LAZOS INQUEBRANTABLES (CAP3)EL INOLVIDABLE CUMPLEAÑOS DE MATÍAS:
Ana María le da a su hijo un inolvidable regalo de cumpleaños para sus 18..
CAPITULO 3:
EL INOLVIDABLE CUMPLEAÑOS DE MATÍAS:
Ana María le da a su hijo un inolvidable regalo de cumpleaños para sus 18.
Los días fueron pasando el la feche del cumpleaños número 18 de Matías, venía acercándose cada vez más. Con lo que la impaciencia del chico y las expectativas sobre la promesa de mami, de hacerle un “regalito especial”, fueron en aumento con cada día que pasaba.
A esta promesa de un regalito especial de mami, había que sumarle el hecho de que, si bien la existencia de una vida sexual entre madre e hijo estaba asumida y asimilada ya por ambos, Ana María no quería que esto se convirtiera en una vida de meros, burdos e inmorales placeres carnales entre madre e hijo.
Ella quería saber o tener la certeza de que, con todo esto, también estaba de algún modo educando a vida de pareja que algún día Matías tendría con una pareja tradicional y normal.
Ella quería saber que lo que le estaba enseñando a su hijo era a que con la mujer que ama, no se “coge”, sino más bien se “hace el amor”.
Por esto Ana María no se le entregaba cada vez que él anduviera atrás de ella insinuándole sus circunstanciales calenturas de macho rapaz, Matías llegaba a parecer un perro en celos andando por detrás de mami todo el tiempo, lo que hacía estallar a Ana María en repentinos ataques de furia e intensos regaños a su hijo, de los que después se arrepentía.
Ella más bien cuando lo veía muy “nervioso”, andando detrás de la mamá, trataba de calmarlo con palabras llenas de amor y sabiduría, de inagotable paciencia de madre amorosa, sin estimularlo demasiado.
Con esto, ella también calmaba su conciencia por la vida promiscua que llevaban con Matías. Y por consiguiente llevaban una vida sexual lo más discreta, sobria y escaza que les era posible.
Pero Matías quería más, ¡Oh sí, el hormonal y calenturiento rapaz quería y pretendía mucho más de su amorosa mamá!
-Mami, el viernes es mi cumpleaños. Le saca el tema de conversación Matías mientras ella cocinaba para el almuerzo.
-Si mi amor, ya lo sé. Le responde ella, ya sabiendo para donde quería llevar la conversación su hijo.
– ¿Podemos hablar de lo que me prometiste para esa fecha? Le dice Matías con una pícara sonrisa en su cara.
– ¡Podemos mi amor! Le responde su mamá.
– ¿Qué me vas a regala para mis 18? Le pregunta el chico lleno de esperanza emoción y sintiendo cómo se le endurecía la verga en el pantalón.
-No sé hijo, porque cómo van a venir tus amigos, tus tíos, primos, abuelos y qué sé Yo, toda la platita se me fue en comprar cosas para convidarles, y compre comida para un almuerzo familiar, así que cómo que te vas a tener que conformar con eso mi amor. Le explica Ana María, haciéndose la desentendida de lo que realmente le importaba saber a Matías.
– ¡No mami, Yo me refiero a otra cosa…! Le explica Matías, acariciándole la cola por encima del Jean gris que llevaba puesto ella.
– ¡Cuidado donde me ponés la manito, después no quiero lamentos ni arrepentimientos! El hecho de que con mami te puedas dar “ciertos permitidos” a diferencia de otros chicos con sus madres, no te da el derecho de tratarme cómo una mujerzuela, ya sabés también que no soporto que andes a tras mío cómo perro alzado todo el santo día y todos los días…… ya te dije que ese día vamos a tener una linda fiestita entre Vos y Yo, pero lo vamos a ir planeando durante ese mismo momento. ¡Esta noche vamos a dormir juntos cómo siempre y sabés que mami por las noches te permite verla en ropa interior cómo tanto te gusta, y te permite acariciarla y besarla, pero lo otro no es para que todas las noches lo quieras o lo hagamos! ¿Entendido? Lo regaña Ana María, poniéndole límites, cómo la mamá estricta que solía ser cuando la situación lo requería.
Matías en ese momento se cohíbe, y se va en silencio de la cocina sin decirle más nada a su mamá.
Un rato más tarde el chico le ayudó a poner la mesa, y entonces almorzaron juntos. Y así siguió transcurriendo el tiempo.
la vida de Ana María y su hijo Matías hace ya un tiempo, dio un giro inesperado que transformó por completo y sin retorno su relación madre e hijo. Lo que una vez fue un lazo amoroso marcado por la sobreprotección y el cariño, se convirtió en algo mucho más intenso y provocador.
Desde hace algunas semanas, Ana María y Matías habían comenzado a explorar un terreno desconocido en su dinámica familiar. Lo que inicialmente pudiera parecer una madre sobreprotectora y un hijo cariñoso, evolucionó hacia un territorio prohibido y excitante. Atrás quedaron los límites tradicionales de la relación materno-filial, para dar paso a deseos ocultos y emociones encontradas entre ellos.
Con cada encuentro pasional (que no habían sido muchos hasta acá) en la cama de Ana María, la complicidad entre ambos se intensificaba. Matías, ansioso por experimentar algo nuevo en la intimidad con su madre en su próximo cumpleaños número 18, dejó claro sus deseos más íntimos y prohibidos.
Soñaba con desvirgar el trasero de su madre, sentir el calor de su boca en su pene o disfrutar de su entrega total al placer carnal y que ella le levantara todo tipo de restricciones en este sentido.
El día esperado finalmente llegó. Ana María, con un brillo especial en sus ojos, llamó a Matías a su habitación para revelarle el regalo tan prometido
Eran la tres de la tarde, y esta vez era ella quien no aguantó ya más la necesidad de tenerlo en la cama y entre sus brazos.
Entonces luego de pensarlo un rato encerrada en su habitación, se decidió a llamarlo:
– ¡Mati, mi amor, vení un poquito a la pieza! Lo llamó ella desde su habitación.
– ¿Qué pasa mami? Le respondió el chico aplastado en el sofá mirando la tele.
– ¿Vas a querer el regalito del cumpleaños ahora? Le preguntó Ana María desde su habitación.
Matías ya no respondió, saltó del sofá cómo con un resorte y prácticamente corrió al cuarto de mamá.
El joven, con el corazón acelerado por la anticipación, se acercó con expectación a su madre. En ese momento, los anhelos y fantasías se entrelazaban en una atmósfera cargada de deseo y complicidad.
Ana María, con una sonrisa sugerente en los labios, tomó la mano de su hijo y le susurró al oído las palabras que tanto había ansiado escuchar: – ¿Querés que mami te dé el regalito ahora? Le preguntó tiernamente susurrándole al oído.
– ¡Si, ni hablar! Le respondió él sin pensarlo mucho.
El regalo de cumpleaños de Ana María para Matías no estaba envuelto en papel ni atado con un lazo. Era un regalo intangible, pero invaluable. Era el regalo del amor sin barreras, del deseo compartido, de la conexión única que solo madre e hijo podían comprender.
Ella estaba vestida un un pantalón de jea ajustado que le marcaba perfectamente esa colita parada que Ana María se daba el lujo de lucir a sus inmutables 45 años.
– ¿Querés abrir tu regalito mi amor? Le preguntó ella casi murmurándole suavemente.
– ¡Si, mami! Le respondió su hijo muy emocionado.
-Abrílo mi amor. Le respondió la mamá haciéndole un gesto para que la desvistiera y develar aquel invalorable regalo que no era otro que el mismísimo cuerpo de su mamá completamente desnuda en la soledad de aquella habitación, de esa casa humilde donde desde hace ya varios años Vivian los dos solitos.
El chico no resistió la tentación de besarla, mientras desabotonaba esa blusa blanca que a medida que se fue abriendo, reveló el corpiño blanco que llevaba puesto Ana María.
Le sacó la blusa, y entonces sus manos bajaron hasta el pantalón de la mamá, desajustó en cinto, desabotonó el jean y comenzó a bajarle el cierre de la bragueta develando una delicadita bombacha blanca de encaje, que al bajarle el pantalón a mamá podía verse a través de ella, la sombrita negra de su abultado monte de venus, cosa que disparó la calentura de su hijo de todavía 17años.
Ella se terminó de sacar el pantalón, mientras él la miraba impactado con lo que veía en frente suyo.
– ¡Yo sabía que te iba a gustar la primera sorpresita de mami! Le dijo ella con una sonrisa cómplice en sus labios y un brillo especial en su mirada mezcla de ternura de madre amorosa, y lujuria de hembra sedienta de placer.
– ¡Mamá, la verdad que me fascina verte así! Le respondió él.
– ¡ Jijijiji!. Se Raó ella y acto seguido se acostó en la cama con las piernas abiertas, mostrándose sensual y provocativa solo para su único hijo y gran amor de su vida.
El chico se arrodillo entre sus piernas abiertas y contempló hasta el más simple detalle de algunos vellos púbicos de Ana María sobre saliendo por los laterales de la bombacha blanca.
El chico luego de observarla impávidamente de cerca durante unos largos instantes, en el que mamá lo observaba detenidamente en silencio, respetuoso, sobrecogedor y casi ceremonial, con una tierna sonrisa en los labios. Sin atreverse a interrumpirlo por ningún motivo.
Transcurrida la conmoción de Matías ante el panorama visual que le ofrecía su mamá casi desnuda en la cama, el chico procedió a despojarla de la bombacha y el corpiño, para por fin tenerla frente suyo completamente desnuda.
Matías se desviste lo más rápido que le es posible, y el corazón de Ana María se dispara y su cuerpo todo se estremece, cuando el calzoncillo rojo de su hijo, deja ver su increíble erección.
Entonces las miradas entre madre e hijo se cruzan llegando a intercambiar sonrisas.
Ana María se la acaricia por encima del calzoncillo, se agacha frente a su hijo y se queda viéndola anonadada.
– ¿La puedo ver bien? Le pregunta tiernamente su mamá.
– ¡Si claro mamita hermosa! Le responde su hijo liberándola del calzoncillo, y esperando a que salga de ella la iniciativa de metérsela en la boca, quizás hasta deslechar a su hijo.
Ana María quien ya había sentido adentro ese bastón de carne que ahora tenía en frente suyo, nunca lo había visto con claridad o detenimiento, ya en las muy pocas cogidas que habían tenido madre e hijo hasta la fecha, todas fueron en el cuarto en penumbras, y ella jamás se atrevió ni le permitió a su hijo encender la luz, para evitar tener entre ellos un claro contacto visual y tomar así una real dimensión del momento que estaban viviendo ambos.
Entonces, Matías al verla agachada frente a él contemplándole su bastón de carne y tocándoselo y acariciándoselo con una expresión en su rostro de estar pensativa y anonadad con lo que veía, su hijo tuvo la esperanza que mamá recordara la promesa de que alguna vez se la iba a mamar, y de solo pensarlo, de solo por un momento imaginar sentir la calidez de esa boca abrigándole el palo, su saliva bañándole la verga, y su caluroso aliento queriendo secársela luego del baño caliente de su saliva materna. Solo imaginar una escena así, su cuerpo se estremece, provocando una instantánea sonrisa en su mamá.
– ¿Qué pasa mi amor? Le preguntó ella casi susurrándole, mirándolo tiernamente.
– Nada …… ¿Me la mamarías? Le preguntó él casi suplicándole.
– ¡Jijijijijiji, mi amor, eso todo no me va a entrar en la boca! ….. Además, mami nunca hizo estas cosas, no sé, para mí la relación sexual siempre consistió en abrirme de piernas y recibir esta cosa en mi vagina. Explicó ella a su hijo.
– ¡Pero probemos mami, por favor! Intenta convencerla él chico a su recatada, dulce e inocente madre.
Ana María pensó entonces en el cumpleaños de su hijo, recordó su promesa de un regalito especial, de algo distinto que harían esa vez, y entonces, le pareció bien el que sea él quien elija su regalo de cumpleaños.
Con gran timidez, mucha inseguridad y nerviosismo, Ana María que permanecía agachada, se arrodilló frente a aquel palo de carne que le apuntaba firme a sus labios, se relamió los labios, una, dos y hasta tres veces y comenzó a acercar su rostro lentamente hacia la estática y dura verga de su hijo.
Matías al ver a su mamá con tanta indecisión y nerviosismo, apoyó muy tiernamente sus manos, sobre la cabeza de mamá y la acompañó lentamente en el acercamiento de ella a su verga.
Ana María relame sus labios por última vez, y abre la boca para empezar a hacer la primera mamada de su vida, a sus 45 años, nada más ni nada menos que a su hijo, cómo regalo de sus 18 años.
Entonces Matías cerró sus ojos para fijar todas sus atenciones sensoriales en el tacto de su verga.
En una cuestión de segundos, pudo sentir el cálido aliento de mamá chocando con la cabeza de su verga, seguido del suave rose de los labios, con la abrupta y desagradable sensación de los dientes de Ana María raspándole la verga. Y haciendo que instantáneamente todo el placer y la magia, se corte repentinamente en su hijo.
– ¡Abrí la boca! Le ordenó Matías, sin darse cuenta de la brusquedad del tono de voz en sus palabras.
– ¿Ves que no lo sé hacer hijo? Le dijo ella cómo pidiéndole perdón dulcemente, e intentando levantarse para ponerle fin ahí a su amable intento frustrado por complacerlo en el día de su cumpleaños.
– ¡No, mami, no, estaba bien, solo tenés que evitar tocarme con los dientes! Le dijo él sujetándola en el mismo lugar que estaba, dando lugar a un breve forcejeo.
Finalmente, ella lo vuelve a intentar.
Ana María volvió a abrir la boca y su hijo volvió a cerrar sus ojos.
Las sensaciones de placer de Matías volvieron a repetirse tal cómo antes, primero con el calor del aliento saliendo suavemente de la boca de Ana María, luego la humedad de su cálida saliva mojando la verga del chico, y esta vez ella abrió la boca de manera que sus hermosa y blanca dentadura, no acarició la verga de su hijo produciéndole molestias al chico.
La verga del chico fue adentrándose cada vez más en el interior y las profundidades de la boca de Ana María, aumentando el placer de su hijo centímetro a centímetro que lograba meterle con excito.
Podía sentir cómo sus vergas rosaban la lengua suave y mojada de Ana María, cómo la caliente briza del aliento de mamá le envolvía el falo, y cuando pudo meterlo hasta un poco más de la mitad, sintió la inmensa estrechez de la garganta de Ana María, que le abrazaba u apretaba suavemente la cabeza y prepucio de su pene.
En ese momento tan placentero el chico recordó cómo lo había excitado verle la campañilla a mami, y hasta allí quiso llegar con su pene para tocarle la campañilla a mami.
Entonces el chico, en un arrebato de placer y lujuria, empujó aún más adentro su verga, entonces ahí fue que la escuchó toser, y antes que pudiera reaccionar un cálido y potente vomito envolvió su pene y chocó y bajó por sus piernas.
La inesperada excitación de su hijo, al ver lo que provocó en mami, lo llevó a tener un increíble orgasmo justo en la cara de mamá, manchándole hasta las tetas a Ana María.
– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhh, mamáaaaaaaaaaaaaa! Gritó el chico entre gemidos, frente a su mamá que no paraba de toser, y estuvo a punto de volver a vomitar, cuando el semen de su rapaz bañó su cara, pelos y tetas.
Matías se tiró en la cama, totalmente exhausto, mientras mamá limpió todo aquello, se vistió y se fue a seguir haciendo cosas y preparando todo para la fiesta de su hijo.
Entonces varios minutos después su hijo apareció en la cocina.
– ¿Todo bien mami? Le preguntó Matías.
-Sí, todo bien. Contestó ella sin dejar de hacer sus cosas.
– ¿Me perdonas por lo que pasó? Insiste Matías pareciéndole verla algo distante y fría con él, tal vez por lo que pasó.
-Si mi amor, está bien, te quise dar tu regalito de cumpleaños, y Vos me pediste ese regalo, y mal o bien, traté de complacerte. Le dijo ella sin si quiera mirarlo, o detenerse a hablar con él de frente.
– ¡Estuviste perfecta mamita hermosa! Le dice él.
– ¡Gracias corazón, y perdón por la vomitada! Le respondió Ana María avergonzada al recordar la escena.
– ¡Jajajajaja, te juro que aún que esa no me la esperaba, me encantó! Le responde su hijo.
Y ella le corresponde con una sonrisa tierna y llena de agradecimiento.
-Mamá, mi cumpleaños es mañana, ¿Podemos seguir esta noche en tu cuarto con la “fiestita” que empezamos hoy a la tarde? Le propone Matías.
– ¡Jijijijiji! Está bien mi amor, esta noche la seguimos en la camita. Le responde Ana María con ojitos llenos de profundo amor y deseo por su hijo amado, que poco a poco lo veía tornarse todo un hombrecito, dejando de ser su amado niño.
En la víspera de su decimoctavo cumpleaños, Matías se veía envuelto en una mezcla de emociones intensas, propulsadas por los recuerdos de momentos íntimos compartidos con su madre en su habitación. Cada minuto que pasaba, la ansiedad y la excitación crecían en su joven corazón, dejando su mente llena de preguntas y expectativas sobre lo que la noche reservaba para él y su madre.
La sensación del aliento cálido de su mamá en su verga, la inexperta manera en que lo complacía y hasta el inesperado incidente del vómito repentino que desató su propia eyaculada, todo ello se entrelazaba en la mente de Matías, creando un remolino de sensaciones y deseos que lo consumían por completo.
A medida que la noche caía sobre la casa, Matías se preparaba para adentrarse en un territorio desconocido, donde los límites entre el deseo prohibido y la conexión maternal se desvanecían, dando paso a una nueva etapa en su vida adolescente.
Después de una sobria cena, el chico ayudó a mami a lavar, secar y guardar los cubiertos, y tras unas miraditas y sonrisitas picaras entre ambos, ya no hubo necesidad de más palabras. Matías le palmea el trasero a mamá, y eso fue suficiente para que Ana María comprendiera que el chico iba a estarla esperando en la habitación.
Ana María terminó algunos detalles de la limpieza de la cocina y tras echarse un meo en el baño, fue a su cuarto.
En la penumbra de la habitación de mami, con el corazón latiendo con fuerza, Matías aguardaba la llegada de Ana María, sintiendo la excitación y los nervios recorriéndole el cuerpo. El sonido de la puerta que se abría lentamente rompió el silencio, y en ese momento, Matías supo que aquella noche sería una que jamás olvidaría.
El destino de Matías y su madre se entrelazaba en un baile peligroso de deseos mutuos y complicidades compartidas.
Ana María estaba vestida exactamente igual que hoy en la tarde. Con un simple pantalón de jean y la misma blusa blanca.
Ella sabía que su hijo se deleitaba viéndola en ropas simples de entrecasa, cómo buen estereotipo de mujer pueblerina que se siente cómoda de ser cómo es y considerándose más allá de las miradas.
La verdadera base de la atracción entre ellos, no era el considerar por parte de Matías que su mamá fuera la más linda en este mundo, sino en el amor que él le guardaba, y lo mismo puede aplicarse para Ana María.
Ella cierra la puerta de la habitación, él camina hasta ella y se abalanza sobre mamá hasta arrinconarla contra la puerta del cuarto, y ambos se abrazan y comienzan a besarse apasionadamente, mientras Matías le acaricia con pasión desmedida todo su cuerpo.
La excitación entre ambos empezó a dispararse con cada beso, con cada caricia.
Entonces ella empezó a llevarlo hasta la cama a fuerza de suaves pero constantes empujones, obligándolo a caminar hacia atrás en dirección a la cama de 2 plazas que habitualmente compartían.
-¿ Querés volver a desvestir a mami? …. ¿Eh? Le preguntó agitada Ana María mientras se comían a besos las bocas mutuamente.
– ¡Si mamita hermosa, quero volver a ver esos pelitos de tu concha transparentándose en el encaje de la bombachita blanca que tenés puesta hoy! Le confesó su hijo muy excitado.
-¡ Jejejeje! …. ¿Te gustan los pelitos de mami? Le pregunta Ana María entre pícaras risas, mientras su hijo se desespera por desajustarle el cinto del jean.
– ¡Si mami, me encanta verte peluda! … ¡Quiero que este verano andes en ropa interior en la casa, quiero que me hagas delirar de noche y de día mostrándome tu descomunal belleza reservada solo para mí! Le dice él desabotonándole el pantalón, bajándole el cierre de la bragueta y reencontrándose visualmente con la bombacha blanca que Ana María llevaba puesta todavía.
– ¡Jijijijiji! ¿no te parezco abandonada con la concha llena de pelos? Le pregunta ella ruborizada.
– ¡No para nada, me parecés excitantemente provocativa y una guerrera total en la cama! Le responde su hijo, agachándose frente a ella para ver translucirse el monte de venos en esa bombacha blanca de mamá.
– ¿Guerrera total en la cama, Yo? …. Me parece que la batalla de hoy a la tarde la perdí ¿Eh? … ¡No tenía ni la más puta idea de cómo mamártela, y encima te terminé vomitando el desayuno y el almuerzo en todo ese pedazo de palo de carne! Le aclara ella muy sorprendida por las palabras de su hijo, mientras el chico la mira fascinado una vez más con el cuerpo de mamá, cómo si fuese la primera vez que la viera en ropa interior.
Ellos permanecen así durante unos cuantos instantes, en los que Matías no deja de mirarla. Entonces finalmente la acuesta bocarriba en la cama, y la termina de desvestir, y una vez completamente desnuda. El chico se ubica entre sus piernas y arrodillándose en el suelo, con la concha peluda de Ana María frente a sus narices, comienza a comerle el “tesorito peludo” a mami.
– ¡Aj, oooooohhhhh, aaaaaaaaah! Se quejó suavemente Ana María cuando la lengua de Matías comenzó a rosarle delicadamente la concha.
– ¿Te gusta mami? Le pregunta tiernamente su amado hijo.
– ¡Aj, me encanta hijo, seguí, hijito mío, seguí haciéndole a mamita lo que le estabas haciendo! Le susurra suplicante Ana María entre quejidos y gemidos.
El chico volvió a retomar la increíble comida de concha que le estaba practicando a su mamá, quien no dejaba de gemir entre pequeños quejiditos de placer.
El chico recorre con delicadeza y suavidad cada pliegue y rincón de esa peluda concha de mamá, llegando a penetrarla con la lengua en varias ocasiones, arrancando en Ana María verdaderos gemidos de placer, mientras con ambas manos lo tomaba por la nuca, lo acariciaba con ternura y por momentos le presionaba la cabeza contra su concha peluda.
Ella comenzó a lubricarse y dilatarse cada vez más y más con cada lamida, penetración lingual y beso que le propinaba su hijo en esa “descuidada” maternal concha peluda.
Entonces Matías al ver cómo estaba disfrutándolo la mamá, en ese momento pensó en el otro “tesorito” de la mami, y que desde hace tiempo era el objeto de sus deseos más candentes y ardientes.
Entonces con un dedo bañado en saliva y jugos vaginales, comenzó a acariciar y masajear el esfínter anal de mamá.
Ana María, al sentir esto, alzó sus piernas y se entregó al placer dejándolo a su hijo hacer, y esta actitud de mamá excitó más aún al chico.
Entonces, Matías empezó a combinar sus penetraciones linguales, con entradas y salidas de la punta de su dedo en el ano de su mamá, quien ya empezaba a gemir fuerte, y por momentos a dar verdaderos alaridos de placer, con todo lo que su hijo le estaba haciendo.
– ¡Aaaaaaaaa, aaaaaaaaaaaauuuuuuu, aaaaaaaaaaaa! Gime y hasta por momentos aúlla Ana María con sus piernas abiertas y apoyadas en los hombros de su amado hijo.
Entonces, Matías Ya muy excitado con todo aquello, se pone de pie, se toma la verga y la dirige a la entrada de la concha peluda de Ana María, y sin pensarlo demasiado, comienza a hundírsela de apoco, enterrándosela centímetro a centímetro, mientras se miran a los ojos fijamente.
– ¡Aj! Se quejó casi inaudiblemente Ana María, cuando sintió que su hijo se la clavó en la concha, para volver a quedar en silencio mientras el chico se la metió hasta los mismísimos cujones.
Matías empezó a bombearla aumentando desde un suave balanceo, hasta un ritmo frenético y casi histérico haciendo crujir la cama de su madre, mientras ella se estremecía y retorcía de placer mirándolo fijamente y casi sin pestañear.
-¡Aaaaaaaaa, aaaaaaaaaaaa, aaaaaaaaa, mamita, aaaaaaaaa, mamita hermosa, aaaaaaaa! Decía Matías entre fuertes gemidos de inmenso placer.
Su madre Ana María lo miraba fijo, y aún que por momentos abría su boca, no podía decirle nada, ella solo se movía acompañando las bruscas envestidas de su hijo que la bombeaba salvajemente, enterrándole su verga hasta los mismísimos cojones una y otra vez, llegando a mover la cama de mamá.
Esta escena se prolongó durante algo más de 6 minutos, en los que Ana María soportó estoicamente quizás el sexo más salvaje de su vida.
Ella se estremecía y retorcía llegando a arquear su cuerpo varias veces acostada bocarriba en la que era su cama.
Entonces, Matías vio como mami volvió a estremecerse una vez más, seguidamente sintió cómo si Ana María se meara, y fue ahí que la mamá dio un fuerte grito mientras todo su cuerpo temblaba sin poder parar.
– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Gritó fuerte Ana María sin poderse controlar con aquel orgasmo que hasta la hizo mearse de placer, meándole la verga a su hijo.
Entonces su hijo siguió bombeándola ya muy excitado con lo que acababa de ocurrir, Ana María hasta se le llegó a mear a los gritos con su orgasmo, y eso lo había puesto a mil a su hijo.
Mientras la bombeaba sin poder para, pudo ver cómo los ojos de Ana María se llenaron de lágrimas, y lo miraban con profunda ternura y pasión.
El chico, casi a punto de tener su orgasmo se detuvo solo para disfrutar contemplando a Ana María llorando de placer, quien lo miraba en silencio viéndolo disfrutar a pleno de su concha peluda.
Entonces tras descansar unos breves instantes solo para observarla, Matías recordó la virginidad de la colita de mami, y con el objetivo de desvirgarle la cola cómo parte del festejo de sus 18 años le pidió a Ana María que se pusiera a 4 patas sobre la cama.
Ella, con gran desconfianza y temor, lo hace.
Entonces su hijo se ubica detrás de mamá y con su verga totalmente erecta, le apunta a la entrada de ese culo todavía virgen.
¿Estás lista mamita? Le preguntó él en un gesto casi piadoso a su mamá.
– ¿Está bien hijito, cómo quieras, pero ¡Despacito por favor! Dijo ella resignada y suplicante.
Entonces el chico obedeciendo el pedido de piedad de su mamá, comenzó a acercarle le punta de su verga al ano virgen de Ana María, quien se estremeció y tembló, cuando la cabeza de la verga de Matías chocó suavemente el cerrado orificio anal de mamá.
Matías se detuvo unos instantes en los que pudo escuchar a Ana María aspirar profundo por su nariz, y cuando la oyó exhalar suavemente por la boca, empezó a empujarle el pene hacia el interior del virginal culo de Ana María, quien durante la suave pero continua penetración centímetro a centímetro de esa verga, le fue liberando varios gases involuntariamente, cosa que la avergonzaron hasta ruborizarse, y ver con terror que no era capaz de controlar su ano.
Ella tenía miedo de cagarse, pero ni si quiera se animó a pedirle a su hijo que se detenga
– ¡Ouuuuuuuuu! Gimió Matías lleno de placer al empezar a abrirse caminos en la estrechez de la colita virgen de mami, que saludaba el paso de su verga con “cañonazos” de aire cálido, cual saludo de honor al paso triunfal de la primera verga que le entraba por atrás a la mamá.
– ¡Aaaaaaaa, aaaaaaaaaaayyyy! Gemía ella suavemente, sintiendo una mezcla de dolor, placer y vergüenza.
– ¡Aaaaaaaaa, aaaaaaaaaa, ay mami, aaaaaaaa! Gemía Matías a la par de Mamá, mientras disfrutaba al constante borde del orgasmo, la estrechez de mamá y sus constantes venteos anales.
– ¡Aaaaaaaaa, aaaaaaayyyyy! Gimió Ana María, antes de echarse a llorar, de dolor, pero más que nada de impresión, al sentirlo llegar tan adentro de sus entrañas y sentir que de la había metido hasta el topo, y los cojones de su hijo le acariciaban la concha.
Legado a este punto de la penetración anal, Matías se la dejó allá adentro y bien al fondo, durante unos largos instantes, cosa que su mamá se lo agradeció en sus pensamientos, mientras su ano se adaptaba a tener todo aquel palo de carne adentro.
Cuando el chico sintió que ella ya casi no lloraba, empezó a moverse lentamente bombeándola por atrás. Y en breves instantes el llanto de Ana María fue convirtiéndose en gemidos de placer.
Animado por los gemidos de mamá, Matías aumentó paulatinamente el ritmo de sus embates, y así estuvieron durante algo más de7 minutos en los que ambos combinaban gemidos y jadeos a la par, hasta que entonces:
– ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Gimió con voz ronca Matías
Ana María se dejó caer en la cama sintiendo que había cumplido con su deber de “buena Madre” al “festejarle” el cumpleaños a su amado hijo, mientras que Matías sentía en su corazón que aquel, era el mejor cumpleaños de su vida.
Ana María tras descansar unos instantes, fue al baño a lavarse, y en ese momento, Matías que despertó de una breve siesta, miró su pene y lo vio envuelto en cacona de la mamá, por lo que también tuvo que ir a higienizarse antes de dormirse abrazado a ella.
Al amanecer, con el sol iluminando la habitación, Matías y su madre se miraron con complicidad, sabiendo que aquel cumpleaños 18 había marcado un antes y un después en sus vidas. Aunque el futuro seguía siendo incierto, el lazo que los unía era más fuerte que nunca, prometiendo un camino lleno de emociones y descubrimientos compartidos.
Así, entre risas contenidas y miradas cómplices, Matías y su madre se preparaban para enfrentar juntos lo que les deparaba el futuro, sabiendo que su historia estaba lejos de haber llegado a su fin.
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