Le pedí a mi hijo un masaje y…..
La madre le pide al hijo que le de un masaje en los pies, y eventualmente eso los lleva a tener sexo entre ellos sin que su marido se entere. .
Le pedí a mi hijo un masaje y…….
Un día, le pedí a mi hijo que le hiciera un favor, simplemente en que le diera un masaje con aceite en los pies, como puso cara de no querer, le recordé que, de pequeño en ocasiones él me los daba, pero después de un tiempo, no se lo volví a pedir.
Por lo que, no le quedó más remedio que ponerse a darme el masaje, yo siempre me he cuidado y me he sabido arreglar bastante bien, ya que como corredora de bienes raíces, debo tener una buena presencia.
De inmediato tome asiento en la butaca reclinable que tenemos en la sala, levante los pies, mientras que mi hijo agarró el frasco del aceite que le había dado y tras colocarse frente a mí, comenzó a pasar sus manos completamente empapadas en ese aceite, por mis pies.
Al principio no me di cuenta, pero de momento al bajar la mirada, me encuentro con que mi hijo mantenía sus ojos clavados bajo mi falda, para ser más específica en mi coño.
Como les dije me visto y me arreglo muy bien, en esos momentos estaba usando una minifalda, por lo que, al mi hijo colocarse frente a mí, sin mucho esfuerzo me podía ver mi coño apenas cubierto por el tanga que estaba usando como ropa íntima.
Como me encontraba completamente reclinada hacía atrás, de seguro que él pensó que yo no me daba cuenta de que sus ojos se encontraban clavados en mi coño.
Al principio, lo noté algo incómodo, trataba de no fijar su vista dentro de mi corta falda, pero me imagino que, a su edad, eso era como una especie de imán que, aunque él no quisiera atraía su mirada.
A medida que masajeaba con sus manos mis pies, me di cuenta de que mi hijo actuaba algo raro, y entendí que su miembro se le comenzó a poner duro.
No fue hasta que le dije que ya estaba más que bien, que se vino a dar cuenta de todo el tiempo transcurrido.
Antes de que me levantase, de inmediato mi hijo se dirigió a su habitación, procurando que no me diera cuenta, de la tremenda erección que él tenía en esos instantes.
Apenas llegó a su cuarto, cerró la puerta con llave y me atrevo a pensar que sin poder aguantarse las ganas se comenzó a masturbar, el solo recuerdo en su mente de mi coño.
A la siguiente noche cuando le volví a pedir que me diera otro masaje en los pies, no bien había terminado de decirlo, cuando mi hijo se encontraba frente a mí con todo y la botella de aceite.
Básicamente al día siguiente sucedió más o menos lo mismo y así estuvimos casi a diario, mi hijo aplicándome el masaje a mis pies.
En ocasiones sus manos subían hasta mis rodillas y en ocasiones hasta la parte inferior de mis muslos, pero de ahí en adelante no se atrevía a seguir, además al parecer con todo lo que podía ver y tocar le bastaba por esos momentos.
Mientras que yo seguía haciéndome la inocente, que no me daba cuenta de nada, ya que como su padre se encontraba de viaje, en ocasiones al irme a duchar pensando en lo que mi hijo me estaba haciendo, terminaba introduciéndome alguno de los envases de champú frenéticamente dentro de mi coño.
Pero a los pocos días me di cuenta que mi hijo comenzó hacer cosas que me llamaban la atención, como el acostarse completamente desnudo y dejar la puerta de su habitación abierta de par en par.
O salir del baño usando únicamente una pequeña toalla, que apenas y le tapaba el miembro y los testículos, o simplemente no se ponía ropa interior.
Cierto día le comenté que debía ponerse algo al irme a dormir, no fuera a ser que se diera un incendio y que, por la prisa de salir de la casa, quedase desnudo en medio de la calle.
Después de que se lo dije me di cuenta de que, sin decírselo directamente de manera indirecta le confirmaba que lo había visto durmiendo sin ropa.
Un día llegué bastante agotada, había pasado casi todo el día de pie, mostrando una propiedad industrial.
Fue cuando le comenté a mi hijo que me vendría de maravilla un masaje por todo el cuerpo, sin decir más nada tomé el teléfono y llamee al Spa, a ver había un turno disponible con la masajista.
Cuando mi hijo que estaba a mi lado escuchó mi desilusión cuando me dijeron que no había turno disponible, me dijo al momento que colgué. “¿Por qué? No te doy el masaje yo y lo que vas a pagar a la masajista, lo usamos para salir los dos el domingo para el cine.”
En ese momento la idea no me resultó para nada desagradable, por lo que apenas mi hijo vio que yo tenía intenciones de decirle que sí, me dijo muy emocionado. “Está bien vamos a tu cama, te preparas que yo te voy a dar un masaje como nunca te han dado.” como si el supiera mucho de eso.
Al entrar a mi habitación, después de que buscó en el baño el aceite, me encontró en mi cama acostada boca abajo únicamente cubierta con una toalla sobre mis nalgas.
En ese momento me di cuenta, que el verme así a mi hijo le provocó una tremenda erección, aunque me hice la que no había visto nada extraño, el nada más verme así acostada hizo que mi hijo tratase de ocultar de mi vista, la erección que él tenía.
Al principio creo que su intención realmente era simple y llanamente el acariciar mi cuerpo mientras me daba el masaje.
Pero a medida que mi hijo comenzó a ponerme el aceite sobre mis piernas, se me escapó, un ligero gemido de mi parte.
Eso lo impresionó, por lo que casi de manera automática, continúo masajeando mis muslos con mayor insistencia, casi hasta la punta de mis nalgas.
Fue cuando le dije que mejor continuase con mi espalda, lo que lo sacó de concentración, de inmediato me hizo caso y continúo dándome masaje desde mi nuca y parte de mis hombros.
Pero al comenzar de nuevo a pasar sus manos llenas de aceite sobre mi piel, se me escapó otro gemido, por lo que con un poco más de calma, continúo masajeando mi espalda lentamente, hasta que después de un buen rato sus manos llegaron hasta la parte superior de mis nalgas.
Mis gemidos fueron haciéndose más fuertes, en ese momento mi hijo me preguntó si me dolía algo, a lo que le respondí, que sí que parte de mis caderas, indicándole con una de mis manos el área que se encontraba parcialmente oculta por la toalla.
Como si le hubiera dicho que continuase, él retiro la toalla y de inmediato siguió acariciando mis caderas y gran parte de mis nalgas.
A los pocos momentos le comenté que ya me sentía mejor, pero que deseaba que me volviera a masajear mis piernas, al tiempo que paso de mis nalgas a mis muslos, abrí ligeramente mis piernas, por lo que mi hijo pudo observar nuevamente gran parte de mi coño.
De alguna forma mientras apretaba mis muslos con sus dedos, rozó la parte externa de mi vulva, quizás debí molestarme por eso, pero en lugar de eso, gemí de una manera tan especial que mi hijo entendió que había sido de mi completo agrado, por lo que nuevamente volvió a pasar sus dedos por el mismo lugar, generando nuevamente la misma reacción, de mi parte.
Gracias al espejo de mi peinadora pude ver que en esos instantes su miembro parecía que se quería salir de su pantalón, por lo que le producía algo de incomodidad, así que metió su mano dentro del pantalón y la colocó de manera que ya no le molestase tanto.
Fue cuando se me ocurrió decirle. “Sí quieres quítate el pantalón, para que te sientas más cómodo.”
En ese instante se dio cuenta o se acordó que no estaba usando ropa interior, pero lejos de detenerse, de inmediato se los quitó, quedando con todo su miembro y completamente erecto.
Justo en ese mismo instante, voltee a verlo y al notar su erección me quedé asombrada y como si estuviera hipnotizada, me le quedé viendo su verga.
Lentamente fui estirando uno de mis brazos, hasta que la punta de mis dedos tocó su miembro.
Debido a la poca atención que recibo de mi esposo, debido a sus constantes viajes de negocio, me había convertido en una adicta al trabajo, por lo que tenía mucho tiempo sin tener sexo con nadie.
Al ver la forma en que observaba su erecto miembro, mi hijo se fue acercando a mi lentamente, mis dedos ya no tocaban su parado miembro, sino que lo agarraba casi acariciándolo.
Sin decir nada, mi hijo se despojó de su camiseta y se acostó a mi lado, sin soltar su verga mi boca buscó la del y nos dimos un beso como nunca me lo habían dado en la vida, mi hijo introdujo su lengua dentro de mi boca, nos abrazamos con fuerza, al tiempo que su miembro comenzó a abrirse camino dentro de mi coño.
El sentir el calor y la presión de su erecto miembro dentro de mi vulva, fue algo que jamás en la vida me pude haber imaginado.
Aún mientras nos besábamos acaloradamente y nuestros cuerpos chocaban uno contra el otro, yo no dejaba de sentir la caliente erección de toda su verga, su rico aroma que me volvía loca.
Movía mis caderas tanto de lado a lado como de adelante para atrás, era algo increíble lo que nosotros dos hacíamos sobre mi cama.
La boca de mi hijo se clavó en mis pezones y como cuando niño los chupó hasta el cansancio, tanto para mi hijo como para mí, la experiencia era algo única, ni él ni yo habíamos tan siquiera llegado a pensar en que eso pudiera suceder entre nosotros dos.
Mis gemidos, la manera en que le decía que me siguiera enterrando toda su verga eran tan excitantes que yo procuraba seguir moviéndome de la manera en que lo estaba haciendo.
Hasta que tanto él como yo alcanzamos un glorioso clímax, los dos nos quedamos agotados por todo el esfuerzo realizado, tanto mi hijo como yo nos quedamos dormidos.
No sé cuántas horas pasaron, ya que estaba amaneciendo cuando nos comenzamos a despertar, en ese instante mi hijo se sentía confundido, al verme a los ojos, no pudo mantener mi mirada, mi hijo se moría de la vergüenza.
Fue cuando tapándome la cara y llorando le pregunté. “¿Por qué lo había hecho?” Mi hijo se quedó más confundido todavía, ya que sentía o sabía que él solo no hubiera hecho nada.
Al principio los dos nos sentíamos muy mal por lo que habíamos hecho, yo por ser su madre y él por ser mi hijo.
No nos cabía en la cabeza, que ambos hubiéramos disfrutado todo lo que habíamos hecho, yo no dejaba de regañarle, mientras que él se defendía a la vez acusándome de haberlo permitido.
Mi hijo estuvo a punto de irse de la casa, ya que en lugar de hablarnos más bien parecía que nos gruñéramos, pero finalmente lo senté en la sala y me puse a charlar con él, nos dimos cuenta de que los dos habíamos sido completamente responsables de todo lo sucedido.
Así que llegamos al acuerdo de no volver a caer en lo mismo nuevamente, aunque en ocasiones me sentía como una loca, apenas lo veía recordaba todo lo sucedido, pero me controlaba, de la misma manera que se lo había pedido a él.
A los pocos días regresé de trabajar, bastante agotada, por lo que pensé en que me hacía falta un buen masaje y algo más, mi hijo a todas estas permanecía observándome en silencio no se atreví ni siquiera a decirme nada, por miedo a que me molestase.
Pero de momento lo llamé a la habitación, y al él entrar me consiguió completamente desnuda, con la botella de aceite entre mis manos y al verlo le dije. “¿Bueno que esperas?”
Desde ese instante los dos volvimos a besarnos y acariciarnos mutuamente, mientras que yo le quitaba toda la ropa, tanto él como yo sabemos que no debemos hacerlo, pero que rico es.
Ambos como que ya nos perdimos toda la vergüenza que pudimos tenernos, hace poco le insinué que le dejaría darme por el culo, sin perder tiempo fue al baño tomó el frasco de vaselina y de inmediato regresó a donde yo estaba.
Mi hijo se quitó la poca ropa que tenía puesta y tras colocarme en cuatro patas, él me puso un poco de vaselina entre mis nalgas y tras hacerlo le dije. “Bueno hijo vamos a probar para que no nos cuenten.”
Poco a poco comenzó por introducir sus dedos dentro de mi esfínter, con la idea de dilatármelo un poco, hasta que yo misma le dije que siguiera.
A medida que colocaba su glande contra el hueco de mi culo, comenzó a presionarlo y poco a poco, mis nalgas se fueron tragando por completo toda su verga.
En ocasiones mi hijo amanece mamándome el coño, cuando no es que soy yo la que le chupa su verga.
La verdad es sabemos que se nos ha ido la mano, pero mientras mi esposo o sea su padre no se entere, como ya he dicho anteriormente, que rico es eso.
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