Marcelita 10 – ¡Feliz Primera Comunión!
La dulce y prohibida historia de amor entre un hombre y una niña…
Pasaron algunos días luego de los hechos de ese fin de semana de montaña. Fabián y Marcela no habían vuelto a tener la oportunidad de estar juntos y se morían de ganas por estar a solas. La niña había dejado de ir por las tardes a la oficina de Camila porque estaba quedándose a catequesis de Primera Comunión. El ni siquiera verla estaba matando a Fabián, quien se había descuidado un poco a nivel físico, tanto así que había comenzado a beber para ahogar las penas. En una de esas noches de excesos, regresó a casa a las tantas de la noche y cayó tumbado en la cama. Fabián vio su sueño interrumpido abruptamente, estaba muy confuso y le costó ubicarse para entender lo que estaba pasando, sin embargo, en medio de su ebriedad recuperó un poco su conciencia y reconociendo que, a esa hora, sólo entran llamadas con malas noticias. La adrenalina lo hizo entrar de nuevo en sus cabales y medio gateando se acercó hasta la mesa donde tenía el móvil. Al reconocer la procedencia de la llamada se asustó aún más: era el móvil de Camila. Muy nervioso contestó: <<Aló, dime Camila>>. Hubo un tenso silencio, hasta que una voz que no logró reconocer pues hablaba en un tono muy bajo y con cierta interferencia le dijo: <<Aló, soy yo, ¿ya me olvidaste?>>. Fabián hizo cara de extrañez y con más ahínco respondió: <<¿Quién es?>>, de nuevo un silencio apareció, y mientras Fabián recobraba su conciencia alejada por la ebriedad, tuvo el presentimiento, podría ser…<<Soy yo… Soy Marcela>>.En ese momento el estómago de Fabián se revolvió y su corazón se aceleró drásticamente. No daba crédito. F: <<¿Cómo? ¿enserio? ¿Mi niña, eres tú?>>, M: <<Sí, soy yo…>>. Fabián, tomando fuerza y atónito, dijo: <<No puedo creerlo, ojalá esto no sea un sueño, no sabes cuánto te he extrañado, mi amor>>. M: <<Sí, para mí ha sido igual, todos los días he estado pensando en ti, en las clases, en la catequesis, en las noches mientras hacía tareas, en la cama mientras me dormía, no podía olvidarte y me dolía muchísimo no saber nada de ti, no verte y no hablarte>>. F: <<Aww, bebé yo igual. ¿Y cómo estás, mi niña?>>. M: <<Pues han pasado cosas, ay es que me da pena. Prométeme que no te vas a reír de mí cuando me veas, ¿vale?.>> F: <<Jamás mi amor, ¿pero cuéntame qué más te ha pasado?>>, preguntó Fabián intrigado. M: <<Pues nada, que me pusieron brackets ayer y que me duelen mucho los dientes al hablar, al comer…>>. A Fabián siempre le habían gustado con brackets, era uno más de sus fetiches. F: <<Uff mi niña, pero para nada me voy a reír, al contrario…>> La niña lo interrumpió: <<…Y pues no te niego, cada tarde sueño con volver a verte, verme muy bonita para ti y hasta pienso en ti cuando, cuando me pongo mi ropa interior…>>. La respiración se cortó en Fabián y de nuevo aparecía esa sensación de emoción y adrenalina morbosa. F: <<¿Y qué ropita rica y deliciosa para quitártela tienes puesta ahora?>>. M: <<Estoy en short de pijama y un top blanco, además tengo el cabello recogido en una colita jaja, así estoy, ¿te gusta?>>. F: <<Me fascina mamasita, me muero por volver a estar contigo y devorarte. ¿Y hasta dónde te llega el short? >> M: <<Me queda un poco chiquito, porque me lo compraron con una horma que no se adapta a mi cuerpo, entonces como tú te imaginas, la conchita se me nota muchísimo y se me marca por completo>>. Fabián estaba a mil con la picardía fina y lujuriosa de su niñita, realmente quería estar entre sus piernitas para poder satisfacer la necesidad sexual imperante suya y de su pequeña. F: <<Mhhm, qué rica mi bebé. Quisiera comerte toda la rajita ahora mismo.. Es lo primero que haría..>>. <<Yo sé jaja, sé muy bien, quiero que me la abras, que me la abras bien y me la comas todita. Te he llamado porque me estaba tocando pensando en ti>>. Fabián se había empalmado automáticamente y ya se estaba masturbando: <<Ahhhh, ahhhh y… ¿co..cómo..cómo tienes el clítoris, dímelo, quiero saberlo, ahhhhhh, dímelo, es grande y carnoso…ahhhh quiero chupártelooo ahhhh…>>. M:<<Lo tengo durito, brilla empapado en agüita y sudor, esperando que le pongas la lengua encima…>>. Consumido en el morbo y en la absoluta suciedad sexual, decía: <<Ahhhh, mamacita rica y deliciosa… Me encanta lo cachonda que eres…>>. Un grito a lo lejos se escuchó del lado de la niña, quien solo dijo: <<Me tengo que ir…>> y colgó. Fabián se quedó a punto de correrse. Seguía sin dar crédito. Camila la había pillado en medio de la madrugada, pero no logró escuchar lo que la niña le susurraba a Fabián. Marcela matizó diciendo que no podía dormir y que se había puesto a leer un libro en voz alta. Camila le pidió que abriera la puerta y reconoció un inusual aroma a sexo al entrar en la habitación de la niña. C: <<Hija, ¿qué estabas haciendo? Sabes que puedes confiar en mí>>. Camila ya había notado cosas en la ropa interior de la niña y sospechaba que esta hubiese empezado a masturbarse o que alguien la estuviese tocando. Lejos estaba de imaginarse que Marcela ya era toda una adicta al sexo con Fabián. La niña escondió el móvil y se dejó meter a la cama por su madre, quien la dejó acostada. A la mañana siguiente, Marcela colocó de vuelta el móvil en el bolso de Camila. Fabián por su parte se despertó y entre la resaca no podía creer que había estado al teléfono por unos minutos con su mujercita.
Al día siguiente, Camila llegó a su oficina… <<Hola Fabián, ¿se puede?>>. Fabián, sorprendido y un tanto asustado respondió: <<Claro Camila, ¿dime qué puedo hacer por ti?>>. C: <<Te quería dar esto, a Marcela y a mí nos haría mucha ilusión que nos acompañaras.>> Fabián recibió un sobre blanco con detalles en dorado. Rápidamente lo abrió sin darle tiempo a Camila a decir algo más y sacó una invitación, y leyó lo que ponía: “Mi Primera Comunión. En este día especial la luz de Dios se encenderá en mi corazón. Te invito a formar parte de ese momento, será el próximo domingo 30 en la Iglesia San José, a las 11:30. Luego iremos al restaurante El Asador a las 13:00 a celebrarlo. Marcela.” Se trataba de eso, por eso la niña se había ausentado en las tardes; había intensificado su catequesis de cara a esa fecha especial. Fabián, encantando, volvió la vista a Camila y, emocionado, dijo: <<Faltaba más, dile a Marcela que allí estaré>>. Un cierto morbo y excitación recorrió cada célula de Fabián al imaginarse a Marcela en su vestido inmaculado de Primera Comunión, pero pensó que de todas formas sería imposible estar a solas con ella, por lo que reprimió sus impulsos para no hacerse castillos en el aire. Aun así, ya solo faltaba una semana y media para el evento, por lo que pensó que ya con tan solo verla, su corazón al menos estaría feliz, aunque no pudiese tenerla a su disposición total.
Los días transcurrieron y dos días antes del evento religioso y social, Camila entró a la oficina de Fabián aparentemente afligida para pedirle a este un nuevo favor: <<Perdona Fabián, pero nuevamente abuso de tu confianza, quiero pedirte que te lleves a la niña después de la recepción como hicimos en su cumpleaños. Es que como sabes tengo que entregar el lugar y llevar a unos familiares a sus casas>>. Fabián aceptó sin pensárselo: <<Mujer, sabes que no tienes ni que pedírmelo>>. Sin perder ni un solo segundo y consiente de que era una oportunidad de oro para hacer realidad más de sus fantasías con Marcela, decidió prepararse para la ocasión y al finalizar su jornada laboral se dirigió a una sex shop que había encontrado por Internet. Se estacionó enfrente de la tienda y, cuando vio que no había gente dentro, bajó y se dirigió allí, entró y en el mostrador estaba el típico vendedor de tienda porno, totalmente amable y abierto a asesorar a sus clientes. <<Hola buenas tardes>>, dijo Fabián. <<Buenas tardes>>—contestó amablemente el vendedor– <<¿en qué le puedo ayudar?>>. F: <<Pues mira, buscaba un lubricante, no recuerdo la marca, era un frasco negro con unas hierbas verdes dibujadas, ¿tendrás de esos?>>. V:<<Mmm, creo que sé a cuál se refiere. No, no tengo, pero me llegaron unos mejores que ese>>. F: <<¿De verdad?>>, preguntó intrigado Fabián. V: <<Sí, estos traen lubricación analgésica y un dilatador de musculo liso, eso hace que la experiencia sexual sea totalmente placentera y sin dolor.>> F: <<Pues sí, me interesa>>. El tipo volteó al estante que estaba atrás de él y tomó una caja, se volteó y la puso en el mostrador. V: <<Es lo más nuevo que ha llegado, créame que es de lo mejor que hay, sobre todo si la persona es.. Virgen. Además, trae un aplicador para introducirlo por el ano o vagina y poder actuar desde adentro. Sé que está mal que lo diga, pero podría penetrar a una niña sin problemas, se puede imaginar lo efectivo que es>>. F: <<Me lo llevo>>—respondió Fabián al instante.
Era domingo por la mañana, la iglesia llena de gente. Y allí estaba Fabián casi en primera fila esperando con ansias el momento de ver a su princesa ataviada con su vestido blanco. De repente, hizo su entrada Marcelita y las otras niñas con una vela blanca encendida en la mano derecha. Las manos de Marcela iban cubiertas por los clásicos guantes blancos de comunión. Llevaba un peinado semirecogido con trenzas laterales. Al verla tan divina, como novia lista para casarse, Fabián no pudo evitar imaginarse el conjunto de ropa interior que llevaría su niña ese día. Marcela llegó al altar donde un Sacerdote la esperaba para darle la Primera Comunión. La Primera Comunión es un día muy importante para muchos niños y sus padres. Es un día especial religioso, pero es más una presentación en sociedad de pequeñas ninfas. Fabián, con Camila a un lado, la veía sin parpadear. Fabián ya era como de la familia. En un instante el hombre y la niña se miraron y se sonrieron, regresaron la mirada al altar cuando escucharon al sacerdote decir: <<Corpus Cristi>>. <<Amén>> -respondió Marcela. La preadolescente recibía su Primera Comunión. Luego se hincó a hacer oración. En silencio, hincada con la cabeza agachada, ojitos cerrados, la hostia en su boca y sus manitas juntas en posición de rezo, agradeció al cielo el haber conocido a Fabián. Marcelita agradecía una y otra vez al cielo que lo hubiera puesto en su camino. También rogó que nunca lo apartara de su lado, que le diera la fortaleza para complacerlo en todo y aguatar todas las cosas que le hiciera cada vez que él se quisiera saciar con ella. Rogó al cielo que Fabián nunca se aburriera de ella y que algún día pudiesen casarse y estar juntos sin tener que esconderse, estaba entregadísima. Así era de prometedora la vida para Fabián. Lo que había empezado como una pervertida aventura, había acabado en casi una familia, una familia porque Camila lo veía como a un hermano, como un tío para Marcela. Jamás se podía llegar a imaginar lo que sucedía a sus espaldas. ¿O sí…? El evento religioso concluyó, así como la comida de acción de gracias en el restaurante escogido por Camila, quien se acercó a Fabián para agradecerle nuevamente por el favor de llevarse a Marcela: <<De verdad que no tengo cómo pagarte, luego yo te llamo cuando me desocupe, ¿vale?>>. <<Descuida, mujer. Yo encantada, la pondré a hacer la siesta que seguro estará exhausta jajaja>>, dijo Fabián entre risas casi malévolas. Así, ambos se despidieron de Camila y se dirigieron rumbo al parking del lugar. <<Vámonos, bebé>>, dijo Fabián en voz baja. <<Qué bueno que estaremos solossss>>, respondió Marcela entre sonrisa de oreja a oreja. F: <<Así es mi amor, solos nosotros dos>>. Ya adentro del auto, Fabián continuó: <<He comprado algunas cosas para nosotros.>> <<¿Qué cosas?>>, preguntó la niña, auténticamente intrigada. F: <<Ya lo verás, te van a gustar, bebé>>. Avanzaron sin perder ni un solo segundo rumbo a la casa de la niña, quien iba recargada en él. La mano derecha de Fabián se posaba sobre su muslo y lo acariciaba por encima del vestido. Ella también acariciaba a Fabián recargando su cabeza en su brazo derecho.
Llegaron y entraron de la mano a la casa. Fabián se acercó a Marcela, la besó tiernamente en la boca. Ella abrió sus labios para recibir con su lengua la de Fabián, se colgó de sus brazos y las manos de este se apoderaron de ese trasero infantil por encima del pomposo vestido. La levantó y su pene brincó al sentir una pantaleta pequeña de encaje suave. Se separó y Fabián volvió a ver su hermoso rostro, la niña abría sus ojos y le sonreía. <<¿Te gusta cómo me veo?>>. <<Estás divina así, mi bebé. Y me fascina tu nueva sonrisa…>>. Era la fantasía de todo hombre. La cargó como lo haría un recién casado y la llevó a su habitación. Entraron y cerca de la cama, suavemente la bajó, se sentó y la acercó a él, estaba su cara a la altura de la de Fabián quien la volvió a besar. Sus lenguas danzaban como un vals nupcial. Fabián la acariciaba de arriba abajo, alternando con besos en el cuello, sintiendo su olor a limpio, esa mezcla entre una fragancia infantil y jabón de niña. <<Mi princesita, hoy es un día muy especial para mí también… Tenerte así, aquí, con tu vestidito blanco, es un sueño…>>, decía Fabián entre besos. Ella ladeaba su cabeza para facilitar los besos, jadeaba cuando sentía que las manos de Fabián apretaban sus nalgas. Entre besos, Fabián la acostó en su cama, se puso de pie y comenzó a desnudarse lentamente, sin despegar sus ojos de los de ella, hasta quedar solo en bóxer. Se abalanzó hacia su cuerpecito tan delicado y la besó de nuevo. Ella no se quedaba atrás ya que seguía besándolo y a la vez utilizando sus suaves manitas para acariciarle el cuerpo. Pasaba sus manos por encima del pecho de Fabián, bajando por el abdomen hasta llegar a la verga, la manoseaba por encima del bóxer. Mientras, Fabián la besaba en el cuello. La niña no perdió el tiempo y le saco la verga del bóxer sosteniéndolo con ambas manos del elástico. <<Te deseo mucho Fabi, te quiero dentro de mí ya…>> alcanzó a decir, pues las bocas apenas se apartaban una de la otra. Fabián entonces decidió darle el control a la pequeña para dejarse hacer. Lo ponía cachondo la inocente, pero muy sexual iniciativa de Marce. Fabián se puso pues boca arriba mientras que la niña se posicionaba a un lado de él, hasta que su boquita quedó a centímetros de su verga. Marcela comenzó dando besitos a cada costado de la base, como a manera de previa. Subió llenando de besos el tronco hasta que llegó a la punta, donde besó varias veces, haciendo que Fabián se estremeciera. La imagen era perfecta. La niña se sostenía la melena con una mano y con la otra estaba apoyada en el abdomen de Fabián. Bajó dando besos hasta las bolas y repitió el proceso, dando la misma cantidad de besos a cada una. Nunca hasta ahora había llegado a tanto. Subió el nivel escupiéndolo un poco mientras acariciaba el tronco con sus labios, llegó a la cabeza, la atrapó con sus labios mientras movía su lengua en círculos. Fabián no pudo resistirse y le puso su mano detrás de la cabeza para hacer un poco de presión hacia abajo para que intentara meterle un trozo más de verga en su boquita. La niña llegó hasta donde pudo para luego hacer un sube y baja con su boquita. Rodeó el tronco con sus manitas cubiertas por los guantes de comunión calados en malla elástica y bajó hasta las bolas, las lamió e incluso las juntó para manosearlas un poco antes de meterse una a la boca. En todo este tiempo había aprendido muchas cosas y había tomado una gran práctica para mamar, ahora esa práctica estaba dando frutos. Frutos que tenían en una nube de placer a Fabián. La niña movía su cabeza mientras chupaba la otra bola, hasta que volvió a la cabeza para intentar engullirla. Fabián solo la guiaba sosteniéndola con ambas manos de la cabeza e inconscientemente movía su cadera adelante a atrás. La intensidad de la mamada subió un poco y a veces Fabián se movía demás y le clavaba la verga hasta el fondo de su garganta, haciendo que ella arqueara queriendo vomitar. Sacaba unos segundos la verga de su boca, quedando filamentos de baba entre ellos dos, lo volteaba a ver y se sonreía, absorbía los filamentos, bajaba la mirada y volvía al ataque. Adornada por brackets con goma elástica en color rosa, esa boquita infantil sabía aún más a gloria para Fabián. <<Me encantas, bebé>>, alcanzó a balbucear el hombre. Al verla chupar con tanta dedicación, no pudo resistirse, se incorporó y se puso de pie. La tomó de las trenzas con ambas manos para hundirle un poco más la verga en la boquita. Miró la escena a través del espejo de la habitación, cómo ella hincada frente él chupaba, se veía tan pequeña en frente de Fabián que la veía cómo movía todo su cuerpo para hacer más placentera la felación. La sujetó del pelo otra vez y movió rápidamente su cadera, viendo en el espejo cómo se le agitaban los cabellos cuando lo hacía rápido. La tomó de las trenzas y metió de más y ella hizo otro arqueo y casi vomita. Era tal la intensidad de la mamada que, en una de esas embestidas, fue tan fuerte la arcada que Marcela sí que vomitó parte de la comida sobre la verga de Fabián. <<Perdón…>>, alcanzó a decir la pequeña con algo de vergüenza. <<No pasa nada, mi niña… Por favor no te detengas…>> La niña recuperó fuerzas de flaquezas y continúo chupándole la verga a Fabián, hasta generar más y más arcadas. Le lagrimeaban los ojos por la falta de aire y la baba le escurría de las comisuras. Fabián volvió a sentarse al borde de la cama mientras Marcela tomaba la verga con una mano al mismo tiempo que metía el resto a su boca, la sacaba y metía moviendo su cabeza mientras lo masturbaba, lo sacaba, pero solo para pasarle la lengua por todo lo largo y rematar mamándole un huevo, jugando con él dentro de su boca, sin dejar de masturbarlo a una mano; el roce con la textura única del guante de rejilla combinado con la mamada, hacían gruñir de placer a Fabián. Mientras lo hacía, lo miraba a la cara para ver los efectos que producía en él. Había aprendido rápido como darle placer a Fabián, no era tanto su destreza, más que todo eran sus ganas de complacerlo. En eso se detuvo y lo miró coqueta. <<¿Quieres sentir algo más rico?>> preguntó la nena sonriendo. No le importaba en lo absoluto la brusquedad de Fabián. <<¡Sí!>>—respondió este, excitado de curiosidad. Entonces lo tomó de las caderas y lo sentó muy al borde de la cama, luego lo hizo tumbarse de espaldas y sujetarse con sus manos sus propias piernas de las corvas, las levantó y cayó acostado boca arriba, parecía Fabián una rana. Ella se hincó frente a su hombre y le dijo con una seguridad impropia de una nena de su edad: <<Esto te va a gustar>>. Bajó su carita y se metió entre las nalgas de Fabián. Su húmeda lengüita dio un ligero toque al ojete del hombre. <<Aaahhh>>. Fabián gimió con la nueva e intensa sensación de esa lengua de niña pasando por los bordes de su ano. Al mismo tiempo, la mano izquierda de Marcela se apoderó de la verga que estaba dura como roca para seguir masturbándolo y con su lengua empezó a penetrarlo. Nunca antes Fabián había sentido eso. La sensación era indescriptiblemente placentera… Marcela continuó como dando de lengüetazos por unos segundos más sin dejar de masturbarlo y repentinamente paró de lamer. Era como si solo quería darle una probadita. Luego siguió chupándole el pene con ganas y Fabián se sentía ya al borde de la eyaculación, por lo que decidió que era el momento de dar el siguiente paso. La detuvo y se sentó, se la acercó a su rostro, le dio un besito en la frente y acariciándole el pelito, le susurró al oído: <<Quiero hacerte mía, pero hoy por el culito, mi niña…>>. La niña giró la cabecita, lo miró toda colorada, entre risueña, sorprendida e incrédula y se tapó la boquita con las manos, como diciendo Ooooohhh…Trató de protestar con un <<Oye… nooo…>> y unos pucheritos falsos… ¡mezclados con risitas! <<Aaahhh, ¿nooo?>> le respondió Fabián, la tomó de las caderas, la volteó y comenzó a subirle la falda del vestido lentamente. Sin hacerle caso a sus pucheros fingidos, siguió subiéndole el vestido más y más… <<¡Qué belleza, qué ricura de colita bebé!>> dijo Fabián al palpar aquellas dos perfectas redondeces cubiertas por las braguitas blancas de encaje, la clásica ropa interior de primera comunión… La bella Marcela al sentir esas caricias llenas de lascivia en su frágil trasero quedó mirando con los ojitos bien grandes, mordiéndose un dedito, como sin saber si sonreír o asustarse. F: <<Pero necesito que me lo pidas.>> <<Sí mi amor, métemela por ahí>>, decía la niña. F: <<No, así no, dime “méteme tu verga en mi culito”>>— Fabián estaba muy excitado y quería escucharla pedir verga por ese lugar aún inexplorado, además necesitaba saber que era consensuado. <<Sí, méteme tú verga en mi culito>>—su vocecita solo era audible por él, como si un ángel le susurrara en su oído. <<Pero pídemelo por favor>>—Fabián estaba en modo insaciable, quería más. Marcela, con voz entrecortada decía: <<Por favor mi amor, méteme tu verga en ahhhhhh… en mi… aaahhh… panochita… y en mi colita ahhh>>—Mientras ella decía eso, él pasaba sus dedos por toda su rajita, una mano por delante y otra por detrás— <<Por favor… aaahhh…>>, resoplaba la pequeña. <<Vale. ¿Te acuerdas cómo te metí la lengua por tu colita el día de tu cumpleaños?>> le preguntó al oído, dándole besitos en la mejilla y sin dejar de manosearle la rajita por encima de las bragas… Ella asintió con la cabecita, gimiendo un “Mhmm” casi inaudible. Y se abrazó a Fabián. <<Pues así nos estábamos preparando para hoy bebé. Pero esta vez vamos a usar algo más para hacerlo más cómodo.>> Fabián se apartó un poco y sacó del pantalón que yacía en el suelo, el lubricante especial. Lo puso en la cama justo frente a su cara a propósito para que Marcela lo viera. Al verlos, lo miró y soltó un <<Oooooohhh>> con una risita nerviosa. Y se quedó mirando fijo el lubricante, leyendo muy concentrada lo que decía el envase mientras Fabián volvía a manosearla. La pobre se retorció los deditos de puro nervio y le tembló la barbilla mientras leía el envase, al entender perfectamente de qué se trataba. Y lo miró de nuevo, mordiéndose el labio, esta vez con una mirada muy tierna, de niñita asustada. Ahora ya sabía que Fabián hablaba en serio. Este empezó a acariciarle suavemente el culo, sintiendo con sus dedos la hendidura entre sus redondeces. Ella cerró sus ojos y se agarró fuerte a los hombros de pie, abriendo un poco más el compás de piernas para facilitar el manoseo. Entonces, siempre por encima del panty, Fabián le metió un dedo en la hendidura y sintió que le rozó ligeramente el ano. Ella dio un saltito, gimió. Fabián fue metiendo lentamente la mano por debajo de las braguitas por detrás, hasta rozarle el tierno ojete directamente, ella dió un pequeño salto. Este comenzó a hacerle unas ricas cosquillitas en el tímido orificio, y ella retozó toda regalona, con los ojitos cerrados, parando ligeramente el trasero. Luego la tumbó boca arriba en la cama y con toda la delicadeza del mundo, le alzó todo lo que pudo la falda del vestido y tomó las braguitas de los costados. Las fue retirando lentamente. Le sacó la bombachita solo de la pierna derecha, por lo que la prenda le quedó a la altura del gemelo izquierdo. Quedaba ante Fabián su bella mujercita en su vestido de primera comunión, aun con los zapatos, guantes y calcetines de encaje puestos, pero prácticamente ya sin calzoncitos. F: <<Te voy a poner de esta cremita en tu colita mi vida.>> <<Bueno…>> murmuró Marcelita, y cerró los ojos, totalmente entregada, preparándose para disfrutar. Este abrió el tubo de lubricante y sacó una buena cantidad con el dedo índice de la mano derecha. <<Sostén tus piernas con tus bracitos y levanta un poco la pelvis mi vida. Como ranita.>> De esta forma, el ano de la niña quedaba a disposición a pesar de estar tumbada boca arriba. Muy lentamente le separó los cachetes para dejar al descubierto su tierno y rosado ano… Y comenzó a aplicarle la crema con suaves caricias en el hoyuelo. Al sentir el lubricante en los bordes de su orificio anal, la nena dió un pequeño saltito, pero se relajó completamente con las caricias y cosquillas, y comenzó a suspirar despacito, disfrutando intensamente de esa “preparación”. Fabián tomó más lubricante con el dedo y repitió las caricias y cosquillas. Lenta y suavemente, girando ligeramente el dedo para estimularle y relajarle el primer esfínter. Sentía cómo ella pulsaba el ano… ¡La linda Marcelita lo estaba abriendo y cerrando ella misma, entre pequeños gemidos y unos “Mmmmm…” ahogados! En eso, dijo: <<Tengo mucho calor.>> Estaba sudando, martirizada por el enorme y pomposo vestido de comunión. F: <<Vale. Ponte cómoda, mi bebé. Ven>>. Fabián la ayudó a desapuntarlo de los hombros y a quitárselo, también le quitó los guantes y las zapatillas. Su tórax plano quedó solo tapado por una camiseta de tirantes, especialmente indicada como prenda de interior para los vestidos de comunión. La camiseta llevaba en el pecho un filo de encaje de algodón, haciendo ondas, con una pequeña moña de lazo en el centro a juego con la braguita lisa, con el mismo encaje en la zona delantera. Ya con la nena liberada del enorme vestido opresor, se besaron apasionadamente. Un beso refrescante.
Fabián interrumpió el beso y le susurró al oído: <<Mi amor, ponte de perrito.>> Luego y ya con la niña en cuatro, la tomó de la cabeza por la nuca, y con una mezcla de firmeza y cariño, le aplastó la carita contra la almohada. La nena ya sabía lo que esto significaba. Cerró los ojitos, echó un poco para atrás las caderas y paró el culito, ofreciéndolo sin oponer resistencia. Fabián centró bien el dedo meñique en el pequeño orificio… Y comenzó a empujar. Con la excitación del momento y la ayuda del lubricante, el anito se le abrió sin ningún esfuerzo. Y el dedo le empezó a entrar poco a poco. <<Ayyyyy…>> se quejó la niña, apretando las almohadas con las manitas y los brazos. Cerrando los ojos, soltó unos quejidos casi como pequeños sollozos de protesta, con voz de niñita. Pero al mismo tiempo quebraba las caderas y movía el trasero, empujando hacia atrás, como para que el dedo le entrara más profundo. El momento era de lujuria pura. Fabián sonreía porque sabía que su pequeña estaba sintiendo puro placer y no estaba sufriendo en absoluto. Siguió metiéndole el meñique poco a poco, avanzando deliberadamente lento hasta que, unos centímetros más adentro, sintió el segundo esfínter. Allí se detuvo y comenzó a estimularlo con suaves roces y caricias, girando el dedo lentamente. La niña gemía y gemía, y meneaba las caderas suavemente. Con lo excitada que estaba, después de unas pocas caricias y masajes, el segundo esfínter ya estaba listo para ser forzado. Decidió entonces que era el momento de probar con el dedo índice. Empujó el meñique hasta el fondo y el segundo esfínter cedió suavemente. Se lo sacó de golpe, se escupió en el índice y se lo empezó a meter muy, muy lento por su infantil anito. Los pliegues del ano cedían más y más. Marcelita podía sentir cómo le iba entrando, milímetro a milímetro, hasta que finalmente el dedo índice le entró entero. La tierna Marce emitió un largo y ahogado <<¡Mmmmmmm…!>> contra la almohada, crispando las manitas y rasguñando las sábanas, pero sin dejar de menear suavemente las caderitas, disfrutando cada segundo, cada milímetro de ese dedo invasor. Fabián le revolvió el dedo entero dentro de las entrañas a la nena, estimulándole los dos esfínteres simultáneamente. Marcelita se retorcía y se quejaba con pucheros y gemidos que él sabía que eran de puro placer, pero posiblemente mezclado con sentimientos de deseo, vergüenza, pasión y excitación máxima. Tratándose de una primeriza, es mucho mejor y mucho más excitante para ella que la preparación fuese completa, pensó Fabián. Por eso, de nuevo le hundió la cabeza en la almohada, y muy muy lentamente, comenzó a meterle dos dedos juntos, índice y medio, en el culito. <<¡MMMMMM… MMMMMMMM…!>>, gimió desesperadamente la niña, con los ojitos cerrados y la cara hundida en la almohada. La sujetó con fuerza, y siguió metiéndole los dos dedos juntos hasta que el primer esfínter se le abrió al grosor máximo de ambos dedos. Giró despacio y masajeó el primer esfínter, que se le relajó totalmente. La nena seguía gimiendo desesperada y moviendo el trasero, y hacía como unos lloriqueos. Fabián la tomó con más fuerza y empujó los dos dedos para que siguieran entrando hasta el segundo esfínter… Marcela seguía abrazada a la almohada, gimiendo <¡¡MMMMMM…MMMMMM…!!>> y medio lloriqueando con los ojos cerrados, pero ya totalmente sumisa y rendida. Era demencial lo que una pequeña de tan solo 9 años estaba haciendo por amor. Fabián continuó empujando y metiéndole los dedos muy lento y suave, hasta que le entraron completos. Se los mantuvo metidos hasta el fondo, revolviéndolos muy lentamente, como dándole tiempo para que se acostumbrase. Y Marcela ya no se quejaba tanto, sino más bien murmuraba un sostenido <<Mhmmmm..>>. Y no con voz fingida, sino con un tono de suspiro y jadeo involuntario… Este retrocedió hasta casi salir, y empujó de nuevo los dedos hasta el fondo. Otra vez gimió <<¡¡MMMMMM…MMMMMM…!!>> entre pucheros, y empujando ella misma hacia atrás.
Repitió varias veces el mete saca para relajarle los esfínteres al máximo. Y lentamente retrocedió hasta sacarle los dedos del ano. Estos salieron con un tenue color marrón, sin ningún rastro de sangre, solo la mezcla entre caquita y lubricante. Fabián se le acercó y le susurró en el oído: <<Bebé, ¿estás lista…?>>. Esta lo miró con carita asustada. Suspirando entrecortado y mordiéndose el labio inferior, respondió: <<Sí, mi amor. Eso creo.>> Sí, la pobre estaba asustada, pero excitada al máximo, lista y deseosa. Fabián se incorporó, se puso de pie al lado de la cama y se terminó de sacar el bóxer y los calcetines. También le terminó de retirar la bombachita, dejándola solo en camiseta y calcetines. La niña seguía abrazada a su almohada, mirándolo de reojo con los ojitos entrecerrados, con una mezcla de excitación, curiosidad y miedo. Le miraba el paquete sin ninguna inhibición. Paquete que a esa altura ya era un bulto enorme, con lo caliente que estaba Fabián. Para sorpresa de este, la nena sin ninguna inhibición estiró una mano y tomó la lanza, como midiendo el grosor. La verga se le puso aún más grande y dura al contacto de su manita infantil. Giró, y hundiendo la carita en la almohada, gimió con voz ahogada: <<Es tan grande, ¿me la vas a meter toda?>>. <<¡Quédate quietita!>> le ordenó Fabián sin responder. Y ella le obedeció, muy abrazada a su almohada. Fabián tomó los tirantes de la camiseta interior blanca, con delicadeza le desapuntó los hombros y se la bajó hasta dejársela en la cinturita. Marcela dobló las rodillas y paró el traserito, siempre boca abajo sobre la almohada. Fabián tomó el lubricante y se echó una buena cantidad en el glande, acariciándole también el pulsante ojete infantil con el mismo gel a la niña. Marcelita lo miraba como hipnotizada, con una mezcla de fascinación y terror. <<Oye mi amor>> dijo ella con un hilo de voz entrecortada, mientras este seguía lubricándose la verga entera hasta la base. <<Dime preciosa>>. M:<<¿M-m-me va a d-doler m-m-mucho…?>>. F: <<Mi amor, no te voy a mentir, te dolerá y a mí también un poquito, pero podemos parar cuando tú quieras. Nunca haría nada que te lastimara.>> Esas palabras no se las creía ni el propio Fabián que esta vez no pararía por nada del mundo. Estaba como loco por tomar el último de sus orificios, su virginidad anal, que no le importaba mentir descaradamente. La nena hizo un puchero y soltó una especie de pequeño sollozo fingido, se mordió el labio inferior, le tembló la barbilla y crispó las manitos apretando la almohada, retorciéndose entre la excitación, el miedo y el deseo. Fabián le dio un beso/chupetón en la nuca y le ordenó con ternura, pero con firmeza: <<Ahora abraza la almohada, para bien el culito, relájate y quédate quieta>>. Verla así, abrazada a la almohada, mirando asustada de reojo, en cuatro patitas, solo con su camisetita interior cubriéndole la cintura y sus calcetines de encaje con volantes, temblando de excitación y de miedo, caliente como un animalito salvaje, era a la vez tan tierno y tan sensual… La preciosa y delicada Marcelita estaba lista para su primer sexo anal. Fabián siguió aplicando abundante lubricante a la punta, a toda la cabeza y a todo el tronco, dándole a entender que se lo iba a meter entero, completo, en todo su grosor y longitud. Marcela seguía mordiéndose nerviosamente el labio inferior y respirando con un semijadeo, mezcla de excitación, ansiedad y miedo. Con la vergota perfectamente lubricada y en el punto máximo de erección, Fabián dejó el envase a un lado, hizo que la niña separara un poco las piernitas y se puso de rodillas entre sus pantorrillas, directamente detrás de ella. Con una mano la tomó de la cintura, con la otra se agarró el pene y comenzó a acercarse a ella. Acercó la cabeza del glande hasta rozarle la hendidura entre los redondos cachetes, pero sin llegar a tocar el ojete aún. Fabián comenzó a pasarle la cabeza por la hendidura, de arriba abajo y de abajo arriba, muy lento y suave, hasta llegar a la vaginita y volver a la raja anal, haciendo todos los movimientos en súper cámara lenta, rozándole las nalguitas también. Al pasar justo frente al orificio, movía la verga hacia los lados, como separándole los cachetes para atacar el orificio, pero sin rozarlo, y continuaba hacia arriba y hacia abajo por la hendidura. Podía sentir cómo la nena esperaba ansiosamente el ataque y suspiraba con un dejo de decepción cuando, en vez de embestirla, este seguía deslizando la cabeza por toda su rajita. Después de unos cuantos deslizamientos más sin tocarle el ano, se detuvo justo frente al orificio, movió la cabeza del glande hacia los lados abriéndole las nalgas, y lo fue acercando hasta punzar ligeramente el delicado hoyuelo rosado. La pequeña dio un saltito, y se quedó súper quieta, como esperando la embestida. Pero Fabián retrocedió ligeramente, y siguió con los suaves y súper lentos deslizamientos por la hendidura, de arriba abajo y de abajo arriba, sólo que ahora, cada vez que la cabeza pasaba frente al orificio, jugaba rozando la cabeza con los cachetes de lado a lado y de arriba abajo, acercando la punta hasta rozar y punzar levemente el hoyuelo anal. Marcelita daba otro respingo y se quedaba súper quieta al sentirla presionarse contra su ojete. Fabián podía sentir cómo crecía el deseo y la ansiedad en ella, en su dulce princesa de 9 añitos y de culito respingón. Cada vez que le rozaba y punzaba ligeramente el orificio, daba un saltito y se aferraba con todas sus fuerzas a la almohada, creyendo que el momento había llegado. Hasta que después de un buen rato de roces y punzadas, cuando ya Fabián notaba que esta no aguantaba más de deseo, puso la cabeza del glande entre sus nalgas justo frente al pequeño orificio y con suaves movimientos circulares, rozando las nalgas como separándolas hacia los lados, fue acercando la punta poco a poco hasta tocar el orificio. Fabián continuó con el movimiento circular, rozándole lascivamente los labios del ano y punzando el orificio, sin separarse de ella ni un centímetro… <<AAHHH>> — Fabián gimió de placer cuando sintió el glande rozar la peculiar textura del último lugar virgen de la pequeña Marcela. Ella comenzó a menear suavemente el culito, pulsando y abriendo y dilatando el ano, deseosa y excitada al máximo, sintiendo cómo Fabián le acomodaba bien la cabeza contra el delicado hoyuelo. Presionó un poco más la punta contra el orificio, hasta que la cabeza quedó perfectamente centrada. La mantuvo firme y quieta en esa posición, listo para la embestida y ella adivinó que por fin el momento había llegado. Tampoco podían darse el lujo de perder mucho tiempo en el juego preliminar, porque era real que Camila podía llegar en cualquier momento. Manteniéndole la cabeza bien centrada en el tierno orificio anal, y apretándola firme con su mano en su cadera, le dijo con voz viril y seria: <<Ahora te voy a coger, amor… Y vas a ser mía también por el ojete, toda mía… Hasta lo más profundo de tu ser…>> La chiquita respiró hondo, y temblando de pies a cabeza, se quedó expectante, casi aguantando la respiración. Fabián la sujetó con fuerza de la cadera, se tomó la verga bien firme y comenzó a empujar… Ella soltó un largo y desesperado <<¡¡¡MMMMMMMM…!!!>> que era entre gemido y dolor, mientras el rosado orificio se le abría poco a poco, a medida que la verga de Fabián le entraba, milímetro a milímetro, en su sensual ano de niñita preadolescente. <<OOOOOHHHH…>> Fabián gruñó de placer, no podía creer que era real esa sensación de sentir el tierno y delicado ano de Marcelita abriéndose suavemente, presionando alrededor de la cabeza de su verga, pulsando como un anillo elástico y nervioso, y sentir cómo poco a poco se le dilata más y más a medida que la iba penetrando muy lentamente… A propósito, no dejó que la lanza le entrara de golpe, sino que la penetró exasperantemente lento, hasta que finalmente la cabeza le entró casi entera en el túnel rectal y el tímido orificio la engulló golosa y gloriosamente. <<Te… a-a-moooooo… Mi amor… ¡¡¡T-te… A-a-mooooooo…!!!>>, gritó entre llanto y quejidos la pequeña ninfa. Controlando su respiración, este le respondió: <<Yo también te amo mi Marcelita… Mi niña preciosa…>> El esfínter se cerró y apretó ligeramente el tronco inmediatamente detrás de la cabeza, como desafiando al enorme invasor a proseguir con su avance cruel e inexorable. Con la cabeza entera dentro de ese culito, Fabián ya no necesitaba sujetarse la verga con una mano, por lo que tomó a la niña de ambos lados de la cadera, con lo que ahora tenía aún más control sobre ella. Y ella lo supo de inmediato: sollozó de pasión y trató de empujar hacia atrás, como para demostrarle que su entrega y sumisión eran absolutas, que estaba dispuesta a sufrir al máximo con la penetración anal más sádica, cruel y terrible a la que se puede someter a una niña. Quería mostrarle que estaba totalmente dispuesta al sacrificio de ser empalada por su hombre. Por más que los dos lo desearan, Fabián sabía que debía ser lento, muy, muy lento. Por ningún motivo violento. Así es que la sujetó y evitó que se ensartara ella misma en la estaca, manteniendo sólo la cabeza de la verga dentro. Sumisa y obediente, Marcela dejó de empujar y se quedó quieta, esperando que este la penetrara como él quisiera. En un instante de locura máxima y con la cabeza entera dentro de su ano, la cogió de las dos trenzas y comenzó a atraerla hacia él del pelo, moviéndola suavemente, punzando y presionando el anillo del segundo esfínter anal con la punta. Marcela también se movía suavemente, quebrando las caderas y siguiendo el lento ritmo que Fabián le imponía. Gemía, jadeaba y temblaba con pequeños sollozos. La niña tenía lágrimas que escurrían hasta sus orejas, parecían un pequeño riachuelo. Fabián se acercó a ella cogida de las trencitas, le giró la cabecita y se besaron tiernamente. Aprovechó su meneo para soltarla de las coletas, cogerla de las muñecas y atraerla hacia él para aumentar el estímulo sobre su segundo esfínter anal. Y poco a poco, sintió cómo el segundo esfínter se relajaba totalmente. Ahora sí estaba lista para ser penetrada hasta el fondo. Fabián la tomó con fuerza de las caderas y aplicó una presión continua, no demasiado fuerte, pero suficientemente firme para que el segundo esfínter cediera y se dilatara al máximo. En ese instante sintió cómo el esfínter interno se abrió lentamente, alrededor de la cabeza de la verga hasta que la cabeza pasó completa. La niña emitió un largo y agónico <<OOOOOOHHHHH>>, y se estremeció con unos gemidos ahogados. La última defensa del culito de Marcelita había sido vencida. Ahora ya nada podía detener el avance de la verga de Fabián en el interior de la nena hasta lo más profundo de sus entrañas. Con mucho cariño y ternura, pero en forma implacable, Fabián siguió penetrándola milímetro a milímetro. A medida que le entraba más y más profundo en el culito, ella mordía la almohada y arañaba las sábanas con desesperación. Emitía unos grititos agónicos, mezclados con unos gemidos primitivos, guturales. Y se ahogaba en sollozos, estremeciéndose con violentos espasmos. Fabián seguía atrayéndola hacia él con una mano en su cadera derecha y la otra sosteniendo su muñeca izquierda. Lentamente… Y veía como la verga entraba más y más profundo en ese apretadísimo túnel de amor. Sentía cómo los anillos de los esfínteres anales se seguían abriendo, apretando el tronco cada vez más y más atrás. Ya había entrado más de la mitad, pero Fabián no se detenía. Y seguía entrando… Y ya llegaba a tres cuartos adentro… Y Marcela, con la carita bañada en sudor y lágrimas, seguía gimiendo: <<¡¡¡MMMMMM…MMMMMMM!!!…>> Y mordía la almohada con tanta desesperación, que parecía que iba a rasgar la funda en cualquier momento. Pero Fabián seguía penetrándola aún más profundo, estaba perdido de tanto placer, sujetándola firmemente de las caderas y atrayéndola hacia él, sin detener el avance… Hasta que, finalmente, las nalgas de la nena se pegaron totalmente al bajo vientre de Fabián. Ahora estaba totalmente adentro de la niña, del infantil culito de una pequeña de 4to. de primaria, una niña que no supo cómo acabó cogiendo. Quería que la vida se detuviera en ese instante y que ese momento fuera eterno, veía la piel blanca de esa infantil espalda sudada y delgada que brillaba, veía como la cría se retorcía de placer cuando inició poco a poco sus embestidas, ella estaba completamente empinada, su cara pegada a su propia cama de princesa, aferrándose fuerte a las sábanas para permitirle hacérselo fuerte. Fabián sintió un chispazo de máximo placer cuando vio como Marcelita, con sus manitas, tomó sus nalgas al mismo tiempo y las abrió para facilitar las embestidas. Fabián sentía el ano de la niña dilatado y abierto al máximo, alrededor de la base del tronco. Con la mayor lujuria y perversión posible, Fabián le susurró al oído: <<Mami, haz como cuando haces caquita y luego te aguantas>>. Se lo proponía para que ese anito infantil le apretara y luego soltara la base. Y así fue, la pequeña de tan solo 9 años había empezado a apretar y a aflojar sus esfínteres anales alrededor de la base de la verga de Fabián, esa sensación fue única y hermosa al mismo tiempo. Esto solo hizo que él arremetiera más contra el culo de Marcela. Sentía como las paredes del esfínter apretaban su verga, la sensación era parecida a tenerlo fuertemente rodeado por su dedo pulgar e índice. Sentía resbaloso por el lubricante y eso facilitaba el meter y sacar cada vez más fuerte. La cría gemía a grito abierto, mientras que su culito se tiraba pequeños pedos por la succión. Disfrutaban de su amor como nunca, estaban locos en ese momento. Estaban agregando otro nivel, el delicioso sexo anal entre un hombre y una pequeña. Fabián comenzó a darle más fuerte, ya sin ninguna consideración, al punto de golpear su pelvis con sus nalgas y generar ese particular sonido de aplauso. <<Ahh ahh ahh mmmm ahh ayyy>> gemía la pequeña mientras Fabián se movía más rápido y duro, olvidándose de que se cogía a una niña de 9 años por primera vez analmente. Luego bajó el ritmo para no correrse. En un verdadero ataque de pasión y deseo, Marcela empujó con desesperación hacia atrás, estiró un brazo y lo atrajo hacia ella tomándolo de una pierna, como para asegurarse que la había penetrado hasta el fondo. Fabián la mantenía pegada a él, sujetándola y atrayéndola con fuerza de las caderas, y meneaba suavemente el pene dentro de ella para que lo sintiera entero, al máximo, en toda su longitud y grosor. <<Mmmmmmmmm.. Síiii, AHHHH>>, la niña ya gemía de puro placer. Fabián gozaba esos gemidos mientras la seguía follando por su culito. Este mantuvo su mano izquierda en su cadera, siempre con la verga enterrada hasta los intestinos de la pequeña, meneándola con lentos movimientos de caderas. Y con la otra mano acarició suavemente su muslo derecho, y subió acariciando su hermoso cuerpo de niña. Le manoseó su mojadísima panochita, luego subió por la cintura y toda la sudorosa espalda hasta los hombros. La tomó de la nuca y metió suavemente sus dedos entre su melena de pelo castaño. Le acarició su cabecita, su cuello, sus hombros, hasta detenerse en sus pezoncitos. La volvió a tomar de la nuca, la sujetó con fuerza, empujó al máximo hacia adelante con sus caderas y pudo sentir cómo la verga le entraba a la niña un último par de milímetros en su cavidad rectal. Fabián respiró hondo y con voz controlada le dijo: <<Eres mía, amor… Toda mía…>> <<¡S-s-síiiiii…! ¡S-s-soy…-t-tuya… Bebé lindoooooo…! ¡S-s-soy t-t-toda… T-t-tuyaaaaaa…!>>. <<Ufffff síiii ahhhhhh ahhhhh ahhhhhh>> seguía gimiendo Marce mientras Fabián se detuvo por completo, disfrutando de que ella misma se lo follara, de sus gemiditos de niña y de todo su culito rosadito y respingón. En ese momento comenzó a nalguearla por el mismo morbo que le generaba. <<Ahhh, qué rico se siente>> exclamó él, hasta que de repente Marcela empujó con todas sus fuerzas hacia atrás y se quedó un instante estática, pegada a él, y se retorció y se estremeció con varios espasmos, y emitió un gemido terrible. El ano le pulsó varias veces con la verga enterrada hasta el fondo y una enorme cascada de fluidos vaginales inundaron la cama infantil. Fabián se agachó sobre ella, le dio un beso en la mejilla y aprovechó para manosearle otra vez los senitos planos. La niña giró la cabecita y le dio un flamante beso en la boca. Se besaron así, un largo rato, con toda la verga adentro de su culito. Y mientras se besaban, Fabián le metió la mano por delante y le empezó a acariciar la vaginita. La pobre Marce se volvió loca, gimió y se puso a empujar para atrás de nuevo con todas sus fuerzas. Fabián seguía acariciándole el clítoris y ella se autoempalaba con desesperación, empujando hacia atrás una y otra vez. Fabián se incorporó, la tomó de las caderas, retrocedió suavemente y comenzó con un lento mete-saca, al momento que lentamente le metió un dedo en la vaginita. La nena estaba vuelta loca, gozaba descontroladamente de su primera doble penetración, meneando las caderas y gimiendo como si estuviera agonizando. Parecía más que suficiente para el primer sexo anal de Marcelita, con la verga de su hombre clavada entera en su anito y su panochita siendo penetrada por ese dedo invasor al mismo tiempo. Pero faltaba algo, le faltaba acabar a Fabián. Y a ella le faltaba sentirlo acabar adentro de su culito. Con mucha suavidad comenzó a retroceder y avanzar en un lento y suave mete-saca y de nuevo la nena agarró vuelo, pero Fabián no la dejó volverse loca, impuso un ritmo lento y pausado, retrocediendo hasta dejar la pura cabeza adentro y avanzando muy lentamente hasta metérselo entero, disfrutando cada milímetro de ese apretadísimo recto de Marcelita. La niña emitía unos ruidos extraños, como quejidos guturales y se ahogaba en jadeos. El corazón que formaban sus nalgas era hermoso. Fabián lo sabía, estaba a punto de terminar, no podía más. En uno de aquellos lentos avances, un calor le subió por todo el cuerpo a Fabián. Estaba a punto de correrse, por lo que le sacó la verga. Salió con rastros de caquita y algunas gotas de sangre. Este la ayudó a Marcela a ponerse en pie y sin perder ni un segundo, Fabián se sentó en el borde de la cama y la guio para que se pusiera encima de él y que le diera de sentones. Y así fue. La nena poco a poco se fue sentando sobre su verga hasta que entró completamente. Centímetro a centímetro, la niña se fue clavando la verga de Fabián, ayudada por su propio peso, hasta tenerla de nuevo toda adentro de su anito. Marcela comenzó a subir y bajar, eran los sentones más hermosos que un hombre puede experimentar. Ver cómo ese culito hermoso, ya rojo por las nalgadas, rebotaba en su pelvis y se tragaba toda la verga, ella gimiendo, fue lo mejor para Fabián. Marcela bramaba como posesa por el dolor y el placer mezclados. <<¡Qué rico te mueves, mi amor!>>, alcanzó a decir Fabián. Los gemidos que salían de la pequeña boca de la niña retumbaban en toda la habitación. Daba grititos de placer cada vez que se estocaba completamente en Fabián. Obviamente Marcela no era una experta en el tema, pero el esmero y amor que le ponía a esos sentones hacían a Fabián babear de máximo placer. Sentir el peso de su doncella sobre su verga era como estar en el paraíso mismo. Entonces la nena comenzó a mover el culo como en círculos y también intentaba hacerlo para adelante y atrás, no sabía si le salía muy bien, pero a él le encantaba sin duda. Fabián retomó el control y penetró completamente a la niña. En cierto momento la sostenía en una posición rara, estaban tan excitados que el hacerla estar en posiciones incómodas los prendía mucho más. La tenía cargada, ella de espaldas a él. Fabián la sostenía de las corvas, con sus muslitos pegados a su tórax y a sus tetas planitas. Parecía una rana pegada al pecho de Fabián. En esa posición la bajaba y subía sin piedad sobre su verga dura como roca, entraba como pistón en ese hermoso y suave túnel de carne ya muy dilatado. Este la levantaba y la dejaba caer, ella se sostenía hacia atrás con una mano de la parte posterior del cuello de su hombre, se afianzaba para que las caderas de Fabián hicieran su trabajo de maltratarle su culito infantil. Así, sostenida, Fabián se movía como loco, sentía hervir de lujuria todo su ser, no podía creer que esta niña le diera tanto placer. Los gemidos de placer que daba la niña demostraban lo mucho que disfrutaba ser cogida de forma tan intensa; esbozaba una sonrisa mientras su túnel aterciopelado y estrecho generaba sensaciones maravillosas sobre la verga de Fabián. Su conchita derramaba fluidos que bañaban la verga que le entraba y salía de ese túnel de placer anal. La niña se estaba viniendo. En ese instante, Fabián no pudo soportar más, la rodeó fuertemente de la cinturita, se la pegó al pecho y acabó en un orgasmo tan potente que se estremeció de pies a cabeza con cada espasmo… Y ella lo sintió, por supuesto, y sus espasmos y los chorros de semen que inundaban sus entrañas, se confundían con los violentos estremecimientos y sentones de placer de la pequeña… Era el culo de su princesita que estrenaba en el día de su Primera Comunión, era el culo virgen de una niñita de 9 años… <<AHHHHH, ME VENGOOOOOOOOOOOO……..>> gritó Fabián mientras sentía cómo su semen llenaba ese culito… Ella solo pedía que no parara de venirse: <<Ayy, lléname la colita… Mhmmm..>> Le encantaba sentir el semen de Fabián inundando sus intestinos. Luego de varios segundos de espasmos, suavemente se tumbaron y quedaron en posición de cucharita con el pene aún unido a las paredes anales de la niña. Ella tenía el pelito empapado de transpiración y todo el cuerpo cubierto de sudor y la cara totalmente mojada de transpiración y lágrimas, y el ligero maquillaje corrido. Marcela giró la carita, Fabián la besó en la frente y luego unieron sus bocas en un beso que les hacía recuperar el aliento. <<Te amo mi amor lindo, mi guapo>> susurró Marce. <<Yo también te adoro, mi niña preciosa>> le dijo Fabián al oído y tiernamente le retiró cabellos mojados y pegados de su carita, se miraron a los ojos y él la volvió a besar, mientras lo hacía la acariciaba la pancita y el pechito, lo hacía con el dorso de sus dedos.
Estuvieron besándose así un largo rato, hasta que, con un suave movimiento hacia atrás, la verga flácida de Fabián abandonó el culito de la niña haciendo plop!. <<Fue riiiiiiicoooo… Y te sentí cuando acabaste.>> dijo Marcela, sonriendo con cara de niñita mala. Fabián se sonrió y le dio un suave beso en la boca. <<Fue lo mejor, bebé. Pero ven, vamos a lavarte un poco para que no se enteren de lo que hemos hecho.>> Y con una sonrisa cómplice se fundieron en el más dulce de los besos de lengua. Ella era tan menudita, tan hermosa, vulnerable, inocente… Fabián estaba tan embelesado que se tumbó junto a ella nuevamente. Disfrutaban de un momento mágico de felicidad apacible. En eso, los ojos de ambos se dirigieron hacia la puerta de la habitación. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que ya no estaban solos. La puerta se abrió por completo y allí, de pie, congelada, mirando en silencio… ¡Estaba Camila!
¿FIN?
De verdad es el fin de la historia??? Quisiera un epilogo o algo.
Tu historia me encantó
excelente espero que no termine ahi
Un capítulo más y lo unes con una cogida en un trío entre tú la niña y la madre
Verdad? Mami y nena con sus vulvas aplaudiendo rico 🙌🏻
espero ansioso el proximo episodio
¡Dios!!!! Uno de las mejores series que he leído! Ese toque que le has dado y el giro del final la lleva a otro nivel. Espero con ansias la continuación. Muchas felicidades.
Todos estos relatos estuvieron maravillosos pero yo creo que no deben dejarnos así a mi me gustaría conocer la reacción de CAMILA creo que falta esa parte y ya han pasado muchos días y no la montan. Gracias
En efecto no nos dejes sin saber que ocurrió con la llegada de Camila, añade por favor un epílogo mas extraordinario.