Los demonios de Yahir, Cuentos de media noche IV "Zulema"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Diosdelagua.
Zulema era la novia de uno de mis amigos en la prepa, nunca me interesó ser su amigo o algo más pues era algo rara, Arturo se llamaba mi amigo y era con quién más tenía relación, aunque era un tanto idiota y despistado, por no decir pendejo, no me gustaría clasificarlo así pero no hay otros adjetivos para calificarlo.
El sujeto llegó a maltratar a la chica tanto que los obligaron a terminar su relación por la fuerza.
Yo seguía con mis problemas existenciales, mis amores platónicos, mis depresiones, lo mismo de cada mes sin darle un fin al ciclo pues creo que me había acostumbrado a vivir así, o mejor dicho, me había acostumbrado a solo existir y dejar mi vida de lado para solo hacer lo que hacía todo los días hasta que un día dejara de doler ese hueco en mi corazón.
Raúl había dejado un sabor agridulce en mí porque fue como una especie de conclusión para mis gustos ¿Por qué tenía que hacer todo eso a escondidas? ¿Será acaso que los bisexuales la pasamos peor cuando tratamos de explicar lo que sentimos? Lo que nos gusta o quiénes somos, porque el mundo siempre querrá clasificarnos y juzgarnos y es peor si somos nosotros quienes nos juzgamos antes de que todos lo hagan.
Sin embargo para ese entonces estaba más que seguro de todo lo que era, ya no había palabras o actos que pudieran derrumbarme o hacerme cambiar de opinión, ya no tenía que quebrarme la cabeza tratando de encontrarle un nombre a mis sentimientos o torturarme por saber qué era o cómo se le llamaba a lo que me gustaba.
Pero dentro de mí amaba con intensidad, con amargura y con desprecio, con pasión y fuerza pero al mismo tiempo con miedo, nunca he sentido esa sensación en mi pecho de necesidad, de añoranza y falta de cariño otra vez.
“Te amo imbécil, te amo como si fuera ilegal hacerlo idiota” Decía al aire cada que estaba solo y me quedaba viendo hacia la nada creando posibles futuros para mi vida, futuros que al final del día eran solo eso, imaginaciones.
No tenía novia desde hace un tiempo y tampoco me interesaba tener amoríos con nadie, estaba en una etapa en la que la vida me parecía una porquería.
Por la mañana me levantaba para ir a la escuela, pasaba la tarde durmiendo, no comía, no me gustaba salir con mis amigos o mantener contacto con otros chicos de mi edad, solo me quedaba en silencio imaginando, trayendo a mi mente todos esos recuerdos fantásticos donde tenía a alguien que me amaba con todas mis imperfecciones y con mis locuras, pero no, no había nadie.
— Hola— Zulema apareció frente a mí, el día estaba algo nublado y mientras levanté la mirada para verla, me di cuenta que detrás había un cielo gris que iba acorde con mi humor, solo levanté mis cejas para que supiera que la había escuchado, sin embargo, se me hizo un gesto muy grosero no responderle.
— Hola.
— ¿Estás bien?— Preguntó ella mirándome a los ojos
— ¿Parezco alguien que la está pasando mal?— Pregunté con sarcasmo para que se fuera, no quería hablar con nadie.
— Pues la verdad sí.
— Mmmmm creo que esos lentes que usas en verdad funcionan, no se escapa nada
— Eres gracioso— Agregó ella y yo gruñí casi en silencio porque comenzaba a exasperarme.
— No intento serlo
— Pero igual lo eres, tal vez es que lo que menos quieres proyectar, lo haces— Sus palabras me molestaban bastante, como si estuviese hablando con la persona más tonta del mundo, pero su apariencia me hacía sentir tonto a mí, tenía un cabello castaño y lacio con un fleco que le llegaba hasta las cejas, sus lentes cuadrados y su sonrisa perversa con esos ojos negros ligeramente rasgados que me veían durante más tiempo del que me gusta que me vean.
— Déjame en paz— Le dije y traté de mirar a otro lado e incluso de pararme e irme pero ella de alguna manera me lo impidió.
— Ok, si no estás de humor me iré, solo quería decirte que, a pesar de lo mierda que fue Arturo conmigo, lo mejor fue conocerte a ti.
— Aquello me dejó en desventaja, solo me quedé de pie mirando hacia el vacío y luego me fui dejándola allí sola.
Esa tarde mientras caminaba a casa, ella me abordó intentando hacerme platica, pero yo al igual que en la escuela, la ignoré.
— No sabía que vivías cerca de mi casa
— No lo hago.
— ¿Siempre eres así de serio?
— A veces más
— ¿Qué te pasó?— En verdad sus preguntas me sacaban de quicio, es como si estuviese tratando con un niño pequeño que no me dejaba en paz, todo en ella era tan desesperante, su voz, su cabello, su manera de comportarse, tan mimada, tan estúpida pero tan hermosa.
— Mira niña, no estoy para interrogatorios y tampoco busco alguien con quien hablar, no pretendo ser grosero pero si tú pudie.
— No me dejó terminar porque en un segundo sus labios estaban besando los míos.
La niña loca me había besado sin yo esperarlo y no me dejaba apartarme.
Su beso me desconcertó y además provocó que me sonrojara, porque una mujer atrevida tiene ese efecto en cualquiera.
— Tenía que hacer algo para que no te molestaras conmigo— Me dijo ella mirándome a los ojos— Eres muy lindo y no mereces siempre estar de mal humor, yo arreglaré eso, lo prometo.
— Dijo y luego se fue en otra dirección sin que yo pudiera decir nada pues aún estaba mudo por su gesto.
Toqué mis mejillas y estaban cálidas y seguramente rojas, esa niña boba comenzaba a causar sensaciones en mí que no quería experimentar y menos por ella.
Los días pasaron y cada vez que me encontraba con ella, me producía cierta vibra incomoda, me quedaba callado y no la miraba, como si aquel beso hubiese sido algo malo o como si se hubiese llevado una parte de mí.
Era una tontería, no era más que una niña loca con sus cosas asiáticas y canciones de jazz, pero ¿Por qué me sentía de esa manera? Como si me intimidase ante ella, pero no podía dejar que lo supiera.
— Bueno clase, necesitaré que hagan parejas para el próximo proyecto de ciencias sociales y como en verdad me fascina verlos tan unidos, detesto tener que desintegrarlos así que.
Mmmm escogeremos las parejas por medio de la lista.
— No.
Por favor, con la loca no.
— Y sí, detrás de mí estaba Zulema, con una ligera sonrisa viéndome de arriba abajo
— Hola compañero.
— Tiene que ser una broma
— No lo es, pasaremos juntos las próximas dos semanas y créeme, no quiero llevarme mal contigo
— ¿En serio?
— Yahir.
Sé que estás loco por mí y que te parezco irresistible pero tienes que controlarte y aceptar que solo podemos ser buenos amigos
— ¿¡Qué!?¬— Grité y toda la clase me escuchó
— ¿Sucede algo niños?— Preguntó la profesora acercándose a mí.
— No es anda profesora, es que ya sabe los problemas de inestabilidad de Yahir.
Ha estado tratando de conquistarme desde hace mucho tiempo, pero nunca he aceptado así que esto puede ser un poco incómodo para él— Dijo ella susurrando.
— Ok, ok, ok, esto no está pasando, tú no eres mi compañera y usted no puede obligarme a trabajar con ella.
— Dije con mucha seguridad y mis aires de diva que tenía a esa edad.
Y como podrán imaginar, sí, la mujer pudo y me obligó a trabajar con la loca, así que la soporté durante dos semanas en mi casa además de los comentarios de mis padres por si ella era mi nueva novia o si al fin había encontrado a alguien que me quitara el mal humor que siempre tenía.
— Bueno, creo que terminaremos antes de lo esperado
— Gracias a Dios
— Oye sé que me amas pero no te esfuerces en ocultarlo
— Jummm
— Escucha, no es mi intención fastidiarte todo el tiempo, es solo que.
Me gustas mucho, en serio— Solo pude suspirar en respuesta a su confesión, era más un suspiro de aburrimiento y desesperación.
— Tal vez no me lo creas pero quiero.
Ser tu amiga, quiero estar contigo, hacerte sonreír, quiero que, no sé.
Solo sé que te quiero ¿Alguna vez has sentido eso? Ya sabes, que quieres a una persona pero no sabes porque y por alguna absurda razón solo quieres saber de esa persona todo el día, sonreír y saber que es feliz gracias a ti? Bueno, eso es lo que me pasa cuando estoy contigo.
— Yo no soy lo que buscas niña.
Lo siento.
— ¿Por qué? ¿Por qué te han lastimado? Jaja, es gracioso ese complejo que tienes.
— ¿Cuál complejo?— Pregunté molesto
— Ese, el de ser siempre la víctima, pobre Yahir la pasa tan mal, pobre Yahir tiene problemas, sufre por amor.
Por si no lo sabes hay quienes la pasan peor— Su reproche me molestó demasiado y fue tal vez porque estaba diciendo la verdad, estaba en mi papel de víctima.
— No sabes de lo que hablas, dime alguien más que la haya pasado mal, no me digas.
Tú ¿verdad?
— Pues sí.
Cuando tenía cinco años, abusaron de mí.
Y alguien de mi familia.
Y no voy allí por la vida odiando a todos y tampoco estoy contra el amor.
— Sus palabras me dejaron helado, es quizá que nunca había conocido a alguien como ella y lo único que pude hacer fue acercarme hasta donde estaba y darle un abrazo.
— Lo siento mucho— Dije con una mueca y tratando de sonar sincero.
— No hay problema, ya lo he superado hace mucho, pero gracias por tus palabras.
— Escucha, no sé si estoy listo para todo eso, para todo lo que me dijiste, sí, la he pasado mal, tal vez no tanto como tú pero, bueno, podemos ser.
Amigos si tú quieres— Ella sonrió y me abrazó aún más y yo solo suspiré porque no quería aceptar que comenzaba a agradarme mucho la niña loca.
Y desde esa tarde fuimos amigos.
— Quiero que sepas algo.
Yo soy virgen, nunca he estado con otro chico— Dijo mientras guardaba sus libros antes de irse.
— Pero dijiste que.
Ya sabes.
— No fue de la manera que crees, no lograron, ya sabes.
No fue por allí.
El punto es, que siempre he querido que mi primera vez sea especial, que sea con alguien que valga la pena, alguien listo, cariñoso, sensible.
Alguien como tú.
Sus palabras me generaron cierto nerviosismo, gracia y ternura peor aun así no sabía qué decir— Yo no.
No sé si.
Emmmmm ¿Cómo sabes que soy todo eso?— Pregunté muy nervioso y sonrojado, ella se puso su mochila, tomó mi barbilla en sus manos y acerco su rostro solo para verme a los ojos.
— Porque es lo que puedo ver.
No tienes que, solo, quería decírtelo, para mí sería algo muy especial.
Pero si no quieres, no hay problema.
— No es eso, es que me tomaste desprevenido y.
No sé qué decir.
— No tienes que decir nada, estaré lista para cuando decidas algo, hasta el lunes.
Los días pasaron y no podía sacarme de la cabeza lo que Zulema me había dicho, ese día presentamos nuestro proyecto en la feria de ciencia de la escuela y fuimos uno de los primeros lugares por nuestro trabajo y dedicación, habíamos hecho un buen equipo, era como si ella y yo hiciéramos una buena pareja que todo el mundo veía, menos yo.
Supe que los sábados se quedaba sola en casa, que su mamá trabajaba hasta tarde y su padre solo llegaba una vez al mes por sus viajes de negocios, esa mañana la llamé y solo le dije “Necesito verte, voy para tu casa en 10 minutos” ella solo respondió que estaba bien, que me estaría esperando.
“¿Qué estás haciendo Yahir? ¿Te gusta esa chica? ¿Qué sientes por ella? ¿Vas a hacerlo solo porque ella.
?” Todas esas preguntas daban vuelta a mi cabeza mientras caminaba hasta la casa de Zulema.
Cuando toqué el timbre y ella entro, supe que estaba sola, supe que quería hacerlo, no tenía mucha experiencia con mujeres pero ella no tenía ninguna con hombres o al menos eso es lo que me había dicho, así que en cuanto abrió la puerta, solo la miré a los ojos, me acerqué y la besé, la besé como ella me había besado a mí días atrás, como si quisiera sacarla de mi cabeza de una vez por todas.
— Yahir.
¬— Dijo ella tratando de recuperar su aliento, iba vestida de esa manera tan infantil que usaba para llamar la atención, como una especia de colegiala y sus cabello peinado con todos coletas, me estaba volviendo loco.
— Por favor sal de mi cabeza, sal de una vez— Le dije y volvía a besarla mientras cerraba la puerta.
Y así continuamos, luchando contra nuestras confusiones, nuestros deseos, sentimientos y pasiones, me llevó hasta su habitación y cerró la puerta detrás de mí, cuando volvió volví a besarla y caímos en su cama mientras no dejábamos de tratar de respirar y contenernos porque habíamos empezado algo que debíamos terminar.
— Te necesito.
— Dijo ella mientras me jalaba el cabello y yo besaba su cuello.
— Te quiero.
— Le dije y creo que para esa época, fue la expresión de cariño más sincera que tuve con alguien porque en verdad la quería, no podía explicarme cómo o por qué pero lo sentía, la niña loca y hermosa se había metido en mi cabeza y corazón hasta lograr su cometido.
— Seguí besándola mientras mi erección explotaba en mis pantalones, ella tenía su cuerpo enrojecido y su temperatura elevada, solo le quité su vestido con delicadeza y una vez frente a mí en ropa interior, acaricié su cuerpo mientras lo contemplaba, besé su vientre, sus clavículas y sus labios, me fui a sus manos y a su pecho con ternura, como si fuera un alma que necesitaba proteger.
Tal vez yo veía en Zulema a mí, al Yahir de 13 años que se entregaba por primera vez, que se iniciaba en ese mundo que le traería tantos problemas y placeres y sentí la obligación y deseo de proteger a esa niña para que no sufriera lo mismo que yo sufrí por ello, tenía que ser el mejor chico del mundo para la niña más dulce del mundo, tenía que ser su súper héroe, su príncipe.
Todo lo que ella merecía.
Bajé besando su cuerpo y sintiendo como ejercia tención en su cuerpo, sus manos apretadas y su respiración profunda, me acerqué a su odio y le dije que no tuviera miedo, que iba a ser cuidadoso.
Bajé otras vez y le quité su ropa interior con cuidado, luego me encontré con su vagina y la acaricié con dos de mis dedos como si fuera de porcelana, ella se sonrojó y dejó escapar un ligero gemido.
Continué haciéndolo, cada vez acariciando más y dejándola sentir la presión de mis dedos en sus labios y clítoris, Zulema apretaba las sabanas y estaba a punto de enloquecer cuando acerqué mi boca y comencé a lamer y a acariciar.
Se cubrió la boca con sus manos porque comenzaba a gritar cada vez más, lentamente seguí con lo mio para dilatarla y cuando introduje mis dedos fue como si estuviese matándola, era como si el infierno quisiera escapar de su cuerpo, enseguida continué hasta que estuve seguro de que ya no iba a lastimarla.
Me puse sobre ella y la besé, tomé sus manos y mientras la veía a los ojos, entré con cuidado sintiendo que rompía una especie de pared delicada, ella apretó las manos, cerró sus ojos con fuerza y puso su rostro en mi hombro, de sus manos se escaparon un par de lágrimas y yo con dulzura la volví a besar mientras susurraba su nombre y le decía “te adoro.
”
Ella solo me besó otra vez y cuando supe que ya no le dolía tanto, comencé a moverme como si quisiera empujarla, con suavidad pegaba mi pelvis a la suya mientras su cuello lo recorría con mis dientes, cuidado no dejar marca.
Ella en un punto no le importó comenzar a gemir y a mi no me importo seguir besándola como si con eso pudiera sacarla de mi cabeza, le dije que estaba por terminar y que era mejor no hacerlo dentro de ella, después de todo no habíamos usado protección y ya estábamos en peligro, ella solo dije que si nos arriesgábamos íbamos a hacer bien y ambos terminamos unidos y casi al mismo tiempo.
Estabamos los dos callados mientras veíamos al techo e intentábamos pensar en qué decir.
Me puse de pie y comencé a vestirme porque necesitaba volver a casa, ella hizo lo mismo pero esta vez no se recogió el cabello, sacó de su armario ropa diferente a la que usaba y comenzó a arreglarse como si fuera otra persona.
— Gracias.
— Me dijo mientras terminaba de vestirme
— Gracias a ti.
Por verme de esa manera
— Fue, tal y como lo imaginé, especial.
— Me alegro que lo haya sido, para mí también lo fue
— ¿Y ahora qué?
— No lo sé
— Supongo que te veré después
— Claro, espero.
Ya sabes, que podamos llevarnos bien
— Ya veremos— Dijo ella mientras sonreía.
Me fui de su casa antes de que su madre llegara y tengo que admitir que Zulema fue una de esas experiencias que más disfruté y que recuerdo con mucho cariño.
Después de ese día ya no fue la misma niña desesperante que tanto me exasperaba, sino una mujer diferente que todos los chicos perseguía, nunca tuvimos nada serio y solo intercambiábamos sonrisas de complicidad en los pacillos de la escuela, ella después de eso iba camino a convertirse en una mujer hermosa y deseada y yo, a tener sexo con mi tío.
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