Lo que hice por amor 2
Me llamo Carla, y estas es la continuación de mí relación a los 12 años con Francisco, un Dr. de 56 años que daba clases de historia y literatura en la Universidad. .
Un aspecto que no mencioné con anterioridad es que mi madre no fue ajena a las relaciones con hombres, ya que desde que se separó de mi padre, noté que se volvió sumamente liberal en muchos aspectos, lo cual causó que, durante una temporada, bastante larga para mi gusto, desfilasen un buen número de sus amantes por nuestro departamento. A quienes muchas veces los veía en paños menores saliendo del baño, o peor aún, los llegaba a escuchar mientras mantenían relaciones sexuales con mi madre.
Por este motivo yo sabía que mi madre no era tonta, aunque nunca esperé que descubriese mi relación con Francisco, aún no sé desde cuándo comenzó a sospechar de mí, ni tampoco sé cómo encontró las cartas que Francisco me escribía, pero lo inevitable sucedió, y una tarde al regresar de una de mis citas con él, mi madre me confrontó.
Estela (nombre de mi madre). – Siéntate Carla, tengo que hablar contigo.
Carla. – ¿De qué?
Estela. – No te hagas la tonta, tú sabes muy bien sobre que debemos hablar. (Momento en el que sacó las cartas)
Estela. – ¿Desde hace cuánto tiempo has estado viendo a Francisco?
Yo me quedé helada.
Estela. – Vamos, responde. Ya no sirve de nada negarlo, ¿crees que no me daba cuanta que no estabas en casa mientras yo trabajaba? O ¿Qué no percibía el aroma del perfume de Francisco en ti?
Yo seguí callada mirando fijamente al suelo.
Estela. – ¡Te dije que me respondieras!
Carla. – Empecé a verlo unos después de que le dimos un aventón a su casa.
Estela. – No puede ser, ¿Por qué no me dijiste nada?
Carla. – Por qué nunca estás en casa, y cuando estás no me prestas atención. Prefieres estar con tus amigos y novios. Mientras que Francisco me quiere y me entiende.
Estela. – Eso no es cierto hija, Francisco soló te está manipulando.
Carla. – No es cierto, lo que pasa es que tú estás celosa que me haya escogido a mí, en vez de a ti.
Estela. – No es por eso, ¿Qué no te das cuenta de la enorme diferencia de edad que los separa? ¡Podría ser tu padre!
Carla. – ¡La que no entiende eres tú! ¡Tú no quieres que yo sea feliz! ¡Lo único que importa es nada más lo que tú quieres!
Estela. – ¡No te atrevas a levantarme la voz!
En ese momento me fui a mi habitación y me encerré. Durante el resto del día y a la mañana siguiente nos evitamos mutuamente. Yo con bastante dolor decidí acudir con el único que me entendía; Francisco. Al llegar a su departamento, dudé un poco antes de tocar a la puerta, pero cuando al fin me decidí, Francisco no tardó mucho en abrirme, al verme me vio algo sorprendido, a la par que me invitaba a pasar, dándome un enorme beso en cuanto cerró la puerta.
Pero antes de que algo más pasase le pedí a Francisco que nos sentásemos a hablar, momento en que le platique acerca de la discusión con mi madre, a lo cual él me dijo que no debía preocuparme, que él se encargaría de todo.
Al día siguiente, Francisco se apersonó en mi casa, llegando justo a la hora de la cena. Yo no sabía que él actuaría tan pronto, por lo que quedé igual de sorprendida que mi madre al verlo en el umbral de mi casa. Por suerte mi madre no hizo ninguna escena, y dejó pasar a Francisco, aunque en su cara se podía ver una mezcla de disgusto y sorpresa. Tras unos instantes Francisco pidió hablar con ambas, a lo cual mi madre respondió con una invitación a que tomara asiento en la mesa.
Francisco. – Muchas gracias por permitirme pasar. Nunca me ha gustado dar rodeos, por lo que iré directo al meollo del asunto.
Nos volteó a ver a ambas y prosiguió.
Francisco. – Estela, ya me enteré por Carla que sabes sobre nuestra relación. También sé, que no estás de acuerdo con ella, siendo tu principal argumento nuestra diferencia de edad. Sin embargo, yo digo que esto no es ningún impedimento, ya que Carla es una muchacha sumamente madura, capaz e inteligente, a la cual muchas mujeres mayores envidiarían si la llegasen a conocer, como yo lo he hecho.
En ese momento hizo una pausa, me volteó a ver, para después tomar mi mano, y proseguir con su ahora discurso.
Francisco. – Siguiendo con esta línea de pensamiento, hoy Estela he venido a pedirte, no, mejor dicho, he venido a implorarte que me dejes demostrarte que yo soy alguien beneficioso para Carla, alguien, además, con quien podrán contar en cualquier situación. Dicho esto, espero me puedas dar una respuesta.
En ese momento Francisco guardó silencio y se quedó viendo fijamente a mi madre, a la vez que apretaba con algo de fuerza mi mano. Mi madre por su parte se había mantenido callada durante toda la exposición de Francisco, con una cara de completa duda y desconcierto, expresión que denostaba que jamás se había imaginado esta situación.
Estela. – He de reconocer tu valentía Francisco, pocos hombres como tú se hubieran atrevido a admitir su relación con una niña, y mucho menos pedir a sus madres su aprobación. Dicho esto, debo responder que no me gusta esta relación entre tú y mi hija, y mucho menos me gusta que lo hayan hecho a mis espaldas.
Francisco. – Pido perdón por eso Estela, mi amor por Carla nubla mis sentidos.
Estela. – Ajá, bueno, como ya dije, no me gusta esta relación, pero por la cara de tonta que tiene Carla al verte, y el hecho de que pudo mantener este secreto y otros más por tanto tiempo, sé que me sería imposible mantenerlos separados.
En ese momento yo me atreví a hablar. – ¿Entonces nos vas a dar permiso?
Estela. – Muy a mi pesar sí. Pero, ambos tienen que ser muy cuidadosos, por qué de seguro ya no eres virgen, además, no puedes descuidar tus estudios, ya que, si veo que tus calificaciones bajan, te separaré de él y nos mudaremos lo más lejos posible de aquí. Y en cuanto a ti Francisco, debes respetar en todo momento a mi hija, además, de ahora en adelante me tienen que mantener informada al respecto de todo. No quiero más secretos.
Francisco. – Muchas gracias, Estela, no te vas a arrepentir.
Estela. – Eso espero. Ahora, ¿te quedas a cenar o te vas a ir?
Francisco. – Creo que ya importuné mucho por esta noche, lo mejor será que me vaya, pero no sin antes agradecerte tu voto de confianza.
Dicho esto, se levantó de la mesa y se fue tan rápido como llegó. En cuanto a mi madre y a mí, nos quedamos calladas un momento, aunque yo sentía que debía agradecerle.
Carla. – Gracias mamá, no te voy a fallar.
Mi mamá con un tono sumamente conciliador, el cual contrastaba con el cual había hablado con Francisco, me dijo.
Estela. – Sabía que algún día esto iba a pasar, pero jamás me imaginé que fuese tan pronto, y menos con un hombre mucho mayor que tú. Por lo único que te pido, es que tengas mucho y esté muy atenta con Francisco, ya que, aunque es un buen hombre que deslumbra por sus conocimientos y su buen trato, temo que se aproveche de tu inocencia para obligarte a hacer cosas que tú no quieras, cosas que te lastimen, como tu padre lo hizo conmigo. Y por favor, confía en mí, sé que no he sido la mejor madre del mundo, pero me estoy esforzando.
A partir de esa plática nuestra vida cambió, ahora que tenía la autorización de mi madre, yo podía pasar más tiempo con Francisco. Además, él comenzó a frecuentarnos mucho, cenando varias veces con nosotras. Si bien a inicio mi madre aún se mostraba recelosa con Francisco, su forma de ser poco a poco la fue suavizando, hasta el punto de que ella le permitía quedarse a dormir en nuestra casa de vez en cuando.
La primera vez que Francisco se quedó a dormir, fue sumamente emocionante para mí, por lo que con mucho entusiasmo le enseñé mi modesta biblioteca, la cual estaba compuesta por varios libros que realmente no comprendía, ya que eran de aquellos filósofos, literatos e historiadores que llegaban a mencionar en las tertulias universitarias que se llevaban a cabo en el café donde trabajaba mi madre. Muchos de estos libros los pude conseguir gracias a los precios accesibles de las tiendas de libro viejo o de segunda mano.
Francisco me elogió al ver mi modesta colección, y como todo un Dr., me recomendó otras lecturas del estilo, aunque no se entretuvo mucho en esta conversación. En cuanto pudo me dio estrechó entre sus brazos, y comenzó a besarme, yo me traté de separar de él, pero su fuerza me ganó. Cuando al fin se despegaron nuestros labios, le mencioné que mi madre podría escucharnos, pero Francisco no me hizo caso, y continuó con sus besos y tocamientos, y antes de que me diera cuenta, él ya estaba desnudo y yo solamente portaba mi calzón.
Con bastantes nervios me dejé hacer, pero poco a poco el placer de sus tocamientos, lamidas y besos me fueron desinhibiendo. Al grado de que yo sola me despojé de mi última prenda, me recosté bocarriba, separé mis piernas, y lo miré fijamente invitándolo que me penetrase. Francisco rápidamente se abalanzó sobre mí, y tras un par de movimientos ya estaba completamente dentro de mí. Entonces comenzó nuestro lento vaivén, en el cual ambos gemíamos con cada embestida, cada beso, y cada beso que nos dábamos.
Tras un rato en aquella posición, Francisco se detuvo, y me pidió que me pusiese en cuatro, posición que a mí en particular no me gustaba, ya que me sentía como una perra en celo, pero que sabía a él volvía loco, ya que cada vez que estaba en cuatro, Francisco aprovechaba para separar mis nalgas, escupir en mi ano y meter suavemente su dedo pulgar. Si bien esto no me gustaba, yo estaba dispuesta a hacer todo lo que él quisiese, aunque eso también implicase algunas nalgadas o insultos hacia mí, los cuales él justificaba como parte de su obsesión con mi cuerpo.
Como era costumbre, una vez en cuatro, Francisco incrementó el movimiento de sus embestidas, las cuales causaron aquel característico sonido de aplausos provocado por nuestro choque de su pelvis con mis nalgas. Ante cada embestida, yo me estremecía por completo, a la par que soltaba gemidos cada vez más fuertes. Tras un buen rato en aquella posición y con las embestidas, mis brazos se cansaron, por lo que terminé con mi cara hundida en una de mis almohadas, la cual a su vez me servía para acallar mis gemidos, los cuales a este punto ya eran verdaderos gritos. Por su parte Francisco se agachaba de cuando en cuando para besar y lamer mi espalda, o para levantar mi cara y plantarme un beso, para luego decir algunas frases acompañadas de gemidos.
Francisco. – ¡Ay nena! Que rico te mueves… (soltó un gemido) … Me encantas, voy a dejar mi semilla en tu interior.
Después de haber estado cogiendo en aquella posición por varios minutos más, Francisco aceleró sus estocadas por última vez, para luego parar en seco y depositar su semen en mi interior. Esto para mí era la parte más agradable por dos razones; al fin podía descansar y recuperar el aliento, y podía sentir aquella sensación de calor mi interior, provocada por el semen de mi novio. Una vez acabada nuestra faena sexual, Francisco se tumbó junto a mí, y así, completamente desnudos, nos quedamos dormidos.
Al día siguiente aún con algo de dolor en mis nalgas y mi cadera, me dirigí al comedor, en donde Francisco ya se encontraba sentado platicando con mi madre. Ahora sé que mi madre escuchó con mucha claridad este encuentro y los que siguieron, pero ni esa vez, ni la siguiente dijo nada, simplemente se limitaba a darnos de desayunar, aunque eso sí, con un semblante bastante serio en su rostro.
Además del sexo, Francisco comenzó a introducirme en sus círculos más íntimos, en donde me presentaba orgullosamente como su mujer. Sus amistades, probablemente acostumbradas a sus “gustos”, me recibieron con bastante bien, aunque sinceramente yo no les podía seguir el hilo de sus conversaciones sobre filosofía, política, historia, literatura y religión. Sin embargo, esto no me quitaba la alegría que sentía al ser parte de un círculo de intelectuales, lo cual para mí era magnífico, ya que ahora no podrían compararme con mis compañeros de clase y sus tonterías infantiles.
Interesante y bonita historia, espero la continuación.
me recordo un foro que salio el año pasado que se llamo «ayer fue le primera Cita de mi Niña» donde una madre platica que conocio a un tipo que le dijo que le gustaba las niñas y en especial su niña y que fantasiaba que era su novia y que lo llevo a su casa para que se conociera y mencionaba que un domingo la llevo todo el dia a pasear y que ella se la paso padre
como extraño esos foros de esta pagina y solo esta activo los relatos