Las manos de la masajista.
Una mujer con el corazón roto, un hombre con el estrés a tope 50 minutos de sesión de masaje..
Paloma es una chica gordita, no de esas sexys llamadas gordibuenas, ella es gordita, nalgona, sí, chichona, sí, pero todo en ella es grande, tampoco es morboso u obseno, solo gordita.
Paloma es masajista y tiene dos problemas en su vida, el primero es su corazón hecho pedazos, un hombre la engatuzo, le robó su virginidad y todo su dinero. Su segundo problema es su autoestima la cual está por los suelos, no solo es gordita, en su pecho hay una horrible cicatriz producto de un accidente.
Juan es un hombre ambicioso, lo único que hace es trabajar todo el dia acumulando grandes cantidades de estrés.
Una vez al mes acude a un SPA que queda cerca de su trabajo y siempre solicita la misma masajista, Paloma.
Cómo cada día último de mes Juan está acostado boca abajo recibiendo el delicioso masaje de Paloma, ella ya conoce el cuerpo de Juan a la perfección, sabe dónde acumula el estrés y sabe perfectamente como desenredar los enmarañados músculos de Juan.
20 minutos y a girar, cómo siempre Paloma pone la toalla para no ver a su cliente en el proceso, pero está vez paso algo diferente, Paloma vio en el espejo el pene de Juan, no es la primera vez que veía el pene de alguno de sus clientes, pero nunca había visto ESTE pene.
A Paloma le pareció hermoso, se le hizo agua la boca, su vulva palpito, sudo en frío, por primera vez en años Paloma sentía deseos sexual.
Juan esperaba tranquilo si masaje con los ojos cerrados, el hombre confiaba plenamente en Paloma y se dejaba hacer.
El masaje continúo como siempre, Juan disfrutaba de las manos de Paloma que en esta sesión se ganaría el doble de propina, sus manos recorrían su cuerpo barriendo con el estrés mientras le daban un placer nuevo, sensual, casi sexual.
Paloma esparcía es aceite con fragancia en el cuerpo del hombre que ageno a los deseos de la chica se dejaba hacer.
La excitada mujer continúo con su masaje buscando una excusa para mover la toalla y ver el pene producto de su deseo, poco a poco con su brazo fue moviendo la toalla hasta que lo consiguió, ahí estaba, hermoso, con esos testículos peludos colgando, para Paloma era un magnífico pene, aunque a decir verdad, era un pene normal.
Paloma inició conversación, cosa que nunca había hecho ¿Está cómodo? ¿La presión es adecuada? ¿La temperatura es agradable? A todo Juan contesta a qué sí, satisfecho con el servicio.
Sutilmente Paloma fue tocando su objeto del deseo, primero pequeños roces con sus codos que sacudían un poco el miembro de Juan que se deja hacer mientras poco a poco su pene se inflaba de sangre.
Al ver los resultados Paloma sumo su antebrazo a las caricias que fueron la mar de efectivas, el pene estaba erguido a medio camino, algunos mililitros más de sangre y estaría al 100.
Juan se sentía abochornado, una erección a medio masaje, que vergüenza ¿Qué pensaría paloma? Seguro ya no querría atenderlo, pero todo lo contrario, a Paloma le urgía que las cosas progresaran pero no sabía cómo, no sabía que hacer, tantos años de soledad sumados a su torpeza e inexperiencia sexual le impedían avanzar, pero ahí estaba, delante de ella, un pene totalmente erecto, le parecía gigante, hermoso, palpitaba y una gotilla de líquido preseminal se quería asomar por el «ojo» del glande.
Paloma no sabía que hacer con el pene erecto delante de ella, así que simplemente siguió con su masaje, cosa que Juan agradecía muerto de vergüenza debajo de la tela que cubría sus ojos.
¿Qué estás haciendo Paloma? Pensó para si la chica – chúpalo, métete ese pene en tu boca y ¡chupalo! – Está idea atormentaba a la mujer que se debatía internamente entre llevarlo a su inexperta boca o dejar pasar la oportunidad.
Agitada, asustada y preocupada la mujer con la mente en blanco espabilo e hizo lo único que sabía hacer bien, ¡Usó sus manos!
Tiernamente la mujer comenzó a masajear la zona genital de Juan, abdomen, pelvis, muslo interior, ¡Testículos! Llegada a esa parte ya no ha IA marcha atrás, Paloma se jugó el todo por el todo y Juan, paralizado por la impresión se quedó quiero, incapaz de moverse por lo subido de tono de la situación.
Pronto esa sensación desapareció, poco a poco Juan se relajaba con el delicioso masaje de testículos, la tensión seguía, pero ambos comenzaban a relajarse.
Finalmente la tensión se rompió con un gemido de Juan, quién se dejó llevar, relajó su cuerpo y permitió que Paloma continuará.
Paloma se decidió a avanzar y movió su otra mano del pelvis al pene, suavemente y con una ligera presión la masajista recorrió el pene hasta la punta que envolvió con su mano y masajeo cómo cuándo aplicas tiza al taco de billar.
-Dioooooos esto es delicioso, suspiro Juan, suspiro que sin él saberlo causo que la vagina a lado de el escurriera empapando sus panties.
Paloma se mordía los labios excitada mientras le daba a Juan la mejor puñeta de su vida.
Poco a poco llegaba el climax del hombre, todo el trabajo le quitaba el tiempo para mujeres, el estrés le impedía pensar en sexo, tenía acumulado meses de estrés y deseo sexual que sumados a las suaves y expertas manos de Paloma que impregnadas de aceite recorrían su miembro con maestría y suavidad.
Paloma observa atónita la erupción, poco más de un metro de alto para regresar en curva y caer en el pecho de Juan, cada espasmo arrojaba un nuevo chorro que recorría el camino cada vez con menor altitud mojando el pecho, abdomen, pelvis y finalmente sus manos.
Presa del deseo la mujer se inclinó y succionó el semen esparcido por el hombre para después lamer y asegurarse que estaba limpio. Todo el contenido de los testículos estaba ahora acumulado en el estómago de Paloma, que feliz seguía estimulando el ahora flácido pene.
Juan respiraba profundamente totalmente relajado y satisfecho, en un acto reflejo puso su mano sobre las nalgas de Paloma que se volvió a escurrir con el primer contacto masculino en años.
La chica se retiró en silencio dejando al hombre solo para que se cambiara, Juan se incorporó lentamente, se sentía más relajado que nunca, ligero, sin nada de tensión, se vistió, acomodó el cabello, escribió una nota y salió a la recepción del SPA, ahí estaba Paloma, una mujer gordita de maravillosas manos, sonreía nerviosa a su cliente, que muy tranquilo pago la cuenta y le dió a Paloma un sobre agendando cita para el último día del mes.
Paloma se despidió de su cliente y se fue al baño, olía su mano impregnada con el olor del área genital y semen del hombre que le había regresado, al menos un poco, su deseo sexual y ganas de vivir.
De su bolsa saco el sobre que Juan le dió, había una nota doblada, en medio del dobles varios billetes de la más alta denominación. Paloma leyó la nota y comenzó a llorar.
¿Das servicio a domicilio? Te espero en mi cama.
P.D. Cómprate algo bonito.
Juan Abundiz.
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