Lo merezco por bocona 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi ex marido y el amigo en común que me coge, me han cogido por la cola incontables veces, me gusta mucho el sexo anal, pero Eduardo realmente me esta dejando el ano destrozado, lo que me llama la atención es su forma de cogerme.
No es violento, pero domina en la cama, eso me gusta, me gusta sentirme dominada, ya que siempre la que domine tanto con mi ex, como con mi amigo, fui yo.
Eduardo me acomoda como quiere en la cama, me la mete por donde quiere, yo me quejo si me duele, pero a él es como que no le importa, y eso es lo que me calienta más.
Me dijo de irnos de campamento, unos días al monte, yo jamás fui, no tengo experiencia ninguna.
Mi amigo me llamó porque quería cogerme, pero le dije que no, que no iba a estar por unos días.
Nos fuimos al límite de los departamentos de Canelones con Lavalleja, es un pueblo casi fantasma, hay dos o tres casas, y una que hace las funciones de carnicería, y tienda de comestibles.
Eduardo había alquilado una camioneta cuatro por cuatro, compramos carne, víveres, y bebidas, preguntamos donde acampar, nos dijeron y ahí nos fuimos.
El arroyo pasaba despacio, las aguas son totalmente transparentes.
Hicimos el campamento, yo estaba entre nerviosa y feliz.
Aunque estábamos entre los árboles del monte, hacía mucho calor igual, Eduardo se desnudó y se tiró al agua, yo hice lo mismo, y nos estábamos bañando desnudos.
Eduardo parece un pulpo, me manosea toda, yo me río y lo dejo que me meta mano.
Yo le acaricio la pija, y no se como lo hace, pero se le pone dura enseguida.
Nos besamos, siento su pija apoyada contra mi concha, sus manos abriendo y cerrando mis nalgas.
Siento como me chupa las tetas.
«Salimos del agua Lourdes, quiero que me saques la leche con la boca», me dice metiendo uno de sus dedos en mi cola, «si mi amor», le dije besando su boca.
Salimos del agua, chorreando los dos, le agarre la pija, le bajé el prepucio, bajando mi cuerpo y se la empiezo a chupar.
«Espera Lourdes, date vuelta y abrite las nalgas», me dijo sacando su pija de mi boca, me di vuelta, me abrí las nalgas, y Eduardo en dos embestidas me la metió toda.
Jamás había tenido así de abierto el ojete.
Eduardo me tenía agarrada de las caderas, sacando y metiendo su pija de mi cola, haciendo que a medida que entra y sale me tire pedos.
Solté una de mis nalgas y me empecé a acariciar la concha mientras Eduardo no dejaba de coger mi cola.
«Nunca en mi vida me han cogido tanto como me estas cogiendo tú», le dije moviendo mi cola bien pegada a él.
Disfrutaba mucho de la compañía de Eduardo, estaba haciendo algo que jamás había echo, estar en un monte, todo el día desnuda, clavada o chupando pija, ya de tan cogida que tengo la cola, es como que tengo diarrea.
Dormimos en la carpa, desnudos y abrazados.
«Que vas a hacer cuando vuelvas a España, pensas volver a Uruguay?», le dije con mis pies sobre sus piernas, «no lo sé, eso depende de muchas cosas», me dijo Eduardo abrazandome.
«No volverías por mí?», le dije toda mimosa, «si, a pasar unos días cogiendo como estamos ahora sí, pero no esperes que venga a buscarte para formar una pareja», me dijo empujando mi cabeza hacia su pija.
Me dolió un poco lo que me dijo, él solo me veia para coger, nada más.
Sin decir otra palabra, le empecé a chupar la pija, sintiendo sus manos acariciar mis nalgas, hasta que de tanto chupar, se acabó en mi boca, tragué su leche, me acomode contra él,.
dejando que me abrace, y nos dormimos.
Nos despertamos como al medio día, se subió sobre mi, y me cogió por la concha.
Me cogía dos y tres veces por día, yo solo dejaba que deje su leche dentro mío, no tenía ganas, me dolía el ano y la concha, cuando se lo dije, simplemente me dijo que aguante, que en un par de días nos iríamos.
Ya era insoportable para mí, estaba haciendo caca con sangre, pero a Eduardo no le importaba.
«Te acordás cuando te burlabas de mi por la cámara, ahora sí estas bien cogida verdad?», me decía.
Yo prefería chuparle la pija, aunque estaba un poco mal del estómago de tanta leche que estaba tragando.
Hasta que por fin llegó el día que volvíamos a mi casa.
«Por favor Eduardo, quiero que cuando lleguemos te vayas, me haz humillado, me haz lastimado la cola, estoy con el estómago mal, me duele la concha cuando meo, eres insaciable, no hay mujer que te aguante», le dije.
Por suerte cuando llegamos, Eduardo agarró sus cosas y se fue.
Nunca más lo volví a ver.
Estuve casi un mes hasta recuperarme de lo que había pasado cogiendo con él.
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