LAS MUJERES DE MI FAMILIA. (1).
Uno vive aprendiendo, primero a comportarse en una cama y dar lo que se espera de uno, después a rehabilitarse porque hubo una nueva oportunidad de vida y las mujeres de mi familia se abocan a ello..
GLORIA-MADRE – ACCIDENTE – MI MADRE. (1).
Me llamo Maximiliano, pero todos me dicen Maxi, tengo veintitrés años, soy un tipo alto, casi un metro con noventa centímetros, tengo el cabello castaño claro, ojos verdes, aunque suelen cambiar de color según el tiempo o el estado de ánimo, mis facciones son bien masculinas y, según dicen, principalmente mi madre y mis hermanas, un tipo atractivo que tiene “lo suyo”. Voy tres veces por semana al gimnasio, hago pesas y practico MUAY THAI o Boxeo Tailandés como se lo conoce normalmente, me “torturo” allí por casi tres horas, lo hago desde los diecisiete años y, no soy un fisicoculturista ni profesional de ese deporte, pero tablas y músculos no me faltan. Dejé por un tiempo, pero ya estoy nuevamente en mis niveles, además, estoy cursando el tercer año de Arquitectura y lo paso bien.
Tenemos un buen pasar y, aunque mi “viejo” es Camionero, desde que tengo noción, en casa nunca nos faltó nada, es más, casi que podría decirse que vivimos con lujos. En realidad, mi padre no es precisamente un Camionero que se pasa horas sentado frente al volante de un tráiler, eso hace tiempo que lo dejó de lado, supo hacer las cosas muy bien y ahora tiene una empresa de transportes con ocho camiones tráilers que son de su propiedad. Tiene contrato exclusivo con una multinacional y sus camiones circulan por todas las rutas del país, claro que eso implica dedicarle muchas horas al trabajo, estar fuera de casa o incluso viajar por varios días por causas laborales. Está cerca de los cincuenta y esto lo viene haciendo desde que tenía dieciocho, ¿se casó?, sí, se casó con mi madre cuando eran muy jóvenes y de esa unión nacieron tres hijos, mis dos hermanas y yo, pero su verdadera pasión es el trabajo, aunque insista con la idea de darle lo mejor a su familia, claro que esto sólo es en lo económico y ya ni creo que sea por expiar alguna culpa, es el exponente de su crianza y quien le discute algo a su carácter y a sus casi dos metros de altura.
Mi madre es una belleza de mujer, rubia alta, de ojos claros, cara de yanqui de portada de revista, pero con cuerpo de latina, es una mezcla rara de ítalo-nórdica, tiene cuarenta y cinco años que parecen treinta y que la hacen aparecer como hermana de sus hijas. Mis dos hermanas son casi como clones de ella, una de veinticuatro y otra de veinticinco, uno y dos años mayores que yo y son las que…, mejor lo llevo tranquilo.
Las dos son casadas con integrantes de la empresa de mi padre o, para mejor decir, mis dos cuñados trabajan desde principio de sus relaciones en la empresa “familiar”, uno es conductor de un camión y el otro está encargado de un área administrativa, el único que resultó la “oveja negra” fui yo, mis gustos siempre pasaron por otro lado, pues desde chico estuve convencido de forjarme mi propio camino. Mi madre fue quien siempre defendió mis inquietudes y para no tener conflictos en el seno familiar o, quizás por no darle bola, mi padre nunca insistió con hacer de mí un “camionero”.
Nunca tuve problemas con las del sexo opuesto, lo de no tener problemas es un decir, se arrimaban a mí sin mayores dramas, además de mi presencia, tenía buenos modos y mejor decir, pero…, el que era decidido para muchas otras cosas y lo demostraba, cuando estaba frente a un hermoso cuerpo de mujer dejaba aflorar todas sus inseguridades, ni hablar cuando la fémina actuaba con desparpajo e “iba a los papeles” sin tapujos, tampoco la pavada, actuar actuaba, pero el potencial que podía tener para exhibir, quedaba bastante desaprovechado. Acabar rápido o tratar de meterla a tontas y a locas me jugaba muy en contra.
Actuaba en la cama con una mujer como un amante de lo más mediocre o, para que se entienda mejor, como un completo pelotudo que, para colmo, calzaba mis buenos 22 x 5,5 centímetros, una excelente arma que, si no se la sabía usar se convertía en una pistola de agua que sólo asustaba de entrada y luego era fácilmente manipulable, me convertía, a ojos de ellas, en un buen “amigo” o en un idiota sólo utilizable para un pequeño rato insustancial, esto hasta que llegó Gloria. A los diecinueve me puse de novio con Gloria, era una morocha infartante que vivía sola con su madre y se mantenían con una buena pensión que les había dejado el fallecido padre-marido militar. Me llevaba muy bien con madre e hija y, aleccionada por su madre, Gloria trataba a toda costa de mantener las relaciones en los canales normales. Claro que eso lo supe mucho tiempo después, yo era un “partido” al que aspirar, tenía un muy buen trato y dinero que no tenía problema en gastar, mi familia tenía un excelente pasar, verdaderamente, estaba para casarme o para que me “cazaran”.
Claro que una mujer apasionada y hermosa nunca se sentiría satisfecha con un “paquete” en la cama y ya un par de veces había dejado de lado una salida conmigo para “encontrarse con amigas”. En una de esas veces la fui a buscar a la casa y me recibió la madre, tenía puesto un vestido de media estación que parecía de lanilla y éste se adhería al cuerpo dejando notar todas sus curvas. Era evidente que yo podía llegar a ser un tonto en la cama con una mujer, pero calentar con ellas me calentaba y esa vez no fue la excepción, además fue muy notorio, había un “bulto” que no se podía disimular.
“Hola Maxi, Gloria no está, pero pasá, hay algunas cosas que quiero hablar contigo”, -dijo con voz sensual-. La cuestión es que apenas entré a la casa, cerró la puerta y se me tiró encima para besarme de forma desaforada, le respondí sintiendo que las piernas me temblaban y ni atiné a abrazarla o acariciarla, eso sí, noté como la verga parecía que me iba a explotar dentro de los pantalones, no bien me soltó los labios, agregó: “Lo que tenés entre las piernas no se puede desperdiciar, me dijo Gloria que mucho no sabés y yo te voy a enseñar”. El tema es que dejó caer el vestido y se presentó desnuda ante mí, sentía las rodillas que me parecían de goma espuma, pero me supo llevar con paciencia, primero a su habitación y luego con dichos y acciones me fue enseñando todo lo que le gustaba a la mujer. El sexo oral se estiró, fue ella quien llevó mi cabeza hasta su entrepierna depilada y no me dejó salir de allí hasta que hube de aprender como lamer, chupar, meter la lengua y absorber su clítoris.
La mujer se desesperaba con sus orgasmos y yo acabé dentro de mi bóxer que aún no me había sacado. Mi vitalidad seguía incólume y tocó a ella devolverme las atenciones, mucho no la podía tragar, pero me dio una mamada espectacular y cada vez que me latía y me asaltaban las ganas de acabar, se la sacaba de la boca, me la apretaba pidiendo que me aguantara hasta que se me pasaban esas ganas imperiosas de vaciar mis testículos y vuelta a comenzar con su lengua, su saliva y la penetración de su boca. El segundo “polvo” lo aguanté como un “señorito inglés” y ella se subió encima de mí para dirigir “per se” la penetración.
Arrodillada al lado de mis caderas comenzó el descenso luego de acomodar el glande con la mano, le costó, por supuesto que le costó, pero aprendí a disfrutar de la cara y los gestos de quien goza con la cogida que ella misma se estaba procurando. Dentro de lo que podía me dejaba moverme a gusto, pero cuando la verga me latía, se corría y me la dejaba al aire, “poné algo de vos mismo, tenés que aprender a aguantar”, -me decía y volvía a penetrarse y a gozar como desquiciada con mi “aparato” en su interior-. Llegó un momento en que no pude aguantar más y me pidió que me dejara ir, entonces la llené, junto a una satisfacción que nunca había experimentado, mucho más cuando tuvo un orgasmo enorme al sentir el líquido caliente en su interior. Luego me besó y aunque yo aún podía seguir, me hizo saber que le dolían hasta las pestañas.
- Por hoy no puedo más, regresá mañana a la misma hora, yo la voy a mandar a mi hija a otro lado y preparate porque me falta la cola y otras posiciones.
- ¿Estuve más o menos bien?, -pregunté con una actitud propia del mejor de los pelotudos, pero con una satisfacción imposible de explicar con palabras-.
- Más que bien, no te diste cuenta, pero estuvimos más de una hora y media cogiendo, sólo te echaste dos “polvos” y uno sólo se te “escapó”, me dejaste de cama, igual falta, no te “agrandés”, pero hay mucho potencial.
- Tengo que aceptarlo, soy un tarado total en una cama.
- Nadie nació sabiendo, pero tenés una herramienta fabulosa y hay que aprender a sacarle provecho.
Ella también se llamaba Gloria y no hay dudas que disfrutó muchísimo de las “clases” de Educación Sexual que me daba, tanto así que terminó pidiéndole a la hija que dejara de verme porque me hacía mal, la hija aceptó sin saber o conocer sus verdaderas intenciones. Éstas eran muy claras, enseñarme y disfrutar horrores con las cogidas que nos brindábamos, al final de cuentas y casi seis meses después de juntarnos todos los días en distintos horarios en su casa o en hoteles por horas, ya con todos los huecos profanados y gargantas profundas de por medio, acabó pidiendo, “no más, por favor, no más, estoy destruida”.
Ese día había sido tremendo, mi primer “polvo” se estiró lo suficiente como para dejarla derrengada y el siguiente me llevó casi la totalidad de las dos horas del turno. Sin ninguna duda que el alumno había resultado mejor que el maestro, yo había aprendido muy bien lo que debía hacer en una cama con una mujer. No la vi por cuatro días y, en ese lapso aproveché a salir con dos amigas que ya conocía, ambas accedieron por la cena y dispuestas a dejarse coger sólo un ratito conmigo. El cambio había sido espectacular, no se deshidrataron orgasmando de milagro, salieron rengas del hotel y rogando por volver a salir nuevamente. El “tonto” había aprendido bien las lecciones…
Gloria-hija se enteró de mis performances con sus conocidas, entre ellas cuentan más que los hombres y se volvió insoportable para querer regresar nuevamente al noviazgo. No me animaba a “cortarle los pelos” y decirle que ya no me interesaba más, mucho menos decirle quien me había enseñado y eso, junto a mi tontería me llevó a pasar por lo que pasé, de hecho, no volví a atender un celular si no estaba en lugar seguro y bajo techo y a… Mejor comienzo a explicar lo que recuerdo que me pasó ese día y, aunque hay otros momentos que no recuerdo bien, me cambió la vida…
Ese día en particular estaba llegando tarde a la Facultad, dejé el coche en el estacionamiento privado que había al otro lado de la avenida y me lancé a cruzar lo ancho del pavimento, automóviles y micros venían lejos como para dejarme cruzar sin problemas y ni me acordé del semáforo, en Europa no se consigue esta particularidad de no darle pelota a determinadas normas de transeúntes o de tránsito. En ese momento me sonó el celular con el ringtong estridente que tenían los llamados de Gloria y actué por acto reflejo, me detuve a contestar sin percatarme que todavía no había llegado a la acera,
Ni llegué a deslizar el dedo en la pantalla, el sonido de la frenada y de la bocina actuó como un paralizante y alcancé a ver que una masa enorme y colorada me golpeaba y me despedía por el aire. Fueron décimas de segundos, pero escuché, sin sentir dolor, el sonido de los huesos que se rompían, parecía que se estaban quebrando maderas. Según lo pude ver tiempo después por el video de una cámara de seguridad, el micro que había doblado desde la calle lateral me golpeó justo con la frenada, si eso no hubiera acontecido, me habría pasado por encima y allí no hubiese habido forma de librarse, las ruedas y el chasis de esa mole me habrían hecho papilla.
Yo era grandote y pesado, pero el golpe me despidió como unos quince metros, me mandó sobre el techo de un automóvil que estaba estacionado, reboté allí, partí con mi cuerpo un pequeño arbolito que había junto al cordón y me estrellé contra el fondo duro de un kiosco de revistas. Todo eso lo vi en la filmación y me resultaba imposible de creer, en ese momento sólo recordaba el haber tomado el celular con la mano.
Me desperté tres días después en el cuarto impoluto y blanco de una Clínica privada de las inmediaciones, me salvé de morir porque un par de Médicos practicantes que estaban por entrar a trabajar me dieron los primeros auxilios y pronto actuó la guardia médica del lugar para estabilizarme. Mi cabeza estaba vendada y sostenida por una especie de arnés para evitar movimientos, los dos brazos, después de sufrir quebraduras expuestas, estaban enyesados desde las axilas hasta inclusive los dedos y también sobre unos soportes especiales que los mantenían en “V”. Era imposible mover mis piernas, estaba enyesado desde debajo de las tetillas hasta mi entrepierna y luego continuaba con mi pierna izquierda enyesada desde el muslo hasta el tobillo, en la otra sólo tenía una bota de yeso que me cubría el pie y llegaba hasta la rodilla. Lógicamente, todo eso lo noté luego de varias horas porque al abrir los ojos vi difuso y sólo escuché corridas y llantos de mi madre y mis hermanas.
Las sacaron a ellas de la habitación y entraron varios Médicos y Enfermeras a tratarme y a controlar los guarismos que arrojaban las máquinas que tenía a mis espaldas. “Es un milagro campeón, zafaste de milagro, no te muevas, parece estar todo bien, pero no vamos a arriesgar”, -me dijo un Médico de unos sesenta años-. Estuve un mes y medio en esa Clínica, hubo un par de operaciones más en los brazos, pero tenía que tenerlos enyesados por unos cuatro meses más, me cortaban el yeso, me hacían curaciones y me los volvían enyesar, para peor, me quedaban como si fueran las asas de una jarra y sólo podía tocar alguna cosa con la punta de mis dedos si hacía unas contorsiones con mi torso.
Hubo pruebas cerebrales a montones y, en apariencia, por las fracturas de cráneo no hubo pérdidas de masa cerebral, todavía tenía los “patitos en línea”, el mayor drama estaba en la cadera rota en dos partes y en los brazos porque las piernas habían mejorado ostensiblemente y ya no llevaba yeso en ellas, como sea, daba lástima ver en lo enclenques que se habían convertido y me costaba mantenerme de pie salvo que me sostuvieran, pero, poco a poco, lo lograba solo. Todo lo que implicaba miccionar o defecar corría por cuenta de las enfermeras, bañarme o afeitarme también, aunque mi madre y mis hermanas colaboraban en ello, por ejemplo, dándome de comer en la boca. Mi padre vino un par de veces a verme, constató que estaba bien y/o progresando, dijo que se había asustado mucho, que me quedara tranquilo que no me faltaría nada y se reintegró a su trabajo, las que vivían entrando, saliendo o permaneciendo en la habitación, incluso durmiendo en ella cuando convalecía de alguna operación fueron mi madre y mis hermanas.
Yo no estaba para deseos sexuales, pero la cercanía de las féminas de mi familia, acostándose en las noches o levantándose en las mañanas de la otra cama que ocupaba el lugar para el acompañante de la habitación privada me permitió observar detalladamente el físico y las exquisitas formas de mis familiares. La cabeza encasquetada y el cuello semi rígido me impedía verlas bien, pero, bromas de por medio y ciertos ruegos jocosos para que me permitieran admirarlas resultó en alguna que otra exhibición de sus cuerpos cubiertos por insinuante lencería.
Luciana, mi hermana mayor era quien se mostraba más desinhibida con ello, se mostraba sin tapujos, sus tetas apenas podían contenerse en su sostén de media copa, sus nalgas duras sólo eran tapadas por la tirita de la tanga y tenía siempre a flor de labios algo que decir en contra del marido, “¿a vos te parece?, deja demasiado tiempo a solas un cuerpito como el mío porque vive viajando arriba de ese camión, decí que todavía me porto más o menos bien porque en cualquier momento…”, -me decía con sensualidad-.
Micaela, la hermana del medio era distinta, más recatada en sus manifestaciones, era proclive a ruborizarse, pero siempre creí que era de las que “las matan callando”, tampoco estaba muy conforme con el marido que había elegido pues éste le seguía el tranco a mi padre y lo que menos tenían esos dos era el de ser “familieros”. Por último, Leticia, mi madre, quien era dueña de las dos formas de ser, podía ruborizarse ante algo que escuchara, pero tendía a ser desinhibida cuando fuese necesario, además las tres sabían algo que yo ignoraba.
El golpe del micro que partió mi cadera y los sucesivos golpes que provocaron la rotura de mi otra cadera podrían haber afectado toda mi parte uro-genital o de mi cerebro porque no tenía reacciones ni de mi libido ni en la producción de testosteronas, el “monstruito” estaba intacto, pero completamente dormido o desentendido de todo. Aunque las mujeres de mi familia no atendían mi miccionar o la limpieza de mis heces, las Enfermeras lo hacían, pero ellas, a pesar de sus tocamientos e insinuaciones, no lograban reacciones, hasta me hicieron estudios para saber si los golpes en la cabeza habían afectado algo de mi sexualidad. A medida que iba recomponiéndome, que hacía los ejercicios de rehabilitación y que los dolores se habían esfumado casi completamente, comencé a sentir ganas de estar con una mujer, no me faltaban oportunidades para pensar en Gloria-madre y sus enseñanzas, pero de allí no pasaba. Gloria-hija ni había aparecido y era mejor, mi madre no la quería mucho y de un modo ilógico, la culpaba de todo.
Una tarde, cuando faltaba poco para abandonar la comodidad de mi habitación y que me diera un alta relativa porque debía seguir con los tratamientos desde mi casa, estaba con mi madre en el cuarto y me dieron ganas de orinar, le dije entonces que llamara a la Enfermera, lo hizo rápido, pero no se retiró, alegó que ella tenía que aprender porque estando en casa es la que se haría cargo de eso. Me dio cierto pudor verla cuando miraba atentamente que la Enfermera sostenía mi “pedazo” dormido y embocaba el glande en la pipeta preparada al efecto, a la par que le explicaba a mi madre como hacer si había algún de reacción en el miembro, “eso es algo normal, el problema es embocarla cuando esté erecta, pues la posición es distinta”, -dijo la Enfermera-. Mi madre contestó enseguida que lo entendía y que algo sabía porque estaba casada desde hace más de veinticuatro años, rieron las dos por la chanza y tuve que disimular cierta inquietud porque los ojos de mi madre brillaron cuando vio lo que “calzaba” su hijo entre las piernas.
- Parece que aún no reacciona, pero el día que lo haga me gustaría llamarla suegra, jajaja, -dijo la Enfermera riendo con soltura-.
- ¿Tanto así?, ¿te parece que es grande?, -preguntó mi madre con algo de timidez-.
- Jajaja, ¿grande dice?, jajaja, su hijo rompió un poco el molde, trabajé un tiempo en Urología y, por lo que sé, si así “dormida” cuesta tenerla en la mano, cuando esté erecta y llena de sangre puede llegar a medir veintiuno o veintidós centímetros, sin hablar de lo gruesa que es, es para que te lleve al Cielo o al Infierno, jajaja.
- Mucha joda y cháchara ustedes, pero están hablando de mi “pitito” y no sentir nada me está poniendo del tomate.
- No te hagas problemas Maxi, los análisis están todos bien y, en algún momento, “pum para arriba”, lástima no poder estar cerca cuando eso suceda, jajaja. Mirá mami, tenés que apretarla desde la base para que no quede ninguna gota dando vueltas, -le dijo a mi madre a la par que me apretaba el tronco y hacia presión hacia el glande-.
- Bueno, espero que a mí no me dé ninguna sorpresa.
- Ojalá te la dé, eso sería un síntoma de lo mejor, todo lo demás correrá por tu cuenta, pero para él sería importante que sucediera. ¿Tu marido no es tan grandote como tu hijo?, -le preguntó cómo dando a entender que estaría acostumbrada al miembro grande-.
- Físicamente es aún más grande, pero, así, a groso modo, ni punto de comparación, nuera, jajaja, -le contestó risueña-.
- Bueno, córtenla un poco, ya terminé, -dije para que se dejaran de hablar porque ya me sonaba a que estaban bromeando conmigo-.
Después de que la Enfermera se hubiera ido, mi madre me comentó que se había reunido toda la familia para comer un asado el fin de semana y estuvieron charlando de mi situación. No la dejé terminar y le pregunté cómo estaban los días afuera, me comentó que los finales de la primavera se mostraban como si fueran de pleno verano y esperaban que lo disfrutara a la brevedad junto con todos ellos. Luego siguió explicando que ella había planteado la necesidad de contratar a una Enfermera para que estuviera todo el día en la casa y se hiciera cargo de mis necesidades. Mi padre se había negado enfáticamente a eso, le salió el tiro con que no le gustaba que hubiera en la casa alguien desconocido y por el lado de la Economía, “Ya bastante gasté con él por ponerse frente a un colectivo en marcha, el seguro no me devolvió un solo Peso por su propia negligencia, ahora hacete cargo vos de tu “nene” y su recuperación”, -había dicho dejando claro que no contaran con él-.
Mis hermanas se aliaron con ella para ayudarla diciendo que se turnarían en mi atención y el marido de Luciana había opinado riendo que no había problemas porque yo no tenía reacciones “varoniles”, “vas a tener para divertirte moviendo de un lado al otro el “maní” de tu hermanito”, -había afirmado despectivamente-, el de Micaela no opinó, él estaba en la suya y, aun cuando hacía poco que se habían casado, no le importaba mucho lo que sucedía con su esposa o su familia, además yo sabía que andaba en amoríos con una empleada de la empresa.
Al día siguiente, la que estuvo todo el tiempo conmigo fue Luciana y cuando me tocó miccionar dijo que ella se encargaría sin necesidad de llamar a la Enfermera. Todo fue bien, yo estaba acostumbrado a que distintas manos se posaran en mi verga adormilada y no lo objeté, el problema fue cuando agarró la pipeta de boca ancha y me destapó para tomar mi verga con las manos.
- ¡Cristo santo hermanito!, ¿Desde cuándo tenés semejante verga?, haberlo sabido antes hubiese pensado cinco o seis el casarme con el picha-floja de mi marido.
- Dale no jodas, la tengo desde que aprendí a descubrirla, lo que sucede es que no daba para andar exhibiéndola con mis hermanas, jajaja.
- No me jodas vos a mí, ni idea tenés de cuantas mujeres desearían tener ese “aparatito” en las manos. Mamá nos dijo que no eras muy normal, pero pensé que era por el golpe, nunca por el tamaño. Dale contá, contale a tu hermanita mayor, ¿la sabés usar?
- Creo que sí, cuando funcionaba bien algunos orgasmos pude extraer y uno que otro grito de placer-dolor se dejó escuchar.
- ¡Ayyy, madre mía!, me lo estoy imaginando, no debe ser fácil aguantar ese “tronquito”, dale, dale, apurate a hacer pis y dejame tocarla un ratito, esperá, voy a trabar la puerta, va a quedar feo si me encuentran tocándotela.
- Bueno, pero no te entusiasmes demasiado, parece que no funciono, para peor no puedo usar las manos para ayudar en nada, jajaja.
- Vos dejala a “Santa Luciana”, pero eso sí, hacemos un trato, yo la reanimo y vos te convertís en mi amante.
- Jajaja, estás loquísima, ¿no te alcanza con tu marido?, además somos hermanos.
- Mirá, vamos a ser claros, ninguna de nosotras está bien atendida, por trabajo o porque tienen otras, la cuestión es que, apenas algún “polvito” de mala muerte, mucho físico y machismo a ultranza, pero absolutamente “normales”.
- ¡No jodas!, ¿cómo se arreglan?, no te lo puedo creer.
- Mamá y Micaela no sé cómo hacen, tendrán sus cosas por ahí o se habrán comprado consoladores, en tren de sinceridad, yo me busqué ya tres amantes de ocasión, para peor cuando me decidí a darles bola tuve sendos fracasos, todos son iguales ningún se calienta por hacerte sentir bien, son todos “rapiditos” y a la disparada, respecto a lo de ser hermanos, ni mi concha ni tu verga le tienen que dar mucha bola a la historieta del parentesco, que alguno me cuente cuantos piensan en lo que “se debe hacer” cuando estás erecto o mojada.
- Lo que decís tiene lógica, pero creo que estás buscando de pervertirme, jajaja. Ya terminé, apretá el tronco para que no queden gotas.
- Eso, sí mi cielo, no sabés lo que siento en la palma de la mano, si llega a crecer me va a dar miedo, jajaja, -dijo apretando el tronco flácido y riendo con soltura-, luego agregó: ¿Tenemos trato?
- No creo que te resulte, pero sí, tenemos trato, pero no me pidas demasiada exclusividad, ya sabés que yo…
- Ya sé, hacés tu propio camino, acepto, pero te aclaro que, si se te para te la voy a gastar, jajaja.
Luego de dejar la pipeta en el baño regresó a mi lado y se sentó en el borde de la cama, “me tenés recaliente Maxi, si se llega a parar me siento arriba y me importa tres mierdas que vengan a golpearme la puerta, estoy empapada”, -afirmó seria y le creí sin que ya me importara tanto que fuera mi hermana-. Por lo pronto comenzó a acariciarla apretando el tronco y pasando el dedo pulgar sobre el agujerito del glande, la movía de un lado al otro y no hubo caso, no había reacción, pero yo también me había calentado, ver la cara de deseo de Luciana incidía en la reacción mental, aunque no en la física y eso no me hacía bien.
La excitación y las ganas de lograr la erección la llevaron a transpirar, su cara estaba desencajada y no aguantó, se llevó la otra mano a su entrepierna por debajo de la pollera y dejó escapar algunos gemidos, “Ayudame Diosito, necesito que se ponga dura”, -decía para sí misma, pero su voz me llegaba nítida-. Yo ya no tenía la cabeza encajada en el soporte, pero aún estaba vendada y tenía tres chupetes conectados a una máquina, igual podía moverla y le pedí que me dejara sentir su sabor.
Esto le provocó un ramalazo de placer que no pudo disimular, su cuerpo temblaba cuando sacó dos dedos de su interior y los llevó a mi boca. Me puse a chuparlos con ganas sintiendo su inconfundible sabor a hembra excitada y su orgasmo con más temblores no se hizo esperar. Eso me desesperaba, Luciana resultaba ser una mujer muy caliente y mi verga no reaccionaba, hubiera dado lo que fuera para que se erectara y que ella se sentara arriba. Como fuere… algo comenzó a fluir en mi interior, el miembro tomó un poco más de consistencia y llegó a ponerse en estado “morcillona”, no daba para una penetración, pero actuó incentivando a mi hermana para redoblar sus esfuerzos en sus caricias y apretones. “Ya casi la tengo, ya casi, dejame probar otra cosa”, -me dijo sin mirarme, pero se acomodó y se la llevó a la boca-.
Yo pensaba en sus tetas, en su culo, la imaginaba gritando cuando el ariete penetrara entre sus nalgas y sentía que su saliva mojaba toda mi verga que, aun morcillona, no podía llegar a tragar hasta tocar mi pubis con su nariz. “Es enorme, hermanito y la puta madre, no me entra en la boca y todavía no está parada”, -decía entre gemidos y se retorcía con sus dedos nuevamente escondidos en su interior-. Tuvo otro orgasmo aferrándose fuerte y hundiendo la boca al borde de la cama para no gritarlo y se sacó la remera pidiendo que le chupara las tetas, levantó su sostén y aparecieron firmes, duras, perfectas para mí, acercaba a mi cara sus pezones endurecidos sosteniendo su masa con sus manos y la máquina comenzó a dar pitidos que crecían en intensidad, esto hizo que nos asustáramos, se puso la remera de inmediato, ordenó sus cabellos y destrabó la puerta, luego se acercó y secó mi verga con la sábana para que quedara libre de saliva, ambos sabíamos que vendría enseguida la Enfermera y ésta entró presurosa.
Controló un papel que fue sacando de la máquina y apretó unos botones de otra, luego salió llevándose la pipeta con la orina que le entregó Luciana. Ninguno de los tres hablaba y la Enfermera salió diciendo que enseguida regresaba, unos cinco minutos después regresó afirmando que había hablado con el Neurólogo.
- Me dice que hubo una actividad cerebral distinta, pero eso es bueno, debe haber reaccionado cuando lo tocaste al miccionar, la reacción es importante, probá de nuevo cuando vuelva a tener ganas, si la máquina vuelve a sonar toca este botón para silenciarla, eso sí, que esta flecha no llegué a la línea roja y no te pongas colorada, acá o en tu casa tiene que reaccionar, cuando eso suceda, avisame que me prendo, jajaja, ah, queda entre nosotras, pero echá desodorante de ambiente, jajaja.
Se fue riendo con ganas y Luciana se quedó roja como un tomate, esto hasta que comencé a reírme yo también. “Maldita máquina, ya la tenía”, -dijo riendo a las carcajadas, pero ya no volvió a intentar-. Eso sí, desde allí en adelante me miró como con ganas de comerme y yo estaba seguro que, si pudiera, me dejaría comer. En los dos días siguientes me masajearon bien las piernas y me hicieron practicar dando mejores pasos, ergo: Ya estaba en condiciones de regresar a mi casa y dejar que me atendieran las mujeres de mi familia.
Me recibieron con una reunión familiar a la que asistieron todos y después de comer y de desearme que me mejorara, comenzaron a marcharse, mis hermanas se querían quedar, pero los maridos insistieron en que se quedara sólo mi madre y no discutieron, pero se echaron unas miradas que se me antojaron a decir “ya nos pondremos de acuerdo entre nosotras”. La tarde estaba hermosa para tomar un poco de sol y mi cara lo necesitaba, lo mismo todo mi cuerpo y me puse a ello.
Mi padre aprovechó la primera oportunidad para irse a la playa de camiones, normalmente usaba la casa como hotel de paso nada más que para dormir y luego de desayunar desaparecía sin importar que fuera sábado o domingo. Leticia, mi madre dijo de ir a cambiarse porque ella también quería aprovechar el sol y se fue por un rato, al regresar tenía puesta una tanga que no dejaba nada librado a la imaginación, le dije que estaba infartante y me contestó que la había comprado cuando fueron a Brasil, pero que mi padre no quería que la usara frente a los yernos.
- Ahh, claro, ya entiendo, ahora al único que vas a torturar es a tu pobre hijito.
- Tonto, sos un tonto, yo no olvido que soy tu madre, igual nos dijo Luciana que la Enfermera le había informado que necesitabas incentivos extras para que tu libido se despertara, jajaja, no creo que una vieja como yo lo logre, pero, con intentar…
- ¿Vieja dijiste?, te salvás porque no sé porque putas no funciono, no te imaginás que mal me hace eso, -le dije poniendo cara de circunstancia dirigida a lograr su condescendencia, pero igual no estaba bien-.
- No te pongas mal Maxi, nosotras ya lo hablamos y entre las tres vamos a lograr que ese problema se solucione, -dijo acercándose y acariciándome las mejillas-.
- No tengo ni idea de cómo lo van a lograr, algo intentó Luciana y no le fue bien, estoy condenado, casi la mayoría de edad y tendré que vegetar de por vida en el sexo.
- Me duele que estés así, te aseguramos que entre todas vamos a solucionar tu problema, a como dé lugar y/o haciendo todo lo que haya que hacer, -dijo con lágrimas en los ojos y abrazándome-.
El abrazo de mi madre apoyando sus tetas en mi cara me produjo un tironcito en mi verga que hacía tiempo que no se producía. Me habían cortado el yeso de los brazos, llegaba hasta la muñeca y me dejaba los dedos libres, esos mismos dedos se movieron acariciando la piel de sus brazos y mi corazón latió a un ritmo desacostumbrado, me daba cuenta que estaba caliente, por lo menos mentalmente, aunque todavía eso no se trasuntaba con el bombeo de sangre hacia donde lo necesitaba, pero, no dejaba de ser una mejoría.
Tampoco es que podía decirle abiertamente que me estaba calentando con su piel y con sus tetas, quería llevarlo tranquilo para no entusiasmarme y no volver a desilusionarme como me había pasado con Luciana y le pedí la pipeta para orinar. “Ya te traigo amor”, -dijo incorporándose y se fue dejándome apreciar la dureza de sus nalgas tapadas sólo con una tirita insignificante. Pensé enseguida que Gloria, la madre de mi ex novia no le llegaba a los talones a la calidad de hembra que exponía mi madre, pero, ¿qué sucedería si me excitaba y la verga me respondía?, mi cabeza era un caos. Se me cruzó por la cabeza lo que me había dicho Luciana, “una vez que te excitás, los parentescos son sólo un “dibujo” creado por la mente y las costumbres” o algo así por el estilo, cada vez estaba más convencido de eso, restaba saber cómo reaccionaría mi madre, pero, claro, yo también tenía que responder y eso me jodía las entrañas.
La vi regresar apurada con la pipeta en la mano, sus tetas se movían al ritmo de su caminar y los pedacitos de trapo tapaban apenas sus pezones y su areola, el cabello rubio y suelto le daban un aire majestuoso a su estampa de mujer, decididamente estaba mortal y volví a sentir el pinchazo en mi entrepierna. Me ayudó a sacarme la bermuda que tenía, en realidad, lo sacó ella, yo sólo levanté mis nalgas para que pudiera salir y no tardó en tomar mi verga, a esta altura, semi dormida.
- Hijo, ¿me parece a mí o está más grande de cuando te la vi en la Clínica?, -dijo sopesándola en su mano-.
- Jajaja, puede ser, en la Clínica no tenías esa tanga ni tu piel estaba tan desnuda al alcance de mis dedos.
- ¡Qué tonto que sos!, ahora vas a endulzarme los oídos diciendo que una “vieja” te provoca algo.
- De “vieja” nada, sos una mujer muy excitante, mi padre lo debe saber muy bien.
- No me hables ahora de tu padre, una porque él no toma en cuenta esas cosas que decís y que las mujeres necesitamos oír y otra porque tengo tu “aparatito” en mis manos, todavía me provocan algunas “cosquillas”, jajaja, -dijo dirigiendo el glande a la boca de la pipeta-.
Terminé de miccionar y me apretó el tronco con toda la mano para sacar las famosos “últimas gotitas”, pero verla la cara a mi madre y notar que los ojos le brillaban y que se mordía el labio inferior me hizo pensar que esa caricia iba mucho más allá de las gotitas de orina. Dejó en el piso la pipeta, continuó apretando y subiendo y bajando la mano en la verga que estaba tomando consistencia, “lo estás logrando mamá, lo estás logrando”, -le dije entusiasmado, pero no me contestó-, su mente o quizás sus deseos la mantenían en otra especie de dimensión.
Lo de las “gotitas” se estaba convirtiendo en una “señora paja” que la presencia de las manos de mi madre la convertían en una “paja” de excelencia y eso se iba notando, las neuronas parecía que se activaban a pleno, la sangre comenzaba a circular para, finalmente, ubicarse llenando el miembro, por lo que la verga tomó una consistencia que ninguno esperaba. Ella había logrado lo esperado, pero lo que no sabía es que a mí no me alcanzaba con una paja para hacerme terminar, aun así, ese “no saber” la llevó a intensificar sus apretones y los movimientos lógicos de subidas y bajadas.
Yo la notaba totalmente excitada, una de sus manos se dirigió a su entrepierna y acercó su boca al glande, fue una especie de falsa alarma porque sólo se limitó a escupir el glande para hacer más fácil sus movimientos de masturbación. Se le escaparon unos gemidos y cuando volvió a acercar su boca para salivar nuevamente el falo, coloqué mi mano sobre su cabeza incitándola a que me diera una mamada, “solamente con la mano no vas a poder mami, chupámela”, -le dije con la voz estrangulada por el deseo-. Sus labios se apoyaron en el glande que ya dejaba salir líquido pre seminal y se apartó bruscamente…
“No puedo hijo, no puedo, no debemos llegar a esto”, -dijo apartándose-. Me sorprendió completamente con eso, mi verga se desinfló como por arte de magia y todo volvió a la normalidad de mis días de abstinencia forzada y frustración. “Qué lindo que la hiciste, espero que no me hayas frustrado totalmente, para peor ahora me duelen terriblemente los testículos. No, no digas nada, para prueba me basta este botón, mucho bla, bla, bla, pero a la hora de los bifes pueden más tus pruritos que las necesidades de tu hijo”, -le dije con cierta dureza en la voz-.
- No me entendés, soy tu madre y cruzaríamos una línea que no debemos cruzar, -expresó totalmente compungida-.
- Lo único que puedo entender es que me hiciste calentar, llegué a vencer un problema que pensé que no podría solucionar solo y tus idioteces de mojigata me dejan peor que antes. No importa, no hablemos más de esto, ayudame con la bermuda y dejame en paz, me voy a ir a tratar de dormir un rato, -acoté sin que me importara su cara de circunstancia y lo que podía estar pasando por su cabeza-
- ¿Querés que la llame a alguna de tus hermanas?, ellas están más liberadas que yo, -dijo mientras me acomodaba la ropa-.
- ¿Para qué?, para que me pase algo similar y me frustre completamente, no, no quiero que las llames, es más, veré como arreglarme solo, aunque me tenga que mear encima o no pueda vestirme, prefiero no depender de la falsedad de ustedes, a lo sumo hablaré con mi padre para convencerlo de ponerme una Enfermera.
- No me digas así hijo, me hacés sentir muy mal, yo estaba dispuesta, no sé qué me pasó.
- Yo sí sé que pasó, privó el egoísmo y tus pruritos, como yo me sienta importa sólo de la boca para afuera, haceme un favor, llevame a la habitación una bolsa con hielo y no se hable más de esto.
Me fui caminando lo más despacio que pude a la habitación que me habían acondicionado en la planta baja, tampoco es que pudiera moverme muy rápido, los huesos habían soldado y los músculos se recuperaban, pero no por eso es que podía saltar en una pata. Al rato, a mi cuarto en penumbras, entró mi madre con una bolsa de goma llena de cubitos de hielo, le pedí que la acomodara entre mis piernas y yo seguí mirando el techo sin desviar la vista. “Maxi, me hace muy mal que estés así”, -expresó-… “¡Mirá vos!, yo estoy genial, haceme un favor, andate y dejame dormir”, -expresé dando por terminada la conversación-.
No me pude dormir, me quedé pensando en que mi madre había logrado lo que ni siquiera mi hermana mayor con una mamada había logrado, tendría que buscar la manera de que se soltara para poderla coger con todas mis ganas que, aunque limitadas por mis brazos enyesados, existían. Lo de mis hermanas también podría funcionar, pero estaba emperrado en que mi madre se penetrara con mi verga y en ver su cara de goce cuando la tuviera adentro, mientras tanto, mi papel de hijo frustrado y dolido le había “pegado” fuerte y ella misma tendría que venir al pie. Aparté la bolsa de hielo porque no la necesitaba, eso lo dije y la pedí solamente para hacerla sentir mal y como dormir algo no me venía mal, me dejé ir. Medio entre dormido escuché la voz de mi padre diciéndole a mi madre que tenía que ir sí o sí, me imaginé que sería uno de esos viajes que le salían de improviso cuando alguno de los camiones tenía problemas en su recorrido.
Ella me llamó cerca de las nueve y media de la noche para avisarme que ya estaba la cena, fui al baño a orinar y, aunque me costó, pude bajarme la bermuda y orinar sentado, después fue toda una odisea cuando tuve que volver a colocarme la ropa, pero lo logré, los dedos sueltos de las manos me ayudaron mucho, luego me fui a sentar a la mesa sin decir palabra, se ocupó de limpiarme la cara y las manos con las toallitas húmedas y me dio de comer en la boca porque yo no podía hacerlo solo.
- ¿Me pareció a mí o estuvo mi padre más temprano?
- Sí, estuvo más temprano porque tenía que viajar llevando un repuesto para un camión que se rompió en La Pampa.
- ¿Le dijiste algo de lo de la Enfermera?
- No, te vas a tener que aguantar con tu madre y tus hermanas, cualquiera de nosotras puede atenderte.
- Está bien, pero no quiero más intentos de rehabilitarme la verga para ver si funciono, ya sé lo que puede suceder si me entusiasmo y acaban por “cortarme los pelos”.
No quise hablar más del tema, me sacaba de quicio, el mal humor me podía y me levanté para ponerme a ver un rato de televisión. Mi madre me preguntó si iba a ir a bañarme, claro está, ella tendría que ayudarme y le dije que no, que ni ganas de bañarme tenía, mucho menos de que me estuviera tocando pues, posiblemente reaccionaría de modo satisfactorio y “hacer sapo” nuevamente no era de mi agrado. Al rato de estar viendo televisión, aunque no tenía sueño y como no existía el diálogo, le dije que me iría a acostar y fue lo que hice luego de saludarla.
Me desvestí como pude, me senté en la cama apoyando la espalda en las almohadas que recosté en el respaldo y usé mis piernas de atril para ponerme a leer una revista porno quería intentar que la libido funcionara nuevamente, pero ni caso, mi verga parecía un “maní desechable”. Escuché cuando mi madre salía del baño después de bañarse, era raro porque había usado el baño de la planta baja y no el que tenía en su habitación, más raro me pareció cuando la escuché caminar hacia mi cuarto y abrió la puerta.
Yo tenía encendida una luz pequeña de un velador que se encontraba sobre la mesa de noche y en el marco de la puerta destacó la figura desnuda de mi madre vestida solamente con un baby-doll transparente. Sus formas eran espectaculares, primero fueron los pelos de la nuca los que se pararon y de inmediato comencé a sentir algunas cosquillas significativas en mi verga. “Maxi, dejá esa revista, mami estuvo pensando y está decidida a solucionarte el problema así tenga que llegar a las últimas consecuencias”, -expresó con la voz ronca y cerró la puerta tras de sí-.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Esta muy muy buena esta historia, la estoy leyendo de golpe las 3 partes hoy ❤️❤️