Marcelita 01
La dulce y prohibida historia de amor entre un hombre y una niña..
El amor es algo sumamente sorprendente y, más aún, las cosas que suceden en él. Dicen que para el amor no hay edad, pero lo que no se espera es este tipo de amor entre una niña y un hombre adulto; sin embargo, en ocasiones el deseo y la lujuria triunfan.
Marcelita era una pequeña de 4to. de primaria a punto de cumplir 9 años; vivía con su aún joven madre de 34. En el colegio, los niños de su edad, o incluso mayores, buscaban cualquier excusa para acercársele en el receso o a la hora de la salida. Era un tanto tímida, pero tenía una increíble sonrisa adornada por unos labios preciosos, unos bellos ojos café y una melena lisa castaño claro que le caía hasta media espalda y que enamoraba a cualquiera. Era de piel blanca y un cuerpo obviamente nada voluptuoso. Con su 1.34mts de estatura y apenas 26kg. de peso, Marcela era más bien flaquita; tenía unas piernas finas, pecho totalmente plano propio de su edad, unas caderas casi inexistentes y un lindo y respingón culito. Con un cuello muy estilizado y un rostro afilado, Marcela era toda una muñeca que se ganaba miradas. Le encantaba salir a la calle y que todos la miraran.
Desde que tenía cinco años se había criado sola con su madre Camila, ya que su padre tuvo que trasladarse hacia otro país por temas de expansión empresarial y con el tiempo sobrevino el divorcio. Solo lo veía una o dos veces por año. Su rutina era la de cualquier niña de su edad: entre semana se levantaba muy temprano para ducharse, cepillar su cabello, vestirse con su uniforme y tomar un breve desayuno porque la madre siempre le insistía en que debía hacerlo para mantener las defensas altas, etc. A Marcela le encantaba algunos días adornar su cabellera con algún lacito rosa, simplemente porque sí, resaltando un toque de inocencia infantil. Cada mañana, su madre la llevaba al colegio personalmente. A las tres menos cuarto de la tarde, Camila recogía a su hija luego de clases y tras compartir la comida se iban juntas al trabajo que Camila tenía por las tardes que era de auxiliar contable en un despacho de abogados. Allí, la niña aprovechaba por lo general para avanzar con sus tareas o simplemente distraerse en la computadora de Camila. Al llegar las ocho de la tarde, ambas, madre e hija, se desplazaban a su domicilio para completar así una singular rutina que llevaban con mucha tranquilidad. Marcela generalmente le platicaba todo a su madre. Camila llevaba unos pocos meses laborando en ese despacho, pero se le daba muy bien y en la oficina todos les tenían mucho cariño a ella y a su hija. Camila había pillado ese trabajo por las tardes para poder generar los ingresos extra y así poderse dar una buena vida con su niña. En fin, este trabajo le permitía a Camila compaginar bien con sus labores de administradora de empresas en otra compañía por las mañanas y el hecho de prácticamente ser madre soltera.
En una tarde cualquiera de viernes, luego de volver a casa, Marcela entró corriendo a su habitación, cerrando la puerta con seguro. Camila se percató de ello, pero no le dio mayor importancia. La niña inmediatamente se arrancó la falda a cuadros que llevaba por parte baja de uniforme escolar y se tumbó en su cama con las piernitas abiertas. Sin siquiera quitarse la blusa y los zapatos, Marcela se tocaba torpemente su rajita que se le marcaba por encima de sus delicados pantis blancos de algodón mojados justo en la parte que hacía contacto con su tesorito.. Con la otra mano, sostenía el móvil que había debido de extraer del bolso de Camila de camino a casa. En la pantalla del aparato se proyectaba una película porno. Sin saber realmente porqué, la respiración de la niña se entrecortaba y esta percibió unos calores que le recorrían toda su espina dorsal. Sus hermosos ojos cafés se iluminaban con la clásica escena de una veinteañera haciéndole sexo oral a un hombre robusto de unos 40. Al ver esto, Marcela mordió su labio inferior mientras deslizó su mano por debajo del elástico superior de sus braguitas. Apoyó el teléfono en una almohada y sin dejar de tocarse, con su otra mano desabrochó desesperadamente su blusita escolar blanca. Con la blusa abierta y una infantil camiseta interior a la vista, tomó nuevamente el móvil y adelantó un poco la peli. Ahora el hombre bombeaba a la chica por detrás. Esto hacía que la respiración de la niña se acelerara y esta soltaba unos gemiditos apenas audibles. Marcelita no sabía muy bien qué hacer o cómo tocarse, pero percibía una sensación muy rica y agradable al pasar sus deditos por encima de sus delicados labios vaginales. Marcela se estaba masturbando por primera vez en su vida, al menos la primera vez consciente de ello. Antes ya había percibido alguna sensación parecida al rozarse casualmente con algún mueble o montar en bicicleta, pero nunca lo había explorado más allá. Camila siempre la había reprimido de alguna manera diciéndole que no era adecuado que las niñas de su edad se tocaran sus partes íntimas. Fue Lucía, una compañerita de Marcela, quien esa mañana le había mostrado un video parecido en los baños del colegio. Y había sido nada más llegar a casa para que Marce diera rienda suelta a algo hasta ahora desconocido. Había estado aguantándose toda la tarde.
De vuelta en aquella habitación, los pantis de la niña ya estaban a la altura de sus tobillitos. Ella, tumbada en diagonal sobre su camita de princesa, continuaba tocándose torpemente su rajita virginal. No sabía cuánto tiempo le queda hasta que su madre se diera cuenta de que el móvil no estaba en su bolso y comenzara a buscarlo. Marcela ya no daba más de sí. Humedecía con su lengüita sus perfectos labios rosa mientras con su dedo índice buscaba desesperadamente tocar la zona que más gustito le daba: su delicado clítoris rosado en forma de botoncito. Ya ni siquiera veía la pantalla del móvil. Poco a poco se acercaba al lumbral de lo desconocido. Una pequeña gota de sudor bajaba por su pálida frente. Podía sentir como si quisiera hacerse pis. Se tocaba tiernamente los labios menores de su panochita jamás explorada. En la habitación adornada con motivos en rosa, peluches y una que otra muñeca propia de su aún niñez, se podía adivinar un peculiar aroma que anunciaba el despertar sexual de una pequeña niña de 8 años. Estaba mojadísima. Los inocentes deditos de Marcela estaban a punto de provocarle el primer orgasmo de su vida cuando, de la nada, tres golpes en la puerta interrumpieron ese vaivén de nuevas sensaciones:
<<¡Mi amor, ya está la cena servida!>> Era Camila, al otro lado de la puerta de la a habitación de Marcela. Como pudo, la niña se incorporó y con voz entrecortada atinó a responder: <<Vale mamá. Me… me estoy poniendo el pijama, ah… ahora voy..>> Apenas volviendo en sí, Marcela se subió las braguitas rápidamente y terminó de quitarse el resto del uniforme para ponerse un pijama de princesitas de Disney y a toda prisa bajó a cenar. Sin que la madre se percatase, Marcelita colocó hábilmente el móvil en el bolso y la cena transcurrió sin mayores sobresaltos.
<<Mi niña, tienes la carita coloradita.>>
<<Sí ma, es que a la hora del recreo hemos estado un rato al sol>>, respondió la niña con agilidad.
En esa zona los primeros días de septiembre suelen ser muy cálidos y soleados, por lo que Camila no le dio mayor importancia. Terminaron de cenar y se fueron a sus respectivas habitaciones a descansar después de un intenso día. Esa noche a Marcelita le recorrían las imágenes que había presenciado en el móvil de su madre. Acababa de descubrir un nuevo mundo para una niña de casi 9 años. Antes de meterse a la cama, se acordó de que no había tenido tiempo de quitarse la ropa interior con las prisas tras casi ser pillada por lo que se bajó el short del pijama y volvió a quedar solo en braguitas. Era el mismo panti blanco usado durante todo su intenso día que a esas alturas desprendía un olor celestial producto de la mezcla de fluidos de su virginal vaginita, sudor, caca y una que otra gota de pis. Ella lo percibió al quitárselo y tenerlo entre sus manitas. Sabía que no lo podía meter así en el cubo de la colada porque Camila se daría cuenta, por lo que escondió la prenda debajo del colchón de su cama… No tardó mucho en quedarse profundamente dormida. A la mañana siguiente, la niña se levantó temprano, se vistió con un casual vestidito de verano para ir al parque y luego al centro comercial con su madre. Volvía a ser la misma niña inocente que quería que la compraran todos los helados y chuches del mundo. Ni rastros de la noche anterior. El fin de semana transcurrió con toda normalidad.
Al llegar el lunes al mediodía, Camila ya esperaba a su pequeña hija a la salida del colegio para, luego de compartir un almuerzo improvisado, dirigirse ambas al buró de abogados en el que la mujer trabaja de tarde. A lo lejos apareció la figura inocente de Marcelita. Esta vez había optado por hacerse dos colitas en el cabello.
– <<¡Hola, ma! Perdona la demora.>>
– <<No pasa nada mi amor, ¿nos vamos? Que se me hace tarde. ¿Qué te parece si pasamos por unas hamburguesas con queso?>>
– <<Hoy no tengo mucha hambre ma, pero lo que tú digas.>>
Así llegaron madre e hija a la oficina luego de comer. Al entrar, en el pasillo principal se encontraron con un par de hombres de traje. Se trataba del dueño de la firma y de un nuevo empleado, un joven abogado recién contratado. Jorge, el dueño de la firma saludó a Camila y aprovechó para presentarle a Fabián, el joven litigante:
<<¡Camila! Mira, él es Fabián, de quien te había hablado. Me gustaría que trabajaran de la mano aprovechando tu experiencia administrativa para que vaya conociendo la empresa.>>
<<Vale, perfecto>>, respondió Camila.
<<Bueno, os dejo para que se conozcan>>, concluyó Jorge y se fue a su despacho.
<<Mucho gusto, Fabián. Mi nombre es Camila y esta es mi pequeña princesa, se llama Marcela.>>
Mientras tanto, la niña, tímida por naturaleza, intentaba esconderse detrás de Camila.
– <<Mucho gusto Camila, ¡finalmente nos conocemos!>>, dijo Fabián.
Se saludaron casualmente de besos en la mejilla.
– <<Hija, no seas descortés y saluda a Fabián.>>
– <<Ho, hola>> – alcanzó a vocalizar Marcela con voz finita.
El hombre se inclinó un poco y le dio un beso rápido en la mejilla derecha a la pequeña que se paró de puntillas para alcanzar el rostro de Fabián. La niñita lucía un poco superada por el momento. Fabián, por su parte, echó un disimulado vistazo a Marcelita mientras sostenía una trivial conversación con Camila; este recorrió con su mirada la angelical figura de Marcela: sus zapatitos negros, sus calcetas blancas hasta debajo de las rodillas, sus delgados muslos, su falda escolar… su rostro encantador, las coletas de su cabello… Paralizado, el hombre parecía desnudarla con la mirada mientras asentía con la cabeza a cualquier cosa que Camila le dijese. La niña, con la mirada hacia abajo, ni se enteraba. Mientras los tres caminaban hacia la oficina de Camila, Fabián se rezagó intencionalmente unos metros y aprovechó para acercarse lo más que pudo a la niña y caminar por detrás de ella para percibir su olor de princesa. Pensó en sus adentros: <<Qué niña tan linda, tal y como me encantan…>>
Los tres entraron a la pequeña oficina de Camila. Esta le desbloqueó a Marcela su ordenador para que lo utilizara mientras se ponía al día con Fabián, quien disimuladamente continuaba observando cada detalle de la niña quien estaba en su mundo con los ojitos fijos en la pantalla del ordenador. Así estuvieron buena parte de la tarde hasta que el hombre se quedó sin pretextos para seguir en la oficina de Camila. Cuando percibió que su tiempo se terminaba, pensó que debía asegurar el próximo encuentro con Camila y su hija de quien había quedado instantáneamente cautivado. Pensó en sus adentros que podía aprovechar esta nueva situación profesional para acercarse a ambas y entablar una relación que le permitiera estar más y más cerca de Marcelita y así dar rienda suelta a sus más bajos instintos.
Fabián recién había dejado la facultad luego de concluir con sus estudios de maestría en derecho internacional. Tenía 32 años, era de complexión atlética media y de 1.82 de altura. Venía de una acomodada familia de abogados, por lo que el tema económico jamás había sido un problema para él. Aun así, Fabián se había comenzado a labrar una prometedora carrera profesional por su propia cuenta. Era poco apegado a sus padres por el mismo sentido de independencia. Tenía relaciones ocasionales con mujeres tras su último noviazgo hace ya varios años, sin embargo, sentía que algo faltaba en su vida, pero no sabía qué. A pesar de tener apartamento propio y ser un profesional joven, no entendía por qué se sentía incompleto. No lo comprendía y eso lo amargaba. Durante su vida amorosa, Fabián había tenido algunos roces con mujeres de diferentes edades, algunas mayores que él y otras mucho más jóvenes, pero en los últimos meses y tras largas horas en internet había descubierto una nueva fascinación que hasta el momento no había conseguido explorar en el mundo real: el gusto por las niñas…
<<Muchas gracias por la inducción, Camila. Eres muy paciente conmigo, ¡te debo una! Ahora ya no estaré tan perdido con las cosas del trabajo, de verdad que estoy muy agradecido por tus atenciones, me has dedicado toda la tarde a resolver mis dudas y darme los mejores consejos. Tenemos que quedar algún día los tres para un café para devolverte el favor>>, dijo Fabián. <<Estoy a la orden. Ya verás que muy pronto te sentirás más integrado a la compañía>> respondió Camila, quien estaba genuinamente encantada con Fabián por lo profesional de este. <<Te tomo la palabra del café, por nosotras encantada>>, remató Camila de forma inocente. Ambos adultos se despidieron con un formal apretón de manos, cosa que sorprendió a Camila puesto que más temprano el saludo había sido de beso en las mejillas, pero a Fabián ya no le importaba en lo absoluto acercarse de manera sexual a Camila si es que por algún segundo le interesó. Fabián tenía ya entre sus ojos a un único objetivo, la pequeña Marcelita. De ella se despidió también alargando su brazo para poder sostener por tan solo algunos segundos la delicada mano de la niña. <<Mucho gusto Marcelita, nos vemos pronto guapa..>> atinó a decir Fabián en un tono cordial, reprimiendo por completo sus intenciones. <<Hasta pronto,>> respondió la niña, revelando una leve sonrisa a la que le faltaba un diente.
Marcelita había sentido en ese breve y tímido apretón de manos unas pequeñas cosquillitas en el estómago, pero pensó que eran los nervios de la situación. La tarde transcurrió sin mayores sobresaltos y madre e hija se fueron a su casa a descansar luego de un largo día. Por su parte Fabián, hipnotizado por su nueva musa, no podía hacer otra cosa que imaginar en su mente la manera de acercarse y ganarse la confianza de madre e hija. Esa noche descargó todos sus impulsos sexuales pensando en la imagen de la niña. Dos fuertes pajas le permitieron alcanzar un punto relajación suficiente para conciliar el sueño y no pensarla más. El recién descubierto gusto de Fabián por las niñas comenzó una tarde de vacaciones de verano en la que ya había finalizado sus estudios de maestría, mismos que le habían hecho sacrificar gran parte de su vida social a tal punto de echar a perder su más reciente relación amorosa ya que no tenía tiempo para ella. Hundido en una fuerte depresión tras acabar sus estudios y encontrarse con su vida casi vacía, Fabián cayó en las redes de la Deep web en la que poco a poco fue encontrando contenido de tipo sexual que le dejaba con la boca abierta y con las bolas secas. En una de esas largas tardes/noches dio con un sitio web que ordenaba contenido sexual por lo que parecían ser las edades de sus protagonistas: 15-18 años, 10-15 años, etc. Fue tan fuerte el deseo provocado en él por este nuevo mundo que se propuso algún día hacer realidad sus más profundas fantasías con una jovencita. Para eso necesitaba replantearse cosas y hacer todo lo posible para que eso sucediera y qué mejor que ingresando al mundo laboral donde seguramente alguna compañera joven podría llegarse a topar. Decidió entonces organizar nuevamente su vida y, con las ideas más claras, se dedicó a buscar un buen trabajo hasta que meses después fue contratado por el buró de abogados en el que por azares de la vida coincidía con Camila y con la dulce Marcelita.
Muy buen relato ,este amigo la tiene facil con esta niña puesto que ella ya conoce algunas cosas ricas que dicho sea de paso no pudo terminar ahora con este hombre sera diferente esperare con ancias la 2da parte.
Demasiada descripcion del entorno, mas accion por favor
Esta bien lo que hace es un buen escritor además está es una historia de amor y sexo ahí en el título dice así que también es romántica el que hace esto tiene talento no lo critiques
La vivencia bien contada tiene su inicio en que se presenta todo y se ubica al lector.
En las siguentes partes ya coge con la criatura y le da su leche. La historia se pone bien rica, pero si te apuras de ansioso vas a frustrarte.
Me encantó tienes una gran habilidad para describir una atmósfera llena de sexo
ojala subas otra parte pronto
Escribes muy bien, felicigtaciones!