Marcelita 11
La dulce y prohibida historia de amor entre un hombre y una niña…
Luego de varias horas de auténtico placer, suavemente se tumbaron y se quedaron en posición de cucharita, con el pene aún unido a las paredes anales de la niña. Ella tenía el pelito empapado de transpiración, todo el cuerpo cubierto de sudor y la cara totalmente mojada de transpiración y lágrimas, y el ligero maquillaje corrido. Marcela giró la carita, Fabián la besó en la frente y luego unieron sus bocas en un beso que les hacía recuperar el aliento. <<Te amo mi amor lindo>> susurró Marce. <<Yo también te adoro, mi niña preciosa>> le dijo Fabián al oído y tiernamente le retiró cabellos mojados y pegados de su carita, se miraron a los ojos y él la volvió a besar, mientras lo hacía la acariciaba la pancita y el pechito, lo hacía con el dorso de sus dedos. Estuvieron besándose así un largo rato hasta que, con un suave movimiento hacia atrás, la verga flácida de Fabián abandonó el culito de la niña en sonido de plop! Y con una risita cómplice se fundieron en el más dulce de los besos de lengua. Ella era tan menudita, tan hermosa, vulnerable, inocente… Fabián estaba tan embelesado que se tumbó junto a ella nuevamente. Disfrutaban de un momento mágico de felicidad apacible.. En ese instante, los ojos de ambos se dirigieron hacia la puerta de la habitación. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que ya no estaban solos. La puerta se abrió por completo y allí, de pie, congelada, mirando en silencio… ¡Estaba Camila!
<<¡Mamááá! ¡Camilaaaa!>>, gritaron los dos al mismo tiempo. Camila estaba congelada. Si bien ya tenía sus sospechas, al parecer no salía de su asombro tras confirmarlo todo. Y es que la imagen era cuanto menos impactante: la ropa de los dos por todos lados y entremezclada, los pantalones de Fabián al lado del vestido de comunión de su hijita, ropa interior por todas partes, etc. Pero lo más fuerte era la imagen de los dos, sudados; Marcela aun escurriendo semen después del anal con Fabián y este paralizado, tratando de articular palabra. <<Camila, dé, déjame explicarte…>>, tartamudeó. No había nada que explicar. Camila lo interrumpió y, para sorpresa de los dos amantes, luego de una profunda respiración, dijo: <<Calla, yo ya lo sospechaba. Vístanse y los espero en el salón.>> Y cerró la puerta a sus espaldas.
¿Había caído Fabián en una trampa? En el mejor de los casos, ¿este era el final de su relación con Marcela? O peor aún, ¿esto traería consecuencias laborales y hasta penales para Fabián? Este estaba helado, palidecido. Y qué decir de la pequeña Marcela. Con total vergüenza se comenzaron a vestir en el mayor de los silencios. La niña sacó ropa limpia del armario, mientras que Fabián se apresuró a hacer su parte y cuando estuvo listo, la ayudó a terminar de vestirse. Sin decir ni una palabra salieron a los pocos minutos de la habitación y, uno tras otro, caminaron por el pasillo rumbo al salón como la típica pareja de adolescentes sorprendidos en acción. Y allí estaba Camila, cruzada de brazos y con la mirada perdida, esperándolos. Estos se sentaron en el sofá frente a la mujer y todos permanecieron en silencio por dos o tres largos minutos. C: <<Ya me imagino cómo se la habrán pasado el fin de semana aquel en el que llegaron todos agitados, disque de desayunar. Ese día supe que algo pasaba. También por cómo he estado encontrando varias braguitas de la niña, todas sucias y manchadas…>>. Y continuó: <<No quiero que me expliquéis nada. A ti Marcela no te puedo pedir explicaciones y de ti Fabián, de ti es que no quiero escuchar ni una palabra. Nunca pensé que el día de comenzar a batallar con estas cosas iba a llegar tan pronto y de esta manera. Solía pensar que llegaría cuando la niña tuviera por lo menos 15 o 16 años y con adolescentes de su edad… No con un hombre, no contigo Fabián.>> M: <<Mami, Fabián y yo nos queremos>>. ¡La pequeña, aun en estas circunstancias, sacaba a relucir sus más puros sentimientos de amor! C: <<No te he pedido explicaciones, Marcela. Ahora mismo no estoy para razonar, siento entre decepción y desesperación. Claro está que nunca más los voy a dejar solos. ¿Te puedes marchar, Fabián?>>. Fabián no dijo ni una palabra. Y qué iba a decir, si había sido encontrado, nunca mejor dicho, con las manos en la masa. Arrugó la cara, sacó las llaves de su coche y salió por la puerta. Ni una palabra. A Marcela se le humedecieron los ojos y salió corriendo a su habitación cual niño regañado. Y allí se quedó Camila, sola en el salón, procesando aun la imagen del infantil cuerpo de su niñita de 9 tumbada en su camita al lado de un hombre de más de 30 años, ambos bañados en sudor… Pero sorprendentemente algo en ella hacía suponer que, en efecto, ya se lo esperaba y que hasta estaba buscando confirmarlo con sus propios ojos.
Llegó el lunes a la tarde y allí estaban los tres de vuelta en la oficina. Evidentemente había un ambiente inusual y tenso. De esta manera trascurrieron dos largas semanas, entre ocasionales encuentros y miradas. La tensión crecía en la relación entre Marcela y Fabián, pues se preguntaban si todo había realmente acabado. Así, en medio de más dudas que respuestas, llegó el último día laboral de la quincena y, sin más remedio, Camila se tenía que quedar unos minutos más tarde de su hora de salida para cuadrar unos informes. Además, era el día de hacer el súper de la quincena y de pasar por sus trajes de trabajo a la tintorería. En eso la niña, con evidente cara de molestia, se le acercó y le dijo: <<Mami, me siento mal. Me duele la panza>>. Fabián también se había tenido que quedar hasta tarde y Camila lo vio que ya iba de salida. Entonces, producto del prolongado malestar de Marcela, Camila decidió volver a mandar a la niña sola con Fabián: <<Fabián, ven acá por favor. Tengo que quedarme una media hora más e ir a hacer otros encargos después, ¿te puedes llevar a la niña a la casa? Es que está mala. No sé qué tiene, pero dice que le duele la tripa. Y por favor, por el amor de Dios si van a hacer cosas, al menos que yo no me entere.>> F: <<OK, entendido. Yo me encargo>>. Fabián, aún asombrado, tomó de la mano a la niña y juntos salieron rápido, como temiendo que Camila cambiase de opinión.
En el camino hablaron de lo mucho que se habían extrañado. M: <<Pensaba que ya no íbamos a vernos más a solas>>. F: <<Yo también mi niña, me moría de las ganas de sentirte cerca, aunque fuesen solo unos minutos>>. Llegaron a la conclusión de que realmente no era mucho lo que podían hacer si no contaban con la bendición de Camila. Llegaron pues en cuestión de minutos a la casa de la niña. Nada más entrar, Marcela ya lo llevaba de la mano a su habitación en una escena muy excitante y bella de ver, listos para follar otra vez. Y lo inesperado de la situación lo hacía aún más excitante. Caminaron por el pasillo del apartamento, rumbo a los aposentos de la nena. Su cuerpo menudito se contorneaba al caminar, su falda escolar volaba con los pasos que daba. Marcela sabía que no había tiempo que perder y el malestar estomacal parecía olvidado producto de las ganas de volver a estar a solas con Fabián. Entraron y esta vez sí aseguraron la puerta. La niña lanzó a cualquier parte su mochila escolar y se quitó los zapatos. Fabián se deleitaba con el aroma de la habitación de la nena y, al cabo de los pocos segundos, sus salivas se unían, sus lenguas bailaban de un lado a otro dentro de ella, dentro de él. Fabián le pasaba la lengua por los brackets. La niña interrumpió el beso y dijo: <<Quieres que me quite el uniforme>>. F: <<Yo te ayudo, bebé>>. Le sacó la falda escolar y lentamente le fue bajando la pantaletita de algodón con estampados infantiles de unicornios, sin dejar de besarla. La niña quedó desnudita de la cintura hacia abajo y con sus calcetas blancas hasta las rodillas. Tenían solo unos minutos, eran ya las 8:30pm y Camila llegaría sobre las 9 como mucho.
Sin mediar palabras, se sentaron a la orilla de la cama para continuar con los besos. Fabián comenzó a acariciarle los muslitos, mientras la niña instintivamente se abrió de piernas y un dedo entró en su delicada rajita, mojadísima a ese punto. El dedo medio avanzaba por su estrechez vaginal, mientras la niña soltaba gemiditos ahogados en la boca de su hombre. Fabián le sacó el dedo de la vaginita, escupió en su mano y la llevó a su glande que emergía erecto ya fuera del pantalón y bóxer, para lubricarlo sin perder tiempo. Se le pegó por detrás a la niña, de lado en forma de cucharita. M: <<Quiero sentirte de nuevo dentro de mí>>, esa fue la dulce confirmación para Fabián de que podían ir directo al punto. De pronto Marcela sintió esa verga en la entrada de su vaginita. Fabián apuntó a la rajita y el glande se atoró, empujó un poco y entró hasta la mitad, la sacó y la regresó hasta que entró toda la cabeza. Marcela dio un fuerte gemido al sentir que Fabián se la metía ya muy profundo mientras le susurraba cosas pervertidas en su oído derecho: <<¿Te masturbaste anoche?>> Su rajita encharcada demostraba lo mucho que disfrutaba. <<Sí, pensando en ti>>, respondió esta. F: <<Mhmm.. Te gustaría recibir mi verga todos los días por todas partes.>> M: <<Mhh sí mi amor, por todas partes… Mhhmm y te extrañé mucho ayyyyy…>>. En eso Fabián se la clavó hasta el fondo sintiendo el roce contra esas paredes calientes y mojadas, gimiendo los dos al unísono. <<Ahh… Me encanta tu panochita amor, pero te la quiero meter en el culo, he quedado enamorado de tu colita>>, dijo con cara de pervertido. Y sin mediar palabra, presa de la lujuria total, se la sacó de un tirón, apuntó el glande sobre el ano de la niña y la cabeza entró, empujó sin piedad y, ayudado por los propios juguitos vaginales de la nena, entró lo demás. <<Mmmggghhh>>, gimió ahogadamente la niña. Iba a gritar, pero Fabián le tapó la boca con una mano. Con la otra, sus dedos desabrochaban los botones de aquella blusa escolar con desesperación. Marcela estaba completamente entregada. La niña apretó las sábanas con ambas manos cuando sintió lo largo de esa verga entrar en su colita sin apenas previo aviso. Fabián se acomodó y empezó un mete y saca de moderado a intenso, pero estaba muy atento a la reacción de la niña. Le encantaban las caritas que ponía Marce. Lentamente comenzó a deslizarle la verga en aquel culito, muy, muy lentamente. Estaba apretadísima, pero su penetración fue suave. Pujó la pequeña niña al sentir el intruso en su puerta posterior, podía sentir como sus entrañas eran comprimidas, eso y su malestar estomacal que volvía a aparecer le provocaban fuertes cólicos en su intestino grueso. Ella sabía lo que podía pasar.. Trataba de detenerlo, pero no sabía cuánto iba a resistir. Pasaron unos minutos y la verga de Fabián parecía un pistón de moto taladrando el culo infantil de la pequeña. <<Levanta un poco la piernita, bebé, para que te entre toda>>. Y la niña levantó su pierna derecha diciendo: <<Ay, mi amor, me duele la panza ay… ay… ay>>. Los quejidos de la niña no detuvieron a Fabián, al contrario, se volvió loco al sentir la incomodidad de la niña siendo enculada. La sostuvo de la cadera y de la pierna alzada para hacer más fuertes sus estocadas, luego le juntó bien las piernitas para hacerla más apretadita. <<Ay me viene, ya no aguanto ay… ay… ya déjame, necesito ir al baño ay… por favor Fabián ay… ay no me aguanto>>, decía ya con desesperación la nena. Fabián se afianzó bien y empezó a intensificar la penetración, apretó sus dientes y sin pensarlo, se voltearon boca abajo y este se dejó caer sobre la niña penetrándola una y otra vez. Su verga entraba como pistón mientras Marcela yacía con la cara hundida en el colchón con todo el peso de Fabián encima de ella. M: <<No por favor, siento mucho dentro de mí, ay, me siento muy llena..>>. Fabián, lejos de detenerse le dio más fuerte, la puso de perrito y jaló su cabeza para besarla metiéndole la lengua sin dejar penetrarla y empujó fuerte hacia dentro del recto infantil una y otra vez, gozaba como nunca. Marcela sentía como su intestino se iba llenando cada vez más, la verga estimulaba su perístasis intestinal, la explosión era inminente. Fabián no la soltó de las caderas, siguió bombeándole fuerte el culo hasta que sintió que algo cremoso y espeso rodeaba su glande. Presa de la depravación absoluta, jaló a Marcela y se tumbó quedando boca arriba con ella encima y la tomó de ambas caderas. Escuchó un grito desesperado de la niña al ya no poder controlar sus entrañas más y sintió como su verga se fue mojando y empapando de material viscoso y semisólido. La bombeó varias veces más, sintiendo cada vez más cómo la niña le cagaba la verga, entre gritos desesperados de Marcela. La quijada de Fabián tembló y sus ojos se pusieron en blanco, por el placer más pervertido que jamás sintió… <<AHHHH, MI AMORRRRRRR>>.
Varios chorros de semen se entremezclaron con el excremento de la niña. Este le sacó bruscamente la verga y Marce rápidamente puso su mano en su culito, tapándolo, se puso de pie y corriendo se dirigió al baño, ni la puerta cerró. Fabián tirado boca arriba, volteo a ver su pubis y vio el desastre de caca y semen que le quedó. Respirando agitado y sonriendo, escuchó el estruendo de flatulencias y caída de excremento ante los quejidos de la pequeña e inocente nena. Se levantó, entró al baño donde Marce seguía cagando, tomó un trapo, lo mojó y limpió su verga, le sonrió a la pequeña cuando salió. La niña solo pudo sonreír brevemente y continuó haciendo sus caras de pujo. Estaba avergonzadísima, pero trataba de disimularlo. Fabián se relamía los labios de lujuria. La sola idea de haber provocado eso le encantaba. Le fascinaba estar conociendo los momentos más íntimos, más humanos de su mujercita.
Al cabo de unos minutos, Marcela salió luego de una rápida ducha aún con la esperanza de continuar haciendo cosas con Fabián, quien la esperaba impaciente en el salón, pero en eso llegó Camila, quien no había llegado a tiempo a la tintorería ya cerrada, con lo cual solo hizo el supermercado. C: <<Qué agitado te ves Fabián, es que no los puedo dejar solos ni cinco minutos. Fabián, antes de que te vayas creo que tenemos que hablar bien las cosas o, al menos, llegar a ciertos acuerdos…>>. F: <<Camila, de eso precisamente quería hablar y si te parece a solas. Sé que puede sonar aberrante, pero yo a Marcela la veo no como a una simple niña. Sé que aún es muy joven, pero con ella me siento pleno, siento que la quiero como a ninguna otra mujer en la vida>>. C: <<Tú lo has dicho, es solo una niña. Es madura y lo que quieras para su edad, pero una niña al fin y al cabo; tiene que crecer y vivir cosas a su debido tiempo. Sin embargo, sé muy bien lo emocionada que se pone al solo hablar de ti y reconozco que nunca he percibido que la fuerces o la maltrates. Es por eso y consciente de que si le prohíbo verte la cosa puede ser incluso peor, he pensado que…>>. En eso apareció en el salón la niña, con el pelo aún escurriendo agua y el pijama puesto. <<Hola mamá, ¿de qué habláis?>>, preguntó Marcela con auténtica intriga. C: <<Mi niña, quiero que te sientes al lado de Fabián y que los dos me escuchéis>>. La nena se sentó en el mismo sillón que Fabián mientras Camila continuó diciendo: <<Quiero, lo primero, dejar claro que no consiento esta relación, mal haría. Pero, para evitar que andéis haciendo cosas a escondidas y que la gente se pueda enterar, he pensado en que tengáis una noche cada mes para veros. Puede ser aquí o si queréis en tu casa, Fabián. Sé que lo que voy a decir sonará a locura, pero yo fui niña y sé lo que es que no te dejen estar con la persona que quieres. Y es por eso que os voy a permitir esa noche al mes. Vamos a probar así, a ver qué pasa. Y si las cosas funcionan, con el tiempo ya veremos a qué otros acuerdos llegamos. ¿Os parece bien?>>. La cara de la pareja cambió a felicidad absoluta. No daban crédito, Camila, de alguna forma, estaba aceptando tal relación. F: <<No sabes lo feliz que me hacen tus palabras, Camila. Vivimos en una sociedad que demoniza las relaciones como la nuestra y tú la estás aceptando. Yo la voy a cuidar como el mayor de los tesoros, te tomo la palabra de esa noche al mes.>> Por supuesto que a los dos una noche al mes no les bastaba para saciar el deseo que sentían el uno por el otro, pero vaya que ya se trataba de un avance significativo. C: <<Sé que Marcelita ya no es virgen, pero es una niña como cualquier otra de su edad y por eso quiero que se mantenga enfocada en sus estudios y más adelante ya veremos. Y por lo que más queráis, que absolutamente nadie se entere. Mucho menos en la oficina.>> Así pues cerraron tal inusual acuerdo. C: <<Marce, es hora de ir a la cama, despídete de Fabián y sube a tu habitación, luego llego a acostarte>>. La niña, obediente, se despidió de su hombre con un tímido beso en la mejilla y se fue corriendo a su habitación como cualquier infante de su edad, con total inocencia, una imagen totalmente contrastante con lo vivido esa noche en su propia cama y con todo lo hecho hasta ese día. Los dos adultos se quedaron en silencio por un momento, hasta que Camila se dirigió a Fabián y le dijo: <<3 mil euros al mes, ¿te parece?>>.
Definitivamente uno de los mejores relatos que he leído….
Pd llevo más de 15 años leyendo
Me encantó ese giro de tuerca en la línea final; sin duda un toque magnífico y con ello, se comprueba lo magnífico que es este relato. Redacción, hilo conductor, narración, todo es preciso. ¡Muchas felicidades! Me declaro tu fan.
Ojalá nos deleites con más relatos como este.
Saludos