manitas 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En casi todas las familias, vecindades y otros grupos que no viene al caso precisar, hay un manitas. En la mía y en todos los grupos sociales en los que participo, me ha tocado a mí. Tengo esa habilidad y es algo que arrastro desde crío. En algunos momentos es una papeleta, sobre todo ahora porque tienes que estar a la altura. En los tiempos que corren la tecnología se actualiza de forma arrolladora y obliga a cualquier “manitas” a reciclarse continuamente.
Tengo una vecina, una chica de mi tiempo, más que menos, que enviudo hace varios años. Vive en el piso de arriba, justo encima de mi vivienda. También es de la vieja escuela, cree que todo es reparable, como lo creía su marido, y cada vez que tiene un caso, llama por teléfono para avisarme, o dejarle recado a mi mujer o baja para ver si estoy en casa y puedo subir para resintonizar la televisión, porque se ha reiniciado el TDT, ver porque un enchufe no tiene corriente o el aparato que se enchufa falla o el despertador que no se pone en hora con el cambio de invierno a verano o verano a invierno. También le pasa con el teléfono y algún que otro grifo, la cisterna del WC y en alguna ocasión, para pedir asesoramiento sobre alguna compra que quiere realizar. Hay confianza que se dice.
En una de esas averías en las que había dejado de verse el televisor de la cocina porque se había soltado el cable de la antena, metió la mano en el bolso de la bata y sacó un tubito de unos 8 cm de largo y 2 de diámetro. Me explicó que pulsando en uno de los extremos se ponía en marcha un motorcito que tenía dentro. Pero había dejado de funcionar. Ahora pulsabas y no hacía nada. Me indicó que le había cambiado la pila por si estuviera gastada, pero que aun así seguía sin hacer nada y el caso es que le venía bien que funcionara, que era un recuerdo de su marido, que no le había fallado en años, pero que si se lo arreglaba pues mejor que mejor.
Allí delante de ella lo abrí, saqué la batería, verifiqué los contactos pensando en que alguno estuviera sucio y dificultara el paso de la corriente, ya que solo utilizaba una de una pila de tres voltios, de las de las antiguas cámaras fotográficas de película, con la que se alimentaba para funcionar y no encontré nada que diera pistas sobre la avería que le aquejaba.
El chisme no tenía ninguna inscripción, ni dentro ni fuera, que diera una pista de la marca o el modelo para localizarlo y averiguar algo más sobre él. Le dije que me lo llevaba y que lo miraría y comprobaría en casa y miraría de desmontarlo para ver si le encontraba alguna solución.
Ya en casa, medio desmontado, al puentear el pulsador note que funcionaba. Con él en funcionamiento me di cuenta de que aquello era algo más que un tubo con un motorcillo, vibraba.
Con un poco de paciencia desmonté el tapón en el que se ubicaba el pulsador y reconstruyendo con un hilo y un poco de estaño la pista del circuito por la que llegaba la corriente al cursor de cambio de velocidad, quedo funcionando. Después de montarlo, pulsando se ponía en marcha hasta que se volvía a parar, con pulsaciones sucesivas vibraba hasta con tres velocidades. Sellé con un poco de pegamento de contacto y fui a devolvérselo.
Abrió la puerta, pasamos al salón y le dije: Te lo he reparado, pero no creo que esté para muchos trotes, deberías ir buscando otro, porque éste a lo mejor te falla pronto y no creo que tenga más reparaciones.
Lo compro en vida Samuel y no sé ni donde ni como lo consiguió, porque ya tendrá más de10 años, dijo.
Con ese tiempo, es que no tiene mucho uso, dije yo.
¡Qué dices!. Dijo sonrojándose y tapándose la boca.
Mujer, pues entonces es que es muy bueno, pero deberías ir buscándole un sustituto, ya le debe de quedar poco.
¿Tú sabes para qué es?. Me preguntó.
Claro, nosotros también tenemos uno, le contesté.
¡Vaya!. Creía que yo era una excepción, Samuel lo usaba para no cansarse. Como estaba delicado, no tenía mucho aguante y, con esto era más rápido y así me iba mejor. El disfrutaba mucho viéndome gozar.
¿Y solo usas esto?, pregunté.
Tengo también una porrita, que uso raras veces, pero me cuesta mucho, porque a mi edad no funciona bien siempre.
Toma, como a nosotros. Pero eso tiene arreglo.
¡Ya!. Ya lo sé, pero me corta esperar a mojarme. Ahora llevo sin aparatito 10 días y tuve que hacer un esfuerzo para dártelo.
Mujer, es normal.
¿Y vosotros para que lo usáis?.
A Emi le cuesta empezar y con esto es más rápido y suave, nos facilita las cosas y así tolera, cuando consiente que se lo acerque. Con esto me cumple más a menudo. ¡Se le olvida hacerlo!.
¡Pues vaya!. A mí que cada tres o cuatro días y en las noches de insomnio me viene bien. Se me ha hecho una costumbre, desde que lo descubrimos. Él me conocía y siempre me cumplía ayudándose con esto, sobre todo al final,.
¡Qué bien!. ¡Qué suerte la tuya!.
Los dos estábamos frente a frente, nos habíamos aproximado el uno al otro, casi nos rozábamos y en el silencio ella dijo.
Ahora lo estoy necesitando. Después se aproximó, me abrazó y esperó mi respuesta.
¡Yo también!. Me vendría bien, pero no sé cómo empezar contigo. Apunté yo
Los besines en el cuello son muy ricos. Dijo.
Empezamos a buscarnos, nos sentamos en el sofá y retorciéndonos, ambos nos centrábamos en el cuello del otro. Llevé mi mano a sus muslos y ella a palpar mi bragueta. Me dejó entrar hasta el fondo.
Que bien que no tienes bragas.
Me estaba tocando cuando llamaste.
No había acabado de poner mi mano sobre su pelvis y cubrir su coño cuando sentí abrirse su tajo por la leve presión de uno de mis dedos. Con solo rozar su clítoris, tuvo el primer orgasmo. Me soltó y tirando de la bata, sacó un pecho. Lo que siguió, me desconcertó.
¡Chupa!. ¡Chupa Cabrón!. Hasta que pierda el sentido. Chupa y mete la mano hasta dentro, que estoy que reviento de lo guarra que me he puesto. Con la otra mano ella buscaba en mi entrepierna sin conseguir nada.
Me incorporé, abrí su bata, separé sus piernas y me amorré al coño. No había puesto la lengua en el pozo cuando soltó: ¡Hijo Puta!. Aaaaarg. Cuanto tiempo sin sentir esto. ¡Chupa Cabrón!. Lámelo, …..uuum. Chúpalo . Muéééérdelo. Eso, mete algo que me llene, aunque me reviente.
Estaba como poseída. Movía la cabeza de un lado para otro, con una mano amasaba una teta y con la otra sujetaba mi cabeza mientras gruñía. ¡Vaaaaaya corridoooooooón!.
Yo sentía palpitar y engordar su clítoris entre mis labios y como su coño succionaba los dos dedos que le estaba metiendo, que se iban solos para adentro.
¡Y decías que estabas seca!. ¡Vaya corrida que te estas pegando!.
Se incorporó y me apremió. ¡Saca la picha!. ¡Sácala que estoy ardiendo!.
Me puse en pie, me descalcé y me baje los pantalones, ella se fue hacia la mesa, la despejó , se sentó y se tiró par atrás .
¡Ven!. ¡Ven p’aca! Y déjame ver tu aparato.
Yendo hacia la mesa descubrí mi pene.
¡Vaya Poya!. ¡Me la vas a meter aunque me revientes!. ¡Jódeme!. ¡Quédate a gusto!.
Se echó para atrás, levantó las piernas y sujetándose las rodillas, dejo abierto todo el chocho. Vaya coño. Estaba al rojo blanco. ¡Qué imagen!, nacar puro. Nadie podría olvidar una cosa así.
Fui para allá, guié y enfrenté el capullo y nada más ponerlo en la entrada, parecía que los labios lo besaban con furia chupándolo. Metí todo el capullo, mientras su coño pulsaba y al poco empecé a notar cierta resistencia. Ella hizo una mueca y paré.
Estoy cerrada, no se cuanto hace que no entra nada tan gordo ahí. ¡Empuja Cabrón! y dime algo fuerte, ¡me excitarás más!.
Empecé a empujar, a meter y sacar poco a poco. No había metido la punta y se corrió otra vez. Metí la punta y un poco más, su coño succionó el resto, era mejor que cualquier mamada de las que me habían dado. Ya la tenía toda dentro y tocando fondo. Con el vaivén empezó a salir la mezcla de su corrida, un montón de baba espesa que hacía que ahora chapoteara contra sus nalgas cada vez que llegaba al final.
Yo ya estaba también ciego cuando le dije: ¡Me corro, Puta!. Y me fui como hacía tiempo que no me iba. Me derrengué sobre ella. Que corrida y que flojera después.
Ambos tardamos en recuperarnos unos minutos y en esto ella dijo: Levanta y tírate en el sofá. Yo aún estaba al palo, no se me baja así como así y solo era la primera corrida.
Tiró la bata al suelo y se sentó entre mis piernas. Me la agarró, para llevársela a la boca. Las tetas evitaban que se me enfriasen los huevos.
¡Vaya bastón que te gastas!. Esto es una picha con mayúsculas. Empezó besando el capullo y succionándolo, a continuación empezó a lamer el tronco, bajando y abriendo la boca y mordiendo, hasta que llegó a los huevos. Los acarició, succiono y besuqueo. Siguió tronco abajo, besando y lamiendo el periné, mientras me la meneaba. Me obligó a espatarrarme y empezó a besarme y lengüetearme el orto. No bien lo había humedecido, empezó a pulsarlo con un dedo.
Tranquilo mi rey, que te va a entrar suave, que lo estoy mojando en mi coño para suavizarlo. ¡Verás que bien!. Que te tengo que responder del placer que me has dado.
Lo metía un poco, volvía a lubricarlo y volvía a meterlo más. Cuando lo tuvo todo dentro, empezó a moverlo mientras succionaba el capullo. En cuatro meneos me volví a correr. Lo poco que tenía lo chupó con gula y luego dejó caer la cabeza hasta engullir la mitad de la picha, le dio una arcada, y se sentó a descansar.
La falta de práctica, dijo, y se levantó.
¡Eres una hembra soberbia!.
Y tú tienes una poya que me tienes que enseñar más veces. Mientras podamos, vamos a dejar de pasar hambre, ¿Te parece?. Subes cuando puedas y si no hay moros en la costa aprovechamos. ¿Te ha gustado?
¡Me ha encantado!. Eres una bruja puta. Con un coño inmenso y una boca dulce. ¡Vaya mamona! . A que Universidad fuiste a aprender a follar.
Como me empieces a hablar así me pongo loquita y no sé lo que voy a hacer esta vez.
Pues entre pitos y flautas, llevamos aquí una hora. Me tengo que ir. Ya seguiremos.
Si, hay que ser comedidos.
Nos recompusimos, yo más que ella, que tenía que lavarme un poco y vestirme. Nos dimos un pico de despedida y cuando llegue a casa, no había nadie.
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