La Zorra de mi Madre
Nuestras miradas se cruzaron mientras mamá pasaba su lengua por mi glande, haciendo que un gemido escapara de mi boca. – ¿Qué pasa, mi niño? – preguntó ella mientras se relamia los labios..
Mi nombre es Aldo y tengo 20 años, está es la historia de cómo cumplí mis fantasías con mi madre.
Vivo con mi padre Genaro de 45, mi hermano Andrés de 22 y Rebeca de 12
El nombre de mi madre es Cecilia, una mujer hermosa de 42 años, de rostro en forma de corazón, piel clara y cabello castaño, con un cuerpo bastante bien conservado para su edad, con unos pechos de buen tamaño; sin embargo lo que más llama la atención de ella es su culo tras haber parido 3 hijos, con caderas anchas y largas piernas, no le faltaban pretendientes. Seguido me contaba acerca de todos los compañeros de su trabajo que se acercaban a elogiar su belleza.
Debo admitir que yo desde pequeño tomaba cualquier oportunidad para ver a mi mamá desnuda, mi padre viajaba bastante durante mi niñez, por lo que mayormente quién compartía la cama con mamá en aquellas noches era yo. Y al dormir juntos en la misma cama hasta entrados mis 8 años no era raro que sus pechos terminaran descansando en mi cara mientras dormíamos, que yo acariciara sus piernas desnudas durante las noches, o incluso que yo despertara a mitad de la noche para descubrir la agitación en mi madre, producto de su régimen de masturbación nocturna una vez por semana.
El inicio de esta historia se da cuando yo contaba con 18 años, después de un terrible fin de semana en el cual me había lesionado el tobillo y la rodilla derecha en una caída mientras jugaba en el parque con mi novia.
Después de un tortuoso viaje a urgencias logré regresar a casa con mamá, con una nota del doctor de reposo por una semana.
– Espero que haya valido la pena atrapar esa pelota – dijo mi madre después de ayudarme a subir escaleras y dejarme en mi cuarto.
– Por supuesto – reproché en tono burlón.
Ella me sonrió y salió del cuarto, yo abrí mi cajón y comencé a enrolar un porro para aliviar un poco mi dolor; terminé de armarlo y lo prendí. Comencé a quitarme la ropa hasta quedar únicamente en bóxers y vendaje, para ese momento ya me sentía un poco colocado, así que me acosté mientras seguía fumando.
– Olvidé colocarte cambiarte las vendas — la puerta se abrió repentinamente y mi madre entro al cuarto para verme tirado en la cama casi desnudo y un canuto en la mano — Oh…
Me quedé frío por unos segundos hasta que siguió.
— No pasa nada, cariño — dijo ella miércoles avanzaba a mi cama con las vendas para mí piernas — tu padre y yo también lo hacíamos cuando no éramos mayores que tu hermano Andrés.
Me quitó el vendaje sucio y sudado por el transcurso del día y vivir en una zona apartada.
— Solo evita hacerlo cerca de Rebeca — me limité a asentir con la cabeza, ella notó mi tensión y tal vez para intentar calmarme preguntó — ¿Te importaría darme un poco?
— ¿En serio? — respondí con incredulidad.
Ella insistió, y un poco más relajado le extendí el porro para que lo tomase.
Le dió entre 5 a 7 caladas y me lo regresó para después toser un poco.
— ¡Nada mal! — grité con una sonrisa para darle otra calada al porro.
— Está un poco fuerte en la garganta — me hizo saber mientras veía su rostro relajarse poco a poco, tomó las vendas limpias y comenzó a enrrollarlas desde mi pie hasta mi rodilla, lo que, junto al efecto de la droga despertartara en mi una calentura que me fue imposible ocultar gracias a una erección bastante notoria; claramente esto no pasó desapercibido para ella — Vaya, Aldito ¿de dónde ha salido eso? — remató con una risita burlona.
— Perdona, mami — la sangre comenzaba a subir a mis mejillas y mi cuerpo a sudar por la acalorada situación — pero es que tú eres una mujer muy bonita, y desde esa posición me hace sentir…
— Lo sé — interrumpió — es normal, corazón. Eres humano, tienes ojos y… — dirigió su mirada hacia el bulto debajo de mi boxer — tacto.
— ¿Quieres tocarla? — le cuestioné al notar el deseo en su rostro.
— Soy tu madre — interpuso — no sería correcto.
Yo ya estando preso de la calentura bajé mi boxer para liberar mi pene que ya mostraba precum en la punta.
— Vamos — insistí — nadie se va a enterar. Por favor, mami.
Mi madre se mordió el labio dubitativa, pero finalmente subió su mano izquierda hasta mis testículos para comenzar a masajearlos y su mano derecha hacia el troca de mi erecto pene, del cual apenas abarcaba menos de la mitad. Acercó su cara hasta que pude sentir su respiración agitada en mi ombligo y escupió sobre mi pene para después pasar la lengua desde mis bolas hasta la punta. Yo casi me moría del placer.
— ¡Sí, mami! — solté para después gemir.
— ¿Te gusta, mi príncipe?
— ¡Me encanta!
Comenzó a jalarmela de arriba hacia abajo mientras pasaba la lengua por mis testículos, yo solo me retorcía del gusto.
Cerré los ojos, creyendo que tal vez esto era un sueño, pero no, esto claramente era mejor y lo supe cuando súbitamente sentí cómo mi pene se cubría de calor, el calor de la boca de mi madre.
Abrí los ojos y nuevamente nuestras miradas se cruzaron mientras mamá pasaba su lengua por mi glande, haciendo que un gemido escapara de mi boca.
– ¿Qué pasa, mi niño? – preguntó ella mientras se relamia los labios.
Procedió a meter los 19 cm de mi verga a su boca para después sacarla llena de saliva repetidas veces. Yo estaba en el cielo y siendo presa de mi propio placer la tomé por la cabeza y la nuca y le hundí la verga hasta el fondo de la garganta. Pude sentir la arcada contenida y la resistencia que opuso, sin ningún tipo de tregua y con su movilidad secuestrada comencé a bombear dentro de la boca de mi madre.
— ¡Ah, sí! — gritaba mientras movía mi cadera hacia arriba y abajo — ¿te gusta comerte el pene de tu hijo? ¡eres una puta mami! — podía sentir el movimiento interno de su lengua en mi tronco y en su mirada se veía el deseo y la lujuria. Me detuve por un momento y se la saqué de la boca, la tomé por el cuello para apretar un poco, lo que liberó un gemido en ella— Te hice una pregunta, puta ¿te gusta que tú hijo te coja la boca? ¿te gusta comerme la verga?
— Me encanta — respondió ella limpiando el rímel corrido de sus mejillas.
Le puse mi pene en la boca nuevamente y comencé a empujar sin piedad, hasta que eventualmente sentí el orgasmo llegar; comencé a bombear más rápido en aquella boca cálida y húmeda hasta que finalmente explote en el fondo de su garganta entre ruidosos gemidos, tomé su cabeza y empuje hacia abajo nuevamente para asegurarme de que se tragara toda mi leche.
— ¡Ah, ah! ¡Mami! — gritaba mientras mantenía su boca presa con mi verga, una vez pasado el clima y los espasmos orgásmicos le permití liberar su garganta de la obstrucción de mi pene.
— ¿Crees que ya terminamos? — reclamó Mamá — déjame enseñarte algo que a tu padre le encanta.
Tomó mis muslos y separó mis piernas para poder ver mi ano sin obstáculos. Sentí un nuevo nivel de placer en el momento que el primer lenguetazo se hizo sentir en mi culo.
— ¡Ay, ah, ah,! — gemía mientras me retorcía de placer, casi olvidando mi pierna lastimada — ¡Sí puta! — mi pene comenzó a reaccionar de nuevo, cosa que mi madre notó; lo tomó y comenzó a masturbarme nuevamente, está vez mientras penetraba mi culo con su lengua — ¡Mami, ya no aguanto! ¡Voy a…!
Mi leche salió disparada a presión llegando a caer en la frente de mi madre, mi abdomen y pecho. Mi madre se levantó mientras yo seguía temblando de placer. Me arropó y me dió un beso en la frente.
— Descansa, mi niño — dijo mientras se acercaba a la puerta — qué pena que no podrás salir de casa en una semana.
Me guiñó el ojo y cerró la puerta.
Que caliente.. me recuerda a la mamá de mí amigo