Lorena, putita desde chiquita. Cómo fue su primera vez.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por efeyitan.
Los abuelos de Lorena vivían en una casa grande de dos pisos.
Tenían personas trabajando para ellos.
Unas señoras para la limpieza y cocina y varios hombres para cuidar a los animales, trabajos mayores, jardinería, etc.
Entre esos estaba un hombre que rondaría los 28 años.
Tenía un cuerpo marcado por sus labores de fuerza.
Sus brazos eran fuertes.
Su pecho era prominente y siempre se quedaba en las noches los fines de semana pues era cuando más trabajo tenía.
Lorena era una niña de 12 años muy conversadora.
Era linda, delgada, alta, de pelo corto hasta los hombros, piel blanca y ojos claros.
Su mamá la tuvo cuando apenas tenía 14 años, por lo cual siempre vivió con sus abuelos.
Poco contacto tuvo con su mamá, pues ella disfrutaba de vivir su juventud en las fiestas y con varios hombres en vez de estar con su hija.
Lorena tenía la costumbre de sentarse en las piernas de los hombres que trabajan en su casa.
Cualquier excusa le servía y varias veces le regañaban por eso, pero no dejaba de hacerlo.
Al decir verdad, no la cuidaban mucho o no lo supieron hacer.
A Miguel, esto le gusta de ella.
Varias veces se sentaba a ver televisión en la sala de la casa después de terminar su trabajo y Lorena se sentaba con él sobre sus piernas.
Se acurrucaba en sus brazos y pecho y se mama los dedos mientras Miguel posaba su mano sobre sus brazos, piernas.
y con el pasar del tiempo, su mano fue tocando otras partes de la niña.
Miguel iba poco a poco ganándose la confianza de la niña.
Veía hasta qué punto se incomodaba o hacía algún gesto que le hiciera saber que ella contaba o alguien se daba cuenta de lo que hacía.
Pero no había nada de eso.
Miguel jugaba con Lorena mientras veían televisión en la sala, cuando no había nadie más por ahí.
La abraza, le tocaba la panza y le tocaba los muslos de la pierna.
Lorena se quedaba quieta, mamándose sus dedos y sonriendo cuando la mano de Miguel le hacía cosquillas sobre su cuerpo.
Poco a poco esa mano fue toqueteando sus incipientes pechos.
Eso le causaba a Lorena placer.
Le gustaba sentir cómo Miguel toaba y jugaba con sus pezones que apenas mostraban los inicios de unos pechos de mujer.
Le gustaba cómo la mano de Miguel cosquilleaba su totonita.
Ella abría las piernas y Miguel con mucho cuidado rozaba y tocaba la totona de ella por sobre el pantalón, a veces cuando llevaba falda, podía sentir su piel e introducir sus dedos en la vulva de la niña, quien disfrutaba de ese juego y cerraba los ojos cuando él lo hacia.
Miguel quería ir más lejos con la niña.
Ya ella se sentaba sobre él casi siempre con falda.
Dándole la espalda a Miguel, abría sus piernas por sobre las de Miguel quien la besaba por detrás y le metía los dedos en la totona.
Lorena disfrutaba un mundo esa sensación.
Le gustaba el cosquilleo que sentía en su barriga cuando los dedos de Miguel entraban en su pequeña vulva.
Miguel ya no aguantaba más y la llevó a un sitio más solo de la casa, por detrás, donde nadie los vería.
Allí, le mostró a Lorena su pene.
Ella lo tomó con sus manos, atónita de ver "esa cosa tan grande".
Miguel le dijo que se la chupara como una chupeta y Lorena poco a poco se lo introducía en su boca.
El sabor era extraño pero agradable.
Y la cara que Miguel ponía, las cosas que le decía y el placer que le producía eran suficientes para seguir metiéndose el pene en su pequeña boca.
Miguel movía su pene dentro de la boca de ella con delicadeza.
Tomó a Lorena, la levantó y ella instintivamente abrazó a Miguel y cruzó sus piernas sobre sus caderas.
Miguel y Lorena se besaron, o más bien, él la besó a ella.
Miguel apretaba las nalgas de Lorena quien estaba abrazada a él.
Los dedos de Miguel jugaban con el orificio del ano de Lorena y con su ya húmeda vulva.
Miguel volvió a poner a Lorena parada y le quitó su ropa.
Él también quedó desnudo frente a ella y Lorena por primera vez veía a un hombre desnudo y le parecía muy excitante ver los brazos y el pecho de Miguel tan fuertes y duros.
Miguel la volvió a subir y ella quedó montada sobre el pene de él.
Podía sentirlo en su vulva.
Miguel hacia movimientos que rozaban su pene con la vulva de Lorena y ambos se estaban besando apasionadamente.
El corazón de Miguel estaba a mil igual que su excitación de estar con una niña, tan liviana, tan delgada, su piel tan suave tocando su cuerpo, sintiendo su respiración agitaba.
Estaba que explotaba de tanto placer.
Aún con Lorena abrazada a él, Miguel caminó hacia un banco improvisado y se sentó en él.
Lorena quedó sentada sobre su regazo, de frente a él.
Miguel empezó a besar y chupar los pezones de Lorena.
La sensación era tan extraña, rica y placentera que Lorena empezó a gemir de placer, y a contornearse y pegar su cuerpo aún más al de Miguel.
Eso a Miguel le excitó muchísimo y solo podía pensar en lo rico que lo estaba pasando.
Mientras la besaba, le chupaba los pezones, sus dedos iban penetrando la totona de Lorena.
Luego, Miguel tomó su pene y empezó a rozarlo con la entrada de la totona de Lorena.
Ella se movía de atrás hacia adelante, sintiendo el roce de ese pene en su vulva le causaba mucho placer.
Poco a poco y a medida que ella se movía más hacia adelante, sentía como el pene de Miguel iba entrando en su totona.
Miguel dejaba que ella impusiera el ritmo.
Era lo más rico que sentía, cómo Lorena se movía y su pene iba haciéndose camino en sea totona apretadita, mojadita, blanquita y con pocos pelos.
Lorena gemía de placer, tenía a Miguel abrazado, él con sus brazos también.
Ella posaba su cara sobre los hombros de él y se movía de atrás adelante con rapidez sintiendo entrar el pene.
Le podría un poco de dolor cuando entraba por eso lo hacía poco a poco, pero no dejaba de hacerlo.
Miguel se movió un poco, echando su cuerpo para atrás, quedando su pene mucho más erecto y fácil de penetrar la totona de Lorena, quien ahora se apoyaba de los pechos de Miguel.
Sintió el pene entrar en su vulva y salir.
Miguel la tomó por las cinturas y empezó a conducir el movimiento de Lorena, quien estaba sentada ya con el pene dentro de su vagina.
Miguel la seguía conduciendo mientras ella posó sus manos en los brazos de Miguel, palpando los músculos de él y besándose los dos muy apasionadamente.
Ya la totona de Lorena se comía toda la verga de Miguel.
Miguel se levantó de nuevo con Lorena en sus brazos, la sentó a ella, se colocó de rodillas, abrió las piernas de la niña y empezó a chuparle la vulva.
Lorena volvía a gemir de placer.
Esas sensaciones jamás las había sentido.
Y no sabía que eso fuera tan rico así.
Miguel metía la lengua por el hoyo de la totona de Lorena y movía la lengua con lujuria y placer.
Después de estar así un rato, volvió a penetrar a la niña, pero esta vez ella estaba acostada con las piernas abiertas y él metía y sacaba su pene con un ritmo cada vez más acelerado y penetrante.
La niña estaba indefensa y gemía de placer y dolor.
Miguel estaba acelerando más el ritmo.
La tomaba por la cintura, se colocó de sentadilla y con ella aún acostada, sus piernas contorneadas al rededor de él y él moviéndose, introduciendo su pene en su totona.
Luego, la toma más fuerza.
Y ella sintió algo caliente dentro de su totona.
Sentía las pulsaciones del pene de Miguel dentro y él la empujaba más y más.
Miguel había acabado dentro de la niña y su semen sobresalía en cantidades por la vulva de ella.
Sacó su pene de su totona, que estaba muy abierta, un poco adolorida y muy llena de esa cosa que le había salido a Miguel.
Él la besó, la abrazó, se acostó y la colocó a ella sobre él.
Ambos estaban cansados, sudados y desnudos.
Lorena se posó sobre el pecho de Miguel, con una mano acariciaba ese pecho duro y fuerte, y Miguel también con la punta de sus dedos acariciaba todo el cuerpo de la niña.
Si hubieran podido, se hubieran quedado así por un tiempo más, pero Miguel prontamente recordó dónde estaban.
Le dijo que no podía contarle a nadie de eso y que si no lo hacía lo volverían a hacer.
Y así, Lorena y Miguel estuvieron teniendo relaciones sexuales hasta que ella no logró disimular su interés por estar con él todo el tiempo, levantó sospechas de sus familiares y encontraron a Miguel en una de esas con ella.
pero quien los encontró no fue más que un muchacho homosexual que le había puesto el ojo a Miguel también.
¿a qué se atrevería Miguel para callar a ese muchacho?
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