Las hermanas de mi novia III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Xander_racer2014.
Las Hermanas de mi Novia III: La Repetición es el camino a la maestría
Al despertar al día siguiente y recordar lo que ocurrió durante la noche, lo primero que sentí fue incredulidad.
Los hechos parecían más propios de un sueño que de la realidad.
Bastó cruzar miradas con Ana, mientras desayunábamos las tres hermanas y yo en la mesa del comedor, para quedar convencido de que aquello sí había ocurrido.
Mi novia era ajena a esto, por supuesto.
La amo con locura después de todos estos años juntos, y estoy convencido de que es la persona con la que quiero compartir más momentos el resto de mi vida.
Eso sí, pensaba que el remordimiento podría conmigo, pero al final no era para tanto.
La sensación era un tanto extraña, sabía que si se enterara me dejaría el instante después de partirme la cara.
Sin embargo, mi mente había separado inteligentemente el sexo y el amor, y no quería abandonar una cosa por la otra.
El sexo con mi novia Cristina seguía siendo muy bueno, pasional e incluso, para mi sorpresa, original en muchos aspectos.
Pero esta pequeña aventura con su hermana Ana tenía un toque especial, se parecía a mucho a la emoción de las primeras parejas adolescentes.
Haber tenido sexo con la hermana de mi novia había provocado que masturbarme pensando en ella ya no fuera interesante.
Aunque no me toqué tanto la semana siguiente a nuestro lío, no pude dejar de darle vueltas al asunto en mi cabeza, deseando que se volviera a repetir, y con creces.
Por aquella época la Navidad estaba cerca, y la familia de mi novia planeaba ir el próximo domingo al centro comercial a realizar las compras típicas.
Desde un primer momento le comenté a mi novia que me daba pereza echar la mañana con sus padres dando vueltas por ahí, y le pedí que me dejara quedarme durmiendo en su cama.
Aceptó sin rechistar porque sabe lo que me gusta dormir, además de que le encantan las compras.
Me desperté la mañana de ese domingo sobre las 11:30.
Mi novia Cris ya se había marchado.
Me encontraba solo en la cama, así que enchufé la televisión y eché un vistazo a lo que estaban dando por la tele.
Escuché ruidos por la casa que me inquietaron al principio, pasos por el pasillo que.
Ya sabía quién era.
Ana entró en la habitación de su hermana sin tocar a la puerta, se acercó a la cama sin dudar ni un segundo y se metió en ella sin pedir permiso.
A pesar de que la cama era pequeña, se acurrucó muy cerca de mí, demasiado para no andar buscando guerra.
-Hola, ¿no? – Le dije riéndome.
– ¿Tú no ibas a irte de compras con tu familia? – Su aura me ponía nervioso.
Ya conocía parte de su cuerpo y estar tan cerca de él ya me la estaba empezando a poner dura.
Quería mostrarme más frío, que no creyera que me tenía en la palma de su mano.
-Sí, pero resulta que esta mañana me dolía la cabeza, y además quería estar descansada para estudiar esta tarde.
– Me contestó de forma irónica.
– ¿Qué mierda estás viendo en la tele? Quita eso y vamos a hablar un rato.
Apagué la tele.
-De acuerdo, ¿de qué quieres hablar?
-No lo sé, cuéntame algo.
– Me miró sonriendo inocentemente.
-¡Ya sé!- Exclamé yo.
– Cuéntame qué tal con tu novio después del numerito del otro día.
-¿Qué quieres que te cuente? Me pidió perdón como hace siempre.
Que si se le fue la cabeza, que si me quiere mucho, que si no podría vivir sin mí.
Lo típico.
Para colmo después de eso echamos un polvo de reconciliación un poco patético.
Al principio no se le subía, y cuando por fin se le puso dura se corrió enseguida.
¡Un desastre, vamos!.
Me terminé masturbando yo sola.
-Su tono empezó en queja y terminó siendo de resignación.
-Pues vaya.
La verdad que tiene que ser una mierda que tu novio te encadene porque crea que vas por ahí enrollándote con tíos y después sea incapaz de complacerte.
– Estaba tratando de dirigir el tema a propósito, quería que recordaba lo bien que lo habíamos pasado aquella noche.
-Es bastante deprimente.
Y no soy una chica muy exigente, ¿sabes? Sólo pido que me acaricien con gusto, sabiendo dónde y como tocarme.
Incluso yo misma le digo lo que tiene que hacer, pero es incapaz de hacerlo bien.
– Poco a poco, su lenguaje corporal me iba transmitiendo receptividad.
Ella me deseaba pero le daba palo lanzarse directamente.
-Me da un poco de reparo decírtelo, pero me hizo sentir bien, así que te lo voy a contar: eres el primer tío que me ha hecho sentir deseada como mujer y no sólo como un par de tetas.
-Sabía que tenía muy buen par, y le gustaban, pero al parecer detestaba que solo la desearan y le hicieran caso por ellas.
– Hiciste que me corriera súper a gusto, y quiero que se vuelva a repetir.
Y así, se incorporó y se puso encima de mí, con una rodilla a cada lado de mi cuerpo, mientras se recogía el pelo caótico de recién levantada con un coletero.
Me miró a los ojos y empezó a levantarse la camiseta.
La primera visión que tuve de su piel me trajo recuerdos de nuestro primer encuentro en el aseo de la casa.
A la luz de la mañana se podían apreciar sus imperfecciones, alguna que otra estría propia de una figura voluptuosa.
En cualquier caso, su vientre seguía siendo igual de sexy que lo recordaba.
Pero todo desapareció de mi vista cuando dejó al descubierto sus pechos.
Eran muy parecidos a como los había imaginado: grandes, muy grandes, un poco separados, con aureolas amplias y claras, y con pezones relativamente pequeños con respecto al resto.
Automáticamente, mi cuerpo se incorporó para ir a lamerlos.
-Lleva cuidado.
– Dijo ella ruborizada al sentirte de repente desnuda.
– Estoy ovulando y las tengo un poco sensibles.
Asentí con una sonrisa tierna en la cara y acerqué mi boca a uno de sus pechos.
Haciendo caso a sus palabras, lo chupé cariñosamente, sin morderlo ni rozarlo con los dientes en ningún momento.
El pecho estaba cálido y muy suave.
Al primer contacto del pezón con mi lengua, Ana se estremeció fuertemente, erizándosele todo el brazo izquierdo.
Fue un momento muy excitante para ambos.
Yo me estaba poniendo a cien con ese pecho perfecto y ella era consciente de ello.
Fui alternando mi boca con mi mano para no dejar desatendido en ningún momento ninguna de sus tetas.
Cuando creyó que ya estaba suficientemente excitada, me quitó la camiseta y me forzó a tumbarme de nuevo, bajándome también los pantalones.
El calor de su boca en mi polla me trajo recuerdos, y me dí cuenta de que ya había echado de menos aquella sensación.
No hizo nada nuevo que me sorprendiera, pero ello no quitaba que la chupara de 10.
Mientras hacía su trabajo, podía ver como sus tetas colgaban y se rozaban con mis piernas (estaba a cuatro patas).
No podía, no quería perderlas de vista.
Tras unos minutos disfrutando de su boca en mi miembro.
Se irguió y acercó su pubis al mío.
Aprovechando su humedad con la saliva que había dejado tras la mamada, comenzó a rozarse y a gemir lentamente.
Me fijé que esta vez, al estar solos en la casa, tendía a ser más ruidosa y no trataba de contener ningún sonido.
El vaivén de su culo en sus ansias de rozarse con mi polla provocaba que sus tetas rebotaran ligeramente, de manera sistemática, lo cuál era un espectáculo maravilloso de ver.
Poco a poco los dos íbamos adoptando la postura perfecta para que la penetrara, cosa que acabó ocurriendo.
Estaba tan cachonda y lubricada que entró fácil, sin ninguna dificultad.
Ana siguió moviéndose de la misma manera que antes de tenerme dentro de ella, por fuera no había diferencia pero en el interior todo había cambiado.
Había encontrado el lugar exacto donde quería tener mi polla, y estaba dispuesta a disfrutar ese momento al máximo.
Quizá si fuera otra chica le habría sugerido cambiar de postura, pero las vistas que me ofrecía eran impagables.
Me pidió que le acariciara los pechos.
Cuando lo hice empezó a gemir especialmente fuerte, sabía que le quedaba poco para llegar al orgasmo.
Empezó a moverse más bruscamente, buscándolo.
Sus tetas rebotaban con violencia.
Probablemente le estaban causando molestias, pero estaba tan cachonda que por nada del mundo iba a parar.
Su insistencia dio sus frutos.
Cuando empezó a sentir que venía, sus gemidos se detuvieron y se convirtieron en suspiros y resoplos fuertes, mientras que se dibujaba una pequeña sonrisa en su rostro.
Cuando se corrió, sus movimientos veloces e insistentes pasaron a ser lentos e intensos, rozando bien fuerte su clitoris con mi piel.
Sentía como su vagina apretaba mi polla con sus espasmos de placer.
Tras el éxtasis se derrumbó sobre mí, agotada.
Respiraba fuertemente.
Se apoyó con sus manos en mis hombros, me miró y dijo:
-No pienso parar, quiero que me folles hasta que te corras.
Aquellas palabras me dieron fuerzas para quitármela de encima, ponerla a cuatro patas y volver a metérsela.
Tras haberse corrido, Ana adoptó la misma actitud que cuando le comí el coño en el aseo: la de chica inocente que asume que va a ser follada sin remedio.
La embestí durante unos minutos.
Durante ese tiempo me di cuenta de que le gustaba que le tirara del pelo, la hacía sentir sumisa.
Ella comenzó a tocarse mientras la penetraba.
Ver aquello me puso tan cachondo que estiré de sus brazos para erguirla frente a mí.
Su espalda contra mi pecho, sus tetascontoneándose a cada ida y venida, su mano masturbando su clítoris, mi polla sin parar de embestirla.
Su cuerpo comenzó a dar señales de que se iba a volver a correr, y así fue.
El placer le vino acompañado de espasmos en sus piernas y gemidos de su garganta.
Sentirla corriéndose fue lo que me hizo querer estallar en aquel momento.
Recordé que había estado ovulando, así que la saqué rápidamente y me dispuse a correrme encima de ella.
Dio por hecho que quería descargar mi semen en sus tetas, así que se apoyo en el respaldo de la cama y apretó sus pechos con la ayuda de sus brazos.
Sin embargo, verla así, sonrojada por el esfuerzo de haberse corrido dos veces, con sus graciosas pecas alrededor de la nariz, me hizo ver el erotismo natural de su cara.
Era allí donde quería correrme.
Me puse encima de ella, con mi polla cerca de su cara, y ella entendió mis intenciones a la primera.
Cerró los ojos y dejó que descargara sobre ella.
Fue una corrida explosiva, intensa y muy, muy placentera.
Soltarlo todo sobre aquella carita fue algo que nunca podré olvidar.
Al terminar, me aparté para dejarla ir al baño a asearse.
La seguí para intercambiar unas palabras.
Cuando se limpió los párpados y se aseguró de que no podía entrarle nada a los ojos, me miró a través del espejo y dijo:
-Es la primera vez que se corren en mi cara.
Considérate afortunado.
-Es la segunda vez que te sorprendo.
¿Qué será lo próximo? – Contesté yo.
Dejé a Ana en el baño con una carcajada, semidesnuda, aseándose.
Me dirigí a la habitación de mi novia para comprobar que todo estaba en orden y a esperar a que la familia volviera de las compras navideñas.
Con el lío ya eran cerca de las 13:00.
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