Maratón de Fiestas Patrias
El retorno a la normalidad con mi esposo de regreso a casa..
Por fin, el viernes en la noche llegó mi marido. Casi dos semanas de ausencia me tenían con un deseo intenso de ser cogida. Al no tener la verga de mi marido al alcance, ni la de mi amante porque éste andaba de vacaciones con su esposa, ocurrió algo similar a lo que había hecho hace 16 años: conseguí mi primer amante (pueden leer en “EXTRAÑO TU BOCA, Y TÚ A LA MÍA” que escribimos mi amante y yo con los recuerdos de entonces; además, cómo obtuve al segundo amante lo publiqué en el relato anterior «Inició en el bus»).
A las cuatro de la tarde, llegó mi marido. Mis hijos y yo lo esperábamos con alegría. Además, era el festejo de independencia de México, por tanto, habíamos preparado comida mexicana, la cual disfrutamos agasajándolo. Mi esposo me decía al oído “Quiero cogerte ya, mamita, no me fueron suficientes las jaladas que me hice viéndote encuerada en las video llamadas”, y es que acostumbramos pajearnos así en las noches que él se encuentra lejos.
Al terminar de comer, mientras nuestros hijos lavaban los trastos, nosotros reposamos la comida, acariciándonos y viendo la televisión. Nos llevamos la botella de Tequila a la recámara y comenzamos a festejar la Independencia de México, aunque yo no acostumbro tomar mucho, esta noche no me importaró. Tomamos la mitad de la botella mojándonos y chupándonos. Ramón metía el pene en el vaso tequilero, y apenas lo sacaba, yo se lo chupaba; mientras yo chupaba, él metía uno de mis pezones y al sacarlo me mamaba así nos acabamos dos de esos vasos.
Me puso bocarriba y me penetró besándome. ¡Qué bien me sentía con esa pinga que me estrenó! Nos vinimos pronto. Seguimos tomando y borrachos volvimos a coger. En mi borrachera, le acaricié la frente con mis dos pulgares “¿Qué tengo?”, me preguntó, le iba a contestar que tenía cuernos, pero, aunque estaba borracha, no lo dije. Nos quedamos dormidos haciendo un 69. Al amanecer, después de que me dio mi bibi con mucha leche, nos bañamos y me dio por el culo. Me sentí feliz.
Salimos a ver el desfile cívico militar y comimos fuera, todo el tiempo tomados de la mano, abrazándonos y robándonos besos uno al otro. Aunque ya no estamos jóvenes, nos comportábamos como dos enamorados, casi como lo hacen los adolescentes.
En la noche, después de cenar, seguimos con el “riqui, riqui rán”. La cama rechinaba de lo lindo, me dio leche por todas partes, incluso le hice una cubana y el semen que salió me lo distribuí en las tetas mientras mi marido yacía cansado. Al amanecer, lo obligué en un 69 a darme mi ración de leche para mi desayuno. Se quedó acostado y salí para ir a misa.
Iba yo en el atrio del templo, cuando ¡vi llegar a Amador!, y sentí mucha humedad en la entrepierna. Al parecer él también iba a misa.
–¿Vienes sola? –me preguntó en voz baja, muy discretamente.
–Sí, pero ¿por qué vienes a misa a este lugar, si te quedan más cerca otros templos?
–Tú me habías contado a dónde y a qué hora acostumbrabas venir a misa el domingo. Ya llevaba yo casi una hora de espera porque te quería ver, aunque fuera de lejos –y me sentí complacida, ¡eso merecía un premio!
–Pues ya sacaste boleto, prefiero ir a tu casa, si es que puedes darme “un rapidito” –le dije con el cinismo al que me obligaban el amor y la calentura que yo sentía.
–¡Claro que puedo y quiero! –me contestó, pidiéndome que lo siguiera a su automóvil.
Me puse el velo para evitar que alguien me reconociera y subimos a su carro donde nos besamos con efusividad. En el trayecto le informé que sólo disponía de una hora y deberíamos aprovecharla muy bien, pues debía regresar a casa con mi marido.
–¿Por qué no vino él contigo? –preguntó.
–Pocas veces puede acompañarme pues queda rendido después de que me da su semen en la boca –aclaré con el descaro.
–¡Es que con esa hermosa boquita deslechas a cualquiera! –dijo al abrir la puerta automática de la cochera.
–Le saqué lo poco que él había producido desde la madrugada, en que le hice la ordeña anterior –advirtiéndole así con lo que se iba a encontrar.
No había tiempo para preámbulos, cada quien se encueró a sí mismo muy rápido. Noté que mi pantaleta estaba mojadísima, y parte de esa humedad era atole que hice con mi esposo. Amador traía el pene crecidísimo y babeante.
–¡Sácame la leche con tu boca, nena! –me exigió tumbándome a la cama y colocándose en 69.
Tomé la pantaleta y le restregué la mezcla que ésta traía, la cual me sirvió de lubricante para jalarle el tronco mientras le chupaba el glande, después probé el mismo sabor del atole que Amador estaba saboreando. Mamamos como desesperados. “¡Qué rico sabes, nena, mejor que las veces anteriores!”, gritaba y me seguía chupando. “Es que mi marido estuvo allí, y su leche es muy rica”, contesté. Yo soltaba chorros de flujo que Amador bebía con deleite y él me soltó pronto un par de ráfagas de su amor. Sin detenerse a descansar, se acomodó en posición de misionero.
–Nunca había probado algo así de rico, ¡con razón le gusta a tu amante esto! –dijo al encajarme todo el falo de una sola estocada, refiriéndose a que a Bernabé le gusta chuparme cuando estoy muy cogida.
Su turgencia no se había desvanecido y me sacó muchos orgasmos, uno tras otro. Con el pito adentro de mí se puso a mamarme las chiches; al inicio, al saborear la leche de mi esposo que yo me había untado en el pecho, se detuvo un poco, pero mamó después con más gusto. “¿Está rico el esperma que mi marido me dio en la cubana que le hice?”, pregunté con desfachatez. “¡Sabe riquísimo!”, contestó al cambiar de pezón. ¿Por qué les gusta la leche de mi marido?, misterio…
Ahora me tocó acostarlo y lo cabalgué, pero no se vino. Le chupé los huevos, menos chicos que los de mi marido, pero sí me cupieron juntos en la boca, con algo de esfuerzo. Ya habíamos pasado casi 90 minutos en la cama y nos vestimos.
Le pedí que me dejara cerca del templo. Pasé a la panadería cercana y compré el pan, como es frecuente los domingos. Llegué a la casa, puse café y fui a despertar a mi marido. Me encueré y me puse en 69. “
–Puta, hueles mucho a cogida –me dijo dándome unas chupadas deliciosas y soltó un pequeño chorro de semen en mi boca.
–A mí me gusta el sabor de tu leche, y eso es lo que estás probando, la que me has dado desde que llegaste, ¿verdad que está rica?
–¡Está riquísimo!, pero sabe más a ti que a mí… –dijo volviéndome a lamer.
Nos levantamos a desayunar y nos volvimos a encamar. ¡Lindo domingo! Le pidió a mi hija que fuese a comprar unas raciones de menudo. Cuando ella regresó, nos levantamos a comer. Descansamos en bata en la sala viendo una película. “Vamos a ver una que nos guste”, me dijo al oído. No s fuimos a la recámara a ver videos porno mientras cogíamos y tratábamos de emular a los actores porno.
–¡Uta, esa no podemos hacerla! –exclamó cuando a la muchacha la hacían “sándwich”.
–Pues deberás clonarte –le contesté.
–¡Esa tampoco! –volvió a mencionar cuando dos mujeres se agasajaban con el muchacho.
–¿Ya te fijaste que esa señora gorda a la que le están mamando la panocha se parece a la chichona y nalgona que es esposa de tu amigo Pedro? –le dije en referencia a un amigo de él, se quien conté en “El juego de los celos” – Seguro que así sí estarías feliz…
–Feliz, pero también contigo, no niego que la chichona me lo paró –dijo, y me dieron ganas de proponerle coger con ellos.
–Pues si vienen los dos quizá podamos hacer algo… –dije y me metí la verga a la boca– ¿Cómo sabrá la leche de otro? –dije antes de volver a metérmela.
–¡Puta! –exclamó y me empezó a follar hasta venirse.
–Ésta sabe rica. A lo mejor también te gusta la de Pedro en la pepa de su mujer… –le aspeté antes de limpiarle el pene con la lengua.
–Puta…
A la mañana siguiente, después de tomar mi lechita en bibi de carne y darle su desayuno para que se fuera a trabajar, me fui a ver a Bernabé, quien me abrió la puerta de su estudio ya encuerado y con el pito erecto.
–Por lo que he leído, no perdiste tiempo para putear, mamacita –me dijo antes de besarme y subirme la falda para que sintiera su tranca en el abrazo.
–Vamos a la cama, quiero que me cojas –le supliqué después del beso ardiente.
–Traes atole hecho con tu marido? –preguntó al bajarme los calzones para chuparme, sin haberme desnudado.
–Sí, como siempre, pero ayer también me tiré a Amador –le respondí–, pero quizá mi marido se tomó toda la ordeña que hice con mi pepa…
–¡Puta y más puta! –gritó para chuparme con más fruición.
Cuando se levantó, yo también lo hice para desvestirme y le platiqué lo que pasó en camino a la iglesia. Se puso muy arrecho.
–A ver cuándo lo vamos a visitar, para divertirnos los tres, a las putas hay que aprovecharlas bien –me dijo, abriendo esa posibilidad.
¡Qué envidia, mi amor! Quisiera vivir cerca de ti, como amador y Bernabé, para gozarte seguido. Tú eres un torbellino haciendo trío.
Sólo he hecho uno, y el torbellino fueron Tú y Bernabé, yo me dejé llevar. Espero que Amador no se eche para atrás cuando se lo proponga pues es delicioso ser amada por dos al mismo tiempo. También fue caliente ver el 69 que hacían ustedes.
Para pronto, tómale la palabra a Bernabé, y pon al tanto a Amador, para que te los tires juntos. ¡Qué deliciosos sandwuichitos te van a hacer!
Ayer, mientras estaba entre los brazos y piernas de mi amante Bernabé, él me insistió, pero no sé cómo pedírselo a Amador. Sigo chorreándome de ganas…
No, no te pasa lo mismo que me pasó a mí. Tú sí eres una puta. Lo bueno es que sí vas por buen camino para tener tu rebaño de machos lecheros. Disfrútalos, solos o en manada…
Sí, acepto que me gusta el buen trato, pero aún no me acostumbro tener que atender a tres. Me gustaría ser tan desparpajada como tú, pero no quiero lastimar a mi marido.
¡Tres hombres en el mismo maratón! Habrán sido como 10 ordeñas, la mayoría al buey que tienes en casa, como debe de ser. ¿Cuántas venidas tuyas?, ¡fácilmente unas 30 o 40!
Además, promesa de tríos frecuentes. Dos o tres cogidas extramaritales a la semana, ¡Qué envidia!
Sí, ¡es divino! Esos días acabo cansadísima, y ellos también, pero me gusta abrir mis piernas para darles gusto a mis amores.