Le he sido infiel a mi esposo, no con uno ni dos, sino con los cuatro hombres que recogen la basura.
Una mujer debido a que su marido se encuentra con problemas de la próstata, un día deseosa de tener sexo aprovecha que su esposo fue al medico, y al pasar los hombres de la basura se acuesta con todos ellos..
Le he sido infiel a mi esposo, no con uno ni dos, sino con los cuatro hombres que recogen la basura.
Es un raro sentimiento que tengo, desde la primera vez que le fui infiel a mi esposo, es algo que en parte me hace sentir muy mal, mientras que, por otra parte, me siento exageradamente bien.
Todo comenzó, cuando mi esposo por causa de una afección en la próstata, lo tuvieron que hospitalizar por casi quince días, después de que regresó del hospital, perdió gran parte de lo que yo entiendo era su virilidad.
Aunque posteriormente se sometió a tratamiento, y en gran parte la recuperó, pero en los meses antes de que eso sucediera plenamente, yo viví un infierno.
No es que sea una ninfómana, ni enferma o adicta sexual, es que, durante todo ese tiempo, me las vi bien negras, en ocasiones hasta autosatisfaciéndome yo sola.
Para mí era algo que nunca había pensado me pudiera suceder, si me gustaba el sexo, pero sin exagerar, pero desde el mismo momento en que mi esposo fue hospitalizado, comencé a sentirme más excitada que, de costumbre, ante cualquier situación, por tonta que pareciera.
Viendo las novelas de Tv nada más de ver a las actrices y actores besándose en la pantalla del televisor, me calentaba tremendamente.
Y mientras estuve sola en casa, hubo días en que mientras veía la novela no dejaba de tocar mi vulva, en ocasiones hasta alcanzar un delirante orgasmo.
Pero eso no se limitaba tan solo a las novelas, si iba en mi auto y veía a una pareja, dándose un simple beso de despedida, prácticamente mi sangre hervía por el deseo de tener sexo, pero lográndome comportar como es debido.
Es más, en una ocasión, tras llegar a casa de mi trabajo, vi al entrar a la urbanización a muchos perros de tras de la perra de uno de nuestros vecinos, eso bastó para que yo apenas entrase a casa, corriera para el baño, supuestamente a ducharme.
Pero la realidad es que como ya mi marido estaba en casa, y en esos momentos no me podía satisfacer todavía, apenas me quité la ropa, dentro de la ducha comencé a introducir de manera desesperada casi por completo una de mis manos dentro de mi coño, hasta que después de un sin número de orgasmos, quedé bastante agotada.
Cosa que me asustó tanto, al punto que fui a ver a mi terapeuta, cuando más o menos le hable de lo que me sucedía, ella me dijo que era algo normal, que eso me sucediera, que siguiera descargando mis energías de la forma en que lo estaba haciendo, que una vez que mi marido volviera a la normalidad, yo también lo haría.
Lo cierto que esa respuesta en nada me agradó, ya que apenas mi esposo recién salía del hospital y comenzaba a verse con su urólogo.
Mientras que yo ya sentía, que eso de autosatisfacerme a misma, como que realmente no funcionaba del todo, porque siempre quedaba con muchas ganas, y hasta que no quedaba completamente molida, no dejaba de introducirme salvajemente, mis dedos, mis manos o algún objeto o juguete sexual, incluso en varias ocasiones me introduje una botella, dentro de mi coño, hasta calmar mis deseos.
Pero una tarde en que tanto mi esposo como yo recién habíamos regresado de trabajar, de inmediato me fui a dar una fría ducha, para bajar mis calenturas.
Mientras que mi marido se acordó en último momento, de que debía sacar la basura, y ya se le estaba haciendo tarde para ir a su cita médica.
Así que me pidió de favor que después de que me terminase de ducharme, le hiciera el favor de sacar la basura, ya que después de la cita, iría a ver a mi suegra, por lo que de seguro regresaría prácticamente a la media noche, porque su madre vive bien lejos, gracias a Dios, y el camión de la basura ya habría pasado.
A medida que el agua fría caía por sobre todo mi cuerpo, y luchaba conmigo misma por no comenzar a acariciar mi vulva, le respondí que de inmediato, me encargaría de eso y que saludase a su madre de mi parte.
Así que, con el fin de distraer mi mente, salí de la ducha, me puse mi bata de baño, y me dirigí a la cocina para sacar la basura.
Realmente no era una sola bolsa de basura, eran tres, ya que mi esposo tiene una afición entre reparar cosas viejas y aeromodelismo.
Me encontraba sacando la primera bolsa de basura, cuando llegó el camión, apenas había sacado la primera bolsa de la casa, y comenzaba a arrastrarla hasta el lugar donde sería recogida, cuando uno de los hombres encargados de recoger las bolsas de basura, caminando hasta donde me encontraba, me dijo. “Señora permita que le ayude.”
De inmediato le respondí que estaba encantada de que me ayudase, y tras tirar la primera bolsa dentro del camión, le dije que dentro de la casa tenía otras dos.
Me sonrió, y mientras me seguía en dirección a la casa, de momento pensé que de seguro me estaba observando las caderas, a medida que yo caminaba.
No sé por qué precisamente instante, se me ocurrió hacer una pequeña travesura y comencé a caminar de manera algo más sensual y provocativa, contoneando mis nalgas de manera sensual, hasta que ambos entramos a la cocina.
Él sin quitarme la vista de encima, tomó la segunda bolsa al tiempo que, de manera algo descarada, se agarró su miembro por encima del pantalón, se lo acomodó o por lo menos eso me pareció a mí.
De inmediato salió de la cocina diciéndome que ya regresaba por la tercera bolsa, momento en que yo aproveché para preguntarle si deseaba tomarse un regreso o un jugo.
Me respondió que con un refresco le bastaba, pero apenas el hombre salió con la bolsa por la puerta de mi cocina, yo salí corriendo para mi dormitorio, apenas salí de mi cocina en el pasillo que conduce a la sala, me quité mi bata de baño, de inmediato entré a mi dormitorio, rápidamente me puse un negligé negro, aunque bastante transparente, sin más nada de bajo, además me calcé mis zapatos de tacos bien altos y de inmediato regresé a la cocina.
Me sentía como loca, de momento en mi mente me visualizaba ofreciéndome al tipo ese de la manera más descarada posible, y que él sin dudarlo ni un segundo se me tiraba encima, me penetraba y no dejaba de besarme y acariciarme por todas partes.
Cuando él regresó, ya yo me encontraba parada frente a la puerta abierta de la nevera, con mis piernas ligeramente abiertas, de espalda a él, terminando de servirle el refresco, la luz que salía de la nevera claramente dejaba ver todo mi cuerpo bajo la tela del negligé.
Al sentir su presencia, yo volteé para mirarlo y me di cuenta de inmediato que, al él verme, sus ojos parecían que se fueran a salir de sus cuencas, haciéndome la desentendida, aunque con un tono de voz seductor, le pregunté de la manera más sensual y sexualizada que pude. “¿Aparte del refresco, si vez o deseas algo? ten a bien tomarlo, con toda confianza.”
Por dentro deseaba que me tomase en sus brazos, y sin pérdida de tiempo me hiciera suya.
Pero al mismo tiempo me decía a mí misma, como era posible que me comportase como toda una puta, prácticamente me le estaba ofreciendo a ese desconocido, en bandeja de plata.
Además, el que desease serle infiel, a mi amante esposo, era algo que por unos instantes me estuvo torturando.
Era tanta mi excitación, que de pensar en que estaba a unos segundos de definitivamente serle infiel a mi marido, mientras él iba al médico.
Sentí repentinamente como en un momento, toda mi vulva se humedeció, en mi mente mantenía esa lucha, hasta que sentí unas manos sobre mis hombros.
Todo aquello en lo que pensaba previamente, desapareció de mi mente, al tiempo que él se colocó frente a mí, y dándome un tremendo de lengua, hizo que prácticamente yo me deshiciera entre sus gruesos brazos.
Cerré mis ojos mientras que sus brazos y sucias manos, introduciéndose bajo la tela del negligé, comenzaron a abrazarme y acariciaron todo mi cuerpo.
Completamente entregada, sin oponer resistencia alguna, dejé caer al suelo de mi cocina el negligé, quedando completamente desnuda ante ese desconocido hombre.
De inmediato sentí el calor de todo su cuerpo contra el mío, la rigidez de su miembro, por debajo de la tela su sucio pantalón, contra mi plano vientre, y el olor de su fuerte sudor que me embriagaba.
Por un buen rato nos estuvimos besando, acariciando, agarrándonos mutuamente, hasta que en un respiro que tomamos, yo me escapé de sus brazos.
Moviendo mis caderas, llegué hasta la mesa de comedor que tengo en la cocina, seductoramente sin dejar de verlo, me recosté encima de la mesa, separando y levantando mis piernas, sin decir palabra le ofrecía por completo todo mi coño, invitándolo con mi mirada a que me penetrase.
Él dio un par de pasos y colocándose frente a mí, soltó la correa del pantalón, desabrochó luego el botón, y bajando la cremallera al tiempo que se bajaba los pantalones, dejó ante mis ojos su miembro.
De inmediato sin querer, mentalmente lo comparé con el de mi marido, prácticamente lo doblaba en todo, tamaño, grosor, y pensándolo bien hasta en erección, que definitivamente era mucho mayor, que la de mi esposo en sus mejores momentos.
El hombre de la basura mantuvo mis rodillas bien separadas y atrayendo mi cuerpo hacía el de él, lentamente comenzó a penetrarme, al principio no podía despegar mis ojos, de su miembro, de cómo se fue abriendo paso lentamente dentro de mi lubricada vulva.
Al comenzar a sentir el calor de toda su verga, dentro de mi coño, puse mis ojos en blanco del placer que sentía, y dejé caer mi cuerpo sobre la mesa.
Sus manos me sujetaban firmemente por las caderas, pegándome una y otra vez contra él, mientras que yo en un desenfreno de placer movía o restregaba más bien mi coño contra su cuerpo.
Sentía deliciosamente, como una y otra vez, todo su miembro llenaba todo el espacio dentro de mí mojado coño, quizás por lo morbosa y excitante de la situación, me imaginé el rostro de mi esposo viéndonos con asombro, cosa que lejos de enfriarme me calentó mucho más todavía.
Yo no dejaba de moverme, y cuando él con su gruesa y ronca voz me comenzó a decir, lo sabroso que se sentía mi coño, lo caliente que yo era y lo bien que me movía, me sentí mucho mejor todavía.
Incluso cuando comenzó a decirme, que yo era la puta de sus sueños, no me sentí mal, sus manos se movieron sobre mis tetas, las que deliciosamente me apretaba, chupaba y lamía a la vez con su tremenda lengua.
Hasta que me dejé llevar por el placer, de disfrutar de un verdadero orgasmo, sin que él todavía hubiera acabado.
Por lo que como si yo fuera una muñeca de trapo, sacó su verga de mi coño, me dio media vuelta, por lo que mi vientre quedó sobre la mesa, y nuevamente recibí dentro de mí su incansable verga.
Yo no dejaba de mover mis caderas, de gritar por el placer que sentía, de gemir profundamente de placer, tras cada empujón que él me daba, incrustando su miembro completamente dentro de mí coño.
Para mí era algo de locura, cerraba mis ojos, cuando no era que los ponía en blanco, y me relamía los labios, con los dedos de una de mis propias manos, yo misma me apretaba intensamente mi clítoris, cada vez que sentía su poderoso miembro, más y más adentro de mí.
Después de un buen rato, a medida que él continuaba clavándome su verga, abrí los ojos, para encontrarme que ambos estábamos siendo observados fijamente, por sus tres compañeros.
Los que se comunicaban entre sí a baja voz, como para que yo no me diese cuenta de su presencia, cosa que pasó cuando que abrí mis ojos.
Al ver a esos otros tres hombres, no sentí vergüenza alguna, es más hasta me calentó mucho más el que me vieran completamente desnuda, dejando que su compañero me clavase toda su verga.
Yo me sentía insaciable, y de momento hasta desee que ellos tres también tuvieran sexo conmigo, por lo que le hice señas al mayor del grupo, de que se me acercase.
Sin dejar de recibir los embates del primero, con mi mano izquierda busqué su miembro, aunque de manera algo torpe, finalmente lo extraje del pantalón y agarrándolo con mi mano, me lo fui acercando a la boca, hasta que me puse a mamárselo.
De inmediato no se hicieron esperar los comentarios de los otros dos, y mientras yo continuaba mamando, los escuché decir que yo estaba bien buena, caliente y birrionda, aunque eso último no lo entendí.
Pero poco me importó, ya que cuando se me acercaron y comenzaron bajo la supervisión del primero a tocar mis tetas, yo me sentí de lo mejor.
Al que yo le estaba mamando su verga, a los pocos instantes se vino por completo dentro de mi boca, sin que eso me produjera desagrado alguno, por lo contrario, se la seguí chupando hasta que finalmente el mismo tipo retiró su verga de dentro de mis labios.
Justo en el momento en que mi hombre de la basura apretándome fuertemente contra su cuerpo, se detuvo y sacando su verga de mí caliente coño, derramó toda su leche sobre mis nalgas y espalda.
Yo aún estaba bien deseosa de continuar, por lo que me erguí y agarrando un paño de cocina, me limpié mis nalgas y espalda.
Estaba tan y tan deseosa de continuar que de inmediato no sé cómo pude preguntarles a los otros dos si deseaban acostarse conmigo ahí mismo, en el piso de la cocina.
Su respuesta fue inmediata, ambos se bajaron los pantalones, y mientras uno buscaba mi coño para penetrarme, al otro yo tomando su verga entre mi mano derecha, lo dirigí directamente a mi culo.
Los tres nos encontrábamos en el piso de mi cocina, me sentía en un éxtasis total, en mi vida ni tan siquiera por una vez había soñado despierta, en serle infiel a mi esposo.
Mucho menos con hombres que ni conocía, pero en esos instantes poco me importaba lo que él fuera a pensar.
Lo que yo deseaba era satisfacerme lo máximo posible, sin importarme quienes eran ellos o lo que fueran a decir una vez que salieran de mi casa.
En esa repentina orgía que yo tenía montada en mi cocina, con los cuatro hombres de la basura, una vez que ellos dos se saciaron con mi cuerpo, y yo con el de ellos.
Me acerqué al primero, y antes de que él dijera nada, me arrodillé frente a él, y de inmediato tras volver a sacar su miembro del pantalón me puse a mamarlo, en cosa de segundos lo sentí por completo dentro de mi boca, mi saliva me chorreaba sobre mis senos, a medida que continuaba mamando su grueso miembro.
Mientras que sus amigos comentaban entre sí, que era la primera vez que se encontraban con una ninfómana.
Yo terminé completamente satisfecha, pero cuando me levanté del piso de mi cocina, aunque me sentía bien, les dije algo avergonzada, mientras me cubría con mi negro negligé, que no sabía que me había sucedido, que era la primera vez en mi vida que hacía algo como eso.
Que estaba muy consciente de que fui yo quien provocó y permitió que todo eso pasara, y que mucho les agradecería si se olvidaban de todo lo sucedido.
Los cuatro se me quedaron viendo, como si no me creyeran, temí que quisieran aprovecharse de la situación, que me chantajearan y me obligasen a que me volviera acostar con ellos, pero nada más me dieron las gracias y se marcharon.
A medida que escuchaba el camión de la basura alejarse, y me encaminaba hacía mi baño, me preguntaba a mí misma, como pude atreverme hacer todas esas cosas, sabiendo de sobra que las había disfrutado al máximo.
Mientras me duchaba, en mi mente me decía a mí misma que debía contarle a mi esposo todo lo ocurrido, pero, por otra parte, estaba bien consciente que, de hacerlo, significaba que de inmediato nos divorciaríamos.
Cosa que yo jamás hubiera querido que sucediera, así que finalmente ganó el sentido común, y decidí quedarme en silencio.
Aunque por varias semanas cada vez que pasaba el camión de la basura, sentía que mi corazón daba un salto, ante el temor de que uno de esos cuatro hombres le dijera algo a mi esposo.
Mis calenturas y sobre excitaciones desde ese mismo día desaparecieron, y al poco tiempo, mi marido mucho más repuesto, comenzó a tener nuevamente sexo conmigo.
Ya prácticamente todo eso, se había convertido en un raro y hasta satisfactorio recuerdo, cuando mi esposo un viernes, me comentó que por cuestiones de negocio debía salir el día lunes de viaje, para Europa, por varias semanas.
Como yo trabajo en otra empresa, y no podía todavía hacer uso de mis vacaciones, lamenté mucho el no poderlo acompañar.
Ese lunes al regresar a casa, me di cuenta de que no había recogido la basura, y aunque con algo de temor, así lo hice, procuré colocarla lo más pronto posible en la calle antes de que pasara el camión.
Al regresar a mi casa, me comencé a dar una buena ducha fría, pero de momento al escuchar el inconfundible ruido que hace esa máquina, como un resorte salí disparada de la ducha, me enrollé en la primera toalla que conseguí, y en cosa de segundos ya me encontraba parada en la puerta de mi cocina, que da al patio por donde pasan a recoger la basura.
Bastó nada más que uno de ellos me viera, para que yo en toda la puerta dejase caer mi toalla, quedando del todo desnuda ante sus ojos y como si fuera la cosa más normal del mundo, di media vuelta y entre a mi casa, dejando la puerta de la cocina abierta.
A los pocos segundos los cuatro ya se encontraban dentro de mi cocina, haciéndome sentir la mujer más feliz del mundo por las siguientes semanas.
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