Las lecciones de Eufemia
De como un niño aprende todo sobre el sexo con su aya negra de 15 años..
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Cuando tenía cinco años a mi mamá le llevaron una muchacha de pueblo para que sirviera en las cosas de la casa y además cuidará de mi hermana de dos años y de mi.
Eufemia se llamaba, era de raza negra con un cara un poco feo o descuidado, labios gruesos, cabello rucho y un cuerpo de infarto para sus 15 años.
Mi madre había internado a mis hermanos mayores de 10 y 11 años para que se fueran disciplinados en los estudios a que estaban encaminados por ella: una médico y un abogado. Venían tres veces al año y por pocos día, eso me daba mucha tristeza porque amaba la compañía de mis hermanos.
Mi madre era jefe del hospital local y por lo tanto su vida era ese sitio las 24 horas, y mi papá era un agente de inversiones que viajaba todo el tiempo, es decir, que el aburrimiento era mi compañero.
La llegada de esa joven trajo a mi vida mayor atención y jovialidad, ella al fin, una adolescente abriéndose camino con ganas de divertirse y no tomar tan en serio el riguroso trabajo de mantener activa una casa solitaria.
Eufemia resultó ser una muchacha eficiente e inteligente, mi madre pudo elogiar que no repetía nunca una orden y el esmero de su trabajo era visible en todo lo que tocaba.
En especial cuando notó el afecto que nos tenía hacía mi hermana y a mi: siempre limpios y contentos con su buen trato.
Solía bañarme solo desde los 4 años, era un poco independiente en eso, y sabía asearme como sabía, todas mis partes del cuerpo y también me vestía solo.
Con la llegada de Eufemia en apenas dos días, se presentó en el baño y me dijo: «Niño Esteban, desde hoy yo lo baño a usted, si usted me deja?». No sabía que contestar y tampoco sentía pena de mi desnudez ante ella.
Así fue que sin mayor protocolo, tomó el estropajo que usábamos para limpiar la piel, y comenzó a darme muy suavemente por la espalda y piernas, el agua veía que se ponía oscura, cuanto tiempo viviendo con tanto mugre en el cuerpo. Pasó por mi cuello, pecho y axilas, y bajo a mi pubis y guevos, ahí ya dejó el coso ese de lado, su mano pelo mi pene flacido, que con su contacto se puso de una, erecto.
«Ay, muchacho si eres sensible!!
Maseajeo con suma ternura mis bolitas y se fijó en el tamaño de mi penecito y exclamó:
«Tienes para tu edad una buena pieza de diversión mi niño!!»
Era un infante alto para mi edad, pues mis padres también eran ambos muy altos, era de tez blanca y vine a saber la medida de mi pequeño falo por la importancia que ya tenía para Eufemia, salió; al ver que no bajaba mi erección luego del baño; en busca de un metro de costura que mi madre guardaba en su nochero, y lo midió: 7, 8 cm, y abrió sus ojos y rojos labios con asombro: «Oye, pelao eres un bárbaro con esa cosa, como serás cuando tengas mi edad?»
Sus cosas me divertían y aliviaban mi monotonía y soledad. Solía bañarme tres veces al día y si llovía, dos por el frío, yo jugaba con mis carros y soldados en un pequeño patio de tierra, o en una parte del gran salón, ella luego de sus labores se bañaba y se iba a la recámara con mi hermanita aún en su cuna y escuchaba música. A veces alguien llegaba a preguntar, vender o pedir, y los despachaba con un Noooo señoooorrr!!
Apreciaba eso de ella. Una mañana que me daba mi baño me dijo que tenía calor, yo le dije que se bañara. Ella me quedó mirando con cierta malicia, me cargo en peso por primera vez y llevó a la cama de mis papás. Allí me vistió como siempre con mis pequeños pantalones cortos y calzoncillos blanco y zapatos cerrado de lona azul.
Una tarde como a las cinco, estaba sentado en la ventana viendo la calle, ella llegó perfumada por mi espada que daba a sus pechos, y los sentí duros y punteagudos pero de una agresión noble su tacto. Ella no usaba nunca brazier.
«Qué miras mi niño Estaban?»
-Viendo pasar a la gente.
«Ven, vamos a jugar nosotros»
Me bajó de la ventana y me llevó de su mano al cuarto mío, que era el cuarto de mis hermanos. Era una amplia habitación donde cabían 4 camas sencillas pero sólo habían dos. Ella se acostó en el reluciente piso de baldosas verdes, y me dijo: «Ven mi niño, acuestate sobre mi.» Yo obedeci y por primera vez sentí el beso de una mujer. Me beso con ternura. No decía nada, no sabía que seguía ni que más me haría. Busco mi pene que se había despavilado con los besos y lo sacó muy trabajosamente de los dos vestidos. Me maltrabata y se lo hago ver. Ella se sienta y me desabotona y baja completamente mis pantalones hasta el suelo, y ahí mismo ante su cara comienza a besar y lamer mi pequeño guevo. Es una sensación completamente nueva para mí y empiezo animarme con ese juego. Ella se toma el tiempo de chupar cada centímetro y lo disfruta, pues veo en sus ojos la lividez de su acción. Ahora es ella la que se alza el traje y baja su panti verde, yo me río del color de su grande panti como los de mamá. Ella se ríe y me toma la mano y la pone en su sexo. «Esto es la chucha de una mujer, y ella le gusta lo que tu tienes aquí» .Tomando mi pene. «Ven, toca». Siento el espesor de unos pelos negros brillantes más que los cabellos de su cabeza, son suaves. «Metela aquí» .- ella jadea. Es su raya vaginal que está babosa y caliente. Me besa y mueve pajeando mi verguita que está inflamada de tan potente erección. «Ven, metela». Se acuesta en el frío piso y abre sus negra y torneadas piernas y me acomoda en su frente y con una mano conduce mi pipi a su entrada, no siento nada. Un pequeño calor sube por mi picha de su vulva, ella se mueve y me dice: «Muévete». Me muevo en un ritmo loco y ella se ríe, siento su aliento cálido y el olor rancio que expele su sexo.
«Está bien por hoy niño Esteban.»
Vuelve a lamer mi sexo y sube todo lo que ha bajado, se levanta y me voy a comer con ella a la cocina.
Ella dormía sola en la última habitación, el cuarto más chico de la casa. Hacía sus siestas en la mesa grande de la terraza del patio. Allí la veia con su cabello alborotado como un nido y babeando el brazo en que se apoyaba, debajo las piernas abiertas podía ver hasta los pelos largos de su pubis y más arriba como colgaban cuál melocotones sus pequeños senos atrapados por los botones del apretado vestido.
Una de esas tardes de sueño y por la confianza que habíamos adquirido, me fui debajo de la mesa y sin más, le comencé a lamer la teta por encima del vestido. Ella no reaccionaba y yo dale chupo casi apoyado en sus muslo. Ella medio adormitada se incorporó y sacó sus dos senos y volvió apoyar la frente sobre sus brazos para dormir.
Eran unos senos bellos, bien formados coronados con aureola y pezones cafés, duros y olorosos a polvo de bebé. Me pegué como ternero huérfanos a ellos. No le importaba si los mordia o irritaba mi succión. Allí me quedé dándole lengua hasta que me aburrí dejando el ambiente lleno de su fuerte olor sexual.
Una noche le dijo a mi mamá que si la podía dejar dormir en mi cuarto para estar más cerca de la niña, pues se trasnochaba toda la noche pendiente del llanto o llamado de la bebé.
Mi madre la miró reflexiva y le dijo: -A mi hijo Esteban lo tengo prometido como Sacerdote, en mi familia es una tradición tener curas y monjas. Por lo tanto, te pido el favor de nada de malicias y obscenidades de trato ni de palabras, son inaceptables.
«Si doctora, no faltaba más, no hago otra cosas que cuidar a los niños con cariño»
-Te agradezco y serás bien recompenzada por tu dedicación. Mete tu cama en el cuarto de Estaban y la cuna.
Y enseguida se puso hacer su traslado. Esa noche me llamó y me fui a dormir con ella, me besaba, me echaba cuentos, me amaba y decía que era su príncipe. Yo no sabía que era eso, era un completo analfabeta sin saber escribir ni leer como lo era ella. Se esperaba que el año siguiente entraría en la escuela primaria y apenas íbamos por el mes de marzo de 1972.
Me dijo que los príncipes eran unos reyes chiquitos como yo, cuando crecían se les llamaba Rey. Lo dijo con tal convencimiento que era para mi una verdad irrefutable.
Entonces yo le dije que ella era mi Reina, y hicismos el amor como se podía con mi pequeño trozo de verga, ella sola se mataba en esa acción de búsqueda de placer, pero cuando me preguntaba, le respondía lo mismo: «No siento nada».
Lo cual nunca mermo su interés de buscar y darme placer. De todo, lo que más me emocionaba eran su cuerpo desnudo, sus nalgas y senos, que disfrutaba a mi antojo de noche o de día.
Al mes ya éramos unos amantes encerrados en nuestros impulsos y sentidos. Ella comenzó hacer amistades y aveces salía un corto tiempo de compras o platicar con alguna vecina del mismo oficio.
Así pude conocer a la empleada de dos casas de mi casa, una niña de 12 años, blanca y de pelo amarillo y crespo, senos pequeños y una boca grande y ojos cafés. Era muy atractiva y silenciosa.
Supe una noche por Eufemia que era de un poblado de blancos cerca de su pueblo de negros y estaba de aya de una niña de 5 años hija única del matrimonio vecino.
Un día al salir a la terraza encontré a Eufemia y Martha durmiendo en la mesa en la misma posición de siempre. Eufemia me vio y me dio la señal de meterme bajo de la mesa, en efecto, estaba una de cada lado con las piernas abiertas y me fijé en las blancas y gruesas piernas de Martha, y el túnel que llevaba a su sexo, primero bese ya al aire los bellos pechos de mi Reina y lamí y chupé sus pardos y finos pezones. Ella beso mi boca y me dijo, que le metiera mano a su amiga, yo en confianza, primero agarré una de sus tetas y la moví, ella no se inmutó. Entonces los lamo y chupo sobre el traje, y se despertó con los ojos rojos del sueño, se abrió la blusa y se acomodó, entonces pude ver la belleza de esas tetas blancas con su pezón y aureola rosados y su linda forma de los picos parados para arriba. Abrí sus piernas, metí mi mano y ella jadeo, olia rico a un perfume de jabón. Entonces iba debajo: de la rubia a la morena por un largo tiempo.
Eufemia me dijo que Marta también necesitaba de mi y de mi pichula pues era de confianza, así que esa misma tarde Martha se encuero y me tomó como amante. Pude introducir un poco más mi sexo en el cerrado y virgen sexo de Martha. Ella disfrutó y yo me sentí más consciente de mi función de penetrador que querían esas dos jóvenes.
Un día pasó Martha con la hija de su patrona de nombre Mónica, una bella niña trigueña de cabello negro liso y abundante, muy largo, buena cara, buen cuerpo y lindos ojos y boca de labios de corazón. Hablaba con gran ternura. Me encantó tanto en el corto tiempo que estuvo, que en la noche Eufemia me pregunto:
«Ya vi que te gusta la niña Mónica».
-Es muy bonita, no crees?».
«Si, es bonita, pero tu eres mío como yo soy tuya».
-Y eso que es?.
«Qué ya somos novios, esposos, parejas».
-Todo eso?»
«Y como te sentiste con Martha?»
-Sentí cuando se metió en su rajita apretada.
«Ella me dijo que sintió un poquito de tu pichita, pero le gustó como mamas sus tetas y su cuca». Y Repuso:
«Somos una mujeres calientes niño Esteban!!!»
Me halo donde ella y me dio besos que terminamos revocados en el piso. A mi comenzó darme dolores en el pipi y los guevos, pero no decía nada por temor a mi madre. A ella le dije, y paró por una semana el himeneo diario.
Un día mi madre llegó con ciento cuento sobre una niña de brazos que había sido violada por el novio de una sirvienta, eso lo hablaba despacio con Eufemia como algo triste y delicado que yo no debía escuchar.
Mi madre le echaba la noticia un poco emocionada por el daño que ella observó en los genitales de la menor. Se horrorizaba en la situación de indefensión y del robo de la inocencia de los niños a manos de gente de confianza, le pedía con gran severidad el cuidado de sus menores hijos en manos de Eufemia.
Vi como ellas conmovidas lloraban juntas el infortunio de la bebé. Eso pudo decírmelo sigilosamente cuando la pregunté porqué lloraba con mamá.
Eufemia ya tenía varios pretendientes que ella vacilaba a su antojo y les quitaba regalos a cambio de nada. Golosinas, pudines y refrescos, y hasta plata.
Una tarde me dijo que iba a dejar entrar al más opcionado, era un tipo de unos 25 años, flaco y desgarbado, lo atendió en la puerta del patio. Pude ver como el tipo la beso y metió su mano en su falda corta, ella se dejó con una sonrisa y el hombre abrió la blusa y chupo sus bellas tetas, ella jadio y miró hacía la cocina y pudo verme detrás de los calados viéndola impabido.
Ella reaccionó y ya no se dejó tocar más y echo al tipo prometiendo que otro día seguirían. Yo salí corriendo al lado de mi hermana. Ella quiso darme explicaciones pero yo no entendía mi corazón entregado al deseo que ella me había despertado.
En la noche acostados metió mi mano en su gordo sexo, podía sentir con claridad el espesor de sus labios superiores y la pelambre que la foraba. Y mis dedos los pude meter de a cuatro, ella se retorcia y empujaba más casi mi mano completa.
-Antes de mí, te han metido sus cosas otros hombres?.
Ella guardo silencio y me dijo: «esto no lo sabe ni mis papás».
-Qué te pasó algo en el chocho que está más abierto que el de Martha?
«Cuando tenía 11 años iba un amigo de mi papá, pescador, alto y fornido, así como mi papá de 35 o 40 años. Yo siempre estaba al rededor de la sala viendo y dando vueltas pues ni un radio había. Ellos tomaban cervezas y aguardiente juntos, toman mucho trago. Y una tarde al pasar, él amigo de papá Pedro Miguel, me llamó, pero yo no fui, mi papá al ver eso, me ordenó que viniera a saludar a su amigo y que fuera educada. Llegue me tomó de una mano y me metió entre sus piernas, ambos estaban ya casi borrachos, y me detenía ahí y pude sentir como ese animalon que tenía bajo del pantalón me lo sobaba en mi trasero. Mi papá reía y el tipo respiraba y su mano en mi pecho sentía mi corazón latir. Mi padre salió al patio a orinar y el me acomodó más y me dio un beso en la cabeza y pellizco uno de mis pezoncitos que apenas brotan como los de una perra embarazada, traté de safarme, y lo conseguí y voltie a ver que era, sabía de las pichas por mis primos pero no una cosa así. El se la agarró y me dijo despacio: «mi-ra co-mo me-has-al-bo-ro-ta-do». Y la meneaba dentro del ancho pantalón.»
-Y entonces?.
«Yo me quedé con la malicia porqué había sentido eso como se movía en mis nalgas y el ardor de mi teta me gustaba y no era malo y él era un amigo de papá. Como a las seis de la tarde me estaba bañando en el baño de madera que estaba retirado de la casa de bareque y techo de paja a unos 10 metros, y vi que él salió a orinar, pero de en vez de seguir hacía unos arbustos, miré que venía derecho para el baño y me asuste. Yo me agaché y el no me vio. Entonces, al lado derecho era la latrina, se metió allí a orinar, y pude ver por medio de las tablas el enorme pene que sacó del calzón, parecía una verga de burro, negra y cabezona de color aceituna y brillante. Tarareo una canción y se tomó todo el tiempo para moverlo bien y masturbarse sin saber que yo lo miraba. Yo me excite mucho al oírlo jadear y largar su leche, nunca había visto eso, sentí picason en mi cuca y en mis teticas, y ahora sí quedé interesada en saber porqué esa cosa que tenía ese hombre me atraía. Él iba más seguido a la casa a tomar con papá y mamá.»
-Y cuando fue que te la metió?.
«Es-pé-ra-te mijo, no seas tan apresurado. Él no dejaba de llamar mi atención, me traía frutas –yo soy la hija mayor, seguía un hermano de 10 y una hermana de 6 que es la última-. Un día llegó con papá con unos materiales para construir la cocina en el patio, y se puso una ropa ligera, pantalón mocho y sin camisa como mi papá. No dejaban de tomar cervezas y me senté a mirar, y depronto mi vista se iba a sus bulto grande que se movía con el trabajo que hacía. Mire detrás a mi mamá que estaba pendiente de eso y no disimulaba, él me sonrió y mi mamá se dio cuenta y me mandó para dentro. Ella sí se quedó viendo desde la puerta del patio. Ya en la tarde habían adelantado bastante las cuatro paredes de eneas y barro. Y se fue a bañar. Mi mamá y mi papá tomaban en la pequeña sala. Entonces mi papá me dijo que viera por qué se demoraba Pedro tanto y fuera a buscarlo. Mi mamá dijo que ella iba pero mi papá dijo no, que fuera yo. Salí y ya estaba oscuro el patio, yendo al baño me tomó él y sin mediar me dio unos besos en la boca, y me dijo que yo le gustaba. Metio su mano rápido por todas mis partes y me dijo mañana vengo por ti. Esa noche no pude dormir con esa sensación de mi primer beso y sus sobos por todo mi cuerpo, estuve con una mano en mi chocho y la otra en las tetas todo el tiempo. Al día siguiente llegó con una botella grande de Ron y un mercado para hacer una sopa de cangrejos, era la temporada y detrás del predio de mis papás se abría un mangle y una pequeña ciénaga llena de cangrejos. Le pidió a mi papá si yo lo podía acompañar. Mi papá sirvió dos tragos grandes y le dijo que fuéramos, que mi mamá ya venia para prender la olla».
-Ese cuento es muy largo, ya me dio sueño.
«Espérate que ya voy a terminar. Nos fuimos metiendo y llevaba yo un saco de fique y él una delgada barrilla para puyar y hacer salir los grandes cangrejos. Estábamos bien adentro, yo con una faldita de medio muslo viejita, mi panti y una blusita sin mangas desteñida de lo viejo y chancletas de plástico. El iba con su pantalón largo y suéter de política. Cerca del agua le dije que esperará que iba a orinar. Baje mi panti y el también dijo que iba a hacer lo mismo. Estaba a unos tres metros de mi, sacó su picha morena y gruesa con su cabeza de casco brillante. El miraba debajo, mi rajita y yo miraba su palote medio muerto que echaba el botín ante mi. Terminé y dejé mi panti abajo como inconciente, no me alzaba el panti, y él noto eso. Me alzó con sus pantalones abajo y me metió más adentro del manglar. En un claro, me beso la boca y yo correspondi. Me quitó todo y yo veia esa trola negra y palpitante con una vena por todo el tallo, que me ignotizaba. Me tomó, y chupó mi coño y mis tetitas hasta ponerlas rojas e hinchadas, me dio vuelta y arrodillado, y me hecho mucha saliva, escupia en mi ano y sobaba su verga de arriba abajo buscando como meterla, yo estaba nerviosa y a la vez llena de deseos de tener esa cosa dentro de mi. Me la empezó a meter por la vagina, se resbalaba y apretaba más su gran cabeza: el dolor era tremendo y a la vez rico. Ese tubo de carne caliente entrando suave pero entrando. Yo estaba que me desmayaba. Y me dijo, vas a ser mi mujer en adelante y clavo de golpe su tallo hasta la mitad que me hizo soltar un grito sordo y empujó su cañón hasta los huevos que empezaron a golpear mi trasero redondo y duro que me partía toda por dentro. Así estuvo dandome pistón por más de 10 minutos, y lo gozaba en medio de mis lágrimas y luego sentí sus chorros de macho dentro de mí, que me invadió todo mis órganos creo… Era el calor intenso de su leche. Al rato me lo sacó y tenía semen y mi sangre roja que escuria aún. Me tomó asustado en peso y metió a la ciénaga y me lavó mis partes bien irritadas, el chocho ya no iba estar como antes y me trajo cargada hasta casi llegar a la casa porque no podía caminar y le dijo que me había doblado en tobillo con un hoyo de cangrejo, mi mamá me quedó mirando feo, me metí a mi cuarto y no salí ni a comer, estaba feliz, ya era una mujer. A partir de ese día me envicié de su verga y lo buscaba donde fuera para que alimentará el hambre de mi chochito. Así me abrió y me abrió hasta que supimos que en un lío de faldas lo habían herido con cuchillo y dijo mi papá que en su agonía repetía mi nombre como «Mi niña Eufemia». Mi mamá me preguntó que si algo pasó entre nosotros, yo le dije, qué como se le ocurría, y mi papá le dijo, que hacía rato Pedro Miguel quería bautizar a la niña, le tomó mucho cariño, que era una lástima que haya muerto de esa manera. Y ellos no saben lo mucho que me consagró a su verga y leche fresca que extraño hasta hoy.»
-Es por eso que necesitas algo grande que te llene.
«Así es mi amor, tu tan inteligente!».
Pasó un año y ya iba a cumplir 6 años, ya ella tenía 16 y mi pene más grande la penetran más sin satisfacer a ninguno; Martha había conseguido novio y se le había entregado en una «prueba de amor» y el tipo la había dejado y saciaba conmigo sus calores de 13 años. Y mi hermana ya tenía 3, y mi madre más celosa que nunca andaba, que se la llevaba para el trabajo cada vez que podía.
Un tarde que vine de la escuela, la encontré muy alegre, me dijo que para mi cumpleaños número 6 me tendría un regalo. No me imaginaba que pudiera ser.
Aconteció que era un día de trabajo y no había nadie de la casa para festejar conmigo. Mi madre se había llevado esa mañana a mi hermana donde mi tía y no vendría sino en horas de la noche cuando dejara el turno.
Martha se presentó con Mónica la hija de los vecinos, más linda que nunca, con gajos colgantes en su sedoso cabello negro, sus cara linda y labios rojos como la canción de Sandro. Usaba un pantalón largo verde y blusa de mangas largas blanca. Había llevado para mi cumpleaños un pudin y gaseosas que había comprado entre ellas.
Me recomendó al bañarme que esa tarde no usará interior. Y no me dijo el por qué. Así fue que ya en la sala solo éramos 4 personas.
«Qué te parece el regalo Esteban»
-Gracias, me alegra que se acuerden de este día para mi nada feliz. Siempre estoy solo.
«-No te preocupes nosotras te queremos mucho y te lo vamos a festejar». Dijo Martha.
«Qué dice la niña Mónica, te gusta el niño Esteban?». Preguntó Eufemia.
La niña se ruborisa y sonríe nerviosa.
Martha le recordó que ella le había contado que le gustaba Estaban. Mónica estaba ahora nerviosa, y Eufemia se levantó y fue a su silla y le dijo que yo le había dicho, lo mismo, entonces no se preocupara. La niña me miro apenada y yo más aún sin saber a dónde iba el juego de esas mujeres.
Me cantaron el ‘feliz cumpleaños!’, y le pidieron a Mónica que me besara, y yo siendo un poco más alto, le puse la mejilla, ella con una mano torció hacía su boca mi cara y me plasmó un dulce beso en mis labios, que yo inmediatamente correspondía con la suavidad y mesura conque me había enseñado Eufemia.
Ellas celebraban eso:»-Agárrale la mano Estaban». Decía Martha.
«Abrazalo».Ordenaba Eugenia.
Yo ya tenía mi erección y se notaba en mi pantalón ahora sin interior.
«Ya son novios!!». Insistía Martha.
Eufemia dijo, entonces: «jueguen a los novios, a los padres como tu juegas sola allá en tu casa niña Mónica.» Martha ya le había traído todos los juguetes. Pero, recomendó mejor que nosotros nos conociéramos y ellas nos guiaban.
Me tocaron el pipi varía veces para despertar curiosidad y livides en la niña. Que se moría por saber que tenía debajo del pantalón.
Y señalando con un dedito me dijo: «Tu pajarito». A lo que le corrigió Martha: «-es su picha». Pero no vayas a decir nada. La niña asintió con su cabeza.
«-Es como la de papi, pero chiquitica.»
Nos llevaron al cuarto y nos dejaron sólos. Yo me acerqué y abracé a la nena que me abrazo inmediatamente, me beso, y me dijo que le mostrará el pajarito. Yo bajé mi pantalón y salió disparado hacía arriba como un resorte. Ella lo agarró e instintivamente lo puso por su entrepierna buscando la abertura de su slack. Eufemia, recomendó: «quitalelo, mejor?».
Ella se lo quito, y yo me desnude, y ella se desnudó. Mi erección era agresiva, se dibujaban las venas de mi pequeña verga. Era una niña hermosa, trigueña, olorosa, con su chocho gordito y sus nalgas redondas y firmes como sus piernas torneadas y largas hasta unos bellos pies pequeños y delgados.
«Entonces -Insistió Eufemia: Acariciense y hagan el amor, como novios que son».
Le puse el pene en la rayita, que se abrió, estando de pie. Ella se abrió más sus labios con ambas manos al sentir el contacto. Yo miré a Eufemia.
«Mira Mónica, besarle el pajarito como si fuera un chupetin a Esteban.»
La niña metió mi pene en su boca y comenzó a chuparlo sin orden: lamia, chupaba, besaba y mordia.
«-Ahora le toca a Estebita». Dice Martha.
La monta Eufemia en la cama de mis papás. Y le coloca una toalla grande debajo. Y le abre las piernas y yo agachado desde el piso comienzo a lamer ese fino chocho que ya tenía muestras de su blanco fluido. Olía a rico, todo de ella era delicioso. Beso su chocho, el pegue blanco sus pierna, sus gordo pubis, me entretengo observando ese lomito que beso y lamo mucho, esa pancita plana y pechitos de nada, su boca rosa y su lengua ágil y su cuello largo y esbelto. Ella suspira y jadea. Llega por detrás de mis nalgas y Marta y Eufemia preparan mi pene y la vulva de la niña para mi penetración.
Ha debido ser para esas mujeres el colmo de su fantasía, ver copular a dos indefensos infantes de 6 años.
Ya encaminado en la ruta de su vagina bien mojada, lentamente dejó penetrar por la mano de Eufemia al mismo conducto que yo siento, cálido, estrecho y húmedo. Avanzó suavemente, la niña se ha abierto toda, y me abraza por las nalgas para empujar: «suave». Dice Eufemia. Veo como se masturba Martha con su mano. Y penetró hasta encontrar su himen. La niña se queja y jadea más. Y la escuchó decir: «eezzz, me gusta».
Le digo a Eufemia que no pasa más. Dice: está va ha ser tu primera mujer que vas a romper con esa pichota, mi amor». Me da un beso en la espalda. La niña y yo sudamos como locos.
«Mónica, ya te lo va sacar Esteban?» Dice Marta. La niña dice que no: «-todavía no».
Y en esa distracción me pega una pegada Eufemia en mi nalga: «dale más fuerte». Y es cuando sintiendo el maltrato del estrecho himen sobre mi glande, bajo más la palanca y la penetro toda, y ella pega un gritito de dolor y de placer: Eezz. Eeezz. Aaaayy… Y comienzo a moverme por primera vez dentro de una vajina la apropiada para mis 9 centímetros, provocandome un placer supremo como lo hago sentir a Mónica que reclama más y más sin querer soltar o aflojar mi pichita. Yo siento que me voy a mear y ella se mea sobre mi pene, quedando exhaustos y felices con nuestro primer orgasmo.
Dos veces a la semana Martha traía a escondidas a Mónica para jugar conmigo, eran dos y tres horas de amor y sexo como lo pueden sentir unos niños. Ella se convirtió en el primer amor de mi vida. Éramos como novios o esposos a escondidas pero supervisados por las ardientes y licenciosas de Eugenia y Marta que nos inventaba juegos y poses sexuales cada vez. Nos bañabamos juntos los 4 y me ponían hacerle oral a todas.
Ya, a los siete años, para mi no había ningún misterio en lo que el hombre hace con una mujer. Una noche Eufemia intentó que la accediera por su ano. Pero eran tan grande y redondas y firmes sus nalgas que no pude alcanzar el esfínter. Y sin perder tiempo, al otro día nos puso a Mónica y a mi hacer un anal. Fue para mi lo más delicioso y sufrido hasta el momento, ver a Mónica con sus lindas nalgas de espalda en disposición a que mi falo la penetre con la poca baba que botaba no era suficiente la lubricación y se lo fui interrando doloroso para mi como para ella, y logré moverme con dificultad, fue mi primer anal ‘a pelo’, y le quedó gustando, pues había que hacerlo cada vez que llegaba con Martha.
Una noche me dijo Eufemia, ya casi se iba a marchar porque un enamorado quiere que nos casemos, yo me puse triste y me contentoto con sus senos rígidos y su boca golosa e insaciable vagina para mi corto pito.
Aconteció que sin previo aviso llegó una tía de Eufemia a mi casa para pedir que le tuviera la hija por dos dias.
Era su primita Sandra, una niña negra de unos 8 años, mayor que yo, pero chica de estatura y nutrida a fuerza de fósforo del pescado, la hacía ver como de 10, su papá debía pasar por ella para recogerla.
La niña lloró desconsolada al ver partir a su madre, a mi medio mucha tristeza verla con su humilde ropa y atillo parada en la puerta de la casa, que sacaron mis lágrimas.
Eufemia le informó telefónicamente ese inconveniente o molestia y mi mamá autorizó con gusto que pasara los días que quisiera.
Quizá mi mamá pensaba en tener por lo menos una cara diferente para mi y mi hermana, en ese encierro.
Eufemia no tardo en bañarnos juntos y en hablar de cosas con la niña:
-Sandra, como se llama eso que tiene Esteban aquí. Señalando.
«Se llama picha».
-Y lo que tu tienes aquí. Mostraba un gordo lomo su pelvis. Labios gruesos y profunda la raya de su vagina. Era una cosa bien grande que terminaba en unas nalgas grandes y unos muslos gorditos, pechos despuntandos en frijoles y una ancha espalada.
«Se llama chucha o chuchita, porque soy chiquita.» Decía con una sonrisa en su carita
-Sabes que hacen las mujeres y los hombres con eso?.
Ella sonrió con malicia y se tapó la cara con ambas manos, mirando a su prima.
«Se lo comen uno al otro».
-Y cómo?.
Siguió con la misma risita y muestras de vergüenza, se tocó su rajita y mi pipi que ya estaba bien erecto; como respuesta.
Y tu lo has hecho?, di la verdad?.
Ella movió la cabeza en tono afirmativo, y siguió con su rostro cubierto por sus manos.
-Con quien? , no tengas miedo que yo también a tu edad me comió un hombre mayor.
La niña por su asombro, no daba crédito a lo que escuchaba, pero mientras Eufemia metía el jabón en su crica y con el dedo suavemente revisaba su vagina buscando el sello de su virginidad.
Yo me pajeaba lentamente al ver eso.
-Y…?.
La niña relató que sus primos y un tío de su mamá le sobaban sus cosas desde los 4 años y le echaban la lechecita en su chocho, que su primos tienen unos penes largos pero era para besarlos y no para comer su cuca. Qué su mamá había descubierto a uno de 15 años cuando la tenía en cuatro lista para mamarla y lo corretió con un machete, y es por eso que se la lleva su padre porque su mamá no puede cuidarla por su trabajo en la finca.
-Si, estás virgen todavía Sandrita, es un milagro en ese pueblo de mierda.
Tomo mi pene y lo chupo delante de la niña, lo pelo y se lo mostró.
-Te gusta este blanco? Es rica la verga no es cierto. Quieres darle un chupo?
Sandra seguía con la cabeza entre sus brazos dejando ver ese gordo sexo de niña y sus pechos gorditos y fuentes.
-Ah, se me olvidaba, y con el viejo Gregorio, el de la tienda?. Insistió Eufemia.
Volvió a su risita y nos dijo, que el viejo le daba un pedazo de panela por mostrarle la chucha, un pudin por dejarsela besar y una gaseosa por dejarse sobar con su viejo y aguado pene.
Eufemia río y exclamó: -ese hijueputa viejo no se compone. Lo mismo hacía conmigo.
Llegó la noche y dormimos los tres en dos colchones en el suelo. En la oscuridad Eufemia se desnudó y nos desnudó a nosotros. Y me empezó a besar y sobar a la niña y a mi.
-Ven, besa a Esteban. Y la niña se acostó sobre mi pecho y nos besamos con lengua, estaba habida y se restregaba sobre mi.
-Despacio mujer, aprende a gozar al hombre y que el goce también. Para eso tienen lo que les cuelga para darnos placer y amor.
Yo bese a la niña por todos lados en la oscuridad, sus pechos gorditos y floreciendo, su abdomen y su gorda vulva, su ano ahora más oscuro por la penumbra. Ella empezó a jadear.
-Mira como gozas con mi marido Esteban, te lo estoy prestando para que no estés triste y lo recuerdes siempre.
Yo abrí sus piernas y el calor y babosidas de sus fluidos y mi saliva me indicaron la entrada perfecta de su vulva. Y avance a su entrada con mi largo y delgado pene de 8 años.
Era estrecha su cueva y apretaba mi pene que abría camino a su profundidad, y empecé a moverme rítmicamente primero lento y luego un poco más ágil, y ella empezó con su experiencia a mover sus caderas y embestir desde abajo de sus poderosas nalgas negras.
Así estuvimos un buen rato hasta que sentí por la opresión de su vagina sobre mi pene que recibía sus orgasmos y yo también sentí que me llegaba el mío sin botar nada: fue un acto delicioso que nunca olvide.
Por esa especie de super potencia que uno tiene en la niñez que parecemos infatigables, Eufemia le dijo ahora que se montara sobre mi sentada, esa pose nunca la había hecho con Mónica, y para siempre quedó entre mis favoritas: la niña trepó y comenzó a cabalgar con brío, ella gozaba sobre mi y sentía que estaba en la profundidad de esa almeja llena de sabor y movimiento, y tuve otra sensación de placer, tocando sus nalgas, pechos como pequeñas canicas, besando su roja boca.
Nos despertamos y ella junto a mi; Yo era un niño olvidado por sus padres, casi nunca los veía, y mi único sostén de la realidad en medio de mis fantasías era Eufemia noche y día.
Sandra se fue contenta esa tarde, no conoció a Mónica, pero me dijo en el oído que deseaba tener un novio como yo, que gustaba de mi picha «rica» como le había dicho Eufemia:»el niño Esteban tiene una pochata rica!».
Nunca más la vi ni supe de su suerte. La vida continuó y yo estaba en segundo de primaria, mi hermana tenía 4 años y ya corría por la casa con la supervigilancia de mi tutora Eufemia.
Una mañana llegó un hombre alto y gordo en busca de papá, pues supo que estaba en casa; Eufemia lo hizo entrar para que esperar ya que mi padre había salido a la Notaría, y lo espaba.
Salí de mi cuarto y veo que el señor tiene a mi hermana dentro de sus piernas y le muestra un llavero de un pescadito dorado que se mueve en sus manos y la nena trata de tomar levantando un poco sus grandes nalgas sobre el regazo del gordo. Me voy corriendo donde Eufemia para decirle que pasa, y ella llega y bruscamente la retira de las piernas del abogado. El tipo sorprendido enseguida se acomoda mejor su verga y mi hermana bajó mirando el pescadito y sacando el panti de su trasero.
Eufemia, tristemente se marchó de mi vida, se la había llevado el flaco desgarbado, dueña según ella, de una picha larga y gruesa como la de su primer hombre.
En los siguientes meses, notaba a mi hermana inquieta y ansiosa, me buscaba siempre y estaba pendiente de mi baño o cuando me desnudaba y me cambiaba de ropa.
Martha tuvo un problema con la señora de la casa donde trabajaba porque la sorprendió con el esposo culiando y la sacó desnuda a la calle, y echo al marido con todo y ropa, fue una fiesta de chisme todo eso. No pudo quedarse con nosotros pues mi mamá estrictamente moral no lo concibió justo con su querida vecina Amparo.
A los pocos días estaba un camión cargando todo y se llevó a Mónica, mi primer amor, en medio de mi llanto y el de ella, inconsolables, luego supe que se fueron a vivir a la tierra del dólar.
Una tarde estaba en mi habitación y llegó mi hermana otra vez ansiosa e intensa:
«Hermanito, hermanito, vamos a jugar?».
-No, estoy ocupado.
«Ay, hermanito, juguemos con tu picha?».
-Cómo, con mi picha?, digo esto sentandome en mi cama, ella está sentada con las piernas cruzadas en el suelo delante de mí, con su vestido de cuadros claros y un panti transparente que deja ver la abertura de su chocho gordo.
-Cuéntame, quién te dijo que mi pipi es una picha?.
«No le vayas a decir a mamá, pero Eufemia me enseñó unos juegos ricos para jugar contigo, me dijo como besar y saborear una picha…»
-Y cómo te enseño eso?.
«Cuando todos se van de aquí, de esta casa, al rato viene Benjamin, «el flaco», y ellos se besan y desnudan en la cama de mamá…»
No sabía en donde quedaba mi cólera o decepción: -Entonces?
«Ellos jugaban arriba del otro, y ella gritaba mucho, y me dijo que jugará con el picha de «Mincho» y le diera besitos como ella, y la lengua y chupada como helado.»
-Cuenta cuenta!!!.
«Y me daba de chupar su lechesita rica, me la tomaba toda, me desnudaba con ellos en la cama y ella me sostenía para sentarme en la rica picha de «Mincho».»
Bajé y busqué el cuerpo de mi hermana, saqué su pantalón. «-Vamos a jugar?».
-Callate!. Le digo.
Reviso abriendo sus gordas piernas metiendo ya en su húmedo sexo mi dedo del medio, tentando suave, ella se contorciona y suspira un Eeezz Eeezz.
Y con impotencia descubro que su vagina es honda, ancha y profunda sin límites para mi dedo…
Y grito:
EUFEMIA HIJUEPUTA!!!
Fin.
Excelente relato amigo, toda una puta Eufemia. Aunque quisiera una Mónica en mi vida.
Creo que el tener sexo a tan edades tan tempranos, tu y yo a los 5 años, generó que nuestros guevos adquirieran tamaños descomunales
Gracias amigo por tu cementerio y espero leas mi otras historias por aquí publicadas. Y tu no dejes de publicar y conversar.