Mariano y su sobrina Daniela
Daniela utiliza sus encantos para persuadir a su tío de revelar sus íntimos secretos, sin saber que la encantada sería ella..
La casa de Mariano se encuentra en una colonia tranquila, alejada del bullicio de la ciudad de México. Aunque el vecindario era común y corriente, la vivienda era de vista agradable, con paredes de ladrillo rojo y un jardín pequeño pero bien cuidado.
Adentro, todo estaba ordenado, casi impecable, pero con la sensación de un hogar donde los años de soledad se habían quedado estampados en cada rincón.
Mariano tiene 50 años, bien parecido, con una mirada perspicaz y una inteligencia que lo hacía resaltar en cualquier conversación, caminaba por los pasillos de su hogar con una calma habitual. Su vida, aunque llena de logros en el mundo académico y profesional, se había tornado monótona. No tenía familia cercana, salvo su hermana y su alegre sobrina Daniela de 15 años, con quien compartía visitas no muy frecuentes.
La sala de la casa era una mezcla de elegancia simple y funcionalidad. Sin embargo, había un objeto en particular que nadie podía imaginar de su existencia al entrar: un antiguo cajón con cintas de vídeo, de madera lisa y un candado que brillaba ligeramente, colocado en el rincón más alejado del salón.
Sobre la caja con los vídeos, Mariano siempre colocaba un viejo libro encima para encubrirlo y pareciera insignificante, como un importante secreto que debía protegerse a toda costa.
Un día de esos raros en que Daniela su sobrina lo está visitando y pasaron la tarde viendo televisión, Mariano se fue a la cocina a preparar café y sandwiches.
— ¿Qué tienes en ésta caja, tío Mariano? — preguntó Daniela un día, mientras quitaba el libro de encima con curiosidad, sin disimular el brillo en sus ojos.
Mariano levantó la vista al escucharla, sin embargo se mostró sereno. Su mirada era distante, casi pensativa, pero no mostró sorpresa. Aunque temía que alguien, tarde o temprano haría preguntas sobre ese objeto tan peculiar.
— Son sólo recuerdos, — respondió Mariano, sin moverse de su lugar. — Son objetos que guardan algo valioso, pero no son para ti, Daniela.
Daniela frunció el ceño, mientras miraba la caja que estaba, como siempre, resguardado por una fina capa de polvo. No era un mueble común, ni siquiera era de esos antiguos que dan un aire nostálgico, como otros objetos que su tío guardaba con cariño. No. Este tenía algo especial, algo que Daniela aún no comprendía.
— ¿Recuerdos? — repitió ella, entrecerrando los ojos. — Pero ¿qué es lo que guardas ahí? ¿Me dejas ver?. ¿Es tan valioso como para que nadie más lo vea?
Mariano no respondió de inmediato. Se acercó a la caja, pasó su mano por la tapa de madera protectora, como si tocara algo delicado que solo él podía comprender.
— Son reliquias, Dany, — dijo, mirando a su sobrina por encima del hombro. — Son solo recuerdos, si te interesa saber. Deliciosos videos de mi vida. Pero como te dije, no es para ti.
La palabra “deliciosos” cayó en el aire como una semilla en tierra fértil. Daniela se quedó en silencio, sus pensamientos se llenaron de sucias imágenes de vergas grandes, cogidas fuertes, y mamadas de todo tipo que había visto en videos durante su corta vida. Sus pezones se endurecieron y sintió que la sangre irradiaba a su entrepierna. Pero nada de eso le parecía comparable a lo que su tío acababa de mencionar. ”deliciosos videos”, guardados como si fueran el más preciado tesoro.
— ¿Deliciosos videos de tu vida? — preguntó, con un tono de voz de asombro. — ¿Por qué lo escondes si son tan buenos?
Mariano volvió a mirar la caja, y por un momento, pareció sumido en sus recuerdos. Luego, con un suspiro, respondió, aunque de manera evasiva:
— Porque hay cosas que no deben ser compartidas. Algunas posesiones son demasiado… personales, Daniela. No entiendes de qué hablo aún, pero espero que algún día lo harás.
Daniela no pudo evitar sentir una punzada de frustración. ¿Por qué su tío le hablaba siempre de esa manera? ¿Qué guardaba realmente en esos vídeos? ¿Eran cosas de otro mundo o algo mucho más allá de lo que ella podía imaginar?
Mariano miró de reojo los apretados leggings que cubrían el hermoso trasero de Daniela, un gesto casi imperceptible, pero que dejó claro que esa conversación no había llegado a su fin.
— Vamos, Dany, — dijo, cambiando de tema con suavidad. — La cena está lista. Olvídate de la caja por un momento y ven a comer.
Pero Daniela no olvidaría tan fácilmente. Su mente joven y curiosa ya había comenzado a trabajar en ideas, en planes, en maneras de descubrir lo que su tío tan celosamente protegía. Esos videos, fuera lo que fuera, se convertirían en su misión personal. No descansaría hasta ver lo que hay ahí, hasta descubrir el misterio detrás de la caja que su tío guardaba como un secreto demasiado grande para compartir.
Pero, ¿cómo conseguirlo?
Pasaron un par de meses desde que Daniela supo por primera vez sobre la caja de “videos deliciosos”. A pesar de la evasiva inicial de su tío, el pensamiento sobre ese misterioso contenido no dejó de rondar en su mente.
Ahora cada vez que visitaba la casa de Mariano, sus ojos se desviaban hacia la caja. La tapa de madera parecía casi desafiarla, retando a descubrir su contenido.
Una tarde, mientras Mariano leía en su sala, Daniela llegó a la casa con una sonrisa que parecía más inocente de lo que realmente era, además se veía espectacular, vestía una diminuta falda rosa plisada y una entallada blusa blanca sin mangas que dejaba resaltar los pezones sobre sus bien delineados senos. Daniela sabía que no podía atacar directamente, debía ser sutil.
— Tío, hoy en la escuela nos hablaron sobre las zonas erógenas del cuerpo ¿Las conoces? — comenzó, tomando asiento a su lado y mirando la reacción de su tío.
Mariano levantó la mirada del libro, con una leve sonrisa, casi divertida por la dirección en la que la conversación estaba tomando forma.
— ¿Erógenas? No me impresionan esos temas hija. Creo que las conozco bien, — dijo, volviendo a bajar la vista al libro. — Si supieras todo lo que he vivido.
Daniela se inclinó hacia él, intentando parecer casual pero con una gran chispa de cachondez en sus ojos.
— Lo sé, — respondió con tono travieso. — Has vivido de todo, pero tal vez… tal vez yo no las conozco todas. ¿Sabes? Y creo que ya soy lo suficientemente grande para conocerlas ahora.
Mariano frunció ligeramente el ceño y levantó la vista del libro, mirando como casi se desbordan las tetas de su sobrina por su pequeña blusa.
— Lo siento, pero no es algo que yo deba enseñarte, Daniela. Ese es un tema que no incumbe a la familia.
El tono firme de su voz hizo que Daniela se encogiera de hombros, pero su mente no se detuvo. Esa situación la fascinaba más de lo que podía admitir. Sabía que su tío tenía un carácter fuerte, que no cedería fácilmente a sus trucos, pero también conocía muy bien su habilidad para suavizarlo con su encanto juvenil.
— Oh, vamos, tío, — dijo con una risa pícara, como si estuviera compartiendo una broma entre cómplices y meneando sus caderas en un bailecito. — ¿No crees que soy capaz de reconocer todas las zonas erógenas de mi cuerpo? Ya no soy una niña.
Mariano la miró de nuevo, esta vez con una amplia sonrisa. Sabía lo que estaba intentando hacer, y aunque su sobrina lo estaba desarmando con su encanto, él se mantenía firme en su decisión.
— Te emocionas de más, Daniela. Esto no solo es cuestión de edad. Es cuestión de aprecio por la familia, — respondió con calma, cruzando los brazos sobre su pecho.
Daniela se levantó de su silla y comenzó a caminar alzando su cabello por sobre la nuca con un toque persuasivo. Su entrepierna estaba húmeda, y sus ojos, sin embargo, seguían fijos en la caja, y pensando en los videos que se encontraban allí, encerrados. Tenía que ser astuta, pensó. No podía rendirse tan fácilmente.
Sabía que su tío apreciaba las conversaciones profundas, así que comenzó a hablar de todo lo que había estado aprendiendo en la escuela, de sus sueños, de sus pensamientos sobre la vida. De alguna manera, quería hacerle ver que había crecido, y que tal vez era más traviesa que antes.
— Tío, — comenzó con voz suave mientras cenaban, mirando la taza de café en sus manos, — a veces pienso que tú y yo tenemos más en común de lo que crees. A veces me siento sola, como tú, con todo eso que guardas para ti…, yo también tengo secretos guardados como esos de tu caja.
Mariano, sorprendido por la seriedad en su tono, la miró a los ojos. Ella nunca le había hablado así, con esa sinceridad que estaba más allá de los juegos infantiles y familiares.
— Dany… tienes razón. — Su voz era más suave ahora, pero también más distante. — Lo que guardo en esa caja es algo que se relaciona al erotismo. Es algo muy personal, es mi conexión con el pasado, algo que me pertenece.
Ella se acercó lentamente, como si hubiera estado esperando ese momento. Lo miró fijamente, con esa intensidad que solo las zorras saben usar cuando están decididas a conseguir algo.
— Tío, quiero ver, — dijo, con una sonrisa que reflejaba comprensión. — Y te prometo que no te decepcionaré. Quizá puedas confiarme, quizá puedas darme la oportunidad de experimentar eso que tú tanto guardas.
Mariano titubeó por un momento, sus ojos se posaron en las curvas de Daniela, y considerando la sensualidad en su rostro. A lo lejos, la caja con videos parecía brillar como un faro, que él no podía dejar de recordar. Era más que un simple capricho. Era un vínculo con su juventud, con momentos que quería revivir, y que nunca olvidaría.
— No es tan sencillo, Daniela. No es un tema cualquiera, y no se trata de confianza. — Su voz sonó firme, como una murmuración del pasado que no estaba dispuesto a compartir. — Es algo que está más allá de lo que imaginas. Y si algún día decides que lo entiendes, tal vez… tal vez entonces te lo enseñaré.
Pero la joven no estaba dispuesta a rendirse, sabía que había algo más detrás de sus palabras. Y ella tendría que demostrarle que estaba lista para comprenderlo. Para conseguirlo, usaría todas sus armas: su astucia, su determinación y, sobre todo, su juventud. Porque si algo sabía con certeza, era que la verga de su tío, tarde o temprano, sería suya.
Después de la cena, Daniela, sin preguntar ni pedir permiso, tomó una cerveza del refrigerador y se sentó junto a su tío en el salón, con la lata entre sus manos. Mariano se había excitado con sus recuerdos todo ese rato, como si una capa de locura lo envolviera. Daniela, sin embargo, fijándose en los pequeños detalles, las miradas de su tío, y los suspiros que escapaban de sus labios. Sabía que detrás de esa fachada de hombre sabio y experimentado, había un hombre caliente que necesitaba ser satisfecho. No con una simple cogida, sino con algo más profundo.
— Tío, — comenzó Daniela, mirando al frente mientras jugueteaba con sus pezones, buscando las palabras adecuadas, — sé que las personas como tú siempre obtienen lo que quieren… pero ahora me pregunto si también están dispuestos a dar a sus sobrinas lo que necesitan, ¿lo harías por mi?
Mariano la observó con una ligera sorpresa. Él siempre había creído que ella era solo una niña que vivía en su propio mundo, ajena a las necesidades del adulto. Pero ahora, algo en sus palabras lo detuvo. Un pequeño destello de algo genuino en su mirada.
— ¿Hacer algo por ti? — dijo él, levantando las cejas. — Sabes que por ti haría lo que fuera…
— Bueno… — dijo Daniela, girándose para mirarlo de frente. — Yo a veces siento que mi cuerpo hierve por dentro, y me pregunto si eso es normal. Y tal vez tú… tal vez tú también lo has sentido, ¿no? — dijo mientras se retiraba la blusa dejando sus tetas frente a la cara de su tío.
El rostro de Mariano se llenó de sangre al mirarla. Llevaba años sin ver unas hermosas tetas tan de cerca, y mucho menos las de una jovencita como Daniela. Ni siquiera estaba acostumbrado a pagar por eso. Fue sorpresivo para él.
— Estás exquisita Dany — dijo con una sonrisa tenue, dedicando una mirada hacia cada uno de los juveniles pezones. — Lo que más me alegra es que, tienes las mismas necesidades que yo… Y, bueno, eso me pone feliz. — dijo volteando la mirada hacia su verga que instantáneamente se ha puesto dura.
Daniela observó atentamente, y con algo de dificultad maniobró para sacar la verga de su tío del pantalón. Era enorme, mucho más de lo que ella había imaginado. Sintió que su entrepierna se inundaba, y si intentaba coger a su tío le dolería bastante, pero decidió dar paso adelante, intentando meter ese grueso pene en su boca, como lo había hecho con algunos chicos del colegio.
Lo mira a los ojos y pregunta — ¿Así, tío? ¿Te gusta? — preguntó, su voz suave, pero llena de interés genuino. — ¿Es lo que necesitabas? — Sonríe con encanto.
Mariano, la dejo hacer. Su mirada se desvió hacia la caja del rincón, como si las palabras que acababa de decir le hubieran abierto un recuerdo que había estado guardando durante años. Los videos, esos videos que siempre había considerado un tesoro privado, parecían ahora como un punto de esperanza.
— Lo que necesito… — dijo con la voz más baja, como si hablara consigo mismo. — Lo que necesito no es exactamente ésto, aunque me gusta, es algo mucho más fuerte e intenso.
Daniela sintió que había tocado un punto sensible, y, sin pensarlo, se metió lo más que pudo en la boca la verga de su tío, masturbando con una mano sobre su tronco. Mariano la miró, sorprendido por la habilidad, pero algo en su alma se endureció aún más.
— ¿Y si te dijera que puedo hacer mucho más? ¿Me dejas cogerte? — preguntó ella con firmeza, con su tono lleno de una lujuria que sorprendió a Mariano. — Tío, cógeme fuerte, y mientras lo haces enseñarme lo que guardas en esa caja. Yo te prometo que lo disfrutaremos juntos.
Mariano la miró fijamente, como si la estuviera evaluando por completo. Ella, tan jovencita, con tanta inocencia aparente, pero con una madurez que rara vez se ve en su edad. Era como si de alguna manera ella estuviera pidiendo lo que él nunca se atrevió a hacer. La chispa de la juventud, esa energía que tanto le faltaba.
— Daniela… — susurró, su voz aún vacilante. — Lo que guardo allí no son solo vídeos… es un recuerdo de tiempos que pueden volver. Son cosas que se hacen vicio. Son momentos de mi vida que… que quiero repetir.
La joven sonrió suavemente, viendo la vulnerabilidad en su rostro. Sabía que su tío estaba a su merced, se puso de pie y se giró para levantarse su minifalda, la muy puta no llevaba calzones, abrió sus nalgas justo frente a la verga de su tío, dejando ver un culo bien apretado y una panocha con vello recortado y rebosante de sus jugos.
— No se trata de repetirlo, tío. Se trata de que tu y yo los vivamos ahora. De que me dejes ser parte de esas experiencias, aunque sea un poco. Yo… yo quiero que me cojas, quiero ser parte de eso contigo.
Mariano, no lo dudo ni un poco. Tomó a su sobrina de la cintura y la atrajo hacia él. Ensalivó la punta de su grueso y largo pene, y la resbaló repetidas veces sobre la vulva de Daniela. Ella simplemente se dejó hacer, permitiendo con lentitud que el peso de su cuerpo imprima más fuerza sobre el pene de su tío, hasta que poco a poco fue entrando en su diminuta vagina.
— Ahhhh, tío. Me duele ¡no pares! — dijo casi llorando, a pesar de no ser la primera verga que entraba en su vagina, la de Mariano en nada se parecía en tamaño, la estaba partiendo, y ella lo estaba gozando.
Mariano comenzó a mover su cadera acompasando las lentas subidas y bajadas del trasero de Dany, era solo el comienzo. Su mente estaba yendo mucho más lejos.
— Es… es tan rico… — susurró, asombrada, sin poder encontrar palabras al principio.
Con un arriesgado movimiento, se dejo caer sobre el trozo de su tío. La sensación fue inmediata, como si una explosión de sensaciones invadiera su interior.
— ¡Tío! tu verga es… es increíble… — exclamó, con los ojos abiertos como platos, como si no pudiera creer lo que se estaba metiendo. — Nunca había probado una verga así en mi vida. Es como… como si tuviera dentro al mismo tiempo todas las vergas que me he cogido.
Mariano la observó en silencio, casi con una leve sonrisa, viendo cómo su sobrina experimentaba la magia de su verga. La intensidad con la que se movía su sobrina era algo que bien él conocía, algo tan intenso que sabía que lo debía compartir.
— ¿Te gusta Dany? — dijo Mariano, con una mezcla de nostalgia y satisfacción. — Es algo que no se disfruta a diario. Más todo lo que falta.
Daniela, sin dejar de disfrutar, asintió sin poder articular más palabras. La verga estaba durísima y muy, muy grande, pero rica, y al mismo tiempo le provocaba un enorme placer que dejaba una sensación cálida en su vagina. No podía dejar de sonreír mientras cogía lentamente, disfrutando cada segundo.
— Es como… como si tuviera todo lo que siempre he querido en una sola verga, — continuó, mientras su rostro mostraba una mezcla de felicidad y asombro. — Es dura, pero ya no lastima. Tiene algo… algo que me hace querer más, pero a la vez, no quiero que se acabe.
Ella se quedó quieta por un momento, sientiendo todo el pedazo de carne que tenía en su interior.
—¿Por qué no me lo diste antes, tío? ¡Es tan perfecto! — exclamó, con una risa llena de gozo y placer. — Es como si cada metida, cada embestida, estuviera diseñado para… para hacerme sentir algo… algo profundo.
El ruido en la habitación se volvió más caliente, Daniela gemía, casi gritaba.
— Es… como si supiera todo lo que has vivido, tío, — dijo, ahora con un tono más suave y sensual. — Es tan delicioso… que me hace pensar que no solo es coger. Es algo intenso, es sentimiento… es… tu vida, de alguna manera.
Mariano no pudo evitar sentirse más excitado. El hecho de que Daniela comprendiera la magnitud de la cogida que le estaba dando lo animará más profundamente de lo que esperaba. Mientras ella seguía cavalgando su verga con entusiasmo, él vio algo que no había visto hasta ahora: una conexión entre el pasado y el presente. Esto pintaba para algo más fuerte.
— Toma tu verga, cariño — dijo Mariano, agresivamente, mientras observaba cómo Daniela disfrutaba. — No he cogido en tanto tiempo. Y, por fin, creo que he encontrado a alguien con quien compartir mis gustos. Ya los conocerás.
Después de varios orgasmos, Daniela estaba agotada, pero Mariano no. Él quería más, así que la giró poniéndola en cuatro sobre una silla. Dany mostraba un culo exquisito, y eĺ quería romperlo ahí mismo, pero ella lo detuvo. — No tío, aunque sé que me dolerá hasta el alma, prometo darte mi culo después de que me muestres lo de la caja —
Mariano, con un suspiro profundo, finalmente aceptó. Se separó lentamente y se dirigió hacia el rincón. La llave que siempre había guardado en su bolsillo se colocó en la cerradura, y el sonido del metal girando hizo que Daniela contuviera la respiración.
Al abrir la caja, reveló un grupo de 3 videocasetes, envueltos en un pequeño trozo de tela. Mariano tomó el primero con cuidado, casi como si estuviera manejando una joya preciosa.
— Esto es lo que guardé durante tanto tiempo, — dijo, mirando a Daniela a los ojos. — No lo mires ahora, la semana siguiente saldré de viaje y puedes venir a casa a verlo. Quiero que lo mires sin mi presencia. Si te disgusta el contenido simplemente lo dejas sobre la caja y no volveremos a tocar el tema jamás. Pero si te agrada, lo tenemos que intentar juntos ¿De acuerdo?
Daniela, con los ojos brillando de emoción, asintió y extendió sus manos, tomando el videocassete con el mismo cuidado con el que él lo había tocado. Sabía que estaba a punto de explorar algo desconocido, lleno de enigmas y secretos que su tío finalmente había decidido compartir.
— Lo haré, tío. Lo prometo.
En la semana siguiente Daniela acudió durante la ausencia de su tío a mirar el video, estaba excitada, pero al mismo tiempo nerviosa de averiguar el contenido. Sin importar lo que ahí hubiera, estaba decidida a marturbarse mientras lo miraba. Y así fue.
Daniela estaba desnuda tumbada sobre el sillón en la sala de su tío, no necesitó lubricante, sus jugos vaginales brotaron enseguida de comenzar la primera escena. Ella solo por el instinto comenzó a tocarse llegando al primer orgasmo en segundos.
Las imágenes eran impresionantes, despertaron en Daniela un deseo incontrolable, ella perdió la cuenta de cuántos orgasmos tuvo mientras miraba la cinta. Se masturbó con todos los objetos que pudo y tuvo a su alcance. Y así lo hizo todos los días durante la ausencia de su tío.
Ahora conocía su secreto, y ahora sabía que lo tenían que intentar juntos. Ahora además de su tío, Maríano será su maestro.
Excelente muy excitante y con morbo, espero la continuación.
Que morbazo de relato. Que morbo de sobrina.
Esperamos la continuación y muchos más.
Felicidades
Que morbo bien excitante. Más. De este sexo con Daniela . Muy bien escrito. Adelante más