Lucía, mi perdición
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por jere678.
Mi nombre es Esteban y ésta es la historia de cuando estuve con Lucía, la hija de mi amigo Carlos.
Ella es una chica de 22 años, de cuerpo normal, linda cara.
Yo soy estatura media, ojos marrones y tengo 31 años.
Un día suena el celular, atiendo y es mi amigo Carlos avisandome que se van a juntar a comer y tomar algo en la noche en su casa con amigos.
Acepté no muy convencido pero no me iba a venir mal socializar.
Carlos vive con su esposa Raquel y su hija Lucía, ella es hija única.
Llegó la hora de salir para la casa de Carlos y de camino pase a comprar una bebida para llevar y unos bombones para Lucía a modo de cortesía.
La cena transcurrió normal y después de finalizado el poste, tragos mediante, jugamos a las cartas.
En cierto momento se valentonaron todos para ir al casino.
Yo no acepté ya que nunca fui de jugar, así que decidí terminar mi cerveza y partir para mi casa.
Lucía alegó tener malestar y que se iría a dormir en seguida.
Salieron todos y nos quedamos hablando con Luci, después de un rato se nos empezaron a agotar los temas de conversación y la charla inevitablemente comenzó a tornarse para el lado del sexo.
Allí estábamos esta chica y yo, la hija de mi amigo y yo charlando de nuestras experiencias e inquietudes.
Ella me contó que tenía una compañera de trabajo que le parecía bastante atractiva y que sentía cierta curiosidad por probar estar con ella.
Yo le contaba que en varias ocaciones he hecho tríos con dos mujeres y que se ve lindo y ardiente, que si tiene la oportunidad no la deje pasar.
Las miradas eran cada vez más picantes y la temperatura comenzó a subir de a poco, la ropa a caer de a una prenda y la distancia a acortarse paulatinamente.
Así en un momento quedamos uno al lado del otro semi desnudos y mirándonos con cierta lujuria.
Lucía -¿Es idea mía o hace calor?
Yo -Si está algo caluroso.
Lucía -Me puedo sacar el pantaloncito que me molesta.
¿Verdad?
Yo -¡Claro! Es tu casa.
Dije y sonreí.
Y así es que que Luci se paró frente a mi dándome la espalda y de manera muy sensual comenzó a bajar el short dejando a la vista una tanguita violeta y una cola gloriosa.
De esas que dan ganas de morderlas.
Al terminar su acción se dejó caer sobre mí.
A partir de ese momento todas las palabras estuvieron de más.
Metí mis manos por debajo de su remera para comprobar que no tenía corpiño, le acaricie las tetas suavemente, las apreté, las estiré mientras permaneciamos en silencio y nuestra respiración se aceleraba.
Ella giró la cabeza para besarme mientras yo la recorría entera con caricias.
Lucía – ¡No sabes cuanto te deseo!
Yo – Yo también Luci.
Lucía – Soñé con esto miles de veces.
Yo – Entonces disfrutemos.
Baje mi mano y la pose sobre su pubis para acariciar su conchita, ya se sentía su humedad.
La verdad que la hija de mi amigo me tenía loco.
Le saqué la remera mientras ella se sacaba la tanga, le besé el cuello y fui bajando con besos hasta su pecho.
Besé una teta mientras le acariciaba la otra, le pasaba la lengua al rededor del pezón, pasaba mi lengua hacia arriba y hacia abajo sobre el pezón derecho mientras que al izquierdo lo pellizcaba.
Ella sólo decía "que rico".
Dos palabras que en ese momento eran embriagadoras.
Seguí bajando por su cuerpo recorriendola con besos mientras ella se acostaba suavemente en el piso del comedor.
Finalmente llegué a su sexo el cual debore con deseo.
Le separe los labios con dos dedos y pasé mi lengua desde abajo hacia arriba, la penetre un poquito con la puntita y sorbi su clítoris mordiendolo con mis labios.
Ella se retorcía de placer y yo gozaba escuchándola gemir.
Esa voz expresando placer y deseo era como miel, invadía cada recoveco de la casa.
Finalmente alcanzó el éxtasis, acabó mientras se retorcia y pedía más.
No queríamos que ese momento terminara nunca.
Con las piernas aún temblorosas se incorporó y quedó arrodillada delante de mi, estaba hecha una fiera, irreconocible.
Me quite el jean, el boxer y la camisa mientras ella miraba la escena con fuego en sus ojos.
Se acercó a mi pija parada y comenzó a lamerla, la recorrió entera con la lengua hasta la base, chupo las bolas y la empezó a mamar.
Lo hacía tan rico que me sentía en las nubes.
Se notaba que sabía lo que hacía, donde lamer, cuánto, como.
Le avisé cuando estuve por acabar e inmediatamente se detuvo diciendo que aún no era momento.
Lucía – Veni mi amor, vamos a la cama.
Yo – En tu cama vamos a estar más cómodos.
Lucía – no, mi cama no.
Me tomó de la mano y marchamos rumbo a las piezas cuando vi que entró a la pieza de Carlos.
La mire y me reí.
La verdad que me gustó la idea y le sumaba un plus de morbo.
Me acompañó suavemente hasta la cama, se subió arriba mío y comenzó a cabalgarme, se notaba que le gustaba llevar el control así que la deje hacer.
Esa noche fue un concierto de gemidos en el cuarto de Carlos, cogimos entre sudor y deseo y acabamos al unísono mientras nos mirábamos fijamente.
Finalmente lo que empezó como una incoación aburrida que casi rechazo terminó por ser una de las mejores noches de mi vida y me abrió nuevas puertas que no esperaba.
A partir de esa noche con la hermosa Lucía teníamos no uno, sino dos secretos: Que mi buen amigo Carlos se había convertido en mi suegro y que nuestra primera vez fue en su mismísima cama.
El primer secreto probablemente no dure demasiado ya que no podemos estar demaciado tiempo separados con Luci y el segundo es de esos que lo acompañan a uno a la tumba.
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