Marcelita 02
La dulce y prohibida historia de amor entre un hombre y una niña…
Una semana había transcurrido y Fabián ya se estaba acostumbrando a la rutina de su nuevo trabajo y a su particular interés por Marcelita. La idea de acercarse a su madre para frecuentar a la niña le seguía dando vueltas en la cabeza. De momento se conformaba con verlas llegar por la tarde y buscaba cualquier pretexto para pasar más tiempo en la oficina de Camila. Se deleitaba viendo a la niña en su uniforme escolar, pero quería más y por eso había decido dar el siguiente paso: en una de las idas y venidas a la oficina de Camila, este le propuso que los tres fuesen a por ese café a manera de agradecimiento por las atenciones de Camila. Esta aceptó sin pensárselo puesto que lo vio como un gesto de gratitud del nuevo compañero de oficina y pactaron ir a cenar al finalizar la jornada laboral.
Decidieron encontrarse en el food court de un centro comercial cercano a las oficinas a las 8:15 de la tarde, intercambiaron números de teléfono para coordinarse y la jornada transcurrió con normalidad. La niña había estado atenta a la conversación entre Camila y Fabián mientras miraba fijamente la pantalla del ordenador de su madre fingiendo que hacía sus tareas. Marce había sentido nuevamente esa sensación en su barriguita, por alguna razón la presencia de Fabián y la cita de esa noche, a pesar de que estaría acompañada de su madre, la ponían nerviosa. En su mente de niñita no podía llegar a dimensionar todas las sensaciones que había comenzado a provocar en un hombre de 32 años, pero podía sentir la mirada de Fabián cada vez que coincidían en la oficina de Camila. A la niña se le hacía difícil mantenerle la mirada a Fabián, su sola presencia le imponía.
Cinco minutos después de la hora pactada, Fabián quien ya estaba en el lugar, alcanzó a distinguir a la distancia a Camila y cogida de su mano a la niña. Se encontraron y se sentaron a tomar un café y unos bocadillos. A la niña le pidieron un Milk Shake. Los adultos charlaban trivialidades de la oficina. Madre e hija estaban sentadas frente a Fabián, quien disimuladamente disfrutaba del angelical rostro de Marcelita. El hombre aprovechaba cualquier descuido de Camila para repasar las facciones de la pequeña. Esta, por su parte, se limitaba a escuchar la conversación. En eso Fabián trató de incluirla a la misma:
<<Marcelita, ¿y a ti qué te gusta hacer en tus tiempos libres?>>
<<Pues ver TV y jugar en el ordenador o el móvil de mamá.>>
Fabián, con el fin de conocerla más siguió con su trivial cuestionario hacia la niña: <<Y, ¿te gusta practicar algún deporte o danza?>>
<<Pues el baile me llama la atención, pasa que mi ma no tiene tiempo de llevarme a las clases de ballet a las que van mis amiguitas por las tardes.>>
A lo que Camila intervino para justificarse: <<Claro mi amor, es que entre los dos trabajos apenas y me queda tiempo para organizar las cosas en casa, hacer la comida y la compra.>> Marcela solo frunció el ceño y entrecruzó los brazos, típico gesto infantil que a Fabián le sacó una auténtica sonrisa. Camila lo vio y su reacción fue la de continuarse justificando: <<A veces me gustaría tener más tiempo Fabián para cosas de la niña, pero ya ves, en estos tiempos cada hora trabajada cuenta, no me puedo dar ese lujo, al menos no de momento.>> <<Ya veo, Camila. Oye, pero no te preocupes porque yo podría llevarla por ti, total yo salgo de trabajar a las 4:30 de la tarde. Esa es mi hora real de salida jajaja.>> Camila comprendió entre líneas que toda esa semana Fabián había estado saliendo mucho más tarde de su horario regular solo para habituarse más a su nuevo trabajo y no le tomó mayor importancia. Lejos estaba de conocer las verdaderas intenciones de Fabián. <<Te lo agradezco Fabián, pero, llámame anticuada o lo que sea, lo que pasa es que soy demasiado desconfiada y no me siento cómoda de que mi niña vaya sola sin mí por allí, espero que no te lo tomes a mal…>> <<¡Para nada, Camila! De hecho, tienes toda la razón. Me disculpo por mi atrevimiento, yo solo pretendía ayudar.>> Camila, conmovida con la respuesta de Fabián a su negativa y creyendo que quizá había sido demasiado dura y desconfiada a las primeras de cambio, matizó: <<Ahora bien, yo creo que más adelante y si Marcelita me saca buenas notas y es responsable con sus tareas, lo podemos ir viendo. Es que yo no dejo a mi Marce en manos de nadie desconocido, pero es verdad que tú me produces confianza y creo que un poco de actividad física y extracurricular le vendría mejor a la niña que pasar toda la tarde encerrada en mi oficina>>. La niña miró emocionada a Camila ante la posibilidad de asistir a clases de ballet, algo que siempre había querido desde más pequeñita. <<¡Ma! Verás que seré una niña buena para que me des permiso de ir al ballet con don Fabián.>> Y dando un salto se abrazó a su madre con sus ojos a punto de llorar. Fabián había logrado sembrar esa semillita de esperanza para estar a solas con Marcelita, aunque fuese solo unos minutos de camino a las clases de ballet. Otro mundo de posibilidades se abría ante sus ojos. <<Oye Marcelita, pero, ¿cómo que ‘don’ Fabián? Llámame Fabián, a secas, que tan viejo no estoy jajaja.>> Los tres rieron al unísono. Cualquiera que los viese pensaría que eran una familia común y corriente compartiendo y charlando tras una larga jornada laboral y de estudios.
El encuentro estaba por terminar. Marce se había ido al área de juegos infantiles del food court hacía un rato. Fabián la miraba de reojo y no perdía detalle de la imagen de la niña en su uniforme escolar. No cabía duda, estaba cautivado por esa pequeña de tan solo 8 años y de pelo castaño claro. Una inevitable erección comenzaba a formársele en el pantalón, cuando… ¡PING! Camila recibió un mensaje en su móvil: se trataba del grupo de WhatsApp del trabajo en el que Fabián por obvias razones aún no estaba incluido. <<Mira Fabián, qué bueno que te tengo adelante y así aprovecho para dos cosas>>, dijo Camila luego de leer el mensaje que acababa de recibir, sacando a Fabián de su trance. <<Sí, ¡dime Camila!>> La mujer prosiguió: <<Bueno pues la primera es para invitarte a un pequeño almuerzo que solemos hacer los de la oficina para festejar a los cumpleañeros del mes. En esta ocasión ha tocado en mi casa y justo nos acaban de confirmar fecha y hora, será este sábado a las 2 de la tarde. ¿Te vienes?>> La mirada de Fabián se iluminó ante la posibilidad de conocer la casa de su niña y aprovechar cualquier descuido para estar con la pequeña. <<¡Pero por supuesto, faltaba más mujer! Y, ¿cuál es la segunda cosa?>> <<Ah, nada que te agrego al grupo de WhatsApp para que no te pierdas ningún detalle de todo lo que se cuece en la oficina jajaja. ¡Entonces contamos contigo! Deja te mando la dirección a tu móvil>>. Los dos se sonrieron genuinamente. Realmente y al margen de todo, la relación de amistad entre Fabián y Camila era muy cordial y amena.
El hombre había comenzado a ganarse la confianza de la madre de Marcelita y, sin saberlo, también el interés de la niña; este sentía que su plan marchaba por muy buen camino. Camila por su parte se comenzaba a hacer una imagen de Fabián de un hombre bueno, buen compañero de trabajo y muy amable persona. La niña ya había vuelto a la mesa y los tres daban por finalizado el encuentro, despidiéndose hasta el día siguiente y reafirmando el próximo encuentro fuera de trabajo en casa de Cami y Marce ese próximo fin de semana. Fabián le dedicó una especial sonrisa a la niña y se despidió con un <<Ciao, princesa.>>
Durante esa noche, el hombre le siguió dando vueltas a la imagen de su pequeña musa. Verla jugar en los juegos mecánicos del centro comercial y comportarse en la mesa como toda una pequeña, totalmente infantil, le hacía dudar si era viable enamorarse de una niña de su edad. Sin embargo, esa misma inocencia lo cautivaba aún más. Concluyó entonces en dejar fluir todo y no poner mayor presión sobre la situación. Tampoco sabía realmente si la niña en algún punto llegaría a consentir una relación tan peculiar, aunque podía percibir que Marcela se ponía nerviosita al estar cerca de él. La sola idea de que la niña lo viese con otros ojos lo ponía a mil. Decidió entonces llegar hasta donde las circunstancias lo llevaran.
Marcela por su parte recordaba la pequeña charla con Fabián en el centro comercial y eso le producía una extraña y fuerte sensación en la barriguita. También había descubierto que le encantaba la fragancia masculina de Fabián y la manera en que se dirigía a ella. Recordaba ese momento exacto en el que Fabián se despidió con una sonrisa y diciéndole “Ciao, princesa.” Se fue a la cama esa noche pensando en aquello y se quedó dormida finalmente.
Pasaron los días de esa semana y entre eventuales encuentros en los pasillos de la oficina, Fabián y Marcela ya no eran dos desconocidos, sino que tenían ya algún grado de confianza al punto en que se decían “Fabi” y “Marce”. Ambos sabían que el sábado se iban a ver en casa de Marcela, y eso los emocionaba sin decirlo. Se dedicaban pequeñas sonrisitas entre encuentro y encuentro. Definitivamente Marcela era una tierna niña que empezaba a convertirse en una mujercita. Ponía más esmero en arreglarse su cabello y hasta en la manera de vestir su uniforme. Sin saber por qué, quería parecer más grande de lo que era frente a Fabián. Como no podían estar tiempo a solas, eso aumentaba más la curiosidad por lo prohibido. En uno de esos largos momentos en los que Marcela se la pasaba en la oficina de su madre, sin darse cuenta en una página completa de su cuaderno de Ciencias había escrito varias veces el nombre de Fabián con un corazón en lugar del punto de la i. Hacía esas cositas de enamorada. Claro estaba que ninguno le diría al otro, pues para Fabián era solo una fantasía y no quería dañar con nada a la niña, y para Marcela era un sentimiento desconocido y difícil de interpretar, que además no estaba bien por lo que Camila siempre le había inculcado y porque pensaba que Fabián jamás se fijaría en una pequeña mocosa de 4to. de primaria. Sin embargo, a Fabián le encantaba verla en uniforme, le encantaba ver la inocencia de esa niña para luego pensarla en la cama y devorando su vaginita. Para Marcela, sin mucha claridad en su mente, le encantaba la manera de vestir y de manejarse de Fabián, pues sin comprender aún su deseo sexual, le encantaba ver la entrepierna y las piernas de Fabián cuando usaba pantalones de vestir, pues veía unas piernas fuertes y masculinas. También le encantaba la manera en que la camisa de vestir se le ajustaba a sus fuertes brazos. Durante las mañanas en el colegio, la niña solo quería que llegase la tarde para ver a Fabián. El deseo y el instinto sexual creció mucho esa semana, ahora había llegado el sábado y seguramente algo sucedería entre esa niña y ese hombre.
Eran las 12 del mediodía y Fabián se estaba arreglando para la reunión en casa de Marcela. Esa mañana había salido a trotar un poco para descargar las ansias que tenía de ver a su niña. Se preguntaba cómo iba a estar vestida la pequeña puesto que hasta ahora solo la había visto en sus uniformes del colegio. Así como fantaseaba morbosamente con Marcela, también se confrontaba a sí mismo porque entendía lo descabellado de sus pensamientos y además que podía ser tildado de pedófilo y hasta llegar a perder su nuevo trabajo. Es que era algo completamente salido de sus cabales. En realidad, sentía deseo sexual, pero también atracción por esa niña. No llegó a darse cuenta en qué momento pasó a solo desear mantener relaciones sexuales y afectivas con una pequeña de 8 años, con una niña que ni siquiera el busto tenía desarrollado y que tampoco tenía las típicas curvas voluptuosas de otras mujeres con las que estuvo durante su vida. Había pasado de tener gustos “normales” a sentirse atraído solo por una mujercita con carita linda, una piel tersa, unas piernas delgaditas y nalguitas respingaditas, en fin, por su Marcelita.
Llegada la hora indicada, allí estaba Fabián subiendo en el elevador del edificio de Marcela. Llevaba el estómago revuelto y el corazón a mil, pues la emoción y la ansiedad lo desbordaban. Llegó hasta la puerta, llamó al timbre y esos segundos fueron eternos hasta que la puerta se abrió: era Camila. <<¡Bienvenido, Fabián! Eres el primero en venir, pasa adelante y ponte cómodo a la mesa.>> Al entrar en la casa, Fabián buscaba con la mirada a su Marcelita, todo su ser deseaba verla y tenerla cerca, y aunque estuviesen acompañados, había planeado buscar la manera de estar solos por lo menos un par de minutos para hablar con ella a solas. Un minuto después comenzó a llegar el resto de invitados. Fabián saludaba a sus compañeros y su ansiedad por ver a la niña crecía, pero creía que preguntarle por ella directamente a Camila podría levantar sospechas, por lo que decidió esperar. Los minutos pasaban y justo cuando se decidió a abordar a una Camila que estaba un tanto desbordada sirviendo la comida a sus invitados, esta directamente le dijo a Fabián: <<La niña no está>>. Esto dejó frío al hombre. Todos sus planes, destrozados. Camila le explicó al verlo un poco desilusionado que la había mandado a casa de una vecinita para poder atender bien a los invitados, lo que desanimó a Fabián quien ya se veía con su pequeña entre sus brazos aprovechando cualquier descuido de la madre. Tuvo que disimular tremendo revés de haber estado esperando toda la semana por ese momento especial para nada. Comió un poco y trató de sobrellevar la reunión de manera natural; sin embargo, hasta pensó en fingir alguna emergencia para poder irse, total no tenía motivo mayor para estar allí. Mientras los demás compañeros departían entre ellos, Fabián fue disimuladamente al baño para poder empezar su plan de escape que consistía en decir que no se sentía muy bien de salud, una pequeña mentirita piadosa para salir de allí.
De camino al baño y con su mente puesta únicamente en la decepción de no haber visto a su niña ese día, vio al final del pasillo dos puertas que de seguro eran las habitaciones de la casa, una de ellas tenía algunos pósters infantiles y de bandas juveniles de pop, sin duda esa era la habitación de Marcelita. Sin pensarlo dos veces y movido por todo el deseo acumulado, enderezó su rumbo y se escabulló en la habitación de la niña. Cerró la puerta con cuidado de no alertar a la madre quien se encontraba departiendo con los demás invitados. Al entrar, un aroma infantil lo envolvió. Las paredes estaban pintadas en contrastes fucsias y rosas. Al fondo pudo observar una repisa llena de libros infantiles y escolares, y en un rincón un sinfín de peluches y algo de ropa. Ahora estaba frente a la camita de Marcela. Se acercó para palpar las sábanas rosadas que envolvían a su niña todas las noches, se sentía en el mismísimo paraíso. Por instinto tomó una almohada que estaba cerca de la cabecera de la cama y vio los rastros de saliva de la niña, no pudo evitar olerlos. Era como un sueño estar en la habitación de Marcelita, pero sabía que no tenía mucho tiempo hasta que Camila detectara su prolongada ausencia. Devolvió la almohada a su lugar y sin querer observó que entre el forro del colchón y la base del mueble sobresalía un trozo de tela, lo jaló y se percató que se trataban de unas braguitas de niña, sin duda de su princesita. Esto hizo estallar en Fabián una erección casi instantánea. ¡Era la braguita blanca que la niña escondió bajo su colchón el día que se estuvo tocando en su habitación por primera vez! El olor concentrado por los días que la prenda llevaba escondida era indescriptible. Fabián abrió la braguita y vio que la zona del puente estaba endurecida y con una especie de baba de color blanco, con una tenue línea café en la parte de atrás. Aspiró profundamente la braguita que tenía impregnado ese particular y erótico olor a la rajita de Marcelita. Era como entre salado y ácido, como el más dulce de los perfumes. Presa de una descomunal erección y desesperado por masturbarse, salió con cuidado de no ser visto de la habitación con la pequeña prenda íntima en su bolsillo y se dirigió al baño, entró y cerró con seguro. Ya en la seguridad del baño se tomó un instante para disfrutar y recorrer con la yema de los dedos cada detalle de la prenda de algodón con delicados bordados infantiles en las orillas, por puro morbo miró la etiqueta que ponía la marca y la talla: 7-8 años. Al ser la niña tan delgadita, Camila le compraba ropa interior de una talla menos para que le quedase bien. Fabián detectó que esa mancha blanca endurecida en la entrepierna del calzoncito eran nada más y nada menos que fluidos vaginales producto de alguna intensa excitación sexual de su niña, por lo que intuyó con total certeza que la niña ya se tocaba solita, que ya se prendía. Al borde de la locura se sacó la verga del pantalón y se la envolvió con la parte interior de la braguita para sentir la tela que había estado en contacto con la vaginita y el culito de la niña rodeando su pene, lo que casi instantáneamente le hizo acabar sin siquiera jalársela. Trató de venirse en dirección a la taza del baño para no manchar los azulejos. La venida fue masiva, finalmente de alguna forma había podido “estar” con su niña. Se recompuso y se guardó el tesoro en el bolsillo, se lavó las manos, se acomodó la ropa y salió a toda prisa a la mesa del comedor. Se disculpó por la tardanza y adujo dolores abdominales. Le comentó en voz baja a Camila que ya desde esa mañana se sentía mal y que había ido solo por cortesía, que por supuesto no había sido la comida del almuerzo lo que le había enfermado. Se disculpó frente a todos y comentó que era mejor que se fuera para hacer más creíble su coartada del motivo de su excesiva demora en “el baño”. Sus compañeros le comprendieron y de esta manera se largó con un botín inesperado en su bolsillo y con la dulce experiencia de haber conocido los aposentos de su princesa, de la que ahora estaba aún más que enamorado.
Al analizar lo sucedido ya en casa, Fabián se imaginó que la niña de ninguna manera estaría interesada en tener algo que ver con él y que por eso había preferido largarse donde una amiguita en lugar de recibirlo en su casa. Lejos estaba de saber que prácticamente Camila la obligó a irse, con lo desconfiada que era no había querido que Marcela estuviese en contacto con sus compañeros y además lo hizo para poder dedicarse completamente a atender a sus invitados, algo perfectamente entendible, aunque para la niña fue muy desilusionante quedarse sin ver a Fabián.
Llegado el lunes por la tarde, Fabián volvía finalmente a ver a su niña a través de los cristales de la oficina de Camila. Allí estaba Marcela, perfecta como siempre, haciendo sus tareas o simplemente pasando la tarde en el ordenador. A Fabián se le sumaba otro contratiempo, le habían llamado la atención por quedarse demasiado tiempo luego de su hora de salida, por lo que a partir de ese día iba a tener que irse a su hora (4:30pm), lo que significaba que solo iba a coincidir unos minutos con su niña durante las tardes. Por un momento pensó que el destino le daba señales de lo incorrecta que podía ser su fijación en una niña de 8 años. Ahora ya ni los encuentros casuales en los pasillos estaban ocurriendo, parecía hasta que la niña lo evitaba. Y en cierta parte así era, Marcela se sentía apenada por no haberlo recibido en su casa y por eso inconscientemente lo evitaba. Para ese momento el miedo, la tristeza y la incertidumbre ya eran una realidad presente en Fabián y Marcela. Durante todo el martes y miércoles no dejaron de pensarse. Para el jueves Fabián estaba decidido a quemar su última bala y planeó dirigirse a Camila para recordarle lo de las clases de ballet de Marcela y que él seguía a la orden para llevar a la niña. No le importaba ya si esto le sonaría sospechoso a Camila, solo quería estar a solas desesperadamente con Marcela. Pero llegado el jueves a la tarde, la vida le tenía una sorpresa preparada.
Eran las 4:15pm y ni madre ni hija llegaban a la oficina. 4:45pm y aún sin novedades. De pronto escuchó a una compañera del área de Camila que esta había faltado por razones de salud. Eso de alguna forma tranquilizó al hombre que más tarde le escribió por WhatsApp a Camila para genuinamente interesarse por su estado de salud. Camila leyó su mensaje, pero no hubo respuesta. Los fantasmas volvían a la cabeza de Fabián, no sabía hasta cuándo vería de nuevo a Marcela y la sola idea de no volverla a ver lo atormentaba. Muy entrada la noche, Fabián preparaba su ropa para el día siguiente cuando una llamada a su móvil interrumpió el silencio: era Camila. <<Buenas noches Fabián, perdón que te moleste tan tarde, pero es que ya no sabía a quién llamar.>>. Camila sonaba preocupada y apenada al mismo tiempo. <<No te preocupes, ¿pero pasó algo? ¿¡Ambas estáis bien!?>> Camila lo tranquilizó y le comentó que iba a tener que estar al menos cuatro días en cama puesto que había presentado un cuadro de náuseas y vómitos, y que estaba a la espera de analíticas y más exámenes, una infección en las vías urinarias al parecer. <<¡Cuánto lo siento, mujer! Sabes que estoy a la orden para lo que se te ofrezca.>> Camila le contestó: <<Pues precisamente te llamaba para molestarte. Verás, obviamente tengo que estar en completo reposo y como no confío en nadie y al ver que eres es una persona en quien puedo confiar y que hasta se interesó por mi salud de manera genuina, con toda la pena del mundo quería preguntarte si puedes llevar a Marcela al colegio, aunque sea solo mañana. Ya la semana que viene espero ir mejorando. Sería de que la recogieras a las 6:30am ya que tiene que estar a las 7am como muy tarde en la puerta del colegio. ¿Podrías?>>. Fabián se quedó sin palabras. Después de tantos reveses, al parecer la vida se estaba compadeciendo de él. <<¿Fabián, estás allí?>>, preguntó la mujer. <<Sí, sí claro que sí. Digo que sin ningún problema la puedo llevar por ti al cole los días que haga falta.>> Y luego matizó para evitar cualquier sospecha: <<De hecho, yo entro a las 8 a trabajar y el colegio de Marce me pilla justo en el camino.>> Una pequeña mentira para disimular que por dentro se moría de la alegría. <<¡Perfecto, muchas gracias de antemano Fabián! Iré a decirle entonces a la niña que mañana la recogerás tú y yo te la tengo con todo listo a esa hora. Muchísimas gracias, no tengo cómo pagarte…>> <<No hay de qué, tú sabes que somos compañeros y has sido muy atenta conmigo, es lo menos que puedo hacer. Entonces así quedamos, que descansen bien y nos vemos mañana.>> Esa noche la niña no durmió de la emoción. Y qué decir de Fabián. Por fin después de tanto tiempo iban a estar a solas para charlar y quizá podrían contarse lo que sentían. Ambos se durmieron visualizando el inminente encuentro…
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AVANCE Marcelita 03:
El reloj marcaba las 6:15am, en tan solo 15 minutos su príncipe azul se presentaría a su puerta. Marcela, con tan solo 8 años y 11 meses, era más instinto que razón. No sabía el por qué, solo quería verse linda y ya. En ese instante sonó el timbre de la casa y rápidamente su madre abrió la puerta, recibiendo con una sonrisa a Fabián. <<Eres muy amable, gracias de verdad.>> Camila se veía agotada y realmente enferma. <<Permíteme llamo a Marcela para que se vaya contigo>>. Fabián guardó silencio y tan solo sonrió, la emoción lo invadía. Por fin, ¡por fin! Por fin estaría a solas con su princesa. <<Marcelita ven acá y toma tu mochila>>, dijo Camila. El corazón se le salía por la boca de la emoción a la niña. Sin dar 10 segundos de espera, tomó su maleta y salió al pasillo para el encuentro con Fabián. Ahí estaba como siempre impecable en su traje de trabajo que lo hacía ver como una figura protectora. Y ahí estaba, frente a él, la niña de sus sueños en su uniforme escolar y su maleta color rosa, con su cabello castaño claro cayendo sobre sus hombros. Ambos se miraron a los ojos e intercambiaron una sonrisa…
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Muy bueno ¿para cuando la tercera parte?
Hola amigo, ya están las siguientes partes de la historia en el horno.. Un saludo, Adrianam.
Que ganas de ver el siguiente
Que rico relato espero pronto la continuación
Amigo tienes mucho talento y como dije en un comentario anterior es bueno que desarrolles el amor entre los protagonistas y no sólo el tema sexual espero con ansias los próximos capítulos un consejo es que puedes ponerle un poco más de drama mientras avanza la historia
Cautivador este relato me siento como si fuera yo Fabian haciendo lo imposible por comerme ese manjar por favor no tardes con la tercera parte. saludos.
Muy lindo y morboso, y aún ni hay sexo. Ya se va sintiendo que la nena podrá tener al menos una lengua degustando su rica vulva ben lamida, o una verga haciéndosela aplaudir con ganas. El deseo de muchos, y ya esperamos la tercera.
Que buena esta la historia !!