Los secretos con Leonel
Dos amiguitas se cuentan secretos de como comparten el sexo de un hombre. .
Hace muchos años mi mejor amiga de nombre Verónica, me comentó que ella tenía un secreto, me decía que le gustaba un hombre que vivía en su casa, era un tipo alto y simpático de unos casi 40 años, y ella apenas tenía nueve y estaba enamorada. Yo le contesté que la ayudaría.
Ella desesperada por conocer todo de golpe, comenzó a hacerme preguntas sobre si ya yo tenía novio y cómo era eso: ¿si había besado, si conocía el pipi de alguien y si el sexo era rico o dolía?
Yo le respondí: Te voy a contar lo que hicimos, para cuando tú estés con ese señor que te gusta, me cuentes también todo lo que te hace. ¡Júralo! La grité, y ella juró por su mamá que sí lo haría.
“-Sabes que somos tres hermanas y yo soy la menor. En ese entonces contaba con 7, Lizet tenía 9 y Clemencia con 11. Mi papá tenía un hermano que estaba casado con una señora que tenía un hijo y que mi tío había criado desde chico, y que mi papá llamaba cariñosamente “El sobrino”; yo no lo conocía, dicen que había llegado muy chico antes que nosotras naciéramos.
Era un muchacho no tan alto, parecía un adolescente con su cuerpo bien formado, y vestía de una forma juvenil, siempre con una camisa y pantalón anchos para salir. Mi tío le pidió el favor que lo recibiera por unos días mientras sacaba los papeles para embarcarse en la flota mercante, ya que había terminado esos estudios de marinería y estaba sacando el pasaporte y otras cosas.
Total, que un lunes llegó a la casa y mi papá nos lo presentó, lo acomodó en un cuarto separado de la casa en el fondo del patio al lado de la alberca que ya no existe, y allí le colgó una hamaca y una cama pequeña de esas de resortes y le puso un ventilador. Era un tipo muy atractivo de tez negra, delgado, de 1. 65 de estatura y de fino rostro, nosotras siempre pensamos que podía tener 16 o 17, pero en realidad tenía 25 años.
Había llegado con poca ropa, y cuando estaba en la casa pasaba en una bermuda de nylon que le llegaba a las rodillas, como esos basquetbolista de la NBA, pero sin camisa casi siempre y en chancletas, igual, aquí el clima es muy caluroso”
-¿Eso de NBA, qué significa? -Preguntó Verónica.
-Es como la liga de ese deporte, el basquetbol en los Estados Unidos. Sigo: “Mi mamá decía que le daba pesar saber que ese pobre muchacho se iba lejos y quizá no regresaría nunca, y nos pedía que lo tratáramos con amabilidad ya que era un mandamiento cristiano, ser un buen Samaritano”.
-¿Qué es eso? –Volvió a preguntar.
-Eso está en la Biblia, pero creo que es que hay que servir y atender a los visitantes, algo así… “Lo cierto fue que mi hermana Clemencia, que siempre ha tenido un cuerpo espectacular, tenía apenas unos botoncitos despuntando de sus tetas, una cola grande como la tenemos todas y esa cara de ojos grandes y verdes y sus labios gruesos, sin hablar de la “cosa” más grande de las tres, mi mamá le gritaba: ¡Muchacha que crica grande y bonita te gasta! Ella se tomó a pecho y comenzó a charlar con él, le daba refrescos y lo invitaba a que viniera a la sala a ver televisión”.
“Lizet parece que no gustaba de Leonel, que así se llamaba, ella es la más clara de las tres, salió a mi papá decía yo, tenía una larga cabellera, un rostro angelical y su cuerpo bien formado para su 1.40 de estatura y ojos negros. Pero ella no lo podía ver ni en pintura, le tenía un odio inexplicable; en cambio a mí me gustaba su sonrisa y como jugueteaba conmigo que pasaba en panty y falditas todo el día en la casa, mostrando mis gorditas piernas y nalgas. Él me cargaba en sus hombros como caballito o en sus piernas en el mecedor que tenía a la entrada de su cuarto, eso sin ninguna malicia hasta ese momento”.
“Pasaron los días y un miércoles o jueves de esa semana, el día amaneció nublado, que eran las 12 m y parecían las seis de la tarde; mi mamá ordenó que nadie iba a salir ese día porqué lo que venía era agua.
Así que con ese frio, empezó a llover como a la una, era una lluvia fuerte y rica. Cuando nos asomamos al patio vimos a Leonel cerca de la alberca bañándose en un pantalón cortito y un poco aprestado, era un bóxer de esos como licra de color blanco. Ese parece ser el día que nos calentamos y nos calentó a todas para siempre.”
“Clemencia le dijo a mamá que quería bañarse, y todas dijimos que también queríamos, y nos metimos con la ropa que usábamos, incluso mamá que tenía un traje corto y sin sostén y una tanguita diminuta. Mamá en esa época estaba en sus treinta y tantos años y papá le llevaba 10 años. Era una mujer más oscura que papá, con unos senos pequeños pero firmes, muy bonitos y una pequeña cintura que terminaba en un culo grueso y prominente, como el de una avispa. No media más de 1.60.
Nosotras nos metimos peleando el chorro de agua que caía del techo y mi mamá mojada y con esa ropa trasparentada se fue a hablar con Leonel, nosotras que se nos marcaba todo también corrimos hasta donde ellos. Leonel apenas nos vio llegar se escurrió el agua de los ojos y tapo su pene con una mano que no lograba ocupar por el tamaño”.
-¿Tienes frio?, le dijo mamá.
-No señora, ¿y tiene usted? Eran visibles los pezones erectos y pardos de mi madre bajo su vestido de algodón. Nosotras titiritábamos del frio.
-Uyyy, siiiii, venteeee, metámonoooos en el chorro, le dijo. Y lo jaló de la mano y nos fuimos corriendo al rico y frio chorro.
“Mi madre ni nosotras le perdíamos vista al “primo” que dejaba ver en todo el aparato de su masculinidad, en reposo.
Yo le dije, cárgame primo, él miró a mamá y ella le dio la señal de si, él me alzó y yo me enrollé con mis piernas a su cintura. Él se reía dándome vueltas bajo el chorro y me llevó trotando alrededor del patio.
Pero la vista de mi madre y mis hermanas no salían de la entrepierna de Leonel. Vine a saber el porqué, cuando pregunto, ¿otra quiere que la cargue en burrito?
Al bajar sentí el roce de su trozo, gordo y jugoso, a medio temple; y fue cuando lo vi, estaba de lado y se le marcaba el glande de aceituna debajo de la fina tela de su interior, eso podía medir no menos de 20 cm.
Y mi mamá señalo a Lizet, pero ella dijo que no, pero mi mamá le dijo que sí y la jaló hasta donde él, entonces él se agachó y ella se trepó a sus hombros con ese vestidito que se le vino todo dejando sus piernas y nalgas al aire, que se comieron la pantaletas diminuta que usaba.
Mi mamá jugaba como una chiquilla, y le dijo, ahora que termines con Clemencia, me cargas a mí. Pero él era pura sonrisa. Le contestó: “-No se preocupe tía, que yo puede con usted.”
Clemencia al escuchar eso no quiso ser cargada, y ella tenía vestido que la dejaba prácticamente desnuda, se marcaban su bolitas de téticas y la raya gorda de su chocho moreno.
Pero él le insistió con una carita, invitándola a llevarla como caballito, y así la cargo por todo el patio hasta el chorro.
Mi mamá, entró y trajo de la nevera una vieja botella pequeña de aguardiente que le faltaban varios tragos para acabar, y le invitó una copa de esas llenas a ras, y le dijo: -Es para el frio y para que puedas conmigo.
Ella se apuró uno igual y se dejó cargar de brazos, él con esfuerzo la sostuvo y le dio una vuelta por el patio, y al regresar al chorro de agua, su pene estaba completamente erecto de medio lado. Al bajarla, mi mamá lucia torpe y agitada, con la vista brillosa por la lluvia y el trote que había sentido con Leonel.”
“-Juguemos a algo, propuso él.” Mi hermana Cleme gritó, ¡Al escondido! Mi madre dijo, No.
“-¿Tienen un balón?” Y yo entré y traje uno de plástico parecido al de microfútbol.
“-Este está bueno, hagamos los equipos.”
Todas aspirábamos con él. Propuso para equilibrar que mejor sería él conmigo en contra de mi mamá, Clemencia y Lizet, y además nuestro arco de palos enterrados en la tierra, mediría 2 mt y el de ellas 1 mt. Todas quedamos contentas y empezamos a jugar.
Ellas sacaron y Leonel le entró buscando la bola en las piernas de mamá y mis hermanas. Ellas lo abrazaban, lo jalaban, y él corría con el balón. Mi hermana Clame se le tiro a los pies, y vi con sus dedos entraban entre su entrepierna, que él al sentir la carne tierna de ella, la levantó y le preguntó si la había lastimado.
Ella se incorporó dejando ver parte de su chocho ya sucio de fango, se lo limpio con el vestido y seguimos jugando. Ellas tomaron la iniciativa, Leonel luchaba cuerpo a cuerpo por el balón, y Lizet al ver que avanza hacia su portería, no le quedó más remedio jalarle el bóxer por detrás, haciéndolo baja hasta sus rodillas y él cae al suelo. Fue entonces que mi madre exclama ¡Que cosa más linda tienes sobrino! Y se van ayudarlo a levantarse. Él se pone de pie alzando rápido su interior. Todas habíamos visto con asombro eso negro y venoso, largo y grueso que le colgó al primo casi a sus rodillas.”
“-El que meta el gol gana, sugirió él, algo nervioso.”
-Antes tomémonos otro para el frio y el ánimo Sobrino, agregó ella, y así lo hicieron.
“Se cobró la falta, y mi madre corría con el balón, sus pechos se le salieron por las manga anchas de ese vestido, y prácticamente jugábamos en tangas ya que con el agite no nos cubríamos nada. Leonel la abrazaba por detrás y ella se pegaba a él, él detenía a Clemencia por el frente y ella allí se pegaba. Y en otra jugada, volvió Lizet con su cara de mala, a jalar ahora sí, el flojo bóxer y el calló de bruces de nuevo al fango negro de ese patio.
El bóxer había quedado casi en las manos de Lizet, él se dio vuelta y quedó tendido en el suelo mostrando su hombría por primera vez sin pudor. Mi madre aprovechó y con Clemencia avanzaron dejándome por fuera del arco, y metió el gol mi madre. Y se vino corriendo con Cleme y se abrazaron a Lizet, y de pura recocha o morbo, se tiró encima de mi primo todavía tendido en el suelo.”
-¡Goooooooool! ¡goooooool! ¡GANAMOS!
“Y todas nosotras nos montamos sobre mi mamá celebrando. Pude ver como mi mamá estaba boca con boca con Leonel.”
Continuará…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!