LAZOS INQUEBRANTABLES (CAPITULO 4) LA DESPEDIDA ENTRE ANA MARÍA Y SU HIJO (PARTE 1)
Matías partirá a la gran ciudad para comenzar sus estudios universitarios, pero antes de abandonar el pueblo se despedirá de su mamá..
CAPITULO4:
LAZOS INQUEBRANTABLES: LA DESPEDIDA ENTRE ANA MARÍA Y SU HIJO (Primera parte):
Matías partirá a la gran ciudad para comenzar sus estudios universitarios, pero antes de abandonar el pueblo se despedirá de su mamá.
A medida que el tiempo pasaba y Matías se preparaba para dejar el pueblo e iniciar sus estudios universitarios en la ciudad, la soledad empezó a hacer estragos en ambos.
Para estas alturas madre e hijo ya llevaban una vida “normal” de pareja, obviamente que en secreto.
Conforme fue pasando el tiempo y la hora de Matías para abandonar el pueblo de Valverde y partir a la ciudad para dar comienzos a sus estudios universitarios se acercaba, la angustia en los corazones del chico y mami, era cada vez más presente y pesada.
Ella en sus momentos a solas, solía llorar por los rincones, llena de impotencia y amargura por la inminente partida de su amado hijo, pero teniendo claro que no debía retenerlo bajo ningún punto de vista.
Por las noches, Ana María se esmeraba por darle el mejor revolcón de su vida a Matías, cómo si inconscientemente trataba de retenerlo a su lado chantajeándolo en cada polvo para que él mismo desistiera de irse tan lejos de los brazos de mami.
De lo que después de cada lujuriosa entrega nocturna, Ana María se arrepentía por estar oponiéndose de algún modo al sano crecimiento de su hijo amado.
Entonces llegó el último día de Matías en Valverde junto a su madre.
Ellos no tocaban el tema en sus conversaciones, pero el brillo en los ojos llorosos de Ana María hablaba, o mejor dicho gritaba, lo que ni con mil palabras ella era capaz de expresar en esos momentos.
Llegó entonces la que sería su última noche juntos en quien sabe cuánto tiempo hasta un próximo encuentro.
La situación económica de Ana María no era la mejor en aquel tiempo. Ella trabajaba de secretaria en un gabinete medico en el pueblo, y vendía productos cosméticos, además de elaborar pan casero y otras cosas para vender y con ellos costear los gastos de la casa y la familia, que en su caso constaba de su hijo Matías y ella misma.
Era por esto que ahora, con la necesidad de Ana María de cubrir los gastos del alquiler de un departamento en la ciudad para su hijo, y los gastos de sus estudios. Ella había conseguido un trabajo extra, y aun así debería hacer economía de guerra para no tener sobresaltos en adelante, y esto los hacía deducir a ambos, que el chico no podrá viajar seguido al pueblo a ver a su mamá, por lo que no había pues una fecha para el reencuentro madre e hijo programada para un futuro en corto o mediano plazo.
Por este motivo ellos vivían cada momento juntos con gran intensidad, afecto, amor y pasión.
Legó el atardecer y con él comenzó a llover en Valverde, a las 8: 30 de la noche Ana María llegó del trabajo, muy cansada pero también muy triste porque eran ya los últimos momentos junto a su amado hijo antes que partiera a la ciudad quien sabe por cuánto tiempo.
A medida que se acercaba la noche, el corazón de Matías se disparaba al pensar en la pasional despedida que tendría con su bella y amada madre en la cama de Ana María. Seguro que ella haría de aquella noche una noche memorable, que permanecería durante un largo tiempo en la mente de ambos, y recordarlo en medio de la soledad que enfrentarían madre e hijo de ahora en más, les inspiraría a él y a Ana María pasionales y placenteras pajaza en la soledad de sus cuartos.
Ya mientras preparaban la cena, Matías no podía dejar de mirarla, vestida en aquel jean azul, esa remera blanca, que descripto así no parece la gran cosa, pero la colita paradita y firme de mami, junto a su destacable par de tetas, y ese pelo rubio suelto que le caía hasta acariciar suavemente sus hombros. Todo eso reunido en la misma visión hacía que su hijo ya quisiera tenerla en la cama y sin perder un solo minuto más, para hacerle el amor cuantas veces pudiera hasta la mañana siguiente.
En la noche de despedida, mientras preparaban la cena juntos, Matías no podía apartar la mirada de su madre, admirando su belleza y sensualidad. El amor filial se mezclaba con deseos prohibidos en la mente de Matías, quien ansiaba la pasión que sabía encontraría en la cama de Ana María esa noche.
El chico la veía parada ahí frente a la cocina calentando la comida, la veía vestida en ese jean ajustado que tan bien le marcaba esa hermosa cola, y cada vez que ella estaba frente a él, el chico centraba su mirada en la entrepiernas de mami, en el cierre de esa bragueta, y todo ello lo llevaba a imaginársela esta noche desvistiéndose para él, allí parada al lado de la cama matrimonial, bajándose el pantalón y revelándole la bombacha que tenía puesta en esa noche, que por ser la última en quien sabe cuánto tiempo en la que estarían juntos en la cama de mamá.
¿Qué bombacha se habría puesto entonces Ana María esa noche para seducir a su hijo Matías?, ¿sería una bombacha blanca, negra, roja, rosa, azul, amarilla, naranja? Su mamá sabía muy bien que a él le encantaba verla en ropa interior, y a ella la excitaba verlo fascinado mirándola en ropa interior.
Las miraditas complices acompañadas de sonrisas y guiño de ojos entre ellos, se hicieron constantes entonces entre ellos, y Ana María se divertía y excitaba mucho con ello.
Por momentos Matías se le acercaba por detrás a su mamá y la abrazaba, y convertía paulatinamente sus cariñosas caricias en calenturientos manoseos, los que Ana María disfrutaba al máximo y correspondía con sonrisas, risitas, y sensuales movimientos rosando los cuerpos de ambos, era evidente que todo este jugueteo entre madre e hijo, era un preámbulo a lo que les esperaría a ambos en el cuarto de Ana María cuando esta noche compartan la cama de mamá.
El chico entonces cayó en la cuenta, de que no solamente lo que pase en la habitación de mamá esta noche, será memorable de acá en más por mucho tiempo. Sino también cada visión, cada escena de lo que deje lo que estaba aconteciendo ya entre ellos allí en la cocina, y obviamente lo que acontezca allá en el cuarto de mamá donde ella se desvestirá para él antes de hacer el amor por última vez antes de que Matías deje a su mamá en Valverde para partir rumbo a la ciudad donde estudiaría en la facultad.
Y es que de ahora en más no solo el recuerdo de Ana María en ropa interior combinando los colores y estilos de bombachas y corpiños o luciendo conjuntos del mismo color y estilo. Sino también y quizás más aun la desnudes del cuerpo de mamá con esas tetas grandes y esa concha bien peluda, serían a partir de mañana las imágenes de sus más excitantes recuerdos de las noches con mamá.
Mientras el aroma de la cena llenaba la modesta cocina, Matías no podía apartar los ojos de su madre, Ana María. Vestida con sencillez, pero irradiando una sensualidad innegable, ella era la personificación de la belleza para él. Cada detalle, desde el jean ajustado que realzaba su figura hasta el cabello rubio que rozaba sus hombros, despertaba en Matías un deseo prohibido pero abrumador.
Finalmente, madre e hijo cenaron, y tras lavar y guardar todo, se dispusieron a ir al cuarto de mamá para dar comienzo a la tan esperada “despedida”.
– ¿Vamos a la camita mi amor? Preguntó Ana María con voz dulce.
– Vamos. Le respondió el chico.
Antes de llegar a la habitación de mamá, Ana María hace un alto en el baño para mear y lavarse los dientes antes de la gran despedida que Ana María y su hijo Matías tendrán en la cama de mamá. Entonces Matías entra al baño con ella, el chico cierra la puerta del baño, y mientras ella se desajusta el cinto del pantalón ambos comienzan a besarse apasionadamente palpitando ya lo que les esperaría ya en la cama matrimonial de Ana María, donde se desataría la pasional despedida entre una madre y su hijo quienes Vivian una historia de amor prohibido.
Ella se baja el pantalón dejándole ver a su hijo la bombacha blanca de encaje que se había puesto para esa noche tan especial entre ambos.
Ana María lo mira sonriéndole con una mirada cómplice en sus ojos.
Ella se baja la bombacha y la mirada de su hijo se clava indefectible e involuntariamente en el denso monte de venus que rodea la preciosa y tan deseada concha de mamá.
Ana María al ver esto, vuelve a sonreírle a su hijo y se sienta en el inodoro, donde tras unos breves segundos de espera, comienza a mear largamente frente a su expectante hijo, quien le prohíbe limpiarse la concha o lavársela.
El chico le sube la braga blanca a su madre, y tras lavarse los dientes van al cuarto de Ana María.
Al legar al cuarto de mamá Ana María empieza a desvestirse de manera muy sensual frente a su hijo.
Ella queda en un conjunto blanco de ropa interior, donde la bombacha blanca de encaje le dejaba ver a Matías la sombra oscura de aquel monte de venus que él tanto adoraba ver por las noches junto a mamá.
Matías recuesta a su mamá en la cama, y despojándola de la braga, comienza a besar y lamerle la concha peluda que aún conservaba el sabor, olor y humedad del último meo de Ana María.
Ante la sorpresa y la incredulidad de ella, Matías disfrutaba cómo un desaforado de la humedad, olor y sabor de su concha, dándole impulsivos y grotescos lengüetazos que cubrían cada rincón de su peluda concha, con lo que ella intuyó lo fascinado que estaba su hijo con todo aquello, y dejando atrás el pudor y la vergüenza que le produjo el estar “sucia” en ese momento, se fue entregando al placer poco a poco y con cada lengüetazo que recibía sobre su concha, la que en ocasiones era penetrada por la hábil legua de su ya enajenado y calenturiento rapaz de 18 años.
- ¡Aj, aaaaaaaahhhhhh, aaaaaaaaahhhhhh, aaaaaahhh!. Empezó a gemir Ana María ya totalmente entregada al placer totalmente desacomplejada, mientras levantaba y abría sus piernas y con sus manos acariciaba tiernamente la cabeza de su hijo.
- ¡ Mmmmmmmm!. Se lo podía escuchas a Matías “ahogado” entre los pelos de la concha que lo trajo a este mundo hace algo más de 18 años.
- ¡ Ooooohhh, aaaaaaajjj, aaaaaaaaaaaa, hijito, hijito, aaaaaaaaaahhhh!. Gemía desesperada Ana María ya casi teniendo su primer orgasmo.
Dándose cuenta de que mami estaba a punto de tener su orgasmo, Matías interrumpe la magistral lamida de concha que le estaba practicando, y entonces la besa apasionadamente en la boca y luego comienza a comerle y mamarle las tetas, mientras que con la mano le acaricia la concha.
Ella poco a poco vuelve a desesperarse de placer, gimiendo, jadeando y retorciéndose de placer en la cama.
- ¡ Aaaaaaaaaahhh, aaaaaaaayyyyyy, si, si así mi amor, toma de la tetita de la mami, aaaaaaahhhhh, aaaaaaahhh, eso chupamelas así, pajeame, vamos Mati, pajeala a mamá, aaaaaaaaaahhh!. Gemía a gritos Ana María.
- ¡Ay mami cómo te voy a extrañar, cómo me voy a pajear recordando estas noches en tu cama! Le dice Matías masturbándola y comiéndole las tetas.
- ¡ Aaaaaaaaaaa, cógeme mi amor, cogete a mamá, aaaaaaaahhh!. Le suplica Ana María entre gemidos.
El escucharla suplicando entre gemidos y verle sus ojitos llenos de lágrimas, fue demasiado excitante para Matías, quien de repente se puso de pie y rápido cómo un rayo se desnudó frente a su madre, quien lo miraba excitada y llorando por la angustia de su partida a la ciudad. Cuando Ana María lo ve completamente desnudo, ella se coloca un almohadón debajo de la cintura y con su pelvis elevada, abre sus piernas y se prepara para ser ensartada por su hijo Matías que se le acercaba con su verga totalmente endurecida y sedienta de esa concha peluda que tenía en frente suyo.
Miró a los ojos por última vez a su madre, y se abalanzó sobre ella, ensartándole toda su endurecida verga dentro de esa concha peluda.
En cuanto Ana María lo ve venirse sobre ella levanta sus manos tomándole las manos a su hijo, mientras abrió lo más que pudo sus piernas.
El chico la vio abrir bien grande la boca en cuanto su verga la penetró hasta los mismísimos huevos. Y entonces ella con sus manos lo ayudó a empezar un suave y profundo balanceo que hacía que la verga del chico se moviera cómo una palanca dentro de la concha de su madre.
Ante este suave pero muy profundo balanceo, ella enmudeció de placer, y solo habría su boca y sus ojos parecían desorbitarse y querer darse vuelta, en cuanto ella lo sentía palanquearla metido tan adentro con esa dura verga.
Así estuvieron unos 5 minutos y tal vez más.
Ella sentía que nadie jamás se la había metido así. Sentía que nadie se la podía coger con tanta sincronía y perfección cómo lo hacía su propio hijo.
Quería gemir, jadear, gritar, llorar, aullar o expresar de algún modo semejante placer, pero al mismo tiempo fue incapaz de emitir señal alguna de placer, ante la tremenda y profunda palanqueada a la que estaba siendo sometida por el calenturiento e imparable rapaz y pedazo de animal que resultaba ser su hijo con ella en la cama.
Movimiento a movimiento y sin sacarle ni un solo centímetro de verga de adentro, Matías sentía cómo esa concha se inundaba más y más, al tiempo que cada vez se dilataba más, y su verga empezaba a sentirse muy cómoda y a encontrar cada vez más espacio en la peluda concha de Ana María.
Viendo esto Matías abandonó el palanqueo y empezó a embestirla con gran fuerza y violencia.
- ¡ Aaaaaaaa, aaaaaaaaaaa, aaaaaaaaaaa, hijo mío, aaaaaaaah, aaaaaaaahhhh, me me vas a preñar cogiéndome así, aaaaaaaaa!. Dijo Ana María casi a gritos con una muy aguda voz, enloquecida de placer con las salvajes envestidas de su hijo Matías.
Mientras la continuaba bombeando con gran fuerza y ahínco en sus movimientos de penetración, Matías al oírla a mamá mencionar la “probabilidad” de un embarazo al ser cogida de esa manera, no pudo evitar imaginársela embrazada de su propio hijo, se imaginó recibiendo la noticia del embarazo de mamá estando él en la ciudad, hasta se la imaginó parada frente a él exhibiéndole su abultado vientre con una gran sonrisa en sus labios, y todas esas imágenes y pensamientos en su cabeza literalmente lo volvieron loco, y tuvo que hacer sus mejores esfuerzos para no acabar en ese preciso instante adentre de su madre.
- ¡Ahahahahahahahahahahahahahahahahahahahaha! Jadeaba desesperada Ana María arqueando su cuerpo y retorciéndose en la cama mientras su hijo entraba y salía de su concha a gran velocidad llevándola al límite del placer más intenso que tal vez haya experimentado ella alguna vez.
- ¡Aaaaaaaaahhhhh, aaaaaaaahhhh, mamá te amo, te amo, te amoooo! Le grita él entre intensos gemidos.
Entonces ella vuelve a arquear su cuerpo y a estremecerse intensamente mientras tiene un gran e incontenible orgasmo, que la hace abrir enormemente su boca clavando su mirada desorbitada en el techo de la habitación, y levanta sus manos para arañar con desesperación el velludo y varonil pecho de su viril hijo.
Tras unos breves instantes Matías la veía totalmente agotada, y solo limitándose a resistir sus embestidas esperando que pronto termine.
Viéndola así, Matías dejó de penetrarla por la vagina, y entonces la dio vuelta poniéndola bocabajo, y teniendo el almohadón a la altura de su bajo vientre Ana María quedó con su cola bien parada siendo esta postura una tentación irresistible para su hijo, quien no tardó en abalanzarse sobre esa tan hermosa cola de mamá.
- ¡Aj, …! aaaaaaaaaaaaa! Se quejó y gimió Ana María cuando su hijo se la clavó en su trasero y centímetro a centímetro se la dejó ir lentamente hasta enterrarle toda su verga.
- ¡ Ooooooouuuuuuhhh!. Gimió su hijo mientras su verga se hundía en las profundidades de la colita de Ana María, quien al verlo tan decidido a metérsela toda adentro, abrió lo más que pudo sus piernas y relajó su esfínter anal para evitar el dolor.
- ¡ Aaaaaaayyy!. Gime ella algo dolorida mientras rasguña el colchón al sentirlo entrarle tan adentro.
- ¡ Aaaaaaaaaa, mami, mamita, aaaaaaaaaa!. Gemía el chico bombeándola suavemente, mientras el ano de Ana María le correspondía soltándole algunas flatulencias involuntarias a su pene, al perder ella el control de su esfínter anal.
- ¡ Aaaaaaaaaaaaahhhhh!. Gemían madre e hijo mientras él chico aumentaba el ritmo de penetración.
- ¡Aaaaaaaaaaaa, mamá, te voy a extrañaaaaaaaar, aaaaaaaaaaaaa! Le gritó Matías empujándole la verga hasta los cojones y llenándole las entrañas de leche caliente a Ana María, quien se sintió aliviada que todo haya concluido.
El chico saca la verga del ano de Ana María, y al vérsela con restos de la caca de mamá, se sintió totalmente satisfecho por la tamaña faena sexual que había tenido con su madre, y totalmente exhausto, se recostó al lado suyo y tras descansar unos instantes, va al baño a higienizarse.
Y para cuando el chico vuelve al cuarto de su madre, ella estaba casi dormida, entonces Matías la abraza y se duermen profundamente.
Entonces varias horas más tarde el chico despertó con el ruido de la lluvia que se había intensificado.
Empezó a acariciar el bello y desnudo cuerpo de su mamá quien poco a poco comenzó a despertar y caricia a caricia su excitación volvió a aparecer y crecer entre caricias y el sonido de la lluvia en aquel cuarto a oscuras y todo vuelve a comenzar…
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