sedoso al tacto, Fabián desde arriba me miraba divertido, para entonces mi intimidad estaba tan mojada que podía sentir la fricción entre mis labios vaginales, decidí darle lo que buscaba y metí en mi boca toda su verga, sentí mi garganta ser invadida por toda esa estructura carnosa pero al tener tantos años de práctica en pareja las arcadas simplemente brillaron por su ausencia, mis manos acariciaban los músculos y vellos cortos de sus glúteos y piernas mientras el empujaba levemente su pene dentro de mi boca, sus gemidos me embelesaban los oídos y me orgullecían al saber el grado placer que era capaz de provocarle solo con la boca, sus manos guiaban suavemente mi cabeza acariciando mi cabello y apartándolo de mi rostro.
El tomo la iniciativa y me separo de su cuerpo, me recostó en el sofá boca arriba, con rápidos movimientos me quito los zapatos, la falda y las bragas, apenas miro mi vulva húmeda y levemente enrojecida entre mis piernas y su cara turbada se mostró ansiosa y hambrienta, se sacó los tenis pisoteándose los talones y subió de rodillas en el sofá, sus fuertes piernas entre mis rodillas abiertas en su máxima capacidad, la diferencia del color de su piel blanca con la mía más pálida y su ancha contextura física agazapándose sobre mi pequeño y delgado cuerpo me hicieron sentir deseosa de su calor, tome un cojín y lo metí detrás de mi cabeza, sentí su estómago contra el mío, sus vellos rozar mi piel lampiña causándome un tormentoso cosquilleo, su piel emanando calor y humedad, el aroma de su perfume mezclado con sudor y sentir su endurecida y chorreante extremidad buscando cobijo dentro de mi ser provocaron que se me escapara un gemido, así era estar con Fabián sentías que en un gemido lo decías todo; agradecimiento, anhelo, desesperación, la piel de nuestras intimidades se rozaba constantemente pero Fabián estaba tan turbado y yo tan deseosa que el parecía no poder encontrar el camino, las ansias pudieron más que yo y buscando con mi mano su cuerpo lo coloque en las puertas de mi ser.
Nos dirigimos una mirada cómplice y divertida y sentí como poco a poco nos fundíamos en uno solo, el calor de su cuerpo siendo atrapado dentro de mí, mi interior se ajustaba perfectamente a su verga y en el exterior sus apéndices aplaudían nuestra sincronía, entre los pliegues de mi piel una protuberancia se rozaba con su cuerpo cubierto de vello y cada vez que el me embestía sentía el caer en el paraíso, ¿cómo podía esto sentirse tan bien?, ¿cómo podía sentirme tan llena, tan feliz? Mire su rostro y aunque no me miraba fijamente su placer estaba presente en cada rasgo de su cara, mis piernas entrelazadas en sus caderas y mis talones sobre sus glúteos me hacían sentir segura, mi interior era un remolino, una fuerte ráfaga de viento nacía desde mi centro y amenazaba con lanzarme por los aires, sus besos eran la mayor delicia de este mundo antes desconocido que se nos revelaba cada vez que nos quedábamos a solas, mis manos enlazadas sobre su cuello, nuestros gemidos y pujidos llenando la habitación, nuestro reflejo sobre la pantalla de la televisión, todo era perfecto e irreal.
Fabián me lanzo a las alturas en medio de una explosión de jugos desde lo más hondo de mi ser en dos ocasiones y con ruegos fue la única manera en que lo convencí de aminorar la velocidad de la marcha mientras me reponía de semejante placer, cuando por fin llego su momento, sus gemidos se hicieron más altos, me abrazo con intensidad, un fuerte y delicioso aroma impregnaba la habitación, el golpeteo de su escroto contra mis muslos se volvieron ensordecedores y mi interior se estrechó a medida que su cuerpo se engrosaba, fuertes sacudidas invadieron nuestros cuerpos y sentí el calor de su semilla inundar mis entrañas, un calor que se esparcía y era empujado rítmicamente aún más adentro de mí, me desconecte por completo del mundo y de mi misma por unos segundos y cuando regrese estábamos allí los dos, desnudos, fundidos en uno solo, el encima de mí, mi cuerpo entrelazado con el suyo y el suyo correspondiéndome en un mi fuerte abrazo, bañados en sudor frio pero al mismo tiempo con las pieles ardiendo, nos besamos felices y satisfechos al fin.
-Y cómo estuve? Dijo al fin Fabián acurrucado sonriente de lado en el sofá al igual que yo, aun dentro de mí.
-Igual que siempre, estupendo le dije yo con una sincera sonrisa, sus dedos acariciaron mi cabello castaño y nos quedamos ahí recostados mirándonos llenos de dicha, desearía haber tenido la posibilidad de quedarme justo así acurrucada en su cuerpo eternamente.
Como ven mi vida era perfecta, tenía todo lo que podía querer, un chico que me amaba y al que sinceramente era capaz de querer con toda el alma, casi concluía mis estudios y mis padres y su madre nos daban la bendición desde sus respectivos hogares, manteniéndose bien alejaditos de nuestros pequeños problemas ocasionales.
Todo esto cambio el día en que Fabián perdió a su madre, Rosalía murió camino a casa de su trabajo en un accidente vial y su mundo se derrumbó, lo inesperado y trágico de la muerte de Rosalía nos consterno a todos, mis padres, nuestros amigos, los compañeros de su trabajo, nadie podía creerlo, al principio todos en el fondo teníamos la esperanza de que no fuese verdad, de que en realidad ella estuviera bien en algún lugar, que la estuvieran confundiendo con otra mujer, que le hubieran robado el coche y ese cuerpo que yacía metido debajo de un camión de carga fuese el de cualquier otro, que ella ni siquiera se hubiera dado cuenta del robo, pero no fue así, después de acudir al servicio forense, la duda y la esperanza de que todo fuera un terrible error se disipo definitivamente, murió con cincuenta y un años de edad, se fue sin cumplir su anhelo de ver a Fabián y a mi formar una familia y conocer a sus nietos.
Los meses tras el sepulcro Fabián se los paso aislado de todos y aunque apenas lloro durante el velorio pasaba los días enteros con los ojos enrojecidos y llorosos, cada noche rompía en llanto e inútilmente yo acudía para intentar consolarlo, renuncio a la carrera, se encerró en casa, comenzó a beber en exceso, al principio al llegar de la escuela lo encontraba recostado en la sala dormitando con una botella casi vacía de licor sobre la mesita de centro, escondía todo lo que pudiera fomentarle el vicio y cuando se despertaba casi al anochecer le preparaba el baño, le hacía algo de comer y me acurrucaba a su lado en el sofá para tratar de ayudarlo a superar todo el dolor que lo estaba matando.
Conmigo era con la única persona con la que él se sentía lo bastante en confianza para llorar y sacar su frustración.
-¡¿Porque?!, ¡¿Dime porque tuvo que ser ella?!, ¡¿Entre todos porque mi madre?!, Yo solo lo escuchaba y me abrazaba fuertemente a él, sus lágrimas mojaban mis mejillas, sus gemidos retumbaban en mis oídos y me rompían el corazón al verlo así, sufriendo tanto por algo que no tenía solución, incapaz de aceptarlo.
-No lo sé, así son estas cosas, un día estamos aquí y al otro ya no, así como un día llegamos un día nos tendremos que ir.
-Piensa en ella, no le gustaría verte así, se preocupó toda tu vida porque fueras feliz, por convertirte en un hombre de bien, piénsalo, ¿crees que le gustaría lo que has hecho, esto que estás haciendo de ti mismo?
-¡No, claro que no querría verme así!, contuvo la respiración un momento y finalmente volvió a hablar ¡Pero es que no puedo!, sus lágrimas escurrían por su rostro, se abrazaba fuertemente a mí y su calidez envolvía mi cuerpo, yo sabía perfectamente que necesitábamos ayuda, que un psicólogo tenía que ayudarnos, pero cada vez que le rogaba que buscáramos ayuda profesional, se negaba rotundamente y me aseguraba que era cuestión de tiempo, me pidió que por favor lo comprendiera y lo esperara.
Y ese fue el peor error que he cometido en toda mi vida, confié en que él se recuperaría con el paso del tiempo, que nuestro amor y sueños le darían la fuerza, sin embargo no fue así, un día llegue a casa y me sorprendió verlo tomando una siesta dándole la espalda a la puerta de nuestra habitación, había ingerido una enorme cantidad de pastillas mezcladas con alcohol, así sin más se había marchado.
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