Marcelita 04
La dulce y prohibida historia de amor entre un hombre y una niña…
El sábado por la mañana allí iba Fabián de camino al gimnasio, pero con la mente puesta únicamente en que llegase el lunes para, si nada cambiaba respecto a la salud de Camila, volver a encontrarse con Marcela. No es que deseara que su compañera de trabajo y madre de su mujercita siguiera delicada de salud, pero sí que deseaba en los más profundo de su ser intimar con esa pequeña de pelo castaño y culito respingado. Pero vaya baldazo de agua fría el que recibió Fabián al leer un letrero a la entrada del gimnasio que recordaba a los miembros que el lunes y martes siguientes las instalaciones iban a operar a horario reducido por el puente festivo que caía en esas fechas. No iban a ser dos, sino cuatro días sin ver a su pequeña y eso en el hipotético caso de que la madre de Marcela aún se encontrase indispuesta de salud. Tuvo ganas de darse la vuelta y como hace unos meses recluirse en su habitación para saciar sus más bajos instintos en lo más profundo de la Deep web durante todo el puente; sin embargo, tomó la decisión de finalmente entrenar, entrenar fuerte y machacarse en el gimnasio, de ser un hombre más atractivo para su princesita Marcela y con la motivación a tope, entró.
El domingo y el lunes fueron los peores y más largos días en la vida de Fabián, quien se dedicó a leer y entrenar en el gimnasio simplemente para canalizar toda la tensión acumulada de querer y no poder estar con Marcela. En el caso de ella, no era diferente la situación. Con su madre enferma en casa, sus opciones de salir al mundo exterior se esfumaban, por lo que, recluida en su habitación de princesa, entre tarea y tarea, tuvo tiempo de pensar en él. Y de dar rienda suelta a su deseo de niña sola en la intimidad de su habitación. Se tocó con sus manos su vaginita que se le marcaba hundidita ya que llevaba unas braguitas ajustadas y se fue a tirar a la cama. Su manita abarcaba esa colina de carne, ya que se veía como si estuviera frotando una mitad de una manzana, por los movimientos que su mano hacía circularmente, muy agitada en su respiración, su boca entre abierta jalando aire y soltándolo parecía una muñeca de hentai, su cabeza la hacía para atrás e impulsaba a la vez su espina vertebral, resaltando sus pequeños pezoncitos. Así se le pasó la tarde…
Y así llegó el martes. Fabián estaba a la expectativa de algún mensaje o llamada de Camila que le confirmase que seguía en pie lo acordado. Llegó la noche y con ello la cena. Fabián apenas tenía apetito, no despegaba la mirada del móvil. Estaba obsesionado, enamorado, desesperado. Pensó en llamar o escribir a Camila, pero, para evitar levantar sospechas, concluyó que esa sería la ultimísima opción a la mañana siguiente, a buenas 6am. Y justo cuando se había resignado, allí estaba. Un mensaje de WhatsApp de Camila: <<Perdona por la hora, pero estábamos a la espera de los resultados de la última analítica y justo me acaba de avisar mi doctor que tendré que estar al menos otras 72hrs. de baja. Y te escribía para saber si puedes hacerte cargo de llevar a Marcelita al colegio durante los próximos tres días. A final de mes te abonaré los gastos de gasolina y una compensación, espero que leas a tiempo este mensaje y si no, no te preocupes. Camila.>> Los ojos de Fabián brillaban de nuevo. Al terminar de leer el mensaje su pijama parecía un circo, se había empalmado de tan solo leer que tendría a Marcela a su disposición, aunque fuesen solo unos minutos y de camino al colegio. Rápidamente se apresuró a confirmarle a la madre que por supuestísimo que allí estaría a la mañana siguiente para recoger a Marcela, que no se preocupara por los gastos en gasolina, e incluso se atrevió a más: <<Te quería preguntar Camila si puedo recoger a Marce a eso de las 6:20, es que el otro día me encontré algo de tráfico a la hora que salí de mi casa para allá y no quisiera que la niña llegase tarde de ninguna manera por mi culpa>>. ¡Qué cabrón! Camila, sin la más mínima de las sospechas, se comprometió a tener a la niña lista a esa hora. Y así Fabián había logrado ganar 10 minutos más en el paraíso. Estaba decido a ir un poco más allá con su niña. Esa noche apenas y pudo conciliar el sueño de la emoción, misma emoción que invadió a Marcela al enterarse de que su príncipe azul pasaría a buscarla durante el resto de esa semana. Semana que además era especial para ambos. Ese viernes la niña hacía 9 años.
Salió Fabián de su apartamento sobre las 6 menos 5 de la mañana para llevar a su niña al colegio. Producto del inexistente tráfico de esa hora llegó varios minutos antes de la hora pactada, pero decidió esperar en el auto y aprovechó para dejarlo todo impecable y a punto. A las 6:20 en punto tocó el timbre y para su sorpresa fue la misma Marcela quien abrió la puerta. La madre, dormida, no se encontraba con fuerzas ni para entregarle la niña a Fabián. La niña, mochila a las espaldas, se abalanzó sobre los brazos de su hombre al verlo. Este la cargó y en un hábil movimiento cerró la puerta del departamento para evitar que Camila viese esa escena. Marcela le rodeó la pelvis con sus piernas. Fabián se la llevó abrazada con las manos en el culito al ascensor y ya adentro, esta le buscó la boca para besarlo de una forma torpe, pero a la vez con el enorme deseo contenido de quien come su postre favorito luego de meses o años. Fabián sabía que estaban en un lugar peligroso y que algún vecino podía pillarlos, por lo que como pudo y separándose del rostro de Camila por unos segundos, le dijo: <<Mi niña, aquí no, espera a que estemos en el coche>> y dándole un piquito (beso rápido sin lengua), la bajó al suelo. Caminaron hacia el auto cogidos de la mano, en una imagen de lo más inocente, como padre e hija. Entraron, Fabián se aseguró de que la niña estuviese bien asegurada en su silla infantil y aceleró. <<Me hiciste muchísima falta, no veía la hora de volver a verte mi niña linda>>. <<Yo también te extrañé mucho, mi amor>>, respondió ella. Esas palabras pronunciadas por Marce eran gasolina pura rociada en las llamas de la pasión de Fabián por ella. Por eso buscó una calle solitaria en la ruta y como los vidrios de su camioneta eran tintados, dejando ver muy poco o casi nada de lo que sucedía dentro del vehículo, se detuvo. Con toda seguridad tomó el mentón de Marcela, girando su cabeza para hablarle de frente, y le dijo mirándola directamente a los ojos: <<Te he pensado durante todo este fin de semana largo. No ver tus lindos ojos todos estos días ha sido muy duro>>. Acercó sus labios a los de la niña, esta cerró sus ojitos y ambos se fundieron en el más dulce de los besos. Era un beso de amor puro. Se separaron al cabo de casi un minuto y acto seguido, Marcela se recompuso, sonrió y recordó la página completa que le había dedicado a Fabián en su cuaderno de Ciencias y que al llegar a casa había guardado en su mochila rosada y le dijo a Fabián: <<Pásame por favor mi mochila que está en el asiento trasero, tengo algo para ti>>. Fabián le pasó la mochila y la niña sacó la página y se la entregó en la mano. Fabián abrió la hoja de papel de cuaderno y vio el dulce arte de su pequeña con su nombre escrito cien veces y mil corazones alrededor. No tuvieron mayor remedio que sumergirse en otro profundo beso, esta vez más pasional. Aunque todo era amor y ternura, lo cierto es que Fabián y la misma Marcela no olvidaban que la atracción sexual era muy fuerte y por eso, en un abrir y cerrar de ojos, la situación se encendió y pasó a otro plano. Fabián besaba a su princesa mientras empezaba a acariciarle su rodilla que sobresalía entre la media escolar y la falda. Fue directo al punto pues sabía de la escasez de tiempo. Subía y bajaba su mano mientras observaba con los ojos entrecerrados como Marcela empezaba a jadear levemente. Sabía lo que le gustaba a la niña y por eso siguió. Le desabrochó el cinturón para acceder más fácilmente a ella. Lo cierto es que, con la sillita infantil, Marcela le quedaba más en alto y accesible. Fabián también se desabrochó el cinturón de seguridad para obtener mayor libertad de movimiento y sin miramiento alguno subió finalmente la mano y la falda a Marcela. Fabián, con el afán de ver algo más que las piernas de su mujercita, le dijo en medio del beso y con un tono cachondo: <<déjame ver qué braguitas traes, a ver si eres niña buena o si voy a tener que corregirte>>. Marcela, excitada y dejándose llevar no lo pensó dos veces y ella misma terminó de levantarse la falda sosteniéndola a la altura de su cuello, dejando al descubierto su ropa interior. Y le dijo en un tono pícaro e inocente a la vez: <<Mira, me puse estos, ¿te gustan?>>. Eran blancos, tipo cacheteros alicrados. La picardía de Marcela llevó a una gran excitación a Fabián, pues veía como su niña se estaba convirtiendo en una maestra de la lujuria y la sensualidad femenina. Todo un sueño. Fabián la miró con total brutalidad sexual, como listo para aparearse con su hembra, por lo que la jaló tomándola del brazo y metió su lengua en la boca de Marcela con una suciedad y depravación absoluta, el instinto animal a flor de piel. Quería meterse en la boquita de la niña y con su lengua penetraba hasta lo más profundo de su garganta, lamiéndole los dientes y llegando hasta la campanilla, hasta el punto de generarle un par de arcadas. Había perdido el control y olvidando todo, tenía la intención de llegar hasta las últimas consecuencias con su pequeña, en su propio auto y a plena luz del día. No le importaba nada… Nadita… Hasta que… ¡Mierda! Sonaba el móvil. Era la madre de Marcela que llamaba para preguntar por su hija. Fabián tuvo que parar y contestó el teléfono mientras Marcela, sumida en el juego de la seducción, se le abalanzó para besarle el cuello. <<Hola Fabián, soy Camila>>. <<Ahh, hola Camila, ¿cómo estás?>>. <<Pues aquí, recién despertándome, discúlpame que no te pude entregar a Marce esta mañana, pero por los medicamentos me quedé noqueada, quería saber si ya llegó Marcela al colegio>>. <<¿Marcela? No, no, aún no… Ya casi>>. Fabián hacía esfuerzos sobrehumanos para controlar su respiración y tono de voz, pues Marcela, fuera de sí misma y dejándose llevar por puro deseo sexual, parecía que le excitaba el peligro de la situación. Marcela, en el intercambio de palabras, se montó sobre las piernas de Fabián dándole la espalda sin que este se diera cuenta. Ahora estaba frotando su trasero contra la parte superior de las piernas de Fabián. Se alzó la falda para asegurar el contacto directo entre su cachetero y la entrepierna de Fabián. Básicamente y sin que Fabián se lo pidiera, Marcela, con total iniciativa, se estaba masturbando contra su erección mientras movía sus caderas de adelante hacia atrás. Fabián luchaba por no perder el control y dejar escapar algún ruido mientras su mujercita lo culeaba por encima de sus pantalones. Marcela lo disfrutaba, sin verle el rostro sabía que Fabián luchaba contra la intensa fogosidad sexual del momento mientras hablaba con su madre. Toda una golfita cachonda esta niña. Siguió entonces la conversación entre Fabián y Camila, mientras Marcela, desenfrenada, aumentaba más y más la velocidad de sus movimientos de cadera y dejaba escapar un casi imperceptible gemido. Fabián puso su mano libre sobre la cadera de la niña. C: <<¿Dónde van?>>. <<Sííí, sí Camila (Fabián respiraba profundamente como intentando mantener la cordura con la niña frotándole el culito contra su verga), vamos por la autopista a punto de tomar la salida, ya casi llegamos>>. <<Ah vale, qué bien, y ¿cómo se ha portado Marcela?>>, preguntó la madre mientras Marcela, como perrita en celo, estaba pegada a la entrepierna de su amante. Movía con brusquedad sus caderas, restregándose en el regazo de Fabián. <<UFF, de maravilla, se ha portado excelenteee…>>. C: <<Ah, qué bien, no sé si hablar con ella… No, mejor no, solo una última recomendación…>>. En ese momento Fabián perdió casi por completo el hilo de la conversación y mientras la madre de Marcela balbuceaba, estaba a punto de explotar pues por un lado (o más bien encima) tenía a Marcela moviendo sus caderas a un ritmo descomunal, seguramente con la niña cercana al orgasmo, excitándolo a más no poder y por otro lado, tenía que intentar guardar la compostura, pues no podía escapar ningún ruido ni tirar el teléfono. Era una tensión sexual y sensual suprema, una olla de presión a punto de estallar y mandar todo a la mierda. Siguió en ese ritmo hasta que escuchó cómo el jadeo de Marcela se hacía más intenso y su movimiento más errático, estaba a punto de llegar al orgasmo y seguramente el estallido sería escuchado por la madre… Marcela aceleró sus movimientos hasta su máximo y se aferraba al volante con todas sus fuerzas para asegurar la presión y justo en ese momento, Fabián escuchó las palabras <<vale, gracias por todo, te dejo, que tengas un buen día>>, este solo respondió <<vale, hasta lueg…>>, colgando inmediatamente tiró el teléfono y en ese mismo instante se escuchó el grito de la niña: <<¡AAAHHHHH… AAAAAHHHHHOOUUU… OHHHHHH… AHHHHHHH!>>. Marcela apretó con vehemencia su traserito contra Fabián y dejó salir por completo y en voz viva unos gemidos en la cúspide de su orgasmo… ¡UFFF! Acababa de suceder… Marcela había tenido su primer orgasmo directo sobre el cuerpo de Fabián. Segundos después, Fabián sintió una inundación sobre su pantalón, estaba totalmente humedecido. Marcela había dejado todo su fluido sobre la entrepierna de Fabián. Los vidrios estaban totalmente empañados y en el aire se respiraba el fuerte aroma de los jugos de la niña. Fabián, que hasta el momento había tenido que reprimirse, estaba al borde del orgasmo. Atinó a hacer el asiento un poco para atrás y cogió con ambas manos a Marcela de las caderitas para que esta reanudara el movimiento. Fabián acercó sus labios al oído de Marcelita que apenas se recuperaba del orgasmo y le susurró: <<Me encanta tu olor de princesa, mi amor>>. La abrazó fuertemente de la cintura y la presionó hacia abajo. La colita de Marcela cubierta por sus braguitas alicradas pegada contra su pene era el cielo en la tierra. Sentir el ligero peso de su mujercita encima suyo lo tenía al borde de la locura. Había esperado tanto ese momento. Desesperadamente le apartó el pelo hacia un lado para descubrirle el cuello y la besó en la nuca, dejándole una marca en forma de chupetón….. Cerró los ojos mientras la besaba y se corrió brutalmente dentro de los pantalones, rozando la rajita de su princesa por detrás… <<AHHH AYY MI CIEEELOOOOOOO… QUE RICAAA>>. Los dos en máxima tensión luego del orgasmo. Marcela dejó caer la cabeza en el pecho de Fabián y este la abrazó mientras recuperaban el aliento. Fue un momento perfecto. Exquisito. Fenomenal. Después de terminar su encuentro sexual en el auto, Fabián y Marcela se recompusieron. Marcela se pasó a su silla y abrocharon los cinturones. Fabián miró a Marcela y se dieron el último beso en la boca, dirigiendo a toda prisa su rumbo hacia el colegio donde se despidieron con total discreción.
Durante todo el día, ambos amantes desempeñaron sus actividades con una enorme sonrisa en el rostro y con la certeza de que al día siguiente seguirían escribiendo su dulce e inusual historia de amor..
marcelita y Fabián no fueron los únicos que terminaron a tiempo jeje
Delicioso que rico ojala yo lo lograra tambien con mi niña
Muy excitante este relato, quisiera saber que pasa en la siguiente parte, sigue así.
Muy Buenos estos relatos sigue por favor
he seguido toda la historia y me ha gustado.