Las Confesiones de Nelson… La Sobrina Precoz (Final)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Es de noche, ya la calle está a sola y oscura también. Nelson piensa que es muy tarde, pero que importa, allá está sola Graciela.
Dos hermanos, vecinos de Graciela, están afuera, sentado cerca del portón de la casa. Casi no se veían, estaban ahí hablando, cuando el menor de ellos, se asoma, ve a Graciela, esperando cerca de la puerta de la casa. Él se mete de nuevo y le dice a su hermano –ahí está Graciela, sabrá dios a que hombre está esperando ahorita.
– Verga, pero es que la tipita es caliente.
– No te digo pues, que este compa, el lolo se la cogió, y hasta la grabo con el celular.
– Yo no me la cojo –dice el hermano mayor.
– Y tiene hasta el culo chaluposo, yo se lo vi, cuando este lolo me enseñó el video.
Estos dos hermanos, hablan de Graciela, por lo que se dice en el barrio. Ellos están ubicados, a una casa de Graciela. No todo lo que se decía era verdad, pero sí que tenía cuentos la Graciela. Ahora lo que nadie sabe es todos sus secretos.
La mujer se ha juntado con otra vecina, otra que tiene también sus cuentos. Después de una enemistad, ambas se ha sacado los trapitos al sol, pero la más perjudicada ha sido Graciela. Anabel, la madre de esta, ha dejado la casa, porque no aguanto los chismorreos por su hija, y ante que le dé un soponcio, mejor se ha ido.
Pero es fácil juzgar a otra persona, sin conocer, porqué es así. Graciela también tiene su historia, una historia, que probablemente, se ha repetido más de una vez, en la manzana del barrio donde vive…
Allá cruzando un puente, venia Nelson, apurado, esta todo oscuro y solo. Ve a los dos hermanos que están afuera y adentro a la vez de su casa. Se pregunta quienes serán, solo espera que no sean dos malandros, y ahora que lo piensa, talvez debería regresar por donde vino.
Al ir más cerca, supo quienes era, lo conocía de vista. Le entro un alivio y siguió directo por la calle, hacia la otra horilla, no hay casa de frente, solo hay monte; verde y frondoso, midiendo casi dos metros y medio. Con esta temporada de lluvias, habían crecido mucho, y hacia ver la calle más solitaria de lo normal. Nelson pasó por frente de la casa, de los muchachos que están frente del portón. Se vieron a los ojos, y todos juntos se saludaron con un movimiento de cabeza nada más, Nelson siguió adelante y llego a la casa, donde lo esperaba Graciela.
Ah no, ve es el tío que la viene acompañar –dice el hermano menor.
– Y sí… ¿Es que la viene a coger? –
Ambos sueltan una risotada. No creen posible eso, pero después de las risas, se asomaron a la calle, y ya nadie estaba afuera, cerraron el portón, y luego entraron a la casa. Ambos hermanos, se fueron acostar, ambos imaginaban la posibilidad, que Nelson y Graciela estuvieran cogiendo en ese momento. Les creció el miembro, palpitaron y se estremecieron con solo pensar en aquello. Uno de ellos, conoce ese morbo, y sabe que eso si hace, porque él lo ha hecho…
II
El agasajo toda, apretándola a su cuerpo, le agarro las nalgas, y levantando al cachetero, Nelson mete el dedo y le toca el culo. Graciela sin más, se da la vuelta y se tumba en el sofá levantando el culo. Nelson le baja el cachetero y se lo quita todo. Se queda viendo embelesado esas nalgas –no están chaluposo como dicen la gente –. Nelson les abre, ve el culo, lo tiene rojito y sin ningún pelito.
Sera que es, tan apretadito como el de Sergio>>, piensa Nelson.
Escupe directo al culito, mete un dedo y eso paso suavecito. Sin haberse quitado la ropa, Nelson solo hace desabrochar la correa y luego los botones del pantalón. Se saca el güebo, teniéndolo ya todo templadísimo, lo pasa por la raja, como si fuese una brocha, sujetándolo con la mano, hace presión y el culo de Graciela, le traga el glande sin complicación. Nelson piensa que la perra de su sobrina, ya le han dado por el culo antes, y a él no se lo ha dado hasta ahora. Eso lo enfurece, y sin compasión le manda toda la verga hasta pegar su pelos en las nalgas de ella; la bombea fuerte, Graciela se aferra al sofá, gime como puta, levanta más la cola y recibe todas las embestidas en el culo, apretando duro, porque así es que le gusta.
Cuando Nelson acabó, se echó sobre el cuerpo de Graciela. Ambos empapados de sudor, respiraban agitados, sintiendo lo rico de haber hecho el pecado de lo prohibido…
III Final (recuerdos)
Al encender la radio, esperaba que sonara la canción Antología-Shakira. Con ella, yo agarraba el trapeador, y me iba solita, cantando y trapeando. Creo debía tener unos diez años, seguro fue en ese tiempo.
En aquel entonces, estaba Gabriel, un primo lejano, alto, blanco y de ojos verdes. Tenía los brazos gruesos, y su voz, para que decir. Desde que llego a la casa, me he enamorado de él, hasta tal punto de sentir escalofríos y fiebre nocturnos.
Con Nelson solo quise desahogar lo que había empezado, Gabriel fue primero, aunque nadie eso lo sabe, pero fue por Gabriel que empecé a fijarme en mi tío, necesitaba una imagen masculina, después de haberse marchado nuestro primo Gabriel.
Esa noche, hubo un corte de luz, y casualidad, esa noche dormimos alborotados. O sea, que no dormimos donde siempre correspondía. En el último cuarto, era frio, porque no había friso en las paredes y estaba escueto. Dos años después, fue que Nelson y sus otros dos hermanos lo ocuparon.
No estaba ocupado ese entonces, solo vi, la figura oscura y ancha de un hombre cuando iba caminado por el pasillo. Lo sigo, pero la verdad no iba con esa intención, la llama que se prendía todas las noches en mí, esa noche se encendió cuando estuve en la colchoneta junto con el…
Yo respiraba pausado pero intenso, él estaba más calmado, y seguro sentía cuando yo temblaba al rozarme con sus dedos en la piel de mi muslo derecho.
Fue lento, apenas rosaban sus dedos, mi piel se eriza, otro escalofrió y siento la humedad en mis pantaletas. Cuidadosamente, puso la mano encima de mi vientre. Me soba lento, y como no hice ningún movimiento, fue bajando la mano, la coloco en la frente de mi vagina. Sentía que me palpitaba, apretaba y aflojaba. Estaba envuelta en llamas, solo falta que baje un poco, y presione mi coño.
Al hacerlo, puso dos dedos, subió la bata que usaba y por encima de mi pantaleta presiona y palpa la humedad que tengo. Casi chillo de placer, pero contuve las ganas. Abrí un poco más mis piernas, y Gabriel seguía apretando mi clítoris, como si fuese un botón que no funciona.
No sé, si era la tela o era sus dos dedos, pero no aguante, y con un espasmo me he corrido como una loca, temblando y titiritando. Mi vaginita se contrajo, y expulso flujo a borbotón…
Las piernas la sentí adormecidas y sin fuerzas. En el muslo sentía la erección de Gabriel; caliente y palpitando. Lo tenía afuera, y la lubricación que brotaba del glande tenía toda mi piel bañada.
Ya todo el placer se había alejado de mi cuerpo. Ahora estaba preocupada, no sabía que podía decir o mirarlo al día siguiente. Pero en ese momento que pensaba ponerme de pie y salir de la habitación, el me sujeto por los brazos, me abraza y susurra a mi oído. Me dejo quieta acostada, tiesa sin hacer nada. Aunque no estaba segura, lo intuía, que era su turno. Él también quiere relajar su cuerpo a igual que lo hice yo, con su ayuda.
Todo su peso recayó en mi delgado cuerpo. Con sus propias piernas, abre las mías. Subió un poco más mi bata, pero no bajo mi pantaleta, Gabriel en cambio tenía la verga afuera, rebotando con cada pulsada y mojando mi piel con su jugo pre seminal.
Al recostar su verga dura y gruesa en la raja de mis labios vaginales, la tela de mi pantaleta era un estorbo, para que piel con piel se rosaran. De nuevo sentía pálpitos en mi cuquita, pero esta vez, la excitación venia acompañada con un temor, que hacía que mi estómago fuese un nudo, apunto de soltarse en vomito.
Controle mis nervios, y debía seguir adelante. Dejar que Gabriel hiciera conmigo lo que quiera, porque así, lo he buscado yo solita.
Comenzó a frotar su erección, apretándola duro en mi coño. Todo su cuerpo se ponía tenso, y cada gemir bajito, lo sentía cerca de mi frente. El aliento de Gabriel era caliente, y su pulso acelerado. Mi coño brincaba y sentía espasmo incontrolados, yo deseaba que bajara mi pantaleta, y lo recostara así no más, sin tela de por medio.
Mientras más afincaba, más me dolía por la apretada que me daba. Metió los brazos por debajo de los míos, me hizo abrazarlo y por instinto también lo abrazo con las piernas. Más seguido se queda pegado en mi coño, sintiendo como ese trozo de carne dura, se erguía queriendo reventar la tela y pasar hasta al fondo. Sin darme cuenta, el chillo bajito, seguido se quedó súper pegado a mi cuerpo, y como si estuviera convulsionando, cada acabada, temblaba y eyaculaba. Soltó grandes chorros de semen en mi barriguita, donde toda esa leche olorosa se impregno en mi piel y en la tela de mi pantaleta…
Después de haber acabado, se bajó de mi cuerpo. Luego con una franelilla de el mismo, mi limpia el abdomen y parte de mi pantaleta. Sin decirme, yo solita me bajo la bata, y con la misma me pongo de pie y salgo de la habitación. Asustada, pero por dentro, caliente como un fogón.
Tres días antes de irse, hizo el intento de hacerme mujer. Gabriel tuvo miedo, y la verdad yo también.
Fue una mañana, mamá había ido al supermercado, mis hermanos estaban en el colegio y yo estudiaba en la tarde.
Acostada en mi cama, tenía una falda de blue jean corta. No lo sabía, pero presentía que iba suceder. Dentro de poco Gabriel se asomaría en la puerta de mi habitación, y yo debía darle motivo a que entrara.
Me saco la pantaleta, y la escondo bajo la cama, simulando que pensaba y veía al techo, abro las piernas y subo un poco mi bata. Estaba ansiosa, me desesperaba que no apareciera, hasta que lo hizo. Fue casi como lo he pensado, solo su cabeza ha asomado, iba a echarla hacia atrás, pero se detuvo, y se quedó mirando a mis piernas que estaban abiertas. Se quedó fijo viendo mi entrepierna. Yo debía estar humedad, y debió ver eso.
No le sostuve la mirada, solo seguía como una boba mirando al techo, hasta que él se decidió por entrar. Se acercó lentamente, se sentó a la horilla de la cama y luego estiro la mano, y toco mi coño húmedo. Palpo mi clítoris que estaba erecto, me estremecí cuando lo ha rotado con los dedos. Luego cuando abrió mis labios vaginales, metió el dedo medio y yo me contraje, lo vi a los ojos, y el saco el dedo de mi coño. Se llevó el dedo a la boca y lamio mi jugos vaginales.
Solita me acerque más a Gabriel, acostada seguía con las piernas abiertas, pero ahora estaba de frente a él. Gabriel se puso de pie, y desabrocho la bermuda que tenía puesta, le cayó a los pies y luego se sacó el güebo del interior. Yo pensaba que iba apoyar de nuevo su verga en mi cuquita, pero no fue así. Me sorprendió, cuando se bajó y lamio mi vagina. Esa lengua ancha, me lamia toda, recogiendo lo jugos que brotaban sin control alguno. Me contraje, y le sujeto del cabello, el me mira a mis ojos, y con lujuria sigue comiendo mi coño. No aguanto más y acabo en su boca, tanto con sus dedos y sus labios, él recogía mi líquido y hasta no dejarme limpiecita, no dejo de lamerme el coño como un loco.
Se puso de pie, y vi en la claridad de la mañana, que tan grande es su güebo; grueso, erguido hacia un lado, de un mismo tamaño, con una cabeza roja, y el tronco lleno de venas. Las bolas las tenía encogidas, y enmarañando con los pelos de la ingle.
Sujeto mi cintura con sus manos, me jalo hacia la horilla de la cama, y mis piernas la abrí, quedando en una posición, parecida a una rana boca arriba. Rodeo con sus dedos, su verga, le jalo el prepucio, y quedo toda esa cabeza prensada y roja. Luego puso el glande en mi rajita, abrió mis labios, y presionó en huequito, yo me contraigo; no me ha dolido, pero era natural que lo hiciera. Gabriel, se movió hacia delante, toda su verga se rodó en mi raja humedad, sobre sale ese palo, y lo veo como gotea sobre mi abdomen. La cara de Gabriel, era seria, podía ver como su pecho respiraba entrecortado. Hizo el intento de nuevo en penetrar mi huequito, pero esta vez sí me dolió y mi rostro lo demostró.
Gabriel dejo de presionar, solo untaba su glande con mi clítoris. De tanto rosarlo, se me pone grande, me estremezco, contraída y excitada, acabo de nuevo, pero esta vez sobre su glande. El coloca de nuevo la cabeza en mi hueco, presiona y aunque me duele, no se detiene. Siento un desgarro, su glande ha penetrado. Me vine en sangre, no me había dado cuenta, pero la expresión de temor de Gabriel, me lo dijo todo. Con su propia ropa interior, seco un poco la sangre, en todo el rato que teníamos haciéndolo, primeras palabras que dice; ¿te ha dolido mucho? –le digo que sí, moviendo la cabeza. Pero por mucho dolor que sentía, era una necesidad para mí, que Gabriel terminara de hacer lo que estaba haciendo. Quería ser penetrada por ese hombretón.
Con solo un poco de haber sido penetrada por ese glande rojo, el no quiso seguir. Tenía miedo, y aunque yo era una menor, lo entendí como una mujer adulta.
Termino de hacerse la paja, con el dedo pulgar metiéndolo en mi huequito. Acabo bastante, y vi como salía ese semen caliente y espeso de su pene, regándolo todo en mi cuquita y en mi abdomen. Los músculos de sus brazos se relajaron con la intensa eyaculada, cerró los ojos y gimió extasiado.
Tuve que bañarme, al poco rato, mamá había llegado del supermercado. Gabriel salió a la calle, y creo que hizo bien, mi expresión era extraña. Mi madre me ha preguntado si he enfermando, y si él hubiese estado en ese momento, yo lo hubiese visto a los ojos y mamá hubiera sospechado.
IV
A la mañana, bien temprano, salía de la casa Nelson. Toda la noche cogió con Graciela. Esa mañana iba al trabajo bastante relajado. Cuando iba pasando por todo el frente de la casa, de los dos hermanos de la noche anterior. El menor, iba saliendo en ese momento. Le queda viendo a los ojos, y ambos sostienen la mirada. Como diciéndose… yo sé que lo has hecho, yo también lo he hecho.
¿Quién no lo ha hecho?
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