Las delicias de Marifher (3)
No es creación mia, sino de mike80, pero sufrió la purga de Todorelatos.com.
Las Delicias de Marifher (3)
Me despertó un resplandor plateado; la mañana gris se filtraba a través de las cortinas blancas que cubrían los enormes ventanales de la habitación. Abrí los ojos poco a poco y fijé la mirada en el techo. Había una obra de arte plasmada justamente ahí. Seguramente Don Rodrigo Valencia, contrató algún acuarelista de prestigio para que decorara con pincel las habitaciones de esa enorme casona pensé. Y es que la pintura reflejaba la silueta rosada y tersa de un capullo en flor, flotando entre delgados hilos de nubes blancas y pétalos de orquídea púrpura: una combinación de colores de muy buen gusto. La bella imagen me provocaba una mezcla de sensaciones agradables, morbosamente dulces; el delicado capullo en flor me recordaba el sexo suave, rosáceo y tibio de Marifher mi muñequita rubia. La blancura de las nubes la interpretaba como el fin placentero de mi esencia espesa y abundante; esencia que deliciosamente se me escapaba a chorros durante nuestros encuentros salvajes y amorosos. Me sentía feliz. Repasaba los acontecimientos de la noche anterior con sensual deleite y frenesí; recordaba las caricias, la piel blanca y elástica, los cabellos dorados, los besos de esos labios rojos y carnosos, la mirada turquesa, los muslos sedosos e inverosímiles, las palabras juguetonas y pícaras de mi Princesa, de mi Barbie perfecta, de mi mujer temprana de Marifher Marifher Marifher; me sorprendí susurrando su nombre tres veces mientras sonreía recostado en esa cama. El recuerdo de nuestros esfuerzos placenteros estimuló en mí, la siempre fácil erección matutina.
Me encontraba en este estado imaginativamente exquisito, cuando de pronto escuché que tocaban suavemente tres veces. La chapa giró lentamente y la puerta se abrió; era Marifher. En sus manos sujetaba una pequeña charola plateada y sobre ella, un vaso con jugo de naranja, pan tostado y un plato con ensalada de frutas: me traía el desayuno a la cama. La contemplé con emoción mientras giraba grácilmente y cerraba la puerta; venía vestida con un chalequito de lana blanco de cuello en V, una faldita del mismo color, plisada a medio muslo, que acentuaba maravillosamente su pequeña cintura, pero sobre todo dejaba apreciar sus perfectas, lisas y torneadas piernas. Calzaba zapatillas de tela color blanco, es decir, venía vestida como jugadora de tenis. Que imagen tan increíblemente preciosa. Su rostro felino sonreía mientras caminaba a mí. Dejó la charola sobre el buró, dio un salto al lecho y se me abrazó cariñosamente. Me miró con sus ojos zarcos entrecerrados que a esa hora de la mañana, parecían un manantial azul, en el que se reflejan los picos nevados de los montes en los paisajes. Comenzó a besarme suave y delicadamente, mordiendo de cuando en cuando mi labio inferior. Que delicia. El perfume de sus cabellos de oro recién lavados embriagaba sutilmente mi nariz. De repente se sentó en mis rodillas.
- Ciao il mio amore. Buon giorno. ¿Dormisti bene?
- dijo con su voz melodiosa y traviesa.
Nunca antes me había hablado en italiano. Era un nuevo juego inventado por ella; obviamente decidí seguírselo.
- Hola Princesa. Si dormí bien. Soñé contigo- le contesté.
- Diego, voglio che mi faccia lamore per sempre. Io ti amo.- cantó deliciosamente en su lengua natal.
Entendí perfectamente lo que me dijo. Me pidió que le hiciera el amor para siempre. Me estremecí; la tomé de nuevo entre mis brazos. La besé a placer, enternecido hasta las lágrimas. ¿Quién era esta pequeña ninfa cariñosa?; ¿Quién era esta deliciosa mujercita que me saciaba de placer y de amor?
Nuestros labios ahora se entrelazaban furiosamente, mientras mis manos recorrían su espalda y su cintura; sus cabellos lacios cosquillaban entre mis dedos. De pronto me contuve, pensando en el peligro de que nos descubrieran.
- Amor. ¿Y si viene alguien?- pregunté con voz entrecortada.
- Mi tía Constanza y don Rodrigo fueron a un desayuno de negocios. Me avisaron temprano. Y el servicio solo viene si se les llama- dijo seriamente, mientras me acariciaba el pecho.
Efectivamente. Don Rodrigo Valencia y su esposa iban camino a un lujoso club de golf, donde se encontrarían con los socios japoneses para almorzar y después jugar una partida. Era sábado y a Marifher le tocaba práctica de tenis; ella astutamente le habló a su entrenadora y utilizó el pretexto de que se sentía mal de su espalda y que el médico le había ordenado reposo. Me excitó su sagacidad. Niña pícara. Deliciosamente pícara.
Volví a besarla apasionadamente. Mis dedos se escurrían debajo de la prenda de lana, deslizándose en la curvatura perfecta de su espalda. Leves gemidos se le escapaban a cada rato. Su cuerpo se restregaba al mío con desesperación. Luego se hincó con los muslos separados y cruzando sus brazos se despojó del chaleco con un solo movimiento, tan sensual, que me quitó el aliento. Arrojó la prenda al suelo. Su cabellera dorada se agitó por un pequeño instante, cayendo de nuevo sobre sus hombros y su espalda. Erotismo en movimiento. Miré extasiado sus pequeños pechos carnosos; sus pezones rosados y erectos apuntaban hacia arriba, palpitantes, suaves y tibios. Ella misma me tomó por la cabeza y acercó mi boca hacia ellos. Con los labios cerrados rozaba sus botoncitos acolchonados; parecían un par de fresas dóciles y firmes entre mis labios. Los lamí lentamente; haciendo círculos con mi lengua. Ella volvía a gemir despacio con su boquita cerrada; <mmmm>, al mismo tiempo me tomó ambas manos y las puso sobre su culo perfecto y redondo. Se sentía delicioso tocar sus nalgas lisas por encima de la faldita. Las yemas de mis dedos recorrían sus muslos anteriores sintiendo su piel caliente. <Quítame la falda Diego>. La obedecí instantáneamente. Apreciar su cuerpo semidesnudo es un placer indescriptible. Se recostó sobre su espalda mirándome pícaramente. Estaba a punto de quitarle su calzoncito de encaje blanco, cuando ella me detuvo. <Así no Diego. Arráncamelo con tus dientes> dijo respirando agitadamente. Niña traviesa. Ya lo había hecho otra vez parece que le gusta pensé. Me incliné sin dejar de mirarla a los ojos. Mi boca llegó impaciente a su irresistible entrepierna y le besé su capullo en flor por encima del calzoncito, mientras mis dedos jugueteaban en su monte de Venus. Se mordía los labios y cerraba sus ojos sollozando de placer; mi lengua inquieta surcaba sus ingles y mi nariz respiraba su néctar de lolita lujuriosa. Mordí la delicada prenda y sacudiendo mi cabeza, la rasgué. <Así amore amore mio .ahhhhhh> decía excitada. Un rayo de sol en forma de pirámide se colaba por la ventana, iluminando la piel de mi muñeca rubia; haciendo visibles los pequeñísimos vellos brillantes de sus muslos; su pubis redondo, en donde habían brotado esos pelillos dorados que ahora rozaban la punta de mi nariz. Mi boca se empeñaba en darle el placer mas intenso; mi lengua dibujaba círculos en su rajita sonrosada; mi lengua escribía toda clase de jeroglíficos de un abecedario orgásmico. Mis manos recorrían toda su piel, entreteniéndose en sus pechos y en sus piernas. <Méteme los dedos Diego yo misma lo hice pensando en ti, cuando estabas lejos ahhhhhh lo hice mientras me duchaba me tocaba y me metía los dedos en mi cosita acostada en mi cama en las noches ahhhhhh> Sus palabras ardorosas me impresionaban, me llenaban de lujuria; escupí mi dedo índice y lo introduje en su cuevita carnosa y húmeda, mientras le lamía su diminuto clítoris. <ahhhhhh ahhhhhh ¡ay!…asiiiiiiiiiiiiiiiiii> se vino en mi boca; sus manos me jalaban el cabello, su espalda arqueada, sus piernas tensas: poesía sexual, soneto tembloroso, melodía dulce y aguda. Sus orgasmos me producen satisfacción.
Se incorporó decidida. Me empujó y quedé recostado mirando su rostro infantil lleno de erotismo; empezó a jugar de nuevo. <Grazie amore. Mi piace quando mi lecchi la cosa. Quando mi mangi la vagina>. Marifher tal parece que conoces mi punto más débil. Me hablaba en italiano; en ese lenguaje armonioso de niños, cosas calientes. «Me gusta cuando me lames la cosa. Cuando me comes la vagina». De verdad estaba sorprendido por sus nuevas armas. ¿A caso esas eran las palabras que recitaba, cuando se masturbaba pensando en nuestras escenas sexuales? Niña, eres una pequeña diosa del amor. Una maestra pícara y precoz. Sus manos buscaron mi verga erguida, que pugnaba por salir de mi trusa. Sus dedos delgados y traviesos me acariciaron por encima de la prenda; mimaban mis testículos. < ¿Che cosa è questo?> decía mientras me masajeaba mi falo, palpitante con cada roce. Yo la acariciaba de nuevo; le tocaba su vientre plano, su rajita empapada, sus tetitas carnosas. <Ah è il mio giocattolo preferito. Gioco con quello. ¿Vuoi che te lo succhi? Dimmi che vuoi che te lo succhi>su boquita se llenaba de palabras sucias en italiano. Si princesa es tu juguete preferido, juega con el si quiero que me lo chupes con esos labios rojos y carnosos. <Voglio che metta il tuo pene nella mia bocca>. Y comenzó a lamer mi glande hinchada de placer, sin dejar de mirarme a los ojos. Que pintura tan sensual, tan sexy; sus labios y su lengua se restregaban contra mi pene, succionándolo deliciosamente, mientras sus dedos acariciaban mis testes. Se convirtió en una musa sexual. En una experta del mundo del placer. Poco a poco comenzó a engullir mi verga y esa sensación de su aliento caliente y su saliva tibia, enloquecían mis sentidos. < ¿Ti Piace amore?> <si muñeca me gusta ah me gusta mucho>. Sentía sus blanquísimos y bellos dientes mordiendo de cuando en cuando el tronco de mi miembro. Sentía sus manos masturbándome, jugueteando con mi falo.
De pronto me miró; sonrió y escupió en mi glande, imitándome. <Fammi lamore. Fornicami> dijo mientras rodeaba mi cuello con sus brazos. Se sentó lentamente sobre mi pito duro; su cuevita carnosa y caliente engullía poco a poco mi palo, mientras ella se desgajaba en un gemido agudo y largo. Con las piernas entrelazadas, mirándonos de frente, fundiendo nuestras caderas, iniciamos el ritmo al unísono. El mete y saca era lento; la penetración completa. Nuestras miradas chocaban llenas de ansiedad y erotismo. Sus bellísimos ojos azules clavados en los míos. Nuestros labios devorándose mutuamente. Sus uñas marcando nuevos rasguños en mi espalda y mis hombros. Mis brazos rodeando su espalda baja, acariciando sus nalgas respingadas. Sus gemidos cada vez mas intensos <ahhhhhh ahhhhhh> nuestros cuerpos danzando una misma pieza. Mi verga penetrando su coñito de niña. Su coñito tibio y apretado. Ya no pude más. Mi leche caliente brota a borbotones dentro de su rajita, que placer tan extremo; mi orgasmo me cosquillea la espalda y se desenreda en mi cabeza. Marifher se aprieta a mi cuerpo. Su espalda se arquea y sus dientes se clavan en mi hombro derecho, hiriéndome la piel, sangrándomela. Hicimos el amor. Si acabamos de hacer el amor. Nos quedamos abrazados durante largo rato. Suspirando y agotando muchos te amo, te extrañé, te amo mucho.
Me recosté sobre la cama. Ella desnuda se levantó y fue por la charola, volvió a recostarse a mi lado. Me dio de comer en la boca, mientras me decía ahora palabras cariñosas y dulces en italiano. Idioma que me dispuse a aprender cuanto antes. Quería conocer su lenguaje. Hablar su mismo idioma del amor
Después …
Fin del Capitulo III
PS: Este es el último relato de Marifher que escribió mike80, o al menos, es el último que me consta. Si por casualidades del destino, ve que su obra ha sido publicada aqui, quizás vuelva a retomarlo donde lo dejo o si otro autor quiere continuarlo, me pareceria perfecto.
De verdad???? No puede ser… Osea este capítulo 3 es el último…. Que vaina.. esto es erotismo al más alto nivel….
Excelente te felicito q lo hayas publicado…
Muy excitante y tiene erotismo y amor. Ojala lo puedan seguir.