Marcelita 06
La dulce y prohibida historia de amor entre un hombre y una niña…
Eran las 5:15am cuando la alarma de Fabián sonó. El gran día había llegado. Su princesa hacía 9 añitos y Fabián le tenía preparado el mejor de los regalos. Luego de ducharse, se vistió más relajado como era costumbre de algunos viernes y no tardó demasiado en salir para recoger a Marcela y tener algo de tiempo extra. Mientras esperaba a su dulce nena, Fabián meditó sobre el encuentro que se aproximaba. Estaba algo tenso, por un lado, debido a la gran presión sexual producto de su desenfrenado deseo por Marcela y por el otro, debido a la preocupación que surgía en su mente al cavilar si acaso para la niña eso sería demasiado. Quizá, pensaba, si Marcela llegase a ver las cosas desde esa perspectiva y no supiera cómo procesarlas, eso sería la hecatombe, un enorme trauma para Marcela y un lío judicial para él.
Todos eran supuestos y en medio del mar de dudas, Marcela salió sumamente radiante de su apartamento. Fabián quedó impactado y no era menos. La niña se veía espectacular. Lucía una belleza casi angelical con un peinado semi recogido por un lacito y algunos mechones sueltos a cada lado de la cara. Se veía muy tierna, como una dulce e inocente niña, pero repleta de una belleza femenina y juvenil. Era un espectáculo de ver. Sus ojos cafés tenían un brillo especial y hacían un exquisito juego de formas con los labios rosados y tiernos de la niña, humectados por ese brillito artificial que tanto enloquecía a Fabián probar. Siempre había visto bella a su princesa, pero esta mañana tenía algo especial superior a todas las ocasiones anteriores. <<¡Buenos días, cumpleañera!>>. La saludó con cierta frivolidad para guardar las apariencias, aunque por dentro se derretía por besarla y tomarla entre sus brazos, meterla adentro de la misma casa y hacerle cosas. Estaba maravillado con tanta belleza. Camila con algo de afán cerró la puerta y juntos caminaron en dirección al ascensor. Al abordarlo, Fabián no se reservó y le dijo a Marcela: <<Estás bellísima, ¡hoy más que nunca! Te ves hermosa, me encantas>>. Marcela lo miró de reojo y se sonrojó por los halagos de su hombre, pues había conseguido su propósito al arreglarse de esa manera. Entraron al coche y en ese momento se dieron un beso morboso y mojado aprovechando que Fabián lo estacionaba en uno de los lugares del subterráneo más alejados. No aguantaron más y se metieron sus lenguas bruscamente en la boca, empezando un frenético baile con estas. Marcela estaba transformada, para Fabián fue un acto sorpresivo. Es verdad que ya la había visto sumergida en la excitación sexual más profunda, pero esta vez era diferente, la niña parecía tener ese instinto salvaje y animal encendido, se comportaba como leona hambrienta, como hembra en celo. Fabián la tomó con fuerza con su mano derecha por detrás de su cabeza, clavándola literalmente en su boca y sosteniéndola en esa posición mientras se besaban. Fabián no supo cómo, pero en un momento determinado mientras acababan el beso, disipó sus dudas pues confirmó que Marcela sí estaba lista para el siguiente paso, que la niña en realidad deseaba entregarse por completo y que estaba lista para entregarle su vagina, su más preciado tesoro. Vio a Marcela enardecida y supo que nada importaba, le daba igual. Era incapaz de encender el coche y manejar hasta el lugar habitual de los encuentros sexuales. A Fabián le importó un comino estar todavía en el sótano del edificio, confiaba en el confort de sus vidrios tintados y en la soledad de esa área del párking. Era allí y ahora, no había tiempo para pensarlo. El día indicado había llegado y era una fecha muy especial para ambos. Un día para recordar. Luego de un nuevo cruce de miradas, todo fue un brutal descontrol…
Fabián contuvo la respiración y tomó por la nuca a Marcela, diciéndole con un tono de voz pícaro: <<te siento excitada, algo me dice que quieres que tu papi te pase la lengua por toda la rajita…>>>. Marcela, totalmente sumergida al deseo sexual le contestó: <<No puedo más, tengo la conchita muy mojada…>>>. Para Fabián, estas palabras fueron demasiado, fue sentirse en la gloria pues reconocía en lo que estaba por suceder el último y delicioso paso del no retorno, de aquí para adelante se vendría lo más brutal y serían pareja de hecho en el sentido sexual y, claro está, en el aspecto sentimental pues, aunque fuera una locura, Fabián se estaba enamorando poco a poco y perdidamente de Marcela. No mediaron más palabras y permitieron que sus cuerpos hablaran. Fabián tomó de la mano a su niña y la pasó hacía la parte trasera del auto, luego se pasó él. Tras una breve risita de complicidad, se miraron a los ojos y se unieron en un flamante beso que tuvo algo de ternura al inicio. Lo que más excitaba a Fabián era la inexperiencia de la niña. Posteriormente el ánimo subió y con ello la intensidad del manoseo mientras disfrutaban de sus bocas. Fabián se apartó de los labios de Marcela y empezó a besar su cuello, reconociendo en el lado izquierdo de este la marca dejada hace un par de días luego de besarla y succionarla como vampiro antes de correrse con el roce de su culo. Sonreía, pues reconocía en ello una forma de marcar a su niña, aunque se preocupó un poco pues Marcela lo había sabido disimular bien con el cuello del suéter y las chaquetas del colegio, pero seguramente en ropa particular y más con un vestido de ballet en 24hrs., cualquiera lo notaría. Bueno, luego pensaría cómo hacer, ahora mismo eso no importaba. Continuó lamiendo el cuello de Marcela, sintiendo los pequeños saltitos que daba la nena tras cada lengüetazo, señal inequívoca de excitación. Fabián lo disfrutaba plenamente y se extasiaba con el sabor del cuello y la piel de su niña. Esta daba leves gemiditos y tocaba la espalda y los hombros de Fabián por encima de la ropa. Entrado en confianza y con la niña relajada, Fabián empezó a desvestirla lentamente pues no quería perderse ningún detalle de tal fenomenal espectáculo. Subió su suéter colegial con calma, mientras tocaba el torso y las costillas de la niña por encima de la blusa. Lo retiró y se complació con la imagen del rostro de Marcela que salía del jersey de punto con algunos mechones de su castaño cabello sobre la cara como si de una preciosa muñeca se tratase. Acto seguido, continúo besando a su niña que se sometía a su voluntad y no oponía resistencia alguna pues también quería lo mismo. Fabián puso sus manos sobre la espalda de la nena y mientras la besaba en la boca, le decía en medio del beso: <<Eres hermosa bebé, voy a hacerte mía mi amor>>. Empezó a bajar por la espalda hasta dar con la cremallera que iniciaba en la columna vertebral y terminaba a la altura de las nalgas. Marcela acomodó su cuerpo y una vez la cremallera estuvo abajo, la niña alzó las piernas para facilitar la extracción. Estando así, frente a frente, Fabián tomó los costados de la falda tableada y con un movimiento magistral, delicado y sensual, bajó lentamente la falda hasta alcanzar los tobillos de Marcela y sacarla por completo, descubriendo a una nena de 9 años en blusa escolar, braguita infantil rosada, medias blancas, zapatos colegiales y un lacito azul en el cabello que le daba el toque indicado y la hacía ver como toda una princesa a punto de perder la inocencia. Fabián continuó besando en la boca a Marcela, bajando suavemente para besar su mentón sumergiéndolo en saliva y llegando hasta la parte frontal del cuello de la niña. Sus manos se dirigieron al área central de la blusita escolar donde se da la unión entre ojales y botones con el propósito de desabrocharlos y en esta ocasión disfrutar por completo de la piel desnuda de Marcela, ignorando todos los potenciales peligros. Mientras tanto Marcela se deleitaba en el olor y sabor del aliento fresco de Fabián con sabor a menta y un cierto tono cálido que hacía de cada toque con su lengua y boca un tremendo momento de placer. Fabián empezó sin afán a desabotonar una a una cada unión de la blusa, revelando poco a poco la desnudez de un pecho blanco y de tez suave, encontrándose con una camiseta interior color rosa y cayendo hasta un abdomen infantil que delataba los vestigios de la típica pancita de bebé, observando, al abrir totalmente la blusa, un ombligo de tamaño medio muy fino y delicado, muy femenino. Era perfecto. Una mujercita sumamente bella. Tenerla allí, de frente, con la blusita abierta y revelando la perfección de su torso. Marcela yacía de rodillas en el asiento. No solo era algo sexual, fue algo mágico ver a su niña semidesnuda, dispuesta a entregarse y con tal grado de hermosura y delicadeza. La escena provocó en Fabián una enorme excitación, pero a la vez una inconmensurable ternura. Marcela sintió una enorme felicidad pues, más allá de todo, supo reconocer que Fabián no solo la deseaba sexualmente, sino que también la apreciaba como mujer y la quería como su pareja. Marcela no tuvo más inhibiciones y supo que deseaba perder la virginidad haciendo el amor con Fabián. Luego de ese tierno momento, Fabián dirigió la mirada a Marcela y se encontraron en un beso pasional y muy sentido, expresando así todo lo que sentían. De nuevo, la intensidad aumentó y el deseo se convirtió en desenfreno. Fabián tomó las nalgas de Marcela y empezó a acariciarlas. Las tenía definidas, pero el calzoncito impedía disfrutarlas en todo su esplendor. Manoseaba morbosamente el culo de su niña cuando sintió las manitas de ella queriendo quitarle la camisa para descubrirle el torso. Fabián sabía que no quedaba mucho tiempo; por eso, no esperó al juego de su mujercita y él mismo se quitó la camisa tipo polo del trabajo, quedando con el torso desnudo. Pero no se detuvo allí y se desabrochó el botón del pantalón para liberar algo de presión en su entrepierna. Lógicamente estaba empalmado, pero estaba decidido a que ahora toda la atención fuese para la niña. Marcela, con plena confianza, se lanzó a llenarle de besos el torso a Fabián, quien no perdió el rumbo y de nuevo se fue sobre su niña quitándosela de encima y pasando su lengua de forma lasciva desde el tórax de la nena y hasta el mentón. Así, entre lamidas y chupetones entre el cuello y el pecho, Fabián recostó a Marcela sobre el asiento del auto, dejándola por completo a merced. Con mucha delicadeza desapuntó las mangas de la blusa y siguió con los besos y las caricias, bajando por el pecho hasta el ombligo, dejando escapar un hilo de saliva que se depositó en el ombligo de la niña. Introdujo la lengua y saboreó su propia saliva previamente arrojada. En ese preciso instante, Marcela se contorsionó hacía atrás y alzó su abdomencito, como si de una serpiente se tratase. De nuevo Marcela se sentó para facilitar la salida de la blusa. Así sucedió, Fabián ahora veía a su mujercita en su camiseta de tirantes rosa, contrastando deliciosamente con su piel blanca. Estupefacto, admiró tal muestra de belleza. Marcela, ahora tan solo con sus zapatos, medias colegiales, braguitas y camiseta interior, abrazó a Fabián para poder sentir su amplia espalda y lo inclinó hacia sí misma, cayendo suavemente sobre el asiento, quedando recostado Fabián sobre Marcela en disposición sexual. El aire estaba espeso y tibio. Un vecino que pasó frente al auto ni se percató de todo lo que estaba sucediendo en el asiento trasero, pues no se escapaba gran ruido del auto. Ahora, juntos se besaban apasionadamente sujetando sus cabezas y acariciando sus cuerpos. Fue un momento muy íntimo, de gran profundidad. Marcela sentía por primera vez el peso de Fabián sobre su frágil cuerpo. <<Uff, está hirviendo aquí>>, dijo Fabián y luego reafirmó en su mente lo que estaba por suceder. En el contorno del rostro de Marcela empezaban a aparecer rastros de humedad, señales de sudoración producto del ardiente encuentro. Fabián detuvo por un momento los besos y, mirando fijamente a su niña que se encontraba bajo su cuerpo y entre sus brazos, le dijo: <<Mi Marce, te quiero muñequita. No sabes cuánto he deseado este momento contigo… Quiero que seas que para mí esto tiene un gran valor. Nunca pensé que esto me pudiera suceder, pero ya ves, el destino lo ha querido así. Quiero que seas mi mujer. Quiero hacerte mía y por eso quiero saber si estás dispuesta y deseas que sea el primero que vea y te coma toda la vaginita… ¿es lo que quieres?>>. Fabián preguntaba, esperando la autorización de la niña para avanzar por completo entregándose al ritual de iniciación sexual. Marcela respiró hondo. Definitivamente la nena se lo tomaba muy en serio y procesaba en su mente lo que estaba a punto de ocurrir. Después de algunos segundos de silencio, Marcela le acarició la espalda y le dijo: <<Aunque soy joven, una niñita todavía para muchos, y no sé lo que es la vida, lo cierto es que desde que llegaste a mi vida lo cambiaste todo… Jamás pensé que a un hombre adulto le pudiese gustar una niña… Pero lo único que sé es que cuando estoy en clase solo quiero que acabe pronto el día para que sea la mañana siguiente y tenerte junto a mí. Cuando te veo todo se me alborota; siento un nudo en la garganta y un cosquilleo por el cuerpo… Solo yo sé lo que siento, y lo que siento es que te quiero, que me gustas, que me gusta ser tu mujer y que… que estoy lista, lista para que… para que me hagas lo que tú desees. Estoy lista y deseo que tú seas quien ve, toca y chupa mi cosita por primera vez… Estoy segura, mi amor>>. Con lo pronunciado por Marcela, Fabián estalló en felicidad y ya no tuvo el menor asomo de dudas. Ya estaba más que claro tras las exactas y sinceras palabras de Marcela. Ya no había tiempo que perder. Fabián sonrió por última vez antes de entregarse por completo a la salvaje pasión, diciéndole a Marcela: <<Te quiero, mi amor>>. Se unió a su princesa en un beso profundo mientras colocó sus manos en la parte baja de su espalda encontrándose con el borde de la camiseta interior, levantándola con cuidado y se separó momentáneamente para observar y detallar cómo, centímetro a centímetro, subía y dejaba al descubierto las tetas de Marcela. La miró por un momento con el torso completamente desnudo y le dijo <<En verdad eres hermosa. Eres una princesa, una obra de arte>>. Dirigió, luego de lo dicho, sus manos a las tetas planas de la niña tocando unos pezones que estaban algo enrojecidos. Se acercó con suavidad y puso su lengua sobre los pezones, dando círculos, para luego rematar con ágiles toques en la punta de los mismos. Marcela apretaba el asiento con sus manitas y dejaba escapar intensos gemidos. Fabián se iba transformando cada vez más y procedió a succionar esos pezoncitos por completo. Sintió un violento impulso y escupió el pecho de la niña, llenándolo inmediatamente de saliva y lamiéndolo como vampiro, dejando chupetones a diestra y siniestra. Fabián devoraba sin piedad el pecho infantil de Marcela. Se tiró sobre Marcela y empezó a contornear su cuerpo sobre la niña rosando su entrepierna con la vaginita de su mujer aún con la braguita puesta. Fabián se bajó instintivamente los jeans hasta la rodilla para rozar la vaginita de la niña aún con su bóxer y las braguitas de ella por medio. Fabián se movía con tal vertiginosidad que lograba sentir el contacto de sus cuerpos y jadeaba como si de un macho salvaje y enfermo se tratara. Marcela estaba algo atónita pues nunca había visto así a Fabián, tan virulento y poderoso. No estaba asustada, solo algo impresionada por toda la fuerza viril transmitida por la acción de Fabián quien se contorneaba por la diferencia de estaturas para poder meter su lengua con peculiar lascivia en la boca de Marcela, e intencionadamente dejaba escapar grandes cantidades de saliva en la boca de la niña, como queriendo que esta se la tragase por completo. Agarraba el culito de la nena mientras esta se llenaba de placer al sentir cómo Fabián le tallaba la verga en su panochita como si de una punta de hierro se tratase. Fabián empezó a bajar sus manos, dejándolas sobre las pantorrillas de la niña cubiertas aún por las medias, para luego subir y con su palma en forma plana, apoyarla sobre la vulva de Marcela atrapada en la braguita. Eso fue el cielo… Fabián sentía por primera vez los labios vaginales de su niña que parecían estar hinchados como si de una boca que se quería atragantar se tratase. Se sentían algo carnosos para la edad de la nena y lo húmedo de la prenda delataba la enorme excitación de Marcela… Estaba empapada. Una mancha de humedad producto del fluido resaltaba por encima de la tela del resto de la bombachita. Fabián, mientras besaba la boca y la cara de la niña, empezó a masturbarla por primera vez, ayudándose con el peso de su cuerpo recargado sobre su brazo. <<Te gusta, ¿no es así…?>> dijo este mientras movía su palma abierta de arriba hacia abajo y fue cuidadoso de colocar su dedo de en medio justo a la altura de la cavidad vaginal y el dedo pulgar sobre la zona del clítoris de la niña para proporcionarle un placer completo. Marcela, que ya no pudo sostener más los besos, empezó a contornear sus caderas, proyectando todo lo que estaba sintiendo. La nena cerraba los ojos y apretaba los dientes, marcando todas las facciones en su carita como en una expresión de dolor, pero nada tenía que ver con eso, pues era la expresión natural de su excitación tras ser estimulada por primera vez en su área vaginal por una mano ajena. Fabián la masturbaba de arriba abajo sin despegar su mirada y haciendo gran presión sobre toda la rajita, disfrutando cada rasgo de su niña. Se deleitaba al ver a su hermosa nena de 9 años retorcerse de placer. El ritmo era frenético y descontrolado. Después de un minuto de aumentar el ritmo de la masturbación, el aire de la mañana fue quebrantado por el lamento orgásmico de la pequeña… Los primeros gemidos ruidosos se escapaban y la niña lloraba de placer: <<Ahhhhh, ahhhh, síí…. Asíííí.. Sigueeee… AHHHH…>>. Marcela chillaba. Ya no podía más. Fabián sentía que su brazo estaba quemándose, pero no se detuvo. La pequeña estaba a punto de alcanzar la cúspide. Sus ojos se emblanquecían y su jadeo estaba suspendido por la respiración paralizadora previa a la erupción orgásmica. <<MHHHHMMMMMMM…>> Estaba a segundos de estallar. La niña tensó cada músculo de su cuerpo y, tras un violento movimiento a la altura de la cadera, reventó de placer y, en un sonoro grito que se escuchó más allá del auto, dejó escapar un poderoso orgasmo que la recorría como ningún otro anteriormente logrado. <<Qué ricura de bebé…>>, se dejaba escuchar por parte de Fabián. Había sentido la poderosa descarga sexual de su mujercita, deleitándose totalmente de haber logrado producir semejante orgasmo en Marcela y, sobre todo, de haberlo hecho de esa manera: sobre ella, con su mano bajo el peso de todo su cuerpo y, además, semidesnudos. Se quedaron un instante reposando y disfrutando de la gloria de haber tocado y sentido el paraíso, respectivamente. Tras unos segundos, Fabián respiró hondo y aunque preocupado por la hora, pero poseído por el deseo sexual más intenso, decidió acabar lo que había empezado… Observó a su niña algo más recuperada del orgasmo y dirigió su boca a sus labios. Levantó un poco su cuerpo para dejarla respirar mejor y continuó besándola tiernamente. De nuevo la dulzura los acompañó por un instante y Fabián sintió que, de alguna manera, estaba haciéndole el amor a su nena.
Se besaban abrazados y tendidos sobre el asiento. Fabián disfrutaba la figura de Marcela y acariciaba todo su cuerpo, desplazando sus manos sobre las piernas para luego retomar la cintura, el abdomen y, finalmente, llegar hasta los senos todavía no desarrollados de su niña. Separó su boca de la de Marcela y empezó a bajar por el mentón, hasta alcanzar el cuello y luego el pecho. Lo hacía con especial dedicación; saboreaba y exploraba con detenimiento cada zona en el cuerpo de la nena. Parecía no querer perder detalle y conocer en su totalidad el ser impoluto que era esa hermosa niña de ojos cafés. Quería probar cada parte de su infantil cuerpo y guardar su aroma y sabor en lo más profundo de sus recuerdos y, al mismo tiempo, quería marcar cada parte de Marcela con su saliva y humor; hacerla de su propiedad. Marcela lo disfrutaba y le acariciaba el cabello a su hombre en la parte trasera de su cráneo mientras se envolvía más y más en sus lamidas. Así, al unísono de un beso que nunca se detuvo, Fabián alcanzó el ombligo, introdujo su lengua y una vez más disfrutó de lamerlo, pero evitó dar más largas y se dejó caer hasta tan ansiado lugar en el cuerpo de su Marce… Estaba tan sumergido en el momento y en el deseo que no le retiro ni los zapatos, ni las medias colegiales, sino que se dispuso a besar la zona baja del abdomen, entre el ombligo y la vejiga, mientras que al mismo tiempo empezaba a tocar las caderas de Marcela y a introducir sus dedos suavemente por los costados de la braguita. Jugaba con las orillas bordadas de la infantil bombachita rosada de algodón que había dispuesto Marcela para la ocasión. Luego de deleitarse con el abdomen de la niña, Fabián bajó su boca hasta alcanzar la tela de la braguita con su lengua, llegando a esa prohibida e íntima zona que se moría por descubrir. Lo supo, además, por el particular olor que era cada vez más intenso al acercarse a la zona púbica de Marcela, el olor de sus fluidos vaginales desbordados tras el orgasmo y con todo lo sucedido. Se percibía con plena facilidad. Era un olor muy fuerte, como una marca personal de hembra en celo, como de piel húmeda, de sudor salado. No olía evidentemente mal. Olía a sexo. En el pecho de Fabián se erigió una enorme felicidad al sentir el olor de la fresca y húmeda vaginita de su mujer al inhalar la poderosa carga hormonal de su pequeña expedida por su vulva. Fabián posó su nariz sobre la cuquita de su nena y respiró hondo… Absorbió por completo la fragancia vaginal de su niña y era como estar oliendo un exquisito platillo. Besó esta vez su cadera, en las partes laterales, introduciendo su lengua levemente bajo la bombachita y mojando un poco la tela con su saliva. Estuvo unos segundos disfrutando de los costados de la prenda. Fabián se sintió bendecido por la vida de tener tan valiosa oportunidad y, sin dudarlo ni un momento, tomó a Marcela por la cinturita, acomodándola un poco más hacia atrás, quedando la niña con su cabeza apoyada sobre la puerta del coche. Fabián se tomó su tiempo; esto había que disfrutarlo y deleitarse, hacerlo con total calma y exactitud. Sus labios hicieron el primer contacto sobre el monte de venus de Marcela aún con las braguitas puestas. Fabián dio un beso de pico sobre esa área, de una forma totalmente cariñosa. Luego continuó dando este tipo de besos fugaces sobre toda la prenda íntima, pero todavía sin tocar su zona vaginal. Habiendo recorrido toda su área pélvica con muchos besitos, Fabián observó hacia arriba, buscando la mirada de Marcela que lo observaba atenta en todo lo que hacía. Inmediatamente la boca y nariz de Fabián se perdieron desde la visual de Marcela y, un segundo después, vino un nuevo choque de estrellas. Ese contacto cambió para siempre la vida de Fabián y Marcela a quien se le dilataron las pupilas. Su abdomen se elevó y su respiración se paralizó cuando sintió los labios de Fabián por primera vez sobre su panochita aún con las braguitas puestas. Fabián, a través de un sencillo beso, supo para siempre que eso era lo mejor que le había pasado en la vida. Ahora sí, el momento había llegado. Era la hora de comerse la vaginita de su hermosa de 9 años. Sacó su lengua y sin más la puso sobre el área vaginal de Marcela que estaba totalmente empapada. El sabor fue una mezcla entre sal y tibieza, con contrastes ácidos… El sabor perfecto. Dejó su lengua apoyada sobre la vagina cerca de 5 segundos y observaba con morbo la reacción de la niña que empezaba a gemir otra vez y pasaba sus manos por todo su cuerpecito. Le encantaba jugar con las reacciones de su mujercita y no podía creer cómo esta se retorcía de placer y se apretaba su pecho plano como toda una experta. Fabián quiso aumentar la intensidad del juego y dejó su lengua fija, sin movimiento, sobre el área de la vulva, mientras con dos dedos frotaba los labios vaginales. Era un juego algo cruel y macabro, pues enardecía la energía sexual de Marcela enormemente. Al no haber un contacto directo con su sexo desnudo, la tela del panti le molestaba, generando gran ansiedad sobre la nena. Marcela se contorsionaba e intentaba restregar su vagina contra la lengua de Fabián y totalmente sonrojada, dijo: <<¡Por favor, házmelo ya, ¡hazme tuyaaaa…! Por favor… ¡No aguanto másss!. F: <<Jaja, ¿quieres que me coma tu vagina? Pídemelo, dime qué es lo que quieres…>>. M: <<¡Cómeme! ¡¡Trágatela todaaa, YAAAAAA!!>>. Al borde de la demencia y sin mediar más palabras, pero con la mirada clavada en los ojos de Marcela, Fabián dirigió sus manos al trasero de la pequeña, manoseó un poco sus nalgas y con una mano de cada lado de las caderitas, tomó los costados del panti y empezó a bajarlo con suavidad, reconociendo las líneas del elástico ceñidas a la piel de la niña. Ese momento fue abrumador… Fabián veía caer la última prenda íntima del cuerpo de Marcela y a su vez descubría la belleza impoluta e infantil de su niña. Quedaba ante sus ojos, postrada en el asiento de su camioneta, una sublime belleza de 9 años de edad únicamente en medias y zapatos colegiales… La caída lenta de la braguita descubrió un monte de venus sin rastros de vello púbico y bajo este, dos labios vaginales de tamaño medio y proporción carnosa, de color rosa y con algún tono rojizo y café. Era la primera imagen de la vagina de Marce desnuda. La lengua de Fabián se posó por primera vez sobre la parte superior del labio izquierdo de la vagina de la niña, sintiendo al tacto la delicadeza de su infantil vulva. La nena comenzó a respirar rápido producto de la ansiedad. Sus labios vaginales eran una masa de carne notable y algo gruesa para su corta edad. Marcela tenía unos labios destacables en forma, relieve y tamaño, eran un lujo de ver. Fabián empezó a pasar su lengua de forma circular humectando los labios vaginales, pero aún sin separarlos, como queriendo aplazar el mágico momento de abrir el interior de la vulva de Marcelita. Se detuvo por un segundo para apreciar la imagen de esa cautivante vulva aún cerrada e inhalar el indescriptible olor de su niña. Un segundo después, tomó cada labio vaginal con sus pulgares y los separó con lentitud, apreciando en primera instancia unos hilos de fluido aferrados a las paredes internas de los labios. Mientras Fabián separaba casi con ternura los labios vaginales de su princesa de 9 años, los hilos de juguitos vaginales se iban adelgazando y uno a uno se desvanecían, hasta que pudo divisar el perfecto interior de la vulva de su niña. En la parte más alta, ante los ojos de Fabián, aparecía el exorbitante clítoris de Marce en forma de una húmeda y rosada cabeza de chupeta en forma de lollipop. No se resistió más y sin esperar un segundo, Fabián, con el morbo más sucio posible, pasó su lengua lenta y pesadamente por el interior de la vagina de Marcela, desde abajo hacia arriba, penetrando en la intimidad de su mujercita y, como queriendo limpiar todo ese rico fluido derramado por la cuca de su niña, llegó hasta el clítoris, rozándolo, para luego retirar su lengua y tragar saliva y una enorme cantidad de jugo vaginal que se había acumulado tras todo lo hecho hasta el momento. La niña dio un salto y se apretó las inexistentes tetas y un gemido agudo se escapó de lo más profundo de su ser. <<Me gusta, ahhhhhh>>, alcanzaba a decir la pequeña. Poco a poco la iba penetrando con su lengua. Mientras exploraba con su lengua y ojos, abriendo un poco más cada extremo de la vaginita, probó un sabor algo más salado. Fabián supo que había alcanzado un área supremamente especial e íntima de su mujercita; de hecho, la más especial. Miró hacia la zona destacada y se encontró con una especie de cavidad que estaba protegida por una barrera rosada y que destacaba del resto de todos los pliegues y colores presentes en la panochita de Marcela. Fabián acababa de encontrar la cavidad vaginal de Marcela. La profundidad vaginal de la niña hasta llegar a esa pared era de solo dos centímetros. No había dudas, no era otra cosa que su himen, muestra de la virginidad intacta de su niña. Sonrió grandemente al ver lo impoluto del ser de su princesa y al entender que él sería quien se encargaría de traspasar ese telar de tejido que protegía la profundidad vaginal de su bebé. Pero eso tendría que esperar; sería un evento mágico para ambos, por lo que se centró más en la vulva de su niña y prosiguió con su acto oral. Para ese momento, su verga estaba a punto de estallar dentro del bóxer, pero ese día la pequeña cumpleañera era quien merecía todas las atenciones del mundo, y no era para menos con semejante manjar de los dioses frente a su cara. Empezó a recorrer cada pliegue y relieve de la vagina de su mujercita, sintiéndolos y limpiándolos de todo el fluido que habían acumulado a lo largo de la jornada sexual. Pasaba su lengua una y otra vez, de arriba abajo, hacía los lados, en círculos y saboreaba de vez en cuando tragando saliva, para seguir absorbiendo todo ese jugo derramado por su muñequita. El clítoris de Marcelita ya estaba a punto de estallar, la niña se moría de ganas porque se lo mamaran cuando en un momento, Marcela guiada por su instinto haló algo brusca el cabello de su hombre para conducirlo hasta su clítoris y sentir así el roce de su lengua. Fabián inevitablemente y ante la máxima lujuria sexual, besó apasionadamente por primera vez el clítoris de su princesa, metiéndoselo de lleno a la boca y succionándolo. Era como chupar el mejor lollipop de la tierra. Esto provocó en la pequeña niña unos fuertes espasmos mientras Fabián alternaba entre el clítoris y el resto de la vaginita abierta. Babeaba hasta el último rincón de esa panochita infantil y virginal que no dejaba de segregar el más exquisito néctar mientras la sostenía de las corvas para abrirla bien de piernas. La potencia sexual del hombre aumentaba, clavando su boca a la vagina de su niña y restregándose en esta, como queriendo quedar humectado por la esencia vaginal de Marcela. Mamaba incesante y desordenadamente, iba del clítoris a los pliegues y de los labios externos a las paredes internas. Le hundía más la lengua hasta sentir la peculiar textura del himen de su pequeña. Perdió el control y succionaba la vagina de su niña, de su diosa de 9 años. El exceso de jugos vaginales se perdía entre las nalgas de la niña y terminaban en el asiento del vehículo. En determinado momento, empezó a darle lengua velozmente al clítoris de Marcela, tocando al mismo tiempo parte de los pliegues vecinos con los dedos totalmente empapados en los propios fluidos vaginales de su princesa. Aumentaba su ritmo y se pegaba como si no hubiera un mañana. Con sus dedos mojados y sin dejar de mamar, el hombre apretaba las tetas planas y los pezones erectos de Marcela que se movía demencialmente en todas direcciones ante la poderosa sensación del momento. Fabián metió las manos por detrás de su niña y la sujetó del culito, alzando sus caderas y dejándola empinada para tener más facilidad y profundidad con su vagina. Volvía a buscar el fondo de su vaginita con la lengua hasta toparse con el himen. Prácticamente se la follaba a punta de lengua. Apretaba las nalgas de Marcela y esta ya gemía cual mujer madura: <<AHHHHH, QUÉ RICOOOOO, AHHHHH… NO PUEDO MMMMMÁSSSSS…>>. <<Te amo, mi amorrr>> – alcanzó a decir Fabián mientras continuaba el movimiento de su lengua. La niña estaba ya al borde de la locura; sintió que el placer que le estaba dando su hombre era demasiado y la iba a colapsar, por eso naturalmente y sin control de su cuerpo quiso separarse, pero Fabián no lo permitió pues conocía como funcionaba el cuerpo de la mujer y que ese descomunal placer que estaba por venir, su princesita sí lo iba a poder soportar. Ya era una niña grande como esta alguna vez se lo dejó caer; por eso, apretó con más fuerza el culo de Marcela y no lo soltó, sino que se pegó aún más mientras que al mismo tiempo seguía dando lengüetazos al clítoris y pliegues vaginales de su niña inmersos en su boca. Al borde del éxtasis, Marcela se contorsionó bruscamente hacía atrás quedando apoyada prácticamente en su nuca con todo su cuerpecito en arco y el torso elevado. La niña no podía más, estaba excitadísima y mientras apretaba el asiento y tensionaba todos los músculos de su infantil cuerpo, con los dientes totalmente presionados y cada parte de su rostro marcada como en expresión de angustia, dio un salto y con su cuerpo casi vertical, casi pegada al techo del auto, con Fabián con la cara hundida en su vaginita, dando un poderoso grito que se dividió en cinco y que marcó la llegada al más placentero orgasmo de todos los experimentados hasta ahora en su corta vida sexual: <<ahhhhhhhhhhhh……….. aaaaayyyyyyyyyyy…..AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH……..ahhhhhhhhh….ahhhhhhhhhhhhhhh>>, siendo armonizado por un tono muy agudo, un sonido propio de una voz delgada, infantil y sometida a un gran placer sexual….. Marcela, justo en el día de su noveno cumpleaños, había alcanzado el mayor orgasmo de su vida y dejado la cara de Fabián totalmente bañada en un líquido claro y transparente. La niña había estallado sobre el rostro de su hombre. Marcela, Marce, Marcelita, su mujercita, se le acaba de venir en su cara tras un poderoso chorro expulsado durante el orgasmo.
La relación tan particular que surgía entre los dos creaba un mundo de posibilidades donde nuevas formas de lujuria y fantasías se hacían realidad. La intensidad de su deseo y lo sucio de sus encuentros nacía de esa relación tan poco ortodoxa donde básicamente un hombre pretendía sexualmente a una niña, entrando el morbo más aberrante en escena. Fabián observaba y en su mente estos pensamientos aparecían como certezas. Estaba envuelto en un aura desconocida que lo atraía y adentraba cada vez más en el profundo bosque de la lascivia sexual, pero sobre todo prohibida. Fabián se había embarcado en una historia de amor y de deseo con esa niña; de convertirla ya no en un juego pasajero, sino que en una pareja para sus días y, más que eso, el ser con quien llevaría a cabo las pasiones más prohibidas y lujuriosas; los deseos y fetiches más bajos y sucios..
Wow, de los mejores que he leído,espero más partes
Cada capitulo me atrapo mas y mas, muy bueno, espero continúes, tienes mucho para contar, con estos personajes tan calientes👍
Muy extenso!