Marcelita 07 – La Fiesta de Cumpleaños
La dulce y prohibida historia de amor entre un hombre y una niña…
Fabián recuperaba la compostura y miraba a Marcela, quien no se veía para nada tensa y de hecho no lo estaba; en su mente no hubo reflexión después de ese momento, pues ella ya había aceptado esa posibilidad como nueva forma de realidad y no tenía ningún remordimiento por ello. La extremísima juventud de Marcela le facilitó enormemente asimilar de manera positiva ese capítulo de su vida y la relación con Fabián. No se sentía sucia o como si estuviese haciendo algo malo; todo lo contrario, estaba fascinada y en sus pensamientos tan solo rondaban ideas de placer. Estaba encantada con todo lo que estaba viviendo y al pensar en Fabián sentía una profunda emoción que le aceleraba el corazón. Lo vivió como debía hacerlo; era su primer amor y con quien tenía sus primeras experiencias sexuales y así lo entendió. Ambos, cada quien a su manera, estaban convencidos de lo que estaban viviendo y lo que les faltaba por hacer. Fabián se recostó nuevamente sobre Marcela con su cara bañada en fluidos y le dio un beso húmedo mientras le acariciaba el culo, produciendo de esa forma una mezcla homogénea entre saliva y jugos vaginales, quedando ambos impregnados en ese particular y erótico olor. Finalmente, Fabián la miró a los ojos con mucha ternura y le dijo: <<Esto no se lo puedes contar a nadie, bebé. Es nuestro secreto, muñeca>>, y unieron sus bocas. Un beso con sabor a sexo. Unieron sus bocas y el gusto de los fluidos íntimos reinó. Así, ambos entendieron que era el momento de recomponerse y vestirse de nuevo. Juntos se vistieron cruzando sonrisas y miradas en medio de más besos, hasta que finalmente estuvieron listos. Abrocharon sus cinturones y se dieron un último beso con lengua antes de encender el auto y salir del parking. Eran las 7:40am. Ahora que se disipaba el ambiente sexual, algo de preocupación apareció en ambos. Fabián estaba nervioso y manejaba a gran velocidad. No había tomado en cuenta el factor tiempo cuando planeó llevar a su niña al extremo y en su mente fabricaba la excusa para justificar la excesiva demora. En un semáforo en rojo pidió un taxi a dos manzanas del colegio. Aparcó el coche en ese lugar y esperaron a que llegara el taxi. Fabián había ingeniado parar en el colegio para bajarse del taxi a dejar a la niña y, cuando el portero le preguntase el porqué de la demora, este le diría que el coche se les había descompuesto y que tuvieron que esperar al mecánico y después al taxi, el cual por cierto lo seguiría esperando frente al colegio. Y así fue. La niña entró a clases con éxito.
El día transcurrió sin mayores novedades y la mañana del sábado Fabián estaba muy ansioso pues ese era un gran día. Por supuesto que no había pensado propasarse con Marcela durante la fiesta, pero el solo hecho de verla feliz y agasajada, lo ponía muy emocionado. Había pasado de tener una simple fantasía erótica a interesarse por la vida de su niña. Fue a entrenar a primera hora al gimnasio y regresó a su domicilio a almorzar algo ligero para reponer fuerzas y alistarse para la fiesta de su princesa. Salió puntual hacia el lugar de la fiesta, el cual era un reconocido restaurante de la ciudad con hostal incluido y zonas para eventos sociales. Aparcó su camioneta y se dirigió a la entrada del lugar donde en la recepción fue guiado hasta el salón especialmente ambientado para la ocasión: serpentinas y cortinas de tul rosa y blancos adornaban el lugar. Las mesas tenían manteles en rosa. Varias niñas en leotardos corrían entre ellas, pero Fabián buscaba solo a la suya. En eso, Camila lo abordó para ubicarlo en su mesa junto a otros invitados. <<Ahora viene Marcela a saludar que está en la habitación porque le están dando los últimos retoques de maquillaje>>, dijo Camila. De repente apareció la figura de Marcela… Fabián no daba crédito; se veía divina, pensó y, con disimulo, comenzó a recorrerla con la mirada. Marce vestía un leotardo color rosa manga larga y con detalles en los hombros, un tutú rosa y debajo mallas blancas. En sus piecitos unas zapatillas de ballet rosas también. El cabello lo llevaba recogido en un impresionante moño trasero y sujetado por una corona plateada de princesa. Llevaba maquillaje sutil. Todo un espectáculo de ver.
La fiesta transcurrió como cualquier otro cumpleaños. Ambos amantes se dedicaban miradas disimuladas a lo lejos, hasta que Camila fue llevando a Marcela mesa por mesa para que se tomara fotos con los invitados. Llegó el turno de la mesa de Fabián. La niña fue saludando a cada invitado y al llegar a Fabián, con disimulo le entregó un papelito y le guiñó el ojo. Fabián quedó pasmado ante la manera de actuar de su niña. Cuando la toma de fotos finalizó en su mesa, Fabián se dispuso a leer con disimulo el papel que le había entregado Marcela… No podía creer lo que sus ojos leían: <<Tengo la llave de la havitacion veamonos en 15 minutos en la recepcion>>. Fabián no sabía cómo reaccionar ante la iniciativa de Marcela. Las faltas de ortografía y la letra de niño hecha a la carrera, le daban ese toque de inocencia a la propuesta de la niña que iba más allá. Una instantánea erección lo invadió y luchó por ocultarla por debajo de la mesa. Esos 15 minutos se le hicieron eternos y, al estos cumplirse, se percató de que Marcela abandonaba el salón de la fiesta. Fabián hizo lo mismo, pero por una puerta diferente que también llevaba a la recepción del lugar. Allí lo esperaba su mujercita a los pies de una escalera que llevaba a las habitaciones del pequeño hostal adjunto al lugar del evento. Luego de echar un rápido vistazo, se percató de que nadie los veía y, cogiéndose de la mano, subieron rápidamente aquella escalera al cielo… Cuando estaban ya en el pasillo del segundo nivel de camino a la habitación incluida en el paquete que Camila había contratado para la fiesta y que lo habían utilizado para vestir y maquillar a la niña, Fabián la detuvo y le preguntó: <<¿Estás segura de que no nos van a descubrir mi amor? Y, ¿cómo tienes tú la llave?>>. <<Se la saqué a mi tía de su bolsa sin que se diera cuenta>>, respondió. Rápidamente se escabulleron en la habitación como dos adolescentes y Fabián cerró la puerta con llave. Ya en la intimidad, se miraron a los ojos con cierta vergüenza, pero también con la lujuria propia de dos amantes que saben lo que se aproxima: lo inevitable. Fabián alzó a su pequeña bailarina y, sin mediar palabra, se fundieron en un apasionado beso de amor y desenfreno. <<Mi cielo, ¡te ves preciosa!, alcanzó a decir Fabián mientras se besaban. La niña interrumpió el beso y, descendiendo de los brazos de su amante, dijo: <<Quiero preguntarte si quieres que hagamos algo, bueno, yo hacértelo a ti, pe… pero me da pena preguntar…>>. Ya sentados al borde de la cama, Fabián beso tiernamente a Marcela en la frente y le dijo: <<Dime qué quieres que hagamos mi amor, no sientas vergüenza>>. Fabián no pudo resistir esa carita dubitativa de la niña. Tomó su rostro entre sus manos y le dio el beso más delicioso que pudiesen imaginar, estaba besando a una mujer entera y no a la nena que aspiraba a serlo. La emoción contagió a Marcela y su lengüita buscaba la de Fabián. Era un beso con todas las leyes eróticas en juego. Esa inyección de confianza la impulsó a preguntar, con la mirada algo baja: <<¿Por qué si tú me besas todita y me dejas empapada allá abajo, no me dejas chuparte tu… tu pene…?>>. Fabián no sabía cómo responder a esa pregunta. <<Eres mi princesa, mi objeto de adoración, y nunca te obligaría a hacer algo desagradable o forzarte a hacer algo que no quisieras>>. M: <<Pero si es algo que yo quiero hacerte, quiero llenarte de besitos y pasar mis labios por tu coso que el otro día me dejaste acariciar……>>. La sola idea de que Marcela, una pequeña de tan solo 9 años recién cumplidos, le hiciese sexo oral en medio de su fiesta de cumpleaños y con su leotardo de bailarina puesto, provocó en Fabián la mayor erección de su vida. No resistió más y tras otro profundo beso, comenzó a desabrocharse el cinturón para dejar que su princesa hiciera el resto por él. Marcela se puso de pie frente a Fabián, quien seguía sentado en la cama y, torpemente, desabrochó el pantalón de su hombre, quien la acercó a él sosteniéndola de las caderas y luego de besarla le dijo al oído: <<Eres mi todo, quiero sentir tu boquita en toda la verga bebé>>. Marcela se sonrió y continuó con su labor. Sus manitas ya bajaban la bragueta del pantalón, dejando al descubierto el enorme mástil de su hombre aún envuelto en la tela del bóxer. Torpemente tomó con ambas manos el elástico superior del bóxer y finalmente dejó expuesta la verga a pocos centímetros de su rostro. Parecía no asustarle en absoluto el tamaño descomunal y lo masajeaba tiernamente como la vez anterior. Marcela se arrodilló ante Fabián y acercó su boquita a la punta para besarla. Sentir esos labiecitos allí, en esa situación de riesgo y más que prohibida, con la niña en su vestidito de bailarina, le provocaban un placer fuera de toda razón. Una gran cantidad de precum hizo su aparición. Ya no había vuelta atrás y Fabián lo sabía, por lo que lleno de perversión le dijo: <<Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿no?>>. Ni había terminado de preguntar cuando la lengua de Marcela ya recorría de arriba abajo, una y otra vez, su miembro. La niña besaba el tallo de la base hasta arriba. Cuando llegó a la punta se detuvo a contemplar, sacó su lengüita y se dispuso a jugar con ella. Lamía en círculos. Posaba sus labios sobre la punta y repetía otra vez. Intentó meterse un poco a su boquita, apenas le cabía el diámetro total en la boca, pero Marcela parecía conocer a la perfección el mecanismo. Con solo introducirse la punta del glande y jugar con la lengüita, hacía estremecerse a Fabián. La saliva de la niña comenzaba a desparramarse por los lados. Marcela aprovechó la baba para mojar su manita y acompañar los movimientos de su cabeza con tiernas caricias. Ahora ya no besaba, si no que intentaba meterse un poco más la verga. La sensación de esa pequeña y cálida boca aprisionándole el glande era puro éxtasis. Vencida por el deseo, lentamente fue bajando la cabeza al mismo tiempo que cerraba los ojos y abría la boca grande para comerse aquel trozo de carne palpitante. <<Mhmmm, mi niña te ves tan sexy chupándome la verga…>> Fabián le puso las manos sobre sus cabellos para ayudarla a bajar y a encontrar el ritmo correcto de su primera felación, pero con cuidado de no estropearle el peinado. <<Mhmm, qué delicia…>>, decía una atragantada Marcela. Fabián se tumbó completamente en la cama presa del placer de ver a su niña haciéndole, a su manera, el mejor sexo oral de su vida entera. Marcela subió a la cama, se recostó al lado de Fabián y prosiguió con la mamada. Empezó a dar lengüetazos otra vez en la punta del glande. Luego se lo metió otra vez a la boca y empezó a bajar con suavidad. <<Eres una golosa mi amor, ya no te cabe más verga en la boca y, aun así, sigues metiéndotela más profunda… Ahhh…>>, decía Fabián, disfrutando morbosamente la sensación de la boquita de su niña recorriendo su verga. Estaba perdido en la lujuria, no se daba cuenta todo el tiempo que ya había transcurrido, no quería parar, sentía el impulso de acostarse y de hacer suya a Marcela en ese lugar. Mientras la niña saboreaba su pene, Fabián de forma instintiva buscó la entrepierna de Marcela y empezó a frotar su área vaginal. Era un espectáculo digno de ver. Una linda nena de 9 años mamándole la verga a un hombre adulto, mientras este la masturba por encima de su maillot rosa. La niña ya había perdido la mesura y sus impulsos eran cada vez más fuertes; la manera de expresarlos era cada vez más animal. Su lengüita recorría la totalidad de la verga de Fabián y con la punta de su lengua rodeaba el meato urinario. Lo tenía completamente babeado. Disfrutaba, por alguna razón, dejarlo lleno de saliva. Chupaba como una loca, estaba en celo y nada la detenía. Marcela disfrutaba verlo hacer caras de placer y gemir cuando movía la lengua. Instintivamente bajó su mano derecha hasta su propia área púbica para reforzar las caricias que Fabián le hacía, mientras que con la izquierda sujetaba la base del pene que chupaba desesperadamente. Un brillo especial en la entrepierna del leotardo delataba su tremenda excitación. <<Ahhh.. Ya me queda poquito para que me hagas venirme mi amorrr… Y no quiero mancharte tu vestidito o la carita porque pueden sospechar>>, alcanzó a decir Fabián, pero solamente logró acentuar la intensidad de la mamada. Marcela seguía con su faena. Fabián se incorporó como pudo, tomó a Marcela del brazo y ambos se pusieron de pie. <<No pares, mi amor…>>. Fabián, fuera de sí, lanzó un par de almohadas al piso y luego puso de rodillas a la niña para continuar con la sesión. El ritmo de la mamada aceleró. El hecho de ver cómo desaparecía cerca de la mitad de su verga en aquella boquita infantil mientras la niña lo miraba con sus ojitos y su rostro parecido al de un angelito, casi hizo que terminara en ese momento, por lo que le sacó la verga por unos segundos para evitar correrse. Se separó unos centímetros y pudo ver dos hilos de saliva llena de burbujas unidos aún al interior de la sensual boquita de su mujercita. Comenzó a follar la boca de Marcela con mucha ansia hasta que, sintiendo cómo su verga era devorada por su princesa y, bajo el morbo de que era una niña de 9 años con la que estaba teniendo ese encuentro sexual, no pudo más y hundiéndole la verga hasta la garganta, estalló en una eyaculación brutal dentro de la boca de su niñita mientras le sostenía la cabeza del moñito ya sin ningún reparo de despeinarla. <<AHHHH, QUE RIIICOOOOOOOOOOOOO………>>.
La habitación olía a sexo puro. Era una fantasía. Fabián se había venido dentro de la boca de Marcela en cuatro fuertes chorros de leche que le escurrían entre las comisuras y la nariz. Continuaba moviendo sus caderas sin dejar de apretarla fuertemente contra él. Estaba en el paraíso perfecto. La niña hizo el instintivo esfuerzo por zafarse al quedarse sin respiración. Al sacarle la verga, Marcela hizo el intento de tragarse todo el semen, pero no lo logró. Solo pudo con la mitad. Fabián se apresuró a alcanzar una toalla para que la niña escupiese el resto sin manchar su traje, pero aun así unas gotitas cayeron sobre el maillot y el tutú. Al verlo, la erección le desapareció casi instantáneamente a Fabián. Era evidente que no podía dejar bajar así a Marcela. El peinado ya no existía, la corona de princesa estaba por el suelo, pero lo que más le preocupaba eran esas gotitas de semen en la ropita de la niña. Sin dejar apenas que se recuperara, rápidamente se la llevó al baño y le secó el sudor de la frente. Con un trozo de papel higiénico húmedo hizo lo que pudo para disimular las gotas de semen, le acomodó torpemente la corona y el pelo, y dándole un profundo beso le dijo que se apresurara a bajar porque seguramente ya la estaban buscando, que él bajaría unos minutos después para no levantar sospechas. Marcela lo entendió y, acomodándose un poco su trajecito frente al espejo, se despidió de su amante para salir de la habitación y bajar a toda prisa las escaleras. Fabián no daba crédito a lo que acababa de ocurrir. Mientras se acomodaba el pantalón repasaba las imágenes en su mente. Marcela era la mujer perfecta para él. Con sus apenas 9 añitos lograba satisfacerlo en todos los sentidos y formas. Ya no había que buscar más, había encontrado a su compañera de vida, pensó. Arregló la cama que había quedado hecha un desastre y se aseguró de que todo luciera como lo habían encontrado. Salió de la habitación con mucho cuidado de no ser visto y bajó para incorporarse disimuladamente a la fiesta. La misma proseguía como si nada y se disponían a repartir la comida. Marcela ya estaba sentada al lado de su madre. Esta la trataba de peinar de nuevo sin mucho éxito. La niña dijo como excusa que al correr tropezó con una de sus amiguitas y así era como se había despeinado. Era toda una maestra de la mentira con tal de saciar sus impulsos sexuales. Esto a Fabián le ponía aún más.
Después de algunas horas la fiesta terminó. Fabián seguía absorto por lo ocurrido, cuando de repente Camila lo interceptó: <<Fabián, quiero hablar contigo>>. Fabián quedó paralizado y por un momento pensó que había sido descubierto y que Camila estaba allí para encararlo y reclamarle. F: <<Dime, Camila..>>. C: <<Tranquilo, no te pongas nervioso jajaja. Quiero agradecerte por haber venido a la fiesta, yo sé que para un adulto puede ser un poco aburrida una fiesta infantil, además quiero agradecerte por haber llevado a la niña al colegio todos estos días, has sido un apoyo increíble y sin ti no hubiese podido sacar adelante la fiesta. Ayer finalmente me han dado el alta médica, por lo que ya no será necesario que continúes llevando a Marce al cole…>>. <<No tienes nada que agradecerme, lo hago con todo el gusto del mundo, y qué me alegra que ya regresarás a la oficina..>> respondió Fabián un poco más tranquilo, pero con la evidente desilusión que le provocó saber que no vería más a su princesa por las mañanas. C: <<Así es, lo que sí es que te quería pedir otro favor abusando totalmente de tu confianza>>. F: <<A la orden, dime de qué se trata>>. C: <<Pues no sé si ahora estás un poco pillado de tiempo. Verás, aún me tengo que quedar un poco más para recoger la fiesta, entregar el lugar y llevar a algunos invitados de la familia a sus casas, por lo que quiero pedirte que lleves a Marcela a la casa y que puedas esperarme un par de horas. En casa hay comida, puedes coger lo que tú quieras. O cuando llegue nos tomamos un café>>. El brillo volvió a los ojos de Fabián. El día más feliz que recordaba en su vida aun no terminaba y la posibilidad de estar nuevamente a solas con su princesa se materializaba. <<Tus deseos son órdenes compañera, yo me llevo a la niña por ti, tú quédate tranquila.>>. C: <<¡Muchas gracias! ¿Qué haría sin ti, Fabián? Espera te la llamo que anda por allí corriendo con unas compañeritas.>> Camila enviaba nuevamente a Marcela a la boca del lobo sin saberlo. <<Te vas a ir con Fabián como te había dicho, te portas bien y no le des muchos problemas.>> La niña, sin disimulo alguno, se abalanzó a los brazos de Fabián quien la cargó con algo de nerviosismo. Camila solo se rio, sin ningún tipo de sospecha. <<Ay es que tengo sueño, no quiero caminar más>>, dijo la niña para disimular su posible metedura de pata. Efectivamente se veía toda cansada y sudada de correr y jugar… Fabián se despidió entre risas nerviosas y se fue con su princesa cargada entre sus brazos. Ya llegando a la camioneta, Fabián le preguntó: <<¿De verdad te cansaste mucho?>>. <<Mjumm, tengo mucho sueño y estoy toda sudada>>. Efectivamente, se podía ver todo el sudor en su carita y cuello. Al llegar al coche y luego de percatarse de que nadie los viera, Fabián saboreó el cuellito sudado de su niña. A este punto ya no existía disimulo alguno entre los dos. Eran como dos novios. Fabián la depositó en su asiento y ya dentro del coche prosiguió: <<Entonces, ¿ya no vas a querer que te de mi regalo de cumpleaños?>>. Al oír esto, Marcela cogió energías y pareció alegrarse mucho: <<¡Mhmm, sí lo quiero! ¿Qué es, qué me vas a dar? ¡Dámelo ya!>>. F: <<Te lo doy cuando lleguemos, es una sorpresa>>. M: <<Anda, dámelo…>>. Así, entre risas y berrinchitos, continuó todo el camino hasta que entraron a la casa de Marcela. Fabián, ni bien habían azotado la puerta, sin perder un segundo la cargó hasta la habitación de la niña. Llegaron por fin y Fabián reconoció aquel cuarto algo infantil, reflejo de la edad de Marcela. Cerró la puerta con llave y sin mediar palabra le dijo: <<Aquí está mi regalo>>. La agarró fuerte y la besó apasionadamente en la boca. Fue el beso más apasionado, abrían la boca y usaban las lenguas. La lanzó a la cama y comenzó a acariciarle todo el cuerpo, sus pechos planos y su culito redondo. Los pezoncitos se le marcaban por debajo del leotardo. M: <<Me gustó mucho tu regalo mi amor jaja>>. F: <<Todavía no se acaba princesa, recuéstate en la cama>>. Fabián se puso de pie y se arrancó la camisa de un solo golpe, dejando al descubierto su viril torso. Luego se tomó el tiempo de admirar a su pequeña tumbada en su propia cama y con las piernas entreabiertas instintivamente. Marce, de 9 años, vestida como bailarina de ballet, era el cielo en la tierra. Fabián supo que era el momento de ir más allá, pero esta vez no quería desnudarla del todo. Quería hacerle todo con el trajecito puesto. Comenzó por tomarla de los pies aún con las zapatillas puestas. Acariciaba sus piecitos sudados y poco a poco comenzó a lamer sus tobillos por encima de las mallas. Sabían deliciosos. Fue subiendo sus manos y besos por las piernas de la niña hasta llegar a sus muslos. Marcela se estremecía al sentir las caricias de su hombre. Luego le pidió que se volteara y la puso de espaldas a él. Empezó a besarla en el cuello, seguía muy sudada. Luego fue besándole los hombros y la espalda por encima del maillot. Solo quería respirar cada parte del infantil cuerpo de Marcela, quien soltaba leves gemiditos apenas audibles. Se notaba que le encantaba este juego. Fabián se separó un poco para admirar el bello y paradito trasero de su mujercita en cuatro, luego le alzó el tutú y empezó a refregarle la verga por en medio de la rajita. Desesperado por sentir más, se desabrochó el pantalón y se quedó únicamente con el bóxer cubriéndole la erección. Continuó restregándose contra el maillot y las mallitas de Marcela mientras la sostenía delicadamente de las caderas. Aprovechaba la posición para acariciarle las nalgas y besarle el cuello y por detrás de las orejitas. La niña se sostenía de la cabecera de la cama para continuar en cuatro patitas y asegurar la estabilidad. Fabián le acariciaba la pancita y los inexistentes pechos. En eso, presa del deseo le dio una fuerte nalgada a la niña, quien lejos de asustarse, buscó continuar refregando su colita al mástil de Fabián. Fabián comenzó a simular un vaivén de caderas, estaban prácticamente cogiendo con ropa. En ese momento, Fabián posó su mano derecha en la entrepierna de Marcela, comprobando lo mojadísima que estaba la niña. Esto llevó a Fabián al borde de la excitación y finalmente se sacó la verga del bóxer. Con su mano izquierda sostenía a su princesa de las caderas y con la derecha se agarró la verga y comenzó a darle golpecitos en las nalgas a la niña con ella. Luego tomó la entrepierna del maillot y se lo enrolló en la verga, dejando únicamente la delgadita malla blanca entre piel y piel. Fabián se restregaba al culo de su niña con enorme placer, pero el mismo deseo lo impulsaba a no detenerse allí. Con habilidad corrió la entrepierna del leotardo hacia un lado, dejando la rajita de Marcela casi al descubierto, únicamente con la malla por encima. La nena se dejaba hacer inmersa en el deseo y la lujuria. En una completa muestra de desenfreno, Fabián rompió la malla de ballet por la parte de la entrepierna. Al instante y con suprema velocidad, Fabián clavó su rostro entre las nalgas de la niña, restregando su boca y nariz contra estas, como queriendo quedar impregnado de ese fuerte olor. Llevado por el deseo más brutal posible, dio un lengüetazo desde el inicio de la cavidad vaginal de la niña, subiendo por el ano, hasta llegar a la base de la columna vertebral, lamiendo de esta manera toda la raya del culo de su princesa y todo lo que en ella había: una mezcla gloriosa entre sudor, fluidos vaginales, pis y algo de caquita. Qué olor y sabor tan fuerte, estaba tan sudada de todo el día, era un olor tan excitante para Fabián. A Marce parecía encantarle ya que se remolineaba y gemía de vez en cuando. El deseo animal sembró en Fabián una fantasía nunca antes pensada y en un abrir y cerrar de ojos, atacó directamente el ano de la niña, pegando su lengua y succionando la cavidad rectal mientras que al mismo tiempo hacía círculos con su lengua alrededor de este y por momentos la introducía levemente. No le importaba el sabor o el fuerte olor, realmente lo único que llegaba a él era la poderosa sensación de estar chupándole el ano a su niña. Marcela estaba perdida ante la rapidez de todo lo sucedido y la naturaleza de los acontecimientos. No tuvo tiempo para razonar mínimamente nada de lo sucedido, sólo se dejaba llevar y aunque no podía procesar la avalancha de sensaciones y emociones, simplemente disfrutaba postrada en cuatro con el culo abierto, una sensación que le ponía a temblar las piernas y que era una mezcla de ansiedad rectal y debilitamiento anal, llevándola a una poderosa satisfacción sexual. Todo transcurría con total perfección sexual, pero Fabián hoy deseaba mucho más, así que colocó uno de sus dedos sobre el ano de Marcela. No hizo nada más, simplemente lo dejó allí fijo, como apropiándose de todo el culo de Marcela, desde sus nalgas y vagina, hasta su pequeño ano. Para la ninfa esto fue una erupción volcánica. Sentir ese dedo invasor por primera vez sobre su ano, inmóvil, sencillamente como marcando territorio, fue la gota que derramó el vaso. Entonces, debido a la intensa pasión de esa nueva sensación, Marcela comenzó a acercarse al inevitable orgasmo. La niña estaba completamente sometida y se movía vertiginosamente. Fabián lo supo reconocer y ahora lamía la vagina de su niña al momento que coqueteaba con el dedo invasor en el ano. En eso, el ano de la niña se dilató naturalmente, permitiendo que el dedo de Fabián entrara ligeramente en él y, finalmente, una tibieza inusual sobre su área vaginal, como si de agua caliente se tratase. Marcela solo se retorcía con el culo empinado y la cara pegada a las cobijas. Fabián tuvo el sucio y lleno de lascivia impulso de introducir parte de su lengua dentro del ano de la nena. Entonces, a partir de ese punto, procuraba enrollar su lengua de manera cilíndrica para intentar introducir la punta dentro de tan apetecible orificio. A Marcela esto la estaba volviendo loca y percibía con toda claridad que estaba perdiendo todo control sobre su esfínter anal y que no sabía cómo iba a reaccionar su cuerpo. Fabián intensificó el movimiento de su lengua que luego de dilatar y dilatar el ano, por fin pudo ingresar al culo de Marcela. Eso fue el cielo, pero más que eso, fue el big bang, una gran explosión. Marcela tiró fuertemente de las cobijas a tal punto que una de ellas se rasgó por la enorme fuerza utilizada por la niña. Fabián, lejos de separarse, se pegó como desquiciado al ano semipenetrado de la bailarina cumpleañera y movía su lengua de afuera hacía adentro, penetrando solo algunos milímetros, dándole a Marcela literalmente sexo anal con su lengua. La niña respondía con ágiles movimientos de cadera acentuados por el tutú rosa. Tenía una nueva sensación que aparecía en su ano y bajaba hasta su vaginita. No entendía cómo funcionaba, pero estaba a punto de tener una especie de orgasmo anal. Para no hacer un escándalo y que algún vecino escuchara, Marcela gritó fuertemente, pero contra el colchón y las cobijas, mientras una lágrima salía de sus ojos y mientras aparecía la imagen más deliciosa vista alguna vez por Fabián, de la vagina de Marcela caía un chorro transparente de fluido, pero no era momentáneo, sino continuo. Literalmente una cascada de fluido salía por la vagina de la niña y bañaba parte de sus mallitas y, en mayor medida, la cama de la propia Marcelita. Ahí estaban. Fabián inclinado frente al culo de su niña después de haberlo chupado hasta hacerla estallar, con una mano en su verga y una cantidad exorbitante de líquido preseminal, y Marcela en cuatro, empinada, con su rostro clavado sobre las cobijas, la entrepierna del leotardo corrida hacia un lado y las mallitas desgarradas. Eso era lo que había, una absoluta obra de arte. Ambos guardaron silencio por varios segundos, pues el momento había sido tan intenso. <<¿Estás bien, mi amor?>>, preguntó Fabián. La niña, entre un suave sollozo y con los ojos aguados dijo: <<No te preocupes, estoy bien>>. Entonces Fabián le vio el rostro y le dijo: <<Pero mi amor, estás llorando, ¿qué pasó?.>>. Entonces, Marcela se recompuso y se apoyó sobre sus rodillas despegando sus brazos y cara de la cama. Respiró un segundo, se limpió las lágrimas y le dijo sonriendo: <<Es que me hiciste llorar jaja>>. F: <<¿Qué? ¿Te lastimé bebé? Mi princesa, discúlpame>>. M: <<Nada de esooo, es que me hiciste sentir tan rico y extraño a la vez que no sé, no pude controlarme y lloré, pero no me dolió nada, gracias mi amor>>. Como son las cosas de la vida. Marcela no lloraba de dolor, sino de desmesurado placer. Fabián la sujetó de las manitas y, dándole un beso piquito, le dijo: <<Gracias de nada muñequita. Qué susto me diste>>. M: <<Quiero sentirte adelante ahora, encima de mí… Tu coso en mi cosita mientras nos besamos, como en las películas…>>. Fabián se quedó frío mientras la niña se tumbó boca arriba, se levantó el tutú hasta el pecho y abrió las piernitas como invitándolo a la posición de misionero. Fabián reaccionó y se quitó el pantalón y el bóxer, quedando totalmente desnudo y dejando ver su pene totalmente erecto en medio de aquella habitación infantil. Fabián caminó lentamente y cuando alcanzó la altura de la cama de su princesa, supo instintivamente que lo que proseguía era sencillamente unirse a Marcela y entregarse a la pasión que sentía por ella. Fabián apoyó su rodilla sobre el borde de la cama y volvió a correr a un lado la entrepierna del maillot para dejar al descubierto la vaginita de Marcela, completamente empapada. En la posición comenzó a rozar el pene sobre la rajita de la niña. Era la primera vez que lo hacían sin ropa y vaya diferencia. Una especie de electricidad invadió a ambos amantes. Sentir el roce directo de su glande con el clítoris de su princesa, fue celestial. F: <<Frótatelo tú solita, mi amor>>. Marcela sonrío y se mordió el labio inferior. Fabián podía sentir sus delicadas y pequeñas manos sobre su mástil. La niña empezó a frotar la cabeza del pene contra su vaginita, arriba hacia abajo. Y también en la rayita de su ano. Se había vuelto adicta a esa nueva sensación. M: <<Está durísimo mi amor, ¿te gusta?>>. Esas dulces palabras hicieron enloquecer a Fabián. <<¡Me encantaaa, me encantas mi niñaa!>>. Fabián comenzó a oler el cabello de Marcela y a chuparle el cuello hasta dejarle un par de nuevos chupetones. Estaba ya fuera de sí. Sentía los pliegues de esa rajita acariciarle a lo largo el pene. <<Bebé, solo la pondré en la entrada para sentir rico los dos ¿estás de acuerdo?>>. Comenzó a rozarse con mayor intensidad, como queriendo entrar desesperadamente en la virginal y apretadísima vaginita de su niña. <<Sí, mi amor, aaahhh>>— la nena gimió cuando sintió el placer de tener semejante verga en su entrada. Se veía tan pequeña, inocente y sexy en su leotardo de ballet. En una de esas embestidas, inexplicablemente y producto de la excesiva lubricación vaginal y de la presión ejercida, algo dentro de Marcela cedió y casi sin querer, Fabián la penetró… Un intenso y ahogado grito de dolor extremo inundó aquella habitación infantil: <<¡¡¡AHHH AAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYYY!!!>>. Era solo la mitad del glande. Unos pocos centímetros nada más, pero técnicamente Fabián de 32 y Marcela de 9 habían consumado el más prohibido de los amores. Estaban follando. F: <<Aguanta, mi niña>>. M: <<Está bien, ay pero me dueelee>>. Fabián se quedó quieto, sin avanzar, pero tampoco sin retroceder. F: <<¿Quieres que pare, mi amor?>>. M: <<Noo, este es tu regalo y yo lo quiero>>. El rostro de Marcela, entre lágrimas y con un gesto entre dolor y placer, era todo un poema. Luego de unos segundos, Fabián intentó avanzar un poco más y lentamente siguió entrando en su niña. En la cara de Marce se veía que le dolía, pero se lo aguantaba. Estaba totalmente comprometida en complacer a su hombre y a ella misma. F: <<Bebé, ya tienes toda la cabeza adentro, pero no te quiero seguir haciendo más daño, eres demasiado delgadita y apretadita mi niña linda>>. M: <<Ahhhh, creo que aguanto un poquito más, pero dame un besito..>>. Esta niña era increíble, pensó Fabián. Era la amante perfecta con tan solo 9 años. Se besaron apasionadamente, mientras que Fabián empezó a moverse lentamente, sin sacarle la verga a Marcela. Solo entrando y saliendo unos milímetros. M: <<Ayyy, perdóname por ser tan estrechitaaa..>>. F: <<Nada de eso mi amor, así eres perfecta para mí.. ahhhhhh.. Estar por fin de dentro de ti es perfecto.>> Fabián decidió avanzar un poco más adentro de su mujercita mientras la besaba, la niña no podía concentrarse en besar por lo que solo tenía la boca abierta gimiendo y de vez en cuando gritando. Fabián intentaba calmarla acariciándole el rostro y pasando una mano por su melena. Después de unos minutos, la cara de Marce cambió a placer. Pero Fabián ya no daba más de sí, sintió ya que estaba a punto de eyacular. La descomunal presión ejercida por la cavidad vaginal de su niña era incalculable, tanto que hasta le causaba a Fabián cierto dolor. La sostuvo fuertemente de las caderas y le clavó la cabeza más un par de centímetros de tronco mientras Marcela le rodeaba la espalda con sus piecitos. Ambos estaban al límite. La niña ya no podía más, el dolor era evidente. Fabián ya estaba al borde del mayor placer de su vida y en un rápido movimiento, le sacó la verga y le acabó a la niña en el abdomen.. <<AHHHHHH, AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH>>. Dos, tres espesos chorros de semen. Toda la eyaculación terminó en la parte inferior del tutú, en el leotardo, en las mallitas, en fin… M: <<Te amooo, Fabián>>. F: <<Ahhh, yo también te amo mi flaquita linda>>.
Fabián se tumbó en la cama, extasiado, y Marcela se le subió encima. Juntos se quedaron abrazados y dándose de besos. La imagen era enternecedora. Los amantes, totalmente saciados. Vaciados. <<¿Te gustó tu regalo, mi amor?>>. <<Ay sí, me encantó. Me dolió un poquito, pero estuvo rico sentirte dentro de mí>>. Y se quedaron abrazados. Relajados. A tal punto que el sueño se comenzó a apoderar de ambos. En eso sonó el móvil de Fabián que entreabrió los ojos, tomó el aparato y se trataba de un mensaje de WhatsApp de Camila. Fabián reaccionó abruptamente, había perdido totalmente la noción del tiempo. Perfectamente Camila podía estar ya en la casa. F: <<¿Amor?>>. La niña estaba más que dormida. Fabián la comenzó a despertar con delicadeza, dándole pequeños besos en la cabecita. Luego terminó de leer el mensaje, Camila le informaba que ya estaba en camino a la casa. <<Beba, despiértate. No quisiera parar nunca y me encantaría estar a solas contigo sin apuros, pero por ahora debes cambiarte porque creo que tu mami no demora en venir.>>. M: <<Sí es cierto, ya debe estar por venir. Bueno, yo me cambio, pero si tú me ayudas.>> F: <<Uff, por supuesto mamasita rica, con todo gusto>>. Fabián comenzó a desnudar a su pequeña, quiso haberse detenido a admirar cada detalle por horas, pero ya tenían a la madre de Marcela encima. Le removió con cuidado las zapatillas rosas, desapuntó las mangas del maillot por los hombros y empezó a bajarlo hasta descubrir sus pezoncitos. Le removió completamente el leotardo y el tutú, ya solo faltaban las mallitas blancas, rotas por la parte de la entrepierna. Procedió a quitarle las mallas, hasta tener a la niña completamente desnuda frente a él. Fabián se sentó al borde la cama con Marcela de pie frente a él, la volteó hasta tenerla despaldas y comenzó a besarle los hombros, la espaldita… Ya se había vuelto a empalmar, pero sabía que no tenía más tiempo. Sacó un vestido de la cajonera, unas braguitas limpias, y se las puso, no sin dejar de manosearla y besarla de la manera más sucia posible por todo el cuerpo. Finalmente, cuando ya la niña tuvo el vestido puesto, Fabián le dio una fuerte nalgada seguida de un sensual apretón. Fabián se vistió en un segundo y de esta forma, juntos llegaron a la sala. En eso, Fabián se acordó del desorden dejado en la habitación, pero en especial, del estado en el que había quedado el traje de la niña: con su esperma encima y con las mallitas rasgadas. Obviamente no podía dejar que Camila lo encontrara así. Rápidamente lo cogió y a toda velocidad, salió por la puerta. Dejó el traje escondido en la camioneta y regresó para estar unos últimos minutos a solas con su princesa. Después de 10 minutos, Camila hizo presencia. No se dio cuenta de nada. Bueno, lo único extraño era el particular olor que por momentos había en el ambiente, pero en todo caso no prestó demasiada atención y tal cual lo habían pactado, terminó siendo una tarde de café y charla entre Camila, Fabián y Marcela. La niña aprovechaba cualquier descuido inoportuno de su madre para subirse el vestido ligeramente y separar sus piernas para que Fabián viera sus braguitas. Marcela resultó ser una mujercita insaciable. Fabián no podía evitar imaginarse las infinitas posibilidades que les esperaban juntos para darse y recibir placer. Placer entre una niña y su amado hombre. F: <<Cami, respecto al trajecito de ballet de la niña, te cuento que le ha caído en un descuido algo de Cola encima, pero no te preocupes que yo lo llevo al DryClean y te lo traigo uno de estos días.>>. <<Muchas gracias Fabián, eres tan considerado. Vamos, que eres el padre de familia perfecto jajaja…>>, dejó caer Camila. Los tres rieron..
Esta super delicioso el relato esperando que sigas más de esta ardiente niña poder tener el gusto de leer de las ardientes pasiones y culiadas bien duras que le darán y que no sea el único hombre que se la coja halla otros por lo caliente de la niña más si le tocan la entrepierna se habrá a que le den verga
No creo que Fabían vaya a permitir que otro hombre se acerque a su princesa y pues Marce esta muy enamorada de Fabían creo que lo más posible es que una nueva niña se pueda unir a los juegos de Fabian y Marce eso lo veo más posible pero ellos ya son pareja y pues la historia seguro tendrá más drama,suspenso y erotismo :v
Excelente relatos, se espera con ansias la nueva entrega y espero que sean muchas mas. un relato muy cautivante y ardiente