La visita de mi tía Deborah.
Me subí sobre ella con mi pene durísimo otra vez y busque a tientas su hendidura mojada y ardorosa, encontré esa cuevita de placer y empujé lentamente, quería saborear el momento.
Mi madre tiene una hermana que vive en la octava región, se llama Deborah. Recuerdo de haberla visto pocas veces cuando era un niño. Ahora acababa de divorciarse y venía a pasar con nosotros un par de semanas, quizás para dejar atrás el amargo momento por el que estaba pasando.
Fui con mi madre al aeropuerto a recogerla. Cuando la vi salir por la puerta me quedé asombrado; la recordaba más alta que yo. Sin embargo, ahora yo con mi metro ochenta y seis, era más alto que ella, que debe haber medido un poco menos de un metro y setenta. Tenía más o menos la complexión física de mi madre, con cabellos oscuros recogidos en un sofisticado moño que le daba un aire distinguido. Abrazó a mi madre y luego me abrazó a mi y pude sentir sus durísimas tetas que presionaron con fuerza mi torso.
Mamá guiaba el carro de regreso a casa y tía Deborah se sentó en el asiento delantero. La escuche y la miré todo el tiempo. Bueno ella estaba un poco llenita, su culo era bastante amplio, pero su cara era tan bonita como la de mi madre con su tez suave y blanca. Ella tenía treinta y dos años, dos años menos que mi madre y como dije, sus tetas me dejaron un tanto impresionado. Mientras escuchaba el divertido parlotear de ella con mi madre, pensé en esas tetas gigantes. Había visto hasta ahora solo las de mamá y pensé que sus enormes mamas serían tema para mis masturbaciones diarias. Soy un adolescente de catorce años y como tal mi pija está siempre dura y con ganas.
Mentalmente me prometí echarle un buen vistazo a las tetas de tía Deborah, y no solo a esos senos suyos inmensos, sino también al culo maravilloso que ostentaba bajo esa estrecha falda y que hacía juego con sus esplendidas tetas. Tía Deborah era bajita, pero muy bien hechita.
De vuelta a casa me convertí en su sombra. En parte por qué no tenía nada mejor que hacer y en parte por esas cosas suyas que llamaban tremendamente mi atención; culo y tetas preciosas, estaba con ella todo el tiempo. Por las mañanas holgazaneaba en la cocina vestida con su bata de levantarse, me percaté por el pesado movimiento de sus pechos que giraba por la casa sin sujetador, sus tetas se columpiaban y mecían que era una hermosura, y a veces su bata se abría ligeramente permitiéndome ver su redondez, su solidez, pero nunca lograba ver sus pezones. Tal vez eran como los de mi madre, oscuros y puntiagudos como pitorros, deliciosas tetas también las de mi madre.
Su mirada era suave y afectuosa, lucía muy sexy con su cabello mojado envuelto en una toalla en una especie de turbante que periódicamente ajustaba levantando sus brazos y haciendo sobresalir esas maravillosas masas de carne protuberantes, que se erguían majestuosas como montañas. Me quedaba boquiabierto a contemplar sus gráciles movimientos muy sensuales y femeninos. Miraba sus suaves y blancas pantorrillas que asomaban bajo su bata, y cuando esta se abría un poco, podía apreciar su rodilla y parte de su terso muslo pálido. Todo material perfecto para mis masturbaciones que, con la presencia de ella en casa, habían aumentado al doble.
Mientras tomaba café, yo le preguntaba sobre Concepción y Talcahuano, como era la gente de esos lugares del sur de Chile. Ella me hablaba un poco de todo, de actualidad, de deportes, de cultura y me entretenía mucho su modo claro y conciso de explicar las cosas. Después de cuatro días con ella en casa todavía no podía tener una buena vista de sus gloriosas tetas y esto me tenía un poco desanimado. Ella se duchaba siempre en el baño de mamá y no había cerradura ni ventana por donde poder espiarla. Mi baño estaba en el extremo opuesto de la casa y eso no me servía en absoluto, excepto para masturbarme con toda privacidad pensando a cómo debía ser ella bajo esa bata blanca que cubría su cuerpo desnudo todas las mañanas.
Mi madre y padre trabajaban, yo estaba de vacaciones de verano y no asistía al colegio, así que salí con ella a dar vueltas por la ciudad y mostrarle algunos lugares de interés cuando ella quería. Era muy cariñosa y siempre comprábamos deliciosos helados para deleitar nuestros paladares y paliar un poco los efectos de los calurosos días estivos. Caminábamos tomados de la mano y a veces ella me abrazaba haciéndome sentir esos túrgidos pechos suyos. No pensé que ella estuviera en algún modo queriendo demostrar algo sexual conmigo, pero eso no impedía que mi cuerpo adolescente reaccionara y como la mayoría de los chicos de mi edad, pasaba el cincuenta por ciento del tiempo tratando de ocultar mis espontaneas erecciones. Estoy casi seguro de que ella se dio cuenta de mi condición.
Creo que soy un voyerista nato, siempre ando tratando de fisgonear. Un día mamá salió temprano del trabajo y se llevó a tía Deborah de compras. Segundos después de que ellas salieron de casa, me fui de cabeza a mirar las cosas de tía Deborah. Revisé primero que nada los cajones de la cómoda y muy ordenados estaban sus blusas y otras prendas de vestir, pero yo andaban en busca de otros indumentos. Abrí el armario, habían colgados un par de vestidos, pero en los cajones laterales encontré lo que andaba buscando, la lencería íntima de tía Deborah. Había un par de bragas negras muy grandes, de esas como para levantar los glúteos y comprimir el abdomen. Otras normales como las de mamá y también unas tangas pequeñísimas que imaginé cubriendo su coño peludo. No encontré ningún par de bragas usadas, probablemente había lavado todo esta mañana.
Un poco decepcionado me fui a revisar su mesita de noche, ¡Guau!, apenas abrí el cajón, vi un consolador mediano y un vibrador pequeño junto a un envase de lubricante. No encontré ninguna revista. Mientras olía el consolador y el vibrador buscando su olor de mujer, me saqué el pene de los shorts, pero por más que los olfatee no sentí el aroma de su coño, solo olían a limpios. Bastante frustrado por no haber encontrado nada, me disponía a cerrar el cajón, cuando al fondo vi un tubo como pasta de dientes, con curiosidad lo tomé y leí la etiqueta “Lubricación a base de agua, recomendado especialmente para la penetración anal” ¡¡Guau!!
Mi mente se colmó del culo de tía Deborah y la imaginé jugando con sus juguetes penetrándose su pequeño agujerito trasero. De prisa, tome una de sus bragas y corrí a mi cuarto a masturbarme furiosamente pensando a mi tía. Nunca había pensado al sexo anal, lo consideraba sucio y realmente me repugnaba. Sin embargo, ahora todo cambiaba, imaginando el voluptuoso culo de tía Deborah metiéndose cositas por ahí mientras jugaba también con su coño peludo. Me corrí en sus bragas de satén, a los pocos minutos volví a excitarme, no podía quitarme esas imágenes de mi mente y volví a masturbarme.
El sábado siguiente, tía Deborah no podía usar el baño de mis padres ya que ellos lo estaban utilizando. Tía Deborah decidió usar el mío. Esta era la oportunidad que había estado esperando, yo ya me había duchado y vestido. Salí sigilosamente de la casa y me dirigí al patio trasero donde esperaba espiar a mi tía a través de la ventana que siempre estaba ligeramente abierta. Mi baño no tenía bañera, solo una cabina de ducha y cuando salía de la ducha siempre estaba de espaldas a la ventana, supuse que también ella lo estaría. Me encarame en una vieja silla y esperaba que nadie me viera fisgoneando dentro de mi propio baño a las nueve de la mañana.
Esperé con impaciencia, tía Deborah estaba bajo la ducha y a través del vidrio esmerilado no podía apreciar mucho de su cuerpo, la escuche canturrear alegremente bajo el agua caliente. Cuando finalmente salió chorreando agua con los ojos semi cerrados, pude ver claramente sus inmensas tetas, era enormes, incluso más grandes que las de mamá, su areolas y pezones eran pequeños y rosados. Su piel era tersa y cremosa. Sus inmensos pechos colgaban ligeramente sobre su vientre liso, las gotas de agua parecían brillantes diamantes sobre su abdomen blanco y pude ver fugazmente la hendidura más oscura de sus labios vaginales cubiertos de finos vellos oscuros. Mi polla al instante se puso dura viéndola moverse con sus tetas cimbreantes. Me distraje tanto que mis pies se movieron, la silla crujió ruidosamente y se rompió, terminé de bruces en el suelo. Como un resorte me puse de pie y me apreté contra la pared debajo de la ventana, podía escuchar a tía Deborah tratando de ver hacia afuera, pero la ventana tenía un tope metálico y no se abría toda, solo podía rezar para que no me viera apretado contra la pared. Luego de un rato escuché que abría el grifo del lavamanos, me levanté y corrí a mi cuarto pensando en su hermoso y cálido coño peludo, y sus maravillosos pezones rosados.
Durante el desayuno sentí los ojos de mi tía fijos en mí como si tratara de averiguar algo. Estaba seguro de que ella sabía muy bien que yo la había estado espiando y estuve aterrorizado de que ella dijera algo a mis padres, pero no lo hizo y me relajé. El resto del día pasó sin problemas y esa noche la pase magreando mi pene pensando a tía Deborah, sus grandes tetas, sus tiernos y pálidos pezones rosados, y su coño cubierto de vellos oscuros cuidadosamente arreglados. La imagine en todas las posiciones metiéndole mi dura verga y rociando su cara con mi semen.
Al día siguiente me levante tarde, mi noche había estado bastante ajetreada; entré a la cocina y encontré a tía Deborah sentada bebiendo un café. Mis padres habían ido a la iglesia y tía Deborah se había disculpado para no ir. Charlamos de todo un poco mientras mis ojos iban de sus piernas a sus pechos con la esperanza de ver algo más. Su escote estaba ligeramente abierto y se apreciaba el surco de sus grandes tetas. Tía Deborah mencionó que su piel se estaba resecando y me pidió de acompañarla más tarde a comprar un poco de crema humectante. Ella había estado usando el jabón de mis padres y al parecer no andaba bien para su tipo de piel delicada. Le dije que tenía una loción especial para pieles delicadas y corrí por el pasillo a buscarla.
Me senté en una silla cercana y observé extasiado cómo aplicaba la loción lenta y sensualmente en sus brazos y el cuello. Me dijo que una de las ventajas de estar casada, era que su esposo solía frotarle los pies con loción. Inmediatamente me ofrecí para hacerlo, me entregó el envase con una amplia sonrisa, me arrodille en el piso y me senté en mi talones frente a sus piernas, ella apoyó sus pies en mis muslos; con cuidado me versé un poco de loción en mis manos y comencé a frotar su pie izquierdo, me alarmé un poco cuando sentí que mi pene comenzaba a ponerse duro casi justo debajo de su pie derecho. No queriendo importunarla, rápidamente cogí ese pie y seguí con los masajeos.
Tía Deborah parecía muy relajada y su bata comenzaba a deslizarse sobre sus muslos dejando ver cada vez más de sus piernas desnudas. Comencé a frotar sus pantorrillas y ella encorvó un poco sus espalda y gimió sensualmente. Con esto su bata subió a más de la mitad de sus muslos blancos y macizos, cada vez que ella se movía yo podía ver un poco más arriba. No sé si es posible, pero mi polla dura se puso todavía más dura que casi explotaba. Mis manos llegaron a sus rodillas y empecé a palpar con las yemas de mis dedos sus muslos de terciopelo, su piel era tan suave y diáfana. Ella no mostró ningún signo para detenerme, así que delicadamente fui sobajeando el interno de sus muslos de seda, metiendo mis manos cada vez más arriba, sus muslos estaban pegaditos y tía Deborah separó sus piernas, me pareció sentir su aroma y mis dedos percibieron una tibieza que los atraía como un magneto.
Ella se quedó suspirando y gimiendo, luego me dijo:
—¿Sabes? … mi esposo me masajeaba también más arribita … se sentía maravilloso …
Su comentario me saco de mi fantasía, entonces vino lo mejor e inesperado, ella agregó muy suelta de cuerpo:
—¿Te molestaría si vamos a mi habitación y me masajeas un poco más? ….
Me dio un temblor en todo el cuerpo, me fue imposible emitir alguna palabra, solo agarré la botella y asentí con mi cabeza, entonces ella con una feliz sonrisa en su rostro de niña mala, me dijo:
—¡Qué bien! … ¡ehm! … dame solo un minuto y vienes, ¿de acuerdo? …
—¡hmm! … ¡mmmm! …
No podía mover mis labios, estaba casi paralizado. Ella se levantó y se arregló la bata mientras caminaba a su dormitorio. Yo corrí al baño, me lave los dientes, peine mis cabellos, me eché un poco de desodorante bajo mis axilas, con una toallita húmeda limpié mis genitales, me miré como diez veces al espejo y me pasé el rastrillo por si acaso. Realmente no sabía que iba a ocurrir, tal vez iba a tener sexo. Pero cada vez que surgía esa posibilidad remota, mi ritual era ese; luego me fui al cuarto de tía Deborah con un nerviosismo natural de adolescente, llamé educadamente a su puerta y escuché su voz para que entrara.
Tía Deborah estaba acostada boca abajo con una toalla que cubría su ampuloso y redondo trasero. La piel delicada y cremosa de su espalda y muslos estaba expuesta, también podía ver los costados de sus granes tetas aplastadas sobre el edredón, sin voltearse me preguntó:
—¿Estás bien? …
—Sí …
Respondí con un hilo de voz y casi me sale un gallito. Torpemente me subí a la cama al lado de ella, esparcí unas gotas de loción en su espalda lisa y templada y, comencé a masajear su tersa piel lentamente con manos nerviosas, poco a poco fui tomando confianza y aumenté la presión de mis manos y dedos sobre su piel. Al cabo de un rato, me coloqué a horcajadas sore sus pantorrillas y sobajee por un rato sus piernas y comencé a moverme hacia arriba. Tía Deborah levantó un poco su culo y separó un poco más sus muslos ¡¡¡Oh, Dios mío!!! Vi estupefacto una maraña de rizos oscuros que cubrían su coño y la curvatura y redondez donde iniciaban sus glúteos, me temblaron hasta las piernas y sentí una dolorosa erección presionando mis shorts.
Observé como la toalla se movía, pero no era la toalla, era el culo de tía Deborah que subía y bajaba sicalípticamente mientras ella gemía como una gatita, casi ronroneando, y no parecía importarle que mis manos estuvieran tocando sus vellitos púbicos y subiendo por sus nalgas. Creí que mi mente me estaba jugando una mala pasada cuando tía Deborah pareció levantar más su culo y abrir más sus piernas, como para mostrarme el estrecho agujerito rugoso de su ano. Entonces me recordé de su crema de lubricación anal y rocé su agujerito con la yema de mi dedo pulgar derecho. Tía Deborah encorvó su espalda y levantó sus poderosas tetas de la cama.
Froté la parte baja de su trasero y pude deslizar mis dedos hasta donde estaba seguro de que ella podía sentir mis dedos acariciando los finos vellos de su coño. Ella me regaló un gemido encantado y de repente levantó su trasero y luego se volvió a acomodar. Con ello la toalla se deslizó totalmente de su cuerpo y ahora tenía ante mí a mi tía completamente desnuda, con sus redondas nalgas y su peludo coño expuestos a mis lujuriosos ojos.
Me quedé un poco tieso con mi pene agarrotado bajo mis shorts. Mis ojos trataban de escudriñar en esa mata peluda de su coño y adivinar las delicias de su rosado agujerito anal. Entonces ella me dijo con su sexy voz:
—¡Vamos, cariño! … ¡No te detengas! … ¡Se siente tan bien! …
Froté nuevamente el interno de sus muslos empujando sus piernas más abiertas y puse una mano sobre su trasero y también froté sus nalgas. Mis pantaloncitos tenían una mancha de líquido preseminal mientras mi pija agonizaba dura en una tortura, encerrada entre la fina tela. Con mucha lentitud sobajeé sus posaderas, deslizando mis dedos en ese surco caliente de su culo, con cada movimiento empujaba la punta de mi dedo dentro de ese estrecho hoyito, le eché un poco más de crema y empujé dos de mis gruesos dedos en su ano. Deborah gemía sin decir una sola palabra mientras follaba su culo con mis dedos, con mi otra mano, metí mis dedos en su coño, ella jadeó y abrió un poco más sus piernas. Lentamente y sin palabras, sentí que ella empujaba sus caderas hacia arriba y hacia abajo contra mis manos y su trasero rotaba con mis dedos enterrados profundamente en su culo apretado.
Habíamos andado más allá de todo límite, esto ya no era un simple masaje, pero todavía yo no sabía que decir … pensé en algo cómo “Qué tal si te la doy por el culo ahora”, pero no quería adelantarme a nada, a pesar de que la idea daba vueltas en mi cabeza una y otra vez mirando el estrecho culo enrojecido por mis dedos que lo penetraban profundamente. Una vez más, fue ella la que tomó la iniciativa:
—¿Sabes? … mi esposo solía excitarse mucho con esto … ¿y tú? …
Me las arreglé para encontrar algo de mi voz y casi en un graznido le dije:
—Bueno … ¡ehm! … ¡uhm! … yo, también …
Tía Deborah se giró y sus enormes tetas cayeron pesadas sobre su vientre, se sentó frente a mí:
—¡Uhmmmm! … puedo ver que tu también, querido …
Mientras miraba la mancha y el grueso bulto de mi entrepierna, dijo:
—¡Ummmm! … creo que es mi turno de darte un masaje …
Me empujó sobre la cama como un bebé, me recostó y me quitó los pantalones. Yo estaba tan tieso como mi pija que palpitaba enfurecida. Me acarició un poco los muslos y cuando sus dedos rozaron mis bolas, una serie de chorros salieron disparados de mi pija y mi vientre se cubrió de semen, me sentí tremendamente avergonzado por no haber podido resistir, pero yo no sabía que podía correrme sin tocarme, nunca me había sucedido. Ella pareció darse cuenta de mi estado abrumado y me aseguro con una suave voz que no me preocupara, que era del todo normal y que se alegraba mucho de que ella pudiera producir ese efecto en mí. Eso me tranquilizó y me hizo sentir mejor.
Tía Deborah tomó su toalla y limpió mi abdomen y mi torso, luego volvió a tocar mi pene que casi no se había reblandecido nada y en pocos instantes mi pija estaba otra vez dura como palo, mi tía se inclinó y lamió mis bolas ligeramente con su lengua. Mí polla se balanceaba blandiendo desafiante el aire, moviéndose arriba y abajo, ella deslizaba su lengua por toda la longitud de mi polla y de tanto en tanto se tragaba mi glande. Se sentía como si su boca estuviera en llamas y comencé a follar con mi pene entre sus labios, ella mientras me chupaba me hablaba:
—Te gusta mi culito, ¿verdad? …
—¿A cuantas chicas le has dado por el culo con esta pija preciosa? …
—Quieres follar a tu tía, ¿verdad? …
Seguía chupando y lamiendo mi pija mientras me hablaba, no pude resistir los candentes lamidos de su lengua ardiente y me corrí en su boca. Tía Deborah parecía dichosa de recibir un entera descarga de mi leche y me chupó con ahínco hasta dejar mi pija completamente seca y limpia. Luego se arrastró a mi lado y, por vez primera, bese sus carnosos labios saboreando el gustillo de mi propio semen.
Mis manos exploraron su cuerpo ansiosamente. Toqué y torcí sus pezones del tamaño de aceitunas maduras y mi mano se fue a ahuecar su ingle, deslizando uno de mis dedos en su coño ardiente y mojado. Ella gimió empujando su entrepierna contra mi mano mientras la toqueteaba rápidamente. Tía Deborah susurró casi siseando en mi oído que quería sentir mi lengua en su coño. En instantes estaba abajo empujando mi boca entre sus piernas.
A decir verdad, esta era mi primera vez y no sabía muy bien que hacer, pero había visto alguno que otro video y traté de improvisar lo mejor posible presionando firmemente mi boca en su hendidura, meneando mi lengua arriba y abajo. No tenía ni idea de si lo estaba haciendo bien o haciendo mal, pero lo estaba disfrutando desde el primer momento, sus jugos eran abundantes y exquisitos, ella me animaba a seguir y pronto me mostró donde estaba su clítoris y con un poco más de destreza comencé a chupar ese tierno botoncito rosado envuelto en delicados pliegues, cosa que la hizo gemir y apretar mis mejillas con sus muslos, después abrió y cerró sus piernas y se corrió en mi boca. Me sentí alborozado teniendo sus fuertes muslos apretando mis orejas con el espacio apenas suficiente para lamer los hinchados labios de su coño feliz. Con un profundo gemido, mi tía me tiró un poco de los cabellos y me dijo con una voz gutural:
—Te quiero dentro de mí …
Me subí sobre ella con mi pene durísimo otra vez y busque a tientas su hendidura mojada y ardorosa, encontré esa cuevita de placer y empujé lentamente, quería saborear el momento, mi primer momento, sentí cada centímetro de mi polla sumergiéndose en ese océano de fluidos candentes. Era tan sexy y caliente para mí ver mi verga perdida en ese matorral de vellos oscuros. Sus ojos me miraban fijamente, estaban brillosos y vidriosos. El hecho de que fuera la hermana de mi madre lo hacía todo mucho más caliente, un sinfín de veces me pajeé fantaseando con follar a mamá y esto era lo que más se parecía a ello.
Cuando mi pene no entró más en su vagina, nos detuvimos y nos quedamos quietecitos mirándonos y saboreando la sensación del momento, cuando comencé a bombear dentro de ella, sus piernas se cerraron alrededor de mi espalda y yo seguí follando su coño gordito con mucho placer. Deborah estaba gimiendo en modo audible y levantó sus piernas hacia arriba, agarré una de sus piernas y la pase sobre mi hombro derecho haciéndola voltear sobre un costado, a momentos esto pareció abrir más su coño y sentí que mi pene alcanzaba nuevas profundidades. Ella gimió un poco más fuerte y bombeé más rápido contra su chocho, poco a poco bajé su pierna sobre su otra pierna y me dedique a acariciar sus redondos glúteos mientras empujaba más fuerte dentro de su conchita.
Mi tía se inclinó un poco más y gimió cuando mi mano se deslizó en el surco de su culo y comenzó a explorar ese estrecho agujerito ya lubricado anteriormente, estaba girada casi sobre su estómago con su trasero empujando hacia arriba. Yo estaba a punto de explotar cuando penetré su apretado culo con dos de mis dedos. Su ano aprisionó mis dedos con demenciales contracciones que se replicaban en su coño, tía Deborah se estaba corriendo en modo salvaje y yo también exploté con copiosos brotes de esperma fresca y copiosa llenando su coño mojado profundamente. Nos quedamos sin respiración y sin movernos. Finamente fue mi tía que reaccionó y dijo que era hora de limpiarnos antes que llegaran mis padres.
*****
Durante la semana siguiente, fueron los días mas felices de mi corta vida. Fueron cinco días maravillosos, teníamos todos los días ocho horas para hacer y deshacer en placeres sexuales.
El lunes por la mañana, tan pronto como mis padres se fueron al trabajo, me fui a la habitación de mí tía y ella inmediatamente me tiró sobre la cama y comenzó a chupar vorazmente mi polla. Le dije que había visto su lubricador anal y que quería que ella me enseñara como hacerlo. Ella me sonrió contenta y se puso de rodillas, luego me paso el tubo para que lubrificara su culo y entonces follé su estrecho ano hasta con tres de mis dedos, después deslice el vibrador pequeño dentro de ella, empujé mi polla dentro de su coño, comenzando un mete-y-saca del vibrador en su estrecho culo, lo que la envió rápidamente en un poderoso orgasmo.
Continué con este sistema por algunos minutos asegurándome de que su trasero estuviera listo para mi pija. Retiré el vibrador y presioné la cabeza de mí polla contra su diminuto y enrojecido agujerito, empujé lentamente y vi como centímetro a centímetro mi polla desaparecía en su hermoso culo blanco. Estaba tan estrecho que me lo tomé con calma para no correrme tan rápido. Tía Deborah tomó su consolador y penetró su coño, se sentían las vibraciones del artilugio en mi propio pene, pero aguanté estoicamente. A medida que me volví menos sensible comencé a bombear con más y más fuerza. Mi tía gemía lujuriosa bajo mis embestidas al mismo tiempo follaba su coño con el consolador dentro y fuera a un furioso ritmo.
Quería que el momento durara una eternidad, pero por supuesto como joven adolescente esto no podía suceder, como en dos o tres minutos ya estaba listo para explotar otra vez. Bombeé con fuerza y pronto estaba acostado encima de ella bombeando galones de semen dentro de su culo caliente que se contraía en pavorosos espasmos.
Por suerte pude encularla varias veces en esos días antes que se marchara. También en esa semana probamos todas las posiciones, ella era mi maestra y me enseñaba con lujo de detalles como quería ser follada. Incluso se sentó sobre mi cara y me dijo que le chupara el coño mientras ella hacia lo mismo a mi pija, después me dijo que eso se llamaba sesenta y nueve, me causo risa cuando me explico el significado. Me dejó follar sus grandes tetas y lo sentí espectacular, pero sus tetas eran tan grandes que no alcanzó para salpicar su cara, así en otra oportunidad se colocó sus lentes ópticos y me dejo que me corriera en su cara. Por sobre todo eso, ya sea en su culo o en su coño, mi posición favorita era follarla desde atrás y contemplar su magnifico culo blanco que se estremecía con cada una de mis embestidas.
Nos separamos tristemente el día en que tía Deborah tuvo que irse. Me invitó a su casa del sur y me dijo que me mostraría los alrededores de Concepción. Nos hemos mantenido en contacto por WhatsApp y de tanto en tanto recibo una fotografía de sus tetas y/o de su culo donde dice que me están esperando. Mamá ya me dijo que me mandaría donde ella para las vacaciones de invierno. Hasta ese momento no me queda otra que pajearme con sus fotos calientes.
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