Las nenitas de la familia Capítulo 3 – Lucy
Continuación de la historia de Lucy y Oliver..
Las nenitas de la familia – Capítulo 3 – Lucy
Pasaban los días y no podía seguir esperando a que llegara el fin de semana para ver a mi pequeña Lucy esa nenita se me metió en la cabeza como si fuera una mala canción de esas que están de moda. Día y noche pensando en ella, no importa donde, en el trabajo, en el baño, en la calle, siempre aparecía su lindo rostro, no había duda alguna, me enamoré de esa nena. No podría creer que la primera vez que tocara a una nena tan pequeña, esta reaccionaría de tal manera. ¡Por dios! Prácticamente me estaba suplicando que la siguiera tocando, y que le siguiera dando cariñito a su conejito.
Se llegó el fin de semana, estaba con muchas ansias y realmente quería verla de nuevo pero luego me invadió el miedo… y, ¿si la nena le contó a su mamá lo que pasó? Demonios, tendría graves problemas, esa mujer histérica doble moral me aniquilaría. Esperé por horas en casa de los abuelos, no aparecieron. Pasaron más fines de semana y no aparecían. Quizás le contó a su mamá lo que le hice y ella ya no quiere volver a pisar la casa donde abusaron de su bebé.
Después de un mes de no verla, finalmente escuché su risita cruzando por la puerta principal, ahí estaba mi pequeño tesorito, en cuanto me vio corrió con los brazos extendidos a mi dirección y dando saltitos me suplicaba que la subiera y llevara en mi brazos.
-Hola mi pequeña, te extrañé mucho, porque no habían venido, ¿acaso ya no me quieren?
-Oliver, ¡yo también te extrañé mucho, mucho, mucho! ¿Podemos jugar?
-Claro trae tus juguetes.
La pequeña fingía ser una estilista que trabajaba en una bonita estética, me sentó en el sillón más pequeño de la sala, se puso tras de mí y empezó a peinarme el pelo. En ocasiones hacía pequeñas pausas para abrazarme y reposar su cabeza sobre la mía mientras me rodeaba el cuello con sus suaves bracitos. Eso me ponía nervioso y ansioso, podría intentar hacer un movimiento pero su mamá estaba a una habitación de distancia y su hermana estaba sentada en la misma sala viendo el televisor. Entonces la pequeña pasó a sentar en mis piernas y sacó una mantita que colocó sobre nuestras cabezas, me veía directamente con sus lindos ojitos oscuros y soltaba risitas de complicidad, me acerqué y le solté besitos en sus rosadas mejillas. Entonces retiró la mantita y comenzó a peinarme, ahora frente a frente. Después, estuvimos jugando con unos muñequitos y finalmente decidí tomar el control de los juegos.
Tomé a Lucy en mis brazos, la senté en el sillón y le dije:
-Ahora es mi turno de peinarte.
-Bueno, contestó con una carita tan bella.
Tomé el peine y estando cara a cara comencé a deshacer su peinado a coletas. Tenía un rostro tan pensativo, y me preguntaba que estaría pasando por su cabecita. ¿Recordará los jueguitos que habíamos tenido un mes atrás? Decidí que era el momento de atacar y me deslicé hacia abajo y coloqué mis manos en sus rodillas, con mi dedo medio e índice empecé a hacer círculos sobre ellas, Lucy se estremeció con mi tacto, traía un vestido azul celeste hermoso y unas mallas agradecí a mi prima por vestirla así, aunque hubiera sido perfecto que no tuviera las mallas. Subí
mis caricias a sus muslos lentamente, cada vez con más intensidad pero lento. Y sorpresivamente la tomé de su cadera con velocidad, la acerqué a mí, separé sus piernas, tomé una bocanada de aire y soplé en su entrepierna. Ella se retorció por el ataque tan directo sobre su culito y soltó unas risitas que intentó contener fallidamente. Su hermanita mayor ni se inmutó ante los ruidos en loa sala. Lucy sabía que no debían descubrirnos, ¡pero que pilla! Volvimos a nuestro juego y continué peinándola.
-¿Cómo quiera su peinado, señorita?
-¡Lo quiero suelto!
-De acuerdo. Bueno ya hemos terminado, es momento de que me pagué.
Mientras hablábamos se sentó sobre mis piernas y seguía acariciando sus nalguitas tan suaves, ella procedió a tomar su mantita y a cubrirnos las cabezas con ella. Me miró impaciente y me dijo:
-¿Puedo, pagarte con un beso, como el de la otra vez?
-Todavía recuerdas el beso del baño, que pequeña tan inteligente eres.
-Sí, es que soy pequeñita y no tengo dinero para pagarte.
Tome sus carita con ambas manos y la acerqué a mi rostro y le di un beso, de lo más intenso. Ella intentaba hacer movimiento con su lengüita y tenía una respiración agitada que me comenzó a prender más, si así es besar una boquita de niña ¿Cómo será besar sus labios internos? Rompí el beso y pude sentir su dulce aliento, la pequeña había comido dulces de uva y me penetraba con intensidad en mis sentidos, tan calientito, y suave. Después me dio un abrazo y acercó sus labios a mi oído, e intentaba pronunciar algo en susurros, eso me puso como loco con una gran erección. Finalmente exclamó.
-Oye, otra vez, ¿me haces lo que me hiciste en la colita? Por favor.
-Bueno, pero aquí no podemos.
Bajó de mis piernas de un pequeño salto y me extendió su manita, la tomé y me guío corriendo a la parte más alejada de la casa. Me llevó a la segunda recámara más lejana de la casa, era arriesgado pero realmente quería estar con ella, se quitó las zapatillas y subió a la cama se recostó sobre su espalda y extendió sus piernas mostrándome su colita cubierta por su ropa interior y las mallas. ¡Pero que ofrecida! ¿Cómo rechazarla?, encendí el televisor y coloqué un canal para niños para ocultar los posibles ruidos que saldrían de nuestras bocas.
Me sumergí lentamente en dirección a la cama, me acerqué despacio miran a Lucy directo a sus ojos, se veía impaciente y no dejaba de mover los dedos de sus pies decidí empezar el ataque por ahí y retiré sus calcetas, comencé a besar sus dedos y acariciaba con mi dedo índice la planta de los pies, de arriba hacia abajo. Y le di un chupetón a su dedo pulgar, dirigí mi mano izquierda a su tobillo izquierdo dando suaves caricias y con mi mano derecha sujetaba su pierna derecha y la llenada de besos y ligeros soplidos con mi aliento caliente, eso la estremeció, la puso al límite. Subí mis manos a su cadera y la acerqué hacia mí, tomé su blusa, la levanté y le di un soplido en su barriga seguido de unas lamidas que dejaron húmedo su ombligo, subí un poco y encontré sus pezones tan rositas que apenas resaltaban, y le di un chupetoncito a cada uno. Me regresé a su
ombligo, bajé a su pelvis con mi lengua, Lucy estaba realmente encendida, daba respiraciones cortadas y profundas, empezó a empujar sus caderas exigiendo que le diera atención a su “cosita”.
-Aquí, aquí, señaló su vaginita con su dedo índice.
-Se paciente, ya casi llegamos. Contesté con una risa burlona.
Seguí lamiendo hasta que llegué a su falda y la bajé dejando sus mallas al descubierto, la abrí más de piernas y ataque las laterales de su entrepierna, podía sentir la intensidad de calor que generaba mi aliento contra la ropa de la pequeña. Su olor penetró por mi nariz, ese ligero olor a orina, a niña húmeda, a niña mojada. No pude contenerme más y ataque su vagina dándole falsas mordidas encima. Lucy con sus manos sujeto mi cabello contra su entrepierna y me rodeo la cabeza con sus piernas empujando su “cosita” contra mi cara, ya no solo tenía una respiración tan intensa sino que también estaba gimiendo, aunque intentaba contenerlos. De repente aumentó su presión contra mi cara y decidí soplar sobre su conejito como lo había hecho anteriormente en nuestros jueguitos. Eso la volvió loca soltó risitas entre mezcladas con gemidos.
-Aww ayyy ayyy. Exclamaba la pequeña.
-Otra vez Oliver, ¡otra vez!
Tomé una segunda bocanada de aire y volví a soplar sobre su ropa empujando mi cara hacia su vagina lo más que pude. Mi verga ya furiosa, estaba al 100. Tomé su cadera y retire las mallas y dejando solo su ropa interior. Miré el rostro de mi pequeña y estaba rojo como una manzana. Estaba agitada y lucía con miedo. No sabía si había tenido un orgasmo, pero eso no me detendría. La tomé en mis brazos y la senté sobre mis piernas frente a mi, cara a cara, era mi turno de divertirme. Me senté abrazado de ella a la orilla de la cara, sin que se percatara, saque mi pene de su cueva. La tome de sus caderas y la presioné contra mi haciendo un sándwich humano con mi pene, comencé a dar saltos suaves rebotando aprovechando los firmes resortes la cama, comenzaba a sentir el trabajo en mi pene. La mejor distracción para Lucy, no tenía ni idea la ilusa de lo que estaba haciendo con ella. Empecé a gemir en su orejita, y ella soltaba unas gloriosas risitas, la abracé dejando su boca sobre mi oído y entró con potencia en mis oídos sus respiraciones del ejercicio que hacíamos. Eso me hizo llegar al límite y exploté.
-¡AHHH ahhh! sí mi bebé, ¡que rico!
Caí con ella abrazada sobre mi espalda, ella seguía dando sus respiraciones, ya más ligeras.
-Eso fue divertido Oliver
La pequeña no tenía ni idea de lo que había hecho con ella, ¿o tal vez sí?
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