Mañana apasionada

Un berrinche que nos lleva a una mañana apasionada.

Vienes hasta mí mientras veo un partido en la TV, haces un berrinche porque dices que no te presto suficiente atención, trato de calmarte para continuar viendo el partido, pero vuelves a la habitación. Tomas un enfoque diferente regresas, esta vez sólo vienes con un jersey de mi equipo favorito y —¿será que así puedas ponerme atención? —preguntas coquetamente, arrancas mis pantalones cortos y te agachas permitiéndome ver el partido mientras comienzas a acariciarme con tus manos, masajeas mis piernas y juegas con mis bolas a la vez que comienzas a lamer mi tronco y cabeza, pasa el tiempo, sabes que eres mi prioridad ya no importa la TV, mis ojos están cerrados disfrutando de tus caricias.

Repentinamente te levantas, abro enormemente mis ojos, no comprendo como desististe de las caricias cuando estaba tan cerca, obviamente me conoces como la palma de tu mano. Colocas mi miembro entre tus voluminosas nalgas y comienzas a subir y bajar lubricado únicamente con mis propios fluidos; no  me permites hacer nada, sólo sujetas sensualmente tu cabello para descubrir tu alargado cuello, si intento tocar debajo del jersey o tus piernas, retiras mis manos  permitiéndome sentir sólo lo que tú decides. Aún así noto como tu respiración se agita y tu rostro de ruboriza, siento un calor  húmedo en mis testículos emanando de tu entrepierna, y tu cabeza dibuja círculos en el aire parece que estás perdiendo el control.

Te pones de pie y arrancas el jersey veo desde atrás caer y rebotar esos suculentos senos redondos que usas de forma magistral para hacerme cambiar de opinión o ceder ante tus caprichos cada vez que te apetece Parece que el calor está haciendo trabajo dentro de ti. No alcanzo a entender que pasa, te detienes aunque parece que quieres correr, yo  aun sentado  te tomo de ambas manos para evitar tu huida tengo ese precioso trasero frente a mí, comienza mi turno.

Te empujó sobre la mesa, te recuesto sobre ella sientes su frío contrastando con el calor en tu abdomen y en tus pechos a la vez que sientes el calor de mi aliento acercándose. Separó tus piernas y abro tus nalgas dejando expuesto tu ya babeante coño y tu precioso anillo trasero. Acerco por completo mi cara la pego estiro mi lengua tocando tu clítoris y comienzo un masaje rítmico y lento con mi lengua desde ese clítoris ahora inflamado haciendo todo el recorrido metiéndose en tu vagina para recolectar tu néctar y siguiendo hasta tu palpitante ano donde presiono para que entre la punta, así repito una y otra vez mientras escucho tus gemidos, casi gritos, una muestra audible de lo mucho que disfrutas. Mis manos acarician tus piernas y presionan tus nalgas, ya no es necesario introducir la lengua para extraer tu jugo, este ya escurre por si mismo embarrando el interior de tus muslos. Siento como se tensa todo tu cuerpo incluyendo las entradas que ya inútilmente intento penetrar con mi lengua.

El momento ha llegado, me pongo de pie y abro tus labios, coloco la punta de mi pene tocando tu clítoris y empujó hacia adelante dándole un masaje con el resto del tronco ya lubricado por tus propios jugos escurrientes regreso y empujó, sientes en tu clítoris el cambio entre la piel del tronco y de la cabeza, la protuberancia que lo recorre en esa transición. Te escucho gritar mientras repito una y otra vez el movimiento y jalo un poco tu largo pelo suficiente para levantar un poco tu rostro de la mesa, te escucho gemir tan fuerte y tan obscenamente, mis oídos me llevan al paraíso cuando comienzo a escuchar tus ruegos: «mételo ya, por favor!

La decisión es difícil entrar en tu caliente y muy  húmedo coño o en tu apretado y palpitante ano, cualquiera de los dos nos  provocará tanto placer que sería difícil de describir, tomo la decisión y voy por delante. En la primer estocada voy completamente hasta dentro produciéndote un alarido, jalo un poco más tu pelo para poder poner mi mano sobre tu garganta, aprieto un poco, suficiente para bajar el ritmo de tu respiración mientras mis movimientos a ritmo lento pero con fuerza producen el sonido de mi pelvis chocando con tus nalgas, pausados, salgo casi por completo y entonces entro de un golpe pero un poco ondulado ejerciendo presión hacia abajo y y entonces como una flecha hacia arriba, tu punto g es masajeado con este movimiento, tu respiración comienza a fallar por la combinación de asfixia y placer, aflojo la mano y entra el aire necesario para dejarte gritar «más por favor, no pares ahora».

Aprieto nuevamente un poco la mano en tu garganta mientras mi otra mano otra acaricia con la punta de los dedos tu columna vertebral desde el cuello hasta tu coxis lentamente. El ritmo de mis embestidas se acelera y cambia, ahora es un par de estocadas cortas tratando de presionar la cabeza contra tu punto g y un par de estocadas largas tratando de ir hasta el fondo como si quisiera fusionarme contigo, mi mano acariciándote a veces al llegar a bajo se despega para darte una nalgada suficientemente fuerte para sentir como se contraen los músculos de tu vagina, regresa a acariciar tu espalda y se repite cuando noto la relajación.

Cuando esa relajación no llega sé que tu orgasmo está en proceso, acelero la penetración suelto tu cuello me aferró a tus caderas con ambas manos y me preparo para las contracciones que parece que intentan morder mi pene, como si no quisieras que nunca se saliera y jamás terminará esa sensación orgásmica que estás sintiendo, ya no gritas, ya no gimes, da la impresión de que ya no respiras por algunos segundos. De repente te sacudes como convulsionándote tu vagina parece que hace movimientos como para ordeñarme y yo no puedo más, ¿Debo echarlo adentro?

Aunque quisiera, ya no podría salirme, tu interior se aferra a mi tan fuertemente y me exprime de tal forma que termino soltando todo dentro de ti, sientes como se infla el pene en tu interior para expulsar con presión un chorro espeso y caliente, luego se contrae brevemente para disparar un segundo y un tercer chorro, cinco quizá, antes de quedar palpitando y escurriendo gotitas apenas, tus piernas  mojadas con el líquido que expulsaste durante tu propio orgasmo tiemblan y parece que ya no te soportan más, las aflojas dejando tu peso sobre la mesa y al caer un poco me expulsas violentamente produciendo que tus jugos se combinen con los míos escurriendo en tus piernas, aún relativamente erecto lo coloco entre tus nalgas, y me recuesto sobre tu espalda y llegando mi boca a tu oído escuchas mi susurro «te amo».

Obviamente, el partido quedó en el olvido y nos vamos a desayunar.